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SECUENCIA DE NAVIDAD

Alabado seas, Jesucristo.


Pues naciste como hombre
de una virgen, es cierto,
y los ángeles se regocijan por ello
El fulgor de la más alta gloria,
la imagen de la esencia de Dios,
decidió en un momento concreto
elegir un lugar para asentarse.
El unigénito del Padre Eterno,
la luz eterna nacida de la luz,
ahora se encuentra en un pesebre.
¡Oh, hombres, contemplen
lo que el poder del amor ha hecho allí!
De nuestras humildes carnes y huesos
- ¿y no son malditos, condenados, pecadores? -
se ha revestido el Bien Eterno.
Así fue elegido sin duda para la bienaventuranza.
Dios, para quien la esfera del mundo es pequeña,
a quien no pueden abarcar ni los cielos ni la tierra,
deseó estar en un pequeño pesebre.
La luz eterna nos ilumina,
desde ahora Dios no nos odiará
pues somos hijos de esa luz.
¡Oh Cristiandad!
Prepárate ahora para recibir al Creador.
El poderoso hijo de Dios
viene a ser tu invitado.
¡Ah! Deja que tu corazón se conmueva por su amor,
viene a ti para guiarte hasta su Trono
a través de este valle de lágrimas.
La pobreza que Dios ha asumido,
ha determinado nuestra salvación eterna
y una abundancia de tesoros celestiales.
Su esencia mortal te hace compartir
la gloria de los ángeles,
y te sitúa entre los coros celestiales.
Él ha hecho todo esto por nosotros,
para mostrarnos su gran amor.
Toda la Cristiandad se regocijará
y se lo agradecerá por siempre.

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