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ASPECTOS RELEVANTES SOBRE LA ACTUALIDAD DE LA RESPONSABILIDAD

CIVIL DERIVADA DE ACCIDENTES DE TRÁNSITO

1. INTRODUCCIÓN

Casi a diario tomamos conocimiento sobre algún nuevo accidente de


tránsito con consecuencias lamentables, en las que afecta la vida o
integridad física de los pasajeros de un vehículo automotor o de un
transeúnte. Las cifras publicadas anualmente reflejan esta situación, y
si bien es cierto que hay un ligera disminución del número de muertos
y heridos en los últimos años, sigue siendo impresionante la cantidad
de accidentes que se viene produciendo[1], constituyéndose en un
verdadero peligro social por los daños que se ocasionan.

En dicho sentido, debe expresarse que la imprudencia[2] de los


conductores es uno de los factores reiterados que ocasionan estos
accidentes. Así, si bien puede considerarse a la responsabilidad
civil como una garantía de los ciudadanos al resarcimiento de los
posibles daños derivados de un accidente de tránsito, es de suma
importancia desarrollar los temas relativos a este supuesto de
responsabilidad civil, a saber: el automóvil como bien riesgoso, el
accidente de tránsito, la naturaleza del accidente de tránsito, sobre
responsabilidad civil y su naturaleza que surge del accidente de
tránsito, la carga de la prueba y, para finalizar, con el seguro por
accidentes de tránsito.

2. EL AUTOMÓVIL COMO BIEN RIESGOSO

Según la Real Academia Española [3], automóvil significa: “Que se


mueve por sí mismo. Aplicase principalmente a los carruajes que pueden ser guiados
para marchar por una vía ordinaria sin necesidad de carriles y llevan un motor,
generalmente de explosión, que los pone en movimiento”. Ya en la definición
encontramos ciertas pautas que nos pueden dar una idea del
carácter riesgoso: se trata de una máquina que genera su propia
fuerza motriz destinada a la circulación por vías públicas.

Además, no importa cuán diligentes seamos en el manejo, aun el


conductor más precavido o prudente puede cometer un error, quizás
insignificante en apariencia (por ejemplo: desviarse un par de
centímetros); o también puede que el comportamiento diligente dé
lugar a un accidente. Imaginemos al conductor que, ante la
proximidad de un cruce, se encuentra mirando el semáforo y, de
improviso, sale una persona entre los autos estacionados siendo
atropellada de repente. Esto nos muestra el carácter riesgoso del
automóvil, lo cual no implica ignorar el hecho de que hay choferes
imprudentes que constituyen un riesgo no deseado por la sociedad.
No podemos, entonces, llegar a la conclusión de que el conductor
que jamás ha sufrido un accidente de tránsito debe ello a su
diligencia. Lo que puede haber ocurrido, con mayor certeza, es que
haya tenido una mayor “suerte” en el juego. En relación con esto
último, cabe mencionar algo importante: los accidentes son eventos
que pueden calcularse mediante la estadística; lo indeterminado de
antemano son las personas específicas que se verán involucradas en
estos sucesos.

Nos hallamos, pues, frente a una invención moderna que, al margen


de los beneficios indiscutibles que proporciona, conlleva una
potencialidad dañosa debido a la velocidad que desarrolla y al peso
que desplaza. Además, el control que puede ejercerse a través de un
comportamiento diligente resulta, en la práctica, minimizado por las
múltiples contingencias que pueden presentarse durante la
conducción del vehículo automotor. La realidad es que toda sociedad
se beneficia con ese peligro que no puede suprimirse radicalmente[4];
por ello el artículo 1970 del Código Civil [5] requiere, inevitablemente,
que en cada caso que se aplique la jurisprudencia sobre el tema de
peligrosidad extraordinaria, argumentada en forma razonable,
teniéndose en cuenta las circunstancias, valorando la forma como la
gente normalmente considera las cosas en términos de peligro
extraordinario, sin menospreciar pero también sin forzar situaciones[6].

3. EL ACCIDENTE DE TRANSITO

Algunos autores definen al accidente de tránsito como un cambio,


modificación o alteración, ocurrido en las vías públicas, causado por
las personas, los animales o las cosas inanimadas y, especialmente,
por los vehículos, del cual resultan lesiones, daños o perjuicios a la vida
humana y a los bienes [7]. Para otros, el accidente de tránsito es un
suceso inesperado ocurrido en una vía de circulación en el que
participa, por lo menos, un vehículo en transporte teniendo como
resultado la lesión de personas y/o daños a la propiedad. La frase “en
transporte” tiene, dentro de esta definición, dos acepciones: a) en
movimiento; y b) listo para moverse.

El accidente de tránsito, en nuestro ordenamiento jurídico, posee dos


definiciones no necesariamente concordantes: Por un lado, el Texto
Único Ordenado del Reglamento Nacional de Responsabilidad Civil y
Seguros Obligatorios por Accidentes de Tránsito (aprobado por
Decreto Supremo 024-2002-MTC), lo define en su artículo 5 como
el “evento súbito, imprevisto y violento (incluyendo incendio y acto
terrorista) en el que participa un vehículo automotor en marcha o en
reposo en la vía de uso público, causando daño a las personas, sean
ocupantes o terceros no ocupantes de vehículo automotor, que
pueda ser determinado de manera cierta”.
El Reglamento Nacional de Tránsito (aprobado mediante Decreto
Supremo 033-2001-MTC), por su parte, considera como accidente (a
secas) al “evento que cause daño a personas o cosas, que se produce como
consecuencia directa de la circulación de vehículos” (artículo 2).
Anteriormente, el Código de Tránsito y Seguridad Vial (Decreto
Legislativo 420) presentaba a su vez una definición de accidente de
tránsito. Dicho cuerpo legal señalaba, en su artículo 164:

“(…) Se considera accidente de tránsito a todo hecho que produzca daños en


personas o cosas, como consecuencia de la circulación.”

A partir de las definiciones citadas podemos apreciar que se tratan de


disposiciones vinculadas más al Derecho Administrativo, pues
versan simplemente sobre “hechos” o “eventos”, sin hacer alusión a
ningún criterio subjetivo u objetivo para la calificación de un suceso
como accidente de tránsito.

Y cuando pretendemos analizar los accidentes de tránsito, nos


encontramos con un panorama de multiplicidad de criterios. Por
ejemplo, a nivel policial y administrativo, se adoptan criterios
eminentemente subjetivos para el establecimiento de las causales de
los accidentes. Todos –absolutamente– son calificados sobre la base
de ellos. Sin embargo, por otro lado, tenemos el artículo 1970 del
Código Civil, que establece una responsabilidad objetiva para las
actividades y bienes riesgosos, como se ha desarrollado
precedentemente. Finalmente, debe admitirse que el ciudadano
común percibe a los accidentes de tránsito básicamente como actos
de imprudencia.

4. NATURALEZA DEL ACCIDENTE DE TRANSITO

Por riesgo se entiende el “peligro o contratiempo posible”, pero no


todos los riesgos a los cuales estamos sometidos diariamente[8] son
jurídicamente relevantes, al igual que ocurre con los daños: no todos
los casos se encuentran comprendidos en la definición de lo que
podríamos llamar bien riesgoso o actividad riesgosa, de acuerdo a lo
regulado por el artículo 1970 del Código Civil[9]. Siendo considerada
una actividad riesgosa o peligrosa de acuerdo a la visión social y de
las justificaciones que para ello pueda ofrecer la responsabilidad en
un momento dado [10], habiendo daños que se producen al margen
de las precauciones adoptadas o la diligencia empleada;
pudiéndose en dicho sentido, entenderse como actividades o bienes
riesgosos a todas aquellas cuya realización o uso normal, según sea el
caso, cree ese riesgo adicional, esto es, situaciones riesgosas que
incrementen la posibilidad de daños o siniestros.

Por ello, los accidentes de tránsito son, por lo general, consecuencia


del automóvil que, si bien es cierto, proporciona múltiples ventajas a
las personas (como la fluidez en el tránsito y la consecuente mejora de
las comunicaciones y comercio, así como el ahorro del factor tiempo),
constituye un bien riesgoso. Todos los días, se podría decir, que
jugamos a la “ruleta rusa motorizada”, pues conducir un vehículo
automotor es una actividad riesgosa que puede generar un resultado
dañoso. Para esto tenemos normas sobre responsabilidad
extracontractual del Código Civil y otras leyes como el Código de
Tránsito y Seguridad Vial, siendo factible darse cuenta que no
funcionan las primeras al no garantizar una indemnización
satisfactoria, mientras que en el segundo caso, no regulan
eficazmente el manejo de automóviles, factores que de alguna
manera repercuten en la posibilidad de reducir el número de
accidentes y la gravedad de estos [11].

En dicho contexto, resulta pertinente referirse que artículo 29 de la Ley


27181, Ley General de Transporte y Tránsito Terrestre[12], que regula
con claridad la responsabilidad civil derivada de los accidentes de
tránsito, que es objetiva y solidaria entre el conductor, el propietario
del vehículo y de ser el caso, el prestador del servicio de transporte
terrestre. Sin embargo, este numeral ha ocasionado problemas de
interpretación en el caso de los automóviles dados en leasing o
arrendamiento financiero, estando a que el segundo párrafo del
artículo 6 del Decreto Legislativo 299, establece que: “la arrendataria es
responsable por el daño que pueda causar el bien, desde el momento que lo recibe
de la locadora”, sin embargo, dicha disposición normativa
jurisprudencialmente[13] ha sido entendida que sólo se refiere a las
relaciones contractuales interna entre la arrendataria y la locadora,
mientras que el artículo 29 de la Ley 27181 se refiere a los supuestos de
responsabilidad civil extracontractual, frente a terceros. El
razonamiento sugestivo resulta peligroso, porque hará que los costos
del leasing automotriz se eleven, en perjuicio del propio usuario.
Evidentemente esta decisión, no impide que el propietario del
vehículo inicie una acción de regreso frente al arrendatario al amparo
del mencionado artículo 6 del Decreto Legislativo 299. Siendo claro
que finalmente la empresa trasladará los montos de las primas al
arrendatario, vía la renta a pagar. Si bien es cierto que la víctima
obtendrá siempre la indemnización, ello en definitiva será a costo (no
de la empresa de leasing), sino del arrendatario, ya que en última
instancia es quien lo va a asumir[14].

Resulta pertinente una definición más precisa teniéndose en cuenta el


criterio de responsabilidad por riesgo establecido en el artículo 1970
del Código Civil y lo regulado por la norma antes señalada. Dicha
disposición resulta positiva, en tanto, define el criterio que será utilizado
por parte de los jueces y además, como se ha referido, establece la
responsabilidad solidaria, lo que constituye una herramienta favorable
y facilita la acción indemnizatoria para las víctimas de los accidentes
de tránsito.

5. SOBRE LA RESPONSABILIDAD CIVIL Y SUS ELEMENTOS


La responsabilidad[15] es una expresión que, genéricamente, indica
la obligación de aquel a quien, por cualquier título, incumben las
consecuencias de un hecho dañoso o, en otros términos, dice
relación con la posición del sujeto a cuyo cargo pone la ley las
consecuencias de un hecho lesivo de un interés o voluntad
protegidos. Así entendido, el principio de la responsabilidad es uno de
los más importantes del Derecho y, en particular, del Derecho Público,
por cuanto se desarrolla en todo el amplio espectro de este y,
especialmente, en la vida cotidiana de los individuos regulados por el
ordenamiento jurídico.

La responsabilidad civil es pues la situación jurídica en la que se


encuentra un sujeto de derecho de obligatoriamente dar cuenta
frente a otro de ciertos actos o hechos que infringen el ordenamiento
jurídico, por lo cual, debe soportar un gravamen que procura la
rehabilitación o reparación del orden quebrantado[16]. Si bien puede
considerarse a la responsabilidad civil como garantía de los
ciudadanos al resarcimiento de los posibles daños ocasionados por
una actuación judicial incorrecta.

Etimológicamente la palabra responsabilidad proviene del


latín responsas, que quiere decir constituirse en garante [17]. En el
sentido natural y conforme a uso general de las palabras, se podría
definir la responsabilidad como el conjunto de reglas que determinan
la persona a la que el ordenamiento jurídico ordena reparar un
daño[18].

En relación con los elementos de la responsabilidad civil, debemos


referir que la antijuridicidad se entiende como el hecho que genera
un daño determinado, pudiendo ser un hecho ilícito, un hecho
excesivo o abusivo. En el caso de la relación causal [19], que
determina cuál es el hecho que genera el daño entre una serie de
posibilidades, se tiene en cuenta diversos criterios de selección que
pueden ser la cantidad, la proximidad de la causa o conexión lógica
y necesaria del hecho generador con el daño producido y la cualidad
del hecho. El factor de atribución [20] es la respuesta del porqué se
debe indemnizar al causante, pudiendo ser por culpa, riesgo, garantía
y abuso de derecho.
Por otro lado, el daño es un elemento primordial y el único común en
todas las circunstancias, cuya transcendencia fija el ordenamiento.
De ahí que no se dé responsabilidad civil contractual o
extracontractual sin daño demostrado, y que el punto de partida de
toda consideración en la materia, tanto teórica como empírica, sea
la enunciación, establecimiento y determinación de aquel ante cuya
falta resulta inoficiosa cualquier acción indemnizatoria [21], debiendo
reunir las siguientes condiciones: que el daño no haya sido
indemnizado anteriormente, que el daño sea cierto, que exista una
relación causante-víctima y que el daño sea injusto.
5. LA NATURALEZA DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL QUE SURGE DEL
ACCIDENTE DE TRANSITO

La responsabilidad civil que surge del accidente de tránsito


es objetiva, sin causa [22], conocida en el derecho anglosajón como
responsabilidad estricta (strictliability). No se fundamenta en los
criterios valorativos de la conducta como en la responsabilidad
subjetiva. Siendo la imputación sin culpa, el criterio por el cual se le
imputa responsabilidad a un agente respecto a un daño, con el simple
hecho de comprobarse ciertos supuestos fácticos junto con la norma
(que a priori sanciona), sin requerirse de la valoración de la conducta
del agente [23]. Dentro de este criterio, los causantes del accidente
responderán por el solo hecho de haber ocasionado el daño, sin
entrar a juzgar si su comportamiento fue diligente o no.

Sin embargo, hay también casos en los cuales sin haberse ocasionado
daño [24], existe la obligación de indemnizar. Ese es el caso en el cual
una persona que se encuentra en estado de ebriedad conduce su
vehículo, lo hace sin ocasionar accidente alguno y respetando las
reglas de tránsito durante la conducción que realiza, pero llegando a
su domicilio es intervenido en un operativo de rutina efectuado por la
policía; de manera que al ser sometido al examen del alcoholemia se
detecta que ha conducido en estado de ebriedad; por lo que se le
sanciona al conductor no por haber ocasionado daño alguno, sino
por el hecho de haber infringido la regla de haber conducido en
estado de ebriedad por encontrarse así contemplado en la norma,
hallándose en ese supuesto el daño subsumido en lo establecido en
la violación de dicha norma [25].

Se da también responsabilidad civil por accidentes de tránsito no solo


cuando un vehículo impacta a una persona, o cuando dos vehículos
en movimiento chocan entre sí (sean mayores o menores), sino
también cuando un vehículo en movimiento entra (o sale) de su
estacionamiento y choca con otro estacionado en un espacio
continuo, siendo pertinente remitirnos para ello, al Reglamento
Nacional de Tránsito aprobado por D.S. 033-2001-MTC, de fecha 23 de
julio del 2001, que establece que se presume iure tantum responsable
de un accidente al conductor que incurra en violaciones a las normas
establecidas en el reglamento (artículo 272). Sin embargo, el artículo
295 de dicha norma, precisa que “el solo hecho de la infracción de tránsito
no determina necesariamente la responsabilidad del infractor por los daños
causados, si no existe una relación causal entre la infracción y el daño producido por
el accidente”

La responsabilidad también se presume en el caso de “un conductor que


carezca de prioridad de paso o que cometió una infracción relacionada con la
producción del mismo, sin perjuicio de la responsabilidad que pueda corresponder a
otro conductor, que aun respetando las disposiciones, pero pudiendo evitar el
accidente, no lo hizo” (artículo 273)[26]. Debe tenerse cuidado en no
entender este artículo como una “subjetivización” de la
responsabilidad objetiva. En efecto, la conducta de los conductores
se toma como un medidor de la responsabilidad, a efectos de la
cuantificación del daño y no como factor de atribución. Nótese que
en este supuesto se utiliza la técnica de la presunción de
responsabilidad, a los solos efectos del conductor que comete la
infracción del reglamento[27].

Debe tenerse en cuenta también, que “el propietario, representante legal o


encargado de un garaje o taller de reparaciones de vehículos al que se lleve un
vehículo motorizado que muestre la evidencia de haber sufrido un accidente, debe
dar cuenta del hecho a la comisaría de la Policía Nacional de su jurisdicción dentro
de las veinticuatro horas de haber recibido el vehículo. El incumplimiento de esta
obligación motiva la aplicación de una multa” [28].

Por su parte, en cuanto al peatón, dicho reglamento[29] le otorga el


beneficio de la duda y de las presunciones a su favor, en tanto no
incurra en las siguientes violaciones a las normas de tránsito, que son
calificadas como graves:

a) Cruzar la calzada en lugar prohibido.


b) Pasar por delante de un vehículo detenido, parado o
estacionado habiendo tránsito libre en la vía respectiva.
c) Transitar bajo la influencia de alcohol, drogas o estupefacientes.
d) Cruzar intempestiva o temerariamente la calzada.
e) Bajar o ingresar repentinamente la calzada para intentar
detener un vehículo.
f) Subir o bajar de un vehículo en movimiento o por el lado
izquierdo.

Estos supuestos cometidos a diario por los peatones configuran casos


de concurrencia de responsabilidad o ruptura del nexo causal, según
el grado de imprudencia de la víctima y de participación del
conductor. Cabe aquí la aplicación del artículo 1972 del Código Civil
[30], dado que quien conduce un vehículo automotor o su propietario,
no serán responsables si acreditan que el daño se debió a un caso
fortuito, hecho de un tercero o de la propia víctima.
En este contexto, podría inferirse que se trata de una imputación a
priori, porque desde ya los agentes tienen conocimiento que la norma
les atribuye potencialmente el costo de indemnizar el daño que
ocasionen con su actividad, siendo esta una de las funciones de la
responsabilidad civil, esto es, desincentivar aquellas conductas que
vienen a ser demasiado riesgosas y perjudiciales para la sociedad o
incentivar a poner mayor diligencia en aquellas actividades riesgosas
o peligrosas que son permitidas porque conllevan mayores beneficios
a la sociedad.
En términos del análisis económico del derecho, “el costo privado de los
potenciales responsables (los conductores) será igual al costo social de su actividad
pues en principio todos los daños son cubiertos por los conductores” [31]. Lo
mencionado podría reseñarse mejor en el siguiente ejemplo. El chofer
de un bus interprovincial sabe de antemano que la actividad que
realiza le va a ocasionar el costo de cubrir los daños que cause,
entonces tendrá él mismo que actuar diligentemente, de otro modo
dicha actividad no le resultará rentable, dado que sus ganancias
serán utilizadas para pagar futuras indemnizaciones.

7. LA CARGA DE LA PRUEBA EN LA RESPONSABILIDAD CIVIL POR


ACCIDENTES DE TRÁNSITO

Como sostiene Taruffo [32], para establecer qué parte debe perder la
causa por no haber probado un hecho principal, hace falta un criterio
que determine “quién debe probar qué” en cada situación,
afrontándose este problema normalmente por medio de distinciones
teórico-jurídicas acerca de los hechos principales del
caso. Conteniendo dicha reglas, dos aspectos fundamentales, de un
lado se indica como el juez debe sentenciar cuando no aparezcan en
el proceso pruebas que le den certeza sobre los hechos que deben
sustentar su decisión y, de otro lado, a las partes la responsabilidad
que tienen para que los hechos que sirvan de sustento de sus
posiciones aparezcan demostrados [33]; por lo que la carga de la
prueba en este tipo de responsabilidad le incumbe al autor [34],
teniéndose en cuenta que la responsabilidad civil por accidente de
tránsito es objetiva por calidad de bienes riesgosos y por el riesgo
creado por los vehículos puestos en circulación, así como por la
irrelevancia de que el agente dañino tenga que probar su ausencia
de culpa; teniéndose solamente que acreditar el daño y la relación
de causalidad, tomando en consideración los supuestos de ruptura de
nexo causal y la concausa, asimismo teniendo esta responsabilidad
un valor solidario que implica poder responder a favor de la víctima
[35].

Debiendo referirse que en relación a las instrumentales que se


acompañan es común que se adjunte el atestado policial que
determina la responsabilidad y la magnitud del daño;
y comprobantes de pago, boletas de venta, una o varias proformas,
fotografías, etc.; que permitan cuantificar estableciendo el monto de
la reparación y todo lo cual al encontrarse probado pueda ser
apreciado por el juez al fijar la indemnización por el daño ocasionado,
pero considero que es preponderante en el caso de los atestados
policiales, que estos sean elaborados en base a la participación y
observación directa al momento del accidente de tránsito por parte
de los efectivos de la Policía Nacional y no se realice días después, en
mérito a las declaraciones unilaterales efectuadas por la parte
afectada del accidente de tránsito[36].
Otro aspecto que debe observarse es el Reglamento Nacional de
Responsabilidad Civil y Seguros Obligatorios por Accidente de Tránsito,
aprobado por Decreto Supremo 049-2000-MTC del 10 de octubre del
2000, el cual establece la obligación de contratar un seguro contra
accidentes por parte del propietario, cubriéndose los daños que se
produzcan a las personas ocupantes del automóvil, como a los
terceros no ocupantes, y, en caso de muerte a sus beneficiarios como
se verá más adelante. En atención a ello, se sostiene que el régimen
del SOAT, es similar al no-fault, toda vez que no interesa quién es el
culpable del daño para que la aseguradora indemnice a la víctima
del accidente [37].

Es pertinente hacer referencia que en la demanda de indemnización


por daños y perjuicios no basta que solo se hagan afirmaciones sobre
la existencia del daño ocasionado sin respaldo probatorio, porque
estas no serán valoradas por el Juzgador, al no tratarse de hechos
notorios o que se presuman, sino de situaciones cuya comprobación
por mandato legal le corresponde al demandante estando a la
naturaleza de esta pretensión demandada. Por ello el daño debe ser
probado por quien lo sufre, al ser este un requisito de la obligación de
indemnizar y corresponde a quien lo ha sufrido, presentar los medios
probatorios conducentes para conocer su existencia y su extensión,
para efectos de que juez proceda a la cuantificación del daño en su
real dimensión y conforme a lo peticionado, teniéndose en cuenta
que el resarcimiento del perjuicio, debe guardar correspondencia
directa con la magnitud del daño causado, mas no puede superar
ese límite [38].

En dicho sentido, debe expresarse que ya se está cambiando de


mentalidad por parte de los juzgadores al buscar una reparación
tomando en cuenta la magnitud de los daños ocasionados, esto se
ha comenzado a generar ya en sede penal, considerándose para ello
las reglas de responsabilidad civil, al establecerse que la reparación
civil acumula obligatoriamente la pretensión penal y pretensión civil,
siendo su objeto doble: el penal y civil, tomándose en cuenta el
artículo 92 del Código Penal [39], y que su satisfacción va más allá del
interés de la víctima, que no ostenta la titularidad del derecho de
penar, pero si tiene derecho a ser reparada por los daños y perjuicios
que se produzcan por la comisión del delito [40], como aconteció en
el caso del desaparecido joven fotógrafo Ivo Johao Dutra Camargo
[41] en el que se otorgó a sus deudos acertadamente una reparación
civil ascendente a un millón de nuevos soles, atendiéndose la
magnitud de los daños y perjuicios causados y no en función de las
posibilidades económicas del obligado que puede trasmitirse a
terceras personas para que ésta no sea incumplida y considerándose
el bien jurídico infringido (vida humana), que es el de mayor magnitud
dentro del sistema de jerárquica y valoración de bienes jurídicos y
considerándose a este sobre la base de daño moral, si bien es cierto,
en dicha decisión no se fundamentó detalladamente la
cuantificación de cada uno de los daños, sin embargo, esta decisión
es importante porque deja de lado el criterio que se venía aplicando
en sede penal de considerarse las posibilidades económicas del
obligado para cuantificarse los daños [42] y establecerse un
resarcimiento económico adecuado, que da un buen mensaje a la
sociedad. Y así evitar que la víctima del accidente de tránsito tenga
después que accionar en la vía civil, para efectos de conseguir una
indemnización por daños y perjuicios con un monto adecuado que
repare integralmente los daños que se le han ocasionado, ya que ya
no tendría objeto.

8. EL SEGURO OBLIGATORIO POR ACCIDENTE DE TRÁNSITO

Los intentos de contrarrestar los efectos nocivos de los accidentes de


tránsito, así como la necesidad de contar con mecanismos
alternativos que permitieran obtener una atención rápida a las
víctimas y sin dilaciones, –a lo que debemos agregar la incapacidad
o indiferencia de nuestras autoridades para hacer cumplir los
reglamentos de transporte y tránsito–, dieron lugar al establecimiento
de sistemas de seguro obligatorio de accidentes de tránsito (en
adelante, SOAT)[43].

Estableciéndose en la Ley 27181, la obligación de contar con un


Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (SOAT), con la finalidad
de cubrir los daños personales de los ocupantes o “terceros no
ocupantes” resultantes del accidente de tránsito asimismo se dejado
abierta la posibilidad que los servicios públicos de transporte cuenten
con seguros especiales [44].

Encontrándonos con un esquema de seguro de accidentes y no de


responsabilidad civil exclusivamente, lo que implica en cierto modo
una visión sistemática de los accidentes de tránsito. Asimismo,
encontramos una diferencia importante respecto de los seguros que
habían venido siendo implementados anteriormente con carácter
obligatorio, esto es, la cobertura únicamente por daños personales
(lesiones o muerte), sin considerar los daños materiales (que
usualmente venían siendo comprendidos en la cobertura de
responsabilidad civil).

El SOAT tiene previsto un pago “automático” de las indemnizaciones


sin consideración alguna de la responsabilidad o causa de los
accidentes. A diferencia del Código Civil, el pago de la indemnización
como consecuencia del seguro obligatorio de accidentes de tránsito
no implica el reconocimiento, ni la presunción de culpabilidad que
pueda tener el propietario o conductor del vehículo asegurado o
prestador del servicio de trasporte, ni servirá como prueba en tal
sentido, en caso de ejercitarse acciones civiles o penales [45].
Otorgándose, en dicho sentido, los beneficios establecidos sin
menoscabar el derecho las víctimas a demandar en la vía judicial por
los daños no cubiertos o por montos mayores respecto de los riesgos
ya cubiertos, dado que el SOAT cubre los siguientes riesgos por cada
persona, ocupante o tercero no ocupante del vehículo automotor:
Muerte c/u hasta (4) UIT; invalidez permanente c/u hasta (4) UIT;
incapacidad temporal c/u hasta una (1) UIT; gastos médicos c/u hasta
(5) UIT; y gastos de sepelio c/u hasta una (1) UIT [46].
Sin embargo, las indemnizaciones que se pagan por muerte invalidez
permanente total o parcial no son acumulables. Pudiendo también la
compañía de seguros observar el dictamen emitido por el médico
tratante de la víctima del accidente de tránsito [47]. En cuanto a las
acciones para lograr el pago de las indemnizaciones derivadas de los
accidentes de tránsito (cobro del seguro) el plazo establecido es de
dos años [48], no debiendo confundirse con el plazo prescriptorio para
exigirse el pago de la indemnización de los perjuicios de quienes sean
civilmente responsables en el accidente, que es también, de dos años
de acuerdo al inciso 4) del artículo 2001 del Código Civil.

Sin embargo, no podemos dejar de mencionar a las Asociaciones de


Fondos Regionales o Provinciales Contra Accidentes de Tránsito
(AFOCAT), que fueron incorporadas gracias a la modificación del
artículo 30 de la Ley General de Transporte de Tránsito y Terrestre Ley
27181[49]. Esta norma estableció que opcionalmente a la póliza de
seguro, se puede contar con certificados contra accidentes de
tránsito que contengan los mismos términos equivalentes, condiciones
semejantes o mayores coberturas que el SOAT vigente, sin embargo,
esta opción ha tenido serios cuestionamientos y reclamos por las
víctimas de los accidentes de tránsito dado que, generalmente, no
cumplen con pagarles o lo han hecho parcialmente (en relación al
cobro del seguro), dado que muchas de estas asociaciones AFOCAT
son administradas en la mayoría de casos por grupos de choferes que
no han asumido la indemnización de las víctimas y no cubren la
totalidad de gastos médicos y así tampoco exhiben para sus
beneficiarios una información clara sobre los riesgos cubiertos y sus
exclusiones incumpliendo de esa manera con sus obligaciones,
debiendo por ello tener una mayor supervisión para garantizar el
resarcimiento a las víctimas de los accidentes de tránsito.

9. CONCLUSIONES
• Los accidentes de tránsito son consecuencia del automóvil, que
constituye un bien riesgoso y al conducirlo puede generar un
resultado dañoso. Por lo cual tenemos las normas sobre
responsabilidad extracontractual del Código Civil y otras
normas especiales como el Código de Tránsito y Seguridad Vial,
siendo factible darse cuenta que no funcionan, las primeras al
no garantizar una indemnización satisfactoria, mientras que el
segundo no regula eficazmente el manejo de automóviles,
factores que atentan de alguna manera contra posibilidad de
reducir el número de accidentes y gravedad de accidentes
que se debería mejorar.

• El artículo 29 de la Ley 27181- Ley General de Transporte y


Tránsito Terrestre que regula con claridad que la
responsabilidad civil derivada de los accidentes de tránsito
es objetiva y solidaria entre el conductor, el propietario del
vehículo y de ser el caso, el prestador del servicio de transporte
terrestre, aunque sería pertinente una definición más precisa
teniéndose en cuenta el criterio de responsabilidad por riesgo
establecido en el artículo 1970 del Código Civil, pero debe
denotarse que la citada disposición resulta positiva, en tanto,
define el criterio que será utilizado por parte de los jueces y
además como se ha referido establece la responsabilidad
solidaria, lo que constituye una herramienta favorable y facilita
la acción indemnizatoria de las víctimas de los accidentes de
tránsito.

• Debe referirse que el daño, que es un elemento primordial y el


único común en todas las circunstancias, cuya transcendencia
la fija el ordenamiento, no habiendo responsabilidad civil
contractual o extracontractual sin daño demostrado. Por ello
las demandas de indemnización por daños y perjuicios, no
basta que solo se hagan afirmaciones sobre la existencia del
daño ocasionado sin respaldo probatorio, porque estas no
serán valoradas por el juzgador, al no tratarse de hechos
notorios o que se presuman, sino de situaciones cuya
comprobación por mandato legal le corresponde al
demandante.

• La responsabilidad civil que surge del accidente de tránsito


es objetiva, sin causa, no se fundamenta en los criterios
valorativos de la conducta de la persona como en la
responsabilidad subjetiva. Siendo la imputación sin culpa, el
criterio por el cual se le imputa responsabilidad a un agente
respecto a un daño, con el simple hecho de comprobarse
ciertos supuestos fácticos con la norma (que a priori sanciona),
sin requerirse de la valoración de la conducta del agente.

• Se está cambiando de mentalidad por parte de los juzgadores


al buscarse una reparación tomándose en cuenta la magnitud
de los daños ocasionados, esto se ha comenzado a generar ya
en sede penal, considerándose para ello las reglas de
responsabilidad civil, como aconteció en el caso del
desaparecido joven fotógrafo Ivo Johao Dutra Camargo, en la
que se atendió la magnitud de los daños y perjuicios,
considerándose el bien jurídico infringido (vida
humana), dejándose de lado el criterio que se venía aplicando
en sede penal de considerarse las posibilidades económicas del
obligado para cuantificarse los daños, dándose con ello un
buen mensaje a la sociedad; y esto evitaría que la víctima del
accidente de tránsito, tenga después que accionar en la vía
civil, para efectos de conseguir una indemnización por daños y
perjuicios con un monto adecuado que repare integralmente
los daños que se le han ocasionado.

• La Ley 27181, establece la obligación de contar con el SOAT,


para cubrir los daños personales de los ocupantes o “terceros
no ocupantes” resultantes del accidente de tránsito, teniendo
previsto un pago “automático” de las indemnizaciones sin
consideración alguna de la responsabilidad o causa de los
accidentes. Asimismo, otorga los beneficios establecidos sin
menoscabar el derecho las víctimas a demandar en la vía
judicial por los daños no cubiertos o por montos mayores
respecto de los riesgos ya cubiertos, sin embargo, el monto
máximo cubierto por gastos médicos tiene un tope de (5) UIT,
monto que resulta insuficiente si nos planteamos el supuesto de
que la víctima del accidente de tránsito por la gravedad del
accidente debe permanecer en la unidad de cuidados
intensivos de una clínica privada, cuyos costos por día superan
largamente dicho tope establecido; por lo cual al resultar
actualmente ese monto insuficiente, se debería incrementarse
dicha cobertura para darse una protección a la integridad
humana.

10. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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octubre del 2006.
PRIMERA SALA PENAL DE LIMA PARA PROCESOS CON REOS EN CÁRCEL
(ponente Saúl Peña Farfán), Expediente N° 18707-2011, Lima: 21 de
setiembre del 2012.

[1] Veáse aquí.


[2] En donde el sujeto obra precipitadamente o sin prever íntegramente
las consecuencias en las que podía desembocar su acción, de por sí
irreflexiva. ALTERINI, Atilio Aníbal. Responsabilidad civil. 3° ed. Buenos
Aires: Abeledo-Perrot 1987, 94 p.
[3] REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la Lengua Española; 19º
Ed. Madrid: Espasa Calpe 1970.
[4] Refiriéndose que es así es como surge el principio de la distribución
social del daño que pretende esparcir el costo total del daño (cuando
no habido culpa) o parte de él (cuando hay un culpable inmediato)
a todos nosotros, a todos quienes vivimos en la sociedad y hemos
creado un riesgo en nuestro beneficio al acoger y permitir la utilización
de la tecnologías que son en general peligrosas, pero que nos resultan
útiles. DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. Tratado de responsabilidad
civil. Contractual y Extracontractual. Comentarios al Código Civil. 1
ed. Tomo II. Lima: Instituto Pacífico 2015, 81 p.
[5] CÓDIGO CIVIL- “Artículo 1970.- Aquel que mediante un bien riesgoso
o peligroso, o por el ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa,
causa un daño a otro, está obligado a repararlo”.
[6] DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. Tratado de responsabilidad civil.
Contractual y Extracontractual. Comentarios al Código Civil. Op. cit.,
78 p.
[7] FRANCO DE MORA, Alicia y MORA, Nelson R. El accidente
automoviliario. 1° ed. Santa Fe de Bogotá: Temis 1975, 46 p.
[8] Como: Caernos de la ducha, tropezarnos, electrocutarnos, ser
víctimas de un terremoto, etc.
[9] Articulado que refiere: “Aquel que mediante un bien riesgoso o
peligroso, o por el ejercicio de una actividad riesgosa o peligrosa,
causa un daño a otro, está obligado a repararlo”.
[10] Véase PAYET, José Antonio. La Responsabilidad Civil por productos
defectuosos. 2° ed. Biblioteca para leer el Código Civil, vol. VIII. Lima:
Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial 1992, 952 p.
[11] VALENZUELA GÓMEZ, Humberto. Responsabilidad Civil por accidentes
de tránsito y seguro obligatorio. Una aproximación desde el análisis
económico del derecho. 1ra ed., Lima: ARA Editores E.I.R.L 2007, 114 p.
[12] Que refiere: “De la responsabilidad civil: La responsabilidad civil
derivada de los accidentes de tránsito causados por vehículos
automotores es objetiva, de conformidad con lo establecido en el
Código Civil. El conductor, el propietario del vehículo y, de ser el caso,
el prestador del servicio de transporte terrestre es solidariamente
responsables por los daños y perjuicios causados”.
[13] Conforme a la Casación 3622-2000 de fecha 21-03-2001 expedida por
la Sala Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República,
que frente a este conflicto ha establecido en su parte pertinente: “..el
propietario del vehículo causante de un daño se encuentra
legitimado pasivamente en la correspondiente acción de
resarcimiento por la muerte de una persona, lo que justifica en tanto
que la circulación de un vehículo automotor es considerado como
una actividad riesgosa, y por eso quien pone en circulación un
vehículo asume la responsabilidad objetiva por el daño que pueda
causar, en atención a lo dispuesto en el artículo mil novecientos
setenta del Código Civil: (…) Que, consecuentemente, contra él
podrán accionar los deudos o quien habiendo reparado
económicamente el daño causado se haya subrogado en sus
derechos; (…) Que, si bien el artículo seis del Decreto Legislativo
doscientos noventa y nueve establece la responsabilidad de la
arrendataria en el contrato leasing y las relaciones (entiéndase
derechos y obligaciones) que se dan entre las partes que lo celebran
y no a regular los supuestos de responsabilidad extracontractual ni
limitar o determinar quién resulta responsable o quién debe resarcir un
evento dañoso frente a terceros ajenos a tal acto, lo que se encuentra
fuera de su marco y no constituye su finalidad”.
[14] ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Derecho de la responsabilidad civil. 8va Ed,
Lima: Instituto Pacífico SAC 2016, 654 pp.
[15] Entendiéndose jurídicamente el término responsabilidad como la
obligación de asumir las consecuencias de un hecho, de un acto, de
una conducta. MARTINES RAVE, Gilberto. Responsabilidad Civil
Extracontractual. 10° Ed. Santa Fe de Bogotá: Editorial Temis S.A
1998, 04 p.
[16] HINOSTROZA MINGUEZ, Alberto. Procesos Abreviados. Lima: Editorial
Gaceta Jurídica S.A 2000, 199 p.
[17] En tanto el Diccionario de la Lengua Española define la
responsabilidad como la “…obligación de reparar y satisfacer, por sí
o por otro, a consecuencia de delito, de una culpa o de otra causa
legal”; 19º Ed. Madrid: Espasa Calpe 1970, 1140 p.
[18] ZÚÑIGA URBINA, Francisco. “La acción de indemnización por error
judicial. Reforma Constitucional. Regulación Infra constitucional y
jurisprudencia”, en Revista Estudios Constitucionales, Año 6, N° 02,
2008.
[19] Que se entiende en el sentido que debe existir una relación de causa-
efecto, es decir, de antecedente-consecuencia entre la conducta
antijurídica del autor y el daño causado a la víctima, pues de lo
contrario no existiría responsabilidad civil extracontractual y no nacerá
la obligación legal de indemnizar, estando a lo señalado TABOADA
CORDOVA, Lizardo. Elementos de la responsabilidad civil. Lima:
Editorial Jurídica Grijley 2001. 75 pp.
[20] Que es un factor que determina finalmente la responsabilidad civil,
una vez que se hayan presentado, en un supuesto concreto de un
conflicto social, los requisitos antes mencionados de antijuricidad, el
daño producido y la relación de causalidad, constituyendo este el
fundamento del deber de indemnizar conforme lo refiere el Maestro
Lizardo Taboada Córdova anteriormente citado.
[21] Corte Suprema de Justicia Colombiana: Sala de Casación Civil, 04 de
abril de 1968, M.P: Dr. Fernando Hinestrosa, G.F.T CXXIV, N° 2297 a 2299,
p. 58, citado por HERNAO, Juan Carlos. El Daño: Análisis comparativo
de la responsabilidad extracontractual del Estado en derecho
colombiano y francés. 1ra ed. Bogotá: Universidad Externado de
Colombia 1998, 36 p.
[22] Significando el adjetivo “objetiva” más propiamente que no está
supeditada a una culpa del agente, entendida esta en todas su
acepciones, tales como el dolo, la negligencia o la imprudencia. DE
TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. En: Tratado de responsabilidad civil.
Contractual y Extracontractual. Comentarios al Código Civil. 1 ed.
Tomo II. Lima: Instituto Pacífico 2015, 71 pp.
[23] Definiéndose a la responsabilidad objetiva: “como la situación en la
que alguien, señalado por la ley y ante la verificación de un
presupuesto normativo, tiene que responder, sin más, frente al
damnificado”. FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón y LEÓN HILARIO, Leysser. “La
reedificación conceptual de la responsabilidad extracontractual
objetiva”. Revista de la Facultad de Derecho de la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Lima 2005, 9-75 pp.
[24] Teniéndose en cuenta que como se refirió precedentemente
el daño es un elemente primordial y el único común en todas las
circunstancias, cuya transcendencia fija el ordenamiento.
[25] Debiendo referirse en dicho sentido, que se regula directamente la
conducción en estado de ebriedad conforme a lo regulado por el
artículo 274 del Código Penal, en el que se sanciona con una pena
privativa de la libertad no menor de seis meses ni mayor de dos años
o con prestación de servicios comunitarios de 52 a 104 jornadas, a
quien encontrándose en estado de ebriedad, conduce, opera o
maniobra un vehículo motorizado. En el caso que el autor preste
servicios de transporte público de pasajeros, mercancías o carga en
general la pena será de 1 a 3 años o con prestación de servicios
comunitarios de 60 a 140. En ambos casos, a los autores se les podrá
la pena de inhabilitación prevista en el inciso 7) del artículo 36 que
consiste en la suspensión, cancelación o incapacidad definitiva para
obtener autorización para conducir cualquier tipo de vehículo.
[26] Del Reglamento Nacional de Tránsito aprobado por D.S 033-2001-MTC
de fecha 23 de julio del 2001.
[27] ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Derecho de la responsabilidad civil, ob. cit.,
656 p.
[28] Conforme lo establece el artículo 281 del Reglamento Nacional de
Tránsito aprobado por D.S N° 033-2001-MTC de fecha 23 de julio del
2001.
[29] Esto es, el artículo 276 del Reglamento Nacional de Tránsito aprobado
por D.S 033-2001-MTC.
[30] CÓDIGO CIVIL. “Artículo 1972.- En los casos del artículo 1970, el autor
no está obligado a la reparación cuando el daño fue consecuencia
de caso fortuito o fuerza mayor, de hecho determinante de tercero o
de la imprudencia de quien padece el daño”.
[31] El cual fue propuesto en la Comisión Reformadora que expidió el
Código Civil de 1984, siendo dejado de lado en el Código finalmente
promulgado, basándose el proyecto en la responsabilidad en los
casos de accidentes rutinarios sobre la idea de la repartición social del
riesgo, para lograr la dilución de los costos del daño, utilizando dos
mecanismos: las características del mercado (sistema de precios) y las
técnicas del seguros. DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. La
responsabilidad extracontractual. 8° ed. Tomo II. Lima: ARA Editores
E.I.R.L 2016, 155 p.
[32] Taruffo, Michele, La prueba, Madrid: Marcial, 2008, p. 148.
[33] Rosengerg, Leo, La carga de la prueba, 2.a ed., Montevideo: Editorial
IB., 2002, pp. 35-40.
[34] CÓDIGO CIVIL- “Artículo 1969.- Aquel que por dolo o culpa causa un
daño a otro está obligado a indemnizarlo. El descargo por falta de
dolo o culpa corresponde a su autor”.
[35] CIEZA MORA, Jairo. Personas, Negocio Jurídico y Responsabilidad
Civil. Lima: Juristas Editores 2016, 924 p.
[36] Que harían que esa prueba pierda la eficacia al elaborarse esta
instrumental días después de producido el accidente de tránsito y
haga que se elabore dicho atestado policial en base a las
declaraciones unilaterales de las partes denunciantes, como ocurre
en las Provincias de nuestro país, en donde los efectivos de la policía
nacional que existe es mínima y muchas veces no pueden llegar a
constituirse en el momento al lugar del accidente y los atestados son
realizados de dicha manera y sin que los efectivos puedan elaborarlos
en base a la observación directa al producirse el accidente, para
efectos de establecerse la real magnitud de las responsabilidades y
daños ocasionados producto del accidente de tránsito como se ha
podido observar en la práctica judicial.
[37] Roberto Pagés Llovera. El proceso de daños y el seguro, en
Responsabilidad Civil II. Hacía una unificación de criterios de
cuantificación de criterios de cuantificación de los daños en materia
civil, penal y laboral, a cura de ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Lima:
Editorial Rodhas 2006, 314 pp.
[38] Corte Constitucional Colombiana, 20 de mayo de 1993, sentencia C-
197: estudia la constitucionalidad de normas de asistencia a víctimas
de atentados terroristas, citado por HERNAO, Juan Carlos. El Daño:
Análisis comparativo de la responsabilidad extracontractual del
Estado en derecho colombiano y francés. Ob. cit., 45 pp.
[39] CÓDIGO PENAL: “Artículo 92.- La reparación civil se determina
conjuntamente con la pena”.
[40] Como se dejó establecido el considerando 14) de la sentencia
emitida en caso del desaparecido fotógrafo IVO JOHAO DUTRA
CAMARGO, expedida en el Expediente 18707-11 de fecha 21 de
setiembre del 2012, emitida por la Primera Sala Penal de Lima para
procesos con Reos en Cárcel, en la cual interviene como ponente el
Magistrado Peña Farfán.
[41] Cuyo caso comentamos en la introducción del presente trabajo.
[42] Sino recordemos el caso de la desaparecida menor Romina Cornejo
que fue baleada durante el asalto a sus familiares en el vehículo que
se encontraban en la Vía expresa de Paseo de la República el 08 de
agosto del 2010, quedando esta menor cuadripléjica, pasando por
diversos tratamientos médicos y operaciones quirúrgicas para su en el
extranjero para buscar su recuperación falleciendo en febrero del
2016. Siendo los delincuentes sentenciados y disponiéndose un pago
por concepto de reparación civil a favor de la citada menor por S/
250,000.00 soles, señalándose ese monto teniéndose erróneamente las
posibilidades económicas de los delincuentes obligados.
[43] VALENZUELA GÓMEZ, Humberto. Responsabilidad Civil por accidentes
de tránsito y seguro obligatorio. Una aproximación desde el análisis
económico del derecho. Op. Cit, 115 pp.
[44] Estableciéndose el artículo 30° de la Ley antes referida en su parte
pertinente lo siguiente: 30.1 Todo vehículo automotor que circule en el
territorio de la República debe contar con una póliza vigente de
Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito, según los términos y
montos establecidos en el reglamento correspondiente. Su aplicación
es progresiva al reglamento respectivo.30.2 El Seguro Obligatorio de
Accidentes de Tránsito cubre a todas las personas sean ocupantes o
terceros no ocupantes, que sufran lesiones o muertes como producto
del accidente de tránsito.30.3 Lo dispuesto en los puntos precedentes
no enerva la obligatoriedad de contar con los seguros especiales que
establezcan los reglamentos correspondientes para el transporte
público, según la naturaleza del servicio”.
[45] Estando a lo establecido en el artículo 19 del D.S 024-2002-MTC del 13-
06-02 que aprueba el T.U.O del Reglamento Nacional de
Responsabilidad Civil y Seguros Obligatorios por Accidentes de
Tránsito.
[46] Conforme al artículo 29 del D.S 024-2002-MTC que aprueba el T.U.O del
Reglamento Nacional de Responsabilidad Civil y Seguros Obligatorios
por Accidentes de Tránsito antes referido.
[47] Conforme lo establecen los artículos 30 y 31 del Reglamento Nacional
de Responsabilidad Civil y Seguros Obligatorios por Accidentes de
Tránsito modificado por el D.S 014-2002-MTC del 19-04-02.
[48] Estando a lo regulado por el artículos 18 del Reglamento Nacional de
Responsabilidad Civil y Seguros Obligatorios por Accidentes de
Tránsito modificado por el D.S 014-2002-MTC del 19-04-02.
[49] Producida con la Ley 28839 del 21-07-2006
Publicado en la Revista Jurídica Actualidad Civil del Instituto Pacífico
en la edición 33 de marzo del 2017.

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