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FEBRERO 2020 - I

Esperó a que llegara alguien. Pasaron los minutos y no llegaba nadie. Avanzó el tiempo…y
nadie. Cuando creyó que quedaría solo en ese lugar, apareció alguien. Era su propia cara,
era él. Era él mismo. Algo hablaron y caminaron por unos minutos. Más adelante cada uno
tomó su camino. Lugo cansados, se sentaron en medio de la inmensidad. Allí esperaron a
que apareciera alguien…y cuando creyeron que no aparecería nadie, llegó un hombre. Era
su propia cara. Era él mismo. Más adelante cada uno tomó su camino. Cuando cada uno,
cansado, se sentó en medio de la inmensidad, esperó a que apareciera alguien…Cuando
creyó que nadie aparecería, llegó alguien. Era su propia cara. Era él mismo. Algo hablaron
y caminaron juntos. Más adelante cada uno tomó su camino. Esa no era la Tierra, pero se le
parecía.

FEBRERO 2020 - II

Se los veía pasear por el pequeño bosque. El hombre y su perro. El perro sacando a pasear
al hombre. Se los veía a las seis de la mañana, de seis a siete. A veces a las diez de la
noche. De diez a once. No se les veía a otra hora. Se llegó a suponer que eran dos
fantasmas…Y los dos llegaron a suponer que los demás eran fantasmas…El barrio llegó a
suponer que esa era una ciudad fantasma…Y la ciudad llegó a suponer que ese era un
mundo fantasma…

“No, no”, dijo la Deidad. “Aquí el fantasma soy yo. Agradezco al miedo, agradezco a la
fantasía, a los sueños, a las utopías, pero el fantasma soy yo”.

FEBRERO 2020 - III

Caso excepcional. Todos llegaban con las manos vacías y se iban con las manos vacías. Él
no. Le fue concedido el poder llevar las cosas que quisiera. Escogió su casa, su ropa, su
carro…y dinero. Que nunca le falte el dinero. Las cuatro cosas se las llevó.

Sorpresa. Al sitio donde llegó todos tenían lo mismo. Según lo que escogieran, eran
clasificados. Allí todos tenían su casa, su ropa, su carro…y dinero.
Pero había un problema, y no era menor. No podían tener más, no podían acumular y a eso
estaban muy acostumbrados. Él pidió entonces regresar al mundo…y se le concedió. Se le
dio como premio a la constancia, a su particular sapiencia.

Al volver a la Tierra siguió en lo suyo. Más propiedades, más dinero, mayor posición.
Volvió con ímpetu, y por sus éxitos, su expansión y su fortuna, desató profundas pasiones
en señoras y señoritas que, en la cúspide de su bonanza, no resistieron más. La telaraña de
sus relaciones reventó y fue envenenado junto a su favorita, la emperatriz de su corazón.
Por su arrogancia, por su exasperante brillo, por caminar en el aire, por su apego al desdén.
Por su talento para atraer las envidias y los celos.

Y ahora, sin que pudiera escoger, le fue permitido llevarse una sola cosa: un espejo. Un
espejo para verse en la Eternidad.

FEBRERO 2020 - I

Luego, cansados, se sentaron en medio de la inmensidad.

FEBRERO 2020 - III

…desató profundas pasiones en señoras y señoritas que, en la cúspide de su bonanza

LOS RENUNCIANTES

Todavía, palabra salvadora. Sábado, día mágico. Compañía, más que una palabra, un
analgésico. Yo, palabra espantosa cuando se empieza a repetir.

Todo venía en un carrusel, en una feria donde venías a montar caballitos que giraban sobre
una plataforma. Aquí llegaron la actriz Ludovica Trem, el filósofo Kurch y el geólogo
Sibaris. Los tres se divirtieron. Fueron de juego en juego. Aquí olvidaron el mundo aleve y
voraz que les tocaba vivir. En pocos minutos se transformaron en niños. Niños con cara de
viejos, pero niños en su corazón y en sus gestos. Afuera quedaba la teoría actoral, la
hermenéutica y los subsuelos.

Al salir hicieron amistad y se dieron cuenta que cuatro palabras les unía: todavía, sábado,
compañía y yo.
A los tres, la fe y la esperanza les habían servido mucho y ahora era posible que también,
cuando llegaran a la Isla de los Renunciantes. Allá sólo iban quienes querían emprender un
nuevo camino, el de la contemplación.

El mar les esperaba. En ese lugar se encontraron con la pintora Frida, la novelista
McCullers y el violinista Paganini. Con ellos, el mar haría su voluntad. Habían llegado para
que con ellos el mar hiciera su voluntad. La última que llegó fue la poeta Storni, y luego,
jamás fue encontrada

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