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La primera revolución industrial (Inglaterra 1786), llevó cambios radicales a los medios de producción

al incorporar instrumentos mecánicos de tracción -hidráulicos y a vapor- el telar mecánico y la


locomotora.

Entre 1870 y la Primera Guerra Mundial ocurrió la segunda revolución en Inglaterra, Europa
Occidental, EEUU y Japón, siendo desarrollados la electricidad, el bombillo eléctrico, el radio
trasmisor, el automóvil de combustión interna e iniciadas muchas industrias. La tercera, llamada
revolución de los elementos inteligentes, surgió en los últimos 30 años del siglo XX e impulsó la
aviación, la era espacial, la energía atómica, la cibernética, los ordenadores personales y la tecnología
de la información para automatizar la producción, el Internet.

“Dominando la Cuarta Revolución Industrial” fue el objetivo del Foro Económico Mundial 2016, al
que asistieron unas 2.500 personas, entre jefes de Estados, empresarios, académicos, representantes de
organismos internacionales, sociedad civil. El “XI Informe de Riesgos Globales 2016”, preparado para
el Foro, consideró como retos significativos: la mitigación y adaptación del cambio climático; el
control de armas de destrucción masiva; la crisis del agua; el desempleo; migraciones involuntarias a
gran escala; alza de precios en energía; falta de gobernabilidad y corrupción; evasiones fiscales;
debacles bancarias; burbujas de activos y ataques cibernéticos.

La cuarta revolución es descrita como la aplicación del Internet a la industria en el manejo de los
productos, usándose la digitalización, la Tecnología de la Información (TI), y dispositivos inteligentes,
conectando redes, comunicando máquinas, adaptando servicios a los clientes en cualquier parte del
mundo. Naciones Unidas informó que existen 3.200 millones de usuarios Internet. Es la era de la
innovación, utilizando tecnología de última generación, que está transformando la forma de producir,
distribuir y consumir bienes/servicios. Y la logística y suministro de productos basada en: impresión en
3D, robotización en producción y almacenamiento y distribución con drones.

Las revoluciones industriales han incluido progresos significativos en la ciencia, agricultura, ganadería,
industria, finanzas, mega proyectos, y generado eventos que cambiaron el estilo de vida y forma de
trabajo de las comunidades. En el campo fueron destruidas reservas ecológicas, y miles de personas
despojadas de sus tierras y forzadas a vivir en ciudades con industrias desconocidas. En los próximos 5
años se perderán 7.1 millones de puestos de trabajo en las 15 economías más grandes del planeta, y
surgirán 2 millones de plazas, que requerirán habilidades diferentes. En distintos sectores se acentuará
el desplazamiento de trabajadores por dispositivos inteligentes, en particular en salud, energía y
finanzas. Las tres habilidades principales consideradas en el Foro, para el entorno laboral de 2020 son:
resolución de problemas complejos, capacidad de pensamiento crítico, y creatividad.

En los 230 años de revolución industrial las sociedades han vivido trasformaciones de todo tipo, siendo
la medicina un ejemplo de su contribución a la sociedad: anestesia, rayos X, antibióticos,
tranquilizantes, electrocardiogramas, ADN, vacunas, células madres. Pese a los avances, en términos
generales, en varios países el uso de medicina preventiva y curativa es privilegio de personas con
recursos financieros, o con seguros médicos generosos, o de Seguridad Social donde ésta ha
sobrevivido.

En Nicaragua la consulta médica privada y el tratamiento por un mes (exámenes, laboratorio y


medicinas) pueden costar hasta tres salarios mínimos.

A pesar de los aportes de las cuatro revoluciones industriales, la sociedad ha descuidado el desarrollo
humano, la paz, la equidad y el bienestar social. Desde la primera han existido infinidad de conflictos
bélicos, genocidios, revoluciones originadas por diferencias ideológicas, religiosas, raciales, con un
saldo de millones de muertos, mutilados, ciudades destruidas, beneficiando a fabricantes de armas e
industrias de avituallamiento militar; el crimen organizado se ha insertado a tal grado en los países que
tienen hegemonía sobre los gobiernos constituidos; el tráfico de seres humanos, drogas, armas, son
parte de un negocio multimillonario, en el que las sociedades parecen estar adormecidas sin responder
proactivamente a resolver tal condición.

La ausencia de integridad y gobernabilidad en asuntos de gobierno y empresas privadas, donde los


infractores son identificados, pocas veces arrestados y casi nunca sentenciados, conduce a la
impunidad, provocando daños no sólo a las finanzas del país, sino a la sociedad en su conjunto. Esta
manera de actuar es cotidiana, y está gestando una sociedad con una cultura activa en dolo y mala fe.
Los sistemas judiciales están supeditados al poder ejecutivo, y contaminados por los acaudalados,
condiciones que arriesgan las libertades constitucionales. La familia, fundamentada en valores,
principios éticos y tradiciones, parece una figura de museo, irreconocible para viejas y nuevas
generaciones.

La inequidad social, la desigualdad económica y el irrespeto a la dignidad de las personas, nos han
encaminado al enriquecimiento de unos cuantos y a la miseria de la mayoría de la población: el 1% de
la población mundial posee más riquezas que el 99%; los 62 individuos más ricos del mundo tienen
más recursos que la mitad de la población (OXFAM International, 2016). Conforme la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económico (2015), la brecha entre ricos y pobres llegó al punto más álgido
en países desarrollados y emergentes: el 10% de los más países ricos ahora tienen ingresos 9.6 veces
superiores al 10% de los más pobres; en 1980 la relación era 7.1 veces.

El mundo tiene 1.600 millones de trabajadores con empleos estables; 1.500 millones, estacionarios; 115
millones de niños trabajando en condiciones peligrosas; 21 millones víctimas de trabajos forzados, y
621 millones sin trabajar ni estudiar. Para la OIT esta crisis ha sido provocada por la desaceleración de
las economías, desigualdades y conflictos sociales. En su informe 2015, calculó 197.1 millones de
desempleados (72 millones menores de 25 años). El Informe de Desarrollo Mundial 2013, del Banco
Mundial, reportó la necesidad de crear 600 millones de nuevos empleos en 15 años. Dado que el sector
privado provee el 85% de empleos, deberán diseñar e implantar, en conjunto con los gobiernos,
políticas públicas eficientes y con equidad, que solventen las crisis de empleo y desempleo.

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