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Vulcanología
Etimología y uso
En 1858, el término vulcanology (vulcanología) apareció en la literatura inglesa. En 1886, la forma derivó
en volcanology (volcanología). Estos términos fueron afrancesados (y luego castellanizados) en vulcanologie y
luego en volcanologie (atestiguados desde 19461). Todos estos términos se forjaron a partir de la palabra
volcán, que se deriva del latín en latín, Vulcānus, Vulcano el dios romano del fuego y nombre de una de
las islas Eolias, la isla volcánica de Vulcano.
En 1962, la Academia de Ciencias de Francia recomendó favorecer el uso del término «volcanologie»
("vulcanología") para designar el estudio del volcanismo.2 La 'Académie française siguió y adaptó sus
recomendaciones en 1967.1
Historia de la vulcanología
La historia de la vulcanología está, como la mayoría de historias de las ciencias naturales, marcada la voluntad
del hombre de conocer y controlar las fuerzas de la naturaleza, en este caso de los volcanes, para, al menos,
evitar el daño que pudieran causar sus erupciones. Tiene, también al igual que la mayoría de las otras historias
naturales, tres etapas principales: una etapa supersticiosa en la que las creencias y los mitos religiosos
dominan en gran medida el conocimiento; luego una segunda, en que las tempranas
contribuciones científicas buscan reconciliar observaciones y creencias; y, finalmente, la del
pleno conocimiento científico del fenómeno, que no comienza hasta el siglo XVIII con William Hamilton, más
tarde que en otras ciencias naturales. Finalmente, en 1912, con la teoría de la deriva continental de Alfred
Wegener, los mecanismos, que no solo causan erupciones sino también terremotos, comienzan a entenderse.
Objetivo
El principal objetivo de esta ciencia es comprender el origen y el funcionamiento de los volcanes y los
fenómenos asimilados para establecer un diagnóstico (para un período definido) sobre los riesgos y los
peligros en que incurren las poblaciones y las actividades humanas. Los estudios e investigaciones se llevan a
Diagrama de un margen de placa destructivo, que causa temblores de tierra y la formación de volcanes.
Como la mayoría de los fenómenos que ocurren en el interior de la tierra, los movimientos y la dinámica
del magma se conocen muy poco. De cualquier forma, es conocido que a una erupción le puede seguir el
movimiento de magma hacia la capa sólida (la corteza de la tierra) bajo un volcán y creando una cámara
magmática. Finalmente, el magma del depósito es expulsado hacia arriba y acaba fluyendo sobre la superficie
de la tierra en forma de lava, o bien el magma expulsado puede calentar el agua de los alrededores,
transformando el agua en vapor, lo que aumentaría considerablemente la presión. En consecuencia, pueden
producirse erupciones explosivas. Estas erupciones explosivas pueden expulsar gran cantidad de restos
volcánicos, como ceniza volcánica (también llamada tephra) o bombas volcánicas, las cuales pueden llegar a
ser lo suficientemente grandes como para matar a personas y animales. Las erupciones pueden oscilar entre
efusivas y extremadamente explosivas.
Análisis e interpretaciones
Los análisis se realizan generalmente en el observatorio volcanológico del volcán estudiado cuando tiene uno.
Petrografía y mineralogía
Dos tipos principales de rocas volcánicas constituyen el 95% de las lavas y tefras emitidas por los volcanes :
los basaltos y las andesitas.
Ambas rocas se forman principalmente de la sílice cristalina, de los feldespatos y de piroxenos mezclados en
un vidrio volcánico que no ha tenido tiempo de cristalizar completamente debido al ascenso y al brusco
enfriamiento del magma. La obsidiana, por ejemplo, está formada únicamente por un vidrio volcánico. El
basalto, salido del magmatismo de los puntos calientes y de las dorsales, resulta de la fusión parcial del manto
terrestre por descompresión al nivel de las dorsales. El origen del magma a partir de puntos calientes todavía
está sujeto a debate. Es una lava fluida porque es relativamente pobre en gas y sílice (alrededor del 45%).
La andesita, resultante del magmatismo de subducción, resulta de la fusión parcial del manto por hidratación
a nivel de las fosas de subducción. Las andesitas son más pastosas porque son más ricas en gas y sílice
(alrededor del 55%). La viscosidad de un magma depende del contenido de sílice, ya que es este mineral el
que determina el número de enlaces posibles con el oxígeno: cuanto más sílice contiene un magma, más
viscoso y la erupción volcánica será de tendencia explosiva.4
La carbonatita es una lava muy rara compuesta principalmente de carbonato de calcio (calcita), de carbonato
de magnesio (dolomita), de carbonato de hierro y de magnesio (sidero-magnesita) o de carbonato de sodio.
Muy fluida, no contiene más que una muy pequeña cantidad de sílice (menos de 1%) de temperatura poco
elevada (500 a 550 °C), es negra cuando es emitida pero se blanquea en contacto con el aire una vez enfriada
(algunos horas) porque sus minerales reaccionan con la humedad ambiental. Sólo el Ol Doinyo Lengaï emite
carbonatitas en la actualidad.5
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Los años 1990 fueron declarados el «Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales» por
las Naciones Unidas. El IAVCEI (por International Association of Volcanology and Chemistry of the Earth's
Interior , lit. Asociación Internacional de Vulcanología y Química del Interior de la Tierra) decidió entonces
hacer una lista de volcanes activos o recientemente activos y susceptibles que dependiendo de su pasado
eruptivo y de su proximidad a las zonas pobladas, eran potencialmente capaces de ocasionar grandes
desastres volcánicos. El propósito de esta lista compuesta por dieciséis volcanes («Decade volcanoes», en
inglés) es promover el estudio y la concienciación pública sobre ellos para prevenir cualquier riesgo humano.
Los dieciséis volcanes son:
desviación de una colada de lava en el monte Etna en 1992, evitando así la destrucción de hogares;
mejor comprensión de la historia del Galeras;
mejor comprensión de la participación del agua en las erupciones del volcán Taal;
la incapacidad de gestionar la erupción del monte Unzen con la muerte de 43 personas, incluidos tres
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volcanólogos en 1991;
la muerte de seis vulcanólogos y tres turistas en el cráter del Galeras durante una erupción no prevista
en 1993. Los vulcanólogos, que no habían previsto la excursión sobre el volcán, asistían a una conferencia
de vulcanología en la ciudad San Juan de Pasto;
la imposibilidad de acercarse al volcán Santa María debido a la guerra civil en Guatemala hasta 1996,
cuando se firmó un alto el fuego;
el desbordamiento del genocidio de Ruanda en Zaire y la desestabilización del régimen de Mobutu Sese
Seko con la primera y la segunda guerra del Congo, evitando acercarse al Nyiragongo desde 1996;
los limitados fondos concedidos a estos estudios.