Sie sind auf Seite 1von 3

LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LA SOCIEDAD GUATEMALTECAS

En Guatemala, las mujeres representan 51.2% de la población estimada para 2014 de 15,8 millones de habitantes. Después de la
firma de los Acuerdos de Paz en 1996, se crearon varios mecanismos para las mujeres (DEMI y SEPREM); se promulgaron leyes
(desarrollo integral de las mujeres, violencia intrafamiliar, violencia sexual, y trata y explotación, femicidio y otras formas de
violencia); y se diseñaron políticas (Política Nacional para la Promoción y Desarrollo Integral de las mujeres – PNPDIM). A pesar
de estos avances, solamente el 2% de las alcaldías son dirigidas por mujeres; más de 4,000 niñas de 10-14 años dan a luz cada
año; y 759 mujeres sufrieron una muerte violenta en 2013.

Guatemala tiene una superficie de 108,889 km2, donde 51.5% de la población vive en áreas rurales. Además, con una tasa de
fertilidad de 3.6 en 2008, la tasa de crecimiento poblacional anual asciende a 2,5%, equivalente al doble de la observada en
América Latina y el Caribe (1,2%). La tasa de uso de métodos anticonceptivos modernos es de 44%; se estima que no se
responde a las necesidades de 20.8% de las mujeres en relación a la planificación familiar, cifra que se duplica entre las mujeres
indígenas.

Guatemala se caracteriza por tener una población predominantemente joven - el promedio de edad de las mujeres es de 26 años
y el de los hombres 25 años (ENEI, 2013). El 54,1% de la población se encuentra en edad productiva (15 a 64 años). La tasa de
fertilidad en niñas adolescentes de 13 a 19 años es de 66.7 por 1,000 nacidos vivos; uno de cada 5 nacimientos es en niñas y
adolescentes; la tasa de mortalidad materna alcanza el 140 por 100 mil nacidos vivos (CEPAL) y la expectativa de vida es de 75
años para las mujeres y 68 para los hombres (INE, 2013). Se considera que Guatemala tiene una epidemia de VIH concentrada,
donde las mujeres representan el 38% de todos los adultos que viven con VIH. Se espera que la prevalencia de VIH aumente a
0.89% en 2015, en su mayoría entre las niñas de 10 a 14 años de edad y adolescentes entre 15 y 24.

El país se integra por 24 grupos lingüísticos y 4 pueblos: Maya, Garífuna, Xinca y Mestizo o Ladino. Según los últimos tres censos
de población (1981 – 2002), la población indígena constituye 43% de la población total del país. Guatemala se ha caracterizado
por una marcada exclusión histórica de los pueblos indígenas en general y de las mujeres en particular. En 2011, las tasas de
analfabetismo en mujeres indígenas (48%) y hombres (25%) en relación a mujeres no indígenas (19%) y hombres (11%) muestran
altos niveles de exclusión social. El acceso a los servicios y recursos financieros formales, los servicios de salud y educación aún
son limitados. Las desigualdades territoriales, étnicas y de género interrelacionadas intensifican las limitaciones de las mujeres
para lograr una participación plena en el desarrollo. La exclusión y el racismo han generado diversas formas de violencia y
discriminación estructural, legal e institucional, que se profundizan en el caso de las mujeres indígenas, particularmente en
aquellas que viven en las zonas rurales. Aunado a esto, se observa que la institucionalidad estatal a cargo del desarrollo
sostenible y el crecimiento económico inclusivo es débil.

Según el Banco Mundial, en 2013 Guatemala se encontraba dentro del grupo de países de ingreso medio bajo, con un producto
interno bruto (PIB) nominal de USD53.796 millones y un ingreso nacional per cápita de USD2.341 (precios constantes de 2005).
Históricamente, el crecimiento del PIB real del país ha sido modesto – 3.5% - con una elevada y persistente “desigualdad extrema”
de ingresos (índice de Gini de 0,57) durante las últimas dos décadas. A pesar de los esfuerzos de políticas públicas, Guatemala
continúa siendo uno de los países con mayor incidencia de pobreza en América Latina y el Caribe y en relación con países con un
nivel similar de ingreso per cápita: 53.7% de pobreza y 13.3% en pobreza extrema (ENCOVI 2011). De acuerdo al Índice de
Desarrollo Humano (IDH), Guatemala se encuentra dentro del grupo de países con desarrollo humano medio, con una puntuación
de 0,628 en 2013 (0,596 para las mujeres y 0,655 para los hombres), ubicándose en la posición 125 de un total de 187 países. Por
su parte, el índice de desigualdad de género para el mismo año se situó en 0,523. De acuerdo a la encuesta nacional de salud
materno infantil (ENSMI 2008/2009), la desnutrición crónica alcanzó a 52% de los niños y niñas menores de cinco años, afectando
principalmente a aquellos que viven en áreas rurales (58,6%) y a la población indígena (65,9%).

La población guatemalteca de más de 15 años de edad tiene un promedio de escolaridad de 6.5 años (INE 2011). En el área
metropolitana, el promedio educativo es de 8 años, en contraste con el área rural que cuenta únicamente con un promedio de 4
años de escolaridad; las mujeres indígenas cuentan únicamente con 3 años, las mujeres no indígenas con 5.3 años; en
comparación con los hombres indígenas y no indígenas con 4.2 y 5.9, respectivamente. El país ha avanzado significativamente en
el índice de paridad entre los géneros en las tasas de matriculación en todos los niveles educativos: primaria 0.93, secundario
0.86, y terciario 0.99 (MINEDUC 2013), pero la calidad y las coberturas son un reto para el país especialmente para las mujeres
indígenas y en la educación secundaria. La educación universitaria es el nivel más restringido, abarcando únicamente 12% de la
población, aunque hoy día se gradúan más mujeres que hombres en la universidad, especialmente en las carreras humanísticas
donde sus estudiantes son en un 70% mujeres (SEPREM 2013), con una marcada feminización de estas carreras.

Guatemala es un país altamente vulnerable a los desastres naturales, con impactos sociales negativos, especialmente en la
agricultura, vivienda, infraestructura de carreteras y puentes, así como en la economía y el medio ambiente. El país está
clasificado como uno de los cinco países de mayor riesgo en el mundo, en términos de la vulnerabilidad de su PIB a los desastres
naturales, donde el 83.3% del PIB se genera en áreas de riesgo (CEPAL, 2011). Algunos estudios han demostrado que las
pérdidas generadas por los desastres naturales afectan directamente a las personas más vulnerables, es decir, personas de la
tercera edad, mujeres – especialmente mujeres indígenas- y niños y niñas, particularmente quienes viven en áreas rurales pobres.
Luego de un conflicto armado interno de 36 años, con la firma de la Paz en 1996 se abre una nueva etapa en la vida política del
país con los Acuerdos de Paz como un referente de agenda para la construcción de un país más incluyente. Durante el proceso
de negociación, de los 22 negociadores, dos eran mujeres; una de las cuales fue signataria de los Acuerdos de Paz (de 11
signatarios en total). Es el primer acuerdo de paz que aborda la violencia contra las mujeres en América Latina y crea mecanismos
específicos para las mujeres indígenas (DEMI) y la institucionalidad para la paz.

La Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Guatemala (CEH) encontró que la violencia sexual se extendió durante más de
tres décadas de conflicto. La CEH reconoce un sub-registro de la violencia sexual y reporta que corresponde a 2.38 % de las
42,275 violaciones de los derechos humanos registradas. Solo 285 de los 1,465 casos denunciados en ese momento pudieron ser
documentados por la Comisión. La demanda de las mujeres de justicia transformadora plasmada en la Declaración de
Huehuetenango del 2008, culminó en el Primer Tribunal Internacional de Conciencia sobre la Violencia Sexual contra las Mujeres
en Guatemala en 2011. Este sancionó la falta de diligencia para investigar y perseguir los delitos sexuales y la ausencia de
políticas preventivas como un mensaje de permisividad e impunidad. En 2014, el caso de esclavitud sexual en Sepur Zarco ha
llegado a su fase de judicialización a través de cortes nacionales, un hito en la historia mundial.

No obstante los avances documentados en su implementación, muchos de los compromisos suscritos siguen pendientes y su
vigencia como pacto social continúa siendo débil. En la Guatemala de hoy día persisten altos niveles de conflictividad social,
derivados de las exclusiones históricas, de una débil presencia y respuesta del estado, de la falta de certeza jurídica sobre la
propiedad y tenencia de la tierra, la polarización ideológica como resabio del conflicto armado y en algunos casos, la divergencia
sobre el modelo de desarrollo como en el caso de la extracción de los recursos naturales. Con relación a la conflictividad social, el
Relator Especial de Pueblos Indígenas, James Amaya, concluyó que en el país se irrespetan los derechos colectivos de los
pueblos indígenas al no consultárseles sobre los procesos de exploración y explotación minera.

La violencia contra las mujeres se ha manifestado como un continuo en la historia de Guatemala y la violencia de género ha sido
perpetuada como una herramienta de subordinación y control de la vida y cuerpo de las mujeres, sustentada por una cultura
patriarcal y conservadora y un sistema frágil de seguridad y respuestas judiciales que genera impunidad.

Guatemala es uno de los países con la mayor tasa de muertes violentas de mujeres (9,7 de cada 100.000 personas) Según cifras
del Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF), en el año 2013 perdieron la vida violentamente 748 mujeres, un aumento de
10% en relación a 2012, , lo cual representa un incremento del 11%, para un promedio de 2 muertes por día; mientras que los
casos de muertes violentas de hombres a pesar que son 10 veces superiores, han tenido una notable reducción. A partir de la
entrada en vigencia de la Ley contra el Femicidio y otras formas de Violencia contra la Mujer en el año 2008, el número de
denuncias penales ha incrementado. En el 2012 el Ministerio Público-(MP) informó que el delito de violencia contra la mujer fue el
delito más denunciado, con un total de 51,790 denuncias (14.5%) y de 56,000 en 2013. De las denuncias registradas en violencia
contra la mujer en el año 2012, solamente 2,260 denuncias (6.4%) llegaron a acusación; y el Organismo Judicial (OJ) dictó 473
sentencias de casos de violencia contra la mujer. La tasa de impunidad en general ha disminuido lentamente; sin embargo, en los
casos de femicidio persiste; y se estima en un 98%. En términos de prevalencia, la violencia de pareja o ex pareja, incluida la
violencia sexual, es la experiencia que más afecta y se ensaña contra las mujeres a lo largo del curso de vida, y especialmente
contra las más jóvenes.

El sistema de justicia ha hecho esfuerzos para atender la violencia contra las mujeres y frenar el alto nivel de impunidad
relacionada, a través de la instalación de unidades especializadas de atención victimológica, de investigación y persecución penal,
y órganos jurisprudenciales. De enero a junio del 2013, 38 femicidios fueron reportados y 19 sentencias firmes fueron emitidas por
las cortes especializadas. De los 95 casos que ingresaron a las cortes ordinarias, 5 sentencias firmes fueron emitidas, con un total
de 21 sentencias condenatorias. El Organismo Judicial aún tiene mucho por hacer ya que los tribunales ordinarios no abordan los
casos de violencia contra las mujeres, y los tribunales especializados tienen una cobertura limitada.

El mercado de trabajo se caracteriza por las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. De acuerdo a la ENEI 2013, el 64%
de la población en edad de trabajar es población económicamente activa (PEA), con una participación de los hombres de 83%, en
contraste con una participación del 40% de las mujeres. Las mujeres se encuentran trabajando principalmente en comercio (39%),
en actividades informales donde no cuentan con seguro social. Aproximadamente 7.2% de la fuerza laboral de mujeres (169,000)
trabajan como empleadas domésticas y no cuentan con leyes adecuadas, lo cual facilita que perciban salarios por debajo del
salario mínimo y no sean inscritas en el seguro social; y donde más de 80% son mujeres indígenas. Las mujeres indican que
trabajan menos en la agricultura (10.2%) mientras que los hombres se encuentran trabajando principalmente en la agricultura
(43%), y en menor medida en el comercio (22,9%). El salario de las mujeres representa el 78% del salario promedio de los
hombres (ENEI, 2014), donde se observan brechas aún mayores en las áreas urbanas y rurales, y entre las mujeres indígenas. En
algunas regiones, el trabajo de las mujeres, en su mayoría indígenas, en actividades agrícolas no es remunerado, ya que se
considera parte del ingreso de los hombres. Las mujeres dedican en promedio 6,1 horas al día al trabajo no remunerado que
aporta al bienestar de la familia y al desarrollo de la sociedad, y 7,5 horas al día al trabajo remunerado; en contraste, los hombres
dedican 2,6 horas al día al trabajo no remunerado y 8,6 horas al día al trabajo remunerado, lo que representa una mayor carga y
sobrecarga de trabajo para las mujeres (ENCOVI, 2011). El desempleo para las mujeres es 4,6% y para los hombres 2,4%.

Según la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil-ENSMI (2008-2009), las mujeres reportan haber sido víctimas de violencia
en los últimos doce meses, en las siguientes manifestaciones: Verbal: 21.6%; Física: 7.8%; Sexual: 4.8%; al menos uno de cada
tres tipos: 23.4%. A nivel nacional, el INACIF realizó un total de 23,101 evaluaciones de casos de delitos sexuales en el período de
2009 al 2013 (90% mujeres). Por su parte, la Policía Nacional Civil-PNC atendió en el año 2013 un total de 11,720 casos de
violencia contra la mujer y 4,702 casos de violencia intrafamiliar. Un total de 20,397 mujeres sobrevivientes de violencia han sido
atendidas en los cinco Centros de Apoyo Integral para la Mujer Sobreviviente de Violencia-CAIMUS, en el periodo 2008-2012.

La ENSMI (2008-2009), preguntó a hombres sobre si su esposa o compañera necesita pedir permiso para realizar ciertas
actividades con estrechos vínculos con aspectos claves de las autonomías de las mujeres. En total, el 81.6% indicó que requiere
pedir permiso para que pueda salir de su casa, el 58.9% para usar métodos de planificación familiar; 67.0% para administrar el
dinero de la casa, y un 77.8% para realizar otras actividades (tales como trabajar o estudiar fuera de la casa). Las respuestas
fueron más frecuentes en residentes de áreas rurales (33.5%), en el noroccidente (49.1%); en hombres indígenas (36.2%); con
niveles menores de educación (39.4%) y en el quintil económico más bajo (44.3%). No obstante, la respuesta positiva del 10% de
los hombres en el quintil más alto también debe ser una causa de preocupación. Adicionalmente, 82.7% de los hombres respondió
que los problemas familiares deben ser conversados solamente con personas de la familia y un 49.2% creía que el hombre tiene
que mostrar que él es quien manda en su casa. Estas limitaciones afectan el acceso de las mujeres al cuidado de la salud y
mortalidad materna, morbilidad y mortalidad infantil, desnutrición; así como el contacto con la familia y su autonomía económica.

Las niñas y niños también son víctimas de la violencia. De acuerdo al Ministerio Público (MP) el delito de mayor incidencia contra
la niñez y adolescencia es el "maltrato contra personas menores de edad". El país tiene una de las tasas más altas de embarazos
en niñas y adolescentes en la región centroamericana y de América Latina. Las tendencias de embarazos en niñas de 10 a 14
años, que son producto de violencia sexual, son las siguientes: 1,634 (2010); 1,076 (2011); 3,644 (2012) y 2,906 (de enero a junio
de 2013).. El incesto ha sido una práctica invisibilizada pero presente en la cultura patriarcal guatemalteca. El embarazo en niñas y
adolescentes ha sido visibilizado considerablemente en los últimos años, con el liderazgo del gobierno y la participación de la
sociedad civil.

Das könnte Ihnen auch gefallen