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Rebeca Anijovich: Aulas

para estimular las


capacidades de los
estudiantes
Surgen estudios que proponen generar espacios heterodoxos de aprendizaje que permitan
priorizar las necesidades de los alumnos. La importancia de incluir a la institución
educativa dentro de su propio entorno. Diversidad y calidad académica van de la mano,
señaló la profesora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés y Magíster
en Formación de Formadores.
Diversidad, aulas inclusivas, heterogeneidad son palabras que cada día encuentran
espacios en los diseños curriculares, en los proyectos institucionales, en los debates
académicos, en las investigaciones y en las páginas de los diarios.

El discurso acerca de la educación en la diversidad surgió en las últimas décadas del


siglo XX con la intención de superar la mirada homogeneizadora y proponer enfoques y
estrategias más inclusivas que contemplen, al mismo tiempo, las diferencias que existen
entre las personas, los derechos de la ciudadanía y las obligaciones de los Estados.

Las primeras miradas sobre la diversidad estuvieron asociadas a la educación de niños


con necesidades especiales o, simplemente, al modo de evaluar a los alumnos con
dificultades en el aprendizaje.

En este abordaje, lo diverso es entendido como un obstáculo individual que requiere, en


muchos casos, una atención especial y personalizada para reducir la dificultad.

A partir de la segunda mitad de siglo pasado surgieron aportes de investigaciones


realizadas por disciplinas como la antropología educativa, la sociología de la educación,
la psicología cognitiva y las neurociencias que favorecieron la emergencia de una
concepción nueva acerca de la diversidad en los procesos de aprendizaje y enseñanza.

Atendiendo a las diferencias de los alumnos es que necesitamos volver a pensar las
decisiones acerca de la enseñanza.

La manera en que se define y organiza resulta determinante para tratar que todos los
estudiantes construyan aprendizajes significativos.

Desde la perspectiva de la enseñanza se presentan desafíos que implican ayudar a los


alumnos para que puedan atribuir significados personales a esos aprendizajes.

La intención es que comprendan los por qué y para qué de las actividades en las que se
involucran pero sin perder de vista que los docentes deben brindar a los estudiantes
oportunidades para que se desempeñen de forma cada vez más autónoma. En la
búsqueda de ese objetivo, el modo en que se vinculan los docentes con los alumnos –a
partir de relaciones de confianza, el trabajo compartido, la construcción conjunta de
conocimientos y una actitud de apertura que implique escuchar atentamente a todos,
tratando que nadie sea “invisible”– es determinante.

El trabajo en aulas heterogéneas, entonces, propone utilizar una variedad de


estrategias de enseñanza que apelan a la idea de generar un ambiente flexible. A modo
de ejemplo, los docentes deben realizar propuestas que permitan a los alumnos
planificar y organizar sus actividades tanto en el transcurso de la jornada de clase o de la
semana: disponer investigaciones, preguntas e información de diferentes fuentes. Todas
las situaciones de enseñanza mencionadas apuntan a estimular el trabajo autónomo de
los estudiantes, y para eso se parte de la necesidad de reconocer quién es cada uno para
saber cómo acompañarlo, individualmente, aunque en un conjunto.

¿Cómo planificar la enseñanza en este marco? Para encontrar una respuesta debemos
considerar tres cuestiones centrales: el uso de los espacios educativos, la organización
del trabajo en el aula y las consignas de las tareas. Significa interrelacionar un conjunto
de elementos alrededor del espacio que se da dentro del aula y en la universidad.

Es decir, saber cómo usar la sala y todo lo disponible en ella, pero también cómo
aprovechar los sitios comunes del edificio escolar, entre ellos los pasillos, patios,
bibliotecas y salones.

Es preciso diseñar el espacio en el ámbito educativo de tal modo que estimule el


aprendizaje, despierte el interés y la curiosidad, pero también se trata de vincular el
establecimiento con el entorno para facilitar una fluida circulación entre el adentro y el
afuera.

El entorno educativo transmite mensajes. Comprendemos la cultura de una escuela, así


como su concepción de enseñanza y aprendizaje, por medio de lo que nos muestran la
disposición y el uso de los espacios. Las paredes de una escuela, tanto desde los
aspectos estéticos como de los didácticos, son medios de comunicación. Es posible
comenzar a repensarlas para que superen la función de soportes de carteleras
informativas o de exposición de trabajos de los alumnos para ser concebidas como
espacios de interacción.

En cuanto a la organización del trabajo, el enfoque en aulas heterogéneas implica


priorizar aspectos concretos en el diseño de la enseñanza como impulsar tareas de
aprendizaje con sentido para los alumnos, ofrecer alternativas de abordaje sobre un
mismo tópico y permitir que los estudiantes elijan entre un abanico de propuestas
posibles que incluya la propia.

Por su parte, las consignas de trabajo que los docentes ofrecen a sus alumnos ocupan un
lugar clave por el contenido de la propuesta (relevante, significativa y desafiante) y
porque, al ser explícitas, contribuyen al desarrollo de la autonomía. Es necesario, por
ese motivo, proponer iniciativas que estimulen la expresión personal por medio de una
variedad de desempeños orales, escritos y de actuación o acción. También tienen que
contemplar la oportunidad de escuchar y compartir las expresiones de sus compañeros.

Un enfoque pedagógico que contemple la diversidad como una condición inherente al


ser humano y, por lo tanto, un valor a respetar comprende que cada persona, nace con
una carga biológica diferente y se desarrolla en múltiples contextos sociales, culturales,
económicos y educativos.

La preocupación por la diversidad en educación, el correlato de la necesidad de atender


a los problemas multiculturales que pone de manifiesto la globalización, la integración
de las minorías culturales y religiosas y las nuevas consideraciones acerca del género,
también instala un debate profundo acerca de la equidad y la justicia, un par que
consideramos inseparables al tener que definir políticas educativas.

Para contemplar los niveles de igualdad enunciados, el campo educativo tiene el desafío
de encontrar un equilibrio entre lo común y lo diverso.

Todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes tienen derecho a obtener una buena
educación, y para que eso sea posible debe contemplar variados puntos de partida para
encarar la enseñanza, atendiendo a las diferencias y sus implicancias.

El enfoque de la diversidad supone un nuevo modo de mirar a los procesos de


enseñanza y aprendizaje a la luz de valores democráticos. Todos pueden aprender, pero
para que eso suceda los estudiantes necesitan recibir tareas desafiantes, potentes y
estimulantes que los impulsen a desarrollar sus capacidades individuales y convertirse
en miembros plenos y productivos de la sociedad. El desafío que subyace es cómo
construir un espacio educativo habitable para todos.

Nuevo esquema

El discurso acerca de la educación en la diversidad surgió en las últimas décadas del


siglo XX.

Nació con la intención de superar una mirada homogeneizadora y proponer enfoques y


estrategias más inclusivas.

El objetivo es contemplar al mismo tiempo, las diferencias que existen entre las
personas, los derechos de la ciudadanía y las obligaciones de los Estados.

Las paredes de una escuela, tanto desde los aspectos estéticos como de los didácticos,
son medios de comunicación.

Hay que saber cómo usar la sala y todo lo disponible en ella, pero también cómo
aprovechar los sitios comunes del edificio escolar, entre ellos los pasillos, patios,
bibliotecas y salones.

LA EVALUACIÓN COMO OPORTUNIDAD


Esta obra escrita por Rebeca Anijovich y Graciela Cappelletti consta de seis capítulos. El
contenido abordado hace referencia tanto a los problemas de la evaluación que resulta del
trabajo en las aulas y el acompañamiento a escuelas y docentes, como a los aportes que
brindan las investigaciones y los especialistas. En este sentido, La evaluación como
oportunidad, es un texto que comparte conocimientos y experiencias a través de las voces y los
diálogos que mantienen las autoras con los docentes y los investigadores.
En la introducción, argumentan que durante el trabajo de acompañamiento y formación de
docentes de distintos niveles del sistema educativo, recuperan las nociones que los profesores
reconocen al aproximarse al tema “la evaluación de los aprendizajes”, que posteriormente
problematizan a lo largo de su libro.
Más tarde, expresan que la evaluación se entrama necesariamente con la enseñanza y el
curriculum, ya que en las decisiones que se adoptan están presentes las concepciones sobre
qué y cómo enseñar.
El desarrollo de los diferentes capítulos presenta temas, problemas e instrumentos que
permiten a los docentes interrogarse, reflexionar e indagar en los dilemas de la evaluación que
impactan en la enseñanza y en los aprendizajes. La propuesta es comprender la evaluación en el
contexto actual, en relación a la diversidad de demandas de los actores involucrados en los
procesos de evaluación.
Expresan que evaluar es “una tarea ardua que condensa sentidos construidos desde el sistema
educativo y que define la trayectoria escolar de los estudiantes” (pág.10). Se trata de una
práctica que impacta en el sujeto, en la familia y en la propia institución educativa.
En este libro, la evaluación es entendida como una oportunidad, cuyo propósito es que“los
alumnos pongan en juego sus saberes, visibilicen sus logros y aprendan a reconocer sus
fortalezas y debilidades como estudiantes” (pág.13), es decir, las dimensiones del proceso de
evaluación vinculada con la idea de ayudar a los alumnos a aprender y a reconocerse como
aprendices.
El primer capítulo, “La evaluación en el escenario educativo”, está organizado a partir de
interrogantes y preocupaciones que orientan hacia la comprensión de las relaciones entre
enseñar, aprender y evaluar, a fin de considerar el problema de la calificación, como inherente a
la evaluación de los aprendizajes en el marco del sistema educativo. Consideran de suma
importancia analizar el lugar privilegiado que ocupa la evaluación, y al mismo tiempo, observar
que se constituye en el componente de los sistemas educativos que ofrece mayor resistencia a
los cambios.
Las propuestas compartidas por las autoras presentan alternativas para ir más allá de la
calificación. Esto implica acompañar a los estudiantes y sus aprendizajes con una variedad de
actividades desde nuevos formatos que resulten significativos.
En su obra destacan la función pedagógica de la evaluación, y la diferencian de la función de
certificación que se ha constituido en el sentido de la evaluación. Señalan a modo de reflexión
“no se trata, o no solo se trata, de acreditar conocimientos, sino también de promover la toma
de conciencia de los estudiantes sobre su propio aprendizaje” (pág.23).
Este inicio convoca a los lectores a continuar en la profundización de su reflexión sobre la
evaluación como proceso general, y en este contexto, pensar en la relevancia de la evaluación
de los aprendizajes de los estudiantes, en tanto las decisiones y las acciones favorezcan la
mejora de las producciones.
El segundo capítulo titulado “Los conocimientos de los docentes y las prácticas de evaluación”,
invita a revisar las prácticas vigentes en las instituciones escolares y aporta elementos para
reflexionar e introducir modificaciones que las conviertan en instancias de retroalimentación y
dispositivos de mejora de los aprendizajes. En este sentido, buscan ofrecer conceptos y
herramientas que interpelen las concepciones y creencias de los docentes acerca de la
evaluación, con la intención de favorecer diálogos e intercambios que vehiculicen propuestas
significativas de evaluación.
El tercer capítulo, “Las evidencias de aprendizajes”, focaliza en la recolección de información
para fundamentar los juicios y decisiones en el proceso de evaluación, de allí la importancia de
las características que debe poseer la información para construir una evidencia de aprendizaje,
la planificación de su búsqueda y los criterios para su análisis e interpretación. Además,
promueven un trabajo sobre su relevamiento que muestre que los estudiantes ponen en juego
los aprendizajes alcanzados. El diseño de situaciones de enseñanza supera la elaboración de
una prueba, ya que es necesario reflexionar que se busca con la evaluación, que es lo que se
evalúa e identificar evidencias desde la posición de docentes reflexivos, y así incrementar la
comprensión acerca de los estudiantes, su aprendizaje y la enseñanza.
En el cuarto capítulo, “Más allá de las pruebas: la retroalimentación”, presentan reflexiones
sobre los procesos de diálogo con los que se comunican los resultados de las evaluaciones
“feedback”. Desde el enfoque de la evaluación formativa, no se trata solo de acreditar saberes
de los estudiantes, sino además de promover la toma conciencia del propio proceso de
aprendizaje y contribuir al desarrollo de la autonomía.
Estas acciones conllevan el seguimiento permanente de las tareas de los estudiantes y a
retroalimentaciones planificadas que impacten en logros de aprendizajes. Para favorecer las
instancias de diálogo de un modo sistemático, recomiendan la utilización de protocolos que
faciliten las devoluciones. Dichos instrumentos colaboran en la organización de los intercambios
y focalizan en los desempeños y las producciones.
Antes del inicio de los contenidos del quinto capítulo “Transparentar y compartir: las rúbricas”,
se presenta el relato de una experiencia docente de calificación en un examen estandarizado,
como estrategia de análisis de los sistemas de calificación. En relación a este tema, si bien
abundan las controversias, el interés se focaliza en el problema de la falta de transparencia al
momento de calificar. Para superar la ausencia de claridad en la definición de criterios de
calificación, se propone el uso de las rúbricas como asistentes de la evaluación. La utilización
de rúbricas cumple con los propósitos de la evaluación formativa, en tanto los estudiantes
ejercitan la autoevaluación y la coevaluación. Cuando el aprendizaje es objeto de reflexión, los
estudiantes saben cuándo y cómo aprenden y los docentes ayudan a desarrollar conocimientos
para mejorar los procesos de aprendizaje. El trabajo compartido basado en la transparencia y la
comunicación, favorece la comprensión profunda de los estudiantes en la que la evaluación esté
al servicio de los aprendizajes.
Por último, en el sexto capítulo, “El diseño de las evaluaciones auténticas”, se trata una
perspectiva de evaluación con participación activa del estudiante, en la resolución de problemas
significativos y complejos, por medio de tareas que pongan en juego sus saberes previos, sus
habilidades cognitivas y metacognitivas, sus valores, sus actitudes y sus intereses, en la
integración de conocimientos de diversas disciplinas, con la toma de decisiones y reflexiones en
su proceso de aprendizaje. En relación a las características de las pruebas auténticas, se trata
de compartir y consensuar con los estudiantes el significado y sentido de lo auténtico, y a su
vez como comunicar los criterios de evaluación y las expectativas de logro según lo planteado
con anterioridad. Los modelos de pruebas auténticas para diferentes niveles resultan
inspiradores, aunque las autoras advierten que no deberían ser las únicas,y que es necesario
que formen parte de un proceso que les otorgue sentido.
En su epílogo, “Programar la evaluación”, inician con una cita de Stobart (2010) que sintetiza las
propuestas y reflexiones compartidas en este texto, con la certeza que es necesario asumir el
desafío de ayudar a aprender en espacios de oportunidades “para que los estudiantes muestren
lo que saben, sus aproximaciones al conocimiento y las construcciones de saberes” (pág.139).
Desde una perspectiva filosófica, Brighouse (2009) sostiene que es preciso formar “en
habilidades de pensamiento que permitan diferenciar argumentos falaces de verdaderos,
perspectivas alternativas de un mismo saber y evaluación critica” (pág.141), para contribuir a
los procesos de aprendizaje. Como cierre, las autoras citan los aportes de Pruzzo de Di Pego y
Nosei( 2008) acerca de la vinculación de la enseñanza con la evaluación y con el aprendizaje.
Este libro es de la práctica y para la práctica, según lo expresado en la introducción, esto
significa que al inicio del recorrido es probable que el lector se pregunte si se puede pensar en
otros modos de evaluar, si es posible hacerlo desde otros paradigmas, y a partir de lo
presentado en los diferentes capítulos, las autoras sostienen que es una meta a alcanzar, en
tanto los docentes estén formados y conozcan las diversas perspectivas, acompañados por la
institución en el marco del sistema educativo.

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