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La leyenda negra

Adriana Linares

La única imagen que muchos mexicanos tienen de Ciudad Juárez es su leyenda negra: ayer el
contrabando de bebidas alcohólicas durante la época de la prohibición estadounidense, tráfico de
armas y prostitución; ahora mujeres asesinadas en serie, narcotraficantes que dirimen sus pleitos a
balazos y gobiernos incapaces de controlar el caos, la suciedad y la corrupción. Según algunos
medios de difusión, Juárez es eso y punto.

Como muchas otras urbes mexicanas, Ciudad Juárez tiene serios problemas de seguridad, calidad
de vida y gobernabilidad. Pero lo que la leyenda negra oculta, es que también es una de las ciudades
más dinámicas, abiertas al mundo y prósperas del país. En ella se redefine la identidad nacional en
medio de un acelerado proceso de globalización, y se asimila la tecnología más avanzada a la vez
que se multiplican los problemas sociales. Ciudad Juárez no es una excepción y lo que sucede en
ella no es sólo asunto de sus habitantes. Los problemas de su sociedad son los mismos que están
surgiendo en otras grandes ciudades mexicanas, libres de la envoltura de tradición que sirve para
encubrirlos.

Sin embargo, la leyenda negra ha marcado la historia de Juárez. Durante el siglo XX y en los
comienzos de este nuevo milenio, el narcotráfico ha sido uno de los elementos que forman parte de
ella, y se ha convertido en un problema que no ha podido combatir la población ni el gobierno
juarense. Quisiéramos hacer un breve recorrido de esta historia.

A principios del siglo XX los acontecimientos internacionales influyeron de manera indirecta en


la transformación de la frontera norte, específicamente de Ciudad Juárez. W. H. Timmons[1] señala
como el "antecedente más remoto" de la actividad del narcotrafico en la región, un accidente
fortuito: el gran terremoto que azotó a San Francisco el 18 de abril de 1906. Este fenómeno natural
fue la causa de que un grupo numeroso de chinos huyeran de tal devastación. Algunos de ellos
llegaron a Juárez, se instalaron en la ciudad y al poco tiempo abrieron lavanderías y cafeterías, que
de acuerdo a Timmons, no eran sino burdeles donde se apostaba dinero y se fumaba opio. Señala
también que construyeron entre los edificios un número de intrincados corredizos que les permitía
escapar en caso de eventuales incursiones policiacas. Sam Hing puede ser considerado el primer
capo de la región, su área de venta y distribución de droga fue en primer lugar en El Paso, en lo que
hoy es el cruce de las calles Oregon y avenida Paisano.

El cronista de la ciudad Ignacio Esparza Marín, señala que en Juárez había sitios donde se
consumía no sólo el opio, sino también morfina y cocaína. El primero de diciembre de 1920, el juez
de distrito Jerónimo de González Meléndez libró al jefe de la Guarnición Militar de la Plaza una
orden de cateo, para que decomisara opio, morfina y cocaína en los domicilios de cinco individuos
que distribuían esas drogas. Se acudió a las casas de los señores Rafael L. Molina (ubicada en la
calle Mejía #143); Carlos Moy (Mejía #62); Manuel Chon (Ferrocarril # 59); Manuel Sing (Juárez
#63); y Sam Lee (en Noche Triste #20).
La preeminencia de los asiáticos en la distribución y venta de drogas finalizó cuando, a mediados
de los años veinte, fueron asesinados 11 inmigrantes chinos dedicados a dicho comercio ilícito. El
responsable de las muertes fue un individuo apodado “El Veracruz”, al parecer integrante del grupo
de “La Nacha” y su esposo “El Pablote”. Se inició así la larga historia de las ejecuciones asociadas
al narcotrafico en esta ciudad.

A mediados de los años veinte, La Nacha y El Pablote conformaron una pareja muy singular.
Dicen que la señora Ignacia Jasso era una persona muy recatada, y algunos la describen como una
madre amorosa y una mujer caritativa. Físicamente era una mujer de estatura baja, medio robusta y
con un peinado de chongo que restiraba sus cabellos negros. Para esta época tenía unos 30 años de
edad. Su esposo, el señor Pablo González, era más extrovertido y gustaba del despilfarro y las
parrandas. Tuvieron cuatro hijos: Manuel, Natividad, Ignacia y Pabla; esta última es madre de
Héctor González “El Árabe”, uno de los máximos distribuidores de droga en los años sesenta.

La masacre de los chinos precedió la fama de la pareja González-Jasso, que controlaba la venta
de mariguana, heroína y cocaína. Al parecer, la cabeza de la organización era La Nacha quien
manejaba su organización con discreción y generosidad, de tal manera que no se vio obligada a
utilizar "grandes dosis de violencia" para controlar su imperio.

La pareja distribuía básicamente mariguana, aunque también introducía heroína en El Paso, o


bien, la vendía a soldados norteamericanos que cruzaban la frontera hacia Ciudad Juárez. La
heroína era traída de Torreón y la mariguana era cultivada en Juárez, en la gran manzana que tenía
entonces Manuel Azcárate Montoya entre las calles que hoy conocemos como Melchor Ocampo y
María Martínez.

La droga era distribuida en el Centro, principalmente en el sector delimitado por el actual


Callejón Victoria y la calle Mariscal; incluso se dice que llegó a ser conocida como "la esquina
alegre". Constituyeron un monopolio en la distribución y venta: nadie más podía vender droga en su
área de acción. Algunos periodistas manifiestan que fue la primer pareja que constituyó una
organización parecida a los actuales cárteles, es decir, trataban en lo posible de atenuar la
competencia y que se respetara su área de comercio.

Las autoridades nunca hicieron esfuerzos por contener este trafico de estupefacientes, además,
doña Ignacia se distinguió por ser una persona caritativa y altruista. De los plantíos de mariguana
las autoridades sabían su ubicación, pero nunca actuaron contra la familia Azcárate, misma que
donó los predios que integran el actual Parque Azcárate en El Paso, Texas.

El Pablote murió en una riña de cantina. Provocó a un policía y terminó en un duelo a tiros con
él. Así acabó la vida del primer capo de la droga en Juárez. Los funerales se hicieron con todo lujo
pero con gran discreción, ya que se rumoreaba que los norteamericanos habían ofrecido una
recompensa por el narcotraficante de la frontera. A doña Ignacia le fue difícil continuar su comercio
ilícito después de la muerte de su marido, pero ya estaba consolidada la fortuna familiar; sin
embargo, ella siguió practicando esa actividad. Luego fue acusada y aprehendida por la venta y
posesión de droga, incluso se supo que lo hacía en su propio domicilio (Degollado #218). Se decía
que pagaba altas multas a las autoridades y que gozaba de grandes influencias.

En una ocasión fueron detenidos ocho de sus principales vendedores y éstos en su declaración
inicial se autonombraron "vendedores de La Nacha”; sin embargo, a ella no se le pudo comprobar
nada ya que en posteriores declaraciones los detenidos se retractaron de lo que habían dicho, y por
falta de pruebas del juez de distrito, el tribunal de circuito revocó el auto de formal prisión para
Ignacia Jasso viuda de González.
A mediados de los cincuenta La Nacha heredó el negocio a sus hijos, pero al parecer éstos no
tuvieron capacidad para controlarlo y el monopolio desapareció. Se formaron entonces diferentes
redes de distribución, pequeñas bandas se encargaron de la venta y distribución de la droga y
siempre estuvieron divididas, sin alcanzar nunca el nivel de organización de sus antecesores.

Desde mediados de los cincuenta hasta finales de los setenta fue una etapa en la que
prevalecieron los grupos diseminados que se dedicaban a la venta de enervantes; no existía un poder
central y tampoco había organización alguna que estuviera por encima de las demás.

En marzo de 1970 se inició una campaña contra el narcotráfico, en la que participaron los
Estados Unidos apoyando con 12.5 millones de pesos para la compra de equipo, como avionetas,
aviones y jeeps. Para noviembre del mismo año el general Ricardo Ramos Flores, encargado de la
Guarnición en Chihuahua, informó el resultado de esta operación: Chihuahua resultó ser el estado
con el mayor número de plantíos de amapola destruidos, con 122, seguido por Sinaloa, con 63.[2]

Sin embargo durante ese mismo año, en el mes de mayo, varios ejidatarios de Guadalupe y Calvo
denunciaron que individuos armados, presuntamente originarios de Sinaloa, invadían tierras ejidales
y las dedicaban a la siembra de plantíos de amapola y mariguana. Estos hechos se presentaban no
obstante la "fuerte campaña" contra el narcotráfico que realizaban fuerzas militares en la región.[3]

En Noviembre de 1976 las autoridades de Juárez se vieron envueltas en una escandalosa


acusación: se calificó a la Penitenciaría de Ciudad Juárez como el mayor distribuidor de droga en la
ciudad; se dijo que ella se realizaban principalmente la venta de heroína y marihuana, ante la
complacencia del presidente municipal Raúl Humberto Lezama[4],. El procurador de Justicia del
Estado, Alberto Rico González, aceptó que tenía en su poder declaraciones que inculpaban al
presidente municipal y a su hijo como coparticipantes en el tráfico de drogas, licores y mujeres en la
Penitenciaría.

En 1977 llamó mucho la atención de la opinión pública que se llevara a cabo la “Operación
Cóndor", en la que participaron 10 mil soldados. Su objetivo era destruir sembradíos de mariguana
y aprehender a quienes estuvieran a cargo de ellos. La acción iba enfocada a la región de Sinaloa,
Durango y Chihuahua. Trabajarían juntos el Ejército y la Procuraduría General de la República
(PGR), estando a la cabeza el general José Hernández Toledo y Carlos Aguilar Garza,
respectivamente.

Más tarde la Operación Cóndor se dividió en 13 zonas de coordinación en el país y su acción se


centró en la cordillera de la Sierra Madre Occidental. El equipo con que contaba era 60 aeronaves
con 3 mil horas de vuelo mensuales (en 16 bases), 130 pilotos y 340 técnicos que mantenían el
equipo. También se informó que en la zona sur de Chihuahua, norte de Durango y totalidad de
Sinaloa, registrada como "OC" en la campaña, cuenta con 3 helicópteros y 12 avionetas. El coronel
Jaime Quiñones Cruz, comandante del 20 Regimiento de Caballería, declaró que México dejó de
ocupar los primeros lugares en el abastecimiento de esos productos.[5]

El oficial mayor de la PGR señalaba que los estados de Chihuahua, Sinaloa y Durango, en una
triangulación de 70 mil kilómetros, era la zona que producía más del 70% de los enervantes en todo
el país (He: 28 06 78). Para 1779 el subprocurador General de la República, Samuel Alba Leyva,
afirmó que la siembra, el cultivo y el por la tráfico de estupefacientes en Sinaloa, Chihuahua y
Durango, habían sido prácticamente liquidada Policía Judicial Federal (PJF) y el Ejército.[6]
De acuerdo con algunos enfoques norteamericanos sobre las organizaciones de narcotraficantes
en México, desde los años setenta existe un pacto iniciado por don Pedro Avilés y seguido por
Miguel Ángel Guajardo de Tijuana; hay un pacto y una verdadera organización de cárteles. A
finales de los de los setenta aparecen los primeros testimonios documentales que reseñan la
actividad de los narcotraficantes y que habrían de convertir a Chihuahua en uno de los principales
enclaves del narcotráfico a escala internacional.

Era el año de 1976, en Ojinaga se estaba dando un fenómeno singular: había un personaje
sobresaliente conocido por todos en la región como “El Zar”. Pablo Acosta era un hombre que
gustaba de sombreros finos, metralletas R-15 y camionetas Bronco; disfrutaba ayudando a los
pobres y a los estudiantes; era "el Robin Hood de Ojinaga". Llamado también “El Padrino” y “El
Zorro de Ojinaga", fue el primer gran capo de la zona y llegó a controlar a exportación de cocaína,
heroína y mariguana por la región nororiente de Chihuahua. Aunque su área de trabajo fue
esencialmente Ojinaga, la importancia que fue adquiriendo lo llevó a tener una fuerte influencia en
todo el estado.

Este personaje concedió una entrevista a un reportero de El Paso Herald Post, en donde habló de
sus relaciones con militares, políticos y policías.[7] De acuerdo con esta entrevista, las relaciones de
Pablo Acosta eran del más alto nivel, incluso éste habitaba en Ojinaga en la casa de un jefe militar.

Su muerte se dio cuando fue sitiado en su rancho (ubicado en el ejido Santa Elena) por agentes
federales al mando de Guillermo González Calderón.[8] La gente decía que había sido “ejecutado”,
pero después de su muerte quedaron ahí Amado, Cipriano y Vicente Carrillo, personajes que desde
inicio de los setenta llegaron de Sinaloa para trabajar con Pablo Acosta recomendados por su tío
Ernesto Fonseca Carrillo alias "Don Neto".[9]

En Ciudad Juárez, a finales de la década de los setenta inició su trayectoria como traficante
Gilberto Ontiveros Lucero "El Greñas", y alcanzó la cumbre en 1984. Su grupo trabajó
conjuntamente con Rafael Aguilar Guajardo, quien había sido coordinador federal de seguridad de
la zona norte.

El Greñas era ampliamente conocido en colonias como la Hidalgo por sus gustos estrafalarios.
Adquirió vehículos de lujo, inició la construcción de un suntuoso hotel (El Palacio del César),
compró un jet Leary, tenía dos casas en la colonia Hidalgo, una duplex en la Villa Savignon, una
más en el fraccionamiento Infonavit Aeropuerto, un rancho llamado en Temósachi (El Rivito), y una
residencia en Cuernavaca, Morelos, que anteriormente fue propiedad de un shah[10] de Irán.
Gustaba también de mascotas exóticas como los tigres y cocodrilos.[11]

El Greñas fue capturado en abril de 1986, puesto en libertad en mayo de 1988 y reaprehendido en
enero de 1889. Según la DEA (Drug Enforcement Administration), el grupo de El Greñas introdujo
en 1985 más de 40 mil libras de mariguana a Estados Unidos y también se le atribuye la
desaparición de seis personas que presuntamente se infiltraron en la banda. La DEA informan
además de operaciones de cultivo, transportación y almacenamiento de vehículos y armas
automáticas en El Paso, Texas, mismas que servirían para proteger a su gente y resguardar los
cultivos de mariguana en los ranchos de su propiedad.[12]

Durante el primer periodo que estuvo en prisión El Greñas, causó mucha controversia la
expropiación que el gobernador de estado, Fernando Baeza Meléndez quiso hacer del edificio
destinado a ser el hotel Palacio del César. Se decía que el ataque al narcotráfico regional o cártel de
Juárez, se debía a que el gobernador quería legitimar su gobierno.[13]
Otro personaje importante del grupo del Greñas fue Jesús Meléndez, quien nació en el poblado de
San Buenaventura en 1934. “Don Chuy” era un humilde agricultor empleado como canalero en la
Secretaría de Recursos Hidráulicos. En 1975 se vino a radicar a Juárez y se involucró en actividades
de contrabando de ductos y tubería; por esta actividad pasó 15 meses en la llamada Cárcel de
Piedra, en donde conoció a El Greñas que estaba preso por contrabando de armas.

En Ciudad Juárez, don Chuy vivía en la calle Brasil casi esquina con Malecón, y sus vecinos lo
conocían como fayuquero. Se sabía que trabajaba para un contrabandista mayor llamado Dante
Pogiio. En el tráfico de drogas Don Chuy se inició con “El Güero Chabelo”, pero fue hasta su
adhesión al grupo de El Greñas cuando adquirió renombre. De 1986 a 1987 Meléndez fue uno de
los principales hombres de Ontiveros, y debido a la relación que supo mantener con jefes de la
Policía, ese mismo año Don Chuy creó su propia organización. Se asoció con Armando Olivares y
con el concuño de éste, Dante Poggio; fueron conocidos como "los reyes de la cocaína".

Gran parte del crecimiento de Meléndez es atribuido a la relación que mantuvo con Guillermo
Calderoni, a quien supuestamente guió en decomisos de voluminosos cargamentos de cocaína y
condujo al arresto -entre otros- de El Greñas, de Alfonso Morales y del italiano Giusspe Catania
Ponsiglione.

La historia de Jesús Meléndez terminó cuando fue acribillado mientras hacía un alto en el crucero
de la avenida De la Raza y la Valentín Fuentes, el 10 de marzo de 1989. [14]

Otros de los personajes sobresalientes del llamado cártel de Juárez son Rafael Muñoz Talavera y
Rafael Aguilar Guajardo, jefes máximos de la organización. El primero se encuentra en reclusión, el
segundo fue acribillado en Cancún en 1993. Fueron familiares políticos ya que se casaron con dos
hermanas. Guajardo fue comandante regional de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad.

Según la DEA, Muñoz Talavera introdujo 20 toneladas de cocaína decomisadas en una bodega
ubicada en Sylmar, un suburbio de la ciudad de Los Ángeles en California; además, la misma
organización colocó otras 40 toneladas en ciudades norteamericanas. De acuerdo al informe de la
DEA, de las relaciones con el poder que le permitieron a Talavera crecer se menciona al
exsecretario de Gobernación Fernando Gutierrez Barrios, al excomandante de la PJF en Chihuahua
Elías Ramírez Ruiz, y a Carlos Manuel Salas, exsubdelegado de la Procuraduría General de la
República (PGR) en Ciudad Juárez.[15]

Fue tanta la bonanza entre noviembre de 1987 y octubre de 1989, que Muñoz Talavera y Aguilar
Guajardo lograron mover entre México y Estados Unidos -en ganancias- más de 50 millones de
dólares. Entre sus propiedades se cuentan residencias en Cancún, Mazatlán y Acapulco, así como en
la remodelación de dos negocios: el restaurante Florida y el bar El Cid. La característica de estos
inmuebles era el despilfarro y la extravagancia con que fueron acondicionados.

Se anunciaba que el restaurante Florida, en Ciudad Juárez, sería el mejor de la frontera; todo
estaría en mármol de carrara y tendría secadores de rayos láser en los baños. Y casi se hizo de esa
manera, de no ser por el descubrimiento en Los Ángeles de 21.4 toneladas de cocaína, y la
incautación de 12 millones 600 mil dólares en efectivo.

De acuerdo a informes de la DEA, la cocaína que introdujeron a Estados Unidos tenía ruta
definida. Según declaraciones de Mc Tague Romero, la droga viajaba por aire desde Colombia a los
puertos de Veracruz o Tampico; de ahí por avión o en camiones llegaba a Chihuahua y era
finalmente traída a las bodegas de Juárez y El Paso. Finalmente era transportada hasta las bodegas
de Sylmar en Los Ángeles, oculta entre piñatas y artesanías mexicanas.
Rafael Aguilar Guajardo era concuño de Rafael Muñoz Talavera, y se conocieron desde
principios de los ochenta. Incluso Aguilar se alojó en una casa propiedad de Muñoz cuanto el
primero todavía era comandante de la Dirección Federal de Seguridad. Aguilar hizo alianza con
Rafael, Eduardo y Raúl Muñoz Talavera, y entre todos encabezaron el cártel de Juárez. Para 1988 la
organización tenía bajo nómina a 30 jefes y comandantes de la Policía Judicial Federal, encargados
de custodiar los cargamentos.

Entre sus propiedades se encontraban en Ciudad Juárez el hotel Silvia's, la discoteca Amadeus y
una residencia, así como la empresa Carnes de la Laguna en Torreón, Coahuila. Se dice que la
organización de Aguilar Guajardo introdujo más de 400 toneladas de cocaína a los Estados Unidos.

Otro personaje relevante es Amado Carrillo Fuentes, quien irrumpió como hombre de gran
capacidad negociadora. Desde finales de los setenta trabajaba con Pablo Acosta en Ojinaga y se dice
que fue capaz de convocar a los capos del país para plantearles un mecanismo de operación sin
enfrentamientos, lo que les dio mejores resultados. Conocido como “El Señor de los Cielos”, fue el
primer narcotraficante que introdujo grandes volúmenes de cocaína en aviones; operaba de manera
sencilla pero perfectamente organizada. Las aeronaves, principalmente Boeing 727, aterrizaban al
sur de Chihuahua después de un largo viaje desde Medellín, Colombia; de ahí se trasladaba la droga
por tierra hasta Juárez y finalmente se internaban en El Paso grandes cargamentos a través de los
puentes internacionales. Carrillo únicamente supervisaba los envíos importantes y dejaba el resto
del trabajo a Efrén Herrera y a Vicente Carrillo.

Paulatinamente Carrillo se fue retirando de la dirección de su organización. Durante 1996 se


mencionaba que había abandonado su posición en la estructura del cártel de Juárez, sin embargo, en
la revista Proceso se publicó que su presunta desaparición obedecía al proceso de militarización en
el estado de Chihuahua y a la captura y expulsión de Humberto García Ábrego, jefe del cártel del
Golfo.

Amado Carrillo fue detectado nuevamente el 3 de julio de 1997, cuando se supo de su muerte a
causa de una intervención quirúrgica. Los vacíos no existen, como lo demuestra la historia del
crimen en la frontera: a la caída de un hombre fuerte sucede el encumbramiento de otro hombre. El
nuevo dirigente del cártel de Juárez fue primero Pedro Lupercio Serratos, alias "El Abogado" y al
parecer trabajó con los hermanos Arellano Félix, del cártel de Tijuana. Posteriormente se manejó el
nombre de Vicente Carrillo, hermano del Señor de los Cielos, y su trinchera fue, al igual que su
hermano, Ojinaga.

De 1998 a la fecha Ciudad Juárez ha sido víctima de frecuentes enfrentamientos en los que han
sido asesinados criminales e inocentes. El narcotráfico en algunas ocasiones se ha convertido en
Estado paralelo, con sus propias reglas y sanciones y ha utilizado la violencia como instrumento de
poder y como método de control. Los narco-corridos se han encargado de la celebración de los
narcotraficantes como líderes trágicos.

Ciudad Juárez, confín de una nación estratégicamente ubicado, para funcionar como "trampolín
de las drogas", frase varias veces utilizada por autoridades norteamericanas, al referirse a esta
ciudad y para definir el papel que juega en el tráfico de estupefacientes. Alguna vez el Presidente
Díaz Ordaz al ser entrevistado por una periodista estadounidense, sobre que pensaba acerca de que
Ciudad Juárez funcionara como "trampolín de las drogas"; el presidente mexicano contesto: "no se
olvide señorita, que si existe un trampolín, es porque hay una alberca".
Barry Mc Caffrey, el Zar antidorgas, durante su visita, en Agosto de 1999, a Ciudad Juárez,
declaró que los Estados Unidos utilizan el 3% de la heroína producida en el mundo y probablemente
el 24% de la cocaína en el ámbito mundial. También indico que Ciudad Juárez con una población de
un millón 300 mil habitantes, el 39% son menores de edad, no esta ajena al problema de las drogas
y de ciudad de paso o "trampolín que era considerada antes, ahora es una plaza importante de
consumo. (Norte, 11 de Agosto, 1999, 2-A)

[1] W. H. Timmons. El Paso: a Borderline History, Western Press, University of Texas


at El Paso, Texas, 1990.

[2] El Fronterizo, 15/11/ 70.

[3] Novedades, 29/05/70.

[4] Universal, 6/11/76.

[5] Novedades 29/11/78.

[6] Novedades 23/04/79.

[7] Semanario Ahora, año 1, núm. 19, 24/04/1987.

[8] Diario de Juárez, 13/02/1996, 7A.

[9] Andrade Bojorges, José Alfredo. La historia secreta del Narco, Océano, México,
s/f.

[10] Soberano persa.

[11] Semanario Ahora, año 1, núm. 34, 7/08/1987, p.3.

[12] Diario de Juárez, 13/02/1996, 7-A.

[13] Semanario Ahora, 7/08/1987, año 1, núm. 34, p. 3.

[14] Diario de Juárez, 13/02/1996, 7-A.

[15] Diario de Juárez, 14/02/1996, 7A.

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