Sie sind auf Seite 1von 2

Estudiar filosofía en Teherán

RAMIN JAHANBEGLOO 07/08/2010

Desde Platón, los filósofos han tratado de imaginar sociedades y sistemas políticos en
los que filosofar fuera una actividad segura. En su esfuerzo por examinar la vida, los
filósofos siempre han representado algún tipo de peligro para el statu quo. En muchos
aspectos, el ejemplo de Sócrates ha guiado a los filósofos de todos los tiempos.

La idea de que es posible examinar la vida haciendo preguntas, unas preguntas


atemporales y universales, sigue siendo hoy tan revolucionaria como en la época
del maestro griego. La experiencia de las tiranías en la historia y, más en concreto, los
regímenes totalitarios en el siglo XX, demuestra que un poder político que se considere
a sí mismo la encarnación de una ideología y la cima de la filosofía no puede tolerar el
pensamiento filosófico. Pese a ello, la filosofía ha sobrevivido tanto a sus mártires como
a sus perseguidores.

¿Cómo puede afectar el hecho de estudiar y enseñar filosofía a una persona que viva
bajo un régimen teocrático aquí y ahora? En otras palabras, ¿cómo es posible estudiar
filosofía en Teherán? Por extraño que pueda parecer, estudiar filosofía en Teherán
puede no solo ser un consuelo espiritual sino un arma política. Es un desafío claro al
monologuismo del pensamiento tiránico, pero es también una invitación a ser un
individuo dialógico responsable en una cultura que se ha puesto sistemáticamente a
resguardo de la tarea socrática de aprender a base de hacer preguntas y "vivir en la
verdad".

En este sentido, el discurso no violento de un filósofo es diametralmente opuesto a la


postura teocrática que parte de que las enseñanzas de una tradición religiosa concreta
representan una verdad absoluta y que, por consiguiente, todas las demás
interpretaciones religiosas e individuales están equivocadas y necesitan ser corregidas.

Los periodos de ansiedad hacen que la labor socrática de la filosofía sea aún más
necesaria, y puede volver a algunas personas que viven bajo la tiranía más receptivas
ante sus lecciones. Más que de un hecho o una doctrina, se trata de un sentido de la
realidad -especialmente digno de cultivar- con el que la vida, de pronto, parece mucho
más incierta y mucho menos frívola que antes.

Las características más importantes del "fundamentalismo" en nuestro mundo son la


politización de la religión y la ideologización de la tradición. En muchas religiones,
como el islam, el judaísmo y el cristianismo, los fundamentalistas defienden la
interpretación religiosa del orden existente mediante la toma revolucionaria del poder o
a través de reformas sociales. El fundamentalismo diseña movimientos religiosos que se
esfuerzan por reestablecer los elementos esenciales, sociales, culturales y políticos, de
una tradición religiosa. Por tanto, el fundamentalismo reacciona a la defensiva ante
el pluralismo de los valores y la metodología hermenéutica aplicada a las tradiciones
religiosas; en los movimientos fundamentalistas, por el contrario, existe una
reafirmación de la validez absoluta de los principios básicos de una tradición.
Por eso es más fácil crear un movimiento fundamentalista en el que los principios
básicos estén explicados con detalle en un texto sagrado. Las dimensiones autoritarias y
absolutistas de estos movimientos se manifiestan en la manipulación ideológica de una
tradición religiosa. Para la mayoría de los fundamentalistas, las sociedades deben
constituirse sobre la base de una comunidad religiosa.

En ellas, no deben existir ni identidades singulares ni esfuerzos idiosincrásicos en busca


de un significado personal. En otras palabras, todos los individuos deben pertenecer a
un colectivo religioso, y su vida cotidiana debe regirse por las tradiciones normativas de
dichos colectivos. En consecuencia, todas las formas de pensamiento fundamentalista
rechazan la reflexión filosófica. En su opinión, el diálogo filosófico y la hermenéutica
son enfermedades de las que hay que proteger al pueblo. Ello no quiere decir que
cualquier movimiento contemporáneo que está incómodo con el pensamiento filosófico
sea simplemente fundamentalista. Pero los movimientos religiosos y políticos
inspirados por el rechazo a la pregunta filosófica son muy a menudo fundamentalistas.

Esta reacción constante contra la cultura dialógica y la filosofía de la elección hace que
todos los fundamentalismos contemporáneos tengan cierta dosis de fundamentalismo
religioso como trasfondo común. Los fundamentalistas se consideran a sí mismos
personas abiertas al diálogo y la elección individual. Pero en su compromiso con la
revelación de la tradición religiosa, entablan una lucha precisamente contra el diálogo y
la elección individual. Los fundamentalistas afirman estar en posesión exclusiva de la
verdad divina y se proponen enseñar el "camino acertado" a todo el mundo.

Los efectos del discurso fundamentalista pueden verse hoy en todo el mundo musulmán.
En medio de la enorme angustia que provocan los problemas del mundo moderno, para
las generaciones jóvenes de musulmanes, el acercamiento al islam ofrece una pauta
clara con la que comparar la sociedad urbana contemporánea. El ascenso del
fundamentalismo y su violencia contra la modernidad no absuelve al "proyecto de la
modernidad" de sus pecados, pero sí es una señal de alarma para todos los que, acosados
por los males filosóficos de ese proyecto, esperan que la reafirmación de la religión
ayude a crear una nueva comunidad ética. Ahí es donde estudiar filosofía puede
ayudarnos a ver la diferencia ontológica entre ser críticos con la modernidad y
permanecer fieles a la elección radical de la filosofía, que exige la tarea socrática
permanente de llevar la introspección a la vida política como correctivo vital del
fundamentalismo.

Si se tiene en cuenta todo esto, estudiar filosofía en Teherán es un estímulo para buscar
"signos de humanidad" en las experiencias humanas cotidianas, pero también es una
forma de decir "no" a todos los que quieren utilizar la filosofía contra su responsabilidad
eterna, que es pensar siempre con espíritu crítico y de otra manera.

Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, es catedrático de Ciencias Políticas en la


Universidad de Toronto. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

Das könnte Ihnen auch gefallen