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PARADOJAS DE LA INTEGRACIÓN DE LAS MUJERES

Nelly Lejter y Patricia Márquez

¿Cuáles han sido las pautas históricas de la incorporación de la mujer a los


espacios públicos de la sociedad venezolana? Entendemos como espacios públicos todo
el ámbito que trasciende los círculos privados -el hogar, la cocina, la familia, la crianza
de los hijos- a los cuales las mujeres estuvieron histórica, cultural, social, económica e
incluso políticamente asociadas hasta las primeras décadas del siglo XX, en Venezuela
y en el resto del mundo. Nuestras observaciones sobre este tema nos conducen a
concluir que los rasgos de la incorporación de la mujer están marcados por una
paradoja, por una moneda de dos caras contradictorias: por un lado la mujer
venezolana ha logrado superar enormes obstáculos y ha desarrollado las mismas
pautas de integración al mercado de trabajo ya la educación que muestran mujeres en
otros países. Por otro lado, la integración de la mujer muestra límites muy claros en
aspectos como el grado de representación de las mujeres en el liderazgo del país, la
medida en que han logrado incorporarse a los ámbitos de poder de las organizaciones
públicas y privadas, la capacidad relativa para lograr condiciones iguales a sus pares
hombres en asuntos como salario, y el bajo éxito que han tenido de poner en la
agenda de discusión pública temas de género.
Adicionalmente, la paradoja de lo que llamaremos aquí “integración, pero no
demasiada” de las mujeres a los espacios públicos tiene características particulares,
específicas del contexto en el que el país se desenvuelve. A ellas dedicamos la última
sección de este capítulo, que finaliza no con respuestas depuradas, sino con preguntas,
inquietudes y algunas sugerencias sobre el futuro en lo que se refiere a la integración
de las mujeres a los diversos ámbitos de lo público en el país.

LOS EXITOS RELATIVOS: INTEGRACIÓN LABORAL Y EDUCATIVA DE LAS


MUJERES VENEZOLANAS
El mercado de trabajo en Venezuela, ha cambiado profundamente en los últimos
20 años. En cuanto a las mujeres, los indicadores socioeconómicos hablan por sí solos:
ha habido progresos significativos. Las mujeres han logrado incrementar sus niveles
educativos y su participación en el mercado de trabajo; han logrado superar las
barreras visibles e invisibles e ir ascendiendo en sus carreras profesionales. Ya no es
extraño que la mujer trabaje para contribuir con los ingresos del hogar o para
desarrollar sus intereses profesionales. En el cuadro 1 se ve cómo ha aumentado la
participación de la mujer en la fuerza laboral venezolana desde 1990:

1
CUADRO 1: Tasa de participación de la mujer en el mercado de trabajo.
Venezuela.

Año Tasa de participación (%)


1990 38
1999 48
2003 55
Fuentes: 1990, 1999: Cepal (www.eclalc.org).

2003: Instituto Nacional de Estadística, Venezuela (www.ine.gov.ve)

La comparación entre países nos enseña que este indicador puede variar, aunque
la tendencia general de algunos de los países del “primer mundo” es a mostrar tasas
de participación más altas que las venezolanas. El cuadro 2 muestra estas diferencias.
La cifra de 55 por ciento representa en el caso venezolano un cambio drástico en
la medida en que hasta la década de los 80, la participación de la mujer en la fuerza de
trabajo se había mantenido estable en alrededor de 30 por ciento; el crecimiento de 25
puntos porcentuales ha ocurrido desde finales de los 80 (OAEF-AN 2003).
Proporcional- mente, sin embargo, países como Colombia muestran una tendencia más
igualitaria en cuanto a género y fuerza de trabajo. Notemos cómo, por otra parte, la
tasa de participación de la mujer en el mercado de trabajo en Japón es relativamente
baja; igual ocurre en países como, Bélgica (43 por ciento en 2002) o España (42 por
ciento en 2002).

CUADRO 2: Tasa de participación de la mujer en el mercado de trabajo.

País Año Hombres (%) Mujeres


(%)
Colombia 2000 74 57
Dinamarca 2002 82 74
EEUU 2001 74 60
Japón 2001 76 49
México 2002 82 39
Noruega 2002 77 70
Venezuela 2002 84 55
Fuente: División de Estadística de las Naciones Unidas, http://unstats.un.org/demographic/social/inc-
eco.htm

En cuanto a educación, las mujeres en Venezuela han logrado obtener mejor


acceso que los hombres al sistema educativo primario y secundario. Según los datos
de la Cepal, la tasa de escolaridad de las mujeres en cuanto a educación primaria es
2
de 93 por ciento, mientras que para los hombres es de 90 por ciento. En la educación
secundaria, la tasa le escolaridad de las mujeres es de 43 por ciento, mientras que
para los 10mbres es de 33 por ciento. Hasta el nivel secundario las mujeres
venezolanas muestran ventajas con respecto a los hombres: en la población 10
catalogada como pobre según las encuestas de hogar locales, casi 40 por ciento de las
mujeres han logrado 12 años de escolaridad a los 21 años de edad, contra 30 por
ciento de los hombres de la misma categoría. Más allá de la educación media, las
mujeres se mantienen a la cabeza. En general, una mayor proporción de mujeres que
de hombres tiene acceso a la educación superior en Venezuela.
El nivel educativo que las mujeres han ido alcanzado progresiva- 1ente ha
influido en el tipo de ocupación que logran obtener en el 1ercado de trabajo. Según los
datos de la Cepal, 18 por ciento de las 1ujeres ocupadas estaban en el grupo de “
profesionales”, contra 7 por ciento de los hombres. Además, los hombres ocupan 68
por ciento de los empleos en la categoría de “trabajadores manuales”, contra 32 por
ciento de las mujeres. Las mujeres no sólo han progresado significativamente, sino
que en algunos aspectos, ¡parecen estar en ventaja con aspecto a los hombres!

LOS LÍMITES: INTEGRACIÓN, PERO NO DEMASIADA


Pero la realidad es siempre más compleja que lo que ofrecen las primeras
visiones, por más prometedoras que luzcan.
Primer ejemplo: en todos los países en los que se ha producido creciente
incorporación de la mujer al trabajo remunerado, ese proceso ha venido acompañado
de otro proceso paralelo y ligado al primero: las persistentes diferencias salariales
entre hombres y mujeres, aun cuando tengan el mismo nivel de preparación,
experiencia y capacidad individual para desempeñar sus funciones. Veamos en el
cuadro 3 cómo se distribuyen estas diferencias de acuerdo con el nivel educativo:

CUADRO 3: Ingresos de las mujeres comparados con los ingresos de los hombres, de
acuerdo con años de escolaridad completada: 1999 (%)

Años de escolaridad completada Porcentaje (%) -


0 a 3 años 71
4 a 6 años 65
7 a 9 años 66
10 a 12 años 63
13 años o más 66
Fuente: Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadística, Venezuela; Industrial Cooperation
Program, Canadian International Development Agency (April 2002), www. ACDI-cida.gc.ca

Tal vez lo más significativo de la información expresada en el cuadro 3 consiste


en el hecho de que el aumento del nivel educativo por parte de la mujer no se traduce
en mayor igualdad de género en cuanto a nivel de ingresos. Además, la desigualdad de
género se acentúa en el sector informal de la economía. El crecimiento del sector
informal es de hecho un fenómeno que se ha acentuado en los años más recientes y

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que ha perjudicado doblemente a las mujeres, en la medida en que la brecha de gé
nero en cuanto a ingresos por la actividad económica prácticamente se duplica cuando
pasamos del sector formal al informal.
Segundo ejemplo. A medida que se sube en las escaleras del poder hay cada vez
menos mujeres. Los puestos de liderazgo todavía suelen estar reservados
primariamente para los hombres, aunque algunas mujeres logran colarse en el camino.
Esta afirmación vale tanto para el sector público como para el privado; tanto para la
política como para el liderazgo empresarial. A modo ilustrativo, hemos venido
siguiendo las listas que originalmente fueron de “los cien gerentes más exitosos” y que
a partir de 2002 incluye a “los cien líderes de la sociedad”, lista que la revista Gerente
publica anualmente. El gráfico 1 muestra el perfil de género de estos líderes.

GRÁFICO 1: Proporción de hombres y mujeres en las listas de 100 gerentes más


exitosos Y 100 Líderes de la sociedad

La primera vez que escribimos sobre estos temas cuestionamos el hecho de que
la proporción de mujeres fuese tan escasa-, Cuando la lista comenzó a incluir a los “lí
deres de la sociedad”, pensamos: ¡Qué bueno! Esta lista por definición debe ser más
inclusiva de las mujeres, porque el concepto de “líder de la sociedad” es más amplio.
Se impuso sin embargo una visión muy parecida a la que imperaba en cuanto a los
100 mejores gerentes, y la proporción de mujeres no aumentó. Está claro que esta
lista no es una muestra representativa; es también cierto que muchas mujeres ocupan
posiciones importantes de liderazgo formal e informal, aunque no necesariamente
obtengan tanto espacio en la prensa como seguramente merecen. Y es que la propia
definición de quién merece o no estar en esa lista pertenece a un mundo que sigue
dominado por la visión masculina de la historia.

4
Algo parecido ocurre con la proporción de mujeres venezolanas que ocupan
cargos en los diversos gobiernos. La representación de mujeres en la Asamblea
Nacional subió de 7 por ciento en 1993 a 12 por ciento en 2003. Es, indudablemente,
un progreso, pero no simboliza una tendencia que continuará subiendo en el tiempo
hasta alcanzar un nivel de igualdad. De acuerdo con la información disponible, en 1996
ya escala ministerial las mujeres ocupaban 12,5 por ciento de las posiciones en
Colombia; 14,3 por ciento en Estados Unidos, 15,8 f por ciento en México, 14,3 por
ciento en Chile y ninguna en Bolivia. , En 2004, el tren ministerial del gobierno
venezolano tiene 3 integrantes mujeres, del total de quince ministros que componen el
gabinete ejecutivo, es decir 15 por ciento. En países como Suecia o Noruega la
proporción de mujeres en los ministerios es considerablemente mayor (Suecia: 38,1
por ciento, Noruega: 28,6 por ciento, 1996). De- pendiendo de con quién nos
comparemos, nuestro 12 por ciento puede ser elevado o bajo; en todo caso, no refleja
necesariamente una tendencia que vaya a traducirse en un aumento significativo.
Lo mismo vale para el análisis de la proporción de mujeres que acceden a los má
s altos puestos en las organizaciones. La regla infalible es: mientras más se sube en la
escalera organizacional habrá menos mujeres. La integración de las mujeres en los
puestos más altos tiene límites. 1ercer ejemplo. Las condiciones económicas adversas
perjudican más a las mujeres que a los hombres. El cuadro 4 así lo demuestra, usando
como ejemplo las tasas de desempleo de hombres y mujeres en países seleccionados
de América Latina y el mundo.
Tal como se ve en el caso de las mujeres en posiciones de poder político, las
cifras venezolanas son mejores que en algunos países r peores que en otros. El hecho
es sin embargo que las mujeres sufren más el desempleo que los hombres. Para el
segundo semestre de 2003, la tasa de desocupación de los hombres fue de 17,5 por
ciento, mientras que la de las mujeres fue de 21,8 por ciento. La realidad del con-
texto de las diferencias de género en Venezuela está marcada, de manera persistente
en el tiempo a pesar de aparentes o reales avances, por la desigualdad.

CUADRO 4: Tasas de desempleo de hombres y mujeres en 2002

País Hombres (%) Mujeres (%)


Argentina 20,2 18,8
Colombia 7,3 8,4
Estados Unidos 5,9 5,6
Ecuador 6,0 14,0
Japón 5,5 5,1
Venezuela 14,1 18,3
Fuente: http://unstats.un.org

¿DISCRIMINACIÓN O AUTOMARGINACIÓN?
Los datos que hemos presentado muestran que la integración de la mujer, una
vez que alcanza un “pico” determinado, se estanca y tiende permanecer de ese modo
en el tiempo, excepción hecha del número mujeres que se siguen integrando a la

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fuerza de trabajo (empujadas por la realidad económica y la necesidad de contribuir o
de ser las únicas proveedoras de sus familias) y del número de mujeres que siguen
obteniendo más educación que los hombres. Lo complejo, sin embargo, es
preguntarnos el porqué de esta situación.
La respuesta más sencilla a la pregunta de por qué esta naturaleza paradójica de
la integración de las mujeres en los espacios públicos, se sume en una palabra:
discriminación. Sin embargo, hablar de la existencia de “discriminación” no debe
equipararse automáticamente con existencia de políticas expresas que busquen
discriminar explícitamente contra las mujeres.
Por otra parte, el contexto en que la discriminación existe y se perpetúa es
complejo y no se presta para cambios que surjan como resultado de movimientos polí
ticos o del feminismo tal como se ha entendido en el pasado. El feminismo que hoy en
día podemos llamar tradicional” sostiene que las mujeres deben influir en la política de
tal modo que logren hacer valer sus derechos y contribuyan así con los, cambios
sociales necesarios. Este modo de pensar ha prevalecido en la mayoría de los países
que se han ocupado de los asuntos de género. Un ejemplo de ello: la Comisión
Europea ha declarado que su meta es que la distribución de género en todas las
ocupaciones sea de 50/50, con especial énfasis en las posiciones más elevadas dentro
de cada categoría ocupacional. Lo mismo ocurre en Venezuela, donde el Instituto
Nacional de la Mujer (Inamujer) ha iniciado una campaña llamada “50 y 50”, para
lograr 50 por ciento de representación de mujeres en todos los niveles
gubernamentales.
El problema de este tipo de planteamientos es que plantea metas imposibles,
pues se establecen metas cuyo logro no podría ocurrir exclusivamente por la existencia
de políticas o leyes, sino que depende de las propias mujeres, quienes se
desenvuelven en condiciones que no favorecen el logro de total equidad. Esta es otra
de las paradojas centrales: las mujeres, con frecuencia, toman decisiones a lo largo de
sus vid.15 que afectan sus carreras profesionales hasta el punto de que se vuelven
agentes activos de lo que podemos llamar “integración limitada.” La mejor manera de
demostrar este punto es por la vía de ejemplos.
El artículo “Where are the women?” (Fast Company, www. fastcompany.com,
febrero 2004) se plantea la pregunta de por que considerando los avances de las
mujeres, aún encontramos que la mayoría de los puestos más altos siguen ocupados
por hombres. La res. puesta que obtienen es un reto para las visiones simplistas de la
discriminación por género: numerosas mujeres, en algún momento de su tránsito por
la escalera corporativa o de poder, se “salen del juego” se retiran, o cambian su vida
profesional radicalmente para tener más tiempo para otras prioridades. Es un fenó
meno que ocurre principalmente con mujeres, y no con hombres. ¿Cuáles son las otras
prioridades? El deseo de construir una familia y de dedicar tiempo a los hijos.
En Venezuela este fenómeno se reproduce de manera idéntica. Cuando le
preguntamos a una mujer en un alto puesto ejecutivo en la industria petrolera por qué
no seguía su ascenso corporativo, ella nos respondió: “Es que eso no es vida”. Otras
mujeres no llegaban a tomar decisiones en cuanto a “salirse de la carrera”, pero
hablaban del sentimiento de culpa que llevaban consigo por no lograr dar cuenta de
sus diversos roles de la manera más satisfactoria. También encontramos la “
supermujer”, quien armada de celulares, mujer de servicio con carro y cuenta en el
banco, y la mejor disposición a dar a luz en la oficina si era necesario (no
exageramos), piensa que sí lo puede todo. Pero las “supermujeres” son las menos.
Esto se debe a que, aunque haya mujeres con capacidad indiscutible para dirigir
organizaciones, ellas enfrentan retos específicos a su condición de mujeres en cuanto a

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sus roles como hija, madre, esposa y gerente del hogar. Algunos investigadores han
llamado a esta realidad el “doble turno”: las mujeres trabajan doble, en tanto que
asumen roles profesionales y familiares mientras que los hombres tienden a estar más
centrados en el trabajo ya lo como prioridad. Otros van más allá y hablan de la triple
carga: el trabajo remunerado, la mayor parte del trabajo de cuidado de los hijos, y el
ocuparse de todos los asuntos del hogar, y es que, aunque un ejército de personal de
servicio en quien la mujer delegue, ella sigue siendo el responsable principal.

LA SOCIEDAD MATRIARCAL PERO PATERNALISTA


Se habla de Venezuela como una sociedad matricéntrica, en la medida que la
madre y la abuela son las figuras centrales, alrededor de las cuales se teje una red de
relaciones que definen la personalidad de los hijos. El matricentrismo venezolano
tendría lugar en un contexto en el que la debilidad de las instituciones sociales se vería
reemplazada por la fortaleza de la familia para el desarrollo del capital social de los
individuos. Ello supone que la mujer, aun cuando no hubiera entrado en los espacios
públicos a los que nos hemos referido en este capítulo, ejerce un de considerable
poder en el ámbito familiar. Algunas personas van lejos en estas consideraciones y
aducen que en realidad la sociedad es machista sino matriarcal; pero éste es un salto
excesivo, tal vez hiperoptimista, en la interpretación de conceptos que sólo sugieren
una dimensión limitada del poder potencial o real de la mujer.
Lo cierto es que la sociedad venezolana ha desarrollado un discurso paternalista
hacia la mujer, asociándola siempre a su rol familiar ya importancia en cuanto a la
educación de los hijos y como eje afectivo del hogar. En la medida en que las mujeres
han ido progresiva y al mismo tiempo limitadamente invadiendo terrenos histó
ricamente asociados a los hombres (el rol profesional, las posiciones de poder), el
curso se complica, sin ceder mucho terreno a una posición más igualitaria hacia la
mujer. Por el contrario, las mujeres que intentan perseguir la diversidad de roles se
encuentran con estereotipos siempre dos a lo femenino: es una “cuaima”, es “
masculina” en su actuar, es “más macha que los hombres”, o es admirada porque, a
pesar de ocupar posiciones de liderazgo, “mantiene su condición femenina”, es decir
que no arguye demasiado a favor de su posición ni desarrolla actitudes que serían
celebradas en un hombre pero que viniendo de ella generan suspicacia.
Todo esto ocurre en el marco de cambios profundos que han ocurrido en el país.
El cambio más visible y disruptivo ha ocurrido por supuesto en lo político, representado
por el ascenso de Hugo Chávez a la Presidencia y con ello el comienzo de una etapa de
alta conflictividad. En los últimos años en Venezuela ha tenido lugar un
resquebrajamiento de las instituciones y una polarización política y social. En este
contexto quieren surgir visiones alternativas sobre la democracia, la participación y la
atención a los problemas de profunda desigualdad que afectan a la sociedad
venezolana.

DE LA BUENA AMA DE CASA A LA BUENA REVOLUCIONARIA


Una manera de despejar las dudas sobre la integración de las mujeres a lo pú
blico consiste en observar lo que ha sido su participación en lo político en los años de
conflicto. Los medios de comunicación han puesto énfasis reiterado en que la mujer ha
desempeñado en este contexto un rol significativo e inédito. Algunos investigadores se
preguntan en este sentido si estamos en presencia de nuevos parámetros de creciente

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participación ciudadana, donde incluiríamos a la mujer, o si es un fenómeno pasajero y
coyuntural.
Dentro del rol hiperdimensionado que han jugado los medios de comunicación en
este conflicto, algunos eventos protagonizados por mujeres han sobresalido una y otra
vez. Son eventos marcados por las consecuencias extremas del conflicto: mujeres de
la oposición enfrentando a guardias nacionales; mujeres del sector más radical del
chavismo, como Lina Ron, gritando consignas y epítetos obscenos a los cuatro vientos
en defensa de la “revolución”. Mujeres con la cara pintada, vestidas de negro o de
blanco, marchando por las calles gritando “ni un paso atrás”, o mujeres con las caras
también pintadas gritando “con Chávez así me muera de hambre”. En ambos casos ha
habido mujeres valientes, que han salido a la calle a defender lo que creen justo. Son
dos extremos, y se tocan. Se tocan porque no representan necesariamente nuevos
parámetros de participación de la mujer; representan en todo caso cómo las mujeres,
como grupo social y en tanto que categoría discursiva, han sido víctimas de la
polarización tanto como el resto de los sectores sociales y políticos venezolanos.
Ninguno de los extremos representa, además, una opción novedosa, una manera
innovadora de pensar, trabajar, o proponer alternativas para los escenarios de
integración de las mujeres, o para posibles escenarios de disminución de la
desigualdad de género.

¿CUALES SON LAS NUEVAS PROPUESTAS PARA LA INTEGRACIÓN Y EL


LIDERAZGO DE LAS MUJERES?
Si nos abstraemos de los extremos y observamos qué ocurre en el ámbito más
reflexivo (o al menos, eso esperarnos) de las propuestas para el desarrollo del país, los
resultados son contra intuitivos. En el período reciente, el chavismo ha presentado
propuestas en relación con los temas de género. Ejemplo de ello está en la Constitució
n venezolana aprobada en 1999.
Otro ejemplo es que Inamujer está desarrollando una consulta pública sobre el
Proyecto de Ley Orgánica de los Derechos de las Mujeres para la Equidad e Igualdad
de Género, en el que se pretende ir lejos en cuanto a propuestas de igualdad de gé
nero:
Artículo 39. Igualdad de condiciones. Todas las trabajadoras
gozarán del derecho al empleo en igualdad de condiciones y no
podrán ser objeto de diferencias en cuanto a las oportunidades de
empleo por razones políticas, edad, sexo, estado civil, ubicación
geográfica o cualquier otra circunstancia, remuneración igual
trabajo e igual salario (sic)1, seguridad e higiene y demás
condiciones de trabajo. (...)
En el ambiente político que prevalece en la Asamblea Nacional, luce poco
probable que se diera a la discusión de esta ley la altura que merece. El hecho es que
el proyecto de ley existe, y que pone sobre el tapete del debate público temas en
relación con la desigualdad de género que hasta ahora han permanecido obliterados
por otros asuntos de interés nacional.
¿Cuáles son los planteamientos que en materia de género están desarrollando las
otras tendencias políticas en Venezuela? No hemos logrado encontrar mucha
información en este sentido. Por ejemplo, si uno revisa los documentos centrales de

1
Este texto parece tener un problema de redacción que citamos verbatim para respetar la fuente original. El proyecto de
ley se encuentra en www.el-nacional.com/canales/parlamento/Bancodeleyes/Acrobat/plomujeres.pdf

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partidos políticos como Primero Justicia, no encuentra que el tema de género sea
considerado como relevante. Sus valores incluyen la igualdad de oportunidades, sin
hacer referencia a la igualdad de género; tampoco mencionan la discriminación
(www.primerojusticia.org.ve).
En cuanto a propuestas relacionadas con género en la actualidad del país, en el
marco del Proyecto Acuerdo Social, que según su página web “pretende contribuir con
la reconstrucción de la gobernabilidad en Venezuela” (www.acuerdosocial.com), un
grupo de investigadores de varias instituciones académicas ha preparado una serie de
documentos donde proponen políticas sociales para un eventual futuro. El documento
Agenda de Reconstrucción, por ejemplo, menciona dos veces la palabra género. La
primera es en el área de educación ya segunda es en el área de justicia. Otro
documento del mismo proyecto, la Propuesta de Política Social, no incluye mención
alguna a los asuntos de género, a pesar de que dedica unos cuantos párrafos al aná
lisis de la desigualdad social y económica en el país.

ATREVERSE A MIRAR HACIA EL FUTURO


Detengámonos a analizar las distintas menciones (o falta de menciones) a los
asuntos de género que hemos mencionado. A partir de ellos podemos construir
algunas imágenes sobre el presente y el posible futuro de los temas de género en
Venezuela.
Primera imagen: la mujer concebida como parte de la población excluida. Las
mujeres claramente no son una minoría, estadísticamente hablando; ello no obsta, sin
embargo, para que, como señalamos, la desigualdad de género sea una realidad
pervasiva en Venezuela. La concepción de la mujer como parte de los excluidos -
bandera del proceso llamado “bolivariano”- justifica la adopción de políticas especiales
para la mujer, dentro de lo que podríamos llamar discriminación positiva: políticas para
defender cuotas de mujeres en posiciones de autoridad, por ejemplo, o políticas para
favorecer a la mujer en obtención de
créditos. Ello explicaría el hecho de que exista un Proyecto de Ley destinado a
promover la igualdad de género. Esta concepción y las políticas presumen que en
condiciones de igualdad absoluta de oportunidades, salario, acceso a redes formales e
informales y posibilidades de ascenso corporativo o político, las mujeres actuarán
como si sus casos fueran iguales a los de los hombres, es decir, sin tomar en cuenta
los dilemas de lealtades divididas y de doble o triple carga de trabajo que continuarían
enfrentando incluso si todas esas variables estuviesen cubiertas.
Segunda imagen: en qué forma se habla de la mujer en una sociedad dividida.
Una manera de ver este asunto es pensar que, en una sociedad dividida como la
nuestra, fragmentada socialmente, profundamente desigual y no sólo en cuanto a gé
nero, pudiera parecer un contrasentido plantear el tema de género, en tanto que ello
implica entrar de lleno en los dilemas de cómo valorar y respetar las diferencias sin
transformar la valoración y el respeto en un mecanismo de exclusión o discriminación,
sea ésta positiva o negativa.
En varios países con mayor desarrollo económico y paz social ha habido tiempo para
evaluar las políticas de tiempo flexible, períodos extendidos pre y posnatales, y otras
políticas para que el hecho de ser madre no atente contra la carrera de la mujer. La
conclusión a la que se ha venido llegando es que, más que promover políticas de “
discriminación positiva” hacia la mujer, es decir, de trato preferencial en términos de
flexibilidad de horarios, días libres para dedicarse a la maternidad o a cualquier otro
asunto de los hijos, ha llegado el momento de plantear políticas que beneficien tanto a

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hombres como a mujeres. Se trata de valorar la importancia del balance entre el
trabajo y la familia no como tema exclusivo de la mujer, sino como un tema que puede
y debe tocar a hombres y mujeres por igual.
Escribimos estas líneas, sin embargo, en momentos en los que el país se
encuentra una vez más convulsionado, presa del momento presente y con escasa
capacidad para pensar con claridad en el futuro. La polarización se apodera del
escenario político y de prácticamente todos los espacios públicos que no se encuentran
paralizados. Más aún: de nuevo se comprueba que el rol de la mujer no
necesariamente es de vanguardia, sino que las mujeres de cada bando se convienen
en otras víctimas de este proceso de violencia, en sus manifestaciones extremas de
violencia física de y contra mujeres; violencia que según supuestos líderes del
chavismo podría estar legitimada pues ocurre aparentemente “entre mujeres.” Lo
cierto es que mientras sea ésta la cotidianidad en la que nos desenvolvemos, pocos
logros reales podemos sumar a la historia del lento y encrespado camino hacia la
integración de la mujer en los espacios públicos venezolanos. En la medida en que el
conflicto en Venezuela continúe radicalizado, las mujeres seguirán siendo víctimas,
entre otros grupos, de la postergación indefinida, no ya de progresos, sino incluso de
la posible legitimidad que hablar sobre mujeres y sobre género podría llegar a existir
en Venezuela.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

Oficina de Asesoría Económica y Financiera de la Asamblea Nacional. 2003. “El


desempleo en Venezuela: causas, efectos e implicaciones políticas’ www.oaef.gov. ve

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