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Se
caracteriza por típicas manchas en la piel de color rojo (exantema) así como fiebre y un
estado general debilitado. También puede, en algunos casos de complicaciones, causar
inflamación en los pulmones y el cerebro que amenazan la vida del paciente.
El sarampión usualmente dura de 4–12 días, durante los cuales no hay síntomas. Las
personas infectadas permanecen contagiosas desde la apariencia de los primeros
síntomas hasta los 3–5 días después de la aparición del sarpullido.
El virus penetra en las células epiteliales de la mucosa de las vías respiratorias altas,
como la orofaringe o, con menos frecuencia en la conjuntiva de los ojos. El virus llega
al tejido linfoide y reticuloendotelial local en menos de 48 horas: amígdalas, adenoides,
timo, bazo, etc. y al resto de las vías respiratorias altas, donde se reproduce originando
una viremia inicial asintomática durante los primeros 4 días del contagio. Esto es por lo
general acompañada de una breve aparición del virus en la sangre. Después de unos 5-7
días hay una segunda viremia, con la consiguiente infección de la piel y las vías
respiratorias. Al décimo día del contagio se inicia la respuesta inmune del huésped y la
producción del interferón, que disminuyen progresivamente la viremia, y aparece la
erupción con el exantema característico y otro síntomas como tos y bronquitis aguda
que definen el período exantemático de la enfermedad.
El organismo se defiende sobre todo con una inmunidad de tipo celular: los linfocitos T
citotóxicos y las células asesinas naturales. Los pacientes con inmunidad reducida,
sobre la base de un debilitamiento de esta parte del sistema inmune, tienen un alto
riesgo de infección por sarampión grave. Sin embargo, se ha demostrado que un sistema
inmune debilitado, que abarca el área del sistema inmune humoral y no el celular, no
conduce a un mayor riesgo de enfermedad. Con el inicio de las erupciones, aparecen
anticuerpos, primero de la clase IgM y posteriormente de la clase IgG.
Otro síntoma es la Exantema que aparece tres o cuatro días después de comenzar la
fiebre, es una erupción cutánea de color rojizo que desaparece al presionar con el dedo.
El característico exantema del sarampión es descrito como una erupción generalizada,
maculopapular, que comienza 2-3 días después de la aparición de la fiebre y de la
sintomatología catarral. Aparecen primero detrás de las orejas, se extiende luego
progresivamente a la frente, mejillas, cuello, pecho, espalda, extremidades superiores,
abdomen y, por último, a las extremidades inferiores, por lo que se dice que el brote
sigue una dirección de cabeza a pies, con discreto picor. Al tercer día, el brote palidece;
al cuarto, se vuelve de color pardusco, ya no se borra con la presión y la piel tiende a
descamarse; desaparecer en el mismo orden que apareció. Por esa razón se suele decir
que el salpullido se "mancha", cambiando de color de rojo a café oscuro, antes de
desaparecer.
Las complicaciones con el sarampión son relativamente comunes, que van desde la
habitual y poco grave diarrea, a la neumonía, encefalitis, ulceración córnea que llevan a
abrasión córnea.17 Las complicaciones son generalmente más severas en los adultos que
se contagian por el virus.
Las erupciones suelen mostrarse uno o dos días después del contagio. Junto a las
manchas rojizas, los síntomas de la rubéola son bastante similares a los de un síndrome
gripal, con malestar general, fiebre poco intensa, enrojecimiento de los ojos, dolor de
garganta (faringitis) e inflamación dolorosa de ganglios alrededor de la nuca y en la
región posterior de las orejas; conjuntivitis.4
Mientras que en los niños la rubéola suele revestir escasa gravedad, acompañándose
algunas veces de otitis (infecciones de oídos), es más frecuente la complicación de la
enfermedad entre los adultos que la padecen, que pueden sufrir otras patologías más
graves provocadas por bacterias, como neumonía o encefalitis (en uno de cada 1000
casos). Esta última consiste en una infección que afecta al cerebro y conlleva un riesgo
inmediato de coma, retraso mental a largo plazo, epilepsia e incluso muerte del paciente.
El diagnóstico de la rubéola es difícil ya que las erupciones en la piel suelen ser poco
intensas y de escasa duración. No obstante, se puede conocer mediante un análisis de
sangre (serología) si la persona ya ha padecido la enfermedad y por tanto es inmune.
Uno de los principales exámenes de laboratorio que se realizan son IgM e IgG. y la
prueba del hemograma
Los bebés con este síndrome pueden presentar bajo peso al nacer, diarrea, neumonía y
meningitis. Las primeras 8 semanas de gestación son las más susceptibles para el
embrión, con mayor probabilidad de defectos congénitos, ya que es una época muy
importante del desarrollo prenatal, con numerosos órganos y sistemas en plena
formación, que pueden verse dañados por el virus.
Los especialistas recomiendan que las mujeres en edad fértil estén inmunizadas contra
la enfermedad para evitar el "Síndrome de rubéola congénita",6 o someterse a un
análisis antes del embarazo con el fin de detectar la presencia de anticuerpos (defensas)
contra la rubéola. La vacuna no se debe administrar durante el embarazo ni en los tres
meses anteriores a la concepción y las mujeres embarazadas deben mantenerse alejadas
de personas con rubéola.