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¿Cuándo es amor y cuándo es apego?

Una relación satisfactoria se basa en un sentimiento


puro y profundo, no en la necesidad de atención, de
cercanía y de control sobre esa persona que
comparte su vida con nosotros.
Pare de sufrir. El amor no tiene por qué doler. Esa noticia que la tiene con el
corazón a punto de estallar, sensible y con ganas de tirarse al sofá a comer
siete camiones de helado no se llama amor, tiene un nombre más feo y más
dañino: apego.

El apego es la versión maluca e infantil del amor; por lo tanto, todo lo que
traiga llanto, malestar, rabia, pataleta, ansiedad, ganas de llamar a toda hora,
de 'whatsappear' hasta la tendinitis, de gritar que lo detesta, de romper
copas y hasta de mentarle la madre en sueños no es parte del amor, sino de
ese enfermizo apego que se empieza a gestar en su más tierna infancia.

Veamos qué es el apego

La teoría del apego la desarrolló el psicólogo John Bowlby y dice que el


temor de un niño a ser abandonado está determinado por la accesibilidad y
la capacidad de respuesta de su madre o de quien lo está cuidando. Bowlby
estuvo influenciado por Konrad Lorenz, quien aseguró que el apego de las
aves se desarrollaba de manera instintiva, por su vínculo con la madre de
acuerdo con su impronta. Lo divertido de este descubrimiento es que los
patitos, según Lorenz, asignan el papel de madre a aquello que ven por
primera vez en su vida. Fue así como el mismo Lorenz supo que algunos
patos podrían pensar en él como madre, y otros podrían darle esa posición a
una pelota de ping-pong en movimiento.

La teoría del apego, según Freeney y Kirkpatrick tiene 3 categorías:


El apegado seguro: las personas son capaces de usar a sus cuidadores como
una base de seguridad cuando están angustiados. Son personas seguras,
cálidas, estables y con relaciones íntimas más satisfactorias.
El apegado evasivo: aparentemente desinteresado de la presencia de quien
lo cuida en momentos de angustia. Tienen poca confianza de que serán
ayudados, tienen miedo a la intimidad y manifiestan dificultades para
depender de los demás.
El apegado ansioso ambivalente: es el que se angustia intensamente y se
enfada al sentirse abandonado. Son los que tienen mayores niveles de
inseguridad en los otros y demuestran un fuerte deseo de intimidad.
Lo que me resulta más curioso es que este tipo de categorías se reflejan en
las personas cuando crecen y se enamoran. Si una pareja se aleja de usted y
le da las buenas tardes para siempre, ¿en qué categoría de apego se ubicaría?
¿Se sentiría tranquilo y seguro? ¿Tendría herramientas para continuar su
vida con objetivos claros? ¿Sería capaz de hacer otros planes con otras
personas, de organizar su vida, separando de su estabilidad lo que esa
persona representaba?

El amor, a diferencia del apego, no trae ataques de piedra, no suelta frases de


manipulación ni demostraciones violentas de posesión, celos o mechoneadas
de pelo. El amor surge de la satisfacción, mientras que el apego surge del
miedo.

Por eso, ante el previsible final de una relación, porque señores y señoras,
todas las relaciones llegan a su fin, vemos salir algunas veces el apego, que se
refleja en las demostraciones de dolor, necesidad y angustia. El amor es
visible en los momentos de aceptación, de asertividad, de guardar los
buenos recuerdos.
Aprender a amar es aprender a dar el paso del temor a la seguridad, del
dolor a la comprensión, del adiós con portazo al adiós y que seas feliz.

Recuerda que el apego es dependencia, no tener la paz para descansar


porque no se te va su última frase de la cabeza. Se traduce en esa amiga
cansona que, cuando llama porque está recién despechada, es la foto de la
angustia, de la ausencia de serenidad. Por lo general, en ese estado se toman
malas decisiones, como coger el carro, medio bebida, para ver por dónde
está el desgraciado. El apego la domina, la controla, la aconseja y la hace
embarrarla una vez y otra vez. En esa situación ella no escucha, ni tampoco
se deja aconsejar, porque actúa sin pensar y revive su pataleta más infantil
para sacar su rabia por haber sido abandonada.

El amor comparte el poder, deja ser al otro, no se basa en prohibiciones,


amenazas y egoísmos. El amor, en sí mismo, es ser feliz con el otro, en el otro
y, si tiene que ser, sin el otro. El amor es frescura, porque habrá más
oportunidades de seguir amando, aprendiendo y compartiendo.

Si una historia de amor termina, mejor que lo haga con amor y no con apego,
que siempre me ha rimado con ego.

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