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Poder Judicial de la Nación

“V. E., G. V. c/ M., R. s/ daños y perjuicios”.

Expediente no. 42.292/02.

Juzgado Nº 20.

En la Ciudad de Buenos Aires, a los 6 días del mes de abril de 2011,


hallándose reunidos los Señores Vocales de la Sala K de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, a fin de dictar sentencia en los autos: “V. E., G. V. c/ M., R.
s/ daños y perjuicios” y habiendo acordado seguir en la deliberación y voto el orden
del sorteo de estudio, el Dr. Ameal dijo:

I.- Vienen estos autos a este tribunal con motivo de recurso de apelación
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interpuesto contra la sentencia de Primera Instancia dictada a fs. 685/706,


expresando agravios la actora en la memoria de fs. 741/49, cuyo traslado no fuera
contestado.

II.- Antecedentes.

G. V. V. E. promueve demanda contra R. M. con motivo de los daños y


perjuicios que dice haber sufrido como consecuencia del tratamiento de alisado
de cabello que le efectuara el demandado el 14 de marzo de 1997, en la
peluquería ubicada en el local 5 de la Avenida Riestra 5815 de esta ciudad.

Adujo que dicho tratamiento llegó a su conocimiento a raíz de una


publicación en una revista denominada “La otra guía”, que publicitaba “R. M. coiffeur
unisex, alisados perfectos y brillantes, productos importados…”.

Señala que por tal motivo requirió los servicios del demandado, quien le
garantizó que el proceso de alisado era perfecto y que utilizaba productos
importados, marca Haarfein, abonando por el mismo la suma de $40,
obteniendo la respectiva factura días después.

Manifiesta que la actora poseía a esa fecha una abundante cabellera,


sana, brillosa y sin coloración.

Destaca que, terminado el procedimiento en cuestión, notó que el cabello


se encontraba deteriorado como si se hubiese quemado, reclamándole a M. por
no haber logrado un acabado perfecto y brillante, tal como se había comprometido.
Al llegar a su domicilio el pelo comenzó a cortarse como desintegrándose,
por lo que debió consultar a distintos facultativos, quienes le informaron que
presentaba una alteración de la cutícula capilar.

Aduce así, que el accionado no cumplió con la obligación asumida en el


contrato de locación de obra que celebrara con la actora, generando su
incumplimiento graves daños físicos, psíquicos y morales.

El emplazado negó en el responde los hechos invocados por la actora;


opuso excepción de prescripción que fuera desestimada y reconoció que la
accionante concurrió a su Salón de Belleza en busca de un alisado de su
cabello, el que era abundante, muy rizado, opaco y sin vida, tal como puede
observarse en las fotografías que adjunta, previas al tratamiento, pudiendo
advertirse a la actora en las posteriores, con un cabello lacio, perfecto y brillante,
retirándose del Salón conforme con el resultado, para presentarse en
oportunidad de requerir la correspondiente factura con fecha el 3 de abril de
1997, con su pelo lacio y un pequeño retoque en las puntas.

Se refiere luego al producto utilizado y a sus títulos habilitantes, solicitando en


función de lo expuesto el rechazo de la demanda.

III. Sentencia.

La Sra. Juez de la instancia rechazó la demanda interpuesta, con fundamento,


en que no se ha probado el nexo causal entre el daño que adujo haber sufrido
la actora y el tratamiento de alisado realizado por el accionado, que permitan
afirmar que dicho tratamiento haya sido el desencadenante de las molestias y/ o
perjuicios que pudo haber sufrido. Entre otras consideraciones, argumenta que la
actora en la misma fecha, se realizó tratamientos en otra peluquería que no
fueron indicados por los profesionales tratantes, lo que pudo haber provocado, no
ya, un agravamiento de su irritación, sino el origen mismo de sus problemas.

IV. Agravios.

Contra dicha decisión se alza la actora, quien se agravia en orden al rechazo


de la demanda, al efectuar la a quo una incorrecta valoración de las pruebas
rendidas en la causa, las que por el contrario, acreditan el nexo causal invocado,
destacando que aun cuando no hubieren quedado secuelas incapacitantes
permanentes, si se demostró en cambio, una incapacidad temporal física y
psicológica.

En orden a ello sostiene, que si bien es verdad que el mismo día del
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tratamiento concurrió a realizarse un baño de crema y corte de pelo en otra


peluquería, ello fue porque el cabello desmejoraba con el transcurso de las
horas.

En tales condiciones y ante la desesperación que la embargaba, concurrió a


su peluquero de confianza, Sr. S., quien debió comenzar a cortarle el pelo,
haciéndole un baño de crema y así sucesivamente, conforme consta en las
facturas acompañadas, hasta que el 1/8/97 debió efectuarle un corte final (ver
acta de escribana pública acompañado a la demanda), coincidiendo ello con el
tratamiento de restauradores capilares aconsejados por el Dr. M., quien siendo su
médico dermatólogo desde hace mas de 12 años, sostuvo que la actora no tenía
ningún problema capilar previo al alisado.

Es así que los tratamientos que realizó con posterioridad al efectuado por M.
fueron simplemente cortes y baños de crema.
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Agrega que fue el propio demandado quien al absolver posiciones admite


que el alisado puede ser responsable del cambio de la tonalidad del cabello.

Resalta la declaración de S., al manifestar éste que la actora fue a verlo el


mismo día que se hizo el alisado, con el cabello quemado, en mal estado,
deshidratado y reseco, destacando que nunca le había hecho tinturas, ni
tratamientos químicos; indicando asimismo, que para garantizar el éxito de dicho
proceso, el pelo tiene que estar en buen estado, siendo que el demandado y el
testigo C. sostuvieron que la accionante lo tenía seco y deshidratado, lo cual
demostraría la impericia al aplicar un tratamiento inadecuado para un cabello que
no estaba preparado al efecto.

No tuvo en cuenta asimismo, que el producto utilizado no estaba aprobado


por el ANMAT; tampoco el testimonio de M., amiga personal del demandado, quien
manifiesta que éste utilizaba soda cáustica para realizar alisados.

Sostiene que el problema no radica en que el cabello no quedara lacio, como


parece entender la a quo, sino en que resultó totalmente dañado, imponiéndose un
corte no deseado.

Tanto las constancias de los médicos antes citados como la pericial


médica dan cuenta que el daño ocasionado en el cabello de la accionante guarda
relación con el relato y las circunstancias de autos, acreditándose el daño
transitorio a través de las pericias psicológica y médica.

En función de lo expuesto solicita se haga lugar a la demanda con costas.


V. Enunciados brevemente los agravios de la actora, debo señalar que, los
antecedentes que obran en autos, analizados en forma integral y a la luz de los
principios que inspiran la sana crítica (art. 386 del CPCC), otorgan verosimilitud a
los hechos invocados como fundamento de la pretensión y en consecuencia
permiten acatar los agravios vertidas por la recurrente.

Destaco en tal sentido el derecho elemental del juzgador de no seguir a las


partes en todos y cada uno de los argumentos que esgrimen en resguardo de sus
pretensos derechos, limitándose a escoger entre aquellos que guardan relación
directa con la litis y que revisten sustancial importancia para la justa solución del
diferendo (cfr. Corte Sup., ED 18-780; CNCiv., Sala D, ED 20-B-1040; Sup. Corte de
Bs.As., Ed 105-173; esta Sala, expte. no. 114.223/98, entre muchos otros).

No se encuentra controvertida la relación contractual habida entre la actora


y el demandado, por la que el Sr. M. realizó a G. V. E. un tratamiento de alisado
de cabello, el 14 de marzo de 1997, en la peluquería sita en Avda. Riestra
5814, local 5, abonando ésta última la suma de $40 (por 1 alisado c/ crema),
conforme factura acompañada a fs. 636 y reconocimiento efectuado en los
escritos liminares de apertura de instancia.

Dicho vínculo constituye, en virtud del contenido de las obligaciones,


una locación de obra (art. 1629 CC), en tanto se compromete un resultado,
“Alisado perfecto y brillante” (conforme propaganda –fs. 596, escrito de responde y
absolución de posiciones del demandado-fs. 432. p. 2 y p. 13).

Es oportuno recordar que la locación de obra es la relación jurídica en virtud


de la cual una de las partes (empresario, constructor, contratista, y en su caso,
profesional liberal, autor, artista, etc.), se compromete a alcanzar un resultado,
material o inmaterial, asumiendo el riesgo técnico o económico, sin subordinación
jurídica y la otra parte, denominada locatario de obra (dueño, propietario, comitente,
patrocinado, paciente, cliente, etc.), se obliga a pagar un precio determinado o
determinable en dinero (Spota, Tratado de locación de obra”, T I, n° 2-g). Interesa
el “opus”, el resultado del trabajo y no el trabajo mismo.

En tal sentido, la doctrina mayoritaria ha sostenido que el elemento


determinante de esta figura es la obligación de resultado, que asume quien se
compromete a ejecutar la obra (art. 1493), por lo que se ha entendido que la
expresión "trabajo" del art. 1629 alude al trabajo concretado en un resultado,
diferenciándola así de la locación de servicios, donde se trata de un trabajo, en
dirección a un resultado, pero que se independiza de la obtención de él (Belluscio,
“Código Civil Comentado, anotado y concordado”, T° 8 Pág. 56).
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El objeto del contrato puede consistir en una actividad o un resultado, tanto


material como inmaterial, incluyendo todos los casos en que se retribuye con un
precio cierto en dinero el esfuerzo, la actividad o el trabajo ajeno, cualquiera que sea
su clase o naturaleza.

Así, el contrato de locación de obra considerado en toda su amplitud reúne


una serie de figuras jurídicas, siendo una suerte de contrato madre (Rezzónico,
Contratos, T ° II, p. 746; Borda, Contratos , T° II , n° 1967).

Dicho vínculo debe ser encuadrado asimismo como una típica relación de
consumo en función de lo prescripto por los arts. 1 y 2 de la Ley de Defensa del
Consumidor y del Usuario Nº 24.240/93 y su modificaciones conforme ley 26.361,
resultando de aplicación extensiva el art. 8 de la normativa aludida, que
dispone que las precisiones formuladas en la publicidad o en anuncios, prospectos,
circulares, u otros medios de difusión obligan al oferente y se tiene por incluidas en
el contrato con el consumidor.
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En tal sentido a través de la propaganda obrante a fs. 596, el Sr. M.


promocionaba “Alisados perfectos y brillantes”, resultado que conforme
antecedentes obrantes en autos no fue alcanzado.

El tratamiento de Alisado fue realizado con productos de marca Haarfein, de


origen alemán, el que conforme surge del informe emitido por D. P. se dejó de
producir en el año 1998, en coincidencia con lo manifestado por la testigo M. a fs.
359/61.

El folleto agregado a fs. 656 muestra las indicaciones y precauciones de


uso y tratamiento post alisados, destacándose: “siempre usar guantes”; “No tocar
la piel”; “No usar elementos de metal”; “Jamás se debe neutralizar; “La aplicación
será sobre cabellos limpios y siempre secos”; “No hacer alisados donde hay
reflejos o decoloraciones”. Surge asimismo, que el producto es rápido y no da
tiempo a enjuagar si se trabaja con muchos mechones a la vez, con riesgo de
cortar el cabello.

Según prueba informativa de fs. 364/403, expedido por el Ministerio de


Salud- Secretaría de Políticas, Regulación y Relaciones Sanitarias, ANMAT, los
productos cosméticos autorizados ante la administración nacional por Haarfain-
Liliana Martinelli – Peresien, son el baño de crema capilar con vitamina E y el
baño de crema capilar con silicona, ambos de origen nacional.

Respecto de los productos marca Haarfein de origen alemán, informa


que los archivos de productos cosméticos son conservados por el establecimiento
elaborador, que en caso de desconocer algunos de los datos identificatorios del
mismo, no resulta factible determinar si los productos en cuestión se encuentran
registrados ante la ANMAT.

Es decir, no se probó que el producto se encontrara autorizado para su


utilización en nuestro país, destacándose en tal sentido la vigencia de la teoría de la
carga probatoria dinámica que impone la prueba a quien está en mejores
condiciones de producirla, caso contrario puede originar una presunción en su
contra.

Las fotografías de la actora previas al tratamiento (fs. 679 ) acompañadas


por el demandado al responde, muestran una abundante cabellera, en
contraposición a las agregadas a fs. 681, donde no se advierte alisado “perfecto
y brillante”, ni tampoco revelan una actitud conforme y satisfecha como pretende el
accionando.

El deterioro invocado puede asimismo advertirse en las fotografías


agregadas a fs. 601/07 respecto de las glosadas a fs. 608/13, cuya certeza temporal
es adquirida al reconocerlas S. como muestra del estado del pelo de la actora
para la fecha en que concurrió a su salón de belleza, el mismo día que M. le
efectuara el alisado (fs. 343 vta. resp. preg. décimo primera).

Los testigos que declaran a fs. 325/7 (G. S. L.); fs. 324 (M. M. O.); fs.
338/9 (J. L. S.) y fs. 356/8 (G. V. M.); resultan contestes en que la actora tenía
antes del mes de marzo de 1997 el cabello largo y sano y que luego de un
tratamiento de alisado permanente que se realizara en una peluquería, se le quemó
todo el pelo, quedándole todo deteriorado y quebradizo, provocándole un estado
anímico depresivo, debiendo cortárselo muy corto, al estilo hombre.

Con fecha 14 de marzo (mismo día que se realizó el alisado), como los
días 21/3, 27/3, 8/4 y 1/8 de 1997 la actora concurrió al Salón de Belleza de M.
S. para efectuarse corte y aplicarse crema capilar (ver facturas de fs. 634, fs. 638
y fs. 640 y declaración testimonial brindada a fs. 343/4).

El mencionado testigo declaró que conoce a la actora desde hace


aproximadamente veinte años, porque concurría a su peluquería a cortarse el
pelo. Recuerda que tenía el cabello largo, que para el mes de marzo de 1997
aproximadamente se lo notó muy seco, como estropeado, siendo que antes de
esa época lo recuerda como un cabello normal; que por ese motivo le fue
cortando cada vez mas corto, a fin de sacarle las partes feas, comentándole la
accionante que se había hecho un alisado. Manifiesta que nunca le hizo tintura
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ni reflejos. Señala que el estado del pelo era similar al que muestran las
fotografías acompañadas por la actora.

Reconoce las facturas agregadas al expediente y aclara respecto de la


crema capilar que le aplicara el 14 de marzo, que se trata de una crema nutritiva.

Mal puede sostenerse entonces que la concurrencia de la actora al Salón


del Sr. S., pudo haber originado el daño que se atribuye a la conducta negligente
de M., o incidido concausalmente en el mismo, resultando evidente que el
tratamiento nutritivo que le efectuara aquel, como los sucesivos cortes a que
se hace referencia, lo fueron para intentar paliar los efectos nocivos del alisado,
resultando ello adecuado, a tenor de los manifestado por el Dr. M. a fs. 340/42
en cuanto a la indicación terapéutica.

En efecto, a tales efectos perjudiciales se refiere el certificado médico emitido


por el Dr. A. P. M. (especialista en enfermedades de la piel) con fecha 3/4/97,
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agregado a fs. 654, donde consta la atención de la actora, señalándose que


“presenta alteración de la cutícula capilar de distribución irregular, compatible
con uso de químicos fuertes que respeta solamente unos 3 cm de pelo”.

El Dr. M. presta declaración testimonial asimismo a fs. 340/2, donde señala


que la actora es paciente suya desde hace diez o doce años aproximadamente,
destacando que el día de la consulta, en abril de 1997, su pelo tenia una
alteración moderada de la cutícula capilar, explicando que en general tal
alteración produce a la observación directa, una opacidad del pelo, que es lo que
se observaba en la paciente, indicándole como tratamiento la aplicación de
restauradores capilares, no volviéndola a atender por esa patología; sí por otras
causas, oportunidad en que la vio con el cabello mas corto.

La Dra. M. E. M. de M., médica especialista en dermatología, diagnosticó


el 18/4/97 “pelo seco, quebradizo y opaco” (fs. 642), recetándole shampoo
restaurador capilar (18/4/97 y 2/5/97).

De la pericial médica elaborada por el Dr. A. G. G. a fs. 573/5, no


impugnada por las partes, surge que la actora no presenta patología actual, sin
descartarse que en su momento, el cuadro general haya requerido un
tratamiento coadyuvarte de carácter transitorio, siendo el diagnóstico como los
tratamientos indicados correctos. El tiempo de recuperación requerido para
desarrollar una cabellera como la que se observa en las fotografías estaría entre
50 y 60 meses.

A tal fin, el mencionado facultativo efectuó un estudio complementario de


la muestra del pelo existente en el expediente, la cual presenta sectores de los
extremos en donde se visualizan alteraciones compatibles con daño químico
de la estructura del tallo piloso.

A fs. 597 obra historia clínica psicológica correspondiente a la atención


de la actora desde el 9/4/97 por la Lic en Psicología, M. E. D. F., donde consta
como diagnóstico: estado depresivo reactivo que sobrevino por factores
exógenos, siendo la duración del tratamiento de un año y seis meses, a razón de
dos sesiones semanales y un arancel percibido de $30. Sintomatología que
comienza luego de un episodio en la peluquería donde le queman el cabello,
apareciendo a partir del mismo ideas obsesivas y un estado depresivo
caracterizado por un trastorno del humor , inhibición de los procesos psíquicos de
la ideación que reduce el campo de la conciencia y los intereses.

En el informe emitido a fs. 416/7, la citada profesional se expide en


términos similares a los que surgen de la historia clínica mencionada. Si bien es
cierto, como sostiene la a quo, que se trata de una profesional independiente
consultada por la actora en forma particular, no lo es menos, que la información
que brinda se encuentra corroborada por la pericial psicológica de oficio, la que
glosada fs. 544/51, informa que actualmente la accionante no tiene alteraciones
psíquicas de ninguna especie, pudiendo, en su momento, haber necesitado
asistencia profesional en virtud del daño estético padecido, siendo adecuado para
aquella ocasión un tratamiento de seis meses, a razón de $ 50 la consulta privada
y con una frecuencia de dos veces por semana. El cuadro se presentó como
neurosis con rasgos obsesivos.

No obsta a las conclusiones arribadas, lo manifestado por R. E. C. a fs.


328/29, cliente del demandado, en cuanto manifiesta la testigo que se hizo varios
tratamientos de alisado, extensiones, tinturas y cortes y que siempre fue
advertida sobre las consecuencias de los trabajos a realizar. Ello por cuanto el
tratamiento en el caso de la actora tuvo efectos nocivos, cuando el accionado
garantizaba su resultado.

Lo mismo cabe decir respecto del testimonio de Sra. N. B. S. (fs. 335).

Tampoco tienen trascendencia, los dichos de D. D. A. (fs. 330/01) en


cuanto manifiesta haberla visto en la peluquería con buen ánimo, ni los de R. M.
G., ayudante en la peluquería de M. (fs. 332/33), quien dice haberle sacado las
fotografías después de realizarse el alisado, encontrándola contenta “con una
sonrisa de oreja a oreja”, quedando el cabello de la actora, que era opaco, sin
brillo y medio rizado, luego del alisado, con un brillo bárbaro y lacio, ya que tales
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afirmaciones no se compadecen con las constancias de la causa analizada.

Resulta en cambio atinado mencionar el testimonio de fs. 359/61 brindado


por M. C. M., (testigo ofrecida por el accionando con la que mantiene una relación
de amistad) quien al describir el proceso de alisado, manifestándose como
“profesional especializada”, indicó que “el 90% de los productos de alisado tiene
soda cáustica. Por más frágil que sea, tiene producto químico y soda
cáustica…que se mezcla con una parte de crema…se forma una pasta de
alisado… es un producto fuerte, por eso lo usamos…a un cm. del cuero cabelludo,
por el problema de no hacer daño al cuero cabelludo del cliente…si el profesional
no es experto el cliente se queda pelado para siempre…la crema mata la
proteína capilar…”. Destaca luego que M. utiliza productos con esa descripción,
y que el utilizado para el tratamiento de la actora se dejó de comercializar
hacia finales de 1998, agregando que previo a su utilización se hace una
prueba, ya que su conveniencia depende del estado del pelo de cada persona.
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Los antecedentes analizados, contrariamente a lo sostenido por la a quo


permiten a mi criterio tener por suficientemente acreditada la relación causal
entre el tratamiento de alisado llevado a cabo por el Sr. M. y las consecuencias
dañosas en el resultado obtenido, que por cierto no se condice con el prometido:
“Alisado perfecto y brillante”, provocando por el contrario, un daño en la cutícula
capilar que transitoriamente produjo en la accionante un cambio en su estética
corporal, como un estado depresivo. En consecuencia cabe tener por probado el
incumplimiento en la prestación debida por el demandado.

En orden a ello, cabe recordar, que quien demanda tiene a su cargo


demostrar su título, vale decir, la existencia de uno de “los actos lícitos o ilícitos”,
que según el art. 499 del Código Civil, son aptos para generar un crédito a su favor
(conf. art. 377 Cód. Proc.). Así, quien invoca un contrato como quien arguye un
acto ilícito del que resulte un “daño causado, u otro acto exterior que lo pueda
causar” debe probarlo (conf. art. 1137; 1190 y sgtes. y art. 1067 Cód. Civil).
Asimismo, le incumbe demostrar la causa física del daño que, conforme a las II
Jornadas Bonaerenses de Derecho Civil, Comercial y Procesal (Junín, 1986),
consiste en “el contacto físico o material entre la conducta y un resultado” (Alterini,
Ameal, López Cabana, “Derecho de Obligaciones”, pág. 237).

Una vez probados por la víctima, el título y la causa física del daño, rigen las
presunciones de causalidad. La presunción de causalidad a nivel de autoría sucede
cuando se presume que el autor material es autor jurídico y por lo tanto
responsable, a menos que pruebe la ruptura de la relación causal. Y presunción de
causalidad a nivel de adecuación cuando se presume que cierto resultado, que
ocurre conforme al orden natural y ordinario de las cosas, es por lo tanto previsible:
se responde de las consecuencias inmediatas (art. 903 Cód. Civ.) A menos que se
pruebe que no fueron adecuadas, o sea, que resultaron imprevisibles (Conf. Ob. Cit.,
pág. 237/38).

Así debe destacarse, la necesidad de examinar la cuestión a través del prisma


de la causalidad adecuada. De este modo, corresponde establecer, en el plano
jurídico, si un suceso es causa de otro. Por consiguiente, es necesario realizar ex
post facto, un diagnóstico de probabilidad en abstracto, inquiriendo si la acción u
omisión que se juzga era, de suyo, idónea para producir normalmente ese hecho,
según el curso natural y ordinario de las cosas (Conforme Goldemberg Isidoro citado
por Silvia Y Tanzi, Juan M. Alterini, “La Demanda de Daños”, pág. 154).

La carga de la prueba se vincula entonces, en grado estrecho, con la


necesidad de convencer al juzgador sobre la existencia del hecho afirmado
(CNac.Civ. Sala H, 25/2/99 “Orijüela c/ Lirosi s/ daños y perjuicios). Se trata de una
cuestión de hecho, supeditada a la apreciación del Juez y que se corresponde con
las peculiaridades que rodean la situación (conf. Colombo, “Culpa Aquiliana, T° I, N°
56, p. L17; Borda, “Obligaciones”, T° II, N° 1317, pág. 243).

El concepto de inmediatez supone que entre el hecho y su resultado no haya


interferencia alguna. No se trata de un concepto temporal de inmediatez. Es un
efecto inmediato en el sentido de que normalmente ese hecho debía ocasionarlo
según el curso natural y ordinario de las cosas.

Se condiciona a que todos los eslabones de la cadena sean adecuados.


Como bien señala Orgaz” no basta establecer que la acción era en general idónea
para producir el daño, sino que es además necesario que las circunstancias
intermedias hayan sucedido también normalmente, sin la intervención de los factores
anómalos o extraordinarios” (conf. Orgaz, “El daño resarcible” pág. 71).

Es evidente que los extremos aludidos se dan en autos.

En dicha inteligencia, no puede a mi juicio desvincularse la alteración de la


cutícula capilar que presentó la accionante (conforme médicos especialistas) del
alisado efectuado por M., por la circunstancia de haber efectuado las consultas
médicas recién el 3 de abril ( consultorio del Dr. M.) y el 18 de abril (Dra. M. de
M.), como tampoco obsta a la conclusión señalada, el hecho que en el ínterin,
como sostiene la a quo, la actora hubiese concurrido a otro Salón para hacerse
diversos tratamientos, generando con ello efectos diversos, como por ejemplo,
el daño antes inexistente.
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En primer lugar, porque no puede desconocerse el deterioro que muestra el


cabello de la actora y que se comprueba en el contraste de las fotografías
previas y posteriores al tratamiento, conforme ya señalara, donde ciertamente no
puede considerarse que la agregada a fs. 681 muestre un cabello lacio y brillante
como sostiene el demandado, por el contario, las consecuencias dañosas ya
pueden a mi criterio advertirse en dicha fotografía, donde llamativamente se
había ya efectuado el planchado del pelo, resultando elocuente el daño en las
agregadas a fs. 601/607.

Adviértase que es el propio M., quien al responder a la posición 5ª,


reconoce que el “cabello quedó desrizado, pero no totalmente lacio…porque si le
exigíamos demasiado, el mismo se iba cortar, porque el cabello estaba
deshidratado y seco…”. Ello fue lo que finalmente ocurrió.

En segundo lugar, porque conforme surge de las facturas acompañadas a


fs. 634, fs. 638 y fs. 640, en el Salón de Soria se le realizó corte de cabello y
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baños de crema (restauradores capilares), que nada tienen que ver con la
utilización de productos químicos como lo es la crema Alisadora Capilar Haarfein
(ver folleto de fs. 656).

Precisamente, dicho tratamiento se condice con el que luego aconsejara el


profesional que atendiera a la accionante el 3 de abril de ese año, y que
aparece además avalado por la pericial elaborada en autos.

A mayor abundamiento, no puede comprenderse, como el demandado


consintió efectuar el tratamiento de alisado a la actora, si, tal como sostiene, solo se
podía llevar a cabo con el cabello sano, y en cambio aquella lo tenía, según
sostiene el propio M., “opaco, erizado y deshidratado”.

Conforme a ello, no habría sido oportuno ni aconsejable efectuar el


tratamiento indicado y prometer el éxito en el resultado como surge de la
propaganda aludida.

No puede pasarse por alto asimismo que es el propio emplazado, quien al


absolver posiciones (fs. 432 bis7vta.) reconoce que el producto utilizado, mal
aplicado, puede causar daño (pos. 11), tal como se refiere asimismo la testigo
M. (fs. 359/61).

No surge de autos que tal información le fuera dada a la actora, como


jurídicamente corresponde (art. 4 ley 26.361).

En consecuencia, no cabe sino concluir que si la Srta. V. E., antes de


realizarse el alisado no tenía ninguna problema en su cutícula capilar, y si lo
tuvo con posterioridad al mismo, la relación causal, no condicionada por la
intervención de factores ajenos, se impone.

En función de lo expuesto, es que la demandada deberá reparar los daños y


perjuicios que a raíz de su incumpliendo ha ocasionado a la actora, debiendo en
consecuencia revocarse la sentencia apelada, haciéndose lugar a la demanda
deducida por G. V. V. E. contra R. M..

VI.- Corresponde en consecuencia el tratamiento de los rubros que


integran la cuenta indemnizatoria de autos.

VII.- Daño emergente.

Reclama la damnificada por este concepto la cantidad de $553,05,


incluyendo el pago del servicio al demandado, cortes de pelo en otras peluquería;
compra de medicamentos, consultas a facultativos, acta notarial, cartas
documentos y fotografías.

Ante el incumplimiento de la demandada en las obligaciones a su cargo,


lograr un alisado “perfecto y brillante”, deberá reintegrarse el monto abonado por
el tratamiento contratado y que resultara frustrado. Asimismo el costo de los
erogados a fin de mejorar o paliar el daño, esto es los que la accionante
abonara al Sr. S..

En lo que respecta a los gastos médicos y de farmacia, sabido es que tales


gastos se presumen, ya que aún a falta de pruebas sobre su entidad los mismos
pueden apreciarse en función del carácter y gravedad de las lesiones (Conf. Exptes.
Nº 37.034/04; 69.167/01 entre otros). En el caso ellos pueden inferirse en lo
pertinente, de la documental acompañada y demás constancias.

Los restantes gastos solicitados, constituyen un gasto de justicia hecho


por la damnificada, y como tal deben ser incluidos en las costas del juicio, siendo
en la liquidación de éstas la oportunidad de discutir la procedencia de los
mismos (conf. art. 77 CPCC).

En función de lo expuesto, considero razonable fijar el presente


resarcimiento en la suma de $450 ( art. 165 del CPCC).

VIII.- Incapacidad estética transitoria.

La actora reclamó por este concepto la suma de $2.000, o lo que en más o en


menos resulte de la prueba a producir en autos.
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Ya me he referido al daño estético transitorio sufrido por la accionante,


derivado del daño a la cutícula capilar, el que produjo cabello con aspecto opaco,
quebradizo y seco, tal como se advierte en las fotografías acompañadas.

A ello hace referencia el perito médico a fs. 573/5, al destacar que si bien
la actora no presenta patología actual, no puede descartarse que, en su
momento, el cuadro general haya requerido un tratamiento coadyuvarte de
carácter transitorio, siendo el diagnóstico como los tratamientos indicados
correctos y el tiempo de recuperación requerido para desarrollar una cabellera
como la que se observa en las fotografías, entre 50 y 60 meses.

Tal perjuicio es también señalado por el Dr. M.; por la Dra. M. de M.; por el
Sr. S. y por los testigos que declaran en autos, a los que se ha hecho amplia
referencia en este voto.

Tal daño aun cuando no tenga carácter permanente, merece durante el


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período de incapacidad estética transitoria, una condigna reparación, en función


del daño injustamente provocado.

En orden a ello, las Jornadas sobre Responsabilidad por Daños en homenaje


al profesor doctor Jorge Bustamante Alsina (Buenos Aires, 1990) definieron el daño
estético como “toda alteración disvaliosa para la víctima en su armonía, expresión y
esquemas corporales" y entendieron que comprende “las anormalidades
anatómicas y funcionales, permanentes o transitorias, que se manifiestan
exteriormente.

La indemnización que al respecto le es debida a la víctima no debe apoyarse,


para su valoración, únicamente en lo que haya quedado afectada su capacidad
laborativa, sino también en todo aquello que pueda proyectarse sobre su
personalidad plena, es decir tanto en el plano individual como social.

Toda persona de existencia visible tiene derecho a la integridad de su aspecto


normal o habitual por el que se la conoce e identifica, de tal manera que la
presencia no sólo existe sino que trasciende y significa. Cuando en las
condiciones analizadas, se lesiona esa integridad del aspecto, el derecho otorga
soluciones justas. Solo se requiere que exista una alteración en el aspecto
habitual que tenía la persona con anterioridad al hecho generador, sin que la
ausencia de implicancias económicas de la deformación, que por otro lado sí
pueden ser tenidas en cuenta para la estimación del quantum de la indemnización,
sean definitivas para rechazar el reclamo (Conf. CNCiv. Sala H, 21/12/93, L.
132.855).
En ese orden de ideas, la persona natural posee un derecho a su integridad
estética, de conservación de su figura humana desde su nacimiento hasta su
fallecimiento, de allí que cualquier acto que dañe ese derecho debe obtener
una reparación (Conf. Tratado de Daños Reparables, Carlos Ghersi, Director Celia
Weingarten, Coordinadora, T1, pág. 201, Edit. La Ley 2008).

Teniendo en cuenta lo expuesto, como las condiciones particulares de la


damnificada, 27 años de edad a la fecha de ocurrencia del daño, de estado civil
soltera, de profesión abogada, es que estimo prudente conceder por este concepto
la cantidad de $5.000 (art. 165 del CPCC)

IX.- Daño psíquico y gastos de tratamiento.

La actora reclamó la suma de $2000 y $4.680 respectivamente.

El daño psíquico supone una perturbación patológica de la personalidad


de la víctima, que altera su equilibrio básico o agrava algún desequilibrio
precedente. Comprende tanto las enfermedades mentales como los desequilibrios
pasajeros, pero ya sea como situación estable, o accidental y transitoria, implica en
todo caso una faceta morbosa, que perturba la normalidad del sujeto y trasciende en
su vida individual y de relación. (conf. Matilde Zavala de González, "Resarcimiento de
daños" Tº 2a., pág. 187 y ss). No debe por lo demás ser restringido al que proviene
de una lesión anatómica, toda vez que hay importantes perturbaciones de la
personalidad que tienen su etiología en la pura repercusión anímica del agente
traumático, aunque el desequilibrio acarree eventuales manifestaciones somáticas.

Debe destacarse asimismo, que al igual que en el caso de heridas u


ofensas físicas (art. 1086 del Cód. civil) en las lesiones psíquicas la víctima tiene
derecho a ser indemnizada “de todos los gastos de curación y convalecencia”. Ello
implica la recurrencia a tratamiento psiquiátrico o terapia psicológica y a la
medicación que fuese necesaria.

El detrimento patrimonial que supone un tratamiento psiquiátrico


indispensable para reparar lesiones en la salud suficientemente comprobadas y
además económicamente mensurable, configura un daño cierto aunque las
erogaciones respectivas puedan o deban tener lugar en todo o en parte, en tiempo
ulterior.

De la pericial psicológica analizada (fs. 544/51), surge que actualmente la


accionante no tiene alteraciones psíquicas de ninguna especie, pudiendo, en su
momento, haber necesitado asistencia profesional en virtud del daño estético
padecido, siendo adecuado (para aquella ocasión) seis meses de tratamiento, a
Poder Judicial de la Nación

razón de $ 50 la consulta privada y con una frecuencia de dos veces por


semana. El cuadro se presentó como neurosis con rasgos obsesivos.

A su vez, con la historia clínica y testimonio de la Lic. D. F. ( fs. 597 y fs.


416/17) se comprueba el cuadro depresivo reactivo que padeció la actora, que
sobrevino por factores exógenos, siendo la duración del tratamiento realizado de un
año y seis meses, a razón de dos sesiones semanales y un arancel percibido de
$30.

En función de ello, si bien no cabe otorgar indemnización alguna por


incapacidad psíquica permanente, la minusvalía psíquica transitoria que padeció
la accionante merece una digna compensación, en virtud de la reparación
integral y plena que cabe acordar por el daño injustamente provocado.

Dicha incapacidad transitoria no puede concebirse como una categoría


distinta, autónoma al género incapacidad, sino que representa una forma en que ésta
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puede manifestarse ya sea de manera permanente o bien temporaria (conf. Expte.


nº 79.283/02; nº 10.019/02 entre otros).

En dicha inteligencia debe destacarse que el daño que deriva de la


incapacidad transitoria debe ser resarcido y ello en virtud de la reparación plena
que gobierna la materia y que debe ser tenido en cuenta por el juzgador cuando
se encuentren reunidos los requisitos que ameriten el resarcimiento.

Así, conforme a su duración, la incapacidad puede ser permanente o


definitiva que es la que subsiste luego del tratamiento médico cumplimentado por la
víctima y se prolonga por el resto de la vida del sujeto y transitoria cuando es
posible la recuperación del damnificado.

En el supuesto de autos no existen dudas que existió por parte de la


víctima una incapacidad que aunque temporaria merece ser tenida en cuenta de
cara a la reparación integral del daño, por cuanto existió durante el período en
que tuvo vigencia un impedimento o una dificultad para el ejercicio de la funciones
vitales, que trae consigo una disminución de las potencialidades de que disfrutaba la
aquejada.

La sola existencia de una lesión da derecho a reparación aunque no queden


secuelas incapacitantes, puesto que el propósito de la indemnización consiste en
compensar mediante una suma de dinero, todas aquellas consecuencias disvaliosas
soportadas por las víctimas del hecho generador: Se trata de compensar el daño en
sentido jurídico, excedente en casos de la proyección que se le atribuya a la lesión
en el plano laboral, productivo o en alguna de las otras manifestaciones vitales.
Es daño, lo que altera la integridad física o psíquica, por más que la
curación y readaptación en función de aquellos supuestos, sea más o menos,
completa, porque aún siendo así, no podría devolverse al organismo alterado, la
situación de indemnidad anterior al accidente, constituye como fuera dicho un
perjuicio reparable, quedando su determinación al prudente arbitrio del juzgador
conforme a la afectación y particularidades del caso (CNac.Civil, Sala B, del 31/5/96
en autos “Blumetti de Fulco c/ Guarini s/ daños y perjuicios”; CNac.Civil, Sala L, del
29/3/96,”Márquez, Ofelia c/ González, s/ daños y perjuicios”, entre otros).

En función de lo expuesto, teniendo en cuenta las secuelas transitorias


padecidas; el tratamiento realizado, como las condiciones subjetivas de la
damnificada es que propondré al Acuerdo, hacer lugar al rubro incapacidad
psíquica transitoria y gastos de tratamiento psicológico por la cantidad de
$6.000 (art. 165 del CPCC).

X.- Daño moral.

La damnificada solicitó se indemnice el perjuicio espiritual sufrido, en la


cantidad de $2.500, o lo que en más o en menos resulte de la prueba a producir.

Sobre la cuestión, enseña Ramón Daniel Pizarro, que el daño moral


importa, una minoración en la subjetividad de la persona, derivada de la lesión a un
interés no patrimonial, o, con mayor precisión, una modificación disvaliosa del
espíritu, en el desenvolvimiento de su capacidad de entender, querer o sentir,
consecuencia de una lesión a un interés no patrimonial, que habrá de traducirse
en un modo de estar diferente de aquel al que se hallaba antes del hecho, como
consecuencia de éste y anímicamente perjudicial (Pizarro, Daño Moral, pág. 47).

La opinión doctrinaria casi uniforme considera que la tesis resarcitoria


contempla con mayor certeza el fundamento de la reparación del perjuicio
experimentado por el damnificado, con ello quedo superada la concepción que
entendía analizar el tema focalizando su atención en el autor, propiciando la
imposición de una sanción ejemplar a este último.

Es así que se diferencia la noción de daño reparable en sentido amplio


conceptualizándolo como la lesión a cualquier derecho subjetivo, de otra acepción
estricta, que entiende que dicha lesión recae sobre ciertos derechos, patrimoniales o
extrapatrimoniales, cuyo menoscabo genera una sanción patrimonial.

Este último significado -relevante en derecho de daños- pone en evidencia


que la consecuencia de la lesión al derecho subjetivo siempre es cuantificable en
dinero.
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La indemnización tiene como finalidad la satisfacción de la víctima por el


victimario, a través de una prestación de índole patrimonial que se le impone a
este último a favor de aquella, aunque no siempre el rol de tal indemnización es
estrictamente resarcitorio sino que puede ser satisfactorio como ocurre en el daño
moral.

En esa instancia juega la prudente discrecionalidad del juzgador, quien si


bien es cierto encuentra obstáculos en la valuación, como también ocurre con
ciertos daños de índole material, debe llevarla a cabo analizando las
circunstancias fácticas que enmarcaron el hecho dañoso, así como las
consecuencias de tipo individual o social que originaron.

Tal valoración debe efectuarse teniendo en cuenta la entidad del daño


moral en función de la gravedad objetiva del menoscabo (conf. Bueres, Ponencia
presentada en las II Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil con la adhesión de
los Dres. Banchio, Pizarro, Vallespinos, Zavala de González, entre otros).
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En tal sentido, señala Ramón Daniel Pizarro en la obra citada (pág. 240)
que “El dolor, la pena, la angustia, la inseguridad, etc. son solo elementos que
permiten aquilatar la entidad objetiva del daño moral padecido. Pero todo ello
debe ser valorado prudencialmente por el juez, tomando en cuenta las
circunstancias objetivas del caso concreto”.

La tesis resarcitoria tiene plena vigencia en doctrina nacional, por lo que,


en la valuación del daño moral padecido, no debe primar la idea de placeres
compensatorios que servirían para brindar consuelo a la víctima, sino que es
necesario estimar la entidad objetiva del daño, para repararlo con equidad.

No obstante lo expresado, en tal justipreción debe tenerse en cuenta la


gravedad de la falta cometida por el agraviante, sin que ello implique adoptar “in
totum” la idea sancionatoria; ello es así en razón que la actitud que adopta el
ofensor no puede ser ignorada por el juzgador, quien debe tenerla presente,
porque la extensión del resarcimiento en nuestro derecho positivo se inclina por
un sistema mixto que además del daño objetivamente considerado tiene en
cuenta el factor de atribución con el que obra el ofensor (Conf. Derecho
Obligaciones, Alterini, Ameal, López Cabana, pág. 259, nº 579 (3)).

En esa dirección se orienta la opinión prevaleciente en doctrina al


propiciar la reparación integral, para algunos plena, de todo daño provocado.

Debe decirse además que si bien es cierto que el daño moral por aplicación
de las reglas que rigen la carga de la prueba debe ser acreditado por quien pretende
su reparación, es prácticamente imposible utilizar para ello una prueba directa por la
índole espiritual y subjetiva del menoscabo.

En cambio, es apropiado el sistema de la prueba presuncional indiciaria como


idóneo a fin de evidenciar el daño moral.

La prueba de indicios o presunciones hominis se efectúa a partir de la


acreditación por vía directa de un hecho del cual se induce indirectamente otro
desconocido, en virtud de una valoración hecha por el Juzgador basada en la sana
crítica (art. 163 del ritual).

Por lo tanto es necesario probar indefectiblemente la existencia del hecho que


origina el daño debiendo darse entre aquel y este último una relación de causalidad
que “conforme el curso normal y ordinario” permite en virtud de presunciones
hóminis evidenciar el perjuicio.

Asimismo es conveniente producir la prueba respecto de las circunstancias


que rodean al damnificado y al evento generador del perjuicio, lo que permite deducir
su envergadura.

Las dificultades que para la accionante representan las consecuencias


derivadas del incumplimiento de la demanda en todos los aspectos de su vida,
imponen sin duda limitaciones socio-económicas, que justifican ampliamente la
extensión del resarcimiento en función de la reparación integral y plena.

Con este alcance, sufrimiento espiritual padecido por la damnificada, sus


condiciones personales, y demás particularidades que muestra la causa, es que
propongo al Acuerdo otorgar por este concepto, la suma de $6.000 (art. 165 del
CPCC).

XI.- Intereses.

Las sumas por las que prospera la cuenta indemnizatoria de autos habrá de
devengar intereses a la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual
vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina, con cómputo desde el
inicio de la mora (14 de marzo de 1997) hasta el cumplimiento de la sentencia
(conforme doctrina del acuerdo plenario de fecha 20 de abril de 2009 en autos
“Samudio de Martínez, Ladislaa c. Transportes Doscientos Setenta S.A. sobre daños
y perjuicios” de fecha 20/4/09).

XII.- Por tales consideraciones, expido mi voto porque se revoque la


sentencia recurrida, haciéndose lugar a la demanda deducida por G. V. V. E. contra
R. M., quien deberá abonar a la actora, en el término de diez días de quedar firme
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la presente, la cantidad de pesos diecisiete mil cuatrocientos cincuenta ($17.450)


con mas intereses a computarse en la forma aludida. Costas de ambas
instancias a cargo del demandado (Conf. art. 68 del CPCC).

La Dra. Hernández por las consideraciones y razones aducidas por el


Dr. Ameal, vota en igual sentido a la cuestión propuesta.
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///nos Aires, 6 abril de 2011.

Y visto lo deliberado y conclusiones establecidas en el Acuerdo


trascripto precedentemente, por mayoría de votos, el Tribunal decide: hacer lugar
a la demanda deducida por G. V. V. E. contra R. M., quien deberá abonar a la
actora, en el término de diez días de quedar firme la presente, la cantidad de
pesos diecisiete mil cuatrocientos cincuenta ($17.450) con mas intereses a
computarse en la forma aludida. Costas de ambas instancias a cargo del
demandado (Conf. art. 68 del CPCC).

Diferir la regulación de honorarios para una vez aprobada en autos la


liquidación definitiva (art. 279 Cód. Proc.).

Se deja constancia que la Dra. Díaz no firma la presente por


hallarse en uso de licencia (art. 109 del RJN).

Regístrese, notifíquese y devuélvase. OSCAR J. AMEAL- LIDIA B.


HERNANDEZ –CAMILO ALMEIDA PONS (SEC.). Es copia.

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