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AMAR LO IMPÈRFECTO

El amor en la Pareja

“Escribir es tratar de entender” Clarice Lispector

Únicamente se puede amar lo imperfecto.


Las madres perfectas no existen y eso asegura la
salud de los hijos, que muchas veces avanzan,
crecen y aprenden justamente por las “grietas” de
la madre.
Lo mismo ocurre con la pareja, sólo podemos amar
a una pareja imperfecta, humana, porque la pareja
ideal nos haría sentir absolutamente pequeños y sin
espacio para aportar nada de lo nuestro, ni crear.
En la imperfección del otro hay un espacio de
acción, de aceptación y de comunión desde lo
humano.
Entramos a una relación de pareja desde la
vulnerabilidad, y en nuestro corazón llevamos a
nuestros padres, imperfectos.
El afán de perfección, y el control que ello implica,
oculta las ansiedades provocadas por el sentimiento
de desamparo infantil e inseguridad.

Por eso mismo una clave para las parejas es ver lo


esencial del otro, reconocerlo. Verlo completamente,
a él (ella) y su circunstancia, de dónde viene, qué
ha ocurrido antes, qué río de historia lo trajo hasta
aquí frente a nosotros para compartir un tramo de
nuestro camino de vida. Qué intercambio sí es
posible entre nosotros dos y a qué cosas debo
renunciar en esta relación.

Aceptando y reconociendo lo que es, es decir, la


realidad y nuestro vínculo con ella, es que podemos
tomar la vida en su plenitud.
Y tomar la vida en su plenitud es nuestra única y
primordial tarea. Es la forma de honrar la vida que,
como sea, nuestros padres nos dieron.
Digo “como sea” porque aquí intentamos excluir
todo juicio o crítica, en principio, de cómo nos fue
dada la vida, o qué ocurrió entre ellos.
Voy más allá: ni siquiera importa, para el hecho de
que yo esté viva, si hubo verdadero amor entre
ellos.
Hubo sexo, y eso basta.
Y ellos tuvieron el coraje de rendirse por unos
segundos, a algo superior a ellos dos y sus
voluntades, se rindieron a un impulso de vida, y eso
generó mi propia vida.
Por eso al tomar la vida tal cual nos fue dada, sólo
deberíamos enfocarnos en ese hecho abstracto,
luminoso y potente, y no en toda la caterva de
palabras, imágenes, juicios, proyecciones y
expectativas irreales que a veces nos entorpecen
esta mirada simple y justa de nuestro origen: dos
personas que se rinden a una fuerza mayor y se
arriesgan a dar vida. Como una luz que los
atraviesa y que llega a mi, me hace a mi, soy yo
misma.
Eso es “tomar la vida”, expresión que utilizamos
muy a menudo en el marco de las Constelaciones
Familiares.
Respirar, aspirar profundo e internamente decir sí a
lo que me fue dado, para poder tomar
responsabilidad de mis elecciones futuras en
libertad, y con la responsabilidad y el amor que esté
a nuestro alcance.
Y no se trata de una posición pasiva, todo lo
contrario, recién desde esa base, es que podemos
realizar los cambios que necesitemos para tener una
vida más plena, y para, por ejemplo,
“desidentificarnos” de aspectos negativos de
nuestros padres o abandonar implicaciones
familiares que nos dejan afectivamente atados a
hechos y relaciones del pasado, sucesos ocurridos
en nuestra familia que no han sido bien resueltos o
“cerrados” (en el sentido gestáltico). Y que
nosotros, generaciones después y movidos por un
“amor ciego”, tendemos a repetir. “Traemos” esos
sucesos al presente con el anhelo infantil de
denunciar, hacer justicia, integrar algún hecho o
persona que fue excluida, y lo hacemos mediante
síntomas, repeticiones, fracasos… en fin, una serie
de “actuaciones” que nos alejan de nuestra vida real
y presente, nos sacan poder y libertad.

La pareja implica una renuncia, por un lado es un


momento de culminación, pero por el otro significa
renunciar a las expectativas infantiles de afecto y
seguridad. Estar en pareja es también arriesgarse,
dar un salto al vacío, a un nuevo escenario del
amor, en el que otras cosas entran en juego, muy
distintas a las que pusimos en juego anteriormente
en la relación con nuestros padres y familia de
origen.
La paradoja es que la mayor parte de los conflictos
de pareja justamente tienen que ver con la
traslación de aquellos mecanismos arcaicos a la
relación actual.
Otro escenario, mismos fantasmas.
Los traumas infantiles, las expectativas no
cumplidas, se reflejan en la relación de pareja. Por
eso cuando vemos relaciones muy “tormentosas”
tendemos a pensar que lo que está en juego allí es
algo del pasado no resuelto y reactualizado en la
pareja. Incluso nuestra elección de pareja a veces
se basa en esta necesidad de saldar algo con
nuestros padres. En los pliegues de aquella persona
amada se esconde la potencialidad de proyectarle
aspectos de mi padre o madre, para recrear fuera
de tiempo una situación anterior. Y todo esto con la
ilusión infantil de que esta vez, funcione, que yo
obtenga lo que quería o que pueda curar alguna
vieja herida. Pero lo único que hago es repetir y
repetir, alejando cada vez más a la persona que
tengo delante (mi pareja) sintiendo más extrañeza,
porque dejamos de ver quién es realmente esa
persona, en todo este proceso
Claro que nunca funciona.

Entonces exigimos demasiado a la pareja,


olvidamos que la pareja es solamente un área de
nuestra vida. En el máximo de esta confusión
empezamos a pedir cosas a nuestra pareja que en
realidad son reclamos disfrazados a nuestros
propios padres. La pareja entonces se siente
desbordada con esos reclamos que son demasiado
exigentes o simplemente imposibles de complacer.

Entregarse en una relación de pareja implica mirar


al otro hasta VERLO completamente.
Y verlo completamente nos coloca en la posición de elegir.
Y cuando elegimos estamos diciendo algo así como
“bien, hay cosas que serán posibles entre nosotros
y las recibo en mi corazón. También sé que hay
cosas que no serán posibles entre nosotros, y
renuncio a ellas por nuestro amor”.

En toda pareja debería haber un equilibrio entre el


dar y el tomar de cada uno. Si uno sólo da y el otro
sólo recibe (esto sería un extremo) el que recibe no
se siente a la altura de su pareja, y tenderá a irse,
ser infiel, o hacer lo posible para que falle. Y por
otro lado el que da, con su imposibilidad de recibir,
quedará solo reforzando su idea de que nadie puede
complacerlo, simplemente porque (por ejemplo) es
demasiado exigente y nunca se entrega
verdaderamente en una relación. Entonces queda
escondido tras el “generoso” gesto de dar. Uno
agobiado y el otro exhausto y sólo, van camino a la
separación.
Sólo un equilibrio en estos aspectos e ir rotando en
estos roles, dan el movimiento y la salud necesaria
para una relación.
Es decir: uno no puede dar más de lo que el otro
puede “tomar”, y no puede tomar o pretender
recibir más de lo que el otro pueda dar.
Esto implica una limitación en la relación de pareja,
y el reconocimiento de esta limitación calma (otra
vez) los anhelos infantiles e irreales.
De modo que cuando uno pide algo a su pareja
debería tratarse de un pedido sencillo, fácilmente
decodificable y concreto, de modo que el otro no se
vea exigido a adivinar, suponer, interpretar los
deseos de su pareja.

Pero a veces las parejas vienen de otras relaciones


anteriores, familias anteriores. En este caso es
importante abandonar al sistema anterior. Siempre
el más importante es el sistema creado por último.
La última esposa (o esposo) es más importante que
la anterior o las anteriores. Pero para que esto sea
así, debemos reconocer, valorar, honrar a los que
me precedieron.
(En este punto me sigo refiriendo a las relaciones de
pareja, y por el momento excluyo el tema del lugar
de los hijos)
Porque los que me precedieron, de alguna manera,
dejaron un lugar para que yo lo ocupe actualmente,
y ninguna relación es posible sin esta conciencia de
los anteriores, que de alguna forma continúan
formando parte del sistema actual, aunque con una
jerarquía diferente.
De modo que la primera pareja es siempre la
primera pareja, y eso debe ser tomado así.

Otra de las situaciones que vemos frecuentemente


en las constelaciones familiares de pareja, son las
dificultades que tienen para entregarse a una pareja
tanto las “niñas de papá” como los “niños de
mamá”.
¿De qué se trata?
Sabemos que el amor de los niños por el sistema
familiar y su pareja de padres es muy grande, tan
grande que hacen muchos movimientos con la
mejor intención de que todos se mantengan unidos
y tenidos en cuenta. A muchos de estas acciones de
los niños, las vemos como movidos desde un “amor
ciego”.

Si la madre no está disponible para el padre, la hija


de alguna manera “cuida” al padre, va ocupando el
lugar de madre al lado del padre… y así no hay
lugar para una pareja para ella. Este movimiento en
principio lo hace basada en un sentimiento de amor,
para intentar lograr un equilibrio en la pareja de
padres y de ese modo que la pareja no se rompa. A
ellas las llamamos “hijas de papá”.
Pero si el que no está disponible es el padre, el niño
se queda al lado de la mamá. Y la manera de
permanecer profundamente al lado de la madre es
no concretar ninguna pareja. Entonces puede ser
que elija hombres como parejas, o que sea
extremadamente mujeriego, etc. En todo caso son
muy seductores porque conocen bien el mundo
femenino, el mundo de su madre del cual no
terminan de salir.
Es común que una “niña de papá” forme pareja con
un “hijo de mamá” porque de esa manera en
realidad no abandonan sus sistemas familiares
originarios. Es una relación de cuatro personas.
Joan Garriga (terapeuta gestáltico español y
constelador familiar) desarrolla algunos puntos que
considera claves para el desarrollo de una pareja y
que quiero reseñar aquí, brevemente:
1) que fluya, que sea fácil. Caracteres demasiado
apasionados, atormentados, etc, esconden niños
haciendo reclamos a sus padres.
2) naturalezas compatibles
3) que sean compañeros, que puedan contar uno
con el otro en buenos y malos momentos.
4) que haya confianza, saber que el otro me cuidará
cuando lo necesite y cumplirá con sus compromisos.
5) desear espontáneamente que el otro sea feliz, en
vez de desear que el otro me haga feliz o que yo
haga feliz al otro.

También habla de etapas:

Enamoramiento
Es la etapa en que no nos vemos completamente,
vemos una ilusión o una parte de la realidad de
otro, la que encaja en nuestra necesidad de ese
momento. La otra persona nos moviliza mucho
afectivamente, y en ese “movimiento” no logramos
verlo claramente.

Realidad
Abrimos los ojos a la realidad cuando empezamos
ver a la otra persona en todo su contexto,
ensanchamos la mirada hacia aspectos que no
habíamos percibido al principio y que ya no nos
gustan tanto, no nos “movilizan” tanto, al
quedarnos un poco más “quietos” enfocamos mejor
la mirada.

Compromiso
Este es un momento crucial. Antes de esta etapa se
producen la mayoría de las separaciones. Pero si
veo al otro y logro aceptarlo en toda su realidad,
hago un nuevo compromiso que es seguir juntos
ahora sabiendo quien es y qué puede dar, y a qué
cosas puedo renunciar, qué expectativas estoy
dispuesta a dejar en el camino.
“Entre nosotros hemos creado algo que tiene más
peso que nuestras parejas anteriores y nuestra
familia de origen”

Entrega
Esta etapa es la consecución de la anterior, al tomar
ese compromiso, esa decisión, hago un nuevo
movimiento: tomo a mi pareja tal como es y me
entrego a ella, y al hacerlo también me entrego a
aquello que la dirige, a una fuerza superior a cada
uno de nosotros.

Al comprender todo esto que aquí desarrollamos,


claramente queda derribada la ilusión de que en la
pareja existe algo así como el “amor incondicional”.
El amor de la pareja está condicionado a la
necesidad de un cierto equilibrio entre pares. El
amor incondicional sólo puede darse de padres a
hijos.
Para estar en pareja debemos renunciar a todas
nuestras imágenes internas y aprendidas de “cómo
debería haber sido” para entregarnos a una
corriente nueva, desafiante y amorosa.

CONSTELACIONES FAMILIARES PARA PAREJAS

En las constelaciones familiares orientadas a las


relaciones de pareja, podremos ver las dinámicas
ocultas que están detrás de las dificultades para
permanecer en pareja, o para crear una relación de
pareja. Qué lealtades afectivas nos impiden avanzar
en este terreno. Y también repasar los “órdenes del
amor” tan bien descritos por Bert Hellinger, según el
cual el amor necesita de cierto respeto a algunas
“jerarquías” para que cada integrante de la familia
tenga un lugar de fuerza y salud. Así como el agua,
necesita su cauce claro.

Brevemente las repasamos, una vez más:

-Si bien la pareja actual es la importante, deben ser


tenidas en cuenta las anteriores, y respetar el orden
de cada una (la primera esposa siempre lo será, y la
segunda no debería ocupar ese lugar)

-todos los integrantes de una familia son parte, es


decir, tienen el mismo derecho a la pertenencia, y la
exclusión de alguno de sus integrantes deja la
brecha abierta para que otro tome su lugar y
mediante enfermedades, síntomas etc reclame su
inclusión en la conciencia familiar.

-entre los hijos también hay un orden, y es el orden


en que nacieron, sólo que para la teoría sistémica
todos son hijos, incluso los no nacidos (ya sea por
abortos o por embarazos que no llegaron a
término). Si una madre tiene dos hijos nacidos y
dos abortos, internamente ella tiene cuatro hijos. El
no reconocimiento (por parte de la madre) de los
hijos no nacidos provoca ansiedad, y otro tipo de
trastornos en los hijos nacidos, principalmente los
que nacieron luego de estos embarazos
interrumpidos.

“en la pareja nos despedimos de nuestros padres,


crecemos, dejamos de ser niños”
Joan Garriga

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