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La democracia en Ecuador

05 de enero de 2013 - 00:00

La democracia, por un lado, es un sistema político, una forma de Estado, pero por otro,
es una determinada forma de vida civil y social. Para que ambas concepciones se fundan
en una se requiere que la mayoría de los miembros de una sociedad se comporte como
ciudadanos demócratas, como personas conscientes de sus derechos, responsabilidades
y deberes, como miembros activos de una sociedad y de un Estado, es decir, que
correspondan a valores propios de una cultura democrática solidaria. No puede haber
democracia sin demócratas, no puede haber demócratas sin formación política, para ello
se requiere una formación política permanente, más allá de la educación cívica y del
estudio científico de la política, que se practica en la democracia, comprometida con un
proyecto político o con una causa social determinada, en el contexto de fortalecer y
profundizar los procesos democráticos. Conceptualmente la democracia es el sistema de
gobierno en el cual la soberanía del poder reside y se sustenta en el pueblo (la voz de
Dios), y es él quien puede cambiar o ratificar su voluntad en las urnas en las siguientes
elecciones populares; y uno de los pilares fundamentales de la democracia es la
separación de los poderes del Estado, cada uno de ellos es independiente y existe un
control constante de uno sobre el otro, para evitar los casos de corrupción o ilegalidad
en el sector público y privado. En una democracia libre, independiente y soberana no se
desarma a la población (sometimiento), en la Constitución norteamericana se garantiza
el uso de las armas para que la ciudadanía se proteja de la delincuencia y del
totalitarismo, no existe centralización de las funciones del Estado (regionalismo del
poder), no se ataca a los medios de comunicación (mordaza e impunidad), no se deja
libre a los presos sin sentencia (incremento de la delincuencia), no se viola el sigilo
bancario de los clientes para efectos tributarios, no se viola la Constitución de la
República (tiranía), no se estatiza la producción privada (comunismo), no se interpretan
las leyes políticamente para beneficio personal (autocracia), no se utiliza la demagogia
como solución de las problemas sociales del país (parche político), no se utilizan los
recursos, fondos y bienes del Estado en campañas políticas (abuso del poder), no se
persigue a la oposición que no está de acuerdo con las decisiones y medidas tomadas
(persecución política), no se crea más burocracia privilegiada (ministerios de asesores) y
gastos de publicidad política innecesarios e improductivos para el país (despilfarro de
fondos públicos) y no se utiliza a la justicia en juicios fraudulentos y políticos (justicia
politizada). Para que una democracia sea libre e independiente con éxito económico,
político y social, debe existir libertad de empresa (libre competencia), libertad de
expresión (participación ciudadana), libertad de comunicación (derecho a la resistencia),
seguridad jurídica, inversión y confianza extranjera (crecimiento económico), rendición
de cuentas sobre los recursos, fondos, bienes y contratos firmados con el Estado
(fiscalización de Contraloría), respeto a la vida y a los derechos humanos y laborales
(conciencia social), cumplimiento de los debidos procesos electorales y judiciales
(legislación soberana), independencia política, ideológica y operativa para manejar el
Estado (sin sometimiento), paz y tranquilidad ciudadana y bienestar comunitario (el
buen vivir), reconocimiento del triunfo político de la oposición (democracia), rechazo al
fraude de cualquier línea política (transparencia), sanción para los responsables de los
actos de corrupción con fondos públicos, sanción para los que violan las leyes y la
Constitución de la República (justicia despolitizada), rehabilitación penitenciaria
(justicia social) y un sistema de control del medio ambiente para preservar los recursos
naturales y garantizar la buena salud de las personas (protección humana). En Ecuador
se está tratando de construir un nuevo sistema democrático partiendo de cero como se
hizo con el Municipio de Guayaquil (asesor jurídico), pero sin embargo se quiere
sembrar un caos para convertirnos en una especie de Angola sudamericana, los
crímenes públicos y el narcotráfico están ganando espacio en el país, situación que es
manejada por los altos círculos del poder oculto que están vinculados con ciertas
autoridades que han permitido su existencia, por lo que debemos luchar como sociedad
civil para terminar con dicho poder y establecer un ambiente de progreso y bienestar
ciudadano. La educación política ecuatoriana sigue estacionaria, se continúa con la
misma práctica electorera que no ha variado en absoluto en los últimos años, sin que se
haya incrementado la independencia política, solo varían quienes dan los consabidos
encendidos discursos contra sus mayores opositores políticos y no para nada la solución
de los problemas del país y de la ciudadanía, en el campo de la práctica y de la realidad
nacional. Deben resolverse los problemas políticos estructurales de la democracia
ecuatoriana, para lograr un mejor nivel de desarrollo económico y social, que permita
superar la pobreza y garantizar el progreso sostenido del país y su bienestar ciudadano.
Reflexiones: ¿En democracia debe existir independencia de los pobres del Estado?
¿Deben cumplirse transparentemente los procesos electorales y judiciales para que
exista una democracia libre, independiente y soberana? ¿Deben existir libertades
humanas en una democracia independiente y libre? ¿En una democracia se debe respetar
los derechos humanos, laborales y la vida privada de la ciudadanía? ¿En una democracia
debe haber libre competencia de empresa y mercado? ¿En democracia el pueblo decide
a través de su voto el destino del país y el bienestar ciudadano? ¿En democracia se
sanciona a los responsables que violan las leyes y la Constitución de la República? ¿En
democracia prevalecen los intereses del país y de la ciudadanía sobre los políticos y
personales? ¿En democracia la fuerza pública debe ser obediente y no deliberante? ¿En
democracia debe informarse anualmente el monto de lo presupuestado de lo civil y no
civil financiado por el Estado? ¿En democracia debe informarse anualmente los
resultados de la situación económica, política y social del país? Atentamente Ángel
Calderón

Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la


siguiente dirección: https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/cartas/1/la-democracia-en-
ecuador
Si va a hacer uso de la misma, por favor, cite nuestra fuente y coloque un enlace hacia la
nota original. www.eltelegrafo.com.ec

PRESUPUESTO Y DEMOCRACIA
Una regla de oro sobre el manejo del presupuesto público es que mientras más control
tenga el Ejecutivo, y específicamente el Ministro de Hacienda, sobre el proceso,
mejores son los resultados. Si ese control se pierde y se traslada al Congreso o
directamente a la ciudadanía, más difícil resulta el manejo fiscal y mayor el peligro de
que se vuelva un factor desestabilizador. Pero, desde otro punto de vista, darle a la
ciudadanía injerencia directa en el proceso de formación, decisión y control del
presupuesto es un avance mayúsculo en democracia participativa. Lamentablemente,
también puede ser un retroceso peligroso en materia de manejo fiscal y estabilidad
macroeconómica.

Ese dilema entre democracia y macroeconomía causó mucha ansiedad durante la discusión de
la Constitución de 1991 y ha estado permanentemente presente en la discusión sobre la
descentralización. Ahora vuelve a cobrar mucha importancia con motivo del referendo. La
pregunta número 4 de este proyecto se refiere a la forma como podrán influir las
corporaciones públicas y la ciudadanía en la preparación y la ejecución de los presupuestos en
los órdenes nacional y territorial. Consagraría el derecho de las comunidades para intervenir
mediante audiencias públicas en la preparación del presupuesto de inversión y definiría la
forma como las bancadas parlamentarias de los departamentos tendrían voz y voto en este
proceso.

Los abogados hacendistas y algunos economistas consideran que cualquier discusión del
presupuesto con la gente y con los parlamentarios que implique llegar a acuerdos o hacer
compromisos con ellos es contaminante, contraria al manejo fiscal prudente y un relajamiento
de las buenas costumbres. Infelizmente, esos prejuicios tienen algún fundamento. Pero no
tener en cuenta las preferencias de la ciudadanía y de los políticos tampoco es una práctica
deseable y no es democrática. Puede ser nocivo que el pueblo haga el presupuesto, pero no lo
es menos si lo hacen los técnicos sin tener en cuenta las preferencias y necesidades de la
gente.

La pregunta del referendo que nos ocupa podría representar un avance importante y ofrece la
oportunidad de revisar toda la metodología presupuestal. Las autoridades presupuestales han
sido excesivamente estrictas en recortar el presupuesto de inversión y muy laxas en cuanto al
tamaño del presupuesto de funcionamiento. En las audiencias ciudadanas van a encontrar
poca simpatía para esa actitud y bastante apoyo para recortar el gasto de funcionamiento.

Por otra parte, el presupuesto se debería elaborar cada año con borrón y cuenta nueva, sin
tener que cargar con los errores del pasado y dándoles prioridad a las necesidades de los más
pobres en la asignación de recursos. Las audiencias ciudadanas van a presionar en este
sentido. Otro punto a favor de la intervención ciudadana es el control de la ejecución por parte
de veedores designados por la comunidad. Uno de los costos más grandes de la programación
y la ejecución presupuestal actuales es que no se haga lo que se promete. Eso deja a la gente
colgada de la brocha, hace malgastar recursos y se desperdician oportunidades. Inducir sesgos
en el sistema a favor del cumplimiento es otro punto a favor.

Sin embargo, no hay que perder de vista en esta discusión que no hay soluciones que dejen
feliz a todo el mundo. Hacer un presupuesto implica definir prioridades y asignar recursos a
sabiendas de que hay unos que ganan y otros que no se favorecen. Esa es la labor del Gobierno
y específicamente el papel del Ministro de Hacienda y el DNP. Después de haber oído a todo el
mundo, ellos son los que tienen que tomar las decisiones y cargar con la responsabilidad. La
clave para que esta innovación que se propone en el referendo no sea el germen de un futuro
despelote macroeconómico es que la nueva ley orgánica de presupuesto preserve el poder del
Ejecutivo, en especial del Ministro de Hacienda, para mantener el orden. Lo malo es que el
Congreso es el que tiene que decidir esto.
REQUISITOS DE LA DEMOCRACIA MODERNA

(Publicado en "Justicia y Libertad", Revista de la Asociación de Magistrados y


Funcionarios Jubilados y Pensionados del Poder Judicial de la Provincia de Buenos
Aires, Nº 34, La Plata, diciembre de 2013, págs. 21 á 28)

La Democracia

Recientemente, se cumplieron 150 años del famoso discurso de Gettysburg, en el que


Abraham Lincoln, por entonces presidente republicano de los Estados Unidos (1861-
1865), definió la Democracia como el "gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo", del que vaticinó que "no desaparecerá de la Tierra". Lo hizo al inaugurar el
Cementerio Militar Nacional en el campo de batalla de Gettysburg (Pensilvania) el 19
de noviembre de 1863, durante la Guerra de Secesión (1861-1865). Es importante
recordar que Lincoln lo hizo invocando la historia de su Nación, los "padres
fundadores", y los valores supremos de libertad e igualdad, con lo que todo quedó
incluído en el concepto.

Desde entonces, la Democracia sufrió muchos embates, en los que se la cuestionó con
distintos argumentos pero, en nuestros días, goza de pleno consenso en todo el mundo.

En Argentina, donde en estos días -diciembre de 2013- se celebraron los 30 años del
restablecimiento de la democracia, encuestas recientes han revelado una aceptación de
esa forma de gobierno por el 88% de la población. Ese alto porcentaje afirma que la
democracia es el mejor sistema.

Actualmente, lo que está en debate no es la democracia, sino la calidad de la misma,


incluso su concepto, y cuáles son los requisitos y presupuestos básicos para su
existencia.

En el presente trabajo, me ocuparé del tema de los presupuestos o requisitos básicos de


la democracia, aunque, por razones de espacio, sólo enumeraré algunos de ellos, que
desarrollaré más adelante, con mayor amplitud.

Ante todo recordemos que el término democracia proviene del griego clásico, del siglo
V a. C. δημοκρατία y los vocablos δῆμος (pueblo) y κράτος (poder o gobierno).

El primero que clasificó las formas de gobierno fue Heródoto, luego lo hizo Platón, y
finalmente Aristóteles, cuya sistematización se siguió usando durante milenios.

Aristóteles, tras el estudio de más de 158 constituciones, consideró que las formas de
gobierno podían ser divididas en 2 grupos: las puras, y las impuras ( ).
En la primera categoría (puras) incluía: a) la monarquía, que es el gobierno ejercido por
una sola persona; b) la aristocracia, gobierno ejercido por una minoría selecta, los más
sabios; y c) la democracia, gobierno ejercido por la multitud o mayoría de los
ciudadanos.

En la segunda categoría (impuras, o viciadas por la corrupción, caracterizada por


gobernar en beneficio del propio gobierno, no del bien común de la polis), mencionaba:
a) la tiranía, gobierno de uno sólo; b) oligarquía, régimen político en que el poder es
controlado por un pequeño grupo de individuos o familiares; y c) demagogia, u
oklocracia, comportamiento consistente en halagar las aspiraciones populares para
obtener o conservar el poder o para acrecentar la popularidad.

Pero lo importante es que, según Aristóteles, en las tres variantes de la primera categoría
-las formas puras, o buenas, recomendables- el poder siempre está dirigido al interés
común, de todos los miembros de la polis, pues se gobierna para la utilidad pública.

Consecuentemente, Aristóteles ubicaba a la democracia entre las constituciones o


formas de gobierno que tienen en cuenta el interés general, y practican rigurosamente la
justicia (recordar que su maestro, Platón, dedicó a la Justicia el Libro Primero de la
"República").

Es decir que, en la democracia, el gobierno debe ser para todos, y en beneficio de todos.
En otra parte de su "Política", Aristóteles decía que la democracia es el gobierno de la
ley, no de los hombres; y que requiere libertad e igualdad ( ).

Sin perjuicio de ese concepto, de hace más de 2000 años, la democracia ha sido
entendida y definida de muchas formas. Así, el gran pedagogo Dewey, decía que
"democracia es más que una forma de gobierno; es primariamente una forma de vivir
asociado, de experiencia comunicada juntamente".

Por ello, creo que debemos entender a la democracia como un proceso en constante
evolución y perfeccionamiento, pues ha ido cambiando en su amplitud y características,
y varía según los tiempos y los países.

Así, no es igual la democracia del siglo XIX (que era gobernada, según Burdeau) que la
del XX (gobernante, según el mismo autor francés) o el XXI, que exige una
participación aún mayor.

En cuanto al país, no es igual la democracia en Suiza, Estados Unidos o Escandinavia,


que en América Latina. En los primeros, tiene una larga tradición, y ha realizado su
evolución y perfeccionamiento; en los segundos, se inició después de períodos
anárquicos y dictaduras.

Con las formas de gobierno ocurre como con las de Estado: en éstas, los estados
federales que se originaron en confederaciones, como Estados Unidos y Suiza, tienen
una descentralización efectiva, real. En Argentina, en cambio, donde si bien antes de la
Constitución de 1853 nos llamábamos "Confederación", en la práctica funcionábamos
como un Estado Unitario, porque todo el poder estaba centralizado en el gobernador de
Buenos Aires, Juan Manuel de Rozas.
Formas

Si la democracia es el gobierno del pueblo, surge de inmediato la pregunta sobre cómo


hace el pueblo para gobernar, y entonces aparece una primera clasificación: democracia
directa, democracia representativa, o democracia semidirecta.

Democracia directa es cuando el pueblo ejerce el poder por sí mismo, sin intermediarios
o representantes. El gobierno es el pueblo mismo, que dicta las leyes, las ejecuta y
aplica, no hay representantes. En la práctica, esta forma no ha existido nunca, porque,
como decía Rousseau, se necesitaría una sociedad integrada por seres perfectos,
mientras que los grupos humanos se componen con hombres imperfectos.

Lo que más se ha aproximado a esa forma ideal de democracia ha sido el sistema que
aplicaban los atenienses, en el siglo V antes de Cristo, en que las decisiones las tomaba
el pueblo reunido en la colina de Pnix. Allí se reunía, desde el siglo VI a. C., la
asamblea (Ekklesía) del pueblo ateniense. Sin embargo, había diversos gobernantes,
cargos y magistraturas, por lo que no era propiamente una democracia directa.

Otro tanto puede decirse en nuestros tiempos del "Landgemeinde" de algunos cantones
suizos de origen germánico: allí hay democracia directa, sí, pero un sólo día en el año;
durante el resto, gobiernan los representantes del pueblo.

La democracia representativa es aquélla en la que el pueblo no gobierna por sí mismo,


sino por individuos que elige a tal efecto. La mejor definición de la misma es la que
brinda la Constitución Argentina en su artículo 22: "El pueblo no delibera ni gobierna,
sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución".

Por su parte, la democracia semidirecta presenta diversos formatos, como el


referéndum, el plebiscito, la iniciativa popular, la revocatoria popular, etc.

La democracia moderna, después del surgimiento del constitucionalismo clásico, de los


siglos XVIII y XIX, en principio es representativa, pues no gobierna el pueblo sino sus
representantes.

Y esta democracia representativa es la que presenta interpretaciones más diversas en


cuanto a los requisitos que debe cumplir, por lo que me referiré exclusivamente a la
misma.

Así, pues, en el presente trabajo intentaremos dejar planteados algunos interrogantes:


¿qué se necesita para que exista una verdadera democracia? ¿es suficiente con que el
pueblo, periódicamente, ejerza el sufragio?

En otras palabras: si el pueblo vota con cierta periodicidad, con ese sólo requisito, ¿se
puede decir que hay democracia?

Una primera respuesta a ese interrogante es afirmativa: según ella, la democracia se


agota con la existencia de la designación de los gobernantes por medio del sufragio.
Desde esta perspectiva, la democracia se limita a la construcción de mayorías. Si hay
sufragio medianamente libre e igualitario, elecciones más o menos competitivas, hay
democracia. Esta concepción acepta como democracia que un grupo, o partido, o
persona, en la medida que haya sido elegida por el pueblo, puede acumular todo el
poder posible, sin límite alguno.

Pero hay otras opiniones, que consideran que se necesita algo más que el sufragio, y en
este caso el concepto de democracia está unido al concepto de república, es decir que se
entiende que la democracia debe ser republicana, y la república es necesario que sea
democrática.

En esta corriente, que es la que desarrollaremos aquí, se interpreta que la existencia de


mayoría de votos no alcanza, porque, si fuera así, Rozas y Hitler habrían sido
democráticos, por cuanto tuvieron un apoyo popular muy importante.

En otras palabras: el sufragio es el primer requisito para que exista democracia, pero no
es el único.

Y ello es así porque la democracia representativa requiere una doble legitimidad: de


origen y de ejercicio.

La legitimidad de origen se da por el sufragio universal, libre e igualitario.

La legitimidad de ejercicio existe cuando, quien obtuvo la legitimidad de origen, cumple


con otros requisitos esenciales.

En otras palabras: no sólo el acceso al poder debe ser democrático, también debe serlo
su ejercicio.

Ante todo, por la definición misma que daba Aristóteles, en que incluía a la democracia
entre las formas puras, en que se gobierna en beneficio de toda la comunidad. Y la de
Lincoln, que exige que sea un gobierno "para el pueblo", es decir, "todo el pueblo".

Recurriendo a algunas de las definiciones más aceptadas, en la democracia el ejercicio


del poder debe ser en beneficio de todo el pueblo, no sólo de la mayoría que votó a ese
gobierno, sino también de todas las minorías, por minúsculas que estas sean.

Además, la democracia no es un cheque en blanco en favor de los que son elegidos.

Esta es la idea que pretendemos plantear aquí: si un gobierno surgido del voto popular,
no se ejerce en favor de la totalidad de la población, (los que lo votaron, los que votaron
a otros, o que directamente no votaron), no existe democracia.

Estado y Gobierno

El elemento esencial para la democracia, la república y la Constitución, es que se


distinga claramente el Gobierno respecto del Estado, que estén bien diferenciados.
El Estado es una comunidad política íntegramente considerada, donde una población
está asentada sobre un territorio, con un gobierno y un ordenamiento jurídico-político
propios.

Consecuentemente, el gobierno es la institución o instituciones que detentan el poder


político del Estado; es sólo una parte, no es el Estado.

En los países con debilidad institucional, quienes asumen el poder consideran que
Estado y gobierno son la misma cosa y que además les pertenece. Esto significa retornar
a aquella frase atribuida a Luis XIV: "El Estado soy yo".

La equiparación entre ambos lleva a que pronto se identifique al Estado y al gobierno


con el gobernante, que se transforma en caudillo.

La secuencia llega a esta ecuación: 1) el jefe o caudillo es el gobierno; 2) el gobierno es


el Estado, y 3) el Estado es la Nación.

La consecuencia inmediata es que, al estar identificados, al ser considerados una misma


cosa, la crítica u oposición al jefe o caudillo, es igual que hacerlo con el gobierno, el
Estado y, finalmente, con la Nación. Esa identificación lleva necesariamente a la
dictadura, porque la discrepancia con el líder se transforma en traición. Ya no se puede
hablar de democracia, ni república, ni Constitución, porque todos estos conceptos están
encarnados en el caudillo.

Para que exista democracia, república y Constitución, se necesitan instituciones sólidas,


para que los gobernantes cambien, pero las burocracias estatales subsistan a los cambios
políticos.

En definitiva, no puede haber democracia cuando un grupo, (el gobierno, es decir unos
pocos) maneja el Estado (que son todos) como cosa y patrimonio propios de ese grupo.

La democracia es todo lo contrario de esa unificación: el Estado y el Gobierno deben


estar bien diferenciados; el gobernante no es el Estado sino un empleado del mismo, una
o varias personas que reciben un sueldo para ejercen el poder, porque sin el mismo no
puede haber Estado, pero deben cuidarse muy bien de no ceder a la tentación de
identificarse con él.

Presupuestos de la democracia

Para que se pueda afirmar que hay democracia, el gobierno debe ocuparse del bien de
toda la población, y deben respetarse los derechos y libertades para todos, por cuanto la
democracia es, por definición, para la totalidad de la población, no sólo para los que
gobiernan, ni para su grupo.

Consecuentemente, para que haya democracia, deben cumplirse muchos otros


requisitos. Enumeraremos algunos de los más importantes.
Tiene que estar garantizada la igualdad ante la ley; la igualdad es una premisa
insoslayable: debe existir no sólo la igualdad civil, en lo individual, sin
discriminaciones, sino también la igualdad política, en cuanto al acceso al gobierno, por
parte de todos los ciudadanos y de todos los Partidos Políticos.

Otro requisito íntimamente vinculado a la igualdad es la equidad, que también debe


darse en lo civil, social y político. Por ejemplo, en la competencia electoral, en cuanto al
financiamiento y el acceso a los medios de comunicación, independencia de los
organismos que organizan el proceso electoral, y el uso de los organismos y medios del
Estado.

Asimismo, la democracia está indisolublemente unida al Estado de Derecho, que, como


decía Norberto Bobbio, tiene "como principio inspirador la subordinación de todo poder
al derecho, desde el nivel más bajo hasta el más alto...".

Además, hay que aplicar una cultura democrática y una práctica democrática; se
requiere confianza de los ciudadanos en sus gobernantes, un mínimo de credibilidad
pública. James Bryce destacaba la importancia de la cultura y la práctica democráticas
en Suiza: "Quien hable con un campesino de Solothurn o de Glarus se quedará
asombrado de su dominio de los principios tanto como de su conocimiento de los
detalles. Es muy probable que tenga en su casa una copia de la Constitución Federal. Es
casi seguro que la aprendiera en la escuela. La Constitución ha disciplinado así su mente
tanto como el catecismo reducido educó a los campesinos presbiterianos de Escocia...Se
siente asimismo parte del Gobierno y generalmente parece que está imbuído de un
respeto que incluye hasta la misma letra del instrumento" "Así, el hombre democrático,
como diría Platón, gusta de leer y conocer su Constitución por sí mismo. Cuanto más
sencilla y sincera sea, mejor, pues de esta forma no necesitará explicaciones de nadie
más diestro que él." ( ).

Es imprescindible la libertad de expresión, y la posibilidad de cuestionar a quienes


gobiernan.

Íntimamente ligado a la libertad de expresión está el libre acceso a la información. El


gran politólogo español Jorge Xifra Heras señalaba la relación entre Democracia e
Información, y que, sin esta, la primera no puede existir. Más aún: clasificaba a las
democracias según la calidad de información, y el carácter esencial de la libertad de
prensa, de la que decía que, con todas sus debilidades y desviaciones, constituye un
reaseguro de información acerca de la vida social y de los asuntos públicos ( ).

Es imprescindible la posibilidad permanente de debate público y los límites al ejercicio


del gobierno.

También la ética pública y un bajo nivel de corrupción: la democracia es incompatible


con la corrupción, porque en la democracia el pueblo elije a los gobernantes para
manejar la cosa pública, no la particular de ellos. Como decía Karl Loewenstein, "la
defensa del Estado Democrático supone que no haya corrupción" ( ).

En cuanto al gobierno, debe ser ejercido con las limitaciones que establece la
Constitución, incluyendo el tiempo del mandato, y estar sometido a un permanente
control, porque el Estado es de todos; para ello, deben existir herramientas
contramayoritarias.

Los Partidos Políticos son imprescindibles, pero deben gozar de plena organización y
vida interna, mediante elecciones primarias abiertas, y competencia electoral entre ellos,
y un control de su financiamiento.

Debe respetarse a la oposición, y garantizarse su libre actuación.

La Constitución debe aplicarse en su integridad -no sólo en lo que conviene a quienes


ejercen el poder- porque es lo único que garantiza la libertad y la democracia.

Un peligro muy especial de la democracia es creer que no es importante el


cumplimiento de las normas. Es frecuente escuchar: "si estamos en libertad y en
democracia no tenemos que sujetarnos a la Constitución, que sólo pone trabas a la
voluntad popular".

Hay que recordar que la anarquía y la anomia generalmente son seguidas por la
dictadura y la tiranía. La historia universal nos brinda muchos y muy dolorosos
ejemplos. Como dijeron nuestros sabios constituyentes de 1853: "hay que arrodillarse
ante la ley para no hacerlo ante los tiranos"

No sólo la Constitución debe tener plena aplicación: también los principios del
constitucionalismo universal, como legalidad, razonabilidad, división de poderes,
independencia del Poder Judicial, Estado de Derecho, garantías individuales, seguridad
personal, paz interior, equidad, un aceptable nivel de vida para toda la población.

En cuanto a los individuos, los derechos y libertades individuales son para todos.

Es esencial que se garantice la seguridad jurídica, para poder asegurar la previsibilidad.

Debe consolidarse la paz interior, tal como lo establece el Preámbulo de nuestra sabia
Constitución.

En síntesis: en el siglo XXI la democracia para ser tal debe ser constitucional.

Límites a las mayorías

Se requiere que la mayoría no pueda suprimir o menoscabar a las minorías, porque,


cuando ello ocurre, surge la dictadura.

El pacto constitucional establece la no derogabilidad del mismo, de sus principios y de


sus cláusulas. Y debe ser cuidado particularmente por las mayorías.

Nuevamente invocamos el ejemplo de los griegos clásicos: en la Atenas del siglo de


Pericles, tenían una acción de inconstitucionalidad -y al mismo tiempo acción criminal-
llamada "grafé para nomon", que consistía en evitar que la Asamblea, bajo la acción de
demagogos, pudiera dictar leyes contrarias a la Constitución de la polis.
Democracia y República

Generalmente, se considera que los principios de división de poderes, periodicidad de


las funciones, responsabilidad de los gobernantes y publicidad de los actos de gobierno
son requisitos no de la democracia sino de la república.

Contrariamente, creemos que si no se cumple con los mismos no hay ni república ni


democracia, porque todos ellos son necesarios para que el gobierno sea para todo el
pueblo.

En cuanto a la periodicidad de los cargos de gobierno, Aristóteles, en el Libro III de su


Política, decía que lo único que justifica gobernar a hombres libres e iguales es que cada
uno gobierne por turno. Cuando los gobernantes se perpetúan en el poder, agregaba, los
ciudadanos dejan de serlo y se convierten en súbditos.

Creo que la División de Poderes también es un requisito de la democracia, porque es


esencial para la limitación del gobierno y, si éste es ilimitado, no puede haber
democracia.

La responsabilidad de los gobernantes es insoslayable si decimos que en la democracia


los mismos manejan las libertades y los bienes de la totalidad del pueblo.

Y la publicidad de los actos, porque si es el pueblo el que en definitiva debe gobernar,


es necesario que conozca perfectamente qué es lo que hacen sus representantes.

También hay que cuidarse de los peligros que siempre acechan a las democracias, como
la autocracia en sus distintas formas, y de las tergiversaciones de la democracia, como la
democracia delegativa, al decir de Guillermo O´Donnell, la democracia plebiscitaria y
del populismo. En ellas, el pueblo deposita su confianza en un líder carismático, con
cualidades que son la encarnación de aspiraciones y virtudes colectivas. Esas tres
formas son particularmente peligrosas, porque resultan atractivas, a causa de que al
pueblo le dan la sensación de liberarse de la responsabilidad de gobernar, y que es más
cómodo entregar el poder al líder que lo hará en su nombre, y pensará por él.

En síntesis: creo que en el siglo XXI para la existencia de democracia se necesita no


sólo la soberanía popular, sino también la república y la Constitución. El sistema que no
cumple los requisitos enumerados precedentemente no puede ser llamado democracia.
Es necesario que haya una democracia republicana constitucional.

Tampoco es suficiente con invocarla permanentemente, pues con la democracia ocurre


lo mismo que con la honradez: cuanto más se la declama, menos se la ejercita.

Podrá haber, en todo caso, una democracia meramente formal, limitada a la emisión del
voto cada dos años luego de campañas electorales vacías de contenido y carentes de
debates ideológicos. Pero no una verdadera democracia.

Finalmente, la democracia debe ser esencialmente tolerante. Todas las ideologías son
aplicables a la democracia, en la medida que respeten los principios antes expresados.
Debemos dejar de adjetivarla: la democracia puede ser monárquica, republicana, liberal,
socialista, popular, nacional, internacional, etc.
Lo único que debemos exigir es que se cumpla con la Constitución y los principios
republicanos, aunque sea una monarquía.

Vanossi observa la existencia "...de repúblicas que se desenvuelven como monarquías


absolutas", y se disfrazan de "republiquetas". Contrariamente, "nos asombran las
monarquías constitucionales en las que funcionan satisfactoriamente todos los
engranajes republicanos de libertades, controles y responsabilidades" ( ).

Síntesis

La democracia se construye diariamente, con el cumplimiento de todos sus presupuestos


y postulados. Cuando éstos se desconocen, la democracia se deslegitima, y deja de ser
tal. Hay una relación directa, insoslayable, entre Democracia, República, Constitución y
Constitucionalismo.

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