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Eduardo Restrepo1
Introducción
Para finales de los años setenta, Hall estaba cerrando un importante ciclo de su labor
intelectual. En 1979 dejaba la dirección del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos
en Birmigham y estaba aceptando su cargo como docente en la Open University, cargo que
ocupó hasta su jubilación hacia finales de los años noventa. La discusión de la metáfora
base/superestructura recoge algunos de los argumentos que Hall había abordado en otros de
sus escritos, muchos de ellos resultado de sus actividades de docencia e investigación en el
Centro. “Raza, articulación y sociedades estructuradas en dominación”, escrito para la
Unesco en 1980, es una elaboración en un tono teórico de una preocupación que había
emergido en Hall desde muchos años antes y sobre la que había publicado algunos textos
más concretos sobre Jamaica (Hall 1978) y Gran Bretaña (Hall [1978] 2017, Hall et al. 1978).
Trasversal a estos dos textos se encuentra el forcejeo con la teoría marxista más reduccionista
que asumía una conceptualización determinista y simplista de la totalidad social. A partir de
una lectura detallada de Marx, que incluye una conversación con Althusser y Gramsci, Hall
cuestiona el reduccionismo economicista que suponía una noción de totalidad social
simplista, de necesarias correspondencias, haciendo de las superestructuras derivaciones de
la base económica de la sociedad.
Comentando hacia finales de los noventa sobre su artículo de la Unesco, en el texto también
publicado en este libro, Hall afirmaba que debía leérselo como un escrito transicional, como
uno que se mantenía “suspendido entre dos paradigmas conceptuales”. Ciertamente se
pueden trazar estas transformaciones paradigmáticas en Hall. Hacia mediados de los años
ochenta, nociones como representación y discurso, autores como Foucault y Derrida,
elaboraciones sobre la identidad y las nuevas etnicidades evidencian algunos cambios en
Hall. No obstante, estas transformaciones no deben leerse como una ruptura absoluta, no
significan un abandono de sus preocupaciones, ni de su estilo de trabajo intelectual. Las
preguntas sobre la relación entre contingencia y determinación, por entender las complejas y
contradictorias relaciones entre los distintos componentes de la formación social, no
desaparecen sino que se potencian ante estas transformaciones.
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Profesor titular. Departamento de Estudios Culturales. Pontificia Universidad Javeriana.
Aunque puede aparecer distante para los lectores de hoy la filigrana de la discusión de Hall
sobre la metáfora de base/superestructura, en estos textos se evidencia un estilo de trabajo
intelectual que caracterizó a Hall, sino también los trazos de su conceptualización sobre la
articulación. Este concepto de articulación se asocia a una perspectiva analítica definida por
Grossberg como contextualismo radical, que sería constitutiva de los estudios culturales (por
lo menos en el vertiente inspirada por Hall).
Antireduccionismo
[…] una aproximación teórica específica que tiende a ver en las bases
económicas de una sociedad la única estructura determinante. Esta aproximación
tiende a ver todas las otras dimensiones de la formación social como un simple
reflejo de “lo económico” a otro nivel de articulación, y como algo que no tiene
un poder estructurante o determinante en propiedad. Esta aproximación, para
ponerlo de manera sencilla, reduce todo en una formación social a un nivel
económico y conceptualiza todos los otros tipos de relaciones sociales como
“correspondientes”, de manera inmediata y directa, a lo económico (Hall [1986]
2010: 263).
Para Hall era claro que esta perspectiva operaba como un reduccionismo
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El cuestionamiento al economicismo como una forma de reduccionismo, nunca significó en
Hall el rechazo a la relevancia analítica del principio materialista elaborado por Marx ni “[…]
descuidar el poderoso papel de las bases económicas de un orden social o las relaciones
económicas dominantes en la formación y estructuración del armazón completo de la vida
social” (Hall [1986] 2010: 263).
Políticas de la teoría
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para todo, cualquiera fuera la pregunta. No es un argumento exclusivamente teórico, sino uno
de orden político lo que anima a Hall a cuestionar el reduccionismo.
Para Hall el cuestionamiento del reduccionismo y del determinismo, no era una discusión
simplemente teórica, sino que tenía implicaciones políticas relevantes: “El debate no es, sin
embargo, exclusivamente teórico. Diferencias entre el análisis y la aproximación teóricos
tienen efectos verdaderos para las estrategias de transformación política en tales sociedades”
(Hall 1980: 307). Siguiendo en esto a Marx y a Gramsci, Hall estaba convencido de que la
teoría importaba si de lo que se trataba era transformar el mundo. No bastaba con desear la
transformación del mundo, lo decisivo era la praxis colectiva no la simple voluntad
individual. En las posibilidades de éxito o fracaso de la praxis colectiva tenía un importante
lugar entender lo más adecuada y densamente posible lo que estaba en juego, los particulares
campos de fuerza y líneas de determinación que establecían los alcances y límites de las
disputas, “las estrategias de transformación política en tales sociedades”.
Por tanto, comprender el mundo que se busca transformar, era la responsabilidad política del
intelectual. Esto no significaba que Hall se inscribiera en concepciones iluministas o
vanguardistas del intelectual. Sus disputas desde finales de los años cincuenta con los
partidos comunistas y con el estalinismo, ubicaron a Hall como una de las figuras más
destacadas de la Nueva Izquierda en Gran Bretaña. Entre otras cosas, esto significó que Hall
cuestionara la arrogancia intelectual encarnada por el iluminismo. Aunque el intelectual tenía
la responsabilidad política de comprender el mundo que se buscaba transformar, esto no
significaba que era el único que producía este conocimiento ni que lo tenía que hacer
ensimismado y aislado en sus torres de cristal. Las comprensiones buscadas no eran
absolutas, sino que eran situadas y parciales puesto que estaban orientadas a entender la
coyuntura, que operaban en el nivel de lo concreto y de la especificidad histórica. Tampoco
consideraba estas comprensiones
Hall nunca concibió a las gentes como masas enceguecidas y paralizadas por la falsa
conciencia ni a los intelectuales como los destinados a remover este velo con sus reveladoras
verdades. Al contrario, parte importante de sus aportes (y no solo los de aquellos años donde
predominaba la problemática marxista), consistió en entender lo desacertado que era pensar
en clave de falsa conciencia. Más complejo aún: nunca buscó hablar por otros, ni siquiera
cuando fue tantas veces invitado a hacerlo como intelectual negro, como sujeto colonial o
como figura fundadora de los estudios culturales.
No era pues la teoría por la teoría, el conocimiento por el conocimiento en sí mismo lo que
orientaba los esfuerzos intelectuales de Hall. Hall se oponía así a la fetichización de la teoría,
es decir, a la práctica de juguetear vaporosamente con categorías en un plano de generalidad
que poco o nada dice sobre situaciones históricas concretas: “[…] No ofreció teorías
abstractas que podrían haber viajado a cualquier lugar, sino que pensó que las teorías eran
absolutamente vitales, tenían que estar sujetas a lo que una vez llamó ‘la disciplina de la
coyuntura’” (Grossberg 2014: 14). Antes que producir teoría en abstracto, lo que le interesaba
a Hall es teorizar desde lo concreto: “Todos necesitamos traducir constantemente ideas y
conceptos en situaciones específicas: esta continua necesidad de traducción es, de nuevo, lo
que he denominado ‘teorizar’” (Hall 2011: 30). Teorizar sería un proceso, uno que implica
transformaciones y desplazamientos:
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No ambiciono tener un pensamiento filosófico de esta índole. Me interesa más
comprender cómo ajustar ciertos términos y conceptos para poder encarar
situaciones particulares, coyunturas específicas. Concibo la teoría como proceso:
mi “go on theorizing” implica redefinir constantemente nuestros conceptos,
dejar de pensar de cierto modo y empezar a pensar de otro, mis adecuado a
nuestro propio contexto (Hall 2011: 30).
De ahí que el propósito del trabajo intelectual en Hall no es producir teoría en sí misma, y
menos una teoría que adquiere sentido de forma autoreferencial sin mayores conexiones con
ciertas problemáticas del mundo que lo hacen a uno vibrar y sobre las cuales se hace
imperativo comprender. De ahí que, a pesar de sus a menudo elaboraciones teóricas, Hall no
se quiera imaginar como un teórico, y menos como uno desapasionado.
Las nociones de hegemonía, sentido común e ideología, elaboradas por Hall a partir de
Gramsci, explican el entronque entre las relaciones de poder y las ideas sin caer en una
posición ingenua que argumentaría que la efectividad de las ideas se deriva de su
correspondencia absoluta y transparente con el mundo, como si no estuviese atravesada por
las políticas de la verdad y los dispositivos que las hacen subjetividades, cuerpos, prácticas.
Hall plantea que la teoría debe ser considerada como un desvío necesario, aunque
indispensable. La teoría no es el propósito mismo de la labor intelectual, sino la intervención,
la política: “La teoría es siempre un rodeo en el camino hacia algo más substancial” (Hall
[1991] 2010: 315). Esto no significa que Hall haga un llamado al abandono de la teoría. En
sus palabras:
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Cuando Hall se refiere a lo indispensable de la teoría, no tiene en mente sin embargo una
conceptualización plutónica o angelical de la teoría. Lejos se encuentra Hall de abogar por
una idea de teoría como una disquisición abstraída de los anclajes y relevancias del mundo
para, una vez formada por grandes (o pequeñas) genialidades, imponerla con violencia
epistémica sobre los registros empíricos. Antes que teoría como delirio, es la teorización
como herramienta de comprensión situada: “[…] una de las cosas que rechazó con más
fuerza, y reiteradamente, fue el fetichismo de la teoría, el supuesto de que la teoría puede
darle a uno de antemano las respuestas que necesita” (Grossberg 2014: 18).
Para Hall sí existen formas más adecuadas de comprender teóricamente la realidad, existen
ejercicios intelectuales más acertados, si lo que se pretende es intervenir y transformarla. De
otro modo, su labor de intelectual, la de forcejear con los conceptos y de realizar
investigaciones concretas, no tendría ningún sentido. Para Hall la teoría importa en tanto
permite comprender el mundo y, por tanto, perfilar una más adecuada intervención para
transformarlo. No es, entonces, un relativista es, como espero mostrar más adelante con su
noción de articulación un contextualista radical, un coyunturalista.
Contingencia
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Al respeto de cómo entendía la contingencia, en una publicación donde hacía un balance de
su obra, Hall escribía:
Mi tarea ha sido intentar pensar qué significa la determinación […] pero sin caer
en la determinación absoluta. No creo que la historia ya esté determinada, pero
creo que todas las fuerzas que están en juego en una coyuntura histórica
particular o en una situación que uno está intentando analizar, o en una fase de
historia o desarrollo que uno está intentando desenredar, son determinados. No
surgen de cualquier parte. Tienen sus propias condiciones específicas de
existencia. El problema conceptual es, entonces, si hay una manera de pensar la
determinariedad [determinateness] que no sea como un cerrado determinismo
[determinancy]. Y la contingencia es el signo de este esfuerzo de pensar la
determinación sin una forma cerrada de determinismo (2007: 280).
Al igual que cuestiona el determinismo, Hall crítica las teorías sociales que no se preguntan
por la determinación. Así, por ejemplo, tanto en “Raza, articulación…” como en
“Repensando la metáfora…” Hall problematiza lo que llama las teorías sociológicas porque
carecen de una conceptualización de la determinación. Desde estas teorías, la totalidad social
suponía un entramado de relaciones funcionales donde los distintos ámbitos o componentes
se relacionaban entre sí sin establecer ninguna primacía ni dominancia. Esto supone una
“[…] noción sociológica esencialmente relativista de una formación social como compuesta
por una interacción multivariante de cada uno de sus ámbitos en todos los otros, sin primacía
de determinación dada o especificada en ningún punto” (1977: 44).
Así, entonces, Hall se ubica en una doble disputa. Su rechazo al determinismo no deriva en
un abandono de la relevancia analítica de la determinación. Para Hall, la importancia de la
pregunta por la determinación radica en entender la contingencia sin negar las
determinaciones estructurales, sin desconocer patrones y tendencias que establecen
condiciones de posibilidad mas no cerramientos absolutos: “¿Qué es lo que he estado
queriendo decir acerca de la contingencia? No quiero decir, por supuesto, que no hay en el
mundo ningún patrón, ninguna estructura, que no hay forma determinada, ninguna
determinación” (2007: 279).
Así, sin desconocer la determinación, para Hall la contingencia habilita el lugar de política,
la posibilidad misma de que mediante la acción humana las formaciones sociales se
transformen en ciertas direcciones: “[…] si uno no está de acuerdo con que hay un grado de
apertura o contingencia en cada coyuntura histórica, no es posible que uno crea en la política,
porque no cree que haya algo que hacer. ¿Si todo está dado, cuál es el punto de hacer ejercicio
o de tratar de cambiar el mundo en una dirección particular?” (Hall 2007: 279).
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La contingencia opera para Hall no como una contingencia absoluta, como libremente
flotante. No es pura contingencia. En ese mismo escrito, Hall es muy claro con respecto a los
alcances de su noción de continencia: “La historia no es infinitamente abierta, sin estructura
o patrón, las fuerzas sociales detrás de cualquier coyuntura particular no son aleatorias. Se
forman a partir de la historia. Son bastante particulares y específicas, y uno debe entender lo
que son, cómo funcionan, sus límites y posibilidades, lo que pueden y no pueden lograr”
(2007: 280).
Si todo estuviese determinado y clausurado por estructuras y leyes que se escapan a los seres
humanos, si todo fuese determinación sin contingencia, entonces no habría política ni historia
como resultado también de la acción humana: “La pregunta por la contingencia de la historia
del presente es extremamente importante porque es lo que quiero decir sobre el presente: que
es el producto de ‘muchas determinaciones’ pero que sigue siendo un horizonte abierto,
fundamentalmente irresoluto, y en ese sentido abierto al ‘juego de la contingencia’” (Hall
2007: 279).
La contingencia tiene su lugar en una totalidad social que es una estructura en dominancia,
esto es, donde se pueden históricamente definir un juego de determinaciones. Hall se refiere
a la contingencia, pero no de manera que todo es reducido pura contingencia. En contraste
con las nociones de totalidad simple o expresiva, Hall entiende la totalidad social a partir la
conceptualización de la unidad en diferencia y de estructura en dominancia. Refiriéndose a
dos de los tres principios de método en Marx, Hall expone esta idea de unidad en diferencia
y de estructura en dominancia en los siguientes términos:
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Articulación
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althusseriano para superar las limitaciones del economicismo y reduccionismo del
“marxismo vulgar”, posibilitando el concepto de articulación. Para Hall este concepto opera
en el marco de la premisa estructural del método de Marx: “Es, sobre todo, el uso de la
premisa estructural en el último trabajo maduro de Marx, en la manera en que ha sido
apropiado y desarrollado por Althusser y los estructuralistas, que produce, como uno de sus
resultados teóricos, el concepto extensivo-intensivo de articulación” (Hall 1980: 328).
Además de esta vertiente, el concepto de articulación tiene otro referente: las discusiones
sobre la caracterización de las formaciones sociales capitalistas por fuera de Europa. A partir
del debate sobre la adecuación o no de la caracterización como formación social capitalista
en Suráfrica o en Latinoamérica, Hall evidencia la relevancia del concepto de articulación
para pensar la coexistencia y subordinación de los diferentes modos de producción a la lógica
de acumulación capitalista. En América Latina esta discusión atravesó la teoría de la
dependencia, que por cierto influenció sustancialmente la teoría del sistema mundo de
Walleistein y la propuesta de heterogeneidad histórico estructural de Quijano.
Articulación deviene en un concepto central para Hall. Incluso en su último libro, publicado
póstumamente, Hall recurre al concepto, indicando que “[…] la idea misma de articulación
implica forjar conexiones históricamente específicas entre fenómenos que son
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significativamente diferentes” (Hall 2017: 241). Vale la pena detenernos unos párrafos, así
nos tengamos que escapar de los textos comentados, para abordar esta seminal categoría.
De manera general, por articulación Hall entiende el no necesario vínculo entre dos
elementos de una formación social determinada: “Una articulación es entonces la forma de
conexión que puede crear una unidad de dos elementos diferentes, bajo determinadas
condiciones. Es un enlace que no necesariamente es determinado, absoluto y esencial por
todo el tiempo” ([1986b] 2010: 85). En este sentido, una articulación es una clase de vínculo
contingente en la constitución de una unidad. Sin embargo, de esto no se puede concluir que
cualquier vínculo es igualmente posible en un momento y contexto dado. De ahí que Hall
argumente que: “Uno tiene que preguntar ¿bajo qué circunstancias puede forjarse o crearse
una conexión? La así llamada ‘unidad’ […] es realmente la articulación de elementos
distintos, diferentes que pueden ser rearticulados de diferentes maneras porque no tienen una
necesaria ‘pertenencia’.” ([1986b] 2010: 85).
Aunque un particular enlace requiere de ciertas condiciones bajo las cuales se hace posible,
de ello no se puede concluir que la presencia de estas condiciones es garantía suficiente para
la producción de dicha articulación. A pesar de que una articulación es contingente, esto no
significa que cualquier articulación es igualmente posible ni que las articulaciones flotan
libremente en orden de anclarse casualmente en cualquier tiempo y lugar. Por tanto, una
articulación es histórica, depende no solamente de los contextos en los cuales emerge, sino
también que dicha articulación pasa a configurar este contexto una vez es producida. En
palabras de Grossberg: una articulación es “[…] la producción de una relación de una no-
relación o, más a menudo, la producción de una relación de una diferente […] asume que no
hay relaciones necesarias, pero que las relaciones son reales y tienen efectos reales”
(Grossberg 1997: 259).
Ahora bien, una vez producida una articulación requiere ser renovada permanentemente
porque puede ser disuelta y otra puede ser creada en su lugar. Así, lo que se encuentra es un
proceso permanente de articulación/desarticulación, una suerte de lucha continua en la cual
no existe de antemano ninguna garantía de continuidad en una articulación que ha sido
producida:
Además, las prácticas que entran en articulación diluyen sus especificidades y condiciones
de existencia: “[…] una articulación entre diferentes prácticas no significa que se vuelvan
2
Estos pasajes han sido recientemente publicados en una versión resultante de las conferencias que
Hall dictó en la Universidad de Ilinois en 1983 (Hall [1983] 2017: 165-ss).
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idénticas o que una se disuelva en la otra. Cada una retiene sus determinaciones distintivas y
las condiciones de su existencia” (Hall [1985] 2010: 195).
En contraste, del otro lado, pueden ser identificadas otras tendencias esencialistas que
argumentan que hay una necesaria no correspondencia entre dichas relaciones, prácticas y
representaciones. Como critica de las primeras posiciones, estas tendencias arguyen que dada
una locación social como la clase existe una necesaria no correspondencia que determine una
identidad de clase, sujeto político o ideología. En este sentido, estas posiciones se constituyen
como un esencialismo en negativo, un (esencialista) anti-esencialismo:
No acepto esta inversión simple. Yo pienso que lo que hemos descubierto es que
no necesariamente hay correspondencia, lo cual es diferente; y esta formulación
representa una tercera posición. Eso significa que no hay ninguna ley que
garantice que la ideología de una clase sea dada inequívocamente dentro de la
posición que la clase ocupa en las relaciones económicas de la producción
capitalista o se corresponda con ella. La afirmación de que “no hay garantía” —
que rompe con la teleología— también implica que no necesariamente no hay
correspondencia. Esto es, no hay garantía de que, bajo todas las circunstancias,
ideología y clase nunca puedan articularse juntas de ninguna manera o producir
una fuerza social capaz, por un tiempo, de una “unidad en la acción”
autoconsciente en una lucha de clases. Una posición teórica fundada sobre la
naturaleza abierta de la práctica y el conflicto debe tener como uno de sus
posibles resultados una articulación en términos de efectos que no
necesariamente se corresponda con sus orígenes” ([1985] 2010: 197).
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Por tanto, el concepto de articulación constituye una crítica de las teorías sociales
reduccionistas tanto de los esencialismos como de los anti-esencialismos (‘post-modernos’)
al igual que de los diversos tipos de determinismos como el economicismo, el textualismo o
el discursivismo. Esta crítica, no obstante, no es una que abandona la noción de
determinación social, pero sin ser determinista. Una determinación no determinista, es decir,
sin garantías.
Conclusiones
Dos de los tres textos que aparecen ahora en castellano fueron publicados por vez primera
hace décadas, en un mundo y en unas conversaciones teóricas bien distintas a las de nuestro
presente. El mundo de finales de los años setenta y principios de los ochenta era uno en el
que se desplegaban diferentes disputas de lo político desde las grandes utopías que
alimentaban movimientos revolucionarios y anticolonialistas en el marco de la guerra fría.
Era el mundo en el que se estaba articulando la emergencia del imaginario neoliberal que ha
colonizado hoy partes sustanciales de nuestras existencias y subjetividades.
Además de su valor de documentos históricos, estos textos3 conservan una doble relevancia
y actualidad para sus ahora lectores en castellano desde América Latina. De un lado, los
textos nos permiten examinar, desde dos discusiones situadas (sobre la metáfora de la
base/superestructura y sobre raza y racismo), aspectos nodales de un pensamiento sin
garantías encarnado por Stuart Hall. Como argumenté en este artículo, en estos textos
encontramos aspectos sustanciales de la conceptualización de Hall que conservan gran
relevancia teórica y metodológica para abordar problemáticas actuales.
3
El tercer texto de Hall, que es una reflexión sobre uno de ellos, es de finales de los noventa. Por lo
tanto, mis consideraciones introductorias hacen referencia a los dos textos de finales de los años
setenta comienzo de los ochenta.
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de cerramiento reduccionista y determinista también se encuentran formulados desde ciertas
lecturas del feminismo, del discurso, de la hegemonía o del giro decolonial.
Hall es un autor del que aún tenemos mucho por aprender, independientemente de que a
algunos prestigiosos académicos les aburran los términos de sus debates o que los decreten
como ya transitados y clausurados. Los conceptos, planteamientos y análisis de Stuart Hall
son una inagotable cantera para descender de las angelicales y alambicadas elaboraciones de
los iluminados hacia estudios contextuales de lo mundanal y de lo concreto, donde las cosas
no necesariamente son como quisiéramos o como lo indican plutónicas teorías. Todo este
esfuerzo para conectar orgánicamente la labor intelectual con intervenciones políticas
situadas, no para la acumulación de conocimiento florero que en últimas solo sirve para
impulsar grises carreras académicas.
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