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SÁNCHEZ MUÑOZ MARÍA DOLORES

INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL DERECHO


GRUPO 9926 (SUA)

Unidad 1. Ser Humano, Sociedad y Cultura.

1.1 Ser humano.


El ser humano es un ser racional y libre; un ser que por su inteligencia y por su capacidad de
decisiones autónomas supera, de un modo esencial, a todos los demás seres del universo. No
se mueve por instintos, ni está determinado, necesariamente, por las leyes ineludibles de la
naturaleza. Puede darse cuenta de la realidad que lo circunda y de su propia existencia. Tiene
poder para transformar esa realidad por medio de su trabajo, lo que le ha permitido elevarse
desde las organizaciones primitivas de los comienzos de la historia hasta las complejas formas
de la vida social de nuestros días, con sus avances técnicos, científicos y artísticos, lo que le da
un puesto especial y privilegiado en el universo.
Busca un bien y una perfección que no se puede obtener de forma aislada. Es un ser
multifacético que participa de la naturaleza de múltiples entes del universo, aun cuando no
pertenece totalmente a ninguna de ellas, es decir, está inmerso en un mundo en donde hay
una gran variedad de entes, donde se encuentra frente a lo que no es él (lo otro: lo orgánico y
lo inorgánico como reinos de la naturaleza) y frente a lo que es semejante a él (los otros). De
esta manera va cobrando conciencia de su posición especial en el cosmos.
Es un ser consciente cuya percepción interna le permite darse cuenta no sólo de lo que le rodea
sino de sí mismo en el acto de percibir, y reaccionar frente a los estímulos exteriores.

1.2 Sociedad.
Una sociedad es un gran número de seres humanos que obran conjuntamente para satisfacer
sus necesidades sociales y que comparten una cultura común. En esta definición se distingue
la sociedad del grupo, porque éste comprende solamente un sector de la sociedad, y porque
la cultura común de una sociedad es mucho más amplia que la de una persona particular o de
un grupo.

Siguiendo este razonamiento, se puede decir en general que el grupo está constituido por
personas y que la sociedad está constituida por grupos. Su estudio se centra más bien en
grupos que en personas y estas agrupaciones están interconectadas entre sí. Al desempeñar
sus papeles sociales participan en todas las asociaciones primarias y secundarias que
constituyen estas agrupaciones. Se puede, por lo tanto, definir una sociedad como la estructura
formada por los grupos mayores interconectados entre sí, considerados como una unidad y
participando todos de una cultura común.

Características de la sociedad:

a) Las personas de una sociedad constituyen una unidad demográfica, es decir, pueden
considerarse como una población total. Esto no quiere decir que formen todos, una única y
amplia categoría social, aun cuando uno de los procedimientos más eficaces para comprender
una sociedad es el estudio específico de sus diversas categorías sociales.
b) La sociedad existe dentro de una zona geográfica común. En el mundo moderno, sumamente
organizado, esto se determina por ciertos límites físicos que fijan las fronteras de una nación
en la que existe una sociedad completa. Sin embargo, es posible que dentro de una misma
nación existan diversas sociedades, de modo que la palabra “nación” no es sinónimo de
“sociedad”.
c) La sociedad está constituida por grandes grupos que se diferencian entre sí por su función
social. Han de estar presentes los seis grupos que se hallan en toda sociedad (grupo familiar,
grupo educativo [cultura, escuelas, institutos, academias, asociaciones], miembros de grupos
económicos [distribuyen bienes y servicios materiales para el mantenimiento físico de la vida
en la tierra], grupos políticos [administración y de gobierno, mantenimiento del orden público,
de dar y hacer cumplir las leyes], grupos religiosos [constituidos por personas que coinciden en
su concepción de las relaciones entre Dios y los hombres y en la práctica normalizada y
mediante los cuales se satisfacen las necesidades básicas de las personas. Es evidente que una
sociedad no puede estar constituida sólo por las escuelas, las familias o las iglesias.
d) La sociedad se compone de grupos de personas que tienen una cultura semejante.
Generalmente hablan una misma lengua, pero la semejanza cultural radica mucho más hondo,
en el consentimiento general sobre los valores supremos y últimos.
e) La sociedad debe poderse reconocer como una unidad que funciona en todas partes. La
población total organizada es una entidad dotada de dinamismo. Existe cierto grado de
cooperación y debe decirse que la sociedad actúa como un todo aun cuando, como ya se dijo,
existen internas diferenciaciones funcionales.
f) Finalmente la sociedad debe poderse reconocer como una unidad social separada. Esta
característica está probablemente implícita en los demás elementos que se han mencionado,
pero conviene destacar que cada sociedad está separada de todas las demás sociedades. Esta
separación no es necesario que sea siempre física y territorial.

1.3 Cultura y Derecho.


La cultura es la configuración total de las instituciones que comparten en común las personas
en una sociedad. El término “configuración” indica la trama, la matriz y la red, dentro de la cual
las instituciones relacionadas y coordinadas entre sí actúan en un sistema total. El pueblo
comparte este sistema cultural, pero no en el sentido de que todo individuo y grupo participe
igualmente y lo haga todo exactamente en la misma forma. Hay papeles sociales que no pueden
ser desempeñados por ciertas personas. Hay instituciones que reclaman mucho mayor
participación que otras.
Desde el punto de vista de las personas y de los grupos debemos concebir esencialmente la
cultura a la vez como hereditaria y como ambiental. Eso tiene su importancia, dado que la
cultura se enseña y se aprende, y el individuo la deriva de sus antepasados y de sus
contemporáneos. El proceso de socialización es el medio por el que el individuo se asimila a su
cultura y a su sociedad.
Cuando decimos que la cultura es hereditaria entendemos que las pautas de comportamiento
institucionalizadas se transmiten simbólicamente de una generación a otra. Las instituciones
particulares se forman por la suma de las experiencias de muchas personas a través de un largo
período de tiempo. Los individuos van y vienen, pero la cultura persiste: debe transmitirse de
una manera o de otra. La “herencia cultural” no tiene nada que ver con la generación física o la
transmisión biológica. Se transmite por un proceso de aprendizaje. Cuando decimos que una
cultura antigua ha desaparecido totalmente, damos a entender que el pueblo que la usaba ha
dejado de existir o que gradualmente ha sido absorbido por otra cultura más elevada.
Cuando decimos que la cultura es también ambiental, entendemos que toda persona nace y
crece en una sociedad en la que existe ya una cultura. La cultura que cada generación hereda
de sus antepasados es una cultura con la que cada individuo ha de aprender a vivir. Es evidente,
pero muy significativo, que un americano crece para ser americano y un italiano crece para ser
italiano. Es el ambiente cultural en que vive y se desarrolla y que deja tras sí cuando muere.
Aunque las personas son en último término los creadores de una cultura, son también en gran
parte criaturas de su propia cultura. Una persona puede evadirse de la sociedad por algún
tiempo, pero no puede evadirse de la cultura. El ambiente cultural es probablemente el factor
particular más fuerte que influye en el comportamiento social de la gran mayoría de las
personas. Aun en la soledad, cuando una persona trata durante un tiempo de “alejarse de
todo”, piensa y obra conforme a las pautas de comportamiento con que ha crecido. Las
instituciones de su cultura han formado su personalidad social y han hecho de ella la clase de
persona que es.

Bibliografía:
González Uribe Héctor, Manual de Filosofía Social y Ciencias Sociales, Departamento de
Derecho Universidad Iberoamericana, Instituto de Investigaciones Jurídicas, Universidad
Nacional Autónoma de México, México 2001.
J.H. Fichter, Sociología, Ed. Herder.

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Unidad 2. Concepto de Ciencia y Ciencia Jurídica.

2.1 Conceptos de ciencia, teoría y filosofía.


La ciencia es un conjunto sistemático y metódico de conocimientos fundados de las cosas por
sus causas próximas. Es un “conjunto de conocimientos”, pues uno o varios conocimientos
aislados no llegan a constituir una ciencia. Ese conjunto de conocimientos debe ser
“sistemático y metódico”, es decir, debe ser organizado formando un cuerpo ordenado o
sistema de conocimientos, conforme al método o métodos propios de la ciencia. Los
conocimientos no pueden ser meras opiniones o creencias, sino que deben “fundarse” ya sea
en demostraciones ya en explicaciones de las relaciones de una o varias cosas con “sus causas
próximas”. Precisamente por ser un conocimiento fundado, el conocimiento científico produce
certeza, que podrá ser mayor o menor, según el método de fundamentación propio de cada
ciencia.
Las Ciencias se formulan por medio de “leyes” que registran las constantes de las relaciones
existentes entre un objeto y sus causas próximas. Es esencial a la Ciencia la conexión
sistemática; en dicha conexión, de fundamentación lógica, se expresan las relaciones
existentes entre el objeto mismo y sus razones ontológicas o causas. (pp. 133)
Teoría es el conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación,
formado a través de postulados, hipótesis, posiciones y hasta opiniones, para relacionar el
orden de los fenómenos de la realidad.
El fin de toda ciencia es adquirir la verdad sobre determinadas partes o aspectos de la realidad.
Por lo tanto, el conocimiento científico es esencialmente “teórico”, en cuanto a que se
encamina a una consideración contemplativa de la realidad. Sin embargo, se suele hablar de
“ciencias prácticas”, no porque esas ciencias dejen de ser teóricas, sino porque en ellas los
conocimientos teóricos se adquieren con vistas a una actividad práctica posterior. En efecto,
no hay práctica alguna sin teoría, pues toda práctica está ligada a condiciones previamente
dadas e insertas en un orden dado de antemano, que hay que conocer y tener en cuenta si no
se quiere fracasar. (pp. 134)

Filosofía es aquel conocimiento de la razón humana que, penetrando hasta las últimas causas,
investiga la realidad total, especialmente el ser y el deber ser del hombre.
Al igual que las demás ciencias, la Filosofía es saber por las causas, pero de índole enteramente
peculiar. Todas las otras ciencias son ciencias particulares, porque se limitan a un sector parcial
de la realidad, que investigan bajo un aspecto determinado. La Filosofía, en cambio, abarca la
totalidad de lo real, aunque no lo investiga en sus relaciones causales próximas sino en sus
razones últimas y hasta absolutamente últimas.
El punto de partida más íntimo de la Filosofía lo constituye el hacer humano, única cosa
inmediatamente dada al hombre, en la que se le revela su yo y todo lo demás. Considerada
desde este ángulo, la Filosofía entera se presenta como una interpretación de aquel hacer
humano llevada hasta sus más profundas raíces. La Filosofía considera teóricamente no sólo
por qué es el hombre así, sino también por qué debe ser y cómo debe ser el hombre para que
se realice plenamente.
Las Ciencias particulares y la Filosofía se inician con una reflexión sobre el saber vulgar. Las
Ciencias particulares llegan a la explicación fundada de la realidad por sus causas próximas; la
Filosofía, por sus causas últimas. Todas las Ciencias particulares parten –en el proceso racional
que fundamenta sus explicaciones– de postulados cuya validez discute y establece la Filosofía;
ésta a su vez, debe iniciar sus reflexiones tomando en cuenta las conclusiones a que llegan las
Ciencias. (pp. 133)

Bibliografía:
Villoro Toranzo Miguel, Introducción al estudio del Derecho, Ed. Porrúa.

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2.2 Clasificación y características de la ciencia.

Clasificación:
Una de las clasificaciones más conocidas es la del filósofo alemán Wilhelm Windelband (1848-
1915), expuesta en un célebre discurso rectoral pronunciado en Estrasburgo. Hay, según el
mencionado pensador, dos clases de disciplinas científicas: nomotéticas e idiográficas. Las del
primer grupo (ciencias de leyes), expresan las relaciones necesarias que existen entre los
fenómenos naturales; las del segundo (ciencias de sucesos), estudian los hechos pretéritos en
su individualidad característica. A estas últimas suele dársele la denominación de ciencias
históricas.

Las nomotéticas no desdeñan el examen de los hechos, pero cuando los toman en cuenta, lo
hacen con el deseo de descubrir lo que tienen en común con otros, o a fin de establecer sus
efectos o sus causas. Para los cultivadores de las ciencias de la naturaleza (física, química,
biología, etc.) los fenómenos son “casos particulares de una ley, ejemplares –en sí
indiferentes– de una clase; porque la fijación de lo individual y particular les sirve sólo como
medio para la consecución de su propio fin cognoscitivo, que es la aprehensión de relaciones
generales, el conocimiento de leyes”. El historiador, en cambio, se atiene a lo particular, a lo
único, a lo intuitivo; su problema consiste en “dar nueva vida y actualidad ideal a determinadas
formas del pasado, con la totalidad de su fisonomía individual”. El investigador de la naturaleza
intenta hacer abstracción de los objetos sensibles que continuamente aparecen y desaparecen,
para comprender las leyes válidas de todo acontecer, en su intemporal invariabilidad;
construye como “verdadera esencia” de las cosas “un mundo de átomos incoloros y mudos,
sin el frescor de las cualidades sensibles”. El historiador se sumerge gustoso en lo concreto y
temporal, y “nos da cuadros de hombres y vidas humanas con toda la riqueza de sus peculiares
formas, con la plenitud de su vida individual”.

Quien pretendiese situar a la jurisprudencia técnica en alguna de las dos divisiones de la


clasificación de Windelband, fracasaría, porque la disciplina en cuestión no formula leyes,
como las ciencias nomotéticas, ni describe sucesos, como las idiográficas. Si aquella materia
posee carácter científico, habrá que concluir que la clasificación de Windelband es incompleta.

Examinemos ahora la tesis de Kelsen.

El jefe de la Escuela de Viena sostiene que las disciplinas científicas deben dividirse en
explicativas explicativas y normativas. Aquéllas son las ciencias naturales y coinciden, por
tanto, con las nomotéticas de la doctrina de Windelband; las segundas, que no figuran en la
clasificación primeramente estudiada, se caracterizan en que su objeto no estriba en explicar
lo real, sino en conocer normas, es decir, reglas de conducta que postulan deberes.

El análisis de las teorías de Windelband y Kelsen revela, pues, la existencia de tres grupos de
disciplinas:
1. Nomotéticas o explicativas.
2. Idiográficas o históricas.
3. Normativas.

La combinación precedente no forma todavía una clasificación completa, porque en ella no


aparecen las ciencias matemáticas. En efecto, éstas no estudian hechos, ni causas, ni normas.
Creemos que es posible definirlas como ciencias de axiomas, ya que están integradas por
proposiciones que se obtienen deductivamente partiendo de una serie de principios necesarios
o evidentes.

Hay, por ende, cuatro clases de disciplinas:


1. Ciencias de leyes.
2. Ciencias de sucesos.
3. Ciencias de axiomas.
4. Disciplinas normativas.

De acuerdo con la tesis de Félix Somló expuesta en el libro Teoría jurídica fundamental, las
citadas en último término deben ser divididas en dos grupos. Las del primero, que el jurista
húngaro llama nomográficas, tiene por objeto la exposición sistemática de determinadas reglas
normativas; la misión de las del segundo, que designa con el nombre de nomotéticas (aunque
no en el sentido de Windelband), estriba en la creación de preceptos de la misma índole. La
gramática, por ejemplo, pertenece al segundo grupo; la jurisprudencia técnica forma parte del
primero. Mas no hay que olvidar que dicha disciplina posee, además de su faceta científica, un
aspecto técnico. No es únicamente una ciencia, sino arte. (pp. 122-124)

Bibliografía:
García Máynez Eduardo, Introducción al estudio del Derecho, Ed. Porrúa.

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Características de la ciencia:

1) Su conocimiento científico es fáctico: parte de los hechos, los respeta hasta cierto punto, y
siempre vuelve a ellos. La ciencia intenta describir los hechos tal como son,
independientemente de su valor emocional o comercial: la ciencia no poetiza los hechos ni los
vende, si bien sus hazañas son una fuente de poesía y de negocios. En todos los campos, la
ciencia comienza estableciendo los hechos; esto requiere curiosidad impersonal, desconfianza
por la opinión prevaleciente, y sensibilidad a la novedad.

2) El conocimiento científico trasciende los hechos: descarta los hechos, produce nuevos
hechos, y los explica. El sentido común parte de los hechos y se atiene a ellos: a menudo se
imita al hecho aislado, sin ir muy lejos en el trabajo de correlacionarlo con otros o de explicarlo.
En cambio, la investigación científica no se limita a los hechos observados: los científicos
exprimen la realidad a fin de ir más allá de las apariencias; rechazan el grueso de los hechos
percibidos, por ser un montón de accidentes, seleccionan los que consideran que son
relevantes, controlan hechos y, en lo posible, los reproducen. Incluso producen cosas nuevas
desde instrumentos hasta partículas elementales; obtienen nuevos compuestos químicos,
nuevas variedades vegetales y animales, y al menos en principio, crean nuevas pautas de
conducta individual y social.

3) La ciencia es analítica: la investigación científica aborda problemas circunscriptos, uno a uno,


y trata de descomponerlo todo en elementos (no necesariamente últimos o siquiera reales).
La investigación científica no se planta cuestiones tales como "¿Cómo es el universo en su
conjunto?", o "¿Cómo es posible el conocimiento?" Trata, en cambio, de entender toda
situación total en términos de sus componentes; intenta descubrir los elementos que explican
su integración.

Los problemas de la ciencia son parciales y así son también, por consiguiente, sus soluciones;
pero, más aún: al comienzo los problemas son estrechos o es preciso estrecharlos. Pero, a
medida que la investigación avanza, su alcance se amplía. Los resultados de la ciencia son
generales, tanto en el sentido de que se refieren a clases de objetos (por ejemplo, la lluvia),
como en que están, o tienden a ser incorporados en síntesis conceptuales llamadas teorías. El
análisis, tanto de los problemas como de las cosas, no es tanto un objetivo como una
herramienta para construir síntesis teóricas. La ciencia auténtica no es atomista ni totalista.

4) La investigación científica es especializada: una consecuencia del enfoque analítico de los


problemas es la especialización. No obstante la unidad del método científico, su aplicación
depende, en gran medida, del asunto; esto explica la multiplicidad de técnicas y la relativa
independencia de los diversos sectores de la ciencia. Esta especialización no ha impedido la
formación de campos interdisciplinarios tales como la biofísica, la bioquímica, la psicofisiología,
la psicología social, la teoría de la información, la cibernética, o la investigación operacional.
Con todo, la investigación tiende a estrechar la visión del científico individual; un único remedio
ha resultado eficaz contra la unilateralidad profesional, y es una dosis de filosofía.

5) El conocimiento científico es claro y preciso: sus problemas son distintos, sus resultados son
claros. El conocimiento ordinario, en cambio, usualmente es vago e inexacto; en la vida diaria
nos preocupamos poco por definiciones precisas, descripciones exactas, o mediciones
afinadas: si éstas nos preocuparan demasiado, no lograríamos marchar al paso de la vida. La
ciencia torna impreciso lo que el sentido común conoce de manera nebulosa; pero, desde luego
la ciencia es mucho más que sentido común organizado: aunque proviene del sentido común,
la ciencia constituye una rebelión contra su vaguedad y superficialidad. El conocimiento
científico procura la precisión; nunca está enteramente libre de vaguedades, pero se las ingenia
para mejorar la exactitud; nunca está del todo libre de error, pero posee una técnica única para
encontrar errores y para sacar provecho de ellos.

6) El conocimiento científico es comunicable: no es inefable sino expresable, no es privado sino


público. El lenguaje científico comunica información a quienquiera haya sido adiestrado para
entenderlo. Hay, ciertamente, sentimientos oscuros y nociones difusas, incluso en el desarrollo
de la ciencia (aunque no en la presentación final del trabajo científico); pero es preciso
aclararlos antes de poder estimar su adecuación. Lo que es inefable puede ser propio de la
poesía o de la música, no de la ciencia, cuyo lenguaje es informativo y no expresivo o
imperativo. La inefabilidad misma es, en cambio, tema de investigación científica, sea
psicológica o lingüística. La comunicabilidad es posible gracias a la precisión; y es a su vez una
condición necesaria para la verificación de los datos empíricos y de las hipótesis científicas.

La comunicación de los resultados y de las técnicas de la ciencia no sólo perfecciona la


educación general sino que multiplica las posibilidades de su confirmación o refutación. La
verificación independiente ofrece las máximas garantías técnicas y morales, y ahora es posible,
en muchos campos, en escala internacional. Por esto, los científicos consideran el secreto en
materia científica como enemigo del progreso de la ciencia; la política del secreto científico es,
en efecto, el más eficaz originador de estancamiento en la cultura, en la tecnología y en la
economía, así como una fuente de corrupción moral.

7) El conocimiento científico es verificable: debe aprobar el examen de la experiencia. A fin de


explicar un conjunto de fenómenos, el científico inventa conjeturas fundadas de alguna
manera en el saber adquirido. Sus suposiciones pueden ser cautas o audaces simples o
complejas; en todo caso deben ser puestas a prueba. El test de las hipótesis fácticas es
empírico, esto es, observacional o experimental. El haberse dado cuenta de esta verdad hoy
tan trillada es la contribución inmortal de la ciencia helenística. En ese sentido, las ideas
científicas (incluidos los enunciados de leyes) no son superiores a las herramientas o a los
vestidos: si fracasan en la práctica, fracasan por entero.

La ciencia fáctica es por esto empírica en el sentido de que la comprobación de sus hipótesis
involucra la experiencia; pero no es necesariamente experimental y en particular no es agotada
por las ciencias de laboratorio, tales como la física.

8) La investigación científica es metódica: no es errática sino planeada. Los investigadores no


tantean en la oscuridad: saben lo que buscan y cómo encontrarlo. El planeamiento de la
investigación no excluye el azar; sólo que, a hacer un lugar a los acontecimientos imprevistos
es posible aprovechar la interferencia del azar y la novedad inesperada. Más aún a veces el
investigador produce el azar deliberadamente. Por ejemplo, para asegurar la uniformidad de
una muestra, y para impedir una preferencia inconsciente en la elección de sus miembros, a
menudo se emplea la técnica de la casualización, en que la decisión acerca de los individuos
que han de formar parte de ciertos grupos se deja librada a una moneda o a algún otro
dispositivo. De esta manera, el investigador pone el azar al servicio de orden: en lo cual no hay
paradoja, porque el acaso opera al nivel de los individuos, al par que el orden opera en el grupo
con totalidad. Todo trabajo de investigación se funda sobre este conocimiento, y en particular
sobre las conjeturas mejor confirmadas. Más aun, la investigación procede conforme a reglas
y técnicas que han resultado eficaces en el pasado pero que son perfeccionadas
continuamente, no sólo a la luz de nuevas experiencias, sino también de resultados del examen
matemático y filosófico. Una de las reglas de procedimiento de la ciencia fáctica es la siguiente:
las variables relevantes (o que se sospecha que son sensibles) debieran variarse una cada vez.

9) El conocimiento científico es sistemático: una ciencia no es un agregado de informaciones


inconexas, sino un sistema de ideas conectadas lógicamente entre sí. Todo sistema de ideas
caracterizado por cierto conjunto básico (pero refutable) de hipótesis peculiares, y que procura
adecuarse a una clase de hechos, es una teoría. Todo capítulo de una ciencia especial contiene
teorías o sistemas de ideas que están relacionadas lógicamente entre sí, esto es, que están
ordenadas mediante la relación "implica". Esta conexión entre las ideas puede calificarse de
orgánica, en el sentido de que la sustitución de cualquiera de las hipótesis básicas produce un
cambio radical en la teoría o grupo de teorías.

10) El conocimiento científico es general: ubica los hechos singulares en pautas generales, los
enunciados particulares en esquemas amplios. El científico se ocupa del hecho singular en la
medida en que éste es miembro de una clase o caso de una ley; más aún, presupone que todo
hecho es clasificable y legal. No es que la ciencia ignore la cosa individual o el hecho irrepetible;
lo que ignora es el hecho aislado. Por esto la ciencia no se sirve de los datos empíricos —que
siempre son singulares— como tales; éstos son mudos mientras no se los manipula y convierte
en piezas de estructuras teóricas.

11) El conocimiento científico es legal: busca leyes (de la naturaleza y de la cultura) y las aplica.
El conocimiento científico inserta los hechos singulares en pautas generales llamadas "leyes
naturales" o "leyes sociales". Tras el desorden y la fluidez de las apariencias, la ciencia fáctica
descubre las pautas regulares de la estructura y del proceso del ser y del devenir. En la medida
en que la ciencia es legal, es esencialista: intenta legar a la raíz de las cosas.
Encuentra la esencia en las variables relevantes y en las relaciones invariantes entre ellas. Hay
leyes de hechos y leyes mediante las cuales se pueden explicar otras leyes. El principio de
Arquímedes pertenece a la primera clase; pero a su vez puede deducirse de los principios
generales de la mecánica; por consiguiente, ha dejado de ser un principio independiente, y
ahora es un teorema deducible de hipótesis de nivel más elevado. Las leyes de la física proveen
la base de las leyes de las combinaciones químicas; las leyes de la fisiología explican ciertos
fenómenos psíquicos; y las leyes de la economía pertenecen a los fundamentos de la sociología.
Es decir, los enunciados de las leyes se organizan en una estructura de niveles.

12) La ciencia es explicativa: intenta explicar los hechos en términos de leyes, y las leyes en
términos de principios. Los científicos no se conforman con descripciones detalladas; además
de inquirir cómo son las cosas, procuran responder al por qué: por qué ocurren los hechos
como ocurren y no de otra manera. La ciencia deduce proposiciones relativas a hechos
singulares a partir de leyes generales, y deduce las leyes a partir de enunciados nomológicos
aún más generales (principios). Por ejemplo, las leyes de Kepler explicaban una colección de
hechos observados del movimiento planetario; y Newton explicó esas leyes deduciéndolas de
principios generales explicación que permitió a otros astrónomos dar cuenta de las
irregularidades de las órbitas de los planetas que eran desconocidas para Kepler.

13) El conocimiento científico es predictivo: Trasciende la masa de los hechos de experiencia,


imaginando cómo puede haber sido el pasado y cómo podrá ser el futuro. La predicción es, en
primer lugar, una manera eficaz de poner a prueba las hipótesis; pero también es la clave del
control y aun de la modificación del curso de los acontecimientos. La predicción científica en
contraste con la profecía se funda sobre leyes y sobre informaciones específicas fidedignas,
relativas al estado de cosas actual o pasado. No es del tipo "ocurrirá E", sino más bien de este
otro: "ocurrirá E1 siempre que suceda C1, pues siempre que sucede C es seguido por o está
asociado con E". C y E designan clases de sucesos en tanto que C1 y E1 denotan los hechos
específicos que se predicen sobre la base del o los enunciados que conectan a C con E en
general.

La predicción científica se caracteriza por su perfectibilidad antes que por su certeza. Más aún,
las predicciones que se hacen con la ayuda de reglas empíricas son a veces más exactas que las
predicciones penosamente elaboradas con herramientas científicas (leyes, informaciones
específicas y deducciones); tal es el caso con frecuencia de los pronósticos meteorológicos, de
la prognosis médica y de la profecía política. Pero en tanto que la profecía no es perfectible y
no puede usarse para poner a prueba hipótesis, la predicción es perfectible y, si falla, nos obliga
a corregir nuestras suposiciones, alcanzando así una inteligencia más profunda. Por esto la
profecía exitosa no es un aporte al conocimiento teórico, en tanto que la predicción científica
fallida puede contribuir a él.

14) La ciencia es abierta: no reconoce barreras a priori que limiten el conocimiento. Si un


conocimiento fáctico no es refutable en principio, entonces no pertenece a la ciencia sino a
algún otro campo. Las nociones acerca de nuestro medio, natural o social, o acerca del yo, no
son finales: están todas en movimiento, todas son falibles. Siempre es concebible que pueda
surgir una nueva situación (nuevas informaciones o nuevos trabajos teóricos) en que nuestras
ideas, por firmemente establecidas que parezcan, resulten inadecuadas en algún sentido. La
ciencia carece de axiomas evidentes: incluso los principios más generales y seguros son
postulados que pueden ser corregidos o reemplazados. A consecuencia del carácter hipotético
de los enunciados de leyes, y de la naturaleza perfectible de los datos empíricos la ciencia no
es un sistema dogmático y cerrado sino controvertido y abierto. O, más bien, la ciencia es
abierta como sistema porque es falible y por consiguiente capaz de progresar. En cambio,
puede argüirse que la ciencia es metodológicamente cerrada no en el sentido de que las reglas
del método científico sean finales sino en el sentido de que es autocorrectiva: el requisito de
la verificabilidad de las hipótesis científicas basta para asegurar el progreso científico.

15) La ciencia es útil: porque busca la verdad, la ciencia es eficaz en la provisión de


herramientas para el bien y para el mal. El conocimiento ordinario se ocupa usualmente de
lograr resultados capaces de ser aplicados en forma inmediata; con ello no es suficientemente
verdadero, con lo cual no puede ser suficientemente eficaz. Cuando se dispone de un
conocimiento adecuado de las cosas es posible manipularlas con éxito. La utilidad de la ciencia
es una consecuencia de su objetividad; sin proponerse necesariamente alcanzar resultados
aplicables, la investigación los provee a la corta o a la larga. La sociedad moderna paga la
investigación porque ha aprendido que la investigación rinde. Por este motivo, es redundante
exhortar a los científicos a que produzcan conocimientos aplicables: no pueden dejar de
hacerlo. Es cosa de los técnicos emplear el conocimiento científico con fines prácticos, y los
políticos son los responsables de que la ciencia y la tecnología se empleen en beneficio de la
humanidad. Los científicos pueden, a lo sumo, aconsejar acerca de cómo puede hacerse uso
racional, eficaz y bueno de la ciencia. (pp. 10-22)

Bibliografía:
Mario Bunge La ciencia. Su método y su filosofía. Ed. Laetoli

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2.2.1 Ciencias formales.

Las ciencias formales (son conjuntos de conocimientos racionales, verificables, sistemáticos y


coherentes, que se ocupan del estudio de los procesos lógicos y matemáticos, pero no son
objetivos, es decir, no nos dan informaciones acerca de la realidad, no se ocupan de los hechos;
su objeto de estudio no es el mundo, ni la realidad físico-natural, sin embargo sus
conocimientos pueden ser aplicados a dicha realidad físico-natural. El método propio de las
ciencias formales es el método deductivo.

Dicho de otra manera, son aquellas que trabajan con formas, es decir, con objetos ideales, que
son creados por el hombre, que existen en su mente y son obtenidos por abstracción. Les
interesan las formas y no los contenidos; no les importa lo que se dice, sino cómo se dice. La
verdad de las ciencias formales es necesaria y formal.

La lógica y la matemática tratan de estos objetos ideales. Estos entes (objetos), tanto los
abstractos como los interpretados, sólo existen en la mente humana. A los lógicos y
matemáticos no se les da objetos de estudio: ellos construyen sus propios objetos. Es verdad
que a menudo lo hacen por abstracción de objetos reales (naturales y sociales); más aún, el
trabajo del lógico o del matemático satisface a menudo las necesidades del naturalista, del
sociólogo o del tecnólogo, y es por esto que la sociedad los tolera y, ahora, hasta los estimula.
Pero la materia prima que emplean los lógicos y los matemáticos no es fáctica sino ideal.
Por ejemplo, el concepto de número abstracto nació, sin duda, de la coordinación
(correspondencia biunívoca) de conjuntos de objetos materiales, tales como dedos, por una
parte, y guijarros, por la otra; pero no por esto aquel concepto se reduce a esta operación
manual, ni a los signos que se emplean para representarlo. Los números no existen fuera de
nuestros cerebros, y aun allí dentro existen al nivel conceptual, y no al nivel fisiológico. Los
objetos materiales son numerables siempre que sean discontinuos; pero no son números;
tampoco son números puros (abstractos) sus cualidades o relaciones. En el mundo real
encontramos 3 libros, en el mundo de la ficción construimos 3 platos voladores. ¿Pero quién
vio jamás un 3, un simple 3?

La lógica y la matemática, por ocuparse de inventar entes formales y de establecer relaciones


entre ellos, se llaman a menudo ciencias formales, precisamente porque sus objetos no son
cosas ni procesos, sino, para emplear el lenguaje pictórico, formas en las que se puede verter
un surtido ilimitado de contenidos, tanto fácticos como empíricos. Esto es, podemos establecer
correspondencias entre esas formas (u objetos formales), por una parte, y cosas y procesos
pertenecientes a cualquier nivel de la realidad por la otra. Así es como la física, la química, la
fisiología, la psicología, la economía, y las demás ciencias recurren a la matemática,
empleándola como herramienta para realizar la más precisa reconstrucción de las complejas
relaciones que se encuentran entre los hechos y entre los diversos aspectos de los hechos;
dichas ciencias no identifican las formas ideales con los objetos concretos, sino que interpretan
las primeras en términos de hechos y de experiencias (o, lo que es equivalente, formalizan
enunciados fácticos).

Lo mismo vale para la lógica formal: algunas de sus partes —en particular, pero no
exclusivamente, la lógica proposicional bivalente— pueden hacerse corresponder a aquellas
entidades psíquicas que llamamos pensamientos. Semejante aplicación de las ciencias de la
forma pura a la inteligencia del mundo de los hechos, se efectúa asignando diferentes
interpretaciones a los objetos formales. Estas interpretaciones son, dentro de ciertos límites,
arbitrarias; vale decir, se justifican por el éxito, la conveniencia o la ignorancia. En otras
palabras el significado fáctico o empírico que se les asigna a los objetos formales no es una
propiedad intrínseca de los mismos. De esta manera, las ciencias formales jamás entran en
conflicto con la realidad. Esto explica la paradoja de que, siendo formales, se "aplican" a la
realidad: en rigor no se aplican, sino que se emplean en la vida cotidiana y en las ciencias
fácticas a condición de que se les superpongan reglas de correspondencia adecuada. En suma,
la lógica y la matemática establecen contacto con la realidad a través del puente del lenguaje,
tanto el ordinario como el científico.

Tenemos así una primera gran división de las ciencias, en formales (o ideales) y fácticas (o
materiales). Esta ramificación preliminar tiene en cuenta el objeto o tema de las respectivas
disciplinas; también da cuenta de la diferencia de especie entre los enunciados que se
proponen establecer las ciencias formales y las fácticas: mientras los enunciados formales
consisten en relaciones entre signos, los enunciados de las ciencias fácticas se refieren, en su
mayoría, a entes extracientíficos: a sucesos y procesos. Nuestra división también tiene en
cuenta el método por el cual se ponen a prueba los enunciados verificables: mientras las
ciencias formales se contentan con la lógica para demostrar rigurosamente sus teoremas (los
que, sin embargo, pudieron haber sido adivinados por inducción común o de otras maneras),
las ciencias fácticas necesitan más que la lógica formal: para confirmar sus conjeturas necesitan
de la observación y/o experimento. En otras palabras, las ciencias fácticas tienen que mirar las
cosas, y, siempre que les sea posible, deben procurar cambiarlas deliberadamente para
intentar descubrir en qué medida sus hipótesis se adecuan a los hechos. (pp. 6-11)

Bibliografía:
Mario Bunge La ciencia. Su método y su filosofía. Ed. Laetoli

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2.2.2 Ciencias factuales.

En las ciencias fácticas, la situación es enteramente diferente a la de las ciencias formales. En


primer lugar, ellas no emplean símbolos vacíos (variables lógicas) sino tan sólo símbolos
interpretados; por ejemplo no involucran expresiones tales como 'x es F', que no son
verdaderas ni falsas. En segundo lugar, la racionalidad —esto es, la coherencia con un sistema
de ideas aceptado previamente— es necesaria pero no suficiente para los enunciados fácticos;
en particular la sumisión a algún sistema de lógica es necesaria pero no es una garantía de que
se obtenga la verdad. Además de la racionalidad, exigimos de los enunciados de las ciencias
fácticas que sean verificables en la experiencia, sea indirectamente (en el caso de las hipótesis
generales), sea directamente (en el caso de las consecuencias singulares de las hipótesis).
Únicamente después que haya pasado las pruebas de la verificación empírica podrá
considerarse que un enunciado es adecuado a su objeto, o sea que es verdadero, y aún así
hasta nueva orden. Por eso es que el conocimiento fáctico verificable se llama a menudo
ciencia empírica.

Tratando de establecer un concepto, las ciencias fácticas o ciencias factuales (física, química,
fisiología, biología, entre otras) están basadas en buscar la coherencia entre los hechos y la
representación mental de los mismos (nos informan cosas de la realidad). Esta coherencia es
necesaria pero no suficiente; para anunciar que un enunciado es (probablemente) verdadero
se requieren datos empíricos (proposiciones acerca de observaciones o experimentos). En
última instancia, sólo la experiencia puede decirnos si una hipótesis relativa a cierto grupo de
hechos materiales es adecuada o no. El mejor fundamento de esta regla metodológica que
acabamos de enunciar es que la experiencia le ha enseñado a la humanidad que el
conocimiento de hecho no es convencional, que si se busca la comprensión y el control de los
hechos debe partirse de la experiencia. Pero la experiencia no garantizará que la hipótesis en
cuestión sea la única verdadera: sólo nos dirá que es probablemente adecuada, sin excluir por
ello la posibilidad de que un estudio ulterior pueda dar mejores aproximaciones en la
reconstrucción conceptual del trozo de realidad escogido.

Así las cosas, nadie confiaría en un medicamento si no parte de la autoridad de la persona que
lo receta y ambos en que el medicamento ha sido sometido a todas las pruebas necesarias de
contrastación empírica.

Por lo tanto, el objeto de estudio de la ciencia fáctica son los hechos; su método, la
observación, experimentación; y su criterio de verificación es aprobar el examen, la llamada
contrastación cuántica. Son las ciencias o disciplinas que tienen como objeto de estudios los
hechos reales, como la historia, la sociología. Hay otra clasificación de ciencia y son las llamadas
ciencias formales, como las matemáticas y físicas, pues la materia de su conocimiento son
objetos y formas ideales, es decir números, nomenclaturas. La multiplicación más aceptada es
la de ciencias fácticas y formales. El hombre es un ser natural, pero su mundo ya no es natural.
La naturaleza se desenvuelve independientemente de la voluntad del hombre, en cambio, el
mundo del hombre es creado por él. Las naturales son la biología, física, química, etc. Y las
sociales son sociología, economía, psicología, etc. La verdad de estas ciencias es fáctica porque
depende de hechos y es provisoria porque las nuevas investigaciones pueden presentar
elementos para su refutación.

En resumidas cuentas, las ciencias formales demuestran o prueban: las ciencias fácticas
verifican (confirman o disconfirman) hipótesis que en su mayoría son provisionales. La
demostración es completa y final; la verificación es incompleta y por eso temporaria. La
naturaleza misma del método científico impide la confirmación final de las hipótesis fácticas.
En efecto los científicos no sólo procuran acumular elementos de prueba de sus suposiciones
multiplicando el número de casos en que ellas se cumplen; también tratan de obtener casos
desfavorables a sus hipótesis, fundándose en el principio lógico de que una sola conclusión que
no concuerde con los hechos tiene más peso que mil confirmaciones. Por ello, mientras las
teorías formales pueden ser llevadas a un estado de perfección (o estancamiento), los sistemas
relativos a los hechos son esencialmente defectuosos: cumplen, pues, la condición necesaria
para ser perfectibles. En consecuencia si el estudio de las ciencias formales vigoriza el hábito
del rigor, el estudio de las ciencias fáctiles puede inducirnos a considerar el mundo como
inagotable, y al hombre como una empresa inconclusa e interminable.

Las diferencias de método, tipo de enunciados y referentes que separan las ciencias fácticas de
las formales, impiden que se las examine conjuntamente más allá de cierto punto. Por ser una
ficción seria, rigurosa y a menudo útil, pero ficción al cabo, la ciencia formal requiere un
tratamiento especial. En lo que sigue nos concentraremos en la ciencia fáctica. Daremos un
vistazo a las características peculiares de las ciencias de la naturaleza y de la cultura en su
estado actual, con la esperanza de que la ciencia futura enriquezca sus cualidades o, al menos,
de que las civilizaciones por venir hagan mejor uso del conocimiento científico. (pp. 6-11)

Bibliografía:
Mario Bunge La ciencia. Su método y su filosofía. Ed. Laetoli

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2.2.2.1 Ciencias culturales, del espíritu o sociales.

Ciencias culturales Para definir a las ciencias culturales, fue aproximadamente hasta los años
cincuenta o sesenta que antropólogos habían descubierto 156 definiciones de cultura. Todavía
una de las problemáticas a concretar. Cultura, para Ralph Linton se refiere al estilo de vida de
una sociedad y no simplemente aquellas partes a las que la sociedad considera elevadas o
deseables. En el caso de las ciencias normativas las podríamos definir como aquellas disciplinas
que estudian las diferencias y características de los individuos.

Las ciencias del espíritu tienen que habérselas con los diversos aspectos de la vida espiritual y
sus objetivaciones. Se les llama también “ciencias de la cultura”, porque el hombre con su
actividad creadora espiritual perfecciona libremente lo dado en la naturaleza; su crear ya es en
sí “cultura” y produce bienes objetivos culturales. Las ciencias del espíritu estudian las obras
de la actividad espiritual humana en las que los individuos y grupos humanos dejan su huella
singular, diferente de las de los otros individuos y grupos humanos; por lo mismo, estas ciencias
se vuelven hacia lo concreto, lo singular, considerándolo justamente en su peculiaridad
irreiterable. Las ciencias del espíritu nunca se pueden demostrar por experimentos de
labotatorio; fundamentan sus verdades en “explicaciones” (y no en demostraciones) de tales
efectos concretos por sus razones de ser; tratan de comprender por qué esto es o fue así
cuando pudo ser en otra forma. Asimismo, las ciencias del espíritu persiguen la
fundamentación causal, de acuerdo con el principio ontológico de razón suficiente, que dice:
“todo objeto tiene una razón de ser, una razón ontológica” (es decir, una razón que explique
su significado espiritual); y son capaces de explicar las obras culturales observadas por
deducciones sacadas de esas observaciones.

Ciencias sociales: Se clasifican en culturales y normativas. Su objeto de estudio es el hombre y


su interrelación con el resto de la humanidad como parte de un grupo o comunidad. Las
ciencias sociales se definen como: ciencias que estudian el origen y el desarrollo de la sociedad,
instituciones, de las relaciones e ideas que configuran la vida social. Entre sus vínculos entre
otras ciencias se pueden mencionar a la antropología, sociología, arqueología, las ciencias
políticas, la historia, la geografía, la historiografía, el derecho, etc. (pp. 138-139)

Bibliografía:
Villoro Toranzo Miguel, Introducción al estudio del Derecho, Ed. Porrúa.

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2.2.2.2 Ciencias normativas.

En cuanto se determina al derecho como norma (o más precisamente, como un sistema de


normas, como un orden normativo), y se limita la ciencia del derecho al conocimiento y
descripción de normas jurídicas y de las relaciones que ellas constituyen entre los hechos por
ellas determinados, se acota el derecho frente a la naturaleza, y a la ciencia del derecho, como
ciencia normativa, frente a todas las demás ciencias que aspiran a un conocimiento por leyes
causales de los acontecimientos fácticos. Así se logra por fin un criterio seguro, para separar
unívocamente la sociedad de la naturaleza y la ciencia social de la ciencia natural.

La naturaleza es, según una de las muchas definiciones de este objeto, cierto orden de las
cosas, o un sistema de elementos, enlazados entre sí como causa y efecto, es decir, ligados
según el principio que se denomina de “causalidad”. Las llamadas leyes naturales, con las
cuales la ciencia describe aquel objeto, como por ejemplo, la oración que afirma que “si se
calienta un metal, el mismo se dilata”, son aplicaciones de ese principio. La relación entre calor
y dilatación es la causa y efecto.

Si existe una ciencia social diferente de la ciencia natural, necesita describir un objeto según
un principio que se diferencie del de causalidad. En cuanto objeto de una ciencia tal, diferente
de la ciencia natural, la sociedad es un orden normativo del comportamiento humano. Pero no
existe razón suficiente alguna para no concebir también el comportamiento humano como un
elemento de la naturaleza, es decir, como determinado también por el principio de la
causalidad, para explicarlo, como los hechos naturales por causas y efectos. Que esa
explicación –por lo menos, hasta cierto grado- es posible y efectivamente alcanzable, no puede
ser puesto en duda. En la medida en que una ciencia describe y explica la conducta humana de
esa manera y, en cuanto su objeto está constituido por la interacción humana, puede ser
considerada como ciencia social; semejante ciencia social, sin embargo, no puede ser tenida
como esencialmente diferente de las ciencias naturales.

Pero si entre tanto, analizamos nuestras enunciaciones sobre el comportamiento humano,


resulta que no sólo enlazamos actos de conducta humana entre sí y con otros hechos, según el
principio de causalidad, sino que también lo hacemos con otro principio que es enteramente
diferente del de causalidad, un principio que no tiene aún en la ciencia un nombre
generalmente reconocido. Si es posible comprobar que semejante principio se presenta en
nuestro pensamiento y que es utilizado por ciencias que tienen por objeto la interacción
humana determinada por normas – es decir, las normas que determinan la conducta-
estaremos justificados en distinguir a la sociedad como un orden distinto de la naturaleza, y a
las ciencias que recurren a ese otro principio ordenador en la descripción de su objeto, como
esencialmente diferente de las ciencias naturales. Sólo cuando la sociedad es entendida como
un orden normativo de la interacción humana, como un objeto concebido en forma distinta
del orden causal de la naturaleza, puede contraponerse a la ciencia de la sociedad a la ciencia
de la naturaleza. Sólo en la medida en que el derecho es un orden normativo del
comportamiento recíproco de los seres humanos, puede diferenciarse, como fenómeno social,
de la naturaleza, y puede diferenciarse la ciencia del derecho, como una ciencia social, de la
ciencia natural. (pp. 89-90)

Bibliografía:
Kelsen Hans, Teoría pura del Derecho, Ed. Universidad Nacional Autónoma de México.

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2.3 Particularidades de la ciencia jurídica.

2.3.1 Dogmática o sistemática jurídica.


La dogmática jurídica (o Ciencia del Derecho) es el conjunto sistemático y metódico de
conocimientos fundados del derecho por sus causas. El Derecho Positivo, tanto del pasado
como del presente, puede y debe ser objeto de la reflexión científica (e.d., de una reflexión
sistemática, metódica y lo suficientemente fundada para que produzca certeza). Esta reflexión
puede ser de carácter genético: puede contestar por qué, en determinado momento de la
historia de un pueblo, las autoridades del mismo declararon obligatorias tales o cuales normas.
El estudio pertenecerá entonces a la Ciencia de la Historia del Derecho. También puede darse,
a la reflexión sobre un Derecho Positivo pasado o sobre uno vigente, un carácter sistemático.
Se trata entonces de explicar el sentido de una o varias normas jurídicas en concordancia con
el sentido de las demás normas jurídicas del sistema a que pertenecen. Estas últimas
explicaciones, si se hacen en forma sistemática y metódica y si llegan a conclusiones fundadas,
pertenecen a la Ciencia de la Sistemática del Derecho o Sistemática Jurídica.
Notemos que el objeto de la Ciencia de la Historia del Derecho y de la Ciencia Sistemática del
Derecho no puede ser más que el ius conditum, es decir, el Derecho ya elaborado o constituido.
Nos podemos plantear el problema científico de por qué esta ley, o esta costumbre jurídica, o
esta sentencia es así; y nuestra contestación pertenecerá o a la Ciencia de la Historia del
Derecho (si explica fundadamente la génesis histórica de la norma) o a la Ciencia Sistemática
del Derecho (si razona el porqué de la norma de acuerdo con los ideales de Justicia y la lógica
del sistema a que pertenece). En una y otra explicación, el estudio será teórico, será una
explicación teórica de por qué una norma ha sido así o es así, pero, por muy sabia y erudita
que sea esa explicación especulativa, no puede ser el fin último de la actividad del jurista. En
efecto, los intereses del jurista se distinguen a la aplicación y al desarrollo prácticos del
Derecho, se dirigen al ius condendum, es decir, al Derecho que debe regular, como norma
viviente, la conducta social de los hombres. (pp. 141-142)

Bibliografía:
Villoro Toranzo Miguel, Introducción al Estudio del Derecho, Ed. Porrúa.

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2.3.2 Filosofía jurídica.


La filosofía del Derecho es el conocimiento de la razón humana que, penetrando hasta las
últimas causas del Derecho, investiga su esencia y los valores propios de lo jurídico.
García Máynez explica: “Son dos los temas capitales de esta disciplina: el primero es el de la
determinación del concepto del Derecho; el otro refiérese a los valores que el orden jurídico
positivo debe realizar. El estudio de la noción de lo jurídico constituye el objeto de la Teoría
Fundamental del Derecho. La segunda parte de la disciplina de que hablamos, cuya tarea
consiste en descubrir los valores propios del Derecho, se denomina Axiología Jurídica.
La Axiología Jurídica se halla presente en el ius conditum y en el ius condendum. La única
diferencia es que, en el primero, se halla en valoraciones ya formuladas de las que se puede
estudiar metódicamente el cómo fueron construidas o el por qué fueron seleccionadas; en
cambio, en el segundo, las valoraciones son parte integrante del proceso artístico de
construcción del Derecho. El hecho es que la Filosofía del Derecho se entrelaza estrechamente
con la Ciencia y con el Arte del Derecho. (pp. 143-144)

Bibliografía:
Villoro Toranzo Miguel, Introducción al estudio del Derecho, Ed. Porrúa.

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2.3.3 Sociología jurídica.


Constituye, como su nombre lo indica, una de las ramas o aspectos de la sociología general.
Debe admitirse que pertenece al grupo de las ciencias que en una o en otra forma tratan de
explicar los fenómenos que engendra la vida en común.
Augusto Comte, fundador de la Sociología, la consideraba como una ciencia nueva, cuyo objeto
de estudio está constituido por los fenómenos sociales y cuyo método de trabajo en nada debe
distinguirse del empírico-inductivo que emplean los investigadores de la naturaleza.
A fin de concluir la nueva disciplina dentro del cuadro general de los conocimientos humanos,
principió Comte por elaborar su famosa clasificación serial. En ella aparecen agrupadas, por
orden de complejidad creciente y generalidad decreciente, las diversas disciplinas científicas,
desde la matemática, pasando por la astronomía y la física, hasta la química, la biología y la
sociología.

Esta ordenación se basa en el supuesto de que es imposible reducir todos los conocimientos
científicos a una disciplina unitaria, en cuanto cada una de las ciencias estudia un grupo
especial de fenómenos, dotados de leyes propias y, por ende, irreductibles. Es cierto que cada
ciencia puede utilizar y aplicar los principios de las que la preceden en la serie; pero su objeto
fundamental estriba en descubrir y sistematizar sus propias leyes. Como la sociología se halla
en la cúspide de la clasificación comtiana, resulta ser, a un tiempo, la más compleja y menos
general de las disciplinas científicas, en tanto que la matemática, que ocupa el primer sitio, es
de máxima generalidad y de complejidad mínima.
Refiriéndonos de manera concreta a la sociología del derecho podemos definirla como una
disciplina que tiene por objeto la explicación del fenómeno jurídico, considerado como hecho
social. De la definición anterior puede inferirse fácilmente qué diferencias existen entre la
sociología jurídica y la ciencia del derecho. Para esta última el derecho es simplemente un
conjunto de normas; para la primera, un fenómeno social que debe ser explicado en la misma
forma en que lo son los demás productos de la vida colectiva. (pp. 154-158)

Bibliografía:
García Maynez Eduardo, Introducción al estudio del Derecho, Ed. Porrúa.

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2.4 El Derecho como objeto de estudio de la ciencia jurídica.

Diversos autores han apuntado que la palabra ‘derecho’ se utiliza confusa y por ende
erróneamente para designar tanto a la ciencia o disciplina científica como al objeto de estudio
de la misma. Por lo cual, ante el dilema de usar el mismo vocablo para ambas connotaciones,
y para evitar tal incongruencia, así como por exigencias de método, denominamos ‘derecho’ al
objeto de estudio de una disciplina que estimamos como científica a la que llamamos ‘ciencia
jurídica’ o ‘ciencia del derecho’. Al respecto, es pertinente hacer dos aclaraciones.
Por una parte, es conveniente mencionar que en Roma no existía tal confusión porque la
palabra iurisprudentia servía para designar a la ciencia jurídica o ciencia del derecho y el
vocablo ius para el derecho como objeto de estudio de dicha ciencia.8 A la primera la definen
como divinarum atque humanarum rerum notitia; iusti atque iniusti scientia -conocimiento de
las cosas divinas y humanas; la ciencia de lo justo y lo injusto-, mientras que a la segunda como
ars boni et aequi -arte de lo bueno y de lo justo-.
Por otra parte, es menester hacer referencia a la discusión sobre el carácter científico del
derecho. Las dudas sobre la cientificidad del derecho -y de otras disciplinas- derivan en gran
medida de la crisis de la ciencia.9 Afirmar o negar la cientificidad de una disciplina no debe
depender de que ésta utilice o no un método determinado sino del rigor objetivo y racional
con el que se trata de comprender y explicar al universo que nos rodea.

Bibliografía:
http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/cont/90/art/art6.htm
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Unidad 3. Definición del Derecho.

3.1 Análisis de los elementos que pueden contener una definición del Derecho.

Con relación al derecho, es menester recordar el dictum kantiano: "Los juristas buscan todavía
una definición para su concepto del derecho". Cabe aclarar que para Kant "definir no pretende
significar más que exponer originariamente el concepto detallado de una cosa dentro de sus
límites".

Una de las formas tradicionales de aproximarse a esta problemática es buscar en la etimología


de la palabra misma. Por un lado, derecho viene del latín directum que da la idea de rectitud,
o sea, aquello que está sometido a una fuerza rectora o mandato. Por otro lado, derecho se
identifica con otras voces latinas como iusque es la contracción del participio iussum del verbo
iubereque significa mandar. Asimismo, derecho se traduce droit en francés, diritto en italiano,
direito en portugués, dreptu en rumano, recht en alemán y righten inglés que derivan también
del verbo latino regere que es regir, sinónimo de mandar. Por tanto, etimológicamente derecho
es una idea de rectitud y una acción de mandar o regir. Ergo, el derecho es el mandato recto.

Cuando la etimología -aunque de gran utilidad- resulta insuficiente, comúnmente se acude al


método aristotélico en búsqueda del genus proximum y de la differentiae specificae. Al
respecto, Fritz Schreirer sostiene que el derecho es indefinible si se trata de identificar el
género próximo y luego la diferencia específica. Como tampoco esta alternativa deja
complacido, hay que recurrir a las respuestas que los juristas han dado en el devenir histórico.
Sin embargo, el problema es que podemos encontrar incluso tantas como autores, porque cada
uno tiene su concepción del derecho. En este sentido, parece que debemos reconocer el
relativismo acuñado por Protágoras y el perspectivismo defendido por Ortega y Gasset para
identificar las diferentes metodologías empleadas y agruparlas en diferentes corrientes de la
filosofía jurídica, según la concepción del derecho que defienden.
Básicamente, hay tres grandes posturas que conforman este espectro metodológico: EL
IUSNATURALISMO (valores, EL IUSFORMALISMO (normas) Y EL IUSREALISMO (hechos).

Bibliografía:
http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/cont/90/art/art6.htm
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3.1.1 Hecho.

Se caracteriza el Hecho (jurídico), porque en él la voluntad no interviene ni en la realización del


acontecimiento, y ni en la producción de las consecuencias o efectos jurídicos, no obstante lo
cual éstos se producen.

Se debe aclarar que si se emplea la palabra efectos a sabiendas de su marcada incorrección en


el lenguaje jurídico, puesto que en rigor sólo es propia de las ciencias naturales regidas por el
principio de la causalidad universal, pero no de la ciencia jurídica que por no ocuparse del ser
sino del deber ser, no reconoce ni puede reconocer como base dicho principio, es tan sólo
porque el propio término ha tomado también carta de naturalización en el lenguaje jurídico y
por ello mismo, siendo de uso arraigado y diario en éste, no seremos nosotros quienes
pretendamos desarraigarlo y desenterrarlo.

Para explicar el hecho, Raúl Ortiz-Urquidi cita el siguiente ejemplo: la muerte natural de una
persona. ¿Deseó alguien, en un caso dado, que se produjera? No, puesto que inclusive se hizo
lo humanamente imposible (médico, medicinas, etc.) para evitarla. Luego, en la realización del
acontecimiento –primer momento– para nada intervino la voluntad. Pero es el caso que esa
muerte produjo consecuencias en el campo del Derecho: transmisión de derechos y
obligaciones hereditarios, extinción de los personalísimos, etc. –segundo momento– que sin
embargo, se producen con total independencia de la voluntad de persona alguna.

Hecho no jurídico: Antes de seguir adelante, dice Ortiz-Urquidi, debemos decir que justamente
la producción de estos efectos o consecuencias es lo que determina que el hecho sea jurídico,
ya que de lo contrario el hecho no es jurídico, importando poco, o nada por mejor decir, que
en su realización intervenga la voluntad o no intervenga, puesto que lo único que lo distingue
del hecho jurídico, es que en tanto éste produce consecuencias dentro del campo del Derecho,
el hecho no jurídico puede o no producirlas fuera de tal ámbito, pero nunca dentro de él.
Verbigracia: la lectura de un libro o de un periódico, la aceptación de una invitación a comer
–hechos voluntarios– o un temblor, una tormenta, la lluvia –hechos naturales y por lo tanto
involuntarios–.

Pero ya que hemos puesto estos últimos ejemplos, continúa Ortiz Urquidi, también debemos
decir que un mismo hecho puede ser o no ser jurídico y que es precisamente el caso de dichos
últimos ejemplos, ya que si para la generalidad de las personas ninguna consecuencia produce
dentro del campo del Derecho que llueva, puede sin embargo la lluvia producir tales
consecuencias, si, por ejemplo, se trata de un agricultor que haya asegurado sus cosechas
contra un riesgo de esta naturaleza, pues entonces evidentemente que si por virtud de esa
lluvia llega a destruirse su sembradío, es claro que nace a cargo del asegurador la
correspondiente obligación jurídica de pagar el importe del seguro.

Hecho jurídico en sentido amplio: acontecimientos naturales o del hombre que provocan una
modificación a la realidad jurídica.

Hecho jurídico en sentido estricto: acontecimientos naturales o del hombre que provocan una
modificación a la realidad jurídica y provocan consecuencias de derecho.

Clasificación del hecho:

Positivos naturales: resultado de los fenómenos de la naturaleza.

Positivos involuntarios: sucesos o acontecimientos que no fueron producidos con el propósito


de crear consecuencias jurídicas resultantes de ellos (cuasicontratos).

Positivos voluntarios: son los actos jurídicos, suceso o acontecimiento de intención libre y
consiente del hombre.
Jurídicos negativos: se subdividen en, naturales, involuntarios y voluntarios. Y son los que
causan daños o perjuicios a alguien.

Negativos naturales: fuerza mayor y caso fortuito, impiden el cumplimiento por parte del
obligado para realizar la acción u omisión.

Caso fortuito: el incumplimiento no proviene de la culpa del deudor si no de un caso ajeno a


éste que no puede resistir.

Fuerza mayor: hechos de la naturaleza.

Negativos involuntarios: sucesos o acontecimientos vinculados a la voluntad humana, que se


realizan sin la intención de producir consecuencias jurídicas.

Negativos voluntarios o ilícitos: conducta antijurídica culpable y dañosa, violación culpable de


un deber jurídico que causa daño a otro y que responsabiliza civilmente.

3.1.2 Norma.
García Máynez dice que el término norma se usa en dos sentidos: uno amplio y otro estricto.
En sentido amplio, la norma es toda regla de comportamiento obligatoria o no. Y en sentido
estricto, norma es la regla que impone deberes o confiere derechos
Por tanto, las normas son reglas de conducta que son obligatorias o que conceden facultades.
Las normas se clasifican en: jurídicas, morales, religiosas y sociales.
Para el estudio del Derecho las que nos interesan más son las jurídicas aunque el análisis de las
demás no nos es ajeno.
Las normas jurídicas son reglas de conducta bilaterales o impero-atributivas, exteriores,
coercibles y heterónomas.
Bilaterales o imperoatributivas: la norma tiene expresamente establecida en su texto una
obligación a cargo de determinadas personas y, por lo general, trae aparejados derechos en
favor de otras personas para exigir el cumplimiento de dichas obligaciones.
Exteriores: exigen una conducta fundamentalmente externa ya que sancionan las conductas
externas de los individuos.
Coercibles: la posibilidad de la autoridad pública de imponer el cumplimiento de la norma
incluso con el uso de la fuerza pública.
Heteronomas: significa que el creador de ellas es un ente distinto del destinatario de la misma,
y esta le obliga aun cuando no sea reconocida por dicho destinatario.
Villoro Toranzo dice que las Normas Jurídicas tienen como finalidad coordinar las conductas de
los miembros de una sociedad conforme al bien común.

3.1.3 Valor. (Yo expuse este tema)


Como definición tenemos que los valores son principios que nos permiten orientar nuestro
comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que
nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en
lugar de otro.
Al respecto, Jaime Cárdenas Gracia, en su libro titulado Introducción al Estudio del Derecho,
sostiene que los valores son proyecciones de la conciencia del ser humano al mundo externo
que representan preferencias que son producto de determinadas condiciones sociales e
históricas. Para la filosofía jurídica contemporánea, los valores tienen fundamento racional y
empírico y no metafísico porque se definen y fundamentan en el consenso racional de seres
humanos que conviven en una sociedad abierta y democrática. Desde el punto de vista de la
clasificación de las normas, los valores son las normas jurídicas que fundamentan, justifican y
orientan críticamente al resto del ordenamiento.
Entre los valores jurídicos que permiten la crítica al derecho positivo y que orientan la creación,
interpretación y aplicación de las normas, podemos mencionar tres principales: la libertad, la
igualdad y la justicia.
Leonel Pereznieto, en su libro titulado Introducción al Estudio del Derecho, refiere que cuando
pensamos en el valor de la igualdad imaginamos diferentes normas jurídicas: las que protegen
los derechos humanos y evitan conductas de segregación, discriminación, esclavitud, etc. En
este sentido, Leonel Pereznieto aduce que todos los individuos están protegidos por las
garantías individuales; sin embargo, aunque jurídicamente existe igualdad de los derecho, en
la práctica pocos son los que disponen de recursos económicos para hacer valer esos derechos,
concluyendo que a mayores recursos mayor acceso a la justicia.
El valor de la libertad es otro valor del derecho que debe expresarse en las normas jurídicas
puesto que el sistema jurídico es un medio para que el individuo pueda desarrollar sus
relaciones con otros individuos y pueda ejercer plenamente sus capacidades cuyo desarrollo
sólo se logra en un ambiente social que fomente la expresión individual de sus miembros. Al
respecto, la Constitución brinda varios ejemplos normativos, siendo uno de éstos el que alude
el artículo 6, el cual determina que “la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna
inquisición judicial y administrativa”.
Por último tenemos el valor de la justicia que, en opinión de Jaime Cárdenas Gracia, es el
criterio básico de legitimación y crítica al derecho. El autor refiere que desde antiguo han
existido distintas posturas sobre la misma. Algunas de ellas las podemos encontrar en la
República de Platón: la positivista que defiende Trasímaco, para quien la justicia es la voluntad
del más fuerte formalizada a través de las leyes y que disuelve la justicia en la legalidad positiva;
la iusnaturalista formal, que representa Simónides, que dice que “la justicia es dar a cada uno
lo que le corresponde”, buscando así algún criterio para que los seres de la misma categoría
sean tratados del mismo modo; y la iusnaturalista material, personificada en Sócrates, que
sostiene la plenitud y armonía de las virtudes tanto en la sociedad como en el individuo.
En la actualidad, la justicia en sentido social cumple funciones de corrección a la libertad de
mercado muy importantes: Por un lado, revisa la idea de la armonía o equilibrio espontáneo
del mercado –la que empíricamente es insostenible–, y por otro lado hace implícita la garantía
de la igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos, de modo que no existan puntos de
partida muy privilegiados para determinados grupos o personas. Igualmente supone un
compromiso con la educación cívica para que todos los ciudadanos puedan ejercer sus
derechos civiles y políticos. Y finalmente tiende a permitir que todos los ciudadanos participen
en asuntos públicos.

3.1.4 Otras concepciones.


Unidad 4. Órdenes Normativos.

4.1 Conceptos de ley, regla y norma.

Ley: Norma de derecho dictada, promulgada, y sancionada por la autoridad pública, aun sin el
consentimiento de los individuos y que tiene como finalidad el encauzamiento de la actividad
social hacia el bien común.

Para Bonecase la ley tiene dos significados uno estricto y uno amplio; en sentido estricto, “La
ley es una regla de derecho directamente emanada del Poder Legislativo, con aprobación y
sanción del Poder Ejecutivo, mediante la promulgación respectiva”; pero en su sentido amplio,
“La ley es una regla abstracta y obligatoria de la conducta, de naturaleza general y permanente,
que se refiere a un número indefinido de personas, de actos o hechos, con aplicación durante
un tiempo indefinido y dotada del carácter coercitivo del derecho.”

Sus características son:

Generales; deben ser disposiciones aplicables no a determinadas personas o actos en


particular, ya que de esta manera sería una disposición de carácter administrativo, sino a un
número indeterminado e indefinido de actos y personas.

Obligatorias; Se refiere a que necesariamente debe ser cumplida, para tal caso, existen órganos
judiciales que obligan a la observancia de la misma imponiendo sanciones a los infractores.

Impersonal y Abstracta: Las leyes no se emiten para regular o resolver casos individuales, ni
para personas o grupos determinados, su impersonalidad y abstracción las conducen a la
generalidad. Una ley abstracta te dice que comete homicidio quien mata a otro. Si no fuera
abstracta diría: comete homicidio el que mata a otro a las tres de la tarde en medio de la calle
con un tubo de acero inoxidable color negro.

Norma: “Es una orden general, dada por quien tiene autoridad para regular la conducta de
otros, un fenómeno esencialmente social, ordenador y regulador de las conductas de los
miembros de una sociedad de acuerdo con el proyecto social. Para que exista una norma, debe
darse alguien que posea una autoridad o potestad de mando y otro alguien que reciba ese
mandato; es evidente que todas las normas, sea cual fuere su especie, presuponen la existencia
de a) una sociedad, b) con alguien que posea autoridad, y c) con por lo menos un súbdito.

La autoridad es la potestad de mando. Y esa potestad debe ser ejercida tanto para mantener
unida y ordenada internamente a la sociedad, dirigiendo a todos sus miembros al
cumplimiento del fino o fines sociales, como para poder defender la integridad de esa sociedad
frente a las realidades y peligros extrasociales. Alguien tiene que tomar las decisiones que
afecten al todo social y esas decisiones deberán ser acatadas por todos para que lleguen a
tener eficacia. A esa persona o personas a las que se les reonoce la potestad de mando o de
tomar las decisiones que deberán ser obedecidas por los demás también se les llama autoridad,
pero ya no en el sentido de potestad de mando sino en el sentido de quien posee la titularidad
de la potestad de mando. Para evitar confusiones a esas personas se les llama simplemente
gobernantes. El gobernante es, por lo tanto, aquel que posee autoridad.
Regla:

4.2 Diferencias y semejanzas entre las diferentes clases de normas.

Normas Morales Normas Religiosas Normas Jurídicas

Autoridad Orden normativo La Divinidad El Gobernante


supremo
(heteronomía) (heteronomía) (heteronomía)

Súbditos Tomados como Tomados en cuanto


individuos –y fieles miembros de
categorías.

Se manifiesta en –y en la Se manifiesta en
Norma la conciencia Revelación la promulgación y
(interioridad) publicación

Contenido Principalmente (Esencialmente social.


Normativo interno, también IGUAL Principalmente externo,
externo. También interno.

Sólo impone (Impone deberes


deberes correlativos
(bilateralidad)
Obligación (unilateralidad) IGUAL apoyándose en la
sin presiones coacción (coercibilidad).
externas

(incoercibilidad) La voluntad de El bien común de


Valor La perfección Dios. la sociedad.
Protegido integral del La santificación
individuo. del individuo.

SEMEJANZAS:
En lo tocante a las semejanzas que se anotan entre las normas jurídicas y las del trato, el Dr.
Recaséns apunta la de que ambas clases de preceptos tienen carácter social, es decir, que
carecen de todo sentido para la intimidad del hombre aislado. EL maestro García Máynez
sostiene que tanto unas como otras poseen exterioridad, esto es, que se refieren sólo al
aspecto externo de la conducta. Y lo mismo Recaséns que García Máynez, estiman que la
norma jurídica y la social contienen una absoluta pretensión de validez; o en otras palabras:
que al igual de la jurídica la norma del trato expresa una exigencia que reclama su
cumplimiento incondicional, sin tomar para nada en consideración la aquiescencia o rebeldía
de los obligados con relación a la misma, por lo que no se trata de meras invitaciones como
postula Rodolfo Stammler. Heteronomía llama Recaséns a esta última característica.

Bilateralidad es otro carácter común que se indica por algunos autores para ambos tipos de
normas, el cual se hace consistir en que el precepto, simultáneamente, impone deberes y
concede facultades correlativas.

Antes de pasar a tratar de las diferencias que se han creído descubrir entre unas y otras
normas, queremos hacer un ligero comentario sobre las características señaladas como
semejantes entre los preceptos del orden social y el orden jurídico.

En cuanto al carácter social, podemos decir que el concepto de sociedad no es una noción
superior a la de derecho, dado que lo social sólo es alcanzable a partir de lo jurídico si queremos
tener una idea objetiva de ello. En efecto, para hablar de lo social como algo anterior al
derecho, tendríamos que concebirlo a la manera de Stammler como lo opuesto a lo individual.
Ahora bien, lo individual, la intimidad del hombre aislado, no es otra cosa que la absoluta
subjetividad, la que no puede objetivarse sin dejar de ser lo que es: algo subjetivo. Y sobre lo
eminentemente personal no podemos edificar ningún concepto que tenga validez racional y
exigibilidad universal. Por tanto, científicamente no puede hablarse de lo social como una
característica que se dé en lo jurídico y en algo no jurídico, como se pretende que es la norma
del trato.

En lo referente a la exterioridad, a la conducta externa, puede afirmarse que aquí se hace


mención de un ente metafísico: el sujeto capaz de comportarse humanamente o conducirse,
el cual según esto tiene que existir en sí y por sí mismo, lo cual resulta aceptable sólo como
dogma de fe, pero nunca como una realidad objetiva. En consecuencia, no puede hablarse
científicamente de que haya normas que se refieran al aspecto externo o interno de una
determinada conducta, la que sólo podría desarrollar ese ente metafísico. Lo dicho resulta de
una diáfana claridad, si se toma en cuenta que lo humano del hombre no lo podemos encontrar
en la biología sino sólo en el derecho, por cuanto la racionalidad o capacidad lógica del discurso
en el "bípedo implume", en la unidad zoológica hombre, no es ni puede ser característica
distintiva de su carácter humano, pues hay hombres que no razonan, como los locos, los idiotas
y los niños, y que son, sin embargo, humanos porque el derecho los hace destinatarios de
obligaciones y facultades jurídicas.

La nota de heteronomía, consistente en que la norma tiene una absoluta pretensión de validez,
implica que es una instancia exterior al sujeto obligado la que impone y exige el deber
establecido en ella, por cuanto hace caso omiso de la conformidad o inconformidad del
destinatario de la norma con su obligación. Por contraposición, se apunta que hay normas
autónomas, o sea, que su pretensión de validez está sujeta a la aceptación previa del precepto
por el obligado, con lo cual se postula que tanto en la normación autónoma como en la
heterónoma existe un sujeto o instancia exterior al orden, que lo acepta o rechaza en el primer
caso y que lo impone o exige en el segundo. Y a este respecto podemos decir lo mismo que
dijimos con relación a la pretendida característica de exterioridad, o sea, que esta instancia o
sujeto exterior tiene que ser una cosa en sí, un ente metafísico, una mera preocupación
subjetiva de los creyentes en la existencia de objetos en sí mismos, irrelevante, por tanto, para
la jurisprudencia.

Por lo que hace a la bilateralidad o carácter imperativo atributivo de las normas, consistente
en que éstas a la vez que imponen deberes otorgan derechos o facultades, es conveniente
precisar que no existe norma alguna que forzosamente, con necesidad lógica, presente esta
característica. La bilateralidad es negada por algún autor para las normas del trato social, pero
afirmada casi unánimemente para las jurídicas. Así pues, basta mostrar que éstas no tienen por
qué ser siempre y en todo caso imperoatributivas, para percatarse de que el carácter indicado
no puede servir para individualizarlas frente a otras clases de preceptos. En estas condiciones,
y esclarecido de dónde proceden los deberes y de dónde las facultades o derechos, vemos sin
mucho esfuerzo que ambos tipos de consecuencias derivan de la norma positiva, del derecho
objetivo. Y si esto es así, la coimplicación de ambos efectos de derecho: obligaciones y
facultades, no aparece como lógicamente necesaria. Para que tal coimplicación fuese forzosa
e inexcusable, sería menester aceptar que existen deberes o facultades jurídicos fuera del
propio orden jurídico, lo cual es un absurdo inaceptable para cualquier discurso medianamente
organizado en cuanto al método, toda vez que resulta tanto como decir que fuera de lo
matemático existe algo matemático.

DIFERENCIAS:
Para distinguir las normas del trato social de las normas jurídicas, Stammler afirma que las
primeras constituyen simples invitaciones para el individuo, en tanto que las segundas son
exigencias de acatamiento incondicional o absoluto, independientes de la voluntad de su
destinatario. Aquéllas según este pensador, expresan un querer entrelazante convenciona, y
éstas una voluntad vinculatoria autárquica (Querer entrelazante y voluntad vinculatoria son
expresiones sinónimas en la terminología stammleriana).
Con el mismo propósito que el anterior, Rodolfo Jhering enseña que la distinción entre unas y
otras normas estriba en la diversidad de su fuerza obligatoria, argumentando que el derecho
sustenta su fuerza de obligar en el poder coactivo del Estado, y que el orden social se funda
para el mismo fin en la coacción psicológica de la sociedad. Jhering señala además, como
criterio diferenciador, la existencia de materia que por su fin toca regularlas bien al derecho o
bien al orden social, agregando que esto no es óbice para que históricamente sea posible que
el orden jurídico asuma la forma de las normas sociales y viceversa.
Para Félix Somló la diferencia radica en que mientras los preceptos jurídicos son obra del
Estado, las normas del trato social lo son de la sociedad. En el mismo sentido Recaséns Siches
establece que la distinción entre ambas clases de normas debe fijarse partiendo de la
naturaleza y la finalidad de sus sanciones, ya que las del orden social
no tienden al cumplimiento forzado de lo que la norma ordena, en tanto que las del derecho
sí buscan este cumplimiento forzoso. Esta característica de los preceptos del derecho frente a
los del trato social, la denomina Recaséns impositividad inexorable.

García Máynez por su parte, considera que la diferencia estriba en que las normas jurídicas son
bilaterales o imperoatributivas y, en cambio, las del trato social son unilaterales o imperativas
solamente.

El Dr. Rojina Villegas establece la diferenciación sobre la base de que las normas del orden
social, o convencionalismos sociales como él los llama, son "sistemas unilaterales-bilaterales,
predominando en ellos el carácter unilateral, pero con elementos que nos permiten hablar de
facultades imperfectas", caracterizando, en cambio, el derecho, "como un sistema bilateral en
donde al deber jurídico se oponen siempre facultades o derechos". Estas facultades o derechos
las define el maestro Rojina como "posibilidad normativa que corresponde a un sujeto llamado
pretensor para exigir una cierta forma de conducta a un sujeto obligado y de acuerdo con los
términos de una cierta norma."

A modo de comentario a lo antes expuesto, podemos decir que Stammler y Jhering sólo
señalan una diferencia de grado entre las normas del trato social y las del derecho, por lo que
los criterios indicados por ellos no satisfacen el fin que se habían propuesto: diferenciar
esencial y radicalmente tales normas. El hecho escueto es que ambas normas obligan; por
tanto, decir que unas lo hacen con mayor o menor fuerza que otras, o que las del orden social
invitan y las del derecho exigen, no es distinguirlas en forma alguna, aun cuando quiera
entenderse que las nomas del trato no obligan por cuanto sólo proponen la vinculación en vez
de imponerla, pues esto sería soslayar el problema planteado, ya que si no obligan no son
normas. En cuanto a la distinción material que también señala Jhering entre unas y otras
normas, él mismo se encarga de mostrar su inutilidad al decir que, históricamente, existe la
posibilidad de que una materia jurídica sea regulada socialmente, y a la inversa.

Bibliografía:
Dr. Fausto E. Vallado Berrón, Normas jurídicas y Normas de trato social.
________________________

4.2.1 Jurídicas.

Conjunto de mandatos que se aplican exclusivamente a las relaciones del hombre que vive
en sociedad.

Las características de la norma son: bilaterales o imperativo-atributivas, exteriores,


coercibles y heterónomas. Bilaterales, significa que una obligación jurídica a cargo de
determinada persona trae aparejado un derecho a favor de otra persona para exigir el
cumplimiento de la misma. Exteriores, significa que exigen una conducta
fundamentalmente externa. Sin embargo, también es cierto que en muchos casos
atribuyen consecuencias jurídicas a los aspectos íntimos del comportamiento individual.
Coercibles, porque si no son cumplidas voluntariamente por los obligados, puede el Estado
exigir su cumplimiento, incluso por la fuerza. Heterónoma, porque el creador de la norma
es un ente distinto del destinatario de la misma, y ésta le obliga aun cuando no sea
reconocida por dicho destinatario.

4.2.2 Morales.

Disposiciones que tienen como características la unilateralidad porque frente al sujeto a quien
obligan no hay otro autorizado para exigirle el cumplimiento de sus deberes; o sea que las
normas morales imponen deberes, pero no conceden derechos; son internas, significa que las
mismas han de cumplirse por el individuo únicamente con el propósito de acatar dichas
normas.

En este sentido, la interioridad en estos preceptos constituye una modalidad o atributo de la


voluntad; son incoercibles porque su cumplimiento es espontáneo, es decir, estos preceptos
no admiten el empleo de la fuerza para el logro de su cumplimiento; son autónomas porque
tanto el obligado como el creador de dichas normas es la misma persona, esto significa que
cada quien se auto legisla.

4.2.3 Religiosas.

Se asemejan mucho con las normas morales, ya que ambas pretenden lograr la perfección
integral del individuo humano (en las religiosas se llama santificación); ambas tienen su
justificación y origen en un principio último, que es explicitado por la religión como por la
Divinidad; ambas sólo imponen deberes; ambas se manifiestan en la conciencia, aunque la
Revelación puede añadir normas positivas no resultantes del puro proceso de la razón natural;
ambas son principalmente internas y secundariamente externas.

Estas semejanzas entre las normas morales y religiosas se hacen más relevantes si las
contraponemos a las normas jurídicas:

 El valor protegido por las normas jurídicas es social y ya no individual; siempre temporal y
ya no se proyecta al más allá, como lo hace la santificación y la perfección integral definida
por las morales espiritualistas.

 La justificación y origen de las normas jurídicas no es una causa última sino próxima: el
gobernante.

 Las normas jurídicas imponen deberes correlativos a los deberes y derechos de los demás y
a los derechos propios.

 La manifestación de las normas jurídicas se hace por un acto externo y no interno: la


promulgación y la publicación.

 Al revés delas normas morales y religiosas, las jurídicas son predominantemente externas y
secundariamente internas.

De todas estas diferencias, la más relevante para la ciencia y la práctica del Derecho es la que
se refiere a la correlatividad de los deberes y derechos jurídicos. Por ella podremos analizar las
normas jurídicas, enfrentando un sujeto activo a uno o varios sujetos pasivos. Por ella
entenderemos que los derechos o deberes proclamados en una norma no pueden ser
interpretados aisladamente sino que deben relacionarse con los deberes y derechos
percibimos al carácter esencialmente social de las normas jurídicas y cómo la tarea de hacer
efectivo el bien común no sólo se hará posible en la medida que las conductas de los individuos
se entrelazan entre sí, apoyándose las unas en las otras.
Por todo lo explicado, se entenderá que las normas religiosas difieren muy poco de las morales.
Es verdad que parten de una explicación de lo que debe entenderse por autoridad: para las
normas religiosas, es Dios o la Divinidad explicada a su modo por cada religión revelada; en
tanto que, para las normas morales, lo importante es el orden normativo supremo, se entienda
o no derivado de Dios. Los súbditos son considerados con sus individualidades diferentes, tanto
por las normas morales como por las religiosas, pero estas últimas los reducen a la categoría
de fieles de la respectiva religión. Por último, el valor protegido principalmente por las normas
religiosas es la voluntad de Dios, en tanto que el de las morales, es el desarrollo integral de los
individuos, que para las primeras es un valor secundario que se llama santificación. Se trata de
matices diferentes que contemplan la misma realidad: la relación íntima y profunda de cada
individuo con el principio o cansa última que da sentido a su existencia y que es el criterio
supremo para juzgar la rectitud de su conducta.

En las normas morales y en las religiosas hay una sociedad en la que cada súbdito está unido
directamente a su autoridad y sólo por decisión de ésta se vincula con los demás súbditos: de
aquí se sigue la unilateralidad y el carácter predominantemente interno y secundariamente
externo tanto de las normas morales como de las normas religiosas.

4.2.4 Convencionalismos sociales.

4.3 Ámbitos de validez de las normas jurídicas.


La palabra “ámbito” viene del latín: ambitus y significa: “contorno o perímetro de un espacio o
lugar” o bien “espacio comprendido dentro de límites determinados”. En las XII Tablas se llama
ambitus el espacio de terreno que debía circundar un edificio. Comúnmente se atribuía al
ambitus la función de paso o vía pública que servía para dividir un fundo urbano de otro.
Posteriormente en el Medievo se usa ambitus para designar las murallas (límites de un castillo
o de una abadía y, por extensión, las murallas de una ciudad) […].

Con la expresión “ámbitos de validez” en la literatura jurídica de lengua española se entiende


el alcance, la dimensión o la esfera (de validez) de las normas jurídicas.

Así como los fenómenos tienen una dimensión que se expresa en magnitudes espacio-
temporales, las normas jurídicas se manifiestan valiendo en cierto tiempo, en determinado
espacio, sobre ciertas personas y exigiendo determinada conducta. “Validez” en ese sentido
significa “existencia normativa”, es la magnitud de una norma positiva “la existencia específica
de una norma jurídica”.

La norma jurídica dura cierto tiempo y, mientras exista esa norma, el comportamiento humano
que la constituye se encontrará relacionado en la forma que la norma determina.
Ciertamente, la vinculación de conductas que impone una norma jurídica existente en cierto
tiempo puede verse reemplazada por la vinculación que imponga una nueva. En virtud del
carácter arbitrario de la normatividad, la vinculación imputativa del comportamiento humano
establecida por una norma jurídica es susceptible de ser substituida por la vinculación que
imponga una nueva norma, acabando, por consiguiente, con la normatividad hasta entonces
existente, dando origen a una nueva. Es, pues, necesario conocer el tiempo durante el cual
ocurren los comportamientos humanos que las normas jurídicas vinculan, con objeto de
determinar la existencia de una norma jurídica.
Igualmente podemos señalar que la vinculación imputativa del comportamiento humano
impuesta por una norma jurídica supone, siempre, un cierto espacio en el cual ocurre el
comportamiento humano que vincula. Ahora bien, en virtud de que la dimensión de la norma
jurídica se encuentra condicionada por la dimensión de las conductas que la constituyen,
entonces, la norma jurídica existirá ahí donde se encuentren los comportamientos humanos
que ella vincula, pero ahí donde la norma existe, el comportamiento humano que contiene se
encontrará vinculado tal y como ella lo establece.
Por otro lado, como los comportamientos humanos son necesariamente de alguien, es
indispensable conocer el tiempo durante el cual y el espacio en el cual ocurren los
comportamientos que las normas vinculan, para determinar para quienes vale una norma
jurídica.

En relación con el problema de la dimensión o ámbitos de validez de la norma jurídica, cabe


señalar que la propia norma jurídica –es decir, los eventos que la componen- puede indicar su
dimensión o ámbitos de validez. Sin embargo, no es indispensable que lo haga. Indicar la
dimensión de calidez, puede ser más o menos superfluo y, en ocasiones, esta indicación puede
no coincidir con la verdadera dimensión de la norma jurídica.
La norma jurídica no puede tener otra dimensión que la que corresponde a los eventos que
vincula –se indique o no-; puesto que es vinculando el comportamiento humano como la
norma jurídica determina su ámbito espacial –donde ocurre el comportamiento que la
constituye-, su ámbito temporal –la duración del comportamiento que contiene-, así como su
ámbito personal –compuesto por las personas a quienes dicho comportamiento es referido.
No obstante, ciertos actos-condición contienen algunas referencias al tiempo, lugar o
personas; referencia que, si han de tener un sentido posible, no podrán exceder la dimensión
de la norma. Cuando, en alguna de las etapas de su procedimiento de creación –en la
constitución o en la legislación-, una norma jurídica señala un cierto lugar, un cierto tiempo, o
determinadas personas –tales como “territorio nacional”, “zona prohibida”, “periodo de
sesiones”, “año fiscal”, “extranjeros”, “mexicanos”, etc.- no hace sino determinar o definir con
mayor o menor precisión –tal y como lo exige un mínimo de seguridad jurídica- el
comportamiento humano que la norma vincula, o buen, señalar el cuadro geográfico –cuadro
de la regularidad- donde ha de sucederse un comportamiento para ser considerado regular.

4.3.1 Espacial.
Toda vez que las normas jurídicas se refieren a procesos espacio-temporales, la validez de tales
normas tiene un carácter espacio-temporal. Afirmar que una norma vale, equivale a afirmar
que vale para un cierto espacio y para cierto tiempo. La relación de una norma con el espacio
y el tiempo constituye el ámbito de validez Geltungsbereich espacial y temporal de la norma.

4.3.2 Temporal.
Con respecto al ámbito temporal de validez de una norma positiva es necesario distinguir el
tiempo que sigue a su establecimiento y el tiempo que precede a este momento. De manera
general las normas sólo se refieren a un comportamiento futuro. Sin embargo, pueden
referirse a comportamientos ya ocurridos. En este último caso se habla de normas o leyes con
“efecto retroactivo” o normas o leyes ex post facto.
4.3.3 Material.
El concepto de ámbito material de validez se encuentra una clara aplicación cuando un
orden jurídico total, por ejemplo un Estado Federal, se descentraliza en una pluralidad
de órdenes jurídicos parciales cuyos ámbitos de calidez son recíprocamente limitados
en cuanto a la materia que pueden regular.

4.3.3 Personal.
Kelsen observa que como la conducta que regulan las normas jurídicas es siempre una
conducta humana, en toda norma jurídica positiva se pueden distinguir un ámbito de validez
personal: los hombres que deben conducirse de cierta manera, y un ámbito material: la forma
como éstos deben conducirse. Los órdenes jurídicos valen para ciertas personas: para los que
se encuentran en el territorio nacional; o bien para una subclase de éstos: los mayores de edad,
los comerciantes o los extranjeros, etc. La noción de ámbito de validez material se refiere a
diferentes sectores de la conducta humana que el orden jurídico puede regular: la conducta
económica, política, religiosa, etc.

Bibliografía:

Tamayo y Salmorán Rolando, Estructura y función de la norma jurídica


Tamayo y Salmorán Rolando, Elementos para una Teoría General del Derecho (pp.165-167)
Villoro Toranzo Miguel, La norma jurídica.

Unidad 5. Clasificación del Derecho.

5.1 Derecho natural, derecho vigente y derecho eficaz.

DERECHO NATURAL: El derecho natural forma parte de la moral, rige la conducta social de los
hombres relacionada con la justicia y el bien común del derecho natural. Es un verdadero
derecho en la medida en que en la sociedad es obligatorio para todos. Al ser parte de la moral
el derecho natural es inmutable y universal en sus principios, pero mutable en sus aplicaciones
pues éstas dependen de la variabilidad de las circunstancias.

Dicho de otra manera, el Derecho Natural es el conjunto de máximas fundamentadas en la


equidad, justicia y sentido común, que se imponen al legislador mismo y nacen de las
exigencias de la naturaleza biológica, racional y social del hombre.

DERECHO VIGENTE: En cuanto al Derecho Vigente, si atendemos a su significación gramatical,


21 encontramos que el vocablo “vigente” deriva de la voz latina vigens, vigentis y es partícipe
activo del verbo vigere que alude a aquello que tiene vigor. Es un adjetivo calificativo que se
aplica a las leyes, decretos y costumbres que están en vigor y que, por tanto, deben ser
observados por los sujetos pasivos de la relación jurídica.

En su aspecto doctrinal, el jurista mexicano Eduardo García Máynez define al Derecho Vigente
como: “El conjunto de normas imperativoatributivas que en una cierta época y un país
determinado la autoridad política declara obligatorias”. En opinión del mismo autor, en lo que
hace al Derecho legislado, la vigencia está condicionada a la reunión de requisitos que la ley
enumera. Sobre el particular, únicamente agregaríamos que, dado que en un solo país
determinado pueden surgir normas jurídicas provinciales o de entidades federativas,
estableceríamos que el Derecho Vigente es aquél que es considerado obligatorio en una época
y lugar determinados, lo que quiere decir que el Derecho Vigente está limitado en lo que atañe
a su tiempo de vigencia y también que está restringido a un determinado ámbito espacial, en
el entendido de que la vigencia debe estar perfectamente determinada en cuanto a su inicio y
su duración es indefinida pero, cuando termina la vigencia este término de vigencia debe
quedar enteramente esclarecido. La vigencia, por tanto, tiene una iniciación, una duración y
un término pues, la vigencia no es perpetua.

DERECHO EFICAZ: La eficacia de las normas jurídicas tiene que ver con su imposición,
acatamiento, observancia y efectividad. Que una norma jurídica es eficaz significa que no es
letra muerta.
Por un lado hay que considerar la eficacia del derecho, que depende del poder y fuerza estatal,
que debe ser suficiente para imponer las normas que se estiman obligatorias, cuando
voluntariamente no son cumplidas. El aparato estatal tiene la fuerza institucionalizada para
hacer efectivos los preceptos jurídicos. La custodia del interés general no puede depositarse
en los particulares y por ello se estima que las normas jurídicas deben prever sanciones e
imponerse, si es necesario, coactivamente, y esto bajo el supuesto de que ello se tiene que
hacer así, porque su contenido es valioso y de beneficio colectivo.
Por otra parte, hay que considerar la eficacia de un sistema jurídico o de una institución, en
cuanto al reconocimiento que hacen de su validez los sometidos a su imperio. Las normas de
derecho cuya validez es reconocida voluntariamente, por los destinatarios, se acatan
considerándolas vigentes y valiosas, sin necesidad de presión alguna y se convierten en
eficaces, sin tener que recurrir al aparato estatal para que las imponga. La situación ideal en
una sociedad es que las normas jurídicas prevean un cierto orden en la conducta y que ésta
realmente se lleve a cabo. Si lo previsto por el legislador se cumple, la norma jurídica adquiere
eficacia.
Entonces una norma jurídica es eficaz cuando la autoridad competente la impone
coactivamente o bien cuando se acata voluntariamente por los destinatarios, porque le
reconocen validez o aunque no se la reconozcan, simplemente no se exponen a ser
sancionados y la cumplen. En ambos casos, tanto si una norma jurídica tiene que ser impuesta
por la autoridad estatal, como si espontáneamente es acatada o cumplida, puede decirse que
la norma es eficaz, porque cumplió su misión. Como eficacia significa realización o realidad, es
estudiada, además de los juristas, por los sociólogos, a quienes interesa la observación y
análisis de la realidad social y dentro de ella, los hechos y acontecimientos jurídicos.
Una ley es eficaz si la aplican de manera efectiva los jueces y demás funcionarios competentes,
por un lado, y por el otro dependiendo de su aceptación, cumplimiento y vivencia social por
parte de los destinatarios. El llamado derecho eficaz realiza el orden jurídico.

5.2 Derecho objetivo y derecho subjetivo.

DERECHO OBJETIVO: Conjunto de normas que integran los códigos y que, necesariamente se
dirige a los valores u objetos tutelados por la ley, en cuya salvaguardia se interesa le hombre.
Tal conjunto de normas imperativo–atributivas otorgan facultades al mismo tiempo que
imponen deberes correlativos, pero siempre dentro de una esfera determinada.

Los preceptos que forman este derecho son imperativo-atributivos pues imponen deberes y
conceden facultades. Frente al obligado por una norma, siempre hay otra persona para exigirle
el cumplimiento de la misma.

DERECHO SUBJETIVO: Conjunto de facultades reconocidas a los individuos por la ley, para
realzar determinados actos en satisfacción de sus propios intereses.

Para Edgardo Peniche López el Derecho Subjetivo, es la facultad que tiene el sujeto activo de
exigir el cumplimiento de la norma jurídica; es decir, el precepto atribuye su contenido a un
titular denominado “derecho–habiente” quien tiene el reconocimiento suficiente para obtener
del obligado la satisfacción que corre a cargo del último.

5.3 Derecho sustantivo y derecho adjetivo.

Se les atribuye el carácter de normas jurídicas integrantes del Derecho Sustantivo a las reglas
de conducta humana bilaterales, heterónomas, externas y coercibles que regulan situaciones
jurídicas de fondo, estáticamente consideradas, a diferencia de las normas jurídicas de Derecho
Adjetivo que rigen el procedimiento. Es decir, las normas jurídicas de Derecho Sustantivo son
estáticas y las normas jurídicas denominadas de Derecho Adjetivo son típicamente dinámicas.

Se trata de una gran división del Derecho en atención a que, en todas las ramas del Derecho,
encontramos normas jurídicas sustantivas y normas jurídicas adjetivas, de tal manera que,
pueden mencionarse: Derecho Civil (sustantivo) y Derecho Procesal Civil (adjetivo); Derecho
Penal (sustantivo) y Derecho Procesal Penal (adjetivo); Derecho del Trabajo (sustantivo) y
Derecho Procesal del Trabajo (adjetivo); Derecho Mercantil (sustantivo) y Derecho Procesal
Mercantil (adjetivo); Derecho Administrativo (sustantivo) y Derecho Procesal Administrativo
(adjetivo); Derecho Fiscal (sustantivo) y Derecho Procesal Fiscal (adjetivo), etcétera.

En el Derecho Procesal, dinámico por su propia naturaleza, destaca el proceso, en el que se


produce una sucesión de actos materiales, actos jurídicos y hechos jurídicos. Sobre el
particular, Guillermo Cabanellas asevera que el Derecho Adjetivo está integrado por un
“Conjunto de Leyes que posibilitan y hacen efectivo el ejercicio regular de las relaciones
jurídicas, al poner en actividad el organismo judicial del Estado. No determina que es lo justo,
sino como ha de pedirse justicia.” En las disposiciones de los códigos procesales se regula la
jurisdicción contenciosa o voluntaria, en su aspecto formal, y no en relación con el contenido
material de los derechos de las partes. El Derecho Adjetivo puede ser considerado bajo una
perspectiva normativa pero, también bajo un enfoque doctrinal en el que se hacen
especulaciones científicas. Para el mismo Cabanellas, el Derecho Sustantivo es el que establece
derechos u obligaciones, a diferencia del Derecho Adjetivo que regula el ejercicio de esos
derechos y obligaciones, castiga la infracción a los mismos o determina la efectividad de esos
derechos y obligaciones.

5.4 Derecho público, derecho privado y derecho social.


Distinguir el DERECHO PÚBLICO del DERECHO PRIVADO pudiera ser, por su extensión motivo
suficiente para un estudio específico, de tal manera que, al quedar inmerso en este estudio,
nos limitaremos a establecer tres corrientes distintivas que enunciaremos brevemente:

I. En primer término, aparece la distinción romana, en su origen, que hace alusión al interés
que se presenta en la relación jurídica. Si el interés es colectivo, dentro de la relación jurídica,
estaremos en presencia del DERECHO PÚBLICO y si dicho interés es individual, en la
correspondiente relación jurídica, nos hallaremos dentro del DERECHO PRIVADO. Esta
diferenciación sucumbe porque se traslada el problema hacia un esfuerzo que pretendiese
determinar qué tipo de interés es el que resalta en la relación jurídica pero, es el caso que, en
toda relación jurídica subyace un interés colectivo, al lado de uno o varios intereses
individuales, dado que el Derecho tiene como finalidad hacer posible la convivencia
interhumana y la colectividad está interesada en que el individuo cumpla con sus deberes en
beneficio del sujeto pretensor.

II. En una segunda tendencia doctrinal, se estima que si el Estado interviene en la relación
jurídica estamos frente al Derecho Público, mientras que si no interviene en ella es Derecho
Privado.8 No podemos aceptar esta postura doctrinal en atención a que, en ocasiones, el
Estado interviene, en la relación jurídica, dotado de soberanía, con facultades supraordenadas,
mientras que, otras veces, actúa como un particular, o sea, de manera subordinada.

III. En la tercera corriente, que es la que aceptamos, ontológicamente, se toman en


consideración dos diversos planos en los que los sujetos de la relación jurídica se desenvuelven
bajo la perspectiva de esos planos. Son dos los planos existentes: a) el plano supraordenado,
en el que los sujetos de la relación jurídica son entidades soberanas; y b) el plano subordinado,
dentro del cual actúan los sujetos de la relación jurídica como entidades no soberanas. Un
sujeto es una entidad soberana cuando, en lo interno, tiene facultades para imponer su
voluntad con, contra o sin la voluntad del sujeto obligado y, en lo internacional, es una entidad
soberana cuando puede dar relevancia a su voluntad para la creación de normas jurídicas
internacionales. A su vez, un sujeto es una entidad no soberana cuando no puede actuar de
esa manera o sea que, no puede imponer su voluntad en lo interno y, en lo internacional no
puede hacer valer su voluntad para crear normas jurídicas internacionales. Las relaciones
jurídicas, entre los sujetos que se hallan en plano supraordenado, como entidades soberanas,
y los sujetos que se encuentran en plano subordinado, como entidades no soberanas, pueden
presentar las siguientes variantes:

A) Relaciones jurídicas supraordenadas de coordinación entre entidades soberanas como las


que se instauran entre dos países, o las que se realizan entre dos órganos del Estado, por
ejemplo, un convenio entre la Federación y un Estado de la República;

B) Relaciones jurídicas de supra a subordinación entre una entidad soberana y una entidad no
soberana, verbigracia, entre el Estado que fija un impuesto y el contribuyente que debe
pagarlo; o entre el Estado que expropia y el particular que resiente la privación de su
propiedad;
C) Relaciones jurídicas de sub a supraordenación entre una entidad no soberana y una entidad
soberana, por ejemplo, un particular que ejerce el derecho de acción o un particular que hace
valer el derecho de petición;

D) Relaciones jurídicas subordinadas de coordinación entre dos entidades no soberanas, como,


por ejemplo, un contrato de arrendamiento entre dos particulares o un contrato de
arrendamiento entre el Estado actuando como particular y un particular.

Las relaciones jurídicas enunciadas en los incisos A), B) y C) que anteceden son relaciones
jurídicas de Derecho Público y las relaciones jurídicas que se mencionan en el inciso D) son
relaciones jurídicas de Derecho Privado, de tal manera que, el Derecho Público y el Derecho
Privado pueden definirse de la siguiente manera:

Es Derecho Público el conjunto de normas jurídicas que rigen las relaciones supraordenadas de
coordinación entre entidades soberanas, las relaciones de supra a subordinación entre
entidades soberanas y entidades no soberanas y las relaciones de sub a supraordenación entre
entidades no soberanas y entidades soberanas.

Es Derecho Privado el conjunto de normas jurídicas que rigen las relaciones subordinadas de
coordinación entre entidades no soberanas. Los conceptos que anteceden tienen la virtud de
que hacen abstracción del contenido y de los fines que pudieran concurrir en el Derecho
Público y el Derecho Privado, de tal forma que, sus respectivos conceptos son eminentemente
ontológicos.

Las ramas del Derecho podrán ser de Derecho Público o Derecho Privado cuando la mayor
parte de sus normas jurídicas rijan el tipo de relaciones jurídicas propias de cada Derecho a que
nos hemos referido. Suele ubicarse como cuña intermedia, entre el Derecho Público y el
Derecho Privado, al Derecho Social pero, nosotros no aceptamos esa tendencia tripartita
porque, como lo veremos, el Derecho Social, al que denominamos “Derecho Tutelar”, es un
concepto teleológico, cuya finalidad es proteger a los económicamente débiles, mientras que
la distinción entre Derecho Público y Derecho Privado es eminentemente ontológica, es decir,
atiende a la naturaleza propia de las normas jurídicas, bajo la perspectiva de su ontos, o sea,
su ser mismo, su propia naturaleza, con independencia de sus finalidades.

La definición de DERECHO SOCIAL que nos proporciona Mendieta y Núñez, el Derecho


Social es eminentemente teleológico porque se atiende a la finalidad de proteger a los
individuos económicamente más débiles. Si el Derecho Público y el Derecho Privado
atienden a lo ontológico y el Derecho Social a lo teleológico, estamos en presencia de
categorías distintas, de tal manera que si el Derecho Social tiene como finalidad la
protección de los económicamente débiles, podemos mencionar la existencia de un
Derecho Tutelar, que se opone a un Derecho no proteccionista que sería un Derecho
no Tutelar.

Respecto del Derecho denominado Social, podemos formular algunas críticas:

A) La denominación “Derecho Social” no es aceptable pues, todo Derecho es social ya


que se desarrolla dentro del conglomerado humano y, sería preciso atribuirle una
denominación distinta que realmente aludiese a su finalidad proteccionista, de tal
manera que hemos considerado que sería una mejor denominación la de “Derecho
Tutelar”.

B) No cabe duda que existe el Derecho Tutelar, como un Derecho conformado por
normas jurídicas que, ontológicamente, pueden ser de Derecho Público o de Derecho
Privado pero, teleológicamente, si su finalidad es proteger a los económicamente
débiles se trata de un Derecho de tutela, al que puede llamársele Derecho Tutelar y
que es oponible a un Derecho que no tenga esa finalidad o sea, que no es tutelar.

C) No podemos negar que el concepto de Lucio Mendieta y Núñez alude a elementos


metajurídicos puesto que ha de tutelarse a los económicamente débiles. Es decir se
acude a elementos económicos porque, la protección se ejerce respecto de aquellos
individuos que requieren la tutela.

Por supuesto que, cualquier rama del Derecho puede ser contemplada bajo la
perspectiva de que se ejerza o no una protección a favor de los económicamente
débiles, de tal manera que, es factible, entre las grandes divisiones del Derecho
mencionar la existencia de un Derecho Tutelar frente a un Derecho no Tutelar.

5.5 Derecho legislado y derecho consuetudinario.

Derecho legislado
Se denomina como derecho legislado al que siendo escrito (no consuetudinario) está
constituido por normas jurídicas que por haber sido creadas y promulgadas por órganos de
poder estatal, específicamente facultados para ello, reciben el nombre de leyes. El conjunto de
leyes así creadas mediante un proceso llamado legislativo, reciben el nombre de legislación.

Derecho consuetudinario
Se denomina así a las costumbres que adquieren el carácter de normas jurídicas, por tener su
fuente en hechos con una práctica popular repetida y constante en una comunidad. Valen
como normas jurídicas de igual manera que si hubieran sido creadas por un legislador u órgano
de poder institucionalizado y sus destinatarios las consideran vigentes. El pueblo crea normas
jurídicas con el formato de una costumbre, igual que si fuera, para ese efecto, un órgano o
institución del Estado, convirtiéndose en un auténtico legislador. La Escuela Histórica Alemana
(principios del siglo XIX) afirmaba que esas costumbres jurídicas eran elaboradas por el
“espíritu del pueblo”. Savigny (1779-1861) uno de los representantes de esa Escuela, indicaba
que las normas jurídicas, más que ser creadas, nacen con el pueblo y son engendradas por el
volksgeist; la costumbre es la primera y principal fuente del derecho.

Los principales elementos que concurren para que una costumbre se convierta en lo que se
denomina como derecho común o consuetudinario, son los siguientes: a) La costumbre estará
arraigada en el tiempo; será continuada y prolongada. A este aspecto en la teoría romano-
canónica se le denomina inveterata consuetudo; esto constituye el elemento objetivo de la
costumbre; b) El elemento al que se identifica como subjetivo de la costumbre, se expresa con
las palabras opinio iuris seu necessitatis o sea la íntima convicción de los integrantes del grupo
social en el sentido de que se trata de una norma que les obliga a actuar de cierto modo, como
sus antecesores ya lo han hecho, en la práctica de relaciones jurídicas. Su adopción es
generalmente espontánea; c) El contenido de la costumbre será de carácter imperativo-
atributivo, esto es, que al mismo tiempo que imponen deberes, también facultan a otro sujeto,
ya que de no ser así se trataría de convencionalismos o reglas del trato social, que sólo tienen
carácter imperativo; d) La costumbre implicará la satisfacción de un deber ser y no una simple
expectativa , para cumplir fines o propósitos de carácter social; e) La convicción en los
miembros del grupo social de que al acatar la costumbre, se lograrán valores humanos de
carácter colectivo, como la paz, la justicia, la libertad, etc.; f) En la constitución del Estado de
que se trate, ya sea escrita o no escrita, estará prevista esta forma de creación de normas
jurídicas fundadas en una costumbre, independientemente de que al ser aplicadas y ejecutadas
por los tribunales, reciben una convalidación oficial y g) La conducta facultada en la norma
consuetudinaria será susceptible de ser exigida; esto es, estará implícita la facultas exigendi,
por ser el dato imprescindible de la juridicidad.

5.6 Derecho federal, derecho estatal y derecho municipal.

DERECHO FEDERAL
En los diversos países del orbe pueden existir dos tipos de estructuras jurídicas, la unitaria que
organiza al Estado en un solo bloque y que, jurídicamente sólo existen las normas internas
estatales, dentro de un solo territorio. Pero, al lado de esos países de conformación jurídica
homogénea existen Estados que, dentro de su territorio, no tienen unidad normativa jurídica
y, coexisten normas jurídicas vigentes en todo el territorio nacional y normas jurídicas vigentes
en provincias o entidades locales, de tal manera que existen dos clases de Derechos: el Derecho
Local, provincial o regional, por una parte, y el Derecho Nacional, por otra parte.

Si el Estado está organizado bajo el sistema de Federación, puede hablarse del Derecho Federal
y conjuntamente del Derecho Local. Esta es la situación de nuestro país, en el cual concurren
simultáneamente el Derecho aplicable en toda la Federación y el Derecho aplicable en cada
una de las treinta y dos entidades Federativas (treinta y un Estados de la República y un Distrito
Federal). Sobre el particular, basta recordar que, el artículo 40 de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos determina que es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una
República representativa, democrática, federal, compuesta de Estados libres y soberanos en
todo lo concerniente a su régimen interior; pero unidos en una Federación establecida según
los principios de la ley fundamental.

La división del Derecho en Derecho Federal y en Derecho Local, en México, es independiente


de la rama de Derecho de que se trate, por lo que, estamos en presencia de una de las grandes
divisiones del Derecho y, si es Derecho Federal, se aplica en toda la República, y, si es Derecho
Local, se aplica en alguna determinada entidad federativa. Esto es independiente respecto de
la pertenencia de las normas jurídicas a alguna cierta rama del Derecho como pudieran ser el
Derecho Civil, el Derecho del Trabajo, el Derecho Mercantil, el Derecho Administrativo, el
Derecho Penal, el Derecho Procesal, etcétera.
DERECHO ESTATAL
En la tendencia doctrinal, originada en Alemania, auspiciada por los sociólogos del Derecho,
entre los que podemos citar a Gurvitch, Ehrlich, Kantorowicz, con influencia en Geny, se ha
mencionado la existencia, al lado del Derecho Estatal, de un Derecho Paraestatal, que surge al
lado del Derecho del Estado y que, incluso, puede imponerse al propio Estado. El Derecho
Paraestatal se considera más rico, más moderno, más flexible, más evolucionado que el
Derecho Estatal. En lo personal, admitimos la posibilidad de existencia de un Derecho que no
emerge del Estado, que no está legislado y que crece vigoroso al lado del Derecho Estatal y que
le impone al Estado un progreso constante. Independientemente de quienes estiman que el
único Derecho que puede existir es el Derecho Estatal, hemos de reconocer la existencia de
ese Derecho paralelo al estatal que se juzga más abundante, de mayor vigor y que tiene mayor
realización pragmática en todo Estado y a ese Derecho paralelo se le ha denominado Derecho
Paraestatal.

En cualquier rama del Derecho, al lado de las normas emergidas bajo la férula del Estado,
existen normas jurídicas que se engendran espontáneamente en el seno de la sociedad y que
existen paralelamente a las normas jurídicas estatales para integrar un Derecho Paraestatal.

DERECHO MUNICIPAL
Es la parte del derecho público que estudia lo relativo al municipio. Se trata del enfoque de la
ciencia jurídica destinado a investigar el origen histórico, la naturaleza, definición, elementos
y fines de la institución municipal, así como su inserción en el Estado, sus relaciones,
competencia y demás aspectos del gobierno, administración y finanzas locales. El derecho
municipal es el derecho de la ciudad. De ahí su linaje, adentrado en la historia humana, que
alcanza momentos de esplendor y luminosidad en Grecia y Roma y en la Edad Media, y que
hoy está en permanente evolución, ya que marchamos a Ecumenópolis, la ciudad
mundializada. Por eso es un derecho antiguo y nuevo, de vigencia universal, ya que la ciudad
es la obra, por antonomasia, del hombre.

5.7 Derecho nacional, derecho internacional y derecho comunitario.


Derecho nacional
El planeta Tierra está constituido por varias naciones organizadas en Estados; todos ellos con
un pueblo asentado en determinada porción territorial. Estos estados son soberanos, entre
otras razones, en la medida que tienen capacidad para darse sus propias leyes. En cada estado
rige un sistema jurídico. Las normas constitutivas de cada sistema, rigen las relaciones de los
integrantes de cada pueblo, precisamente dentro de su jurisdicción territorial.
Las normas jurídicas creadas en cada Estado, constituyen lo que se llama el derecho interno o
derecho nacional. Luego entonces, éste rige los actos que tienen lugar dentro de la jurisdicción
de cada Estado.

Derecho internacional
Rige las relaciones jurídicas que se producen entre dos o más Estados, por lo que estas
relaciones pueden ser bilaterales o multilaterales. Las normas de carácter internacional se
originan especialmente en la costumbre, en la celebración de tratados, convenios, acuerdos,
protocolos y declaraciones en las que normalmente participan las partes. A este derecho se le
ha dividido en internacional público –que es el antes descrito- y en el internacional privado,
llamado así porque rige relaciones individuales de personas de diversa nacionalidad.
En el derecho romano al internacional se le denomina derecho de gentes, porque según
expresa la Instituta de Justiniano, estaba constituido por los principios observados en todos los
pueblos y de él “usaban todas las gentes”.

Derecho comunitario
El Derecho comunitario tiene primacía sobre el derecho nacional para poder garantizar su
uniformidad en todos los Estados miembros. Por otra parte, el Derecho comunitario tiene
autonomía con respecto al Derecho interno de los Estados.
Además, confiere derechos e impone obligaciones directas tanto a las instituciones
comunitarias como a los Estados miembros y a sus ciudadanos, en el marco del denominado
efecto directo del Derecho comunitario.
El Derecho comunitario se compone de los Tratados constitutivos y de los Tratados de adhesión
(Derecho originario) y de las normas contenidas en los actos aprobados por las instituciones
comunitarias en aplicación de dichos Tratados (Derecho derivado).

5.8 Otras acepciones y ramas del derecho.

DERECHO CIENTÍFICO Y DERECHO NORMATIVO


El Derecho puede ser contemplado como Ciencia del Derecho o como un conjunto de normas
jurídicas. Cuando es considerado como Ciencia del Derecho está sujeto a la consideración de
los estudiosos del Derecho, elaboradores de doctrina jurídica y está formado por un conjunto
de principios científicos. A su vez, el Derecho Normativo es un cúmulo de normas jurídicas,
respecto de las cuales interesa su creación y aplicación, su interpretación y su integración, sin
perjuicio de que, también, los doctrinarios pueden hacer aportaciones trascendentes.
Ya, en la brillante época del Derecho Romano, se abordaba al Derecho como Ciencia y se le
identificaba con la denominación de: Iurisprudentia, misma que era definida por Ulpiano en los
siguientes términos:
Iurisprudentia est divinarum atque humanarum rerum notitia, iusti atque iniusti scientia, en
español: “Jurisprudencia es el conocimiento de las cosas divinas y humanas, y la ciencia de lo
justo y lo injusto”.

El Derecho como Ciencia está integrado por la doctrina, como principal fuente relativa a las
normas jurídicas y, entendemos por doctrina, la fuente formal del Derecho integrada por las
opiniones escritas que vierten los estudiosos del Derecho, al reflexionar sobre la validez real,
formal o intrínseca de las normas jurídicas.

Por su parte, el Derecho Normativo es una pluralidad de reglas de conducta humana


bilaterales, heterónomas, externas y coercibles. Hacer referencia al Derecho Científico y al
Derecho Normativo, de una manera amplia y general permite determinar que estamos ante
una gran división del Derecho porque cualquier rama del Derecho puede ser analizada bajo la
perspectiva de Derecho Científico o Derecho Normativo y así, es factible mencionar la
existencia de un Derecho Civil Científico, de un Derecho Civil Normativo, de un Derecho
Administrativo, de un Derecho Constitucional, de un Derecho Penal, y otros, Derechos, en las
dos perspectivas aludidas.
DERECHO TEÓRICO Y DERECHO PRÁCTICO
La “teoría”, vocablo de origen griego, según el Diccionario de la Lengua Española, de la Real
Academia Española, en su principal acepción, alude al “conocimiento especulativo considerado
con independencia de toda aplicación”. Aceptamos este significado de la teoría y, respecto del
Derecho, cualquier rama del Derecho puede orientarse al conocimiento especulativo de las
normas que comprende, considerado tal conocimiento con independencia de toda aplicación.
De esta manera, los estudiosos del Derecho pueden hacer referencia a cualquier rama del
Derecho, de tipo especulativo, con independencia de la aplicación de sus normas jurídicas.

Bajo otra perspectiva, puede interesar a un doctrinario del Derecho o a un profesionista que
ejerce la profesión jurídica el enfoque de una rama del Derecho bajo su proyección práctica. El
vocablo “práctica”, deriva del vocablo latino practica y se hace referencia al ejercicio de
cualquier arte o facultad, conforme a sus reglas y también comprende la destreza que se
adquiere con tal ejercicio.

Juzgamos que todas las ramas del Derecho pueden ser analizadas bajo dos aspectos: el teórico
y el práctico. En lo teórico, no interesa el desarrollo de las normas jurídicas en el mundo de la
realidad, sobresale la especulación científica, mientras que en la práctica del Derecho, lo que
interesa es la realidad circundante y las experiencias que se obtienen desde el punto de vista
de la efectividad de las normas jurídicas. Recordamos que el filósofo Séneca, nacido en
Córdoba, España, hacia el año 4, antes de la era cristiana, aseveraba que el camino de la teoría
es largo y oscuro, mientras que el camino de la práctica es corto y claro.

Estamos convencidos de la trascendencia que tiene, en el Derecho, tanto la adquisición de


conocimientos teóricos como de conocimientos prácticos. Es de suma importancia el enfoque
tanto teórico como práctico de todas las ramas del Derecho y no hay rama del Derecho cuyas
normas no puedan ser analizadas bajo la doble perspectiva teórica y práctica.

Acerca del Derecho Teórico y del Derecho Práctico, recordamos que de entre los docentes,
quienes se dedican a la enseñanza del Derecho, algunos son teóricos y otros son prácticos, los
menos son los que tienen aptitudes y experiencia para ser doblemente considerados como
teóricos y prácticos.

En la investigación jurídica, se producen obras monográficas y obras generales y, entre ellas,


algunas son teóricas y otras son prácticas. Lo ideal es que existan ambas. No pasa desapercibido
el hecho de que, en la literatura jurídica moderna, en el mundo del desarrollo, ya se han
proliferado las obras jurídicas que abordan los aspectos prácticos de las ramas del Derecho y
es deseable que, en cada rama del Derecho, se preparen obras que analicen los casos reales o
los casos hipotéticos bajo una perspectiva eminentemente práctica.

Ampliamente, hemos desarrollado el tema de la enseñanza de la práctica jurídica en México,


en la época prehispánica, en la época colonial y en el México independiente, así como la
enseñanza de la práctica del Derecho en el Derecho Romano y también hemos aludido a la
necesidad de la práctica en la profesión jurídica, así como nos hemos ocupado de los
doctrinarios que aluden a la práctica del Derecho y a la enseñanza práctica en el Derecho
Comparado, por lo que nos remitimos a las amplias consideraciones contenidas en nuestro
libro denominado: Manual del Abogado. Práctica Jurídica.

DERECHO COMPARADO
La palabra “comparado” es un término que, gramaticalmente, es participio pasado del verbo
comparar y, comparar, del latín comparare, significa: “fijar la atención en dos o más objetos
para descubrir sus relaciones o estimar sus diferencias o semejanza”.

En un enfoque orientado a lo jurídico, sostiene Francisco M. Cornejo Certucha que el Derecho


Comparado: “Es la disciplina que estudia a los diversos sistemas jurídicos existentes para
descubrir sus semejanzas y diferencias”. Considera este mismo autor que el Derecho
Comparado es una disciplina con una perspectiva propia para el estudio de los fenómenos
jurídicos y no una rama del Derecho. Al respecto cita al gran iuscomparatista René David quien
opina: “No existen normas de Derecho Comparado en igual sentido que existen las del Derecho
Civil o Penal.

El Derecho Comparado no es una parte del Derecho Vigente”. Estamos totalmente de acuerdo
con la consideración de que el Derecho Comparado no es una determinada rama del Derecho
sino que, el fenómeno intelectual vinculado al Derecho Comparado representa una visión
general de lo jurídico y tal mirada a lo jurídico puede, en un momento dado, realizarse en
cualquier rama del Derecho, de tal manera que el Derecho Comparado es una división general
de lo jurídico que posteriormente puede incidir en una determinada rama del Derecho para
aludirse a un Derecho Constitucional Comparado, a un Derecho Civil Comparado, a un Derecho
Laboral Comparado, a un Derecho Penal Comparado, etcétera.

La comparación entre Derechos diversos puede analizar los Derechos Vigentes, la doctrina
existente, en lo jurídico, en países distintos, la jurisprudencia que hay en diversos países para
examinar los elementos comunes y los discrepantes para el logro de objetivos diversos, entre
los que podemos señalar:

A) Obtener un mejor entendimiento de las características generales específicas del Derecho


propio;

B) Intentar el perfeccionamiento de la normatividad interna, principalmente la que se


desprende de las leyes y de los reglamentos;

C) Evitar una imitación extralógica del Derecho extranjero que pudiera derivar de un traslado
irracional de instituciones existentes más allá de nuestras fronteras y que no fueran adaptables
a la idiosincrasia nacional;

D) Aprovechar la evidente utilidad que pueda arrojar la existencia de normas jurídicas idóneas
en otras latitudes y permitir que avance el Derecho Interno del país que recoge instituciones
procedentes de otros lares;

E) Considerar el grado de avance del Derecho propio al examinar el grado de adelanto que se
obtiene del examen de la normatividad jurídica extranjera.
Sin embargo, reconocemos que no es tarea sencilla asomarse a los prados ajenos, como se
pretende a través del Derecho Comparado ya que, como sostenía René David, para hablar con
autoridad de un Derecho extranjero es indispensable cumplir con los siguientes requisitos:

I. Dominar el idioma del país de que se trate, tarea ésta que, de ninguna manera, es simplista;
II. Lograr la presencia física del iuscomparatista en el territorio del país de que se trate;

III. Asistirse con la asesoría de dos abogados del país cuyo Derecho se pretenda conocer.
Reiteramos que las tareas comparativas del Derecho, es factible que incidan en cualquiera de
las ramas del Derecho, de ahí que ubiquemos al Derecho Comparado entre las grandes
divisiones del Derecho.

DERECHO UNIFORME
En lo que atañe a su significación gramatical, el vocablo “uniforme” tiene su origen en el idioma
latín y deriva de la voz uniformis, que es un adjetivo calificativo que se utiliza para hacer
referencia a “dos o más cosas que tienen la misma forma”, también se aplica a “aquello que es
igual, conforme o semejante”. Lo uniforme deriva de la acción de unificar y este verbo es una
palabra compuesta que se desprende de las expresiones latinas unus, uno y facere, hacer. Es
decir, unificar significa: “Hacer de muchas cosas una o un todo, uniéndolas, mezclándolas o
reduciéndolas a una misma especie”.

En el Derecho Uniforme, se pretende uniformar o unificar, en cuanto a su contenido, las


normas jurídicas aplicables a situaciones concretas que tienen trascendencia más allá del
territorio de un solo Estado y, en lugar de aplicarle el Derecho de un solo Estado, dado que hay
puntos de conexión de las situaciones concretas con normas jurídicas de dos o más Estados, se
hace el intento de crear una norma jurídica supranacional cuya regulación es unitariamente
aplicable a esa situación concreta que pudiera estar regida simultáneamente por dos o más
normas jurídicas de Estados diversos.

Por supuesto que, para que surja el Derecho Uniforme, es indispensable el acuerdo de
voluntades entre dos o más países que habrán de aceptar la aplicación supranacional e interna
de las normas jurídicas de Derecho Uniforme, mismas que habrán de regir las situaciones
concretas conectadas con el sistema jurídico de más de un Estado.

El Derecho Uniforme presenta grandes escollos derivados de los elementos diferenciales que
caracterizan el sistema jurídico de cada uno de los países que han optado por la adopción de
las normas jurídicas de Derecho Uniforme, con plena regulación jurídica supranacional.

Presenta el Derecho Uniforme un panorama sustitutivo de las normas internas, de países


distintos, que entran en conflicto, al pretender regir simultáneamente una sola situación
concreta y en lugar de elegir entre esas normas internas en conflicto a una de ellas, como se
derivaría del Derecho Internacional Privado, que tiene como objeto fundamental resolver cuál
es la norma jurídica aplicable entre aquellas normas en conflicto, se sustituye la aplicación de
las normas en conflicto por la aplicación del Derecho Uniforme.

De lo anterior se desprende que, el Derecho Uniforme podría eclipsar al Derecho Conflictual,


que es el Derecho Internacional Privado, pero, la evolución del Derecho Uniforme presenta la
gran dificultad de que no es fácil establecer normas uniformes siendo que las características
propias de cada país son tan diferentes. Se ha llegado hasta el extremo de considerar utópico
al Derecho Uniforme, dado que es lejana la meta de uniformizar, en su contenido el Derecho
en varios países para regular situaciones concretas conectadas con los sistemas jurídicos de
dos o más países.

Una prueba de las dificultades que de suyo presenta el Derecho Uniforme radica en el hecho
de que no se ha logrado la uniformidad del Derecho a nivel interno. Frecuentemente se
escucha el clamor generalizado en el sentido de que sería deseable que en México hubiese un
código civil, en lugar de treinta y un códigos civiles de los Estados de la República, un código
civil del Distrito Federal y un código civil Federal.

La misma aspiración se presenta respecto de tantos códigos penales en la República y también


en lo que atañe a tantos códigos de procedimientos penales y de procedimientos civiles en el
territorio nacional. La uniformidad del Derecho puede intentarse en el Derecho Civil, en el
Derecho Penal, en el Derecho Mercantil y, en general, en cualquier rama del Derecho y de ahí
que estimemos que el Derecho Uniforme pertenece a una de las grandes divisiones del
Derecho.

Es pertinente que mencionemos los esfuerzos desarrollados en el seno de las Naciones Unidas
para la unificación o uniformidad del Derecho Mercantil Internacional ya que la Comisión de
las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI O UNCITRAL) tiende a
facilitar el comercio mundial mediante la elaboración de convenciones, leyes modelo, normas
y guías jurídicas. La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció este órgano desde
1966 y está integrado por representantes de las diversas regiones geográficas del mundo y de
los principales sistemas económicos y jurídicos. Es el principal órgano jurídico del sistema de
las Naciones Unidas en la esfera del Derecho Mercantil Internacional. Los textos que ha
elaborado la Comisión, en sus más de treinta años de existencia, han sido ampliamente
aceptados.

Un organismo no gubernamental con importantes aportaciones respecto de la uniformidad del


Derecho es el Instituto de Roma para la Unificación del Derecho Privado (UNIDROIT).

DERECHO COMUNITARIO
El Derecho Comunitario, también denominado Derecho de Integración, es el conjunto de
normas jurídicas que regulan las relaciones hacia el interior y hacia el exterior de los países que
han decidido instaurar un sistema de integración económica.

La integración económica, a su vez, la hemos definido como: “un sistema mediante el cual se
unifican jurídicamente dos o más países para hacer más flexibles sus vínculos internos en lo
que atañe a favorecer el comercio entre ellos y presentar un frente común hacia el exterior, en
el que habrá mayores exigencias de penetración de mercaderías procedentes de países no
integrados”.

Dicha integración económica, naturalmente, dentro de fórmulas jurídicas presenta


importantes ventajas, entre las que podemos enumerar algunas de ellas:
A) Se obtiene una ampliación del mercado al que pueden acudir los países integrantes ya que
está formado por los mercados de los diversos países miembros de la agrupación económica;

B) Es factible que se produzca una mejoría en el nivel de vida de los países integrados ya que,
ante la ampliación del mercado, se aumenta la productividad y ello redunda en la presencia de
beneficios económicos para la población;
C) Se aprovechan mejor las instalaciones industriales, mismas que pueden ser trabajadas a
mayor capacidad y se propician nuevas inversiones o ampliación de las inversiones para
satisfacer la demanda en un mercado mayor;

D) La producción a mayor escala produce como efecto normal la reducción de los costos de
producción;

E) La fuerza de trabajo tiene una mayor demanda y se absorben los excedentes de mano de
obra;

F) Hay un crecimiento efectivo de la demanda de satisfactores. Está debidamente establecido


por los expertos que hay una evolución gradual de la integración que abarca varios grados de
integración y, al efecto señalamos los siguientes:

I. Área del Libre Comercio. Este tipo o grado de integración se caracteriza por una eliminación
de derechos y otras restricciones comerciales con el objetivo de provocar un mayor
intercambio comercial;

II. Unión Aduanera. En esta etapa se eliminan aranceles y otras restricciones entre los países
asociados. Se aplica una tarifa arancelaria uniforme para los países que no integran la Unión y
se finca una repartición equitativa entre ellos respecto a los ingresos obtenidos por la
aplicación de la tarifa. Hay una mayor identificación de intereses que en una simple zona de
libre comercio;

III. Mercado Común. Incluye las características de la Unión Aduanera pero representa un grado
de evolución mayor ya que se estructura una política común de desarrollo en diversas materias
como: moneda, ocupación, salarios, inversiones y producción;

IV. Unión Política. Se estima que constituye el grado óptimo de la integración económica. Para
el economista Sidney Dell,35 lo característico de un mercado común es la existencia de una
zona dentro de la cual se eliminan barreras artificiales como son los aranceles, de tal manera
que se logre un libre movimiento de bienes o servicios.

Cuando se instaura en un grupo de países un Derecho Comunitario o Derecho de Integración,


se adopta un régimen jurídico auspiciador de la integración económica, al lado del Derecho
Interno, y, también, al lado de las normas internacionales a las que esté sujeto cada país. El
Derecho Comunitario puede abarcar normas jurídicas de Derecho Mercantil, de Derecho
Administrativo, de Derecho Aduanero, de Derecho Fiscal, de Derecho Procesal, etcétera y,
debido a este amplio espectro, consideramos que el Derecho Comunitario también puede ser
considerado bajo la perspectiva de las grandes divisiones del Derecho.

Bibliografía:
Arellano García Carlos, Las grandes divisiones del Derecho
Rojas Roldán Abelardo, El estudio del Derecho, Ed. Porrúa. (pp. 131-150)
Neri Rodríguez Heriberto, Diverso material correspondiente a la Unidad 5.
_________________________

Unidad 6. Fuentes del Derecho.

6.1 Concepto de fuente y clasificación.


Las distinciones y matices aportados por las más diversas doctrinas sobre el tema hace que
existan una variedad tal de significados del término fuentes del derecho que se ha vuelto
cuando menos confuso y difícil de perfilar. Para efectos de concepto, puede entenderse
convencionalmente por fuentes del derecho todos los hechos y actos que, de acuerdo con las
normas sobre la producción jurídica de un ordenamiento determinado, crean o pueden crear
relaciones jurídicas como efectos erga omnes. La creación implica la innovación del
ordenamiento a través no solamente de la expedición de nuevas normas, sino también por la
modificación o extinción de las ya existentes, incluyendo por tanto las que Hart ha llamado
“reglas de cambio”.

Al incluir la eficacia erga omnes como requisito del concepto de fuente, quedan descartados
del mismo las normas jurídicas individualizadas como, por ejemplo, los actos administrativos
individuales, los actos de la autonomía privada que tienen una eficacia únicamente entre las
partes y las sentencias que, igualmente, desplieguen sus efectos inter partes.

El anterior concepto de fuentes del derecho debe complementarse diciendo que comúnmente,
al hablar de las fuentes del derecho, suele hacerse referencia a tres cosas bien distintas entre
sí, pero que finalmente constituyen todas ellas partes del mismo fenómeno jurídico que es la
creación normativa. Son las siguientes:
A. El poder normativo, es decir, el poder habilitado para la creación o modificación de normas
jurídicas; en este sentido, se habla de que las leyes emanan del Poder Legislativo o que los
reglamentos son un producto normativo del Ejecutivo.
B. El tipo de regulación normativa, o sea, la ley, el reglamento, los tratados internacionales,
los decretos-ley, etc. Lo que se hace en este caso es confundir la fuente con el derecho
mismo, con un tipo específico de producir normas, lo cual agrega un poco más de
equivocidad al concepto de fuentes.
C. Finalmente, cada específica manifestación del poder de creación normativa, esto es, no ya
cualquier ley o cualquier reglamento considerados en abstracto, sino la ley “X” o el
reglamento “Y” en particular.

En suma, un estudio sobre las fuentes debe tener como objeto primordial los procesos de
creación de normas, pero también debe examinar las propias normas creadas –concebidas en
abstracto, no cada una en concreto-, entendidas como categorías dotadas de unas
características especiales que, a su vez, les asignan un papel determinado dentro del
ordenamiento. (pp. 25-27)

Bibliografía:
Carbonell Miguel, Constitución, Reforma Constitucional y Fuentes
_____________________________

6.2 Distinción entre fuentes formales, reales e históricas.


Las fuentes del sistema jurídico son, en suma, los procesos formalmente regulados que
condicionan la producción de normas convertidas en ley.
Las fuentes son formales, reales e históricas.
La distinción entre éstas consiste en que las fuentes formales son los supuestos
procedimentales de cuya realización se hace depender la creación de normas jurídicas de
carácter general. En la elaboración de las normas se deben seguir algunas formalidades; es
decir, hay que apegarse a cierto aspecto técnico de forma. Hay que crearlas siguiendo una
manera precisa; es necesario ceñirse a una ritualidad preestablecida.
Las principales fuentes formales del derecho son: La legislación, la costumbre, la jurisprudencia
y la doctrina; que en esta Unidad analizaré.
En cambio, las fuentes reales son los elementos que determinan el contenido de las normas
jurídicas. Son las ideas y principios que influyen sobre el legislador para determinar su materia:
Los aspectos teleológico y axiológico para justificar la obligatoriedad de normas que habrán de
imponerse aun de manera coactiva, si fuere necesario; el propósito de resolver controversias
o equilibrar intereses; las razones económicas, políticas o geográficas que se tienen en cuenta,
etc. Todo ello para propiciar un orden valioso en las conductas.
Y por último, las fuentes históricas son vestigios o bien documentos que contienen el texto de
una ley o conjunto de leyes, que han quedado registrados por la historia y que constituyen
antecedentes que han inspirado la creación de una legislación actual. Estas fuentes consisten
en pergaminos, inscripciones en piedras o telas, papiros, tablillas, etc. Así, por ejemplo, se dice
que las institutas, el digesto, el código y las novelas fueron fuentes históricas del derecho
romano, porque de esos preceptos jurídicos se derivaron otros actualizados. Si una ley que
estuvo vigente con anterioridad, no sirve como antecedente para la elaboración de otra, no
puede decirse que aquella sea una fuente histórica.

6.3 Fuentes formales.


Son instrumentales a través de las cuales se pretende saber cuándo y en qué condiciones una
norma jurídica es válida y obligatoria para una comunidad o para una sociedad determinada.
Así pues las fuentes formales del derecho son:

a) Ley.- Norma de Derecho dictada, promulgada y sancionada por la autoridad pública, aún sin
el consentimiento de los individuos; tiene como finalidad el encauzamiento de la actividad
social hacia el bien común.

b) Costumbre.-. Se define a la costumbre como “el resultado de aquel procedimiento jurídico


de creación en el que un conjunto de actos, considerados como repetidos por un órgano
aplicador, se encuentran formando una disposición o pauta de conducta, en virtud de la
decisión, más o menos consciente, de dicho órgano, de incorporar un caso específico dentro
de esa repetición de actos, convirtiéndolos, así en derecho aplicable.”

La doctrina clasifica a la costumbre en:

Secundum legem.- Es la que coincide con lo ordenado por la ley. Esta coincidencia se debe a
que el derecho consuetudinario es reconocido y formulado por la ley.
Praeter legem.- Es aquella que no ha sido incorporada en la ley ni es impugnada por la misma;
tiene por función llenar las lagunas de la ley; por ello se le considera como fuente formal
secundaria, supletoria o complementaria de la ley.

Contra Legem.- Es aquella que establece conductas opuestas a lo ordenado por la ley.

En México, la costumbre no tiene el carácter de fuente formal principal del derecho, y esto
sucede así porque la costumbre: “sólo es jurídicamente obligatoria cuando la ley le otorga tal
carácter. No es, por ende, fuente inmediata, sino mediata o supletoria del orden positivo”
según lo afirma García Máynez.

Por tanto la costumbre es una fuente secundaria del derecho al depender su obligatoriedad
del reconocimiento del mismo.

c) Jurisprudencia.- Es la interpretación que de la ley hacen los tribunales, cuando la aplicación


a cinco casos concretos sometidos a ellos y la generalizan. Cuando la Suprema Corte de Justicia
de la Nación crea jurisprudencia se convierte en obligatoria y todos los tribunales inferiores de
la república deben acatarla y aplicarla.

d) Doctrina.- Opiniones, críticas y estudios de los sabios del Derecho, la doctrina no tiene valor
legal alguno, aún cuando ejerza profunda influencia ya sea en los autores de una ley o en las
autoridades
encargadas de aplicarlas. Se considera como doctrina la literatura jurídica.

e) Principios generales del derecho.- Son generalizaciones o abstracciones últimas tomadas de


la propia legislación del derecho natural o del derecho romano. Por ejemplo, la equidad es uno
de los
principios más importantes pues no puede concebirse un orden jurídico que carezca de ella.

De conformidad con el artículo 14 constitucional, en los juicios civiles, la sentencia definitiva


(esto es, la sentencia que decide el fondo del negocio) deberá ser conforme a la letra o a la
interpretación jurídica de la ley, y a falta de ésta se fundará en los principios generales del
derecho.

Algunos afirman que los principios generales del derecho son construcciones doctrinales o
ideas y conceptos elaborados o propuestos por la doctrina.

La concepción de que los principios mencionados son los del derecho romano actualmente sólo
tiene importancia histórica. Pero en esa tesis se hallan contenidas en germen las dos
interpretaciones fundamentales sobre esta materia: la histórica o positivista y la filosófica o
iusnaturalista.

Histórica o positivista: Dice que los principios en cuestión son aquellos que inspiran una
determinada legislación positiva.
Iusnaturalista: Afirma que se trata de verdades jurídicas universales, de principios filosóficos
que expresan el elemento constante y permanente del derecho, el fundamento de toda
legislación positiva.

Bibliografía
http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/cont/90/art/art6.htm
Rojas Roldán Abelardo, El estudio del Derecho, Ed. Porrúa. (pp. 173)
_____________________________

6.3.1 Proceso legislativo.


El proceso legislativo es, en parte, una forma del proceso cognoscitivo; a través de él se busca
el conocimiento de una materia con vista a normarla, sentenciarla o resolverla; implica,
además, la posibilidad de conocer la norma en sí, saber de su oportunidad y de su adecuación
a la conducta, situación o hechos susceptibles de ser reglados. Él es, también, parte del sistema
por virtud del cual se da certeza y seguridad, se hace operante el imperio confiado a los
poderes, órganos y autoridades que derivan de sus actos de autoridad concreta; y el permite
hacer efectivos los sistemas de control, de peso y contrapesos, supervisión y vigilancia del
poder legislativo respecto de los otros poderes y órganos previstos o permitidos por la
Constitución; ello es así independientemente de que el mexicano no es un sistema
parlamentario.

Las normas que regulan el proceso legislativo existen con vista a evitar precipitaciones,
improvisaciones, y desorden en el conocimiento de las iniciativas que legalmente son del
conocimiento del poder u órgano; tienden a sistematizar la lectura, conocimientos, análisis,
estudio, discusión, impugnación y aprobación o rechazo de las iniciativas, todo ello con vista a
evitar actos defectuosos o viciados.

La naturaleza de ellas se determina en función de que se trata de un ente colectivo, compuesto


por dos cámaras, por ello, ante la imposibilidad de alcanzar el voto unánime de sus miembros,
buscan hacer operante el principio de que el sentir de los demás se imponga sobre la voluntad
de los menos.

Ellas son de naturaleza imperativa y de observancia permanente. Existen con propósitos


múltiples: garantizar un conocimiento adecuado de las iniciativas, permitir que los legisladores
actúen con responsabilidad y, dentro de los márgenes que autoriza la disciplina de partido, que
su desempeño se haga considerando el interés general, con independencia frente a la
ciudadanía.

Existen, asimismo, para dar seguridad a los habitantes y evitar se legisle en forma
irresponsables o se adopte decisiones de manera precipitada; su observancia es un derecho
que les asiste y que pueden hacer exigible.

No quedan al criterio de los legisladores el discernir respecto de su aplicabilidad: las etapas


previstas en las leyes deben ser cubiertas en todos los casos, salvo en aquellos en que exista
una norma expresa que se establezca una excepción, que las hay. Una violación a esa clase de
normas implica que no hubo un conocimiento o discusión seria de la iniciativa y ello puede dar
lugar a que se estime el producto final como violatorio de las garantías individuales.
En las leyes, sobre todo las adjetivas, se prevé la existencia de un número crecido de procesos
con particularidades que los hacen distinguirse; los hay para hacer operantes las facultades,
atribuciones y funciones encomendadas a poderes y órganos; ellas son de naturaleza
legislativa, ejecutiva y jurisdiccional. En la Constitución, en la Ley Orgánica del Congreso y en el
Reglamento para el Gobierno Interior, aunque referidos al poder legislativo, se contemplan la
existencia de diferentes procedimientos; los que se deben seguir para aprobar una reforma a
la Constitución.

Frecuentemente, lo complejo o simple de un proceso legislativo, determina la jerarquía y valor


del acto; cuando este es obra de una cámara, sin la intervención de otro poder, de la acción de
ella deriva un acuerdo de carácter obligatorio solo para los legisladores que forman parte de
ella; su carácter normativo es limitado y su valor débil; cuando contradice una ley cede ante
ella. Cuando en la aprobación de un acto intervienen el Congreso de Unión con una mayoría
reforzada, las legislaturas de los estados y el Presidente de la República, deriva un acto de
jerarquía suprema. La complejidad o simpleza es determinada con vista a los valores a regular
o derechos preservar.

En otros cuerpos de leyes, como la Ley Orgánica del Poder Judicial, Ley Reglamentaria de la
Fracción V del Articulo 76 de la Constitución General de la República, La Ley Federal de
Responsabilidades de los Servidores Públicos, Ley para la Celebración de Tratados y otras, se
establecen los principios procesales que deben observarse para nombrar Ministro de la
Suprema Corte de Justicia; para certificar la desaparición de poderes en un estado y, dentro de
una terna, nombrar gobernador provisional; para citar un juicio a un servidor público,
permitirle defenderse, juzgarlo y dictar resolución en proceso respectivo, para aprobar o
rechazar un tratado. En este estudio se intenta analizar, en términos generales, la mayor parte
de los procesos que establecen las leyes.

Los procesos que regulan el proceso legislativo aparecen en toda clase de leyes: Constitución,
Leyes Orgánicas, Leyes Ordinarias y Reglamentos. Ellos, aunque son parte del Derecho
Constitucional, en la actualidad son objeto de estudio del derecho parlamentario.

Por no ser determinantes en el proceso legislativo, en este estudio no se consideran las


cortesías parlamentarias.

Se estudia el proceso legislativo en todas las formas en que él se manifiesta, sin importar que
en algunos casos él sea simple, como cuando el Presidente de la República asume la función
legislativa con base en lo dispuesto por los artículos 29 y 131 constitucionales.

El material a considerar es abundante; el espacio para desarrollar su exposición es corto; ello


ha llevado a que, en lo mas de los casos, se presenten en forma esquemática y breve los temas
y soluciones; en algunos casos proporciona la conclusión, sin aludir al proceso seguido para
llegar a ella; se parte del supuesto de que el derecho es, sobre todo, sentido común.

No se alude a la iniciativa, que es lo que provoca el inicio del proceso legislativo; este tema,
bien que mal, ya ha sido desarrollado en otra parte.
Estas notas pretenden ser útiles a quienes se inician en el estudio de los principios que regulan
la formación de las leyes; pudiera prestar algún servicio a legisladores novatos; de una u otra
manera, todos lo son por virtud de que está prohibida la reelección de los senadores y
diputados y de que el Senado no tiene continuidad, sino que se renueva totalmente cada seis
años. (pp. 4-5)

Bibliografía:
Arteaga Nava Elisur, El proceso legislativo. Ed. UNAM
_____________________________

6.3.2 Proceso jurisprudencial.


La jurisprudencia es un término que se encuentra íntimamente vinculado al de justicia, más
aún tratándose de un sistema de derecho escrito como el nuestro, en donde la interpretación
normativa juega un papel importante en la administración de justicia, dado que los supuestos
legales en muchos casos son rebasados por la realidad social imperante5 y porque no se
adecuan al hecho o acto que se pretende regular.

Dicha adecuación o adaptabilidad se logra a través de la interpretación judicial, evitándose,


entre otras cosas, que el legislador se vea obligado a elaborar normas “perfectas” y que la
rigidez del sistema derive en arbitrariedades e injusticias. Ahora bien, la jurisprudencia es un
término que implica algunas dificultades, pues ya desde la antigüedad muchos autores la han
definido de diversas maneras, a saber: como ciencia del derecho, como interpretación
normativa, como la ciencia de la legislación, como fuente formal del derecho, etcétera.

De lo anterior y para los efectos del presente trabajo, hay que resaltar tan sólo dos conceptos
de lo que se debe entender por jurisprudencia:

1. El que se refiere a ella como fuente formal del derecho.


2. El que la define como interpretación jurídica o instrumento interpretativo de la norma.

En nuestro sistema jurídico se dice que es fuente formal del derecho, puesto que se trata de
una norma positiva, pues ha cumplido con los requisitos formales que la Ley de Amparo
establece como proceso de creación de la norma jurisprudencial. La Suprema Corte de Justicia
de la Nación la define como: una fuente del derecho derivada de la interpretación
constitucional y legal que, con fuerza obligatoria, crean determinados órganos jurisdiccionales
al resolver los asuntos sometidos a su jurisdicción, con el propósito de fijar el correcto sentido
y alcance de las normas jurídicas y adecuar su contenido a la dinámica de la vida en sociedad,
a fin de mantener la seguridad jurídica en las esferas pública y privada.

En este sentido, la actividad jurisprudencial no supone que el órgano jurisdiccional invada el


ámbito de competencia del legislativo, más bien debe entenderse como una actividad
complementaria en la creación del derecho o en su integración.

Por otra parte, la jurisprudencia debe considerarse como la interpretación de las normas
jurídicas que realiza el juzgador en razón de los conflictos que se someten a su conocimiento,
teniendo la posibilidad de darle a aquéllas un sentido diverso del que se pudiera presumir de
su texto literal y que en virtud de ello puede calificarlas de constitucionales o
inconstitucionales.

De la anterior definición se desprende que la jurisprudencia implica necesariamente la


existencia de un procedimiento judicial sometido al conocimiento del juzgador y el hecho de
que ésta se deriva del contenido de las decisiones judiciales.

El reclamo de justicia supone necesariamente la existencia de la injusticia, por ello el Estado,


en ejercicio de su poder, crea los mecanismos para dirimir controversias como lo son los
tribunales judiciales, en donde los juzgadores aplican la ley, buscando ante todo la justicia en
la solución de los conflictos. La valoración e interpretación de la norma hacen la diferencia con
respecto a cualquier otra actividad que desempeñe el Estado.

En aras de la justicia y ante la falta de técnica legislativa, la jurisprudencia viene a subsanar las
deficiencias del legislador en la elaboración de las normas. Se traduce en la interpretación
última de la ley. Tampoco en este sentido debe estimarse que el órgano jurisdiccional invade
la esfera de competencia del legislativo, pues en ningún momento añade un precepto nuevo a
los ya establecidos con anterioridad por el legislador, al menos no en un cuerpo sistematizado
de normas, pero sí se acepta que los criterios que emite adquieren cierta independencia
respecto de las normas que le dieron origen.

Sistemas de formación de la jurisprudencia


Conviene desde ahora destacar los sistemas de formación de jurisprudencia dentro del orden
jurídico mexicano: por reiteración, por unificación, por declaración, y por razón fundada.

Por reiteración. Dicho sistema se encuentra consagrado en los artículos 192 y 193, ambos en
su segundo párrafo, de la Ley de Amparo en donde se señala, entre otras cosas, que las
resoluciones constituirán jurisprudencia siempre que lo resuelto en ellas se sustente en cinco
sentencias no interrumpidas por otra en contrario. Así pues, dicho sistema consiste en la
reiteración de un mismo criterio en igual sentido sin interrupción de otro, en un número
determinado de asuntos.

Por unificación. Este sistema supone la existencia de dos o más criterios contradictorios, en
donde el criterio jurisprudencial será el que resulte al resolverse sobre la conveniencia de tal o
cual criterio.

Cabe mencionar que en opinión del maestro Zertuche, este sistema de formación de
jurisprudencia es poco conocido y estudiado. Dicho sistema lo encontramos en los artículos
197 y 197-A de la Ley de Amparo en la llamada contradicción de tesis.

Por declaración. El sistema de declaración consiste en el refrendo de la vigencia de criterios


emitidos en periodos de formación de jurisprudencia que no resultaban válidos al momento
de la declaración. Este sistema prevé la declaración de validez de criterios jurisprudenciales
que habían dejado de ser válidos y vigentes, pero que por razones de tiempo y espacio deben
recuperar su vigencia para la correcta administración de justicia.

Por razón fundada. Se presenta en asuntos de suma importancia donde el criterio que se emite,
en una sola ocasión, adquiere el carácter de norma jurisprudencial sin necesidad de ser
ratificado por otro o como resultado de criterios contradictorios. Este sistema lo podemos
observar en lo concerniente a las controversias constitucionales y las acciones de
inconstitucionalidad, artículo 105 constitucional.

Cabe hacer notar la reciente publicación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, titulada
La jurisprudencia. Su integración, en la que únicamente se habla de tres sistemas de
integración jurisprudencial: 1. Por reiteración. 2. Por unificación de criterios. 3. En materia de
controversias constitucionales y acciones de inconstitucionalidad. (pp. 106-109)

Bibliografía:
Estrada Romero Maximino, Reflexiones en torno a la Jurisprudencia en México. Ed. UNAM
_____________________________

6.3.3 Proceso reglamentario.

6.3.4 Proceso consuetudinario.

6.4 Fuentes reales.


Las fuentes reales son los elementos que determinan el contenido de las normas jurídicas. Son
las ideas y principios que influyen sobre el legislador para determinar su materia: Los aspectos
teleológico y axiológico para justificar la obligatoriedad de normas que habrán de imponerse
aun de manera coactiva, si fuere necesario; el propósito de resolver controversias o equilibrar
intereses; las razones económicas, políticas o geográficas que se tienen en cuenta, etc. Todo
ello para propiciar un orden valioso en las conductas.

6.5 Fuentes históricas.


Las fuentes históricas son vestigios o bien documentos que contienen el texto de una ley o
conjunto de leyes, que han quedado registrados por la historia y que constituyen antecedentes
que han inspirado la creación de una legislación actual. Estas fuentes consisten en pergaminos,
inscripciones en piedras o telas, papiros, tablillas, etc. Así, por ejemplo, se dice que las
institutas, el digesto, el código y las novelas fueron fuentes históricas del derecho romano,
porque de esos preceptos jurídicos se derivaron otros actualizados. Si una ley que estuvo
vigente con anterioridad, no sirve como antecedente para la elaboración de otra, no puede
decirse que aquella sea una fuente histórica.

Unidad 7. El Estado y Derecho.

7.1 Concepto de Estado.


Desde el punto de vista jurídico, el Estado es una persona jurídica formada por una comunidad
política, asentada en un territorio determinado y organizada soberanamente en un gobierno
propio con decisión y acción.
Existen conceptos con los que se quiere hacer referencia a los fines del Estado, como son los
siguientes:
a) Crear un orden necesario.
b) Asegurar la convivencia social.
c) Establecer medios para el desarrollo cultural, económico, político, moral y social.
d) El bienestar de la nación, y
e) La solidaridad social.
De esta manera se dice que el Estado, como obra humana ha sido construido para atender fines
sociales, es decir, colectivos, de todos los miembros de una sociedad, y esto es así porque el
Estado se originó como una estructura o entidad política, que a través de un ordenamiento
jurídico impuesto o creado por la sociedad suple las imperfecciones de nuestra vida llena de
relaciones.
Por otra parte el Estado, se dice también, se originó para que el derecho y la autoridad se
combinen para crear la intrincada red de instituciones del cual el Estado es síntesis suprema.

7.2 Elementos del Estado.


Los elementos formativos, entendidos como aquellos anteriores a la creación del Estado como
persona jurídica, son la población, el territorio, el poder soberano y el orden jurídico
fundamental, mientras que los elementos posteriores, indispensables para el cumplimiento de
los fines del Estado, son el poder público y el gobierno.

De esta forma, de la suma de los elementos formativos y posteriores se reconocen como


elementos constitutivos del Estado a la población, territorio, gobierno y soberanía.

7.2.1 Pueblo.
Está constituido por los gobernados, personas de la misma nacionalidad y que están
domiciliadas en cierto lugar, aunque temporalmente pudieran no estarlo y que pertenecen a
la jurisdicción de un Estado; el pueblo es elemento vivo y actuante del Estado. A éste le es
consubstancial la asociación de grupos humanos.

7.2.2. Territorio.
Es la porción geográfica en la que se ejerce jurisdicción, que puede ser terrestre, acuática o
espacial. Duguit no lo considera incondicionalmente esencial, probablemente por confundir la
idea del Estado con la de nación como concepto sociológico.

7.2.3. Gobierno.
Es el órgano que a la vez representa al Estado. Frecuentemente se confunde la noción general
del Estado y la de gobierno, pero en realidad éste representa a aquél y ese sólo uno de los
elementos que lo constituyen. Los gobernantes deben ser elegidos por representación como
una exigencia de la democracia, pero no siempre ha sido así. Los hay que se dicen elegidos por
Dios o bien que se imponen por la fuerza.

7.3 Poder soberano, poder público y gobierno.


Cualidad del poder del Estado que le permite autodeterminarse y autogobernarse libremente
sin la intervención de otro poder de tal manera que el Estado soberano dicta su Constitución y
señala el contenido de su derecho.
Un Estado es soberano en la medida en que no depende de otro. Es autónomo para elegir sus
autoridades y para darse sus propias leyes y aplicarlas dentro de su jurisdicción. Que un estado
es soberano quiere decir que ningún grupo social de los que lo integran tiene mayor fuerza y
poder que el Estado mismo. La soberanía califica al Estado en su unidad total

7.4 Relación entre Estado y Derecho


Estado y Derecho son dos conceptos que no pueden entenderse el uno separado del otro.; por
eso, el surgimiento del Derecho coincide con el del Estado, y las zonas de juridicidad dudosa
son precisamente las que caen fuera del ámbito estatal. Pero esa conexión se acentúa
particularmente en la época moderna, en la que Derecho y Estado tienden a aparecer como
las dos caras de una misma realidad. Por un lado, el Derecho se configura como Derecho
estatal, como el conjunto de las normas procedentes del Estado. Pero por otro lado, el Estado
tiende también a verse desde el punto de vista del Derecho: el poder del estado es legítimo
porque es un poder sometido al Derecho.
Sin embargo, esto no significa que Derecho y Estado sean dos conceptos coextensivos (que se
refieran exactamente a la misma realidad) ni, desde luego, cointensivos (que se caractericen
con las mismas notas). El llamado “pluralismo jurídico”, la tesis de que existe Derecho fuera del
Estado, ha tenido seguramente siempre alguna justificación, pero parece cobrar una especial
fuerza en las sociedades contemporáneas, precisamente como consecuencia de la
privatización de lo público y de la pérdida de soberanía estatal a las antes referidas. Por
ejemplo, en el caso español, una buena parte del Derecho actualmente vigente se origina y es
administrado por órganos no estatales; piénsese en la normativa de la Unión Europea, en las
políticas “desreguladoras” o en la tendencia a utilizar mecanismos no jurisdiccionales de
resolución de conflictos. De todas formas, cuando se habla de “pluralismo jurídico” conviene
aclarar que la idea de que el Derecho no se reduce a Derecho estatal puede entenderse, al
menos, de dos maneras distintas. Puede entenderse en el sentido de que las fuentes del
Derecho no se reducen a la ley, sino que también se genera Derecho a través de la costumbre,
de los principios (implícitos) del Derecho o de los acuerdos entre los particulares; esta tesis no
supone mayor problema mientras se reconozca que hay una jerarquía entre las fuentes, de tal
manera que las formas no estatales de producción del Derecho sólo son admisibles si están
previstas por normas estatales.

Pero el pluralismo jurídico en sentido estricto implica algo más: supone que además el Derecho
estatal u oficial, existen otros sistemas jurídicos que conviven con él y que a veces lo desplazan.
Esta última tesis resulta ya mucho más problemática de aceptar, aunque probablemente sea
inevitable hacerlo. En todo caso, importa darse cuenta de que la reivindicación de un Derecho
no estatal no supone necesariamente un Derecho más democrático, más participativo o
emancipador; también el Derecho de las compañías multinacionales es en buena medida un
fenómeno de pluralismo jurídico, un Derecho no estatal y que se impone al Derecho de los
Estados; y el Derecho consuetudinario de tipo tradicional o el que se genera espontáneamente
para resolver conflictos allí donde el Estado no llega contienen muchas veces normas que no
podrían justificarse moralmente (por ejemplo, las que establecen un trato discriminatorio en
contra de la mujer).
Por lo que se refiere al otro aspecto de la cuestión, a la juridificación de la actividad estatal,
tampoco puede hablarse aquí de una plena coincidencia. O, mejor dicho, el desarrollo, la
profundización, del Estado de Derecho supone una tendencia a limitar o a suprimir lo que suele
denominarse actos puramente políticos, es decir, aquellos que caen fuera del control jurídico
(judicial). Pero esto, por una parte, no es una realidad, en el sentido de que se trata de un
proceso que no puede considerarse plenamente concluido; y, por otra parte, no puede
ignorarse que, de hecho, el Estado (que hoy en día abarca una enorme pluralidad de órganos)
actúa muchas veces vulnerando las normas que él mismo ha establecido: el problema de la
anomia, o sea, el incumplimiento de las normas, que algunos han visto como característico de
las sociedades contemporáneas, no afecta únicamente a la conducta de los particulares.

Bibliografía:
Ramírez Millán Jesús, Teoría del Estado. (pág. 46)
Atienza Manuel, El sentido del Derecho (pp. 127-129)
Rojas Roldán Abelardo, El estudio del Derecho (pág. 254)

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