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Epistemología

Los Cuatro
Saberes

Psi Grupos
Carrera 13 No 63 – 21 JAIRO BAEZ
Oficina 512 Un análisis epistemológico a partir de cuatro
15/07/2002 criterios de saber: Mito, Religión, Filosofía y
Ciencia. El texto se escribió para los que se
inician en la psicología en Colombia; pero,
puede brindar algún servicio a toda ciencia
social humana.
Entre otras cosas, no debemos dejarnos
seducir por los historiadores de oficio.
1
Hegel

1
Hegel, G. W. F. (Trad. Gaos, J.). Lecciones sobre la filosofía de la historia universal. Tomo I.
Barcelona: Altaya. 1994. Pág. 45.
2
INTRODUCCIÓN

Si queremos adentrarnos en este difícil mundo de la epistemología valgámonos


de una analogía simple pero didáctica. Pensemos en el conocimiento como si
fuera el ambiente comercial de una ciudad, donde las primeras imágenes, que
encontrará un recién llegado, serán los avisos que ve en las fachadas y paredes
de las construcciones. Al acercarnos a esos avisos algunos serán eso, sólo avisos
que informan acerca de algo, pero detrás del cual no habrá más que pared. Al
acercarnos a otro, encontraremos que más allá del aviso, hay un local que
contiene elementos y artículos referentes a lo que señalaba el aviso; puede que si
dice ¨Ferretería X¨ encontremos elementos de ferretería, como, también, puede
que el local esté vacío. Pensemos estos avisos como si fueran libros y en los
locales, junto con lo que hay en ellos, como los contenidos de dichos libros. Estos
libros tienen la pretensión de informar algo y en su contenido tratarán de ese algo.

Así como ese alguien entró a la ferretería ¨X¨ y encontró algo que buscaba, puede
que también entre al restaurante ¨X¨, donde también encuentra algo, pero esta
vez, para calmar el hambre; solamente que aquí la comida fue muy buena, según
su criterio, pero no le gustó la atención. Esto hizo que al día siguiente se guiara
por otro aviso, que refería a otro restaurante donde vendían igual comida, siendo
de su total satisfacción. Con el tiempo, y en tanto permanezca en la ciudad y
tenga necesidad del comercio, entrará y saldrá de gran cantidad de
establecimientos, guiado por los avisos y tal vez nunca logre entrar a todos. Si nos
preguntaran por qué razón, contestaríamos, a simple opinión, que por diferentes
motivos. Motivos que deben ser tema de preocupación para toda persona
interesada en el conocimiento, en tanto quiera explicar porque el ser cognoscente
acude a ciertos libros y a otros no.

Supongamos que otro sujeto hace el mismo itinerario que el primero, el sujeto
hipotético del que estamos hablando. Este último pudo entrar a la Ferretería ¨X¨ y
no encontró lo que buscaba, pudiendo, entonces, tomar diferentes decisiones;
por ejemplo, entrar a otras ferreterías o simplemente no entrar a ninguna más.
Igualmente, entró a los dos restaurantes, a donde entró el primero; pero esta vez,
su concepto fue que el restaurante ¨X¨ es mejor, y le trae mayor satisfacción.
Saber por qué un sujeto no está de acuerdo con el otro será precisamente otro de
los temas de este escrito. Por qué algunos se sienten bien con los libros de
determinado autor y se disgustan con los de otro, el por qué algunos leen la Biblia
y otros no, etc. ¿Dónde la subjetividad entra en el terreno de la objetividad? Pues,
analicemos, así como estamos pensando en dos sujetos distintos, pensemos en
más de dos, y cómo se van encontrando acuerdos en algunos de ellos; y más allá,
cómo esos acuerdos no necesariamente conllevan acuerdos absolutos.
Pensemos ya en dos grupos, uno que está de acuerdo con Darwin y otro con los
presupuestos de Lamarck; pero, así mismo, cómo sus miembros se deshacen en
3
su acuerdo cuando, en ambos grupos, encontramos algunos que están de
acuerdo con los postulado bíblicos mientras otros los rechazan categóricamente.

Conocimiento hay bastante, libros hay muchos, incluso hay conocimiento que no
está escrito. Siguiendo con la simplicidad de nuestro ejemplo, puede que el recién
llegado, después de mucho trasegar encuentre, que lo que está buscando, lo
tiene una persona que no se ha dado a la tarea de colocar avisos; sino, que
simplemente se le conoce por la tradición oral; en este caso no existe el libro. Así
en el largo camino del conocimiento, tal vez el mayor obstáculo, en la actualidad,
sea la contaminación; el exceso de información, al que está sometido el sujeto
cognoscente. Así como hoy se habla de contaminación visual ocasionado por el
procedimiento comercial, y los avisos publicitarios son el ojo del huracán, la
contaminación cognoscitiva es una realidad y los libros son el centro del asunto.

Entonces ¿cómo saber cual es la información adecuada?, como en el comercio,


todo aviso tiene su fin, por tanto toda información es viable, solamente que se
encuentra en desorden; por tal motivo desinforma antes que informar,
desestructura antes que estructurar, confunde antes que dilucidar. La solución,
sencilla: observar, organizar, analizar, sintetizar, interpretar dicha información; y
por qué no, proponer formas de manejo de dicha información. Por tanto el objetivo
de este texto es tratar de dar orden a todo ese cúmulo de información, tratando de
categorizar, ponderando si existe un hilo conductor que nos lleve de un punto a
otro.

Igualmente pensemos que hoy, más que nunca, la psicología tiende a ocupar un
lugar preponderante en la sociedad colombiana. No obstante, ese mismo interés
por un saber, ha hecho que muchos pretendan ser psicólogos y ejercer la
psicología; pero, en el asumir de esta psicología, han surgido infinidad de
proposiciones y procedimientos que ponen en cuestionamientos serios la
efectividad de la misma. Ante tal situación, solamente la ciencia, ha mostrado
efectos contundentes en el mantenimiento de un saber; es por esto que todo
principiante en la psicología, antes que nada, debe participar y adiestrarse en lo
concerniente a la metodología científica. No obstante, debemos ser cuidadosos
cuando hablamos de ciencia, pues puede ocurrir que terminemos señalando como
ciencia simplemente nuestro criterio personal o, lo que nuestro gueto asume como
tal. Ya casos se han visto en la psicología, de cómo una corriente epistemológica
se aboga el derecho de representar la psicología científica, cortando de tajo
cualquier otra pretensión seria de hacer ciencia.

Y qué mejor forma de introducir al lector en el campo científico, que mostrándole


el largo trascender del saber, hasta asumirse finalmente como ciencia. Es por tal
motivo que debemos retomar y analizar el mito, la religión y la filosofía, como
dadores de posibilidad para que la ciencia exista. Y ya en la campo científico,
4
permitir que el estudiante aprehenda cómo la ciencia misma se va
autorreformulando. La transición de un saber a otro, las crisis paradigmáticas, la
especificidad de la ciencia y la aplicación del saber, deben ser el camino que
conduzca, al lector, a valorar la metodología científica como herramienta única en
su quehacer psicológico. Quien conoce su historia no comete los mismos errores,
plantea un antiguo axioma; ver la ciencia en su marco histórico permitirá al lector
no asumir posiciones a la larga contraproducentes para su propio profesionalismo;
y lo más importante, fortalece el la psicología como disciplina seria en el campo de
la investigación y efectiva en la intervención.

Es deseo de este texto mostrar el proceso histórico del saber científico y la


construcción de su método como un resultado propio del trabajo epistemológico.
Señalar cómo las crisis en los paradigmas imperantes permiten avances
significativos en la apropiación de la realidad, a través de la puesta a prueba de
sus postulados de verdad. Fomentar la descontaminación y allanar el camino
hacia el pensamiento científico. Propender por la práctica de la metodología
científica en la psicología. Promover el pensamiento investigativo en la psicología
y contextualizar la ciencia psicológica con las necesidades y realidad nacionales.

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EL MITO

En la actualidad, no existe área del saber, -en especial las llamadas áreas
humanas- que no se haya interesado en el mito. Los filósofos, los antropólogos,
los psicólogos, los psicoanalistas, los literatos, etc., -cada uno a su manera-,
hablan de un mundo perdido, y en el fondo de cada discurso se encuentra
siempre el reconocimiento de un mundo arcaico, en donde el hombre era diferente
y se manejaba de acuerdo a un parámetro en el que todos concuerdan: Era un
mundo mítico. Y es a ese mundo mítico del que nos es necesario dar cuenta si
deseamos emprender el largo camino del conocimiento como profesionales de la
psicología.

Pero no viéndolo como un cuento o leyenda de poco valor histórico para la


humanidad; pues, si en algo está de acuerdo la gran mayoría de los que se han
dedicado a su estudio, es que el mito es parte fundamental del hombre, en su
deseo por asir lo intangible, por explicar y organizar lo que sucede a su alrededor.

"el mito no puede ser considerado como un complejo de


falsedades y por tanto un obstáculo para la conquista de lo
verdadero. Por el contrario, tuvo una función positiva: enseñó
al hombre a no limitarse a los simples hechos en su
multiplicidad no organizada, sino a considerarlos vinculados
unos con otros, y a buscar los principios de lo que sucede
alrededor de nosotros para así, a través de los principios
hallar los medios para actuar sobre la naturaleza y
transformarla en beneficio de la humanidad” (Geymonat,
1985, p, 13)

ELEMENTO VERDAD

Según Gusdorf (1962), para el hombre mítico el mito es la verdad misma y nunca
le daría la significación que tiene para nosotros hoy día el término (p. 37 y sgtes).
Esto es, fábula, ficción alegórica. La verdad le fue revelada a la persona indicada
y ésta la mantuvo en custodia hasta que fue el momento de transmitirla,
oralmente, al nuevo elegido o a la comunidad misma. Vale la pena señalar que el
2
mito es analfabeta por excelencia , se transmite oralmente, depende de la palabra
hablada (Carothers citado por McLujan, 1985, p. 29), siendo uno de los factores
que posibilita la ausencia de crítica intelectual; factor indispensable para que se
mantenga el mito. Mito que se escribe es mito que pierde su potencialidad de

2
Cf. Goody citado por Geertz, G. Nociones del pensamiento primitivo en Miller, J. (Comp.). Los
molinos de las la mente. México: Fondo de cultura económica. 1986. Págs.242.
6
verdad. Como bien nos lo recuerda Piaget (1985), el mito es una opinión, a la cual
se adhiere la colectividad de forma irreversible y obligatoria, sin el mayor deseo de
verificación exhaustiva (p. 85). Así Nietzsche (1994), admite que ¨el mito quiere
ser sentido intuitivamente como ejemplificación única de la universalidad y verdad
que tienen fija su mirada en lo infinito¨ (p. 141).

El concepto de mito como verdad también lo expresan Malinowski (1985) y Eliade


(1992):

"el mito, de hecho, no es una ociosa fantasía, ni una efusión


sin sentido de vanos ensueños, sino una fuerza cultural muy
laboriosa y en extremo importante” (p. 109).

“La mitología, el saber sagrado, de la tribu, es para el


primitivo, como veremos, un medio poderoso de ayuda, por
permitirle hallar suficiencia a su patrimonio cultural” (p. 110).

“El mito se considera como una historia sagrada y, por tanto,


una <<historia verdadera>>, puesto que se refiere a siempre
a realidades” (p. 13).

En contraste, el mundo moderno, representante de la razón, se ubica en la falta;


toda verdad es susceptible de quebrantarse e implícitamente la existencia
depende de las vicisitudes de la verdad imperante.

Aquí se aprecia el criterio dispar que manejan estas dos maneras de pensamiento
en términos de bien y mal.

“Lo que verdaderamente importa en el mito es su carácter


de viva realidad retrospectiva y siempre
presente”(Malinowski, 1985, p. 145).

La verdad del mito tiene ciertas características, tales como el de ser eterna,
inamovible e incuestionable; pero al fin y al cabo explicativa de algo que confundía
y cuestionaba al hombre primitivo. Tal como lo plantea Asimov (1973), el hombre
antiguo echa mano de la analogía para poder explicar lo que sucede a su
alrededor y en su interior, siendo el mito el primer intento de atar lo desconocido a
un saber (pp. 16-17). La verdad del mito se interesa por la causalidad formal
(McLujan, 1985, p. 29). Para el hombre primitivo el rayo es una lanza que
necesariamente debe haber sido disparada por un diestro lancero; la lluvia, lo
mismo que los hombres y los animales que observa, copula con la tierra y de este
acto obviamente saldrán los frutos. La verdad existe, porque sus resultados son

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observables. No son los hechos los que desmienten a los mitos, porque ahí están
para mostrar que son verdaderos. Entonces ¿qué es lo que debilita a los mitos?

Si tomamos como ejemplo a los griegos, los mitos perdieron su efectividad debido
a su debilidad tecnológica, su saber no permitía mayor instrumentalidad del medio
y del hombre mismo. “Mientras el universo estuviera bajo el control de unas
deidades tan arbitrarias y de reacciones tan imprevisibles, no había posibilidades
de comprenderlo; sólo existía la remota esperanza de aplacarlo” (Asimov, p. 18).
No es que el hombre primitivo no aplicara su saber, lo que sucede es que su
aplicación era bastante mínima; la única manera que se tenía era, la imitación, la
adoración, la súplica y la ofrenda para que no se causaran males. La hechicería y
la magia son las técnicas del mito (Freud, 1985, p.106-107), la primera, el arte de
influir sobre los espíritus y la segunda, la influencia sobre los objetos y eventos
naturales mediante la manipulación de las representaciones que se tienen sobre
los mismos. De esta manera un alfiler, ensartado en un monigote, ocasionará el
mismo daño al representado por éste, que si se hiciera en cuerpo propio; una
dádiva será la forma para mantener a los espíritus de nuestro lado, y graznar
como un cuervo será suficiente para convertirse en dicho pájaro.

"Suplica, !oh mi huésped! A Poseidaón, ya que este festín al


que llegáis en su honor se celebra. Y después de que hayas
libado e implorado al Dios como conviene, pasa la copa del
dulce vino a tu compañero, a fin de que, a su vez, beba e
implore, pues supongo que también rogará a los Inmortales,
ya que todos los hombres tienen necesidad de ellos”
(Homero, p. 27).

ELEMENTO TOTALIDAD

“El mito responde a toda cuestión aún antes de ser


planteada. Impide que se plantee la cuestión” (Gusdorf, p.
37).

Analizando este otro de los elementos encontramos que el hombre mítico no


elige, no tiene la posibilidad, dado que pensar en la elección, provoca un cambio
de la estructura mítica; tampoco se inclina por una u otra verdad, pues, sólo existe
una, ella da razón de todo. El hombre racional tiene la posibilidad de elegir e
incluso puede guiarse por diferentes verdades en los momentos que juzgue
conveniente.

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"si el mito corresponde a una categoría, la única que le
conviene es la de la totalidad concreta, más aún, la de la
identidad radical, la de unidad ontológica. La conciencia
mítica afirma un mundo en estado pastoso, en su primera
cohesión y coalescencia. Las articulaciones del lenguaje, de
la técnica y del pensamiento no penetran en la masa.
Señalan, más bien, el hecho de que no analizan esta primera
imagen del mundo, cuya plenitud está preservada"(Gusdorf,
p. 21).

Además:

"La ontología que vive en el mito es previa a toda


disociación. (Gusdorf, p. 20).

Ya antes señalaba Gusdorf que:

"Es necesario aceptar la conciencia mítica como una


afirmación de la totalidad " (p. 21).

Acá aparecen algunos puntos divergentes entre el pensamiento mítico y el


pensamiento racional. El saber totalizante es propio del mito mientras que el
pensamiento moderno se caracteriza por el análisis y la fragmentación. Si en la
actualidad se cuenta con un saber filosófico, un saber lógico, un saber teológico,
un saber matemático, etc., -aplicado a necesidades recíprocas-, en la cultura
mítica sólo había un saber que respondía a todas las necesidades del ser,
respondía a su necesidad moral, a su necesidad espiritual, necesidad cognitiva y
necesidad tecnológica.

El elemento clave se hace más evidente. Con la razón la verdad se ha


fragmentado; y todavía más, en la historia de la razón no hay una sola verdad,
encontramos varias simultáneamente. Mientras el mito da una verdad absoluta
para todo cuestionamiento, y en ningún instante entra en contradicción, en el
pensamiento racional aparecen verdades que con seguridad entrarán en
desacuerdo. Un mandato científico no está de acuerdo con un mandato teológico
y éste a su vez no responde a un postulado filosófico. En el hombre moderno su
ser está escindido mientras mantiene su totalidad en hombre mítico.

Cuando se tienen varias verdades con respecto a una misma cuestión, no hay
verdad y es entonces cuando en el hombre empieza la confusión. Es la
explicación del mito la que refrenda esta idea: si la verdad es necesaria al hombre

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es en la medida en que le brinda un único parámetro de comportamiento, de
ubicación en un mundo donde se siente extraño.

Algo más se manifiesta en las citas anteriores, la diferencia entre el ser y el


medio, o más exactamente, la escisión entre el ser y el entorno. Mientras en el
mito el ser es indiferente al medio, el ser es el medio, en el pensamiento racional
aparece la objetivización del ser hecho hombre. En el pensamiento moderno el
hombre es, independiente del medio que lo contiene; más allá de la objetivización
como sujeto toman forma las categorías de mente y cuerpo, razón y sentimientos.

En el estado mítico el hombre es un elemento más del todo, respondiendo de


igual manera a como respondería cualquiera de los elementos constituyentes; a
cambio, en el pensamiento racional el hombre tiene un estatus especial, que lo
hace diferente a todos los demás elementos constitutivos del todo; el hombre
razona y debe imponer su razón.

Desde este punto de vista, el hombre mítico está pegado al medio, forma parte de
él, mientras que el hombre moderno es independiente, tiene cuerpo propio,
diferente al entorno. Con esta separación el hombre moderno gana volutividad,
poder de decisión y acción sobre el medio, en contraposición al hombre mítico,
que no tiene más posibilidades que aquellas que le son dadas al formar parte de
un todo, al que se le aduce la toma de decisiones (el poder sobre la creación).
Vemos que un elemento perdido en el tránsito a la razón fue el desprendimiento
de un todo poderoso que todo lo hacía y a todo respondía.

Así lo ve Carothers (citado por McLujan, 1985), esta fuerza cohesionadora, el


mito, hace incluso que el hombre se considere una insignificante parte de un
organismo mayor (pp. 28-29). Sus ambiciones e iniciativas intelectuales
individuales están proscritas; sólo existe en la medida que vive el aquí y el ahora,
indiferenciado y emotivo.

ELEMENTO SOCIAL

El mito se comprende como la cifra de la vida social y también como la proyección


sublimada, e inconsciente, de las exigencias constitutivas del ser conjunto en la
realidad humana. La conciencia mítica proporciona una especie de abstracción
del funcionamiento social (Gusdorf, p. 39). Este carácter de identificación y
cohesión social se aclara al visualizar el fundamento básico del mito, su poder
unificador y totalizante. Sólo existe un mundo en donde todos los elementos le
pertenecen y tienen igual trato. De ahí que no sólo los hombres sean vistos como
iguales entre sí, también los demás elementos, sean los que sean, tienen igual
trato y consideración. Sobra decir que la verdadera socialización no se restringe -

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en el mundo mítico- a los seres humanos, pues, todo tiene derecho al estatus de
socio.

El mito proporciona los patrones de convivencia y se asegura de que no cambien,


ni vayan afectar el entorno.

“La costumbre, que se beneficia así con la seguridad del


valor procurado por el mito se encuentra inmovilizada para
siempre. Prevalece así una estructura que tiende a fijar la
existencia, confirmada además por la estrecha adherencia
del grupo a su contorno natural; estructura que no podrán
trastornar, ni los contactos exteriores, ni las invenciones
técnicas creadoras del nuevo medio en que vive el hombre
moderno" (Gusdorf, p. 37).

El aporte del mito como salvaguarda de la normatividad y de la forma de


comportarse no solamente lo encontramos en Gusdorf sino que también lo
propone Malinowski (1985):

“El mito cumple, en la cultura primitiva, una indispensable


función: expresa, da bríos y codifica el credo, salvaguarda y
refuerza la moralidad, responde de la eficacia del ritual y
contiene reglas prácticas para la guía del hombre”. (p. 114).

“El mito es un ingrediente vital de la civilización humana, no


es ocioso, sino una laboriosa y activa fuerza, no es una
explicación intelectual ni una imaginería del arte, sino una
pragmática carta de validez de la fe primitiva y de la
sabiduría moral” (p. 114).

O como bien lo señala Eliade (1992):

“La función principal del mito es revelar los modelos


ejemplares de todos los ritos y actividades humanas
significativas: tanto la alimentación o el matrimonio como el
trabajo, la educación, el arte o la sabiduría” (p. 14).

El criterio moral es el elemento que entra en juego a partir de lo anterior. Para el


mito lo bueno para la vida se da teniendo como marco de referencia lo existente
socialmente y en el ambiente; lo que ha sido bueno en el contexto seguirá
siéndolo perennemente. En cambio para el pensamiento racional del hombre de
hoy todo puede ser susceptible de mejorar, -por supuesto-, la existencia.

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"El mito conservará siempre el sentido de apuntar hacia la
integridad perdida, de una intención restitutiva. Es necesario
resolver cuestiones vitales: por ejemplo, asegurar la
subsistencia según las estaciones, armonizando las buenas
y las malas, los tiempos buenos y los tiempos malos; realizar
la protección del grupo humano contra la intemperie, las
bestias salvajes y los otros grupos competidores o enemigos.
El mantenimiento de la existencia exige la persecución de un
equilibrio frágil y amenazado, cuya ruptura impone severas
penalidades. Inseguridad ontológica, generadora de
angustia, como si la vida misma del hombre
correspondiese a una transgresión del orden natural. En el
seno de esta primera existencia, presa del mundo, el mito se
afirma como una conducta de retorno al orden. Interviene
como prototipo de equilibración del universo, como
formulario de reintegración" (Gusdorf, pp. 14-15).

En su apoyo Malinowski (1985):

“El mito, como constatación de la realidad primordial que


aún vive en nuestros días [en las comunidades primitivas,
con toda su gravedad.] y como merced a un precedente,
proporciona un modelo retrospectivo de valores morales,
orden sociológico y creencias mágicas. No es, por
consiguiente, ni una mera narración ni una forma de ciencia,
ni una rama del arte o de la historia, ni un cuento explicativo.
El mito cumple una función sui generis íntimamente
relacionada con la naturaleza de la tradición y con la
continuidad de la cultura, con la relación entre edad y
juventud y con la actitud del hombre hacia el pasado. La
función del mito, por decirlo brevemente, consiste en
fortalecer la tradición y dotarle de un valor y prestigio aún
mayores al retrotraerla a una realidad, más elevada, mejor y
más sobrenatural, de eventos iniciales”.(p. 171).

ELEMENTO VIDA

Se aprecia en este elemento, que para el mito la verdad importa en la medida en


que hace perdurar la vida; la única razón de ser de la verdad es la existencia, de
ahí que sólo haya una verdad totalizante que responde a todo. Sólo hay una
existencia y por tanto una verdad. Por su parte, en la historia de la razón este fin

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último, la verdad al servicio de la existencia, se pierde con la división de los
saberes y por ende la proliferación de verdades simultáneas, en el fondo disímiles
en su concepción de la existencia.

La reafirmación de la existencia, de la vida, es uno de los atributos del mito que no


se le puede desconocer tampoco a la historia de la razón. La divergencia
empieza en la forma de reafirmar la existencia. El mito es una verdad
imperecedera, que tiene como único fin perpetuar la existencia y a su interior lleva
implícito que la existencia es y debe ser tal y como siempre ha existido.

"El mito tiene por función hacer posible la vida. Un conjunto


mítico que sea incompatible con el mantenimiento de la vida
se condenaría así mismo" (Gusdorf, p. 21).

El mito es la significación vital del hombre. La seguridad sobre su vida, la


seguridad en la vida; la conjura de la angustia y la muerte explican su coloración
afectiva. De este modo se ve el mito como un complejo de sentimientos, que
corresponden a la búsqueda de las satisfacciones exigidas por las necesidades
humanas fundamentales. Como primer estado de valores, adheridos a la
orientación biológica constitutiva del ser en el mundo. De ahí se explica que la
vida misma fuera entregada en ofrenda, que se inmolara una niña y se tomara con
respecto las vicisitudes naturales, si con esto se posibilitaba que la vida siguiera.

"Sin duda, la totalidad alcanzada por el mito sigue siendo


una totalidad personal. El mito es esencialmente
antropomórfico. Aun cuando considera fenómenos naturales,
los interpreta según el modo de la realidad personal (...). El
mito, principio de comprensión en forma de hombre, es la
única cifra posible de la especificidad humana (...). La
ineliminable existencia del mito prueba que no es tanto clave
del hombre como el hombre mismo" (Gusdorf, p. 251).

ELEMENTO COGNITIVO

A cambio de lo que a veces se aduce al mundo mítico, no es cierto que el hombre


no piense correctamente; solamente que tiene sus propios parámetros
cognoscitivos.

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"Nosotros pensamos que nuestra verdad es objetiva porque
es verificable. Pero la verificación se inscribe en el cuadro de
un sistema previamente definido. También para el primitivo,
en su sistema, hay verificación. La interpretación mítica está
siempre verificada por el suceso" (Gusdorf, p. 35).

Es Tylor quien detecta las existencia de ese marco cognoscitivo particular, en


donde el primitivo es empujado por su deseo de explicar su mundo interior, (las
alucinaciones, los sueños, etc.). El gran invento del primitivo es el alma, que le
3
permitirá explicar lo que sucede en su realidad intangible. Invento que trasciende
las primeras etapas de la humanidad y sigue aún vigente, incluso presente en la
escisión cognoscitiva de muchos de los que se hacen llamar científicos.

No es que el pensamiento mítico sea prelógico, como lo plantea Lévy-Bruhl


(citado por Geertz), sino que maneja otro tipo de lógica. Si el hombre moderno
maneja categorías lógicas basadas en los silogismos aristotélicos, el hombre
primitivo maneja categorías analógicas. (La imitación y el contagio, como lo señaló
Frazer (citado por Geertz)). Su saber entra por el oído a diferencia del saber del
hombre moderno; entra en forma de palabra y no de grafo (McLujan, 1985), esto
hace que su forma de categorizar sea distinta. Parafraseando a Carothers, (citado
por McLujan), si para el hombre de hoy ver es creer para el hombre mítico el creer
está en lo que se escucha (p. 30). Mientras el hombre moderno adiestra el ojo
para observar, el hombre mítico hace uso del oído (p. 29); más que ponderar lo
observado hace caso de lo que escucha, de lo que le cuentan.

En el mito no hay un pensar racional sino un entender analógico, lo que sucede


en el interior del hombre, por imitación y contagio, sucede afuera. Como lo plantea
Gusdorf el mito es una conciencia que proporciona un dominio de inteligibilidad
más radical que la que beneficia al hombre actual. Tan radical, que su completo
éxito impide el progreso de la inteligencia (p. 37).

El afecto, como sentimiento humano, es un elemento que se suma a las


características del conocer en el mundo mítico; sin dejar de observar, no obstante,
que en el mito no existe una conciencia de la afectividad, pues, esa ruptura entre
razón y sentimientos es propia de la historia de la razón.

En el pensar mítico no hay diferencia entre la razón y la emoción. Para el hombre


mítico no existe diferencia entre afecto y razón, jamás imaginó tales categorías; de
ahí que al construir su verdad aparezcan estos elementos indiferenciados y
forjadores de su existencia. Teniendo como marco de referencia ese todo
constitutivo, que le otorga una verdad, cómo no verificarla con igual parámetro.
3
Para apoyar este punto remítase el lector, también, a Geertz. En Op. cit. Págs. 233 y sgtes.
14
Más aún, si el hombre transfiere al entorno todo su ser, con su capacidad de
discernir, en un estado donde no existen sentimientos ni razón, cómo no entender
que solamente lo que es bueno para el hombre es bueno para el medio. Toma
forma, entonces, la premisa de ubicarse en el lugar del otro para poder emprender
una acción. Por nuestra parte nos aventuramos a percibir este lamento en cuanto
4
nos adentramos en los trabajos de F. Nietzsche quien lejos de proponer un
método científico, como una tabla aséptica de toda afectividad, promulga como
base de todo saber un sentimiento.

"La conciencia mítica permite constituir una envoltura


protectora en cuyo interior el hombre encuentra su lugar en
el universo" (Gusdorf, p. 15).

La magia es la aplicación tecnológica del saber mítico. La magia en el primitivo no


es el marco cognoscitivo, es la aplicación de su marco cognoscitivo, es la
tecnología de su momento. Siendo de esta manera, nuestra posición es
compatible solo en parte, con la de Frazer (citado por Geertz), pues la magia sólo
controla no explica. Y tal como lo plantea Malinowski, (citado por Geertz), son los
momentos de mayor incertidumbre, en el hombre, los que hacen más patente la
utilización de la magia; cuando hay certidumbre disminuye.

En conclusión, encontramos que existen ciertas diferencias que marcan al


pensamiento mítico en relación con el pensamiento racional. En el pensamiento
mítico sólo existe una verdad totalizante e incuestionable. Esta verdad funciona
como faro para el hombre. Todo lo que es necesario saber, todo lo que hay que
aprender y todo lo que es justo hacer está explícito en el mito.

En contraste, el pensamiento racional otorga distintas verdades que se


contraponen y que, además, pueden ser cuestionadas cuantas veces sea
necesario. Esto posibilita que no exista un derrotero preciso a seguir y de aquí la
duda ante la verdadera opción. En el mundo regido por el pensamiento mítico el
hombre no es independiente del entorno, él forma parte, es un elemento más de
éste. Mientras en el mundo racional el hombre se hace independiente del medio,
toma cuerpo propio; ello conlleva a que el hombre moderno manifieste una
conciencia individual y una voluntad propia, elementos de los que carece el
hombre mítico.

Con el emerger de un hombre voluntarioso e independiente del entorno, toma


forma la dicotomía razón-sentimiento, categorías no existentes en el mundo
mítico, siendo la razón la llamada a encontrar la verdad y mostrar el camino a la
4
Preferiblemente consúltese su obra: El nacimiento de la tragedia.
15
vida, diferenciándose así del pensar mítico en donde los sentimientos y la
afectividad no eran excluidos de este propósito.

La concepción de la existencia cambia de un mundo a otro. Para el hombre


mítico lo bueno para la vida existe y es necesario mantenerlo. Por su parte, para
el hombre racional, lo bueno para la vida cambia en tanto cambie la verdad. Para
el hombre racional lo bueno se torna relativo y cambiante mientras que el hombre
mítico busca mantener lo que siempre ha sido bueno.

La calidad totalizante del mito posibilita una mayor cohesión no sólo entre
semejantes (hombres) sino entre todos los elementos constitutivos del todo,
porque ninguno goza de atributos especiales; todos merecen igual consideración.
En el pensamiento racional el hombre se asume especial; él toma las decisiones y
es el posibilitador de su destino. Todo lo que antes fuera, ahora sólo será materia
de conocimiento y utilización en aras de una verdad existencial, guiada única y
exclusivamente por la razón y lejos de todo sentimiento.

16
EL SABER RELIGIOSO

“Sólo con ayuda de la historia, y no


recurriendo a su experiencia íntima, es como
el sabio llega a considerar las religiones con
una seriedad matizada de respeto y una
deferencia algo temerosa”.

5
F. Nietzsche .

En Colombia se cumplen 500 años de la llegada de los europeos a su territorio;


fue exactamente la cultura ibérica, con toda su carga de fe católica. “España dio a
sus colonias la cultura que poseía y la Iglesia procuró educar a los nuevos
cristianos” (Historia de la Iglesia, 1965, p. 166).

En 1887 se firma el concordato con el Vaticano donde, entre otras cosas, se le da


a la iglesia católica la dirección de la educación pública en conformidad con los
dogmas y moral de su religión; y se le reconoce como elemento esencial del orden
social (Historia de la Iglesia, p. 221). En 1898, por Ley, se reconoce la divina
autoridad social de Jesucristo; siendo ratificada su soberanía, y proclamada su
doctrina como fuente de paz y fundamento social de la cultura nacional, por la
Cámara de Representantes en el año de 1945 (Historia de la Iglesia, 1965, p.
223). Aún en el preámbulo de la Constitución Política de 1991, los colombianos
invocan la protección de Dios para el buen gobierno. En la práctica, por ejemplo,
las parejas colombianas se conforman en 73% por matrimonio católico.

Estos datos, más que ignorados, deben ser objeto de investigación y analizados
por quien, en su ímpetu, se haga llamar científico; y si la psicología es ciencia, con
mayor razón por el psicólogo. El fenómeno religioso, no es meramente
colombiano, el pueblo latinoamericano, asiático, africano, etc., es creyente en su
mayoría (Almanaque Mundial, 2000).

EL ORIGEN RELIGIOSO
El saber religioso tiene su ancestro en el mito; en todo comienzo religioso se
encuentra un mito, en el caso de los cristianos hay referencias a la utilización de
categorías de pensamiento mítico (Eliade, 1992, p. 176). La verdadera pretensión
de la religión es superar al mito y proporcionar la verdad que, a su manera de ver,
este último no proporciona. Dentro de sus criterios, el saber religioso asume las
referencias históricas como los elementos que le dan el carácter de verdad,
elementos que, según éste, no se encuentran en el mito. Lo dicho por la religión

5
Nietzsche, F. (1985). Más allá del bien y del mal. Madrid: Edaf. Pág. 86.
17
es verdad porque existen elementos históricos que lo corroboran. No obstante,
este postulado no es lo suficientemente fuerte y, dentro del mismo seno religioso,
se acepta que no todo lo dicho tiene respaldo histórico. En el caso del
cristianismo, Orígenes reconoce que los evangelios presentan episodios que no
son históricamente auténticos (Eliade, 1992, p. 174). Más aún, Nietzsche (1994),
postula que las religiones fallecen cuando los presupuestos míticos de éstas son
sistematizados como suma acabada de acontecimientos históricos, y se comienza
a defender con ahínco la credibilidad de los mitos, resistiéndose a que sigan
viviendo y multiplicándose como es su propia naturaleza. En síntesis, dice, cuando
se hace de la religión una verdad histórica y se olvida su sensibilidad mítica
empieza su muerte (p. 99).

La religión, al igual que el mito, tiene en su origen un sentido explicatorio de


fenómenos que despiertan preocupación y aprensión al hombre, tal es el caso de
las fuerzas naturales inmanejables, los sueños, las visiones, las emociones, los
temores, la muerte, lo desconocido, etc.

En el compendio de Rosental-Iudin, (p. 400), se ve el origen de la religión,


fundamental y decisivo, en la creencia en lo sobrenatural; que surge en un
determinado estado de desarrollo del régimen de la comunidad primitiva, como
reflejo de la impotencia del hombre ante las fuerzas amenazadoras e
incomprendidas de la naturaleza. Es la misma idea que se lee en Frazer, (citado
por Malinowski, p. 10), cuando escribe que la religión es la confesión que hace el
hombre de su impotencia humana en ciertas cuestiones, y que la religión es un
avance a su antigua posición mágica, donde creía que podía dominar la
naturaleza directamente.

Según Tylor, (citado por Malinowski, p. 8), la esencia de la religión primitiva es el


animismo, la creencia en seres espirituales, ocasionada en la interpretación
equivocada de los sueños, visiones, alucinaciones, estados catalécticos y
fenómenos similares. El primitivo, de esta manera, llegaría a concluir que existe
un cuerpo y un alma. El alma existe porque sigue apareciendo aún después de la
muerte, (recuerdos, sueños, visiones, etc.) e influencia el destino de los vivos. De
aquí se desprende la creencia en la inmortalidad y la existencia de un mundo más
allá de la muerte.

Según Malinowski (p. 46), una fuente de la religión, es la muerte, la que asume
como la suprema y final crisis de la vida; la muerte sería, por su importancia, la
puerta de entrada a otro mundo. Es la religión una manera de explicar las fuerzas
emotivas del hombre; en el dilema de vivir o morir, ésta le brinda la confortante
creencia de la inmortalidad del espíritu y la continuación de la vida (p. 52). En
mandato del instinto de conservación, el hombre tiene la necesidad de crear estos
arquetipos que le brindan la creencia salvadora en la continuidad espiritual tras la
18
muerte (p. 65). “Las creencias, (...) religiosas, están (...) íntimamente asociadas
con los más profundos deseos del hombre, con sus temores y esperanzas, con
sus pasiones y sus sentimientos” (p. 168). O como lo plantea Russell (1984), “La
esencia de la religión consiste en la subordinación de la parte finita de nuestra
vida a la parte infinita” (p. 522).

Para Russell la religión se basa en el miedo, primordial y principalmente. Sería el


producto del terror del hombre a lo desconocido y del deseo de sentir que se tiene
una especie de hermano mayor que está ahí, junto a él, en todas las aflicciones y
disputas (p. 544). El poder de la religión es inversamente proporcional al grado
heurístico y hermenéutico que tenga el hombre de los sucesos de su vida
cotidiana; pero, desde luego, sustentados en hechos y datos otorgados por la
experiencia -interrelación directa con ellos- más que a la intuición. Para el hombre
de la edad media la peste fue un castigo de Dios; mientras para el hombre
moderno la peste es una enfermedad infecto-contagiosa que se puede curar con
antibióticos. Aunque ambos comprenden e interpretan su realidad, la diferencia
radica en el anclaje a verla, o no, como un hecho natural, que se valida con cada
nueva experiencia. No podría decirse que el sujeto místico no experimenta; tal
como el hombre de ciencia el místico experimenta, pero lo hace desde la intuición
mientras el científico lo hace desde la naturalidad de los hechos.

Para Unamuno (1985), la esencia de la religión es el anhelo de la inmortalidad del


alma, de la permanencia de nuestra conciencia personal en individual; la religión
es un fenómeno que no se puede separar de la presencia misma de un Dios; “en
el fondo los dos son una sola y misma cosa” (p. 213).

Para Rolland, (citado por Freud, 1987), la fuente última de la religión es el


sentimiento que denomina <<sensación de eternidad>> “sentimiento como de
algo sin barreras, en cierto modo <<oceánico>>”. Este sentimiento lo ha percibido
en sí mismo, se lo han confirmado otros y lo supone en millones de personas;
sería una experiencia subjetiva diferente al sentimiento de inmortalidad (p. 8).

Para Freud (1987) el origen de la religión está en el desamparo infantil y la


añoranza del padre ausente (p. 16). Para el autor de la teoría psicoanalítica, la
necesidad más apremiante del hombre en su infancia es el padre y de ésta se
deriva la religión que profesa hasta el final de sus días. Sin embargo, en el origen
de la religión, unido a la necesidad del padre, también aparece la necesidad de
dominar lo indómito; el hombre asume que los dioses tienen el poder, pero él,
mediante su transacción con ellos, podrá tener control sobre todo aquello que le
ha sido esquivo (Freud, 1985, pp. 118-119).

DEFINICIÓN

19
“La religión, más que se define se describe, y más que se describe se siente”,
señalaba Unamuno (p. 210), en su crisis existencial; y definir la religión no ha sido
fácil, pero es obligatoriedad si se quiere salvar la ambigüedad; más en un plano
instrumental y operativo como lo es la ciencia. En la obra freudiana (1987, p. 17),
la religión se define como un sistema de doctrinas y promisiones que le explican al
hombre los enigmas de este mundo, en su totalidad, y le aseguran que un dios
cuidará de su vida, además de recompensarlo en una existencia ultraterrena de
las necesidades vividas en la vida terrenal.

Según Schleiermacher (Citado por Unamuno, p. 210), la religión es el sentimiento


de relación de dependencia del hombre con algo superior, y el deseo de entablar
relaciones con esa misteriosa potencia. Y en la ciencia fisiológica, ocasionada en
los aportes de Pavlov (tomado de Sluchevski, 1960, pp. 80-84), se ha definido el
sentimiento como la forma de conciencia en que el hombre manifiesta la actitud
subjetiva hacia la satisfacción o insatisfacción de sus necesidades vitales;
manifestado en respuestas originadas por el sistema nervioso autónomo y el
sistema endocrino. Los sentimientos los dividen en superiores e inferiores: los
inferiores son los que tienen que ver con conservación, alimentación y
reproducción, son de origen instintual; los superiores son los que tienen que ver
con la socialización, la belleza, la moralidad y el conocimiento, son aprendidos
(condicionados). De esta manera, entonces, la religión vendría ser una
manifestación aprendida de satisfacción moral, social y cognitiva del hombre,
referida a ese algo superior. En síntesis un condicionamiento.

Según Cournot (citado por Unamuno, p. 210), la manifestación religiosa es la


consecuencia necesaria de la inclinación del hombre a creer en la existencia de
un mundo invisible, sobrenatural y maravilloso. Si ubicamos esta inclinación como
una dote natural, ha de tener sus cimientos en el paradigma pavloviano: es una
manifestación de un condicionamiento.

CARÁCTER DOGMÁTICO
Como buena heredera del mito, la religión asume el dogma como su base
fundamental. Dogma entendido como la verdad revelada por Dios, declarada y
propuesta por la iglesia para ser creída (Real Academia Española, 1984, p. 512), y
no tanto como precepto, norma o canon a seguir, aunque normalmente estemos
acostumbrados a verlo como una identidad indisoluble. El dogma, así, como
verdad revelada, viene a ser fundamento y punto capital de todo sistema religioso.
Al igual que la verdad mítica, la verdad religiosa no tiene cuestionamiento, es la
verdad eterna y perenne. Recordemos, a manera de anécdota, el manto de Turín;
cuando la ciencia desmintió su autenticidad, mediante la prueba del carbono
catorce, el vaticano cerró la discusión afirmando que todo era cuestión de fe.

Como señala Malinowski:


20
“Es esencial para toda religión que su dogma se considere
absolutamente inviolable e inalterable. El creyente ha de
estar firmemente convencido de que lo que da en aceptar
como verdad está salvaguardado y se halla por encima de
toda posibilidad de falsificación y alteración. Toda religión
ha de tener sus salvaguardas tangibles y fieles por las que
la autenticidad de su tradición esté garantizada. En las
religiones superiores conocemos la extrema importancia de
la autenticidad de los escritos sacros y la suprema
preocupación por la pureza del texto y la verdad de la
interpretación” (p. 73).

“Todas las grandes religiones organizadas, que han dominado a grandes


poblaciones, han implicado una cantidad mayor o menor de dogma” (Russell, p.
531). Lo que irá a diferenciar definitivamente a la ciencia de la religión es la
presencia del dogma en esta última. Ciencia que se precie de serlo no admite
dogmas, admite supuestos pero dados a revaluar. Tal y como lo prevé Russell “Si
<<religión>> significa meramente un sistema de ética, puede reconciliarse con la
ciencia. Si significa un sistema basado en el dogma, considerado como
incuestionablemente verdadero, entonces es incompatible con el espíritu
científico, que rehúsa aceptar cuestiones de hecho, sin pruebas, y también
sostiene que la completa certidumbre será difícilmente asequible jamás” (p. 532).
Es bueno dejar sentado aquí, cómo el sujeto religioso basa su verdad en su sentir,
mientras el sujeto de ciencia la basa en su percepción. Para el ser religioso la
verdad se siente, para el ser científico la verdad se observa. Esto, de hecho, ya
hace irreconciliable estos dos marcos cognoscitivos; sin embargo es normal ver
en la actualidad místicos que quieren nutrirse de la ciencia y científicos que le
hacen guiños a la religión, poniendo en entredicho la coherencia y la lógica que se
maneja al interior de cada discurso en particular. Vale la pena destacar este
respecto, el trabajo de Vintila Horia (1976) en la búsqueda de la religiosidad más
allá de la moral, donde se aferra con ahínco a Husserl y Heidegger para justificar
la presencia de dios y la religión en el ser humano.

LA FUNCIÓN DE LA RELIGIÓN
La religión, como todo saber, brinda seguridad al hombre; como ya lo hemos
planteado, seguridad allí donde es totalmente inerme, donde su potencial físico
pierde efectividad. La religión salva al hombre de rendirse ante la muerte y la
destrucción (Malinowski, p. 52). “La religión (...) concede al hombre (...) el don de
la integridad mental. (...) la religión neutraliza las fuerzas centrífugas del miedo,
del desaliento, y de la desmoralización y proporciona los más poderosos medios
de reintegración en la turbada solidaridad del grupo y el restablecimiento de su

21
presencia de ánimo” (Malinowski, p. 54). La religión, a diferencia del mito, da vida
eterna al hombre, lo deja trascender su naturaleza orgánica, y lo hace inmortal. Lo
que se venía gestando con el mito toma su gran dimensión en la religión: el alma,
el espíritu toma su lugar, para hacer del hombre un elemento sui generis. Como lo
sustenta Freud (1987), si la religión tiene una función, esta es dar un objeto a la
vida humana (p. 19).

“tales ideas, que nos son presentadas como dogmas, no son


precipitados de la experiencia ni conclusiones del
pensamiento: son ilusiones, realizaciones de los deseos
más antiguos, intensos y apremiantes de la Humanidad”
(Freud, 1970, p. 167).

La religión otorga al hombre aquiescencia al mal que no está en su mano curar


(Russell, p. 517); y paradójicamente, voluntad y decisión, allí donde no la tiene
(por ejemplo libre albedrío cuando se depende del autoritarismo de una entidad
suprema); pero, también, la religión es arma de dominación, de manejo político; la
ignorancia de unos muchos es aprovechada por otros pocos en beneficio propio y
mezquino, siendo el gran grito alertador de Nietzsche (1985).

“Para los fuertes, los independientes, para los que están


preparados y predestinados al mando, para aquellos en
quienes encarnan la razón y el arte de una clase dominante,
la religión es un medio más de vencer las resistencias y
llegar a dominarlas; es un lazo que une a los señores y a los
súbditos, que revela y entrega a los primeros las conciencias
de los otros, todo lo que estos tienen de más íntimo y oculto,
y que quisieran substraer a la obediencia; y si hay hombres
(...) que se inclinan a llevar una vida retirada y
contemplativa, reservándose tan sólo la forma más sutil de
dominación, sobre unos discípulos elegidos (...), la religión
misma puede servirles como medio de encontrar la calma,
lejos del ruido de las vicisitudes que entraña una dominación
más grosera, de conservarse puros de la suciedad inherente
a toda acción política. (...) la religión sirve también de guía a
numerosos subalternos y les da la posibilidad de prepararse
para dominar y mandar algún día. (...) en cuanto a los
hombres vulgares (...), la religión les procura el inestimable
beneficio de mantenerlos contentos de su destino y de su
índole; les procura en mil ocasiones la paz del corazón,
ennoblece su obediencia, les concede un poco más de dicha
y un poco más de amor para vivir con sus semejantes y llega
22
a transfigurar y a embellecer, a justificar en cierta medida
toda la vida cotidiana” (pp. 89-90).

En la obra de Freud (1987, pp. 28-29), también aparece esta ambivalencia de la


religión. Por un lado da a los hombres un único camino para alcanzar la felicidad y
evitar el sufrimiento; pero, a su vez, lo infantiliza impidiéndole el desarrollo
intelectual, además de reducirle el valor de la vida, y deformarle el mundo real.

Particularmente señalamos como un punto débil de la religión, el anquilosamiento


y el estatismo a que somete a sus seguidores. El hecho de brindar una verdad
acabada a sus fieles haría que el deseo de progreso y cambio se aplace por
tiempo indefinido, permitiendo que otros tomen la delantera en la exploración y
experimentación de nuevas posibilidades. Es llamativo el caso de Etiopía, el país
más católico por excelencia, donde la pobreza, el hambre y la postración humana
son la carta de presentación ante el mundo.

POTENCIAL SOCIAL
Dos extremos se hacen presente cuando de analizar el potencial social de la
religión se trata. El menos defendido, pero argumentado, es el de Frazer (citado
por Toynbee, 1985, p. 258), quien afirma que las religiones son esenciales e
irremediablemente antisociales, especialmente las superiores. Se basa, al decir,
en que los intereses de determinada religión pueden ser distintos a los sociales;
los valores sociales y los espirituales son antitéticos e irreconciliables. -Valga
recordar que Comte (1995, p. 47), señala una evolución en las religiones, que
pasa del politeísmo al monoteísmo, con implicaciones de efectividad y práctica
social necesitadas en su momento-, (al caso de lo señalado como religiones
superiores e inferiores por Frazer). De Freud extractamos un ejemplo para apoyar
a Frazer.

“Una vez que el apóstol Pablo hubo hecho del amor


universal por la humanidad el fundamento de la comunidad
cristiana, surgió como consecuencia ineludible la más
extrema intolerancia del cristianismo frente a los gentiles; en
cambio los romanos, cuya organización estatal no se
basaba en el amor, desconocían la intolerancia religiosa, a
pesar de que entre ellos la religión era cosa del Estado y el
Estado estaba saturado de religión” (p. 56).

Del otro, del poder cohesionador y mantenedor social está Malinowski, para quien
la religión asegura la victoria de la tradición y de la cultura frente a la respuesta
puramente negativa de los instintos (p. 54). Para este autor la sociedad necesita

23
de la religión para el mantenimiento de la ley y el orden (p. 55). Sin ser lo mismo,
tiene igual connotación la referencia de Durkheim según la cual la religión es
social en todas sus entidades y su dios o dioses, el material del que todas las
cosas religiosas están hechas (p. 57); según esto hablar de religión en términos
del individuo sería una contradicción; si la religión existe es por su valor social y en
tanto exista la sociedad. Hegel (1994), sigue la misma línea pero diferenciando la
religión acabada, la auténtica, de la inacabada e impositiva. Plantea que la religión
acabada distingue a los pueblos; pues es una manifestación de su espíritu y la
manera como quieren manifestar su sentimiento de unión y colectividad mediante
la conciencia; sin la religión no habría pueblo, solamente individuos que se
aglutinarían con intereses particulares y jamás unitarios (p. 107 y stes).

¨Según, pues, sea su religión, así será el Estado y su constitución


(...). La religión no es cosa que se pueda implantar; sus raíces están
mucho más hondas¨ (p. 113).

Llevando el parangón con el mito, podemos esgrimir que en la religión la verdad


sigue siendo eterna, inamovible pero histórica; el hombre pasa a ser el centro y
privilegio, tiene un lugar especial en el cosmos, es el elegido, es el eterno viviente;
en lo social tiene las mismas pretensiones del mito, dirigir la masa y mantener el
estatus quo comunitario; la vida en la religión se hace mucha más extensa,
transciende lo físico, lo biológico y se proyecta en lo espiritual, en lo eterno, en lo
intangible, en el alma inmortal; en su marco cognoscitivo, el hombre religioso, deja
de antropomorfizar la naturaleza, pero crea un seres metafísicos, con
características suyas, que sobrepasan su capacidad de acción e intervención.

24
EL SABER FILOSÓFICO

“He aquí de lo que debe estar persuadido todo hombre que


quiera ser dichoso hasta el fin de sus días; y aun respecto a
lo justo, a lo bueno, a lo bello y a otras cosas semejantes, el
que no las conozca y las penetre mediante una opinión
verdadera, jamás podrá dar razón de ellas de modo que se
satisfaga a sí mismo y satisfaga a los demás” (Platón, 1988,
p. 318).

Si el mito rescata el ser natural y la religión el ser humano, la filosofía instaura el


ser razonable. Con la filosofía todo tiene una razón de ser; el logos, la palabra que
guía, que da sentido, que reúne, que recoge se presenta como la única capaz de
poner orden en un mundo caótico. El por qué y el qué estarán siempre presentes
en el ser filosófico, como devenir de su vida práctica. La filosofía tal como se
enuncia se debe vivir, es un imperativo categórico; no es posible, en la filosofía,
un postulado que no asuma su creador en su proceder cotidiano. No es que el
filósofo señale que existan imperativos categóricos, solamente pide que se haga
de su postulado un imperativo categórico, lo cual es totalmente diferente. Como
señala Bergson (1985), un postulado filosófico solo tiene dos posibilidades: o se
toma o se deja (p. 174).

Con la filosofía, la verdad, la certeza en el conocimiento se esfuma; lo que antes


fuera dogma, comienza a ser cuestionado. De ahí que podamos entender la
sentencia de Hessen (1981), en el sentido de que la filosofía tiene dos caras, la
una mirando a la religión y la otra mirando a la ciencia (p. 20). A pesar de surgir
estas dos posiciones, una afirmando que la religión y la filosofía son lo mismo y la
otra que afirma que son dos cosas distintas (Hessen, pp. 151-153), esta última
tiene más fuerza a lo largo de la historia.

“La religión es una esfera completamente autónoma. No


reposa en otra esfera del valor, sino que descansa
íntegramente sobre sus propias bases. No tiene fundamento
de su validez en la filosofía ni en la metafísica, si no en sí
misma” (Hessen, p. 154).

Igualmente, desde siempre, se han hecho esfuerzos por hacer de la filosofía una
ciencia, encontrando sus detractores y sus imposibilidades, en determinados
momentos y contextos. La propuesta de Hegel (1986), es ¨la elevación de la
filosofía a ciencia ¨ (p. 68), despojarla de su nombre amor al saber y hacerla un
saber efectivo. Esta es la misma pretensión de Comte en su discurso sobre el
25
espíritu positivo y de los neorrealistas, liderados por Russell. Ya sabemos las
grandes controversias que se han tenido al respecto, desde ese entonces, con su
algidez en el postmodernismo, siendo Habermas en su obra, especialmente en su
texto, Conocimiento e Interés, donde, con mayor ahínco se opone a hacer de la
filosofía ciencia. El argumento es valido y justificado en ambos sentidos, es tan
nefasto hacer de la filosofía una ciencia tanto como querer hacer de la ciencia
filosofía. La filosofía siempre estará al tanto de proponer una verdad mientras la
ciencia estará la caza de probar cualquier verdad.

DEFINICIÓN
El término filosofía, desde su etimología, está formado por las palabras philo y
sophia que dan como significado amor a la sabiduría (García M., 1984, p. 11;
Hessen, p. 11). Pero este amor a la sabiduría ha tenido diferencias y matices a lo
largo de la historia y dependiendo la corriente filosófica que abordemos. La
sabiduría ha tenido muchos amantes pero tal vez no existan dos que la hayan
amado de la misma manera. Y sin embargo, en el trasfondo, hay algo que la
identifica en su esencia, lo que podría servirnos como definición.

Hay una percepción generalizada de que la filosofía estudia la totalidad, de


manera universal (García M., p. 19), es la ciencia de los principios (Uberweg
citado por Hessen, p. 12), no fragmenta su saber. Esto implica que la filosofía
dará razón de todo aquello a lo que se le pregunte, sería la omnisciencia por
naturaleza. Ya desde Platón (Cf. Epinomis o el filósofo) y Aristóteles se aprecia
que la filosofía es la adquisición del saber total, obtenido a partir de la reflexión, el
estudio y la investigación (citado por García M., p. 13). Esto indica que la filosofía
es metódica, -cuestión que la hace diferente de la simple opinión-, desde la misma
antigüedad con Sócrates y Platón (García M., pp. 12-13). Hessen intenta sintetizar
esa totalidad definiendo la filosofía como una autorreflexión del espíritu sobre la
conducta valorativa teórica y práctica, y aspiración al conocimiento de las últimas
conexiones entre las cosas (p. 17). Así, Althusser (1985), apuntando al mismo
lugar, tiene elementos para tomar la gran filosofía como aquella que cuenta en su
coyuntura con la política, la ideología y la teoría (p. 58) y Bergson puede señalar
que toda filosofía es la obra de un filósofo, una visión única y global del todo (p.
174). Vale la pena mencionar aquí a Ortega y Gasset (1971), cuando diferencia a
los literatos de los verdaderos filósofos; no en el sentido de que los literatos no
tengan profundidad de pensamiento, sino que sus pensamientos son parciales y
sueltos, sin pretensión de unidad teórica, como sí ocurre con el verdadero
pensamiento filosófico. El filósofo concentra todas sus ideas en un solo marco
conceptual e intenta darle coherencia, de esta manera, a todo ese desbarajuste
cósmico que percibe (pp.37-38).

De esta manera la filosofía terminaría por ser una ontología que no recorta en la
realidad un trozo para estudiarlo ella sola, sino que tendría por objeto la totalidad
26
del ser (García M., p. 18). En esto se identifican el mito, la religión y la filosofía,
son explicaciones totalitarias; no obstante, la diferencia de la filosofía con los otros
dos saberes es que su explicación no es perenne ni absolutista. Ahora, hay que
entender esa totalidad, pues la filosofía es total para quien la asume o aquellos
que se asumen en determinado marco filosófico; pero totalidades, en la filosofía,
encontraríamos muchas en tanto diferentes marcos encontremos. No debemos
olvidar, que ante todo la filosofía es práctica.

Aristóteles, a pesar de promulgar la totalidad, centra el estudio de la filosofía en la


ética, la lógica y la física (citado por García M., p. 13), empezando, de esta forma,
la fragmentación de su saber. En la edad media la filosofía se distingue por ser
los conocimientos humanos acerca de las cosas de la naturaleza; apartándose de
la teología que sería los conocimientos del hombre acerca de dios (García, M., p.
14), aquí es todavía más palpable la ausencia de la totalidad. En la época
moderna tenemos posiciones como la de Dilthey (1994), quien afirma que la
filosofía es el principio de la formación autónoma de la persona y de la sociedad
(p. 99); la de Carnap quien sugiere que la tarea de la filosofía consiste en reducir
todo el conocimiento a una base de certeza (citado por Martínez, 1980, p. 52); la
de Popper para quien la tarea de la filosofía es reducir lógicamente la teoría a la
experiencia (Citado por Martínez, p. 70); la de Jaspers (1980), que vislumbra la
tarea de la filosofía en sorprender y aprehender a la realidad en su surgimiento
originario mediante la autorreflexión (p. 7).

Estas definiciones puede que sean bastante claras, pero también debemos
señalar algunas que más parecen un galimatías; por ejemplo esta de Fichte, que
rescata Ortega y Gasset: filosofar es propiamente no vivir; vivir es propiamente no
filosofar (p. 47).

Tal como lo plantea García M., a partir del siglo XVII, el campo inmenso de la
filosofía empieza a desgajarse (p. 15). Empiezan a salir del seno de la filosofía las
ciencias particulares, no sólo porque se van constituyendo en disciplinas con su
objeto propio, métodos propios y progresos propios, sino que también se van
especializando cada día más. Desde el siglo XVIII la filosofía no es más que
aquello del saber metódico que ha quedado después que las diferentes ciencias
se han separada de ella; esto es, la filosofía queda reducida a una ontología o
reflexión sobre los objetos en general, a la metafísica, la lógica, el conocimiento, la
estética y la religión (p. 16). Por nuestra parte, y después de ver los avances de la
lógica matemática, la epistemología, la psicología, las artes y la teología,
estaríamos en condición de afirmar que la filosofía de hoy día ha quedado
reducida a tesis éticas. La búsqueda de sentidos (sentido de la vida, sentido del

27
hombre, sentido de la ciencia, etc.) y la coordinación de valores distinguen hoy día
su campo de acción6.

En el caso de los neo-realistas (Russell, Husserl, Meinong y Moore, entre otros), la


filosofía es la misma cosa que la ciencia, diferenciándose de las ciencias
especiales sólo por la generalidad de sus problemas y por el hecho de ocuparse
en la formación de hipótesis cuando aún falta la evidencia empírica. El neo-
realista propone que todo conocimiento científico que se afirma, ha de probarse
por métodos científicos. No aspira, como generalmente lo ha hecho la filosofía
anterior a él, a hacer afirmaciones sobre el universo como un todo ni a la
construcción de un sistema comprensivo. El neo-realista cree, sobre la base de su
lógica, que no hay razón para negar la aparente naturaleza incoherente y revuelta
del mundo. No considera al mundo como un ente <<orgánico>>, en el sentido de
que de una parte adecuadamente comprendida puede inferirse el todo, como se
infiere de un solo hueso el esqueleto de un animal desaparecido. En particular, el
neo-realista no trata de deducir la naturaleza del mundo, como un todo de la
naturaleza del conocimiento, como lo hizo la escuela alemana. La filosofía neo-
realista considera el saber como un hecho natural semejante a cualquier otro, sin
significación mística y sin importancia cósmica (Russell, p. 187).

EL MÉTODO DE LA FILOSOFÍA
Si bien se sigue manteniendo los conceptos de totalidad y de los principios
durante mucho tiempo, es el método el que los pone en cuestionamiento. Métodos
diferentes, asumidos por diferentes escuelas y pensadores, hacen que esos
principios y esa totalidad no sea la misma, aunque la pretensión sea igual.

En los griegos, de los tres filósofos más conocidos, surgen tres métodos
diferentes. El método de filosofar de Sócrates era la mayéutica, arte de preguntar
en busca de respuestas satisfactorias (tomado de García M., pp. 26-27).
Solamente a partir del cuestionamiento de las repuestas dadas, se llegaba a la
posible verdad, más nunca era alcanzada a cabalidad. (Cf., Diálogos). Platón hace
uso del método dialéctico, consistente en suponer lo que queremos averiguar,
para inmediatamente negarla y discutir esa tesis que hemos hecho, depurándola
en la discusión, hasta obtener una que soporte todas las críticas (citado por
García M., pp. 12-13). Este método se origina en el método de su maestro
Sócrates (García, M., p. 26-27). El método de Aristóteles es el método lógico; esto
es, el método inferencial, o posibilidad de sacar de una proposición general otra
proposición, esta vez particular o específica. Con Aristóteles se hace evidente la
necesidad de las pruebas para que un saber sea aceptado como cierto (García
M., pp. 30-31).

6
Véase el debate de 1966 en la Sorbona, que sostiene Piaget con Ricoeur y otros sobre psicología
y filosofía, publicado en Psicología y marxismo. (Trad. Martínez de V., J.). México: Roca. 1973.
28
El método de filosofar de Descartes es el análisis detallado del mundo, en el
fondo del cual está el mundo de las ideas (García M., p. 33). En Descartes (1988),
se puede apreciar que su método es esencialmente racional (p. 65), y lo plantea
en cuatro pasos esenciales: primero, no admitir jamás ninguna cosa sin conocerla
evidentemente, evitando la precipitación, la prevención y su falta de compresión
total; segundo, dividir cada cuestionamiento en tantas partes como sea posible y
en tanto posibilite una mejor repuesta; tercero, llevar los pensamientos de forma
ordenada y organizada, partiendo de lo simple, lo fácil de conocer, a lo complejo,
lo de difícil acceso; y cuarto, describir exhaustivamente y revisar hasta la
7
seguridad de no haber omitido nada .

En los comienzos de la escuela filosófica alemana el método de filosofar es la


intuición intelectual; penetrar intuitivamente en la esencia de las cosas y construir
a priori, sin ayuda de la experiencia, con conceptos y formas lógicas, el armazón
universal y del hombre en el universo (García M., pp. 34-35). Se señalan como
exponentes de este método a Fichte, Schelling y Hegel. (Martínez & Cortés)

Para Bergson (tomado de García M., pp. 48-50), el método de la filosofía debe ser
la intuición; la misión de la intuición es oponerse al intelecto, no hacer definiciones
y sólo sumergirse en la realidad y describirla, para que otro, en igual forma, la
corrobore. Este filósofo no es el único que toma como método de la filosofía la
intuición, también lo hacen, con su variación en el concepto, Dilthey y Husserl
(García M., pp. 50-53).

Para el criticismo el método de filosofar consiste en investigar y encontrar la


certeza en las fuentes de las propias afirmaciones y objeciones y las razones en
que las mismas descansan (Hessen, p. 48). Es Kant, el proponente más conocido
de esta forma de filosofar, llevando su punto máximo a su postura trascendente
ante el dogmatismo y el escepticismo de otros (Martínez & Cortés).

El método de los existencialistas es el pensar hasta tal punto que el mismo


pensamiento se convierta en la experiencia de la realidad misma (Jaspers, 1985,
p. 23). Su método es fenomenológico por excelencia (Martínez & Cortés). No
están tanto interesados por la verdad misma, sino por la verdad del hombre que la
vive particularmente.

LA VERDAD FILOSÓFICA
Como lo hemos planteado, en el ánimo de encontrar la verdad, alejándose del
dogmatismo y la mera opinión, con la filosofía la verdad se esfuma; no tanto

7
Revísese especialmente la segunda parte de su Discurso del Método.
29
porque no se encuentre sino porque aparecen tantas en tanto métodos surgen
para encontrarla.

Para la fenomenología trascendente “El auténtico conocimiento es el


conocimiento verdadero, y el conocimiento verdadero es aquel en el cual el
pensamiento concuerda con el objeto” (sic) (García M., p. 175). El encuentro del
ser que conoce con la cosa a conocer produce la verdad, y está es la verdad para
este caso en particular. Esto es lo que interesa a la fenomenología.

Para el inmanente la verdad radica en la relación del contenido del pensamiento


con algo que existe en el pensamiento mismo. La verdad es la concordancia del
pensamiento consigo mismo (Hessen, p. 116). La verdad está en el universo
mismo, así Spinoza, puede plantear que la única sustancia natural es dios y todo,
no es más que, causa de dios (Martínez & Cortés).

Para un racionalista como Leibniz (García M., p. 205), hay verdades de hecho y
verdades de razón. Las verdades de razón son las necesarias y su contradicción
imposible mientras las verdades de hecho son contingentes y su contradicción
posible (Martínez y Cortés). Así, para este filósofo, dos más dos sumarán siempre
cuatro y nada más que cuatro; pero sí digo que Bolívar libertó América, podría ser
lógicamente negada y argumentada con hechos que la contradigan. En esta
misma línea tenemos a Descartes, Hume, Spinoza y Kant.

Para el existencialista la verdad existe y la verdad se impondrá en el mundo, la


verdad se aprehende en la validez de las afirmaciones consolidadas por una
intuición y una evidencia lógica. La verdad se concibe como lo conveniente para la
conservación, engrandecimiento y satisfacción del que vive (Jaspers, pp. 44-49).

Para el escéptico no hay ninguna verdad; no existe ningún enunciado


objetivamente verdadero para la mente humana, por lo tanto imposible justificar
afirmaciones verdaderas (Martínez & Cortés). Para el relativista la verdad tiene
validez limitada; para el subjetivo, la verdad depende del sujeto cognoscente; para
el pragmático la verdad es lo útil, lo valioso y fomentador de la vida (Hessen, pp.
41-44).

LA TESIS
No obstante a la pretensión de verdad del discurso filosófico, los historiadores de
la filosofía, y en especial Althusser, han dado en el punto clave del saber
filosófico. Para este filósofo francés, en particular, la esencia de la filosofía no
busca la verdad sino la rectitud.

Así, para García M., el discurso filosófico es un conocimiento que llega mediante
la fijación de tesis, por aproximaciones sucesivas, que luego son contradichas por
30
la discusión consigo mismo, siendo así mejoradas o sustituidas, hasta llegar por
completo a abarcar todo el objeto y por consiguiente el concepto (p. 39). Siendo
para Althusser que “No existe ningún discurso objetivo sobre la filosofía que no
sea al mismo tiempo filosófico, es decir, formulado desde posiciones en la
filosofía” (p. 56).

En Althusser la disertación de la tesis, como propuesta de la filosofía, es bastante


elaborada. El autor empieza por llamar dogmática a toda definición que se
presenta en forma de tesis, para, seguidamente, enunciar que las proposiciones
filosóficas son tesis, es decir proposiciones dogmáticas. Por no ser susceptibles
de demostración o de pruebas científicas, las tesis no pueden denominarse
verdaderas; sólo se pueden denominar correctas (p. 14).

“Las tesis filosóficas pueden ser consideradas proposiciones


dogmáticas negativamente, en la medida que no son susceptibles
de demostración en sentido estrictamente científico (como se
habla de demostración en matemáticas y en la lógica), ni de
prueba en sentido estrictamente científico (como se habla de
prueba en las ciencias experimentales)” (p. 14).

Y la rectitud surge de la relación con la práctica y no con la teoría o el modelo (p.


14); por ejemplo, es correcto tomar una decisión pero no es verdadera la decisión,
es correcto tomar determinado camino pero puede existir multitud de caminos a
seguir. O como en el ejemplo tomado de Russell: “No puedo demostrar que mi
idea sobre la vida recta sea justa; solamente puedo exponer mi idea y espero
estén de acuerdo con ella los más posibles” (p. 296). La rectitud es coyuntural del
momento histórico del ser cognoscente, del ser que vive esa realidad.

Con esto la filosofía marca su límites, no es religión porque a pesar de ser


dogmática a su interior, al exterior es abierta; es ahí, aun cuando aparecen como
dogmáticas ambas, que el dogma se asume de manera diferente en las dos. La
presencia de varios métodos en un mismo momento histórico lo corrobora.
Tampoco es ciencia porque no le interesa la verdad a su interior, el buscar marcos
de contrastación de su teoría no es de su incumbencia, porque se parte del hecho
que así debe ser, solamente espera que la realidad le muestre que su tesis ha
sido correcta. La realidad no necesita defensores, ella se defiende sola e, incluso,
puede abogar por uno u otro discurso; esa es la esperanza del filósofo. Siguiendo
a Althusser, la filosofía es una disciplina distinta de las ciencias (p. 15), porque es
fundamentalmente práctica (p. 27). La filosofía, de esta manera, interviene
enunciando tesis que contribuyen a desbrozar el camino para un correcto
planteamiento y solución de los problemas (p. 23). La filosofía divide, traza líneas
de demarcación, produce distinciones, diferencias (p. 15). De esta manera “Los
filósofos se dedican a distinguir entre la verdad y el error, entre la ciencia y la
31
opinión, entre lo inteligible y lo sensible, entre la razón y el entendimiento, entre el
espíritu y la materia, etc.” (p. 19).

LA VIDA RECTA
Desde su posición de rectitud, toda filosofía y la filosofía en sí, propone la forma
de vivir adecuadamente. Sea que se ubique como promotora de la individualidad,
del colectivo, del humanismo, o del raciocinio. La filosofía no es la ciencia, porque
no puede demostrar la validez de su saber, pero la filosofía trata, con su saber,
constituido en base a juicios de valor, de proponer una forma de vida. La filosofía,
a pesar de su etimología, no pretende validar sus conocimientos sino corregirlos.
La filosofía en general, no trata sobre la verdad de los hechos sino sobre la
rectitud de los mismos; su preocupación no es qué tan cierto es un hecho sino
que tan correcto. La rectitud o corrección de los hechos los funda la filosofía en la
posibilidad de converger en una forma de vida colectiva, en una moral; esto es,
pretende que se conviertan en perennes patrones de conducta. Como lo plantea
Nietzsche (1985), lo esencial de la moral, su valor inapreciable, es la
obligatoriedad de sujetarse a ella prolongadamente (p. 111). O más todavía,
desde la óptica kantiana, que sean imperativos categóricos para la conducta del
hombre (Kant, 1998).

LA FELICIDAD
En la filosofía, más allá del conocimiento, está presente el poder otorgar la
felicidad al ser cognoscente y al ser en general. Para Aristóteles (1987), el fin de
los actos del hombre es la felicidad, que se caracteriza por ser aquella que es
deseable por sí misma y bastarse por sí sola; la felicidad aristotélica no se
encuentra en las diversiones, sino en los actos que van conforme a la más alta
virtud: la contemplación, el afán de saber. La búsqueda y logro auténtico de la
felicidad, para Aristóteles, son propios del filósofo (Libro X).

Para Kant (1961), ser feliz se convierte en una exigencia de todo ser racional,
aunque ésta sea muy particular a cada un de ellos, ¨donde haya de poner cada
cual su felicidad, depende en cada uno de su particular sentimiento de placer y
dolor¨ (p. 30). Define la felicidad como el estar contento con la propia existencia.
Siendo así los hombres nunca podrán ponerse de acuerdo en el modo de lograr la
felicidad pero sí en el modo de decidir en qué consiste la moralidad (Martínez &
Cortés)

32
EL SABER CIENTÍFICO

Amicus Plato, sed magis amica est veritas.

El saber científico es hijo de la filosofía pero nunca será filosofía; la ciencia se


desprendió del tronco de la filosofía cuando logró apartarle un trozo en su
inmenso ámbito de la realidad, lo definió perfectamente y dedicó exclusivamente
su atención a esa parte de la realidad (García M., p. 18). La ciencia renunció a
considerar su objeto desde un punto universal y totalitario (García M., p. 18), caso
siempre presente en su ancestro la filosofía. La gran diferencia, no obstante,
radica en que la filosofía está más interesada en proponer el saber mientras la
ciencia se interesa por comprobar ese saber; sin embargo, es un error muy
frecuente, confundir al filósofo con el científico, ha de ser en parte, porque ningún
científico renuncia seriamente a la filosofía y algunos filósofos en su pretensión,
creen que proponer es comprobar.

El conocimiento científico es dinámico y nunca estático. La ciencia, a pesar de lo


que muchos piensan, no es acumulativa (Kuhn, 2000, p. 155). Y es cierto, no es
acumulativa pero sí es consecuente. Sea que tenga relación directa o no, un
nuevo paradigma (en el sentido kuhniano), es producto de una crisis en el
paradigma anterior. Como lo percibe claramente Gonseth, la ciencia es
estructuralista; la ciencia va siempre a la estructura como elemento del conocer y
como conocer generalizado y simplificado; puede que el saber cambie, pero la
ciencia siempre está a la caza de nuevas estructuras, más depuradas, que
permitan un saber más preciso y capaz (tomado de su entrevista con Horia, pp.
275-300).

¨La ciencia es abierta, es esencialmente dialéctica, vive


de crisis internas imprevistas y, luego, de rebasamientos¨
(Piaget, 1973, p. 14).

¨Así, Teetetes, la ciencia no es la sensación, ni el juicio


verdadero, ni el mismo juicio acompañado de explicación¨
(Platón, 1984, p. 78)

El proceder científico empieza con la observación de los hechos, se describen, se


formulan hipótesis, se construyen teorías para explicarlos, se deducen
conclusiones particulares verificables, se observan nuevos hechos, se contrastan
las conclusiones y finalmente, si se hace necesario, corrige sus conjeturas
(Bunge, 1977, pp. 89-90). O como hace mucho tiempo lo planteó Darwin (1993):
“la ciencia consiste en agrupar datos para extraer de ellos leyes o conclusiones
generales” (p. 38). El secreto de la ciencia está en los datos. La búsqueda de
33
universales ha sido siempre la pretensión de la ciencia y no por eso ha desechado
la esperanza de encontrar un universal único y completo. Me explico, la ciencia,
cada vez, incluye más en cada uno de sus postulados. Se ha planteado siempre
el gran cuestionamiento, de si la ciencia trabaja con datos o con hechos; no
obstante, queda claro que la ciencia no toma un dato si no hay un hecho que lo
respalde. Aquí puede que el dato sea falseado, o falso, por innumerables razones,
(una percepción parcial del hecho, una visión desde un ángulo diferente), pero un
hecho nunca podrá falsearse. Cohen y Nagel (1968) tienen una manera muy
particular y didáctica de poner término a la discusión: los hechos son
proposiciones sobre cuya verdad existen considerables pruebas (p. 233).

Claro, también, que hoy ya no se habla de leyes o conclusiones generales. Hoy la


ciencia le permite al hombre elucubrar (en el sentido Popperiano), todo lo que
quiera, pero tarde o temprano le exigirá que contraste sus teorías con la realidad;
es ahí cuando la ciencia se endurece y empieza a diferenciarse de las demás
ideas y ¨castillos hechos en el aire¨, de otros saberes, llámense opiniones, mitos,
religiones o filosofías. Como el interés es el endurecimiento continuo y progresivo,
-rigor lo llaman algunos-, la ciencia está en contrastación y lo hace más temprano
que tarde. Lo que hace que la ciencia sea ciencia, es su posición de desconfianza
ante el conocimiento obtenido y su confianza en obtener un conocimiento mucho
mejor que lo reemplace, -búsqueda del vigor-. No obstante, también, la utilización,
del conocimiento que tiene en el momento, de la mejor forma posible, para el
bienestar del hombre y el acrecentamiento de su propio conocimiento –aplicación
tecnológica-. Algo más que caracteriza al pensamiento y el proceder científico, es
la no aceptación de sus derrotas mediante la justificación; sino, al contrario, la
búsqueda progresiva de soluciones a todos los problemas a los que se ve
enfrentado. La resignación ante los problemas no está inscrita en el científico. La
ciencia se plantea problemas con el único fin de resolverlos; la ciencia no se
queda en el planteamiento de problemas, ni en descripciones de los mismos.

Otra característica del conocimiento científico es su consistencia sincrónica y


diacrónica (Pereira, 2000, p. 8). Esto es, en un momento dado, todo conocimiento
debe ser consistente, solidario, complementario y sin contradicciones; igualmente,
al transcurrir el tiempo, con un nuevo conocimiento, altamente probable, el
anterior debe ser desechado. Según Arranz (1998), los principios que rigen la
ciencia contemporánea son: el tecnicismo, el progreso del conocimiento científico,
no puede separarse de los medios técnicos, especialmente del progreso de los
instrumentos necesarios para la experimentación; la revisibilidad, que prevé, como
norma, que ciertos campos del conocimiento pueden, hasta incluso deben, ser
revisados; esa revisión más o menos profunda puede, en algunos casos, llegar
hasta las mismas nociones fundamentales; la dualidad, que insiste sobre la
existencia de un plano teórico y un plano de experimentación, que deben
constantemente estar en una relación de acción-reacción mutua; la solidaridad,
34
todo progreso en la precisión de un conocimiento limitado, debe ser sufragado por
la aplicación de los conocimientos generales cada vez más extensos (p. 198).

Según Pereira los criterios para que la ciencia sea ciencia son: primero que sea
objetiva, y en contraposición a la subjetividad; segundo que sea precisa, esto
implica describir las condiciones en las cuales se obtuvo el saber; tercero utilizar
un lenguaje matemático, sin contradicciones o ambivalencias semánticas, y
sintácticamente presentado; cuarto, que sus postulados sean medibles; quinto,
que sus aportes, hallazgos, principios, teorías, hipótesis y conceptos tiendan a la
generalización y universalidad; sexto, que sea autocorregible, que no acepte el
dogmatismo; séptimo, que sea sistemática, que tenga el andamiaje lógico
suficiente que le de su sustento y le permita su crecimiento; octavo, que sea
relacional, su conocimiento sea solidario y formalice un conjunto, un todo; noveno,
que sea comunicable, su saber debe estar a disposición del público para su
corroborabilidad (pp. 10-13). De lo anterior debemos enfatizar que ser objetivo no
implica necesariamente el asir el objeto totalmente, sino más bien tener claridad y
consenso en lo visto por diferentes observadores; por tanto la objetividad no es lo
mismo que la verdad pero es el comienzo. Pensemos que tres observadores
pueden percibir lo mismo y esto sería ser objetivo; pero, sus observaciones
pueden estar erradas debido a cualquier tipo de distorsión y por tanto no ser cierto
lo que perciben. No obstante, nos lo recuerda de Heisenberg, los dogmas no
cuadran con la flexibilidad de la ciencia y de la evolución científica (tomado de la
entrevista que le hizo Horia, p. 325)

EL MÉTODO CIENTÍFICO
Método es lo mismo que decir modo de hacer en orden las cosas (Pereira, p. 5). Y
la ciencia sólo tiene un método, no existen diferentes métodos propios de cada
ciencia (Pereira, p. 4). El método científico puede y es utilizado en todo o en sus
partes por cada rama de la ciencia; tal vez por eso la confusión con respecto al
método científico y en cuanto al planteamiento de si hay varios métodos
científicos. El método científico tiene varias etapas, pero todas versan sobre el
manejo de datos, referenciados en unos hechos. La primera observar datos, la
segunda describir datos, la tercera organizar datos, la cuarta analizar datos, la
quinta confrontar datos, la sexta corroborar datos, la séptima interpretar datos y la
octava suponer datos, para volver a repetir el ciclo sin fin. Esto deja sellada la
discusión de si el conocimiento científico es ideacional, empírico, estructural o
fenomenológico, porque el método científico es, a lo largo de su trayecto, las dos
cosas (ideativo y empírico), que en su conjunción determinarían el tercero, siendo
posible concebirlo como una estructura o lejos de ella. Así lo ha planteado Piaget
(1985. pp. 89-90), y de alguna manera, otros epistemólogos, el origen del
conocimiento científico reside en la transformación del objeto a conocer, mediante
dos maneras complementarias; la primera modificándolo en lo físico y la segunda
enriqueciéndolo mediante las operaciones lógico-matemáticas. Nos recuerda
35
Piaget (1973), ¨ninguna ciencia está distribuida hoy en un solo plano -[por ejemplo
plano observable]-, hay multiplicidad de planos para combinación de la
experimentación actual y de la reflexión retroactiva sobre los principios¨ (p. 112).
El conocimiento científico no es solamente almacenamiento de información
recibida perceptualmente, es también procesamiento de dicha información. Esto
nos lleva a la conclusión kuhniana: ¨en las ciencias, hecho y teoría,
descubrimiento e invento, no son categórica y permanentemente diferentes¨ (p.
112). En Piaget (1985), se sintetiza lo anterior:

¨Toda la historia de la física, la más avanzada de las


disciplinas fundadas en la experiencia, está ahí para
demostrarnos que la experiencia nunca basta por sí sola y
que el progreso de los conocimientos es obra de una
indisoluble unión entre la experiencia y la deducción. O,
dicho de otro modo, obra de la necesaria colaboración
entre los datos ofrecidos por el objeto y las acciones u
operaciones del sujeto; acciones u operaciones, éstas
últimas, que constituyen el marco lógico-matemático fuera
del cual el sujeto no llega nunca a asimilar
intelectualmente los objetos¨ (pp. 111-112).

Hasta los positivistas tienen esto muy claro, a pesar de la mala prensa que se les
ha hecho. Pereira, interpreta a Bunge y sintetiza el método científico como un
procedimiento característico que se aplica a todo proceso de investigación, que
no es infalible ni autosuficiente, y en cambio sí, es lógico y operacionalmente
objetivo y empírico (pp. 5-7). Según ellos, el método científico se puede describir
por sus operaciones donde se incluyen aspectos lógicos, matemáticos y
empíricos. Primero observación (empiria); segundo inducción: abstracción
conceptual a partir de lo observado (empiria y lógica); tercero problematizar:
cuestionar, preguntar (lógica); cuarto hipotetizar: conjeturar, dar una solución
posible y tentativa (lógica); quinto deducir: a partir de la hipótesis señalar las
posibilidades de comprobación empírica (lógica, y empiria); sexto experimentar:
diseñar y ejecutar de tal forma que se pueda comprobar empíricamente la
hipótesis planteada (empiria y lógica); séptimo calcular la probabilidad, ante la
imposibilidad de la absolutez, se pondera la estadística (matemática); octavo
publicar: lanzamiento de la hipótesis, con su alto grado de probabilidad, al
escrutinio público, por supuesto el público científico en primer término (lógica y
empiria); y noveno criticar: asegurar la consistencia teórica y su grado de
repetibilidad empírica (lógica y empiria).

Esto nos lleva a agradecerle a los proponentes de la investigación cualitativa su


llamado al orden, recordando la parte cualitativa en la adquisición y en el saber
36
mismo; no obstante, señalándoles que la calidad siempre ha estado presente
hasta en el más recalcitrante positivista cuantificador. Lo que sucede con el
positivista, (positivista lógico porque positivista -empirista- a secas ya no se
encuentra), es que espera el suficiente y prudencial tiempo para avanzar y
modificar sus postulados; si el positivista actuara como se le acusa, la ciencia no
hubiese avanzado y solamente quedaría relegada a una mera religión o dogma
anquilosado. En palabras de un historiador de la ciencia, ¨la observación y la
experiencia pueden y deben limitar drásticamente la gama de las creencias
científicas admisibles o, de lo contrario, no habría ciencia¨ (Kuhn, p. 25).

Cuando se habla de la heurística y la hermenéutica como categorías


paranormales, especiales, de hacer ciencia, tal vez estemos olvidando lo que es la
lógica y cómo estos dos conceptos están representados en ella. Un lógico como
Quine, (1981), sabe que la idea de la ciencia no es tanto encontrar verdades, sino
de seleccionar verdades, las que más cuentan, ya sea por su valor intrínseco o
por su valor como instrumento para poder enfrentar el mundo (p. 15). No se puede
comprender e interpretar adecuada y efectivamente la realidad si no se tiene un
sano criterio de lo que es la inferencia, la implicación, la deducción, la negación, la
afirmación, la hipótesis, los conjuntos, etc. Tal como es el planteamiento de
Cohen y Nagel, la ciencia no desea, a cualquier manera y precio, convencer a la
gente de la verdad de sus proposiciones; las proposiciones emanadas desde el
método científico, deben estar amparadas en juicios lógicos, cuidadosamente
valorados y puestos a prueba mediante la normatividad propia de la inferencia (p.
237). Si la heurística y la hermenéutica no se amparan en formas coherentes y
efectivas de hacer juicios, el sentido común, el despotismo y la emotividad
tomarán su lugar en la ciencia.

¨Los místicos, los intuicionistas, [los sentimentalistas], los


autoritaristas, los voluntaristas y los ficcionalistas tratan
todos de socavar el respeto por los métodos racionales
de la ciencia. Estos ataques siempre tienen mucho eco y
continuarán teniéndolo, pues tocan una fibra sensible de
la naturaleza humana. Desgraciadamente, no ofrecen
ningún método alternativo confiable para obtener
conocimientos verificables¨ (Cohen y Nagel, p. 242).

VALIDEZ
El conocimiento es válido en la medida de su efectividad práctica, de su poder
instrumental; esto quiere decir que la posibilidad tecnológica refrenda el saber;
efectividad que vemos con mayor fuerza en el conocimiento científico, en
comparación a otros saberes. Se le ha endilgado a los norteamericanos pero
37
también Nietzsche lo creía así: “el conocimiento es conocimiento para algún fin, la
validez del conocimiento depende de la validez del fin” (tomado de Carr, 1985, p.
37). No es el referente real el que hace al conocimiento científico sui generis, el
mito puede probar que sus proposiciones son ciertas, lo mismo puede hacerlo el
místico. Además la ciencia, desde el mismo desprendimiento de la filosofía
abandonó su pretensión de verdad y se conformó con la verosimilitud (Cf. El
Teetetes de Platón). El primitivo que muere por efectos de un rayo es una prueba
de que Zeus está enfadado y que arroja su lanza; el místico enfermo, que se cura,
prueba que sus oraciones surten efecto. Si no fuese por las pruebas, no habría
forma de explicar por qué en la actualidad, a nivel mundial, hay una
predominancia del pensamiento religioso; ya que ni siquiera podemos hablar de
un pensamiento y un actuar filosófico preponderante. Y son más bien pocos los
hombres que cuentan con un pensamiento científico y lo asumen en su forma de
vida.

Aún más patético, la forma de asumir las pruebas muestra como el pensamiento
mítico se posesiona de la población seudo-educada, donde el espiritismo y
chamanes modernos, regresan al ser amado, favoreciéndose en probabilidades
matemáticas, manejo del discurso y condicionamientos humanos, donde con cara
gana el espiritista y con sello pierde el desplumado seudo-educado. Si el ser
amado regresa, es una prueba de que el conjuro funcionó y si no regresa es una
prueba de que el maleficio ejecutado por la contraparte fue más fuerte, por tanto
se hace necesario ejecutar otro mucho más potente. Y así sucesivamente, si el
ser amado esta vez regresa, es porque el conjuro funcionó y si no funcionó es
porque amerita poner a funcionar otro todavía más potente que el anterior. Un
matemático, nos podría dar buena cuenta de cómo el espiritista está haciendo uso
de las probabilidades, con alta certeza de probar su proposición (¨regresar al ser
amado¨), sin la más mínima necesidad de influir en la realidad que dice manejar.

Pero a cambio, el poder tecnológico de cada saber marca la diferencia. Con


sacrificios no fue posible mantener controlado a Zeus; pero, con los avances en
las teorías físicas se llegó a dominar y manipular el poder radiactivo. Kuhn (p.
253), raya en la inocencia al señalar que los científicos no tienen necesidad de
escoger sus problemas en razón de la urgencia en resolverlos. No se sabe hasta
que punto pasa por alto la implicación tecnológica de la carta de Einstein al
gobierno norteamericano y el ingente esfuerzo de Fermi, Oppenheimer y otros en
la consecución de hacer real la fisión-fusión-fisión nuclear (Cf. Asimov, pp. 395-
416). Nunca será igual el hecho que, mediante oraciones, una persona logré
ganarse la lotería, al hecho que mediante la aplicación de una teoría económica,
basada en el ahorro al céntimo, logre amasar una gran fortuna. Eso es lo que
marca la diferencia entre el conocimiento basado en el sentido común y el
conocimiento que otorga la ciencia.

38
Entre la ciencia y la tecnología existe una proceso dialéctico, pero es un error
confundir ciencia con tecnología; lo que es la consecución de un saber con la
aplicación de ese saber. -De hecho todo saber tiene su aplicación tecnológica-. En
Kuhn queda claro que una teoría propone reglas para la investigación, la
resolución de problemas, y que son los instrumentos tecnológicos el motor que
hace que esas reglas sean modificadas. Los instrumentos tecnológicos creados
mediante ciertas reglas dan la oportunidad de crear otras reglas (pp. 68-79);
ejemplo, con la invención del microscopio, la vida microbiana tomó forma y las
reglas de investigación cambiaron. Dice, ¨el término ‘ciencia’ está reservado a
campos que progresan de manera evidente¨ (p. 247). Pero, ¿Qué es el progreso?
8
Diría el profesor Federicci : pues echar para adelante, y ¿dónde es adelante?,
pues para donde vamos. Estos aportes, de un profesor de mil batallas, sintetiza el
pensamiento científico de Hegel, propuesto especialmente en su fenomenología
de espíritu, según el cual el estatismo y el determinismo no son propios del
verdadero científico, en cambio sí el progreso y la coherencia.

La ciencia soluciona problemas y busca solucionar problemas. Refiere Freud


(1985) que la ciencia interviene solamente cuando no hemos dado cuenta de que
no conocemos el mundo y tenemos que buscar los caminos que han de
conducirnos a dicho conocimiento (p. 122). “La ciencia es la aplicación del
método científico a los problemas resolubles”, dice Pereira (p. 10). Sentencia que
se puede modificar, diciendo que la ciencia es la aplicación de un método
especifico y determinado a problemas resolubles. No obstante, no hay que
confundir problemas irresolubles con problemas complejos de resolver; como lo
plantea Hinde, más allá de la replicabilidad absoluta de un hecho, lo que cuenta
en la validez científica es que los principios encontrados, en un acto de ciencia,
sean posibles de generalizar (tomado de Miller, 1986, p. 219). Debemos de nuevo
referirnos a Piaget (1973) cuando nos aclara que son los métodos y no los
problemas los que distinguen a la ciencia de la filosofía. No son los problemas su
motivo de enfrentamiento, es la forma como se plantea la verificación (pp. 14, 18).

EXPERIMENTACIÓN
La ciencia experimenta, buscando corroborar datos obtenidos o buscando
aquellos conjeturados. Por método, se tiende a confundir la investigación con la
experimentación, y no habría razón para tal. La investigación incluye variedad de
etapas del método, que permiten el acercamiento al saber científico, mientras la
experimentación crea experiencias artificiales con ánimos de probar algo.

En algunos ambientes científicos se pondera la experimentación, haciendo flotar


la idea que los hechos son incomunicables, poniendo de manifiesto la

8
Anécdota muy comentada por Antanas Mockus en sus clases de lógica matemática en la
Universidad Nacional.
39
imposibilidad comunicativa; y sugiriendo que la única manera de hablar con
objetividad de los hechos es el haber estado presente cuando acaecieron, o
experimentando, que viene a ser lo mismo. Pero sigue siendo una visión muy
sesgada de lo que es la ciencia y la investigación científica. Ya los positivistas
lógicos, (Russell y otros), propusieron para tal dificultad, el lenguaje matemático
como posibilitador de transmisión de ideas y hechos sin distorsionarlos.

40
LA PSICOLOGÍA COMO DISCIPLINA

Colombia empieza el siglo con mucho sabio y


poco saber.

Finalmente, si hemos de hablar de la psicología como disciplina debemos primero


saber de qué disciplina se trata y, especialmente, si estamos haciendo referencia
al conjunto y observancia de las leyes y reglamentos que deben regir a la
psicología. Fundamental, para hablar de la psicología como disciplina, saber bajo
que marco epistemológico se acoge. Sin tomarlo desde un punto de vista
peyorativo, en cambio sí, tomando posición mediante un juicio de valor, que ha de
ser respetado en toda su dimensión, se debe precisar si la psicología es mito, es
religión, es filosofía o es ciencia. O también, por qué no, si es todo eso, cómo
convergen y cómo cohesionan, sin entrar en la psicosis o el eclecticismo.
Recordemos que antes, a la imposibilidad de estructurar un delirio se le llamaba,
desde la filosofía, eclecticismo; ahora ya la psicología y la psiquiatría la llaman
escisión esquizofrénica, o muy psicoanalíticamente, relación parcial con el objeto.

Ha sido pretensión de los psicólogos asumirse como científicos; desprenderse de


los filósofos y desdeñar el calificativo de literatos. No obstante, es su gran lucha,
pendular entre la ciencia y la filosofía. Me refiero a la filosofía, cómo adelante se
mostró, cuando se habla en tesis que proponen un saber y una práctica inherente
a él; me refiero a ciencia cuando se prueba un saber y se utiliza ese saber
probado. El psicólogo como filósofo puede proponer el cambio social, como
científico debe probar que se puede lograr el cambio social. El psicólogo, como
muchos otros trabajadores sociales y humanos, ha insistido en el fetichismo de la
ciencia y muestra el miedo que lo acompaña, como ser cognoscente, de no ser
catalogado como científico. ¿Qué malo hay en ser filósofo, en ser literato, en ser
místico? Son formas de saber, ya lo hemos visto, son disciplinas cognoscitivas;
por qué no asumirlas, con la misma dignidad con la que el científico asume la
suya. El problema está en hacer de la ciencia un fetiche y asumir que el saber
científico es la única forma de saber respetable; y por tanto, decir que todo es
ciencia. Mostrando, nada más, que tal como el fetichista hace uso del zapato,
para lograr su satisfacción sexual, algunos hacen uso de la ciencia, así, sin
mostrar realmente su proceder científico.

En el momento es normal, ver cómo el saber se asume sin analizar su origen, así
es posible que exista un psicólogo que dice ser ferviente admirador del método
científico pero que guarda fielmente las fiestas religiosas; o el que dice asumir la
teoría piagetiana pero en sus acciones refleja el más estricto cumplimiento a la
ortodoxa conductual. Y algo más conmovedor, el psicólogo que quiere hacer del
ritual del yagé una psicoterapia moderna, asumiéndose como chamán. La
41
caricatura de nuestra gran ciencia se plasma en la persona que se acerca al
cajero automático con su tarjeta electromagnética, y se persigna en encomienda
al creador para que ojalá le hayan consignado su salario. El problema no está en
el querer ser chamán, religioso, o conductista. El problema lo percibo, en el
asumir, el esconder un discurso en otro, en no entender que se están manejando
marcos epistemológicos distintos en un mismo momento, que necesariamente son
disímiles y contradictorios.

Conocimientos hay bastantes, libros hay muchos, autores a montón, incluso hay
conocimientos que no están escritos y autores no publicados. Así en el largo
camino epistemológico, y en su consecuencia disciplinaria, tal vez el mayor
obstáculo, en la actualidad, sea esa contaminación que planteábamos al principio
del texto; el exceso de información, al que está sometido el ser cognoscente. Así
hemos señalado cómo hoy se habla de contaminación visual siendo los avisos
publicitarios el ojo del huracán, y en la contaminación epistemológica los libros y
los autores pasan a ser el centro del asunto.

Sí se opta por la psicología como disciplina científica se debe sopesar que se está
asumiendo una posición epistemológica, con implicaciones de prueba y no de
rectitud, de explicación y no de verdad, de dinámica y no de estabilidad, de
cambio y no de perennidad, de lógica y no de autoridad, de evidencia y no de
imposición. Como sugiere Piaget (1973), la psicología científica comienza en el
momento que se piden pruebas, experiencias controlables por todos o, en
complemento, cálculos y deducciones lógicas (p. 16). Pero expliquemos, las
pruebas científicas van referidas a la efectividad del conocimiento en su
dimensión tecnológica, práctica y emancipadora, (todas juntas a pesar de la
división propia del postulado de Habermas (1973-1975) en torno al saber, mas no
a la ciencia), no a las pruebas que certifican la verdad en la relación causa efecto
de un hecho perceptible; los hechos no se repiten en la ciencia, los hechos se
homologan para poder aprehender, organizar, explicar, comprender, manejar y
conjeturar la realidad. Es un trato, -y no una verdad-, para agilizar y simplificar la
relación del ser cognoscente con el caos perceptible, llámese realidad social,
física, psicológica, natural, etc. La prueba científica no pretende mostrar que su
conocimiento es verdadero, sino que su poder heurístico, hermenéutico e
instrumental es potencialmente cada vez más alto. De hecho, si el conocimiento
científico se interesa por el poder heurístico y hermenéutico, es en tanto favorecen
el poder instrumental. El conocimiento científico no tiene pretensión de imponer
verdades desde el juicio de valor; en cambio sí explicar el devenir de los
acontecimientos y antecederse a futuros acontecimientos con alguna seguridad
de comprensión y manejo. El camino menos indicado es ir a la psicología
científica a encontrar verdades irrefutables o enrostrarle la ausencia de la verdad
en sus postulados, pues ese es fundamentalmente su motor, la búsqueda de la
verdad a partir de un método específico.
42
El conocimiento psicológico desde la disciplina científica pretende su
universalidad; no obstante, sumido en sus pruebas sabe que aún no lo es, por
tanto su conocimiento se renueva con otro cada vez más potencializado, en los
términos antes señalados. Como toda disciplina científica, la psicología como
ciencia no acepta dogmas ni autoridades; si se cita un autor, como argumento, no
es a la persona sino al conocimiento otorgado por esa persona, el cual, se supone
fue adquirido en las condiciones previamente establecidas o lógicamente
mejoradas. Al contrario de otros marcos cognoscitivos, como la religión y la
filosofía, la ciencia no tiene doctores, seres que lo saben todo, hombres
omniscientes; la ciencia asume que el conocimiento se adquiere progresivamente
y que ningún hombre lo sabe todo. Recordemos a Hegel en su introducción
general a la filosofía de la historia universal, cuando nos señala que la ciencia es
de los hombres y no del hombre, la ciencia de por sí es colectiva. La psicología
como ciencia, solamente escapa al antropomorfismo mediante la posibilidad de
descentración, ese proceso por el cual el sujeto sale de su subjetivismo o de su
idealismo (Piaget, 1973, p. 60). La ciencia es noble, al asumir que el conocimiento
absoluto no se ha logrado aún -pero será siempre su búsqueda.

La psicología como ciencia no es una imposición, ni una alternativa, ni una


disyuntiva entre varias formas de saber, sencillamente porque ciencia sólo es una;
la psicología como ciencia es evidente y lógica, es efectiva y contundente, es
coherente y progresiva. Error que puede asumir el psicólogo es seguir creyendo
que existen varias ciencias: Por ejemplo, ciencias físicas y ciencias sociales,
ciencias puras y ciencias aplicadas; y lo más perjudicial para sí mismo, dividir la
ciencia psicológica en ciencia cuantitativa y ciencia cualitativa. Designar parte del
método científico, etapas del método, o modalidades en el método, como ciencias
particulares y holísticas, es desconocer el fundamento científico. La cosmovisión
científica no se reduce a contar, tampoco a almacenar o repetir experiencias; la
cosmovisión científica está al tanto de universalizar, y para ello no desconoce la
particularidad; son precisamente esas particularidades las que hacen cuestionar la
universalidad reinante. En otros términos, si no se contrastaran, comprendieran e
interpretaran los datos cuantificados, la ciencia no avanzaría y su pretensión
universal no sería su norte.

Asumiendo la psicología como ciencia, el llamado a la autoridad filosófica empieza


a sobrar, es otro método, es otra posición; lo mismo sucede con el llamado a otras
formas de saber. Por ejemplo, por siglos se viene trabajando una explicación del
sujeto cognoscente, o teorías epistemológicas, desde el método filosófico; aún
hoy es normal llamar a la autoridad de Platón, Aristóteles, Kant, Hegel, Dilthey,
Popper, Habermas, etc., para explicar el ser cognoscente desde la psicología,
cuando desde la ciencia se tendrían elementos para explicar el ser epistémico. Se
ha avanzado bastante en neuroanatomía, neurofisiología, cognición,
43
procesamiento de la información etc.; por qué entonces no recurrir a Pavlov, a
Freud, a Lacan, a Lorenz, a Rogers, a Piaget, a Bruner o a Vigotski, entre otras
propuestas de la ciencia psicológica. ¿Será acaso esto síntoma de la bascularidad
del psicólogo entre la ciencia y la filosofía?

La psicología como disciplina científica, no puede desconocer su historia y, en


ella, sus ancestros; pero conocer la historia no conlleva el seguir atado a la
tradición y el atavismo. Si conocer la historia de la psicología y el método científico
es válido, se justifica en la medida que nos permite proyectar el futuro; siendo así,
la historia que la psicología científica debe asumir no es aquella digna de mostrar,
o a lo sumo, aquella que justificaría nuestro presente; tal como lo asume el
psicoanálisis, la verdadera historia es aquella, donde fuera de esa que mostramos
manipulada, y orgullosamente, se intenta rescatar la parte obscura, la temida, la
no dicha, pero en últimas, aquella que marca, que influye, que determina. Hay
partes de la historia de la psicología y de la ciencia, como en cualquier historia,
que sería mejor no mencionar; pero son precisamente esas partes las que
permiten la independencia del desacierto o, al menos, la posibilidad de no repetir
lo que no se quiere.

Siguiendo con el llamado al orden del psicoanálisis, el problema con la historia no


son los hechos, el problema es el historiador que los parcializa. De ahí que se
necesite del otro como garante de la verdad; la cual, no será más que la verdad
del historiador. Es por eso que, enseñar la historia de la ciencia y el método
científico, partir de un solo libro podría ser peligroso, cuando se quiere que la
psicología sea una disciplina no dogmática. En cuanto mayor visión del objeto,
mayor precisión del mismo; en cuantos más ángulos se cubran, menor la
posibilidad de distorsión. La psicología con pretensión científica debe tener claro
que el saber está en los libros y no en el libro. Y más allá, que está en todos y
cada uno de los que escriben los libros. Qué buen aporte nos hace Foucault
(2001), y que la psicología debería ponderar al revisar su historia, cuando señala
que más allá del sujeto que habla, y del lugar desde donde se habla, se debería
tener presente las reglas que permiten encontrar el discurso, de todo aquello que
se habla.

En la práctica de la psicología, como psicólogos afianzados en la ciencia como


disciplina, debemos obviar al máximo la posibilidad de ser tachados por la historia
como los nuevos fariseos; aquellos que pregonan una cosa y asumen en su
proceder otra. Para el psicólogo es necesario y fundamental relacionarse con
todos los saberes existentes, no obstante es esencial que tome una posición
coherente en torno a un marco cognoscitivo preciso. No se está planteando que la
psicología deba desconocer, el mito, la religión, el arte o la filosofía, pero sí que
sea consecuente, organizada, consciente y específica cuando de intervenir se
trata.
44
El método científico en la psicología
A simple vista, un psicólogo es cualquier persona; de hecho, quién no ha tenido la
pretensión de ser psicólogo por naturaleza. Si así fuera, si ser psicólogo es una
cuestión de innatismo, qué sentido tiene el formar psicólogos en la universidad.

La única razón de formar psicólogos en la universidad se justifica en la medida del


respeto a la palabra institucional: El psicólogo universitario debe tener pretensión
de universalidad, de asumir que su conocimiento es tan válido aquí, -país
tercermundista-, como allá, cualquier punto donde se encuentre al hombre. El
conocimiento universal es, en últimas, el que marca la diferencia entre el
psicólogo innato, a secas, y el psicólogo universitario.

Y cómo pretender ese saber universal para el psicólogo, si no es a partir del


método científico. Ya el mito tuvo su momento, (todo mito es un mandato
psicológico); lo mismo la religión, (v. g., proverbios); y por supuesto la filosofía,
(recordemos la ontología). Es cuestión de método, y es el método el que ha
marcado la diferencia en las ramas de la ciencia física y biológica; por tanto,
porqué no asumir que el método es lo que marcará la diferencia entre el psicólogo
innato y el psicólogo universitario.

Pero rescatemos el método, pensemos en el método y en la forma como se ha


asumido el método en la psicología. El método científico ha evolucionado en sí
mismo; en nuestro días, ya no es el mal interpretado postulado positivista, de que
todo es un hecho observable, repetible y contrastable; postulado que, con toda su
mala interpretación, fue asumido por algunas escuelas psicológicas, (Watson y
Skinner). A este momento del método se le debe anexar el postulado lógico-
matemático, que va a complementar el primero. Hecho que, así mismo, acogen
otros, para dar lugar a nuevas escuelas en la psicología (Hull, Tolman, Freud).
Otro avance del método es la acogida de la dialéctica, en donde ya no se espera
que los hechos den el fundamento para las construcciones teóricas, sino que se
asume que existe una interacción entre sujeto y objeto, que modifica,
complementa y profundiza en el quehacer epistemológico. Hecho que tampoco ha
sido ajeno a la psicología, (Piaget, Brunner, Vigotski).

Siendo de esa manera, es el método, una forma de acceder al conocimiento


ordenadamente y con supuestos fácilmente identificables, discutibles aún y
cuando así se haga necesario, el marco de referencia para hacer un psicólogo
universitario.

El psicólogo, que se precie de serlo, a partir de una institución universitaria, debe


ser capaz de dar repuesta a su ejercicio profesional con mentalidad científica y
dentro de su método. Esto implica, que no se anquilosa en dogmas y que está
45
dispuesto a mejorar el estado actual de la psicología. Si el psicólogo universitario
asume que el saber está en la institución, en un enfoque o en un libro, y que allí
debe acudir para que se lo den, para luego empezar aplicarlo en su vida
profesional, tal vez no se le ha transmitido el postulado básico universitario del
saber, no ha comprendido lo que es la ciencia y por supuesto, no dejará de ser
más que un psicólogo a secas.

Por tanto, el psicólogo que no comprende la importancia del avance científico y de


la comunicación entre profesionales, no podrá entender por qué se hace una
revisión bibliográfica (apropiación del estado del arte) y por qué es tan importante
escribir (investigar y comunicar); psicólogo que no comprende la importancia de la
validez de su conocimiento no buscará la forma de confrontarlo y depurarlo
(experimentar y comprobar); psicólogo que no se percata de la ausencia de
conocimiento difícilmente se pondrá metas epistemológicas, y psicólogo que no le
da valor instrumental (tecnológico) a su conocimiento, no notará sus falencias ni
se preocupará por mejorarlo.

El objeto psicológico
Hoy, el acercamiento entre disciplinas ha propiciado en la psicología la pérdida de
su objeto. La especificidad de la psicología, en su deseo de ampliar su marco de
acción y comprensión, tiende a confundirse con el mimetismo en otros discursos,
llámense sociológicos, antropológicos o filosóficos. Se han abandonado terrenos
que, en su largo recorrido, la disciplina psicológica había ganado. Sin un mayor
análisis y valoración objetiva de los embates que se le hacen a su proceder, son
abandonadas teorías y praxis optando el camino fácil de asumir posturas de otras
ramas de la ciencia, como si esta fuera la solución ante la supuesta falta de
credibilidad y resultados. Es sintomático, ver como algunos profesionales en
psicología pregonan que ante la práctica, las profesiones se confunden; si así
fuera deberíamos pensar en la factibilidad de revivir la vieja licenciatura en
humanidades, siendo de esta manera más rentable para todos y menos engañoso
para el estudiante que realmente cree que cada profesión tiene su propio objeto
de estudio e intervención. ¿De qué sirve inscribirse a un centro universitario para
estudiar psicología si, al salir, en su rol profesional va hacer lo mismo que un
trabajador social, un sociólogo, un antropólogo o filósofo?

El objeto de la psicología no niega la relación que pueda tener con otras ramas de
la ciencia; no obstante, encontrar puntos de relación no es lo mismo que asumir el
discurso del otro. La especificidad de las ramas de la ciencia se justifica en el
énfasis que se le da desde su campo de acción, por tanto, así sea el mismo
objeto, el énfasis y la visión que se tengan del mismo es lo que ocasionará la
praxis y los derroteros a seguir. Hoy más que nunca, cuando la psicología intenta
incursionar en otros campos, corre el riesgo de asumir posturas de otras
disciplinas, repitiendo el error que cometió cuando creyó que su objeto era el
46
mismo de la medicina y en particular el de la psiquiatría. La psicología con su
tradición, avance y diversidad, tiene ya, y aún, elementos para intervenir en esos
campos en los que se quiere ubicar, sin necesidad de hacer uso de discursos
extraños y más acordes a otras disciplinas que están más preparadas para
asumirlos. La pregunta que surge es por qué no se ha agotado el discurso
psicoanalítico, el discurso conductual, o el discurso cognitivo. Trabajadores
incansables desde la psicología están esperando que sus sucesores agoten e
innoven sus discursos en los diferentes campos de aplicación, allí donde se
encuentre el hombre presente, sea sociedad, educación, familia, niñez,
adolescencia, etc.; me refiero por ejemplo a Freud, Jung, Adler, Fromm, Horney,
Reich, Klein, Winnicott, Lacan, del lado psicoanálitico; a Watson, Skinner, Hull,
Tolman, Beck, Staats, del lado conductual; a Rogers, Maslow, Perls, Frankl, entre
los humanistas; a Piaget, Brunner, Wallon, Vigotski del lado cognitivo-
constructivista y otro gran olvidado, y tal vez poco entendido, Konrad Lorenz.
Estos son algunos de los que, los psicólogos, han desechado, siendo sospechoso
el motivo por el cual no se tienen en cuenta cuando de abrir nuevos campos de
estudio e intervención se quiere, por parte de la psicología.

Los psicólogos sociales y los psicólogos educativos ¿Cuándo agotaron los textos
sociales de Freud, el discurso del Otro de Lacan, las variables intervinientes de
Tolman, el aprendizaje vicario de Bandura, el modelo motivacional de Hull, el
constructivismo de Piaget, el modelo psicosocial-histórico de Vigotski o la
impronta de Lorenz?

En esa gran diversidad, que ejemplifica la blandura de la psicología como ciencia,


empieza a emerger un objeto con características determinadas, que podría ser la
pista para endurecer la disciplina. El hombre sigue siendo pivote de la psicología,
pero el alma desaparece para darle lugar a la actitud que, en sus tres
componentes básicos comportamiento, sentimiento y pensamiento, podría ser la
unidad de explicación de su proceder en cualquier ámbito donde entre a
interrelacionar. La interrelación no es solamente con su ambiente social, sino
también con su ambiente físico y en su ambiente intrapsíquico. La referencia al
cambio, o al logro, actualmente, se sintetiza en la observación comportamental y
el auto-reporte verbal.

La investigación en psicología a nivel del pregrado


¿Desde la universidad se puede investigar?, más aún ¿desde el pregrado se
puede plantear la investigación? La respuesta, aunque pareciera obvia, tiene sus
dificultades de forma y contenido. Me refiero al contenido cuando me pregunto por
la esencia misma de lo que sería investigar y de forma en referencia a los
lineamientos que permiten hacer investigación desde un centro universitario.

47
Investigar trata de la consecución de algo nuevo, aunque también se haya
planteado la verificación de lo ya existente. Sin embargo, si fuéramos leales con el
concepto tendríamos que ceñirnos a la acepción primera. Investigar, y más en
nuestro medio, debe llevar más al logro de nuevos conocimientos, que a la
verificación de los mismos. Es bien sabido que nuestros conocimientos proceden
de un ambiente donde la tecnología ha permitido su verificación, siendo casi
imposible, con nuestra tecnología, poner en contradicción dichos saberes. Por
tanto más allá de la verificación de un saber dado, la única posibilidad vendría a
darse desde la verificación del mismo conocimiento en un nuevo contexto, siendo
ya descartable cierto tipo de estudios verificables, que con frecuencia se
encuentran en el ámbito de la investigación universitaria colombiana. Me refiero
en la psicología, por ejemplo, a la insistencia de si una sustancia, o condición
influye o no en capacidades como la memoria o el aprendizaje. Ya en la
consecución de nuevos conocimientos en un contexto tan sui generis como el
nuestro, las cosas podrían ser mucho más constructivas y valiosas, tanto para el
estudiante, para universidad, como para la sociedad colombiana misma. De hecho
si algo valioso tiene el conocimiento es la posibilidad de que sirva mínimamente a
quien lo produce, en este caso el productor es un representante de la sociedad y
es la sociedad representada la que debe beneficiarse de los frutos. Insistiendo, en
que si el conocimiento es contextual, la verificación debería igualmente serlo; no
es posible verificar un conocimiento en contextos distintos bajo esta óptica. La
propuesta específica que hago con respecto a la investigación, desde la
universidad colombiana, es aquella de que debe apuntar al descubrimiento y
creación de nuevos saberes. Investigar debe ser la consecución del nuevo saber.

Pero la consecución de nuevos saberes no implicaría de hecho, hacer una tábula


rasa de lo existente en otros contextos o en nuestro contexto. Si algo justifica el
acercarse a otros conocimientos, sean propios o extraños, es la medida en que
limpia el camino y permite acercarse a un nuevo tema de investigación, a un tema
relevante. Como diría el profesor Vasco, puede que el problema esté bien
planteado pero si carece de relevancia, no es un problema. Y la relevancia ante
todo viene dada en su inexplorabilidad y beneficio que pueda aportar su solución.
El descubrir que, aquello que uno creía un problema es realmente un problema no
resuelto es el principio de toda investigación, siendo ahí donde se puede entender
la importancia de conocer el estado del arte. En la actualidad la mayoría de las
investigaciones universitarias carecen de significado, o pierden su significado,
porque fácilmente se descubre que el problema resuelto, ya se había solucionado
mucho antes. La poca revisión bibliográfica, -pues este es un mundo escrito y
conocimiento que no se escribe está muerto académicamente- imposibilita la
profundidad en la investigación colombiana y la credibilidad en la misma.
(lacónicamente tenemos que confesar que nuestro mundo universitario está
plagado de intelectuales que no leen, que siguen anclados en la tradición oral). Es
ahí a donde debemos apuntar, a la rigurosidad de la revisión bibliográfica; y es
48
bien sabido que en este momento es mucho lo que se ha escrito, -aunque los
colombianos no escribamos-, como para lograr una completa o al menos
exhaustiva revisión bibliográfica en seis meses. Si deseamos mejores problemas
a resolver, se hace necesario que las revisiones sean completas o a lo sumo
suficientes, y apunto, esto tal vez se logre, cuando el estudiante dedique, al
menos, tres años de su formación universitaria a la revisión de textos que refieran
a la creación de su problema a resolver.

A lo anterior debemos sumar que una investigación no es una petición de


principio. Y con los lineamientos que se manejan en los trabajos de grado, toda
indica que lo que se hace aquí es aferrarse a dicha falacia, encontrar lo que ya
encontrado. Plantear un objetivo general en una investigación debe ser tan
general, que realmente permita encontrar algo nuevo. Plantear el final antes de
empezar no es propiamente investigar, a menos que el final sea incierto. Y si es
aberrante plantar un objetivo general a una investigación, pues tal vez el único
objetivo válido sería el de investigar; es mucho más pernicioso plantear objetivos
específicos. El objetivo único de una investigación es resolver el problema;
determinar los pasos, procedimientos, tiempos, y movimientos, con seguridad, lo
único que conlleva es la solución parcial o sesgada del mismo. Señalo que podría
ser mucho más rentable para todos, describir el proceso que llevó al desarrollo de
la solución de la pregunta, a posteriori. No se cómo puede decirse lo que se va a
hacer cuando no hay seguridad de lo que se va encontrar. El camino a la solución
del problema dicta la metodología, los objetivos específicos y los instrumentos a
utilizar. No es que no se pueda describir los objetivos específicos, las
metodologías, las técnicas y los instrumentos; claro, se haría necesario pero al
final, cuando ya el camino fue recorrido y se está entregando un informe de lo que
se hizo. Esto no podría suceder antes de empezar a investigar. Que buen ejercicio
podría llevar a un estudiante el constatar cuántas hipótesis (H1) no son verídicas
en cada una de las monografías de grado. Si llegará a la conclusión de que el
70% de las hipótesis (H1) son verídicas tendríamos que confesar que todo lo que
piensa el estudiante universitario es verdad, o que simplemente se está
asumiendo la investigación como una petición de principio.

Un punto más a tener presente es la teorización de un problema, o la vinculación


de la práctica con la teoría. Normalmente, el estudiante tiende a confundir un
marco teórico con la referencia a estudios hechos previamente por otros sobre el
tema en cuestión. La referencia a otros estudios, o, a explicaciones de un estudio
anterior desde un modelo teórico particular, no es un marco teórico. Esto es lo que
se conoce como marco de referencia; un marco teórico es la exposición clara de
un teoría o las teorías que van a dar lugar a la comprensión y explicación de la
realidad (problema) que trabaja o piensa trabajar el investigador. La famosa
¨colcha de retazos¨, que tanto se crítica en los trabajos de grado se ocasiona en la
confusión que tiene el estudiante sobre lo que es un marco referencial y sobre lo
49
que es una teoría. De hecho un marco referencial tampoco versa sobre la
recolección inocente y desorganizada de datos concomitantes con un tema de
investigación, las referencias deben tener un fin determinado y esa determinación
es lo que dará lugar a cada uno de los datos que se utilicen o se descarten. En
psicología, donde es normal encontrar cualquier cantidad de teorías, y dentro de
ellas cualquier cantidad de modelos, sería inagotable el ubicar un problema en la
teoría psicológica. Por tanto la opción será ¨jugárselas¨ por una teoría, un modelo,
o las teorías que más se acerquen a su gusto o preferencia. Quisiera decir que la
elección se hace por veracidad o efectividad, no obstante, creo que, desde la
psicología todavía no podríamos hablar en estos términos. El juego parte de la
seducción que haga determinada teoría psicológica al estudiante y el
enamoramiento empieza mucho antes de empezar la carrera.

Un punto más a tener presente en la investigación en pre-grado es la necesidad


de divulgar lo encontrado. Conocimiento que no se comunica, que no circula no
existe. Y la falla se encuentra en el mismo comienzo de exponer las ideas de lo
encontrado por escrito. A nuestro estudiante universitario le ¨duele¨ expresarse de
forma escrita; es paradójico, encontrar a una persona que ha pasado toda su vida
en la escuela, tan imposibilitado para plasmar sus ideas por escrito. Si antes hacia
mención al analfabetismo consensual asumido por intelectualismo en Colombia,
ahora me refiero a la incapacidad que muestra el estudiante que finaliza el pre-
grado para trasmitir a otro sus ideas de forma escrita. Por tanto, aunque parezca
superfluo, el universitario debe corregir esta falla, y hacer del discurso escrito su
forma básica de comunicación, si desea aportar como investigador desde el
mismo pre-grado.

50
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