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Deuteronomio

Al llegar al libro de Deuteronomio, debemos recordarle que éste es el último


libro del Pentateuco. Los primeros cinco libros de la Biblia fueron escritos por
Moisés y constituyen el Pentateuco. Estos libros son los siguientes: Génesis,
Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio.

El quinto libro de Moisés lo designan los judíos como "estas son las palabras"
(éile jadvarím) o simplemente "palabras" (devarím). Esa denominación hace
justicia al contenido, porque el libro constituye no un relato de hechos, aunque
hay algunos recogidos al principio y también salpicados a lo largo del libro, sino
una exposición de enseñanza sistemática. El nombre Deuteronomio, que le da
la Septuaginta y lo recoge la Vulgata, significa "segunda ley", es decir
repetición de la ley.

Contiene un largo discurso de Moisés al pueblo, pronunciado en las llanuras de


Moab a los hijos de la generación que salió de Egipto, antes de que entraran en
Canaán. Es un recordatorio de la importancia suprema de la palabra de Dios,
cuya vigencia no se agotó con la generación de sus padres, y un aviso sobre lo
que se van a encontrar en Canaán en la esfera moral y espiritual. El libro se
puede dividir en tres partes: Discurso de Moisés (1:1-32:47), bendición de
Moisés (33) y muerte de Moisés (34). En la primera parte hay una porción
inicial, los capítulos 1 al 3, que son un recordatorio resumido del itinerario
recorrido hasta llegar a las llanuras de Moab, tomando el discurso, a partir del
capítulo 4, un tono didáctico y preceptivo.

Una de las nociones capitales de este libro es la de posesión y herencia, que


aparece 66 veces, lo cual indica que Dios sigue mirando hacia adelante, hacia
el propósito por el cual los sacó de Egipto, a pesar de los reiterados fracasos
del pueblo en el desierto. De hecho, las referencias a la tierra que Dios les da
se repiten a lo largo del libro. Que la palabra de Dios es central en este libro se
aprecia en que el bienestar del pueblo de Dios dependerá de su obediencia a
ella. Una y otra vez se recalca la frase para que te vaya bien (4:40; 6:3,18;
12:28), un resultado condicionado a esa palabra. Teniendo en cuenta la
experiencia de la generación anterior, que se perdió precisamente por su
desobediencia a la misma, aquí se pone el acento en la necesidad de que la
nueva generación la ponga por obra, lo cual será imprescindible para que
puedan poseer la tierra (8:1) y permanecer sobre ella (11:8-9).

Esa palabra tiene varios niveles, según sea el grado de alcance que tenga. Hay
mandamientos cuya naturaleza es primordialmente moral; en este orden
entrarían los Diez Mandamientos (5:6-21), que se exponen de nuevo, cosa que
ya se había hecho en Éxodo 20:1-17. Hay mandamientos cuya naturaleza es
civil, como la institución de las ciudades de refugio (19:-10) o las leyes sobre la
guerra (20:1-15). No faltan las leyes dietéticas (14:3-21). Hay leyes de carácter
social, como el año sabático (15:1-6) o sobre la esclavitud (15:12-18). Hay
leyes de carácter ceremonial, como las tres grandes fiestas anuales (16:1-17).
Hay leyes sobre la sexualidad, donde se marcan los límites de su uso (22:13-
30). De todas esas leyes algunas eran específicamente para Israel cuando
entrara en Canaán y se constituyera como nación, pero otras son de valor
universal y permanente, sin importar tiempo ni lugar.

Dado que aquella generación había vivido en el desierto, la entrada en Canaán


significará un choque de profundo calado. Se encontrarán con un entorno hostil
no sólo en lo militar sino también en el ámbito de las creencias y prácticas. La
religión y culto cananeo estaban plagados de inmoralidad y degradación. No se
trataba solamente de la idolatría que era común al mundo pagano, sino de una
idolatría que había tocado fondo en cuanto a su aberración, de lo cual dan
testimonio los descubrimientos arqueológicos modernos llevados a cabo en los
lugares donde se establecieron los cananeos. La tentación, por tanto, era muy
poderosa para un pueblo que había vivido en una 'burbuja' en el desierto; de
ahí los reiterados avisos describiendo lo que se van a encontrar cuando entren
en esa tierra (18:9-11).

De su actitud hacia esa palabra de Dios penderá, pues, su presente y futuro,


presentándose una alternativa de obediencia y desobediencia, de bendiciones
y maldiciones, en el capítulo 28, algo que ya aparece resumido en 11:26-28.
Que esas advertencias son una realidad y no meras palabras que se lleva el
viento es lo que en los libros siguientes de Jueces, Samuel y Reyes se
constatará fehacientemente, pues en ellos el curso de la nación será según sea
su actitud hacia la palabra de Dios. Es decir, en Deuteronomio está el principio
rector que establecerá las dos alternativas que se presentan ante Israel,
dependiendo su futuro de cuál elija.

En un libro en el que tantas veces aparecen las palabras ley, estatuto y


decreto, pareciera que la relación con Dios consiste en un legalismo, basado
en el cumplimiento de una serie de normas. Sin embargo, la realidad es que
además de la obediencia, el mandato que una y otra vez Dios le recuerda a
Israel es que el amor hacia él ha de estar presente (5:10; 6:5; 7:9; 10:12;
11:1,13,22; 13:3; 19:9; 30:6,16,20), siendo de hecho el gran mandamiento el de
amar a Dios (6:5). Una relación con Dios en la que falte ese amor, se convierte
en una relación formal y fría, que termina siendo gravosa y falsa. El hecho de
que Dios ordene ese amor significa que ha de ser puesto en movimiento y
alimentado mediante la voluntad. En esa relación de amor el creyente ha de
saber que primero Dios le ha amado a él, de ahí las continuas referencias a
ese amor de Dios (4:37; 7:8,13; 10:15; 23:5; 33:3). No hay en los otros libros de
la ley tantas referencias al amor, como en este libro de Deuteronomio. Un amor
que se ha de expresar hacia el extranjero (10:19).

Otra indicación de que la relación con Dios en este libro no está basada en un
mero ceremonial, se evidencia en que la circuncisión, que es la señal del pacto,
no es externa sino interna (10:16; 30:6).

No obstante, hay una continuidad con los libros de Éxodo y Levítico en lo


referente al ritual, como se muestra en los mandatos sobre las distintas
ordenanzas acerca de sacrificios, comidas, fiestas y diezmos (12:5-27; 14:3-29;
15:19-23; 16:1-17; 26:1-19).

Una frase que se repite hasta siete veces es así quitarás el mal de en medio de
ti (13:5; 17:7; 19:19; 21:21; 22:21,24; 24:7), en referencia a la pena de muerte
impuesta sobre determinados pecados, como son la falsa profecía, la idolatría,
el falso testimonio, el ultraje a los padres, la fornicación y el secuestro. Es
preciso tener en cuenta que las leyes religiosas en Israel tenían valor civil,
porque Israel era una teocracia. Por tanto, lo que actualmente puede parecer
fuera de lugar, adquiere todo su sentido cuando se comprende ese contexto en
el cual fueron dadas. El pacto, palabra que aparece hasta en 26 ocasiones,
entre Dios y el pueblo suponía el respeto y la obediencia a los términos del
mismo, términos que estaban delineados por la santidad de Dios.

Una noción vital que hay en este libro es la de gracia, mostrada hacia Israel en
su elección, basada no en méritos suyos de ninguna clase sino en la soberanía
de Dios y en su fidelidad a las promesas dadas (7:6). Siempre hay la tendencia
a pensar que el favor de Dios es merecido de alguna manera; sin embargo,
este libro recalca que no es por la grandeza numérica (7:7), ni por el poder
propio (8:17-18), ni por la justicia propia del pueblo (9:4-5) que Dios les entrega
la tierra.

Que esta palabra no es solamente para la generación que en ese momento


vivía, se aclara con los mandatos a los padres para que instruyan a sus hijos
en ella (6:7,20).

Las lecciones del pasado deben ser un recordatorio constante para aplicarlas al
presente y de este modo apreciar lo que Dios ha dado y evitar caer en los
tropiezos anteriores. Por eso la palabra acuérdate es reiterativa en este libro
(5:15; 7:18; 8:2,18; 9:7; 15:15; 24:9). Es decir, la historia debe ser una gran
maestra, pues su olvido tendrá consecuencias perjudiciales.

El carácter instructivo de este libro se aprecia en el frecuente uso de la


conjunción cuando o si, que indica las situaciones que se presentarán una vez
que entren en Canaán y la eseñanza pertinente sobre qué hacer en tales
situaciones (4:30; 6:10-12,20-25; 7:1-2; 9:4; 12:20-21,29-30; 13:1-3,6-8,12-15;
14:24-26; 15:7,12,16-17,21; 17:2-5,8-9,14; 19:1-2,8-9,11-12,16-20; 20:1,10,19;
21:1,10,15-17, 18-21,22-23; 22:1,4,6,8,13-21,22,23,24,25-27,28-29;
23:9,10,21,22,24,25; 24:1,5,7,10,19,20,21; 25:1,2,5,7,11,19; 26:1,12).

La importancia de este libro en el Nuevo Testamento se manifiesta en que


cuando Jesús fue tentado por el diablo, sus respuestas para rechazar las tres
tentaciones procedieron de este libro (8:3; 6:16; 6:13), lo cual indica que la
palabra de Dios era la directriz suprema en su vida. También Jesús señaló cuál
es el primer mandamiento usando Deuteronomio para ello (Mateo 22:37-38).

Los títulos
La palabra "Deutero" significa dos o segundo, y "nomion" es la
ley. Por tanto, la palabra Deuteronomio, nombre dado a este
libro en la traducción griega del Antiguo Testamento, significa
la segunda ley. No hemos de inferir que fue una repetición de
la ley, como fue dada a Moisés en el monte Sinaí. Ésta fue más
que una recapitulación. Fue otro ejemplo de la ley de repetición
o de recurrencia, que ya hemos visto anteriormente en las
Escrituras Sagradas. El Espíritu de Dios tiene su método de
decir algo en forma de bosquejo o plan general, y luego vuelve
al mismo y pone énfasis sobre una porción concreta de lo que
ha dicho. Es el método que Dios usó para llamar nuestra
atención sobre ciertos asuntos de especial importancia. Las
leyes específicas que necesitaban énfasis, se repitieron y
fueron tratadas detalladamente. Por ejemplo, éste fue el caso
de los Diez Mandamientos en el capítulo 5. Así pues,
Deuteronomio es un comentario sobre la ley mosaica.
Hay cuatro títulos hebreos del Deuteronomio.
1. Debarim - "Las Palabras" o "Éstas son las Palabras", que se
deriva de la primera frase del libro.
"Éstas son las palabras que habló Moisés a todo Israel a este
lado del Jordán" (Dt.1:1). Estas palabras que habló Moisés se
pueden clasificar en un bosquejo, cuyas divisiones principales
serían las siguientes:
I. Los primeros 4 capítulos miran retrospectivamente hacia los
viajes de los hijos de Israel. Moisés repasó su historia para esta
nueva generación.
II. Luego reiteró la ley en los capítulos 5 al 26: en esta sección
encontramos una repetición e interpretación de los 10
mandamientos (capítulos 5 al 7), una serie de reglas religiosas
y nacionales (capítulos 8 al 21) y una serie de reglas para las
relaciones domésticas y personales (capítulos 22 al 26) Luego,
habiendo mirado atrás al pasado, llegamos a otra sección,
III. en la que se miró adelante, al futuro, y el autor presentó
una de las más grandes porciones proféticas en toda la
Escritura (en los capítulos 27 al 30). Por último, hay un réquiem
a Moisés en los capítulos 31 al 34. Así pues, todo este bosquejo
proviene de uno de los nombres del libro de Deuteronomio -
"Debarim" o "Las Palabras". Continuando con los otros títulos
hebreos de este libro tenemos:
2. El Kith o sea, Quinto Libro de la Ley.
3. El Libro de Reproches, y
4. La Reiteración de la Ley.
El escritor
Moisés escribió el Deuteronomio. Moisés, fue un hombre que
conoció a Dios, y con el cual Dios habló cara a cara. Los hijos
de Israel vieron las obras de Dios, pero no le conocían a Él.
Moisés sí conoció Sus propósitos. "Sus caminos notificó a
Moisés, y a los hijos de Israel sus obras" nos dice el Salmo
103:7. Deuteronomio fue el resultado de este conocimiento
íntimo, además de la experiencia de los 40 años en el desierto.
La sección que trata sobre la muerte de Moisés, Deuteronomio
34:5-12, fue probablemente escrita por Josué y pertenece al
libro de Josué. Cuando este libro de Josué fue escrito, fue
colocado en el rollo del Pentateuco, convirtiéndolo en un
Hexateuco.
El libro de Deuteronomio ha sido el centro de ataque de los
críticos. La paternidad literaria del libro fue primero puesta en
tela de juicio. La crítica original era que Moisés no pudo haberlo
escrito porque el arte de escribir no existía en los tiempos de
Moisés. Aquella crítica fue refutada posteriormente en forma
absoluta, ya que hoy se sabe que la escritura existió desde
mucho antes que la época de Moisés.
Luego los críticos declararon que el fin del libro era glorificar el
sacerdocio en Jerusalén, pero no se mencionan en el
Deuteronomio, ni el sacerdocio ni Jerusalén.
Mucha de esta crítica se derivó de la hipótesis de Graf-
Wellhausen, la cual surgió hace muchos años de las
universidades alemanas. Todavía se enseña en muchos de los
seminarios en los Estados Unidos.
El motivo probable del ataque satánico contra el libro de
Deuteronomio, es que el Señor Jesucristo citó exclusivamente
de este libro cuando Satanás le tentó.
La primera tentación - (Mateo 4: 4 y Lucas 4: 4) En ese pasaje,
Satanás sugirió a Jesús que convirtiese a las piedras en pan.
Jesús citó Dt. 8:3, y dijo: No sólo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra que sale de la boca de Dios.
La segunda tentación - (Mateo 4: 7 y Lucas 4:12) En este
pasaje, Satanás le ofreció a Jesús arrojarse al vacío desde el
pináculo del templo. Entonces Jesús citó de Dt. 6:16, y dijo:
No tentarás al Señor tu Dios.
La tercera tentación - (Mateo 4:10 y Lucas 4: 8) En este pasaje,
Satanás le llevó a un lugar desde el que le mostró y ofreció
todos los reinos del mundo. Entonces Jesús citó de Dt. 6:13 y
10:20; y dijo: Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él servirás.
El Deuteronomio exalta la Palabra de Dios. "Y estas palabras
que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón" (Dt. 6:7).
Estimado oyente, no es la Biblia que usted lleva bajo el brazo,
o la que conserva en su biblioteca como un recuerdo, lo
importante. Sino más bien, la Biblia que usted abre delante de
sus ojos y que estudia y lee. Los profetas del Antiguo
Testamento citaban con mucha frecuencia del Deuteronomio.
En el Nuevo Testamento hay más de 80 referencias al libro.
El Tema
El Tema de este libro es el amor y la obediencia. A algunos
podría sorprenderles que el Tema del amor de Dios figure
mencionado tan temprano en la historia Bíblica. La palabra
"amor" aparece 22 veces, y "obedecer" aparece 10 veces.
El móvil de la obediencia es el amor. El Señor Jesús no trató
de enseñar algo nuevo. Estaba enseñando una verdad eterna,
cuando dijo, en Juan 14.15, "Si me amáis, guardad mis
mandamientos". Este libro enseña que la obediencia constituye
una respuesta al amor de Dios. El verdadero móvil de la
obediencia se declara en Dt. 6:4,5: "Oye, Israel: el Señor
nuestro Dios, EL Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios de
todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas."
El amor del hombre para Dios es el móvil de su obediencia.
Éste no es el evangelio, pero su gran principio se halla aquí.
Esto nos ayudará a tener una perspectiva justa de la ley.
Vamos a entender una cosa. ¡La ley es buena!
Aunque ponemos énfasis en el hecho de que no podemos ser
salvos por la ley, ello no implica que la Ley no sea buena. Por
supuesto, ¡la ley es buena! Entonces, ¿dónde se encuentra el
problema? La dificultad está en usted y con cada uno de
nosotros. En consecuencia, Dios tiene que salvarnos solamente
por Su Gracia.
El principio del amor y la obediencia es la senda de la bendición.
Es también la respuesta a aquellos que no hallan al amor en el
Antiguo Testamento. El amor sí se halla en el Antiguo
Testamento, así como la ley también se encuentra en el Nuevo
Testamento. Moisés le suplicó al pueblo que obedeciera. Debía
obedecer porque Israel pertenecía a Dios. Dios les amaba y
quiso guardarles y prosperarles. Debían manifestar a Dios su
agradecimiento.
Dios nos ha dado leyes porque nos ama. Sus leyes son eternas,
y gran bendición resulta del obedecer aquellas leyes. La
dificultad se halla en el corazón humano.
El propósito del libro
El libro de Deuteronomio fue escrito para esa nueva generación
que había llegado a la orilla oriental del río Jordán (Dt.1:5),
que no estaba familiarizada con las experiencias del monte
Sinaí. Había llegado a la orilla oriental del Río Jordán, y les
quedaba un mes para entrar en la tierra prometida (Dt.1:3).
Los adultos de la generación que había salido de Egipto, ya
estaban muertos y sus huesos se desintegraban bajo los cielos
del desierto, a causa de su incredulidad y desobediencia.
Habían violado la ley de Dios por los pecados que habían
cometido. Habían demostrado su falta de fe en Dios, lo cual
abarcaba sus pecados por omisión, es decir, aquellas cosas que
debían haber hecho y no hicieron. ¡Porque la incredulidad es
pecado!
Como dijimos anteriormente, no es que la ley fuera mala, sino
que era incapaz de ser llevada a la práctica a causa de la
debilidad humana. El Apóstol Pablo dijo en Romanos 8:3,
Porque Dios ha hecho lo que no pudo hacer la ley de Moisés,
que era incapaz de hacerlo a causa de la debilidad humana:
Dios envió a su hijo en la misma débil condición del hombre
pecador y como sacrificio por el pecado, para de este modo
condenar el pecado en la propia debilidad de nuestra condición.
La carne era mala así como lo es hoy. Ésa era la razón por la
cual Dios había de tener una base totalmente diferente para
salvarnos.
Esta nueva generación de personas adultas, necesitaba recibir
la ley interpretada a la luz de treinta y ocho años de
experiencias en el desierto. Habían surgido nuevos problemas
no tratados específicamente por la ley. Como ejemplo de
nuevas situaciones, recordemos, de nuestro estudio del libro
de Números, que las hijas de Zelofehad se habían presentado
ante Moisés y le habían dicho que su padre no tenía hijos
varones vivos. La familia estaba formada por aquellas cinco
mujeres. La ley decía que un hijo varón era quien debía heredar
la tierra, y por tanto le preguntaron si ellas tendrían derecho
de herencia, o si la tierra dejaría de ser de la familia de su
padre si ellas no podían heredarla. Por tanto, tuvo que haber
una interpretación de la ley, y la interpretación fue que las
mujeres, las que eran herederas, podrían heredar la tierra
justamente como los hombres.
Por otra parte, Dios también le dijo a Su pueblo que debían
enseñar la Ley constantemente a sus hijos. Por cierto, me
pregunto si ésa no es un área descuidada en el hogar de
nuestra época y en algunos sectores del cristianismo
contemporáneo.
Moisés le dio a esta nueva generación las instrucciones finales
del Señor antes de ceder, al morir, el liderato de la nación. Pasó
revista a las experiencias del desierto, y puso énfasis
nuevamente en ciertos aspectos de la ley. Les dio a conocer su
próximo recorrido, a la luz del pacto palestino, el cual Dios
había hecho con relación a la tierra prometida. En este libro no
solo veremos que la ley mosaica no fue dada sólo a un pueblo,
sino que también fue dada a una tierra. Finalmente, Moisés les
enseñó un nuevo cántico, bendijo a las doce tribus, y se
preparó para morir. Concluye el libro con un réquiem a Moisés.
Recapitulando, el Deuteronomio sigue la forma o el esquema
de los tratados que los reyes del segundo milenio A.C.
concertaban con un país vasallo, lo cual nos lleva a fijar una
fecha temprana para la redacción de este libro. Pero a pesar
del citado esquema, la naturaleza de esta obra es más bien del
tipo del sermón. Moisés estaba predicando la ley al pueblo
israelita, para que la Palabra de Dios se grabase en sus
corazones. Su meta era conseguir que la gente renovase el
pacto realizado en el monte Sinaí. En otras palabras, su
propósito era lograr un compromiso renovado con el Señor.
Porque sólo comprometiéndose incondicionalmente con el
Señor podría aquel pueblo entrar, conquistar y tomar posesión
de la tierra prometida, para vivir en paz y prosperidad.
Pasemos ahora a considerar
resumen

Deuteronomio 1:1-3
Tema: el fracaso de Cades-Barnea
Es importante notar aquí que los primeros 4 capítulos de este
libro dan una mirada retrospectiva a las jornadas de los hijos
de Israel. En realidad, estos cuatro capítulos constituyen el
primer discurso que fue pronunciado por Moisés. Este discurso
se extiende desde Dt. 1:6 hasta Dt. 4:40. Moisés está
recordando su historia pasada y, concretamente, los viajes de
los israelitas e interpretando muchos de los eventos ocurridos.
Toda aquella generación había muerto, con la excepción de
Caleb y Josué. Estaba preparando a la nueva generación para
entrar en la tierra prometida, y repasando las experiencias de
sus padres, para que la nueva generación obtuviese un
provecho de ellas y no repitiese los fracasos de sus
antepasados. Leamos el versículo 1 de este primer capítulo de
Deuteronomio:
"Éstas son las palabras que habló Moisés a todo Israel a este
lado del Jordán, en el desierto, en el Arabá, frente al Mar Rojo,
entre Parán, Tofel, Labán, Hazerot y Dizahab."
Desde ese monte, le es posible a uno ver la ciudad de
Jerusalén. Lo que se ve hoy no parece ser, de ninguna manera,
una tierra prometida. Se ve más bien como una tierra
deshabitada, y esto revela lo que le ha ocurrido a dicha tierra
a través de los siglos. Cuando Moisés la miró desde la cima de
aquel monte, creemos que vio una tierra floreciente y buena.
Hoy en día, es un desierto. Continuemos leyendo el versículo
2:
"Once jornadas hay desde Horeb, camino de los montes de
Seir, hasta Cades-barnea."
El monte Sinaí está en Horeb. Era un viaje de unos once días
desde Horeb hasta Cades-barnea. Ésta era la entrada a la tierra
prometida. Israel pasó 38 años peregrinando, cuando debía
haber tardado sólo once días hasta entrar en la tierra. ¿Por
qué? Por causa de su incredulidad. Su marcha se convirtió en
un vagar errantes, y llegaron a ser simplemente extranjeros y
peregrinos en aquel desierto. Éste es el resultado triste. ¿Por
qué fue así? Porque eran lentos para aprender. Se desviaron a
causa de su incredulidad y deambularon durante treinta y ocho
años por aquel extenso y terrible desierto.
Nosotros también somos tardos para aprender, estimado
oyente. Creemos que nos describiríamos a nosotros mismos al
decir que tenemos un coeficiente mental bajo, espiritualmente
hablando. Continuemos leyendo el versículo 3, de este capítulo
1 de Deuteronomio:
"Y aconteció que a los cuarenta años, el primer día del
undécimo mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a
todas las cosas que el Señor le había mandado acerca de ellos"
Al final de su tiempo de aquel andar errantes por el desierto,
Moisés les pronunció su primer discurso. Obviamente, Sus
palabras fueron dadas primero verbalmente, y luego más tarde
fueron escritas. Moisés fue el portavoz que pronunció el
discurso, y sin embargo, dejó en claro que estas palabras le
fueron reveladas por el Señor.
El Tema de este libro está basado en el amor y la obediencia,
así como se destaca el propósito de su autor al inculcar a aquel
pueblo los valores espirituales y humanos de la Revelación
divina, tanto en la relación entre los seres humanos y Dios,
como en la relación horizontal de la convivencia social de las
personas. Este Tema tiene gran actualidad para esta época en
la que nos ha tocado vivir. La obediencia a las leyes divinas le
parecen al ser humano imposibles de cumplir o, en el mejor de
los casos, las considera como una carga pesada de soportar.
Es que dichas leyes se oponen al pecado y al control que éste
mantiene sobre la naturaleza humana. Pero cuando el corazón
humano es cautivado por el amor de Dios revelado en
Jesucristo y en su obra de salvación en la cruz, los sentimientos
de los seres humanos redimidos y liberados de la esclavitud,
sienten gratitud hacia Dios. Y cuanto más llegan a amarle, más
grato les resulta vivir de acuerdo con la voluntad, las palabras
y los principios de su Creador y Salvador. Y creo que todos
comprendemos esa situación, con la que, a nivel humano,
estamos tan familiarizados. ¿Acaso no hemos sentido una
verdadera satisfacción en agradar a quienes amamos? Pues así
sucede con aquellos que aman a Dios.

Deuteronomio 1:9-2:5
Es importante recordar de cómo Moisés estaba afirmado en los
israelitas su peregrinación por el desierto. Y decíamos que el
monte Sinaí está en Horeb. Y que desde Horeb hasta Cades-
barnea que era la entrada a la tierra prometida, había una
jornada de unos 11 días. Ahora, Israel pasó 38 años
deambulando por el desierto cuando debió haber viajado
solamente durante 11 días para entrar en la tierra prometida.
Y todo, por causa de su incredulidad.
Ahora, al final de ese tiempo de peregrinación, Moisés
pronunció su primer discurso. Sus palabras fueron expresadas
verbalmente, pero más tarde fueron escritas. Moisés fue el
portavoz que dio el discurso. Sin embargo, él dejó en claro que
estas palabras le habían sido reveladas por el mismo Señor.
Continuemos hoy considerando
El fracaso de Cades-Barnea
Al rememorar en detalle su historia y sus jornadas, Moisés
mencionó su primera equivocación. Leamos los versículos 9, 12
y 13 de este capítulo 1 de Deuteronomio:
"En aquel tiempo yo os hablé y os dije: Yo solo no puedo
llevados... ¿Cómo llevaré yo solo vuestras molestias, vuestras
cargas y vuestros pleitos? Dadme de entre vosotros, de
vuestras tribus, hombres sabios, entendidos y expertos, para
que yo los ponga como vuestros jefes."
Hallamos el relato de este incidente en el capítulo 18 de Éxodo.
Moisés se irritó, sintiéndose muy frustrado. Creía que él solo
estaba soportando la carga de Israel. Entonces el Señor le
permitió nombrar ancianos, y por tanto se formó un comité de
70 ancianos. Este comité con el transcurso del tiempo llegaría
a ser el Sanedrín, la organización que muchos años más tarde
entregaría a Cristo Jesús a la muerte.
Moisés, en su frustración, perdió de vista el hecho de que era
Dios quien estaba soportando a Israel. Moisés era el líder
nombrado por Dios y no necesitaba ninguna Junta ni Comité.
Se equivocó en aquella ocasión, y fue un error que varias
generaciones después conduciría a la crucifixión de Cristo. Y
Moisés hizo mención aquí de dicha equivocación. Muy pocas
personas destacarían sus fallos, pero Moisés las reconoció. Dijo
que al principio le había parecido una medida muy buena, pero
no resultó y causó muchas dificultades.
Ahora, ¿Quiere usted saber la valoración de Moisés en cuanto
al desierto por el cual pasaron? Leamos el versículo 19:
"Cuando salimos de Horeb, anduvimos todo aquel grande y
terrible desierto que habéis visto, por el camino del monte del
amorreo, como el Señor, nuestro Dios, nos lo mandó, y
llegamos hasta Cades-barnea."
Y tendremos que confiar en su palabra, porque él estuvo allí.
Era un desierto extenso e inhóspito. La jornada de los hijos de
Israel por el desierto no consistió precisamente en seguir una
senda florida.
La segunda equivocación que Moisés registró fue la decisión
tomada en Cades-barnea. Ésta fue una equivocación del
pueblo. Y una vez más, fue el resultado de tener un grupo o
comité deliberativo. Continuemos leyendo los versículos 20 al
23:
"Entonces os dije: Habéis llegado al monte del amorreo, el cual
el Señor, nuestro Dios, nos da. Mira, Jehová, tu Dios, te ha
entregado la tierra: sube y toma posesión de ella, como el
Señor, el Dios de tus padres, te ha dicho. No Temas ni
desmayes. Pero os acercasteis todos a decirme: Enviemos
hombres delante de nosotros, que reconozcan la tierra y a su
regreso nos traigan razón del camino por donde hemos de subir
y de las ciudades adonde hemos de llegar. La propuesta me
pareció bien, y tomé doce hombres de entre vosotros, un
hombre por cada tribu."
Aquí vemos que consideraron necesario tener una un grupo
coordinador para entrar y explorar la tierra. ¡Dios ya la había
reconocido! Dios había dicho que era una tierra rica en
agricultura y ganadería. Claro que había gigantes en la tierra,
pero Dios había dicho que Él cuidaría de ellos. El pueblo quiso
contar con aquel grupo de observadores y Moisés accedió a
ello. Y ya sabemos lo que sucedió. Ésta fue la razón por la cual
volvieron a aquel desierto tan terrible.
El problema fundamental estimado oyente, fue su incredulidad.
Dios había dicho que era una tierra buena. Y los espías la
recorrieron y estuvieron de acuerdo en que era una tierra
buena. Dijeron que había gigantes en la tierra. Pero Dios había
dicho que se encargaría de los gigantes porque Él capacitaría a
Israel para hacer frente a esa situación. Pero, ellos no creyeron
a Dios.
Muchas veces el cristiano se halla en la actualidad, confrontado
por gigantes que se presentan en su vida. Estamos seguros
que como hijo de Dios usted se ha encontrado también,
figurativamente hablando, en la tierra de los gigantes, es decir,
haciendo frente a personas o a dificultades aparentemente
insuperables. Créanos estimado oyente, que es difícil saber
cómo tratar a un gigante cuando uno mismo se siente como un
pigmeo. Dios nos ha dado a nosotros la misma promesa. Él
puede hacerse cargo de los gigantes, de esas circunstancias
gigantescas, por nosotros. Y es maravilloso saber eso. No
suelen ser los factores externos los que constituyen nuestro
verdadero problema. Es nuestra circunstancia interna la que
causa los problemas.
Ahora, Dios les dijo claramente que toda la generación que
llegó a Cades-barnea y que retrocedió en incredulidad, moriría.
Había surgido toda una nueva generación. Dios ahora estaba
hablando a esta nueva generación por medio de Moisés. Esta
nueva generación debía aprovecharse de esas experiencias de
sus padres. Debían aprender de ellas para su propia entrada
en la tierra prometida. Hubo solamente dos hombres que
quedaban de la vieja generación, dos hombres a los cuales se
les permitió entrar en la tierra prometida y ellos fueron: Josué
y Caleb. Pasemos ahora al versículo 34 y leamos hasta el
versículo 38 de este capítulo 1 de Deuteronomio:
"Cuando Jehová oyó la voz de vuestras palabras, se enojó e
hizo este juramento: Ni un solo hombre de esta mala
generación verá la buena tierra que juré que había de dar a
vuestros padres, excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y yo
le daré a él y a sus hijos la tierra que pisó, porque ha seguido
fielmente a Jehová. También contra mí se enojó Jehová por
vosotros, y me dijo: Tampoco tú entrarás allá. Josué hijo de
Nun, el cual te sirve, él entrará allá; anímale, porque él la
entregará a Israel."
Caleb y Josué eran muy diferentes de los demás. Eran de los
espías que creyeron en Dios y trajeron un informe exacto, un
informe bueno. El hecho es que Caleb logró tomar posesión de
la tierra que quería tener. Veremos más adelante en el libro de
Josué, que era un hombre extraordinario. Recorrió aquella
tierra y ¡reclamó precisamente la montaña donde vivían los
gigantes! Y cuando llegó el momento, le dijo a Moisés: Dame,
pues, ahora este monte. Y Dios se lo entregó a él y a sus
descendientes.
A propósito estimado estudiante, ¿qué desea usted de Dios?
¿Es usted padre o madre? ¿Es usted un joven que comienza a
luchar en esta vida? ¿Qué desea usted de Dios? Permítanos
decir lo siguiente: Quizás a estas alturas usted ya habrá
descubierto que uno no puede simplemente sentarse y
observar, para luego pretender lograr lo que quiere. Pues no
se trata simplemente de orar, y orar, y orar. Por supuesto que
estamos de acuerdo que debemos orar, y que es necesario
mantener una relación de compañerismo con Dios. Pero es
evidente que hay que salir y luchar para tomar posesión de lo
que deseamos. Recordemos que Dios dijo que le daría a Caleb
la tierra en la cual él había puesto su pie. Muchos de nosotros
hoy en día, no recibimos bendición porque, figurativamente
hablando, pasamos demasiado tiempo sentados. Allí no es
donde debemos estar. Debemos caminar, ponernos en
movimiento. Es mucho lo que se dice en las Sagradas
Escrituras sobre el caminar del cristiano, pero muy poco se dice
en cuanto al sentarse del cristiano. ¡Debemos tomar posesión
de lo que Dios nos ha prometido!
Josué era el hombre que habría de convertirse en el líder para
suceder a Moisés. ¿Por qué fue elegido? Era un hombre de
experiencia y también seguía fielmente a Dios. Él había sido el
otro espía que trajo un buen informe junto con Caleb, al
terminar el reconocimiento de la tierra. En otras palabras, estos
dos hombres creyeron a Dios. Eso era lo esencial. Creyeron a
Dios y estaban dispuestos a salir a luchar por la fe. Estimado
oyente, no se cree a Dios simplemente sentándose en una
actitud pasiva de espera y demandando las grandes
bendiciones. Debemos salir por la fe para implicarnos en la
causa de Dios. Continuemos leyendo el versículo 39:
"Y vuestros niños, de los cuales dijisteis que servirían de botín,
y vuestros hijos, que no saben hoy lo bueno ni lo malo, ellos
entrarán allá; a ellos la daré y ellos la heredarán."
Hay aquí algunas cosas muy importantes que no queremos
pasar por alto. En primer lugar, la edad en que las personas
alcanzan la responsabilidad es mayor que la que nosotros
creemos que es. Algunos de éstos que entraron en la tierra
prometida estaban entre la edad de trece a diecinueve años en
Cades-barnea. Sabemos por nuestro estudio del libro de
Números 14:29 que Dios fijó la edad de 20 años, y todos los
de más de 20 años murieron en el desierto.
Dios no hizo responsables a aquellos jóvenes que no habían
alcanzado la edad de responsabilidad, cuando los ancianos del
pueblo rehusaron entrar en la tierra prometida, sino que les
permitió entrar en la tierra. Es que los de la vieja generación
habían dicho que no querían entrar en la tierra porque estaban
pensando en la seguridad de sus hijos; y Dios expresó con toda
claridad que ese no era el motivo verdadero que ellos tenían.
Estaban insultando a Dios. Estaban diciendo realmente que
Dios no cuidaría a los niños. Entonces Dios les dijo: "Sí, cuido
a vuestros hijos; y aquellos pequeños que creísteis estaban en
gran peligro, son precisamente los que entrarán en la tierra".
Y esa generación de jóvenes había llegado al límite de la tierra
y estaba lista para entrar en la tierra prometida. Y fue a ellos
a quienes se dirigió Moisés. Leamos ahora los versículos 40 y
41 de este capítulo 1 de Deuteronomio:
"Pero vosotros volveos e id al desierto, camino del Mar Rojo.
Entonces respondisteis y me dijisteis: Hemos pecado contra el
Señor. Nosotros subiremos y pelearemos, conforme a todo lo
que el Señor, nuestro Dios, nos ha mandado. Os armasteis
cada uno con vuestras armas de guerra y os preparasteis para
subir al monte."
Después que los hijos de Israel habían rehusado entrar en la
tierra en Cades-barnea, afrontaron un dilema tremendo.
Habían pecado contra Dios. Se enfrentaban al desierto si
volvían atrás, aquel desierto al que Moisés se había referido
como aquel grande y terrible desierto. Reconociendo entonces
que habían pecado, y dándose cuenta de lo que enfrentaban
en el desierto si se volvían atrás, declararon que, después de
todo, entrarían en la tierra. Leamos el versículo 42 de este
capítulo 1 de Deuteronomio:
"Pero el Señor me dijo: Diles: No subáis ni peleéis, pues no
estoy entre vosotros; para que no seáis derrotados por
vuestros enemigos."
Permítanos decirle estimado oyente, que tal tipo de lucha no
era buena. ¿Y sabe por qué? Porque ellos se encontraban fuera
de la voluntad de Dios. La razón por la cual estaban dispuestos
a pelear esta vez no era porque creyeran a Dios, sino porque
tenían miedo. Su motivación fue el temor, y no la fe. Estaban
impulsados por el temor, y no por la fe en Dios. Ahora, el
versículo 43 nos dice:
"Yo os hablé, pero no me escuchasteis; antes fuisteis rebeldes
al mandato del Señor, y persistiendo con altivez subisteis al
monte."
Aquí no se trataba de la fe. Si hubieran subido en el principio
porque creían a Dios, habría sido diferente. Pero esta actitud
revela que actuaron con presunción y eso era una situación
totalmente diferente. Creemos que hay una distinción clara
ente la fe y la presunción.
Continuemos ahora leyendo los versículos 44 al 46 de este
capítulo 1 de Deuteronomio:
"Pero salió a vuestro encuentro el amorreo que habitaba en
aquel monte, os persiguieron como hacen las avispas y os
derrotaron en Seir hasta llegar a Horma. Entonces volvisteis y
llorasteis delante de Jehová, pero Jehová no escuchó vuestra
voz ni os prestó atención. Por eso os tuvisteis que quedar en
Cades todo ese tiempo que habéis estado allí."
Fíjese en esto estimado. Llegaron delante del Señor y
derramaron lágrimas de cocodrilo. Lloraron y se arrepintieron.
Sí, pero, ¿qué clase de arrepentimiento era éste? Escuche lo
que nos dijo el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios
7:10, La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento
para salvación, de lo cual no hay que arrepentirse; pero la
tristeza del mundo produce muerte.
Pero volvamos a nuestro pasaje ¿Lloraban acaso porque habían
desobedecido a Dios? No. Lloraban porque los amorreos les
habían perseguido. La derrota fue el motivo de su llanto. Usted
sabe que cuando prenden a un delincuente, él empieza a llorar,
derrama lágrimas y se arrepiente. Pero ¿qué clase de lágrimas
son ésas? ¿Llora acaso porque ser un ladrón? No. Llora porque
le han detenido. Hay una gran diferencia entre el
arrepentimiento auténtico y el pesar por haber sido
descubierto. Y eso es exactamente lo que vemos aquí con los
israelitas. Y como consecuencia de todo esto, pasaron mucho
tiempo en Cades-barnea.
Y así concluimos nuestro estudio del capítulo 1 de
Deuteronomio. Y llegamos ahora a
Deuteronomio 2:1-5
Tema: Las jornadas en el desierto
Este discurso de Moisés continuó con el repaso de sus jornadas.
Después que volvieron atrás en Cades-barnea, los hijos de
Israel se dirigieron hacia el monte de Seir, y como dice el
versículo 1 del capítulo 2: durante mucho tiempo estuvimos
rodeando los montes de Seir. Siempre hemos pensado que el
Señor tiene sentido del humor, y creemos que fue evidente en
esta frase, en que Moisés continuó hablando, en los versículos
2 y 3:
"Entonces el Señor me dijo: Bastante habéis rodeado este
monte, volveos al norte."
También es evidente que no sabían a dónde ir. Todo lo que
habían hecho era dar vueltas al monte de Seir, hasta que al fin
Dios les dijo que se estaba cansando de eso.
Y tememos estimado oyente, que muchos cristianos hacen lo
mismo. Porque fallan al no tomar en serio la Palabra de Dios.
Están haciendo tiempo, sin avanzar, y se quedan estancados.
Hay lecciones aquí en este capítulo 2 de Deuteronomio que
debemos aprender. Continuemos ahora leyendo los versículos
4 y 5 de este capítulo 2 de Deuteronomio:
"Dile al pueblo: Cuando paséis por el territorio de vuestros
hermanos, los hijos de Esaú, que habitan en Seir, ellos tendrán
miedo de vosotros; pero vosotros tened mucho cuidado. No os
metáis con ellos, pues no os daré de su tierra ni aun lo que
cubre la planta de un pie, porque yo he dado como heredad a
Esaú los montes de Seir."
Hay aquí otra cosa que es importante que nosotros
aprendamos. En Génesis capítulo 36 apreciamos que Esaú vivía
en Seir y que Esaú era Edom. Jacob, como hijo mayor, había
recibido el derecho de la primogenitura, y recibió de Dios la
promesa de que sus descendientes tendrían la tierra
prometida. Esaú fue a Seir y resultaba evidente que Dios había
dado esa parte al pueblo de Esaú como posesión. En la
actualidad esta tierra se encuentra en Jordania, el país donde
está situada Petra, la ciudad excavada en la roca, conservada
hasta el día de hoy. Entonces, Dios les dijo claramente a los
israelitas que no podían tocar la posesión de Esaú.
Ahora, aquí hay una lección también para las naciones. Dios ha
prefijado los límites de las naciones, como dijo el apóstol Pablo
en el libro de los Hechos de los apóstoles 17:26, hablando a los
atenienses: De una sangre ha hecho todo el linaje de los
hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les
ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su
habitación. Muchas guerras han estallado a causa de que los
límites de las naciones no se han respetado.
Otra lección que debemos aprender es que Dios siempre
cumple Sus promesas. Aun a un pueblo como el pueblo de
Esaú, Dios permaneció fiel a lo que le había prometido.

Deuteronomio 2:7-4:12
Moisés hizo un repaso de los viajes de Israel por el desierto y
se resalta la fidelidad de Dios durante todo el trayecto:
"Durante estos cuarenta años el Señor, tu Dios, ha estado
contigo sin que nada te haya faltado". Luego vemos que dos
tribus y media decidieron quedarse en la parte oriental del
Jordán, aunque se comprometieron a ayudar a sus hermanos
en la conquista de la tierra prometida. Moisés suplicó a Dios
que le permitiese entrar, pero no se lo permitió. Esto nos
enseña que algunas veces tendremos que soportar las
consecuencias de nuestros pecados en esta vida. Terminamos
con una importante exhortación a la obediencia a la Palabra y
sus consecuencias...

Deuteronomio 4:24-5:21
Estamos considerando los resultados de la obediencia y la
desobediencia a la ley de Dios en la nación de Israel. Y como
sabemos, ellos fracasaron una y otra vez en cumplirla, lo que
tuvo graves consecuencias para ellos. Sin embargo, Dios
siempre se mostró misericordioso y dispuesto a perdonarlos y
recibirlos nuevamente. Luego les recordó otra vez la ley, que
era como un espejo colocado en frente del corazón,
mostrando su maldad, pero sin dar solución al problema. En
realidad, el propósito último de la ley es revelarnos la
necesidad de un Salvador y traernos a Cristo...

Deuteronomio 5:27-6:25
Estamos considerando la importancia de la ley. Por medio de
ella Dios revela su propio carácter y al mismo tiempo pone en
evidencia nuestro pecado. Por ejemplo, la ley dice: "Amarás
al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con
todas tus fuerzas". Y luego nos muestra que el verdadero
amor se demuestra por la obediencia a sus mandamientos:
"Si me amáis, guardad mis mandamientos".
Lamentablemente tenemos que admitir que ningún hombre
llega a alcanzar esta meta, por lo que necesitamos un
Salvador. En contrapartida, debemos considerar el amor de
Cristo a su Padre y a nosotros, que fue manifestado en la
entrega de su propia vida a nuestro favor...

Deuteronomio 7:1-8:9
El pueblo de Israel estaba listo para entrar en la tierra
prometida. En este momento Moisés pronunció algunas
solemnes advertencias. Por un lado debían ejecutar los juicios
de Dios sobre aquellas naciones paganas, y por otro lado,
debían evitar tener tratos con ellas. Podían parecer medidas
muy drásticas, pero habían sido ordenadas por Dios después
de siglos de paciencia. El obedecer a la Palabra les libraría de
caer en la misma condenación y les traería bendición. En otro
sentido, el pueblo sentía inquietud sobre cómo derrotar a sus
enemigos, pero debían estar confiados recordando cómo Dios
les había guiado durante los cuarenta años en el desierto...

Deuteronomio 8:10-9:18
Dios prometio bendecir al pueblo de Israel si le obedecían de
corazón. Estas bendiciones serían materiales dentro de la
tierra prometida. Hoy en día a la iglesia se nos ha prometido
ser bendecidos "con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo". En cualquier caso, ni ellos ni nosotros
debemos enorgullecernos o jactarnos, porque la razón por la
que Dios nos bendice no tiene nada que ver con nuestra
bondad o justicia, porque no la tenemos, sino por su gracia y
por su amor. Por esta razón, toda la gloria debe ser dada a
Dios...

Deuteronomio 9:19-11:32
Moisés volvió a recalcar la importancia crucial de la
obediencia. Les recordó su infidelidad a Dios en el desierto
cuando hicieron el becerro de oro y cómo estuvieron a punto
de perecer. Fueron salvados por la oración de Moisés, que de
una forma inteligente y espiritual apeló al honor y la gloria de
Dios. A raíz de aquí les volvió a dar una nueva oportunidad, y
otra vez les enseñó su ley y constituyó a la familia de Leví
para que fueran sacerdotes que intercediesen por ellos.
Finalmente comenzó a instruirles sobre cómo entrar a poseer
la herencia que Dios les daba, aunque también perdieron
mucho de esta bendición por su desobediencia...

Deuteronomio 12:1-13:16
Cuando Israel entrara en la tierra prometida debían cuidarse
de no imitar las prácticas religiosas de los habitantes de
aquellos lugares. Dios les mandó que se reunirían en un solo
lugar que él escogiera y que más tarde fue establecido en
Jerusalén. Esto daría unidad al pueblo y les libraría de la
idolatría pagana de aquellas gentes. En relación al culto
también les enseñó sobre la importancia de la sangre y les dio
directrices para detectar a los falsos profetas. No tener todo
esto en cuenta les traería graves consecuencias. Hoy nosotros
nos reunimos en torno a Jesucristo, y somos limpiados por su
sangre, pero no estamos libres de los mismos peligros que
enfrentaron los israelitas...

Deuteronomio 14:1-15:15
Moisés hizo un repaso de algunas de las leyes que ya habían
sido dadas al pueblo. Les recordó la prohibición de imitar los
ritos paganos, o las leyes que regulaban los animales que
podían comer, también la obligación de dar el diezmo o el año
sabático. Todas éstas eran leyes justas y buenas que les
ayudarían a establecer la vida nacional. Pero tristemente
tenemos que preguntarnos ¿de qué sirven las normas justas
creadas para regular la convivencia humana si el hombre
tiene un corazón malo que le lleva constantemente a
incumplirías? En realidad, Dios tiene que cambiar primero el
corazón de los hombres...

Deuteronomio 15:16-17:20
Vamos a considerar las tres fiestas principales de Israel a las
que todos los varones debían asistir en el lugar que el Señor
eligiere: las Pascua, la fiesta de Pentecostés y los
Tabernáculos. Estos eran momentos alegres en los que cada
israelita debería llevar sus ofrendas al Señor, que por
supuesto debían ser generosas y sin defectos. Luego vemos
diferentes reglamentos sobre los jueces, los sacerdotes y el
rey. Estos eran oficios principales dentro de la nación de
Israel y debían actuar en el nombre de Dios y establecer
justicia con equidad, aunque sin enaltecerse sobre sus
hermanos...

Deuteronomio 18:1-19:21
La tribu de Leví no tendría heredad entre los hijos de Israel.
Ellos se ocupaban de servir al Señor y los israelitas deberían
proveer para su sustento, de la misma manera que hoy día el
pueblo de Dios debe cuidar de los que proclaman la Palabra
de Dios en el mundo. Vemos también que Dios condenó el
espiritismo y el deseo pecaminoso del hombre de explorar el
mundo invisible y satánico. Por el contrario, Dios ha provisto
a su pueblo de profetas que nos revelan todo lo que tenemos
que saber en cuanto a esto. Cristo fue el último y mayor
profeta quien nos ha dado a conocer al Padre. También
veremos algunas pruebas para identificar a un falso profeta y
otras leyes variadas...

Deuteronomio 20:1-21:23
El libro de Deuteronomio aborda situaciones prácticas sobre
los diferentes aspectos de la vida de Israel que nos ofrecen
principios espirituales para nosotros en la actualidad. Se nos
dice que cuando tuvieran que ir a la guerra, no deberían
temer, porque Dios estaría con ellos. Por supuesto, en este
tiempo la iglesia no ha sido llamada a este tipo de guerra,
pero aun así estamos inmersos en una guerra espiritual.
También vemos la responsabilidad que una comunidad tenía
por aquellos pecados graves que se cometieran en su
entorno. Acabaremos viendo el trato que según la ley debía
recibir un hijo delincuente, que contrasta con la parábola que
Jesús contó del hijo pródigo...

Deuteronomio 22:1-23:7
En estos capítulos encontramos leyes muy variadas. Por
ejemplo se considera la actitud correcta hacia nuestro vecino,
la protección de los animales, un código ético para la
construcción. Todos son principios de total actualidad. Luego
hay una prohibición expresa a mezclar cosas que son
diferentes. La mujer no debe vestirse como el hombre. En el
yugo no se podían poner animales de diferentes especies.
Esto nos recuerda que un creyente tampoco debe unirse en
matrimonio con los incrédulos. Se trata nuevamente la
santidad del matrimonio y se condena el adulterio y las
relaciones prematrimoniales. Y se nos advierte que la falsa
religión no debe entrar en la congregación del Señor...

Deuteronomio 23:10-25:16
En estos capítulos encontramos diversas leyes que son de
aplicación práctica también en nuestros días. Consideraremos
cómo Dios se interesaba por la higiene dentro de la ciudad,
también por la honestidad en las relaciones comerciales y el
respeto a la propiedad privada. También protegía la familia y
el matrimonio, por lo que prohibía la prostitución y la
homosexualidad, al mismo tiempo que intentaba regular el
divorcio en una sociedad altamente permisiva y caprichosa.
Finalmente había leyes que protegían a las clases más
débiles, como los esclavos, los pobres y las viudas. Por
último, veremos que la desobediencia de estos principios
acarreaba un castigo público y vergonzoso...

Deuteronomio 25:17-28:15
Dios le dijo a su pueblo que tendría enemigos contra los que
estaría permanentemente en guerra. Nosotros entendemos
bien esto, porque también tenemos una lucha permanente
contra nuestra carne, el mundo y el diablo. Luego les mandó
que cuando entraran en la tierra prometida, le trajeran los
primeros frutos como expresión de agradecimiento.
Terminaremos viendo el pacto que Dios hizo con Israel,
prometiéndoles que aquella tierra siempre sería suya, pero
explicándoles que el disfrute y la bendición de ella sólo la
obtendrían si obedecían a su ley. Y podemos decir que todo
esto es igual con nosotros en este tiempo...

Deuteronomio 28:32-29:29
Dios anunció de forma profética que el pueblo de Israel sería
expulsado en varias ocasiones de la tierra prometida a la que
en ese momento se disponían a entrar. Esto se cumplió con
total exactitud histórica cuando más tarde fueron expulsados
por el imperio babilonio y también el romano. Sin lugar a
dudas, esto confirma nuestra fe en la Palabra de Dios. Y sobre
las causas de estas expulsiones, vemos que fue debido a la
desobediencia del pueblo de Israel al pacto que Dios hizo con
ellos. En este sentido, no hay diferencia entre los israelitas y
el resto de la humanidad, puesto que todos los hombres nos
hemos rebelado contra Dios...

Deuteronomio 30:1-20
La ocupación y posesión de la tierra prometida por los
Israelitas y su bendición en ella estaría determinada por su
obediencia. Ellos debía escoger. Aun así Dios sabía de
antemano que ellos serían infieles y que se apartarían de su
ley, por lo que inevitablemente vendrían sobre ellos los
juicios. En cualquier caso Dios seguiría siendo fiel a su
promesa y también les anunció un tiempo cuando ellos
regresarían a la tierra en obediencia a Dios y volverían a
disfrutar de las bendiciones divinas. En el día de hoy ya se ha
cumplido parcialmente esta promesa, pero tendrá su
realización final con la segunda venida del Mesías...

Deuteronomio 31:1-32:6
Moisés dio los últimos consejos al pueblo de Israel antes de
morir. También les dijo que Dios había escogido a Josué como
su sucesor. Esto nos recuerda que cada persona tiene su
propio tiempo en este mundo y que terminado tiene que dejar
su lugar a otro, aunque la obra de Dios siempre sigue
adelante porque Dios nunca deja de estar sentado en su
trono. No obstante, las últimas palabras de Moisés fueron
muy tristes porque les anunció que después de su partida
ellos se rebelarían contra Dios, algo que quedó reflejado en
un cántico que compuso como una especie de himno
nacional...

Deuteronomio 32:7-34:8
Canto de Moisés; Dios permite a Moisés contemplar la tierra
de Canaán; Moisés bendice a las doce tribus de Israel.

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