Sie sind auf Seite 1von 6

1

Capitulo XI

LA CUESTION IDEOLÓGICA

Tuvo en su momento un valor extremo hacer el análisis de Ragone, su gobierno y su


tiempo bajo el enfoque de las posiciones ideológicas que se pusieron en pugna,
criterio que en muchos casos todavía hoy existe.

Para tentar una observación dentro del parámetro de rigor y objetividad, será preciso
-como ha sido señalado en anteriores capítulos- considerar las condiciones históricas
que pesaban sobre el mundo y nuestro país. Una tajante división que se remontaba al
inmediato final de la II Guerra Mundial, a través de la cual chocaban la ideología
marxista-leninista con diversos aliados extraídos del nacionalismo, de la liberación de
los antiguos dominio coloniales, tanto en América, como Oriente Medio, África y el
Sudeste Asiático, contra las potencias capitalistas de occidente.

En lo concerniente a nuestro país, si bien sus circunstancias eran totalmente


distintivas, el inconcluso proceso peronismo - antiperonismo sobrevivía vigorosamente.
Tras sus exilios americanos Perón se afinca en España donde elabora su estrategia
más prolongada, a saber: recobrar la dignidad del peronismo y de su jefe; lograr el
retorno a la patria; recuperar el poder. Todo lo cual implicaba doblegar al "partido
militar" que ejercía el gobierno (o que en su momento había condicionado a anteriores
presidentes).

En torno a estos objetivos globales Perón aplica tácticas muy flexibles que implican
una amplitud muy grande. internacionalmente acepta vínculos con gobiernos del
Tercer Mundo, o con las fuerzas de liberación que luchan por imponerse, asentado
en su enorme prestigio y en su condición de antecedente válido para dichas corrientes.
En relación a la Argentina mantiene intacta su inalterable relación con el Partido
Justicialista y con el movimiento, del que encuentra apoyatura plena en la casi
totalidad del gremialismo organizado; también toma conexión con fuerzas que sin ser
peronistas, tienen en común su lucha contra el gobierno militar y aspiran retornar a la
democracia.

Pero hay un dato más y de gravitación a la hora de repasar estos segmentos de la


historia: En la década de los sesenta intensifica su relación con los encuadramientos
juveniles, provenientes del seno peronista o enlazadas por comunes militancias
estudiantiles y universitarias, aunque con sus énfasis en el socialismo y las teorías de
la liberación, en muchas de las posibles variantes pro URSS, pro China, por Cuba, etc.

Eran los tiempos de las "formaciones especiales" y de la "juventud maravillosa", todo


lo cual no disminuía el simultáneo y tradicional nexo entre el general y sus seguidores
tradicionales.

Estas condiciones, aunque útiles a los fines tácticos para alcanzar las metas
fundamentales, iba a mediano plazo a producir situaciones confusas y ambivalentes, a
las que sólo Perón, con su carisma y autoridad, podía mantener bajo control.

Estas eran en grandes líneas las corrientes que luego irían a chocar ferozmente,
arrastrando a quienes estaban ajenos a estos sutiles manejos de la política, una vez
alcanzados los objetivos primordiales de Perón: forzar a negociar al gobierno militar,
hacerlo convocar a elecciones y comenzar el retorno definitivo a su patria.

Mientras tanto, las formaciones especiales, agudizaban y perfeccionaban sus


métodos, extremando sus operaciones (excepto muy limitados interregnos), centrados
sus ataques en el poder militar, aunque involucrando también a gremialistas,
empresarios, personalidades públicas, con lo que sus actos producían repercusiones
2

enormes que se volcaban sobre la opinión ciudadana, deteriorando crecientemente a


las fuerzas armadas en el poder.

Desde luego que éstas respondían en consonancia, generándose una escalada


perpetua en que todo terminaba siendo causa y efecto; mientras la población, absorta,
presenciaba una lucha sangrienta como la que no se había visto desde los tiempos la
Organización Nacional.

El lenguaje consistía en atentados, bombas, secuestros, asesinatos y la contestación a


ello era alejarse cada vez más de las normas de un Estado de Derecho y de las
funciones que competen a las instituciones armadas y de seguridad por parte de sus
mandos.

Realizadas las elecciones, triunfante con toda amplitud la fórmula del FREJULI, Héctor
Cámpora-Vicente Solano Lima, las juventudes se sienten artífices de la victoria,
estimando que es momento de participar y compartir el ejercicio del poder.

Tras la emoción primera, llega el momento de sincerar la realidad: renuncia Cámpora,


es reemplazado transitoriamente en tanto se articula un nuevo llamado a elecciones,
las que de modo abrumador consagran a Juan Perón e Isabel Perón, su esposa, en
setiembre de 1973.

Pero este es otro Perón, sintiendo el paso de los años, la salud quebrantada, -e
incluso conservando una perfecta lucidez- su voluntad disminuida. Cada día es más
prisionero de las extravagancias de José López Rega, su ex custodio y valet, y de su
cónyuge.

Comienza entonces a desencadenarse con fuerte impulso una derecha anti-terrorista,


contando directamente con el respaldo de los organismos oficiales.

Esta tensión culmina precisamente durante el acto de celebración del Día del
Trabajador, el 1 de mayo de 1974, que es cuando ante la provocación de cánticos y
carteles, Perón condena a todos estos grupos en general, quienes se retiran de la
Plaza de Mayo y asumen una clara posición de ataque hacia el anciano líder y su
gobierno.

Baja esta techumbre de equívocos y de violencia estaba Salta, como todo el país, ante
una toma de posiciones desmesuradas, que la superaban con largueza, forzadamente
supeditada a un esquema de conceptos que chocaban sin medida entre sí.

Allí estaba Miguel Ragone, y sus amigos y colaboradores, definitivamente peronistas


desde siempre; pero hijos de su época, persuadidos de los principios de liberación (de
los que nadie se excluía, salvo la derecha más reaccionaria).

Alguien que conociera a Ragone y lo hubiera tratado ¿Podría creer que él comulgaba
con el comunismo o que podía en su defecto ser -según la terminología de la época-
un criptocomunista?.

Del mismo modo que la negativa será unánime, debemos sostener que lo que
caracterizaba a Ragone era su extremada sensibilidad ante las miserias, el hambre, la
enfermedad, la pobreza que hacen al ser humano perder su dimensión; lo propio su
rechazo ante la injusticia, especialmente cuando de injusticia social se trataba.

Su profesión de médico, su origen popular, sus sentimientos tan traslúcidos no podían


amparar a un simulador o a alguien que tripulaba un Caballo de Troya, pues nunca fue
hombre de dobleces, sino todo lo contrario, caracterizado por una dura frontalidad.
3

Ragone sentía preocupación por aquellos jóvenes que estaban haciendo sus primeras
incursiones en la política y no quería que sus ilusiones se vieran defraudadas. A él no
le molestaban algunas exteriorizaciones juveniles -como los atuendos, los cánticos, la
proclama pública de pertenecer a tal o cual organización-, cosas que sí podían
espantar a muchos burgueses bienpensantes, que se sentían ya en medio de una
revolución total.

El gobernador si algo sabía era de la vida y de sus realidades, y estaba confiado en


que paulatinamente iría encuadrando a esas juventudes enfervorizadas, dándoles
tareas, asignándoles trabajo, y, finalmente, dejando que la ebullición cesara y las
cosas volvieran al lugar en que naturalmente deben estar. Pero no todos pensaban de
este modo. En el justicialismo es posible afirmar que gran parte del mismo adoptaba
una tesitura harto diferente: gremialistas, verticalistas, ortodoxos predicaban venganza
y se mostraban dispuesto a hacer caer al gobierno de Ragone por el medio que fuera.

A su hora y por su lado, también muchos de los jóvenes que se creían depositarios de
la verdad iniciaron los ataques contra el gobernador, o extremaron sus imprudencias y
exagerando la nota del rol revolucionario que se habían otorgado. Así era la
radiografía de las fuerzas que se entrecruzaban, definiendo un punto de convergencia:
Ragone; agotándolo, limitándolo, desprestigiándolo, haciéndolo víctima de la insidia y
socavando su autoridad ante el gobierno nacional.

Pero si esa función era deletérea, no iban a poder doblegar a Ragone, dispuesto a no
transigir con sus preceptos básicos, inflexible ante las presiones para que reverenciara
al gobierno nacional, dispuesto a no transar con la directiva de ponerla policía
provincial a órdenes de un jefe militar en actividad, sabedor de lo que junto con ello
vendría para los salteños, en orden a la violación de los Derechos Humanos.

No obstante esa dureza en atrincherarse en sus principios liminares, Ragone sabía ser
dúctil cuando el caso así lo acreditaba y la gobernabilidad lo exigía. Basten dos
ejemplos: establecer un acuerdo con su cercano adversario, el doctor Ricardo Durand,
jefe del Movimiento Popular Salteño, a los fines de lograr el apoyo de los ocho
legisladores que este partido tenía en la Cámara de Diputados, alcanzado así una
mayoría parlamentaria (que le estaban negando sus propios compañeros del sector
"verticalista"). Y la otra oportunidad, en que sin hacerle mella las invectivas del
gremialismo, sella una paz con la CGT oficial, hasta ese momento adversa a su
gobierno.

Pero sus enemigos no le darían tregua. Mientras Ragone quería ocuparse en


gobernar, en administrar una provincia con tanta pobreza, debía a diario atender los
disparos dirigidos a voltearlo.

Y así se llegó a la intervención federal y luego ni su sobrio retiro fue capaz de detener
el odio y el rencor, culminando con una oscura conspiración que canallescamente lo
hizo desaparecer un 11 de marzo de 1976.
4

Miguel Ragone recibe al candidato presidencial,


Héctor-"El Tío "Campora. Ambos, cerraron la
campaña del FREJULI, en el acto más
multitudinario que conoció la historia política de
Salta.

Un típico acto de campaña. Miguel Ragone


hablando a militantes y dirigentes en un acto
efectuado en Orán.
5

TESTIMONIO

HUMBERTO CESAR OLIVER Diputado Provincial 1973 / 1974

Cerca de los setenta años, Humberto César Oliver vuelve la mitad de su


vida atrás para recordar una última gestión multipartidaria, ante el
Secretario General de la Presidencia durante la presidencia de Isabel
Martínez, para que no se interviniese al gobierno local. Oliver perteneció
por aquel entonces al bloque de diputados de la Unión Popular y tuvo la
oportunidad de echar una mirada distante de los sucesos aledaños a la
deposición y posterior secuestro del ex gobernador Ragone. Ahora cuenta cómo
sucedían las cosas en la política de la época.

Ubiquémonos en 1973; usted era flamante diputado provincial ¿Cómo se veía el


panorama?

Ragone era un hombre muy querido. Nosotros que vivimos esos años desde el plano
legislativo, notábamos algo distinto. La Unión Provincial llega a participar en el cuerpo
legislativo gracias a una ley electoral de esa época, la cual estaba dividida por
secciones electorales y Salta quedaba repartida en cuatro de éstas. La nuestra, la de
los Valles Calchaquíes era la primera, comprendía desde Cafayate a San Antonio de
los Cobres. Entonces, en esta sección se elegían 6 senadores y 6 diputados
provinciales; nosotros sacamos un senador (Luis Herrero) y un diputado, que era yo.
No ganamos, pero fue un resultado importante, teniendo en cuenta el rival que
teníamos enfrente. De forma tal que el Poder legislativo quedaba compuesto por el
peronismo -que tenía amplia mayoría, el Movimiento Popular Salteño, la Unión Cívica
Radical y la Unión Provincial.

El peronismo tenía mucho caudal entonces ¿De dónde provenía?

- Creo que, al menos en los Valles, no se tenía un concepto cabal sobre la lucha por la
gobernación, sino que se decidía en base a lo local. Más allá de los partidos están las
personas, a quienes la gente conoce y hacen que la gente decida votar a tal o cual
candidato, sin importar el partido. En el interior, en el hombre de campo, no influye la
ideología en sí, sino quién es el que se postula. Pero no era "el" peronismo en el plano
legislativo, tan es así que a poco de andar, de tener los dos tercios luego de la
elección, se dividió en dos sectores. Era la lucha interna del peronismo que llegaba a
la Cámara, y de tener un solo bloque de 42 diputados se dividen en dos bloques: uno
respondía al gobernador y otro al vice Olivio Ríos. ¿Cómo nace esa fractura?

- Parecía venir del año 73. Asumimos en marzo y ya en junio se notaba la diferencia.
Yo debo haber tenido unos 35 años, por ese entonces. Uno llegaba a la Legislatura
con todo el empuje de querer hacer, querer devolver en hechos y obras, ante lo cual
debo reconocer que ahí se trabajaba en un ámbito de respeto entre oficialismo y
oposición. El presidente de la Cámara de Diputados era una gran persona a la cual me
unía una cordial amistad, a pesar de las diferencias naturales, y era don Abraham
Rallé. Un excelente titular del cuerpo. Por ejemplo, a veces el presidente de la Cámara
salía a un acto oficial fuera de la provincia e invitaba a legisladores peronistas y de la
oposición para acompañarlo. Salta vivía una especie de conmoción que nosotros en la
Legislatura no vislumbrábamos con claridad. Ahí empezaba a ser importante la
oposición, al tener dos bloques oficialistas divididos, por lo cual necesitaban de
nosotros para aprobar uno u otro proyecto. Yo era el único legislador de mi partido, no
podía contra cincuenta y nueve, así que decidimos hacer una suerte de liga de
diputados de Valles Calchaquíes. Una vez viajamos a Bariloche, a un encuentro de
legisladores de todo el país, al año y medio de asumir, y ahí nos sorprenden con la
versión que se podía intervenir Salta. Estaba el Ministro del Interior (Rocamora), le
6

pedimos explicaciones y el nos dijo que había una convulsión en la provincia, que
Salta estaba copada por gente extraña.

¿Qué pudo haber de subversivo en las decisiones de Ragone?

- No sabría decirte. Pero se hablaba del asesinato de un dirigente tabacalero de


apellido Alzaga y otras cosas que no podían contenerse. Buenos Aires resuelve
intervenir para sofocar esto, pero no lo hizo. En el plano legislativo, se perdió la
continuidad de jóvenes como Luis Alfonso Borelli, Carlos Chávez Díaz, Ernesto
Hermosilla y otros que trabajaban muy bien.

¿Llegó a conocer al gobernador?

- Sí, me pareció un hombre bueno, honesto. A lo mejor, sobrepasado por los


acontecimientos.

¿Cuándo se anoticia del secuestro, pensó que no se lo iba a ver más?

- Yo ya estaba de vuelta en Cachi porque la provincia estaba intervenida. Se lamentó


mucho este hecho, pero no teníamos mucha información porque hasta allá no llegaban
los medios de comunicación en aquel tiempo.

Das könnte Ihnen auch gefallen