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ACERCA DEL
CONOCIMIENTO ESCOLAR
La reproducción de viejas inercias o cuando se toma un camino que
no tiene salida
Existen academias privadas para ayudar a los estudiantes a pasar el curso, con
una creciente y atractiva oferta de técnicas de estudio y de autoayuda. La escuela
está condicionada y obsesionada por la evaluación. no por la evaluación continua,
formativa y diagnóstica –que de todo hay– sino por aquélla que favorece la
repetición y la memoria a corto plazo que sólo cala en la superficie. por el
contrario, para la adquisición de un saber interiorizado y sedimentado, no basta
con la memorización mecánica –imprescindible para algunos aprendizajes– sino
que se requiere ejercitar la memoria comprensiva y a largo plazo.
Una diversión que nada tiene que ver con el vacío cultural del mero divertimento y
del activismo espontaneísta, ni con el entretenimiento al que antes aludíamos, en
referencia al conocimiento insostenible y efímero de la escuela que antepone el
examen al aprendizaje. provocar el deseo hacia el conocimiento, tratando de
aunar la racionalidad con la emotividad. porque las cosas que se sienten se
aprenden mejor. así lo entiende Emilio Lledó: «Saber es una forma de sentir… Y
vivir es interpretar… Saber mirar a las palabras, interpretar los múltiples mensajes
que nos enseña el presente de nuestro mundo real y el pasado ideal de la
Historia».
Las dos respuestas fueron muy gráficas: «mire, si quiere saber cuándo hay que
enseñar a un niño, mírele a la cara, y si quiere saber qué hay que enseñarle, mire
a la vida». por otro lado, como muy bien dijo H. Keller: «La verdadera educación
no se puede aprender en los libros como tampoco un cirujano puede adquirir
destreza en su profesión leyendo sobre cirugía». Se aprende de la realidad y de la
experiencia acumulada y vivida. Siempre que sea posible es conveniente que la
escuela promueva estas situaciones, porque como reza un viejo proverbio de
confucio: «Lo que se escucha, se olvida; lo que se ve, se recuerda; y lo que se
hace, se aprende». El largo camino de la formación escolar y a lo largo de toda la
vida es un complejo andamiaje de aprendizajes y desaprendizajes. Y, con
frecuencia, desaprender es más importante pero más difícil que aprender. porque
la cantidad de conocimientos inútiles, de tareas insulsas, de visiones trasnochadas
y de transgresiones al sentido común son tantas, que han calado muy hondo en el
imaginario social: en los hábitos de los alumnos; en los modos de enseñar de los
profesores; y en las expectativas y demandad escolares y educativas de las
familias.