ORACIÓN INICIAL

Padre misericordioso, concédenos vivir

este Santo Vía crucis con fervor, con
alegría y haz que nuestros corazones
acojan tu Palabra llena de Amor para
aprender de ti que es posible vivir en un
permanente estado de perdón y
reconciliación capaz de dar a conocer tu
voluntad para con cada uno: la vida plena,
nuestra salvación.

María Santísima, que acompañaste a Jesús

en este camino, enséñanos a tener
sentimientos como los que tuviste en la
Pasión de tu Hijo, para que aprendamos, a
través del dolor y de la cruz, la ciencia del
amor de Dios que abraza y perdona a todos
sin condiciones. Te lo pedimos por Cristo
nuestro Señor. Amén
 1ª ESTACIÓN: “JESÚS ES
CONDENADO A MUERTE"
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Jn 19,14-16): “Era el día
de la Preparación de la Pascua, hacia el
mediodía. Dijo Pilato a los judíos: “Aquí
tienen a su rey”. Ellos gritaron: “¡Fuera,
fuera! ¡Crucifícalo!” Replicó Pilato: “¿A
su rey voy a crucificar?”. Contestaron los
sumos sacerdotes: “No tenemos más rey
que el César”. Entonces se los entregó
para que fuera crucificado.” Palabra del
Señor.
Reflexión: Jesús es enjuiciado por las
leyes del mundo y condenado a muerte de
manera injusta; su juicio creó una gran
división en el pueblo judío, porque el estilo
de vida que él predicó con su testimonio
confrontó a todos aquellos que limitaron la
palabra de Dios a sus esquemas.
Hoy, cuando nuestros propios esquemas
nos impiden apreciar, valorar, descubrir,
explotar la bondad que habita en lo más
profundo de cada uno, continuamos
emitiendo juicios, condenándonos y
condenando a los demás, impidiendo que
el perdón y la reconciliación lleguen a
nosotros.
Los esquemas se van construyendo a lo
largo de nuestras vidas. Cada uno
poseemos nuestra propia historia, las
experiencias vividas forman parte de
quienes somos ahora; podemos recordar el
pasado con gratitud, alegría, pero es
posible que también lo recordemos con
dolor, tristeza, resentimiento,… echándole
la culpa a esa historia de las metas que no
alcanzamos, de las pérdidas que sufrimos,
de las pobrezas que padecimos, de las
profundas heridas que nos han obligado a
ocultarnos tras tremendas armaduras de
hierro para protegernos de próximos
impactos.
Frecuentemente nosotros nos convertimos
en nuestros propios jueces porque
clasificamos lo que hemos vivido desde
nuestros propios esquemas, olvidando que
el único esquema de Dios es el amor.
Sólo rompiendo las corazas que nos
“protegen”, y atreviéndonos a echar un
vistazo, desde la mirada de Dios, al pasado
que forma parte de nuestra historia
seremos capaces de iniciar una experiencia
de perdón y reconciliación personal,
abriendo la puerta a la reconciliación con
los demás.
Oración: Señor Jesús, te pedimos por cada
uno de nosotros, regálanos el coraje de
mirar con ojos nuevos nuestras historias,
para poder experimentar la reconciliación
personal que nos invita a cambiar nuestros
esquemas. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 2ª ESTACIÓN: “JESÚS CARGA LA
CRUZ EN SUS HOMBROS”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Jn 19,17): “Tomaron pues
a Jesús que, cargando con su cruz, salió
hacia el lugar llamado Calvario, que en
hebreo se dice Gólgota.” Palabra del
Señor.
Reflexión: La disponibilidad de Jesús para
cargar la cruz no elimina ciertamente la
responsabilidad de sus verdugos, sin
embargo, sí manifiesta la entrega total de
la vida y el amor incondicional de Jesús
por todos.
Hoy podemos preguntarnos cuáles son las
cruces que cargamos por amor, cuáles son
las cruces que han sido creadas por
nuestros pensamientos, sentimientos,
prejuicios,… y por tanto llenas de odios,
resentimientos, pesimismo, muerte,… Las
falsas ideas que muchas veces habitan en
nuestro interior son generadoras de cruces,
que aunque racionalmente son
justificables, impiden descubrir aquello a
lo que hemos sido llamados cada uno: la
integración personal que nos hace
contemplar el mundo con los mismos ojos
de Dios, que nos hace capaces de amar
incondicionalmente, como Jesús hizo por
cada uno de nosotros.
Los verdugos que llevaron a Jesús camino
al Calvario tuvieron una clara
responsabilidad en este acontecimiento;
igual que ellos, nosotros somos
responsables hoy de aquello que
pensamos, sentimos y genera prejuicios
que condenan a quienes nos rodean; somos
responsables de no ser instrumentos para
alivianar las cargas de otros o incluso
nuestras propias cargas, o de convertirnos
en cargas pesadas para los demás.
¿En cuántas ocasiones hemos llevado al
Calvario a aquellas personas que son
diferentes a nuestros ojos, a aquellos que
no actúan según los criterios establecidos?
¿En cuántas ocasiones hemos sido
verdugos de otros sin conocer la raíz de las
situaciones que están viviendo y provocan
actitudes o decisiones que muchas veces
nos desconciertan? Ciertamente somos
responsables de dar cabida en nosotros a
pensamientos, sentimientos y juicios sin
fundamento que además de gestar cruces
pesadas para los demás, van matando en
nosotros la posibilidad de creer en su
transformación.
Los pensamientos, juicios y prejuicios se
fundamentan frecuentemente en la mirada
superficial del mundo que nos rodea y nos
impiden contemplar el interior de cada
persona, nuestro propio interior.
Atrevámonos a hacer silencio, a ser
conscientes de quiénes somos y
contemplarnos de tal manera que
descubramos nuestra propia esencia;
atrevámonos a contemplar a los demás
creyendo que no están condicionados por
situaciones concretas que empobrecen
nuestra experiencia de reconciliación.
Oración: Señor, ayúdanos a no juzgar, a
sentir y pensar cómo tú, para que las cruces
de cada día tengan sentido arraigado en el
amor. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 3ª ESTACIÓN: “JESÚS CAE POR
PRIMERA VEZ”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Mc 8,34-35): “Llamando a
la gente a la vez que a sus discípulos, les
dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame. Porque quien quiera salvar su
vida, la perderá; pero quien pierda su vida
por mí y por el Evangelio, la salvará”.
Palabra del Señor.
Reflexión: La cruz es pesada y hace que
Jesús caiga por tierra; esta primera caída
nos recuerda que se hizo uno de nosotros
de manera tan real que experimentó hasta
nuestras limitaciones, pero no nuestros
extravíos y pecados (cf. Heb 4,15).
En la caída de Jesús con la cruz los seres
humanos reconocemos nuestras
limitaciones y, sobre todo, nuestros
errores; a cada momento podemos cometer
errores que nos tiran en tierra como a
Jesús, los errores dañan nuestra vida y la
de las personas que nos rodean y nadie está
exento de eso.
Todos somos personas en construcción y
por ello todos nos equivocamos, así mis
errores pueden ser la cruz de otros que
también los tira al suelo en este caminar de
la vida, es por ello que debemos unos a
otros corregirnos con paciencia y alegría.
La corrección paciente y alegre debe ser
un denominador común en todos los
ambientes en los que nos desenvolvemos:
en nuestras familias, en nuestros trabajos,
en nuestra misión pastoral,… y sobre todo
cuando poseemos alguna responsabilidad
que exige un mayor testimonio de aquellos
valores propios del Reino que cada día nos
proponemos vivir.
Debemos recordar que la fe no nos hace
súper hombres o súper mujeres; gracias a
ella nos hacemos generosos a pesar de
nuestras limitaciones pues sólo el que se
siente limitado puede ayudar; sólo desde
nuestras limitaciones podemos amar, al
mismo tiempo que nos sentimos
necesitados por los demás.
El liderazgo que cada uno ejerce en la
misión pastoral encomendada es un
espacio ideal para poner en práctica la
corrección y la acogida que se propone.
¿Somos agentes de pastoral que
promueven la unidad y la reconciliación?
¿Somos capaces de reconocer con
esperanza los signos de vida de nuestros
hermanos? ¿Somos capaces de desgastar
la vida por aquellos valores que nos
identifican como auténticos cristianos a
pesar de nuestras limitaciones? ¿O nos
convertimos en promotores de división y
pesimismo en nuestros entornos?
Oración: Oh Padre, que has enviado a tu
Hijo como Luz del mundo y Palabra de
Verdad, suscita en cada uno de nosotros la
gracia de ser instrumentos de unidad y
reconciliación en los ambientes en los que
nos desenvolvemos, especialmente en
aquello que dependen del liderazgo en
nuestro servicio pastoral. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 4ª ESTACIÓN: “JESÚS
ENCUENTRA A MARÍA, SU
MADRE”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Lc 2,34-35): “Simeón,
después de bendecirlos, dijo a María, la
madre: «Este niño será causa de caída y
de elevación para muchos en Israel; será
signo de contradicción, y a ti misma una
espada te atravesará el corazón. Así se
manifestarán claramente los
pensamientos íntimos de muchos»”.
Palabra del Señor.
Reflexión: En el camino de la cruz Jesús
estuvo rodeado de muchas personas; con
seguridad todas indiferentes, excepto una:
su Madre. Y es que todo puede fallar
menos el amor de la madre. María tenía el
corazón herido pero siempre fuerte para
amar.
María es el ejemplo de fidelidad a la
voluntad del Padre a pesar de las
dificultades que haya podido encontrar en
el camino. María es capaz de acompañar
de cerca a su Hijo, confiando que cada
situación dolorosa se transformará en una
experiencia de vida plena.
La fidelidad de María está fundamentada
en la relación de confianza establecida con
Dios, un Dios que desde el inicio de los
tiempos ofrece una alianza de fidelidad
hacia el pueblo elegido. María se siente
parte de ese pueblo y es capaz de
apropiarse esa alianza que el mismo Dios
les hace.
¡Qué experiencia de profunda intimidad
con Dios tiene María! ¡Qué experiencia de
infinita confianza es capaz de transformar
su corazón para acoger el dolor de su Hijo
y ser capaz de acompañar sin desfallecer!
¡Qué experiencia de infinito amor hizo
posible que María se convirtiera en nuestra
madre!
¿Cómo es nuestra experiencia de relación
con Dios? María, como buena hija de su
pueblo, sabía quién era Dios, y creía
plenamente que la alianza que el ofreció
desde los orígenes se concretaba en su
Hijo. Nunca reclamó, más bien se
convirtió en el prototipo de creyente que
sabe descubrir lo que Dios quiere para su
vida, que sabe esperar con paciencia al
mismo tiempo que se convierte en
colaboradora del proyecto propuesto.
¿Cómo concebimos a Dios en nuestras
vidas? ¿Qué imagen de Dios hemos
aprendido? La idea que tenemos de Dios
puede afectar al compromiso que cada uno
asumimos en nuestros entornos. ¿Qué
necesitamos rescatar de la experiencia de
Dios que tenemos para que nuestro
compromiso esté acorde con los valores
del Reino? ¿Qué necesitamos afianzar
para no dejarnos llevar por las tendencias
espiritualistas que proponen a un Dios
poco comprometido con la historia del
pueblo que sufre injusticia, división,
violencia?
Oración: Padre –que reúnes a tu pueblo
desde todas las naciones de la tierra–
ayúdanos a que, como María, podamos
tener una experiencia de Dios que nos
lanza al compromiso concreto con los que
sufren. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 5ª ESTACIÓN: “SIMÓN CIRINEO
AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA
CRUZ”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Mc 15,21): “Simón de
Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo,
que volvía del campo y pasaba por allí, fue
obligado a cargar con su cruz”. Palabra
del Señor.
Reflexión: ¡Qué tan real debió haber sido
esta ayuda que algunos primeros cristianos
recordaban a este buen hombre –como
diríamos ahora– con nombre y apellidos!
Nadie puede negar la realidad y evidencia
del sufrimiento. Pero al mismo tiempo,
nadie puede negar que es igualmente y
hasta más real la existencia de personas
que ayudan con la cruz a sus hermanos.
¿Hemos ayudado a alguien alguna vez?
¿Nos hemos sentido ayudados por alguien
alguna vez? Posiblemente tengamos
grabadas en nuestras vidas esa experiencia
de ayudar y ser ayudados. Estamos
acostumbrados a percibir más fácilmente
las ayudas físicas o materiales: se debe
hacer o dar algo en respuesta de alguna
necesidad concreta.
Sin embargo se convierte en una
emergencia la ayuda que podemos prestar
a través del acompañamiento a los demás
a través de la presencia, de la escucha, de
la comprensión, de la cercanía,… éstas son
actitudes minusvaloradas y que, por tanto,
necesitan ser cultivadas en el mundo actual
sediento de encuentros fértiles y
significativos.
Es un secreto a voces que todos estamos
ansiosos de ser reconocidos, amados,
tomados en cuenta, al mismo tiempo que
debemos debatirnos con el creciente
individualismo de nuestra sociedad.
Esta realidad nos propone una doble tarea:
ser conscientes de nuestras necesidades y
ser capaces de expresarlas a quienes nos
rodean para dejarnos acompañar, esto solo
se logra bajando a lo más profundo de cada
uno para combatir la agresividad pasiva
que pueden provocar nuestras actitudes;
por otro lado la oportunidad que se nos
ofrece de convertirnos en acompañantes –
conciliadores de rupturas internas de
quienes más lo necesitan, para ello
debemos desarrollar una intuición y
contemplación tal que nos haga sensibles a
las necesidades que a veces se tornan
invisibles a nuestros ojos superficiales.
Simón de Cirene cargó la cruz del Jesús,
este gesto “accidental” lo convierte en un
personaje significativo, porque es capaz de
estar cerca de Él cuando prácticamente
todos lo habían abandonado,… Simón, por
tanto, puede convertirse en un prototipo de
cercanía, de acompañante, de quien
podemos tomar ejemplo; capaz de apreciar
la necesidad del otro y de permanecer a su
lado para que la cercanía ayude a seguir
adelante a pesar superar los obstáculos.
Oración: Padre de bondad, que quieres
que todos los hombres se salven, te
pedimos que seamos conscientes de las
necesidades para poder convertirnos en
acompañantes cercanos de quienes más lo
necesitan. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 6ª ESTACIÓN: “VERÓNICA
ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Is 52, 14-15): “Del mismo
modo que muchos quedaron asombrados
al verlo –pues tan desfigurado estaba que
no parecía un hombre, ni su apariencia
era humana-, así se admirarán muchas
naciones; ante él cerrarán los reyes la
boca, pues verán lo que nunca les
contaron y descubrirán lo que nunca
oyeron”. Palabra del Señor.
Reflexión: Los seres humanos siempre
han querido ver a Dios; ha sido un deseo
respaldado a veces por la curiosidad, pero
casi siempre por la misma necesidad de
darle sentido a la vida (Sal 27, 8-9). Ante
este deseo honesto, Dios no se quedó
callado y mostró su rostro en Jesús, el justo
sufriente; así quedaba claro de una vez por
todas que cada rostro, especialmente los
rostros de quienes más sufren, son
manifestación y presencia del Dios de
Jesús.
¿Qué provoca que los rostros se
desfiguren? Si estamos hechos a imagen y
semejanza de Dios, deberíamos manifestar
su esencia de bondad, que al mismo
tiempo es nuestra misma esencia; sin
embargo las realidades de la vida nos
golpean, a veces de una forma tan
profunda, que desfiguran nuestro rostro,
nuestra alma, nos convertimos en víctimas
de nuestra propia historia, de la realidad
del sistema.
Frecuentemente los derechos humanos son
atropellados por muchas realidades que
impasibles no buscan más que sus propios
beneficios: realidad familiar, realidad
laboral, realidad sociopolítica,… nos
convierten en marionetas de las tendencias
sociales y nos impiden gestar mentes
críticas y capaces de defender criterios que
favorezcan la vida y la dignidad humana.
Es válido preguntarnos si nuestro rostro
está desfigurado, qué situaciones provocan
está situación, si está de nuestra mano
reconfigurar nuestro rostro con el de Jesús.
Es necesario reconocer qué rostros se
encuentran desfigurados a nuestro
alrededor y valorar si nuestra presencia,
nuestro compromiso puede ayudar a la
reconstrucción de tantas vidas dañadas.
Ciertamente, todos nos encontramos en un
camino constante de integración personal,
que es capaz de incidir directamente en los
procesos sociales de restauración que tanto
hacen falta en nuestro entorno. ¿Cómo
afecta mi proceso de reconciliación
personal en los procesos sociales de
restauración en los que nos encontramos
inmersos?
Oración: La Verónica es capaz de romper
con los estereotipos sociales de su tiempo
al acercarse a Jesús y enjugar su rostro; es
capaz de sentir con el otro, y de salir a su
encuentro,… Señor nuestro, concédenos
que como ella podamos ser instrumentos
de reconciliación reconstructores de los
rostros deformados por la realidad que nos
afecta. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 7ª ESTACIÓN: “JESÚS CAE POR
SEGUNDA VEZ”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Mc 9, 31-32): “Les decía:
‘El Hijo del Hombre será entregado en
manos de los hombres; lo matarán, más a
los tres días de haber muerto resucitará.
Pero los discípulos, que no entendían sus
palabras, tenían miedo de preguntarle”.
Palabra del Señor.
Reflexión: La segunda caída de Jesús con
la cruz, manifiesta la fuerza secreta del
amor solidario; como dice san Pablo: “Si
Él no perdonó ni a su propio Hijo (antes
bien lo entregó por todos nosotros) ¿cómo
no va a darnos con él gratuitamente todas
las cosas?” (Rom 8,32).
Esta segunda caída nos recuerda el
sufrimiento insistente al que está expuesto
cada ser humano, sufrimiento
experimentado por las víctimas y
provocado por los victimarios,… y aunque
parezca desconcertante sufrimiento que
por ambas partes necesita integrarse en un
proceso de profunda reconciliación.
Queda fuera del alcance de nuestras
mentes los motivos por los que los
victimarios agreden sin motivos aparentes.
Una historia oculta mueve la actuación de
quienes afectan la integridad y dignidad de
sus semejantes. Queda fuera del alcance de
nuestra lógica que Jesús haya caído por
segunda vez por todos, víctimas y
victimarios,…
No resulta sencillo reconocer que la gracia
restaurativa que procede del Dios de la
vida es para todos, sobre todo cuando
somos afectados por un dolor provocado
por una acción involuntaria y que nos
impulsa instintivamente a buscar justicia
para calmar nuestro dolor.
En estas situaciones en las que la mente no
puede dar respuestas, soluciones, fáciles se
hace obligatorio buscar ayuda, encontrar a
personas que actúen como intermediarios
para erradicar el dolor, la sed de venganza,
la justicia parcializada,… que nos ayuden
a integrar el dolor y a creer nuevamente en
la posibilidad de una vida restaurada.
¿Será posible esta propuesta? ¡Sí! Existen
testimonios de personas que han sido
capaces de perdonar a sus victimarios,
incluso llegando a la reconciliación,…
ambas partes reconocen si el dolor, el odio,
la sed de venganza,… no se integran en la
vida, se convierten en los dueños de la
misma, gestándose espacios de amargura,
desesperanza, muerte,… Y esto no es
querido por Dios.
La segunda caída de Jesús nos invita a
reconocer que Dios está presente, a
nuestro lado, acompañándonos, que no es
ajeno a nuestros sufrimientos y dolores.
Pero también nos recuerda que
necesitamos buscar, encontrar esa ayuda
que favorece la reconciliación entre
víctimas y victimarios… ¡un gran desafío!
Oración: Señor Jesucristo, te pedimos que
nos regales una mirada objetiva que nos
haga reconocer aquello que nos esclaviza
y nos impide ser gestadores de vida; que
fortalezcas nuestra fe para que podamos
valorar la bondad de cada ser humano.
Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
8ª ESTACIÓN: “JESÚS CONSUELA
A LAS MUJERES DE JERUSALÉN”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Lc 23,27-28): “Le seguía
una gran multitud del pueblo y mujeres
que se dolían y se lamentaban por él. Jesús
se volvió a ellas y les dijo: ‘Hijas de
Jerusalén, no lloren por mí; lloren más
bien por ustedes y por sus hijos”. Palabra
del Señor.
Reflexión: La sabiduría de nuestras
comunidades nos revela que el dolor
compartido es dolor superado. Ante
aquellas mujeres que se duelen y se
lamentan, Jesús no se siente solo;
comparten su dolor y eso está muy bien.
Sin embargo, Jesús les recuerda que la
compasión por el otro debe hacer que
nuestra vista vaya más allá del dolor, la
tristeza y salir al consuelo del otro.
¿Quiénes son los tristes y los que necesitan
consuelo?
Cada ser humano tenemos luchas,
dificultades y tristezas. Atravesar por
momentos tristes en la vida es parte de la
existencia humana. Y es por ello que todo
ser humano tiene necesidad de consuelo,
sobre todo cuando se está atravesando por
una especial dificultad; de modo que todos
estamos llamados a ser al mismo tiempo
consoladores y consolados.
Existen grupos que combinan esta doble
dimensión, practicando la escucha activa y
el acompañamiento personalizado a
quienes están viviendo situaciones
difíciles. Podemos acompañar desde la
propia experiencia, porque ésta es la que
hace posible el desarrollo de la empatía y
de la escucha activa, favoreciendo la
posibilidad de superar las dificultades con
mayor facilidad.
Este tipo de práctica puede ayudarnos a
volver a encontrar el sentido profundo de
la vida, aquello a lo que cada uno hemos
sido llamados,… sin embargo, una vez
más, necesitamos reconocer y aceptar las
experiencias de dolor que estamos
viviendo y al mismo tiempo manifestar el
deseo de integrar esas situaciones que le
restan espacio a nuestra vida.
Las mujeres de Jerusalén, en grupo se
sintieron consoladas por Jesús, a pesar de
que éste estaba sufriendo el mayor de los
dolores… Jesús es el único que puede
regresar el sentido a nuestras vidas, y el
grupo de personas del que nos
acompañamos nos lo recuerda
permanentemente. ¿Me dejo acompañar
por otras personas que poseen
experiencias parecidas a las nuestras?
¿Soy capaz de encontrar el más supremos
consuelo en la persona de Jesús para lograr
avanzar en el proceso de reconciliación
que él mismo me propone?
Oración: Señor Jesús, Buen Pastor que
entregaste tu vida por nosotros tus ovejas,
fortalece nuestros lazos de comunión para
que podamos acompañarnos los unos a los
otros en nuestro caminar; aumenta nuestra
fe en ti para que podamos experimentar tu
consuelo reparador. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 9ª ESTACIÓN: “JESÚS CAE POR
TERCERA VEZ”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Is 53,5): “Más fue herido
por nuestras faltas, molido por nuestras
culpas. Soportó el castigo que nos
regenera y fuimos curados con sus
heridas”. Palabra del Señor.
Reflexión: Y Jesús casi muerto por el
dolor cae por tercera vez y queda
manifiesta la grandeza de su amor
solidario que no deja a nadie fuera del
abrazo redentor del amor de su Padre. Este
gesto solidario de Jesús venció el poder del
pecado y dejó claro que su Dios –nuestro
Dios- es el Dios de los que sufren.
En las relaciones humanas una de las cosas
que más cuesta es soportar o sobrellevar
los defectos de nuestros prójimos. Estamos
invitados a tener paciencia y dejar de fijar
nuestra mirada en los defectos de los
demás.
La paciencia es la virtud que nos lleva a
soportar sin tristeza de espíritu ni
abatimiento de corazón los padecimientos
físicos y morales; nos ayuda a mirar a los
demás con corazón amplio y, aun cuando
veamos sus defectos, poner el empeño
para soportarlos con un corazón
misericordioso.
Sufrir con paciencia los defectos de los
demás es un camino seguro hacia la
superación de los conflictos que conllevan
deseo de venganza, de violencia,… Se
trata de formar en nosotros una conciencia
que no se indigna ante los defectos de los
demás, sino que sabe acoger y valorar lo
que cada uno es, fortaleciendo las virtudes
constructoras de esperanza y vida. Un
corazón así hace vida lo que San Pablo
escribía en el himno a la caridad: «El amor
es paciente, es bondadoso» (cf. 1 Co 13,
4).
Hagamos nuestras las palabras del Papa
Francisco: “este comportamiento, sentirse
perfectos y por lo tanto capaces de juzgar
los defectos de los demás, es contrario a la
mansedumbre, a la humildad de la que
habla el Señor, «a esa luz que es tan bella
y que está en perdonar». Jesús usa una
palabra fuerte: « hipócrita». Los que viven
juzgando al prójimo, hablando mal del
prójimo, son hipócritas. Porque no tienen
la fuerza, la valentía de mirar los propios
defectos” (Viernes 13 de septiembre de
2013).
¿Mi vida concretiza la invitación de ser
humilde para acoger con madurez la forma
de ser de los demás? ¿Soy capaz de
reconocer que en los demás también se
manifiesta Dios, a pesar de sus defectos?
¿Puedo tomar la decisión de desterrar de
mi vida los deseos de venganza y odio que
matan la vida?
Oración: Padre Celestial que envías a tu
Unigénito para nuestra salvación,
ponemos en tus manos nuestro corazón,
para que día a día aumente en nuestro
corazón la paciencia y la caridad para ser
constructores de puentes de reconciliación
con los demás. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 10ª ESTACIÓN: “JESÚS ES
DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Mc 15,24): “Lo
crucificaron y se repartieron sus vestidos,
echándolos a suertes, a ver qué se llevaba
cada uno”. Palabra del Señor.
Reflexión: Jesús llega al Calvario y es
violentamente despojado de sus vestidos
para ese momento pegados a sus llagas;
desnudo es expuesto a la burla de los
espectadores irreverentes.
El despojo de Jesús es comunión
permanente con todos los que sufren otros
tipos de despojo, no únicamente con los
que están desnudos físicamente. ¿Cuántas
situaciones nos han despojado de lo más
importante en nuestras vidas, la conciencia
de ser seres dignos, valiosos y capaces de
ser testigos de vivos de procesos de perdón
y reconciliación creíbles?
¿Quiénes son los responsables de estos
despojos? Debemos atrevernos a ser
conscientes de las dinámicas de la vida que
han influido en los despojos que
sufrimos…; existen situaciones que llegan
sin avisar a nuestras vidas (enfermedades,
pérdida de algún ser querido,…), otras que
son consecuencias de nuestras decisiones
(ruptura de relaciones con otras personas,
condenas penitenciarias,…).
También podemos preguntarnos si existe
algún responsable de los despojos que no
dependen de las situaciones descritas
anteriormente,… Si bien es cierto que la
respuesta puede ser afirmativa,
frecuentemente estas personas no se
encuentran cerca de nosotros, son
desconocidas o han marcado tan
negativamente nuestras vidas que
preferimos evitarlas… Cuando esto sucede
sólo existe una persona capaz de restaurar
aquella dignidad de la que hemos sido
despojados: somos nosotros mismos.
Necesitamos aprender a ser cada vez más
conscientes de nuestra forma de vivir para
que los despojos que pueden llegar a
nuestras vidas sin avisar, se conviertan en
un medio de crecimiento y de integración
personal y social. Esto sólo será posible
cuando seamos capaces de adentrarnos en
nuestra profundidad interior para vivir la
vida con un sentido más pleno, sentido que
no nos regala la sociedad que
frecuentemente se mueve en la
superficialidad.
Enseñanza del Papa Francisco:
“Hoy, aquí, pidamos la gracia para todos
los cristianos. Que el Señor nos dé a todos
nosotros el valor de despojarnos, pero no
de 20 dólares; despojarnos de lo mundano,
que es la lepra, es el cáncer de la sociedad.
¡Es el cáncer de la revelación de Dios! ¡El
espíritu del mundo es el enemigo de Jesús!
Pido al Señor que, a todos nosotros, nos dé
esta gracia de despojarnos”. (Encuentro
con los pobres asistidos por CÁRITAS,
viernes 4 de octubre de 2013)
Oración: Jesucristo, Cordero inmolado
por la humanidad, te rogamos por todas las
personas que sufren por la desnudez, el
despojo en cualquier dimensión integral de
sus vidas, que puedan redescubrir el
auténtico sentido de su humanidad. Amen.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 11ª ESTACIÓN: “JESÚS ES
CLAVADO EN LA CRUZ”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Lc 23,33): “Llegados al
lugar llamado Calvario, lo crucificaron allí
junto con los malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda”. Palabra del
Señor.
Reflexión: La crucifixión es señal del
pecado de los hombres no del amor de
Dios; en la cruz se evidencia los grados
más altos de maldad que puede alcanzar el
ser humano. Sin embargo, es aquí donde se
ha dado también la más grande muestra del
amor. Ciertamente Dios no estaba de
acuerdo con los verdugos que mataban a
su Hijo; pero sí estaba de acuerdo con él
en su entrega de la vida y fidelidad hasta el
extremo.
¿Qué pecado es el que nos mantiene
esclavos e incapaces de desarrollarnos
plenamente como personas? El pecado se
manifiesta a través de valores contrarios a
los propios valores del Reino de Dios, y
aunque es una realidad que ya conocemos,
con frecuencia se introduce en nuestras
vidas de una forma tan sutil que nos
envuelve para hacer, como diría San
Pablo, aquello que no queremos hacer.
Ante esta difícil realidad se hace
imperativo adoptar un estilo de vida
fundamentado en el discernimiento que
nos invita a elegir entre aquello que está en
sintonía con los valores del Reino y
desenmascarar aquello que nos aleja de
Dios. Discernir es una práctica que se
desarrolla con el tiempo y la constancia, la
fidelidad al conocimiento personal y al
mismo tiempo al querer de Dios.
Sólo el discernimiento nos puede ayudar a
elegir aquello que nos acerca a Dios
aunque en algún momento pueda consistir
en una elección que implique algún
esfuerzo. Esto último, en una sociedad que
incita a la provisionalidad, al hedonismo y
a un constante pasarla bien, se convierte en
un gran desafío para todos aquellos que
quieren hacer realidad la presencia de
Jesús en la actualidad.
En aquellos momentos en los que no
sepamos qué es lo que más nos conviene,
pidámosle la gracia al Señor para que
podamos elegir con lucidez, y al mismo
tiempo podamos reconocer que cualquier
decisión debe ser movida por un amor que
restaura y que nos orienta a descubrir
aquello a lo que hemos sido llamados a ser.
Oración: Señor, te pedimos por la
humanidad redimida por tu Hijo que
camina desorientada, que tu Espíritu sea
capaz de alentar su caminar a través de
elecciones concretas que favorezcan su
restauración desde los valores del Reino.
Padre Nuestro, un Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
12ª ESTACIÓN: “JESÚS MUERE EN
LA CRUZ”
V/ Te adoramos, ¡oh! Cristo, y te
bendecimos.
R/ Porque por tu Santa Cruz redimiste al
mundo.
Texto Bíblico (Mc 15,33-34.38-39):
“Llegada la hora sexta, la oscuridad cubrió
toda la tierra hasta la hora nona. A la hora
nona gritó Jesús con fuerte voz: ‘Eloí,
Eloí, ¿lemá sabactaní?’, que quiere decir:
‘¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has
abandonado?’… Entonces el velo del
Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba frente a él, al ver
que había expirado de aquella manera,
dijo: ‘verdaderamente este hombre era hijo
de Dios”. Palabra del Señor.
Reflexión: Jesús quiso morir en la cruz
por perdonar nuestros pecados, por
solidaridad y amor; experimentó la
muerte, el drama más profundo del ser
humano, precisamente para darle sentido a
la vida. Necesito que me pida perdón! ¡Yo
a este no lo perdono!, ¿Perdonar?, parece
que esto es algo que no resulta fácil, en
especial cuando las heridas son profundas
y más aún, cuando el que ofende, no
muestra arrepentimiento o revela una
soberbia. Pero ante todo parece que lo que
más necesitamos, es que se haga justicia, y
lo más grave, es cuando nos tienta la
venganza, y a toda costa queremos una
reparación del mal causado. ¿Y dónde
queda la misericordia? Decimos con gran
alegría que Dios es rico en misericordia,
además que es infinita, pero y la nuestra,
¿Hasta dónde llega? Si miramos la cruz,
resonarán la enseñanzas de Jesucristo,
Nuestro Señor, el antes de expirar, implora
perdón para sus verdugos. Él perdona
todas nuestras culpas y cura todas nuestras
dolencias; no acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente; no nos trata
según nuestros pecados ni nos paga
conforme a nuestras culpas. Quien dice Yo
perdono… pero no olvido, da a entender
que perdona sólo de palabra, pero en su
interior guarda rencores. Esa persona, en
lugar de ser libre, encadena
voluntariamente su corazón en el pilar del
odio. La obra de misericordia "Perdonar al
que nos ofende" se trata de no dejar
contaminar nuestro corazón con rencores
dañinos y de volar libres con las alas del
amor. ¿Si Dios que es todo poderoso nos
perdona todo? ¿Quiénes somos nosotros
para no perdonar al prójimo?
Enseñanza del Papa Francisco:
“Ante todo, «pedir perdón no es un simple
pedir disculpas» sino que «es ser
consciente del pecado, de la idolatría que
construí, de las muchas idolatrías»; en
segundo lugar, «Dios siempre perdona,
siempre», pero pide que también yo
perdone, porque «si yo no perdono», en
cierto sentido es como si cerrase «la puerta
al perdón de Dios». Una puerta, en
cambio, que debemos mantener abierta:
dejemos entrar el perdón de Dios a fin de
que podamos perdonar a los demás”.
(Homilía del 10 de marzo del 2015)
Oración: Señor Jesucristo, haz que
seamos muchos los que tengamos un amor
tan grande como el tuyo, dispuestos a
entregar el perdón y la propia vida por los
hermanos en el mundo entero y por el
anuncio del Evangelio de salvación.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
13ª ESTACIÓN: “JESÚS ES BAJADO
DE LA CRUZ”
Texto Bíblico (Jn 19,38): “Después de
esto, José de Arimatea, que era discípulo
de Jesús, aunque en secreto por miedo a
los judíos, pidió a Pilato autorización
para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se
lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su
cuerpo”. Palabra del Señor.
Reflexión: Todas las muertes duelen; es
más todas las muertes hunden en la
desesperanza y el caos. Sin embargo, con
la muerte de Jesús –el Mártir por
excelencia– la vida y la esperanza reviven
en el corazón de la humanidad. En la
muerte de Jesús y la aparente debilidad de
aquel cuerpo que es bajado de la cruz está
la simiente vida de otros que –a ejemplo de
él– trabajarán generosamente para que el
Reino de Dios rinda sus frutos.
¡Cuántas personas han perdido la vida de
una forma injusta e inesperada!
¡Podríamos recordar a tantos! Los que han
muerto a manos de asaltantes; resultado de
la extorsión; producto de la violencia
doméstica; resultado de la corrupción; por
desacuerdos familiares; en accidentes de
tránsito provocado por irresponsabilidad
de los involucrados,… podríamos citar
cientos de casos que confirman que
cuando la muerte llega de esa manera
genera un dolor mucho mayor,…
Estos tipos de muerte claman justicia, pues
no se justifica que ninguna vida humana
sea arrebatada por alguna de esas causas.
Estas realidades se encuentran presentes
en muchas familias hondureñas
generándose un descontento hacia el
sistema social que no promueve la
justicia,….
Y ante esa situación nos preguntamos
frecuentemente ¿qué hacer? Sobre todo
cuando la vida se pone en riesgo si se
pretende trabajar por la justicia,
¿tendremos que seguir resignándonos ante
esta realidad? No existen respuestas claras
ante estas situaciones; no somos inmunes
al dolor ni al sufrimiento; sin embargo
deberíamos ser inmunes a la desesperanza
y a la pérdida del sentido de la existencia:
esto hace posible que se abran caminos
hacia el perdón y la reconciliación.
La muerte de Jesús en la cruz es el claro
ejemplo de que las injusticias existen
desde los inicios de los tiempos, sin
embargo en su muerte podemos
contemplar la simiente del compromiso y
la responsabilidad de entregar la vida hasta
el extremo a la causa del Reino. En José de
Arimatea podemos contemplar a una
persona comprometida con sus valores,
dando sepultura a Jesús es capaz de hacer
aquello que está al alcance de su mano,
aunque suponga conflictos,… es capaz de
comprometerse sin condición… ¿son
nuestros compromisos fieles a nuestras
convicciones personales? ¿Nuestros
compromisos abren el camino a procesos
de perdón y reconciliación?
Oración: Señor Jesús, que moriste en la
Cruz por amor a los hombres, te pedimos
que tu muerte ilumine el dolor sufrido por
la muerte de tantos hermanos y hermanas
para que pueda transformarse en espacios
de perdón y reconciliación que restauren la
unidad y la paz.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
 14ª ESTACIÓN: “JESÚS ES
DEPOSITADO EN EL SANTO
SEPULCRO”
Texto Bíblico (Jn 19,39-42): “Fue
también Nicodemo, aquel que
anteriormente había ido a verle de noche,
con una mezcla de mirra y áloe de unas
cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y
lo envolvieron en lienzos con los aromas,
conforme a la costumbre judía de sepultar.
En el lugar donde Jesús había sido
crucificado había un huerto, y en el huerto
un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía
había sido depositado. Allí, pues, pusieron
a Jesús, porque era el día de la
Preparación de los judíos y el sepulcro
estaba cerca”. Palabra del Señor.
Reflexión: Y Dios envió a su Hijo al
mundo, hasta el corazón de la tierra
penetrando hasta la última soledad. La
tierra fue por un momento un inmenso
tabernáculo que guardó el tesoro más
grande, al Hijo de Dios. Y a partir del
depósito del cuerpo de Jesús en el sepulcro
ningún sepulcro es ya lugar de la muerte y
desesperanza; en cada sepulcro se nos
recuerda que la muerte es una pérdida
aparente; la muerte no es el fin de la vida,
sino el comienzo –aunque doloroso– de su
plenitud.
Además de la muerte física, existen
muchas otras clases de muertes, aquellas
que nos impiden valorar todo lo bueno que
trae consigo la vida; por otra parte existen
esas “muertes” que nos ayudan a poner a
Dios en el lugar central de nuestras vidas
otorgándonos la gracia de desarrollar una
vida en plenitud. Este último tipo de
muertes son las que se encuentran
implícitas en un proceso de crecimiento
interior y que al mismo tiempo favorecen
procesos de perdón y reconciliación
personales, familiares, comunitarios,…
Es necesario morir para vivir (Jn. 12,24),
sólo desechando de nuestras vidas aquello
que no es acorde a los planes de Dios
(felicidad, paz, justicia,…) podremos
lograr provocar el cambio personal y
social que tanto anhelamos.
Preguntémonos qué debemos dejar morir
en cada uno (rencores, odios,
resentimientos,…) para que nazca algo
nuevo (reconciliación, perdón, paz,…)
qué actitudes o compromisos pueden
favorecer la construcción de puentes entre
las personas, y procesos de perdón y
profunda reconciliación.
Este tipo de muertes son productoras de
esperanza y están en sintonía con la muerte
de Jesús cuando la contemplamos unidas a
su resurrección. Nicodemo, se convierte
en este pasaje bíblico en aquella persona
que favorece la sepultura del Señor Jesús,
preparando el camino de la resurrección y
con éste el de la esperanza cimentada en la
vida plena que es capaz de perdonar a todo
ser humano.
Oración: Oh buen Jesús, regálanos la
gracia de saber morir a todo aquello que
nos aleja de ti, de tus proyectos, y que
sepamos reconocer la nueva vida a la que
cada uno estamos siendo llamados.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.
15ª ESTACIÓN: “JESÚS RESUCITÓ
A LA VIDA PLENA”
Texto Bíblico (1Cor 15,17. 19-20): “Y si
Cristo no resucitó, su fe es vana: siguen en
sus pecados… Si nuestra esperanza en
Cristo se limita sólo a esta vida, ¡somos
las personas más dignas de compasión!
¡Pero no! Cristo resucitó de entre los
muertos como primicia de los que
murieron”. Palabra del Señor.
Reflexión: La resurrección de Jesús es
mucho más que la vuelta a la vida de quien
ha muerto; es la planificación total de la
vida humana en Dios. El que había muerto
es ahora el Viviente; aquel que había sido
derrotado ahora es el Triunfante. En la
resurrección, Dios ha mostrado que puede
transformar lo antiguo, en nuevo; la
derrota, en victoria; y la muerte, en vida.
La resurrección de Jesús construye
puentes entre la humanidad y el amor de
Dios; lo mismo sucede con los procesos de
perdón y reconciliación que son vividos de
una forma consciente y voluntaria por cada
uno; traen consigo consecuencias positivas
que favorecen la aceptación, la acogida y
la comunión entre todos los implicados.
Creer que es posible el cambio, el
conocimiento y la integración personal, la
comunicación consciente y compasiva,…
nos ayudan a gestar una experiencia llena
de esperanza que se convierte de forma
automática en el medio que posibilita la
restauración plena de todo ser humano en
cada uno de los ámbitos en los que se
desenvuelve.
puede restaurarnos.
¿Conocemos a personas que puedan ser
testigos de un proceso favorable de perdón
y reconciliación? ¿Cómo vivo esta doble
invitación en mi vida? ¿Me convierto en
testimonio para los demás?
Recordemos: el perdón y la reconciliación
no son exclusivos para un personas y
momentos específicos de la vida, se deben
convertir en una dinámica que caracterice
a todos los cristianos y que haga realidad
esa tierra nueva de la que tanto hablaron
los profetas y el mismo Jesús.
Entremos en nuestro interior, una vez más
para permitir que Jesús resucite en
nosotros, trayéndonos la paz y la
restauración a nuestras vidas.
Oración: Oh, Padre de Amor, te pedimos,
que podamos reconocer y agradecer las
consecuencias positivas de los procesos de
perdón y reconciliación y podamos ser
testimonio de tu Resurrección.
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Lector: ¡Señor, ten misericordia de
nosotros!
Pueblo: Porque hemos pecado contra Ti.

Una vez más podemos recordar a personas

que tras la vivencia plena de una
experiencia de perdón y reconciliación han
sido capaces de darle un giro total a sus
vidas confirmando que existe una fuerza
interior mayor a cualquier situación que
 ORACIÓN FINAL

Señor Jesucristo, Tú que derramaste tu

sangre para lavar los pecados de todos los
hombres, haz que ninguno de ellos quede
sin recibir los beneficios de la redención.
Infunde en el corazón de todos los que
hemos meditado los misterios de tu pasión,
muerte y resurrección la necesidad del
perdón y la reconciliación en nuestras
vidas, para que así podamos ser testigos de
los procesos restaurativos que tu gracia
impulsa constantemente. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.