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Con 15 años me fui con algunos amigos del secundario a dedo y de mochilero.
Era una costumbre de la época, salir sin dinero y liviano de equipaje. Nosotros
con suerte llegaríamos a Córdoba. Era verano así que no llevaba campera. Mis
padres, como buenos padres judíos, insistieron en que lleve abrigo. Uno nunca
sabe adónde va a llegar, ni cuando hará frio dijo mi padre, a veces las cosas
afuera se ponen feas.
Mi educación judía se había terminado a los cinco años. Mis memorias judías
son recuerdos del interminable paso del tiempo en el templo, cambiando
figuritas con los chicos que veía unas pocas veces al año. Jugando a la pelota
en la terraza del templo. De rezos en hebreo. De mujeres separadas de los
hombres. De mi Babe oliendo limón en Kipur. La mesa de los varones de la
familia, discutiendo tonterías, hasta que Papa golpeaba con su anillo la mesa,
porque había decidido concentrarse para rezar. Un Bar Mitzvah, sin entender
nada de lo que decía. Las noches de Pesaj y el Ma Nishtana que sabía de
memoria, de tantas veces que me toco decirlo, hasta que tuve que pasarle a mi
hermano menor, mi única conexión con el judaísmo.
Las distintas comunidades dejan ver no solo los diversos modos de vivir al
judaísmo, sino también de concebir al mundo, y cambian. Cambian al cambiar
al rabino, al cambiar a la comisión directiva, al cambiar el criterio de
aceptación de miembros, al cambiar el criterio de que es ser judío y de quien
tiene derecho a serlo.
El judaísmo fue obligado a cambiar. No hay una ley universal que dice que es el
“ser judío”, en todo tiempo y lugar. Hay leyes particulares, para cada tiempo y
cada lugar. El jasidismo, el misticismo, la ortodoxia, el secularismo judío, el
liberalismo, el reconstruccionismo, el reformismo, el movimiento conservador,
el judío askenazí y el judío sefaradí, todas son formas distintas de expresar
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nuestro judaísmo. Ninguna comunidad tiene en si el monopolio de la verdad.
Ninguna es mejor, ni más valida que la otra.
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vez será “redonda, anaranjada y hermosa”. En Tlön también se acostumbra
agregarle sensaciones a los objetos y se escriben poemas, larguísimos para
describir a una sola palabra. El universo en Tlön cambia según la persona que
lo vive, porque cada vivencia es independiente. Cada situación es única, de ese
tiempo y de ese lugar. No hay ciencia en Tlön, al menos no como la búsqueda
de una verdad única y final. Como los objetos en nuestra mente, en Tlön la
verdad cambia.
Alguien se siente con el derecho de decirle a quien está al lado, vos no podes
estar aquí hoy porque solamente venís para Kipur? O vos no, porque no te
casaste bajo la Jupa. Es acaso un judío de comportamiento ultra-ortodoxo,
mejor judío que otro? Si aceptamos a uno como el modelo verdadero, estamos
suponiendo que los otros son falsos. Aceptar a uno como único, es tener a ese
como el ideal. Queremos acaso ser todos Judíos idénticos? idénticos a quien?
No es bueno que los judíos separen a los judíos.
Como pueblo hemos ido cambiando. No es lo mismo las vivencias del pueblo
judío desde la existencia del Estado de Israel. Y su creación fue el producto de
discusiones entre pareceres opuestos. Personas de una comunidad
heterogénea que tuvieron que debatir sobre lo que debía hacer cada judío
para tratar de ser feliz, en un mundo que le era hostil. Judíos que pensaron que
ya era hora de tener una patria, judíos a quienes no les importo si se estaba
cumpliendo el mandato bíblico. La legitimación se fundaba en que habíamos
sido tremendamente lastimados y en un momento determinado nos cansamos
de girar por el mundo, y quisimos tener un hogar, y a eso lo llamamos Estado
de Israel.
Al unir nuestras historias, debemos de aceptar, que hay individuos judíos que
pensaban y piensan “distinto”. No hay que abandonar creencias para unir
historias, pero hay que dejar de adherir a un molde. Al molde del judío como-
se-debe-ser. Hay que dejar de aceptar a los sustantivos fijos. Hay que entender
que cada persona hace la diferencia, y que en última instancia son las personas
las que producen a las agrupaciones y a sus ideas.
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haber encerrado en una maniobra brillante de tenazas a los árabes, en la
guerra de los seis días. La guerra que Israel en teoría no podía ganar, y ganó.
Tengo una moneda que me regalaron en mi Bar, con su rostro de pirata, con el
parche en el ojo. Una imagen que representaba un judío, que para mí, en mi
adolescencia, era un judío “distinto”. Un judío que se atrevía a luchar, en el
medio de tanto recuerdo de muerte simple y pasiva de una Shoa, que me
taladraba el cerebro.
Y somos lo mismo, porque a pesar de que no estar orgulloso de los errores del
ejército Israelí, prefiero pedir perdón por defenderme en exceso, tengo el
derecho histórico de hacerlo, que volver a llorar no solo por las muertes de mis
hermanos, sino por la cobardía de no haberme animado a defenderme. No es
lo mismo dejarse matar, que sublevarse. No es lo mismo nosotros, judíos
nacidos bajo la sombra de la Shoa, que nuestros hijos, orgullosos jóvenes
judíos, seculares o religiosos, creyentes o ateos, judíos que nacieron con un
Estado de Israel, fuertes y orgullosos de su historia. Jóvenes judíos que están
aquí, cada uno por sus propias razones. Que sienten que tienen que estar aquí
hoy, en su comunidad. Una comunidad a quien no le importa definir, sino que
le importa integrar, aceptar y comprender.
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En mi comunidad veo a Simón, a David y a Abraham. Veo a personas que están
aquí por diversos motivos. Personas que comparten una identidad con nuestra
comunidad, pero cada una es una persona distinta. Con un sentir su judaísmo
distinto del que está al lado. No es lo mismo si el señor Abraham forma parte
del pueblo, que si Abraham se va. Si David se queda no es lo mismo que si
David se va. Nadie tiene derecho a decir que David no puede estar, porque
viene a estar con su pueblo y no viene a rezar, y solo puede estar Abraham que
viene a rezarle a Dios. Quien tienen derecho a legislar sobre la identidad judía?
Un examen genético? Aceptamos la ley Israelí, que dice que debe de tener al
menos un abuelo judío. Usamos la ley racial de los perros nazis, que habla de 4
generaciones de algún familiar Judío hacia atrás. Solo si la madre es judía? O
aceptamos que si está adentro de Lamroth es que es una persona, un alguien
que quiere vivir su judaísmo y lo hace del modo que quiere o que puede.
Alguien se siente con derecho a preguntar porque viene su vecino a decir
Kadish. No! Solamente porque está diciendo Kadish, es que siento que mi
vecino forma parte de mi mismo pueblo.
Cuando fui de luna de miel a Israel, le compre a mi Papa un talid. Cuando volví
se lo cambie por el que él usaba. A partir de ese día use el talid de mi Papa.
Siempre sentí que Papa me abraza al colocarme el talid. Siento como me
coloca sus brazos alrededor. En la Jupa nos cubrió a Adriana y a mí. Cuando
nacieron mis hijos, me ponía la mano al hombro susurrando un Mazel-tov!. En
los Bar y Bat, nos cubrió a toda la familia mientras nos bendecían. En cada
víspera de Kipur, nos cubre al hacer kepara.
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En Kipur, yo vengo a hablar con mi Papa. Lo siento a través de mi talid. Al
desplegarlo empiezo a conversar con él, una brisa cálida me envuelve al
colocármelo. Como una voz que de nuevo se acerca y me dice. -Abrígate hijo,
Uno nunca sabe adónde va a llegar, ni cuando hará frio. A veces las cosas
afuera, se ponen feas.
Raúl Chullmir