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2008
∗
Desde el pasado/ El presente prudentemente actúa/Para que el futuro no
arruine la acción –Leyenda en un óleo del Tiziano (National Gallery, Londres)
1560/70 conocido como “Alegoría del Tiempo Gobernado por la Prudencia”.
2
ISBN 978-987-05-8029-4
3
Preliminar
4
ramas del derecho; el examen previo e ineludible que todo
abogado o juez, ante un caso, debe hacer de sus
proyecciones constitucionales; la continua invocación de
normas constitucionales o de tratados internacionales
con igual jerarquía a que se echa mano para enfrentar los
sucesivos haces de problemas y conflictos de la
posmodernidad, apuntan a respuestas cada vez más
urgentes del constitucionalista. Pero, ¿qué significa en
nuestro tiempo el constitucionalismo? ¿hasta dónde los
conceptos básicos del constitucionalismo resultan hoy
adecuados? ¿cuál es el cimiento de este
constitucionalismo del que usamos y abusamos en
superficie?
5
Sin embargo –y hasta rastreable en algunas instituciones
aceptadas en los actuales Estados constitucionales, como
los referendos y demás formas de democracia directa o
semidirecta- existe otra matriz de derecho público, que
podemos llamar romano-latina, de cuna en la Roma
republicana y que, fuera de institutos como los
referendarios, ya referidos, tuvo expresión, por ejemplo,
en la constitución de Bolivia de 1826, redactada por
Simón Bolívar. El derecho público constitucional de la
república romana resulta ausente de la reflexión de los
constitucionalistas, eliminándose así el conocimiento de
unas prácticas en las que prevalecía la participación real
de los ciudadanos, del populus, de gran actualidad en
nuestro tiempo. Aquellas prácticas romanas no eran
”estatalistas” y nuestro aporte pretende, como señalaba
Álvaro d’Ors 1 , recordar las fuerzas de tensión antiestatal
que Occidente y sus constelaciones políticas y culturales
relacionadas heredaron de la tradición romana y que hoy
resultan de suma actualidad, en la fase crepuscular de la
forma Estado. Ellas resultan propicias, en orden a
enfrentar nuestros problemas de crisis de la
representación, ocaso de la “división de poderes”,
hipercracia presidencialista, etc.
6
modernidad; continúa con una referencia a otras
matrices iuspublicísticas con manifestaciones en nuestro
tiempo, como la teocrática o hierocrática con expresiones
en países de religión islámica; se concentra, a
continuación, en el examen de la obra de Montesquieu,
especialmente en cuanto a la llamada división o
separación de poderes; revisa luego las bases
iuspublicísticas de la Roma republicana, su plasmación
de de la matriz romano-latina y su recepción, en parte,
en el pensamiento de Rousseau. Se cierra con un cuadro
de la situación actual de ambas matrices iuspublicísticas
en cruzamiento.
7
La matriz iuspublicística romano-latina en el
Derecho Constitucional
8
británica desde mediados del siglo XVII, y los asociamos
a nombres como los de John Locke, Charles Louis de
Secondat, barón de Montesquieu, su exportador al
continente, e Immanuel Kant, su filósofo más conspicuo.
Normalmente, engarzamos una historia cuyos hitos
principales se encuentran en el Instrumento de Gobierno
de Cromwell de 1653, el Acta de Habeas Corpus de 1679,
la Declaración de Derechos de 1689, cuando la
Revolución Gloriosa, antecedentes ingleses que
vinculamos a la Declaración de Virginia de 1776 y la
independencia norteamericana, la Constitución de
Filadelfia de 1787 y la Constitución francesa del año I
(1791). La ideología de ese constitucionalismo naciente,
desarrollado desde aquella matriz ya reseñada, es el
liberalismo político y económico. Los principios jurídico-
políticos derivados de aquella situación histórica y de
este encuadre ideológicos resultan, básicamente, dos: la
“división de poderes” y la proclamación y garantización de
los derechos individuales. Con ellos se construiría lo que
se ha llamado una “técnica jurídica de la libertad”, que –
se afirma- impide la opresión desde el poder y tutela los
derechos fundamentales, mediante un gobierno de leyes y
no de hombres. Se trata de una “libertad negativa”,
libertad de la persona de hacer esto o aquello, de echar
mano a esta o aquella posibilidad, sin otro criterio que el
de su propia decisión. Va implícito allí que, fuera de tal
matriz constitucional, la libertad así entendida no
resultaría alcanzable. En otras palabras, la matriz
9
constitucionalista germano-anglosajona se postula como
la única posible.
secularización 3 ,
predominio de la ley racional y abstracta sobre la
tradición y la costumbre,
sustitución del núcleo de la legitimación política del
monarca y su dinastía por la nación y la soberanía
popular
nacionalización y concentración del poder en el
aparato estatal.
2
) Luis María Bandieri, “El Poder Constituyente: su sentido y alcance actual”, ED
22/II/07
3 ) Carl Schmitt, en su “Glossarium” dice: “el derecho al error religioso se
10
actuales la legitimidad y la concepción misma del mundo
político, hoy en crisis. El problema nuclear, entonces, era
dar un fundamento objetivo al orden jurídico sin recurrir
a la fe en un Dios creador y ordenador del Universo.
Hasta entonces, el poder constituyente pertenecía sólo a
Dios 5 . La secularización de la idea, muchas veces
implícita, de potestas constituens divina, fue el empeño
principal del constitucionalismo clásico, provisto para
ello de los instrumentos intelectuales suministrados por
la Ilustración. Podemos agregar que fue, como en la
Traviata, su “cruz y delicia”, esto es, a la vez su más
acariciado objetivo y su mayor dificultad. Hoy, cuando se
habla de un “desquite de Dios” 6 , el constitucionalismo de
cuño clásico se encuentra en crisis, potenciada, a su
turno, por la crisis de la constelación de ideas que en el
siglo XVIII encendieron las Luces y, entre ellas,
especialmente, el impulso a la secularización.
11
de juventud, de 1929. Según el jurista renano, el
pensamiento europeo había pasado por cuatro estadios o
esferas sucesivas:
12
que en sus versiones maximalistas proponen trazar la
distinción entre amistad y enemistad sobre la separación
máxima entre el Bien y el Mal absolutos.
13
resumir esa sensación como la de final de una época, la
de la modernidad –que acunó y arropó al
constitucionalismo- y los pródromos de otra, que todavía
no sabe su nombre. La modernidad supuso que todos los
enigmas del mundo y de la vida quedarían descifrados a
la luz de la razón razonante, y que los problemas que la
especie humana arrastraba en su larga peripecia, serían
resueltos satisfactoriamente por la técnica, ella misma
racionalmente iluminada, en una escala incesante e
indefinida de progreso. La cosmovisión de la modernidad
resulta hoy insatisfactoria y se la ataca desde diversos
ángulos, mostrando la insuficiencia y hasta la sinrazón
de la razón de las Luces, la no linealidad y la falacia del
progreso indefinido, y el vacío del sinsentido y la
inconsistencia general de la vida histórica, caracterizado
como relativismo absoluto y nihilismo. En cuanto
sentimos que una época se va cerrando y que otra aún
innominada se abre, la expresión “posmodernidad”
resulta muy ilustrativa, ya que apenas podemos
caracterizar el interregno que nos toca atravesar como
aquello que no es la modernidad y que viene después de
ella, pero sin poder connotarla aún con ningún rasgo
positivo.
14
cronológico, del llamado “siglo breve” (1914-1991), esto
es, el XX o Novecientos 8 . Todo interregno (inter-regnum,
espacio de tiempo sin autoridad reconocida que
transcurre entre el oscurecimiento de un Nomos
planetario 9 y la aparición de otro) encierra un
componente de incertidumbre. Se está ante una falta de
certeza, ante una situación móvil y fluida.
15
forma expresa un orden de relaciones de la convivencia
política, fundada en una cosmovisión, asentada en un
principio unificador y expresada en un simbolismo
propio. En cada una de ellas se despliega “un modo de
organización que el hombre ha forjado en su caminar político” 10 . Las formas
FORMAS POLÍTICAS
16
RES PUBLICA
CHRISTIANA FUERO Corpus Mysticus
MEDIEVAL (Subsidiariedad)
16
17
sido la universal aceptación de la democracia como la forma normal y natural de gobierno
(…) la vieja cuestión de cuál es la mejor forma de gobierno resulta prácticamente
obsoleta” 13 . Esta conclusión sufrió poco después fuertes
18
afirmado: “el bien político, como el bien moral, se encuentra siempre entre dos
límites” 15 .
15
) De l’Esprit des Lois, L. XXIX, cap. I.
16
) Un obstáculo a esta comprensión del Estado como forma política particular
se encuentra en las traducciones habituales de los términos que designan
formas históricas sucesivas de la organización de las comunidades humanas.
Así, πολιs suele traducirse como “ciudad-estado” o “Estado”. Las expresiones
latinas civitas o respublica también se traducen como “Estado”. Y donde los
autores medievales escriben regnum, los traductores suelen colocar “Estado”.
También hay referencias al Estado de los faraones o a los Estados azteca o inca.
Ello ha contribuido a la idea errónea de considerar al Estado como forma
universal de la organización política.
19
que cubre una máquina (machina machinarum, lo llamó
Hobbes), esto es, un aparato técnico cuya descripción
exige metáforas mecánicas, el “gobierno” es una
institución orgánica del cuerpo político llamado
tradicionalmente “pueblo” y está constituido por
hombres. El Estado es una forma histórica, aparato
concebido como “dios mortal” con la finalidad de evitar la
guerra civil. El gobierno resulta de la “naturaleza de las
cosas” políticas y deriva del carácter de animal cívico
(zoon politikon) que reviste el hombre, según el antiguo
dicho aristotélico, y de la finalidad de mantener el orden
y procurar la concordia interna de la unidad política y su
seguridad exterior. No hay ni puede haber sociedad
política sin gobierno. El gobierno responde al tercero de
los tres presupuestos de lo político planteados por Julien
Freund, a través de los consiguientes pares de opuestos:
amistad/enemistad; público/privado;
mando/obediencia 17 . El gobierno, institución
permanente, organiza el poder político con vistas al
orden. En la terminología al uso, cuya imprecisión ha
obligado a extenderse en estas definiciones y
caracterizaciones, se identifica gobierno con Estado y,
más precisamente, con el órgano ejecutivo dentro del
aparato institucional estatal. Esta identificación gobierno
= Estado no resulta patente en el área anglo-
norteamericana, menos influida por la estatalidad
continental, donde Government engloba la estructura
17
) L’Essence du Politique, Sirey, Paris, 1965, introducción, n° 21, p. 94.
20
institucional general para la toma de decisiones, mientras
que al ejecutivo suele denominárselo “administración”.
21
original 18 , esto es, al reconocimiento de la humanidad
del individuo como un valor en sí mismo, por la sola
pertenencia a la especie humana, independientemente de
la voluntad de Dios, de la naturaleza del mundo o del
orden de la sociedad.
) ver Luis María Bandieri, “Derechos del Hombre y Derechos Humanos, ¿son lo
18
22
las cosas. Los individuos cuentan sólo en la medida en
que se identifican con la voluntad general 19 .
19 ) Quienes se oponen a ella “ce sont des étrangers parmi les citoyens” son
extranjeros entre los ciudadanos, Juan Jacobo Rousseau, Du Contrat Social, L.
IV, cap. II
20
) Anterior a la Constitución de Weimar de 1919, que se considera comúnmente
como origen del “constitucionalismo social”
23
ejecutivo, al legislador y también al constituyente, es
reciente, y se impuso lentamente, ante el auge de los
derechos fundamentales de “tercera generación”, esto es,
derechos a la autorrealización personal y difusa. Su
expansión horizontal y su efecto irradiante resultan hoy
inexorables 21 . Obsérvese que la misma expresión de
“generaciones” sucesivas de derechos humanos,
apareciendo regularmente y conviviendo las unas con las
otras, cada una aportando un plus a la anterior, implica
la idea –ínsita en la comparación con el engendramiento
humano- de una secuencia sin fin de nuevos derechos y
de “subsiguientes” generaciones de tales, bajo un hilo
conductor que podría definirse como el “derecho a tener
(indefinida y acumulativamente) derechos”.
24
soberanía popular. Los pasos de este proceso pueden
resumirse así:
22) Ver Immanuel Kant, “La Paz Perpetua”, sección 2ª., tercer Artículo Definitivo
de la Paz Perpetua.. El folleto es de 1795 y, al publicarse en 1797 los “Principios
Metafísicos de la Doctrina del Derecho”, sus principales conceptos, bajo el título
de “Derecho Cosmopolítico”, integran la sección tercera de la parte segunda de
dicho tratado.
25
jurisdicción universal (expansión global del poder
judicial).
23
) Así este autor parafrasea y refresca la propuesta kantiana en la introducción
a L’età dei diritti: «Diritti de l’uomo, democrazia e pace sono tre momenti necessari
dello stesso movimento storico: senza diritti de l’uomo riconosciuti e protetti non c’è
democrazia; senza democrazia non ci sono le condizioni minime per la soluzione
pacifica dei conflitti. Con altre parole, la democrazia è la società dei cittadini, e i
sudditi diventano cittadini quando vengono loro riconosciuti alcuni diritti
fondamentali; ci sarà pace stabile, una pace che non ha la guerra come
alternativa, solo quando vi saranno cittadini non piú soltanto di questo o quello
stato, ma del mondo» Derechos humanos, democracia y paz son tres momentos
necesarios del mismo movimiento histórico: sin derechos humanos reconocidos
y protegidos no hay democracia; sin democracia no se dan las condiciones
mínimas para la solución pacífica de los conflictos. En otras palabras, la
democracia es la sociedad de los ciudadanos, y los súbditos devienen
ciudadanos cuando les son reconocidos algunos derechos fundamentales; habrá
paz estable, una paz que no tenga la guerra como alternativa, solamente cuando
26
los human rights y su efecto horizontal irradiante (art. 75,
inc. 22 CN).
27
través de sentencias “interpretativas” sino –como las
llama la doctrina italiana- por medio de sentencias
“manipulativas”, buscando adecuar las normas a la
constitución cosmopolítica –el bloque de
constitucionalidad- a fin de hacerlas compatibles con
ella. Interpretar ya no es revelar un único sentido
correcto, oculto en la norma, sino encontrar, entre varias
interpretaciones o sentidos posibles, el más adecuado a
la compatibilidad constitucional (nacional y
cosmopolítica) en atención al principio básico directriz de
la interpretación pro homine (que encierra los de pro
libertatis, pro reo y pro victima) 25 . La interpretación debe
ser la más protectora de la persona, la más extensa en
cuanto a sus derechos y la más restrictiva en cuanto a
sus limitaciones.
28
cuestiones centrales en que se manifiesta actualmente la
crisis del constitucionalismo clásico:
26
) La expresión es de Hans Kelsen, “Esencia y Valor de la Democracia”, Labor,
Madrid, 1977, p.52/53. Consiste en “la idea de que el Parlamento no es más que
el lugarteniente del pueblo, y que el pueblo puede exteriorizar su voluntad
solamente dentro y por el Parlamento”. “La ficción de la representación ha sido
instituida para legalizar el parlamentarismo bajo el aspecto de la soberanía del
pueblo”, prosigue Kelsen, que más adelante reitera que se trata de una “patente
ficción”.
27
) Se trata de una crítica habitual en los últimos tiempos en nuestro país: el
Congreso reducido a una oficina notarial para asentar y legalizar la voluntad del
Ejecutivo.
29
vi) Constitución cosmopolítica supraestatal –
constitucionalismo universal sin Estado
28
) Ver Luis María Bandieri, “Ojeada al Globalismo Jurídico”, E.D. 25/3/09, nº 12.222
30
totalidad de deberes que pesan sobre un individuo según
su casta y la etapa de su vida. Se perpetúa así un orden
del mundo considerado inmutable y perfecto, expresado
particularmente en el sistema de castas29 .
31
estudio al mismo título que los ordenamientos
constitucionales occidentales, como porque, de este
modo, se disipa el espejismo de que la matriz del
constitucionalismo clásico es única, universal y
extensible erga omnes.
"La soberanía absoluta sobre el hombre y el universo pertenece a Dios y es Él quien hace
al hombre soberano sobre su destino social. Nadie puede privar al ser humano de este
derecho divino ni ejercerlo para beneficio de un individuo o de un grupo específico pues el
pueblo ejerce este derecho otorgado por Dios, de acuerdo con los artículos que a
continuación siguen".
32
el faqih era un defensor de niños y desvalidos. Su
importantísimo papel actual es una creación de Jomeini.
Junto a él, y sujeto a su vigilancia, está el rais o
presidente de la República. Si bien la república iraní se
define como democrática, la voluntad popular no
determina las leyes, pues la voluntad de Dios, revelada
en el Corán, es el principio legitimador del régimen
político. La diferencia fundamental entre el gobierno
islámico y las repúblicas o monarquías constitucionales
occidentales reside en que el poder legislativo pertenece
en exclusiva a Dios, mientras que en las otras son los
representantes del pueblo quienes establecen la
legislación. El único poder legislativo en el Islam es Dios
Legislador. Si bien la voluntad popular participa en la
determinación de las autoridades gubernamentales, no
puede oponerse a los preceptos de la charia,
expresamente consagrada en la constitución iraní, cuyo
principio 4° establece que "todas las leyes y decretos civiles, penales,
fiscales, económicos, administrativos y culturales, deben estar basadas en los preceptos
islámicos. Este principio tiene absoluta prioridad sobre todos los principios de la
constitución y sobre otras leyes y decretos". La salvaguarda de esta
32
) Esto es, el Consejo de Guardianes es “homólogo” en la forma institucional
33
29.- Para completar esta sumaria información sobre el
derecho constitucional de matriz teocrática, debe
señalarse que existen Estados islámicos (Marruecos,
Túnez, Egipto) donde, en la práctica, prevalece una
corriente de juristas que podríamos llamar “moderados”,
para los cuales puede existir una fórmula de
compatibilización entre el constitucionalismo clásico y el
Islam, bajo la condición de separar la religión de la
política, sin chocar contra la fe. Según estos juristas, el
Corán no habla de Estado, ni de Estado islámico. La
condición de islámica de una unidad política sería, ante
todo, una cuestión de conciencia. Ello no excluye que el
legislador se inspire en la religión musulmana y que, por
lo tanto, el Corán resulte una fuente del derecho, al
mismo nivel que otras.
34
obras griegas adoptaron el sustantivo femenino mediná
para rendir el significado de la expresión griega pólis. De
allí pasó a significar ciudad, y el oasis adonde se instala
el profeta Muhammad, luego de la hégira o salida de La
Meca, es llamado de ese modo y, de allí, su
denominación, ya como ciudad, y pasada a nombre
propio, de Medina 33 .
33
) La hégira, en 622, marca el origen del calendario islámico, conmemorando la
expulsión del profeta Muhammad o Mahoma de la Meca. Medina fue llamada
Madinat al salam, ciudad de la paz. Bernard Lewis, “Le langage Politique de
l’Islam”, Gallimard, Paris, 1988, p. 110
34
) Ver Abdou Filali-Ansary, “Repensar el Islam: los discursos de la reforma”,
Bellaterra,, Barcelona 2004
35
cuestiones religiosas, políticas y sociales, sólo limitado
por los principios de la ley canónica. Para Abd al-Raziq,
frente a quienes propiciaban el retorno al régimen califal
(como hoy al-Qaeda, por ejemplo), el califato fue una
autocracia de hecho, impuesta por las armas a la
comunidad islámica, luego de muerto el Profeta. El Islam
–decía- no justifica ni legitima ni el califato ni cualquier
forma de Estado islámico. Quien es reconocido como
profeta resulta un guía espiritual, no un monarca de este
mundo. La mezcla de la ley islámica, esencialmente
religiosa, con lo político, sólo puede traer confusiones y
desgracias en ambas esferas.
35
) El Estado de Israel carece de constitución formal escrita en un texto único.
Se rige por un conjunto de leyes básicas, algunas de las cuales resultan la
legislación otomana sobre Palestina antes de 1917 y las dictadas durante el
mandato británico y otras fueron establecidas por la Knéset o Parlamento. Una
fuerte corriente sostiene que la ley fundamental de Israel es la Halajá, esto es, la
ley oral que según la tradición judía fue comunicada por Yavé a Moisés, junto
con la ley escrita, y que dio origen al Talmud. Ver Lazaro Schallman, “Diccionario
de Hebraísmos y Voces Afines” ed. Israel, Bs. As, 1952.
36
principios propios, pero filiados uno y otro dentro de la
cultura jurídica de Occidente.
36) Acerca del poder negativo los romanistas italianos han desarrollado una
prolífera producción intelectual y doctrinal, destacándose en este sentido los
trabajos de los profesores Pierangelo Catalano, Giovanni Lobrano y Sandro
Schipani.
37
) Libertad de los antiguos, libertad de los modernos. Transcribamos, para
mayor claridad, las ideas fundamentales del trabajo de Benjamín Constant, que
planteó esa dicotomía: “La consecuencia (...) es que nosotros ya no podemos
disfrutar de la libertad de los antiguos, que consistía en la participación activa y
continua en el poder colectivo. Nuestra libertad debe consistir en el disfrute
apacible de la independencia privada (...) La consecuencia de todo ello es que
37
difusamente en la administración judicial o
concentradamente en un órgano institucional, la función
del control constitucional, en cuyo ejercicio esa instancia
puede actuar como legislador negativo e, incluso, como
positivo.
38
Cualquier mediano estudiante sabe, por lo menos, que
de aquél se originaron casi todos los institutos que
conforman el derecho privado común actual, con mayor
intensidad en los aspectos relacionados con la
regulación de los derechos patrimoniales, y en especial
las obligaciones. En cambio, el derecho público político
romano quedó relegado a unas nociones históricas que
se pasan a la disparada, exponiéndoselas como objetos
algo exóticos y fuera de moda.
39
una codificación estricta de sus instituciones habría
conspirado contra su éxito. La praxis constitucional
ocupó el lugar de la doctrina. Pero puede hablarse
también de un “olvido intencionado” de las instituciones
políticas participativas romanas, como hace Ribas Alba 38 ,
a quien seguimos en estos análisis. Dicho olvido se
remonta a la Reforma protestante, a partir de la cual, por
motivos polémicos respecto del catolicismo, los conceptos
políticos fundamentales, que hasta ese momento
reconocían una fuente romana, especialmente
ciceroniana, se recubren de ropajes griegos. Por ejemplo,
el vocablo demokratía sustituyó a la expresión romana
correspondiente, civitas popularis39 (ciudad o
constitución popular) 40 . La libertas romana, con sede en
el populus y entendida como un conjunto de de
potestades y derechos subjetivos de naturaleza pública
fue olvidada y las libertades modernas se entroncaron
con la libertad de conciencia nacida a partir de la libertad
religiosa extendida a todos los aspectos de la vida
individual. Retornando exclusivamente al modelo griego
de la polis, donde el predominio de lo público era casi
absoluto y desaparecía la esfera personal, se abandona –
del punto de vista político- la distinción muy clara del ius
38
) José María Ribas Alba, “Libertad, la Vía Romana hacia la Democracia”,
Comares, Granada, 2009, passim.
39
) Marco Tulio Cicerón, República, 1, XXVI, 432. Y añade “in qua in populo sunt
omnia”, en la cual todos los poderes están en el pueblo.
40
) La palabra “democracia” resulta introducida –o, más bien, reintroducida- en
Europa por la traducción de Guillermo de Moerbeke de la “Política” de
Aristóteles, realizada hacia 1260, y de la que habrá de servirse Tomás de Aquino
para sus comentarios.
40
entre lo público y lo privado y el veto a sacrificar lo último
a lo primero. Ello llevó, además, a transformar la
maiestas, propia del populus, y sometida a límites, en
soberanía del Estado, absoluta y perpetua. Con ello, se
abandonó la concepción del gobierno mixto (visible
todavía en el propio Montesquieu, como veremos) por la
noción “geográfica” de la separación o división de
poderes, que se encuentra hoy en crisis.
41
) Lapieza Elli, Angel E., “Historia del Derecho Romano”, Cooperadora de
Derecho y Ciencias Sociales, Bs. As., 1975, p. 110.
42
) Esta constitución romana puede considerarse vigente aún a partir de
Augusto y la etapa imperial llamada del “Principado” (27 AC a 284 DC), hasta la
asunción de Diocleciano. Sólo puede dejarse esta circuntancia apuntada, ya que
desarrollarla obligaría a salir de los límites del presente trabajo.
41
derecho a proponer leyes. Desde allí se consolidó la
civitas republicana, haciéndose “más democrática de lo que había sido
hasta entonces” 43 , hasta que los acontecimientos que
acompañaron y siguieron a la segunda guerra púnica,
transformaron la constitución real en el predominio de
una oligarquía más o menos cerrada.
42
República para gobernar una ecúmene imperial no fue
debida ni a la doctrina ni a los principios sino, en todo
caso, a defectos en la maquinaria administrativa. Por
eso, anotemos al pasar, el derecho público político de la
res publica romana puede seguir siendo ejemplar para la
matriz iuspublicística alternativa que buscamos.
43
institucionales básicos de la primitiva constitución regia:
magistraturas, Senado, Asambleas. Pero se planteó una
antinomia básica entre el regnum y la respublica: “donde
existe el rey no existe el pueblo y donde existe el pueblo no existen reyes” 47 . Lo
Futuro”, trad. de Judith Valentina Núñez Merchán del texto publicado en “Da
Roma a Roma”, Dal Tribuno della plebe al Difensore del Popolo. Dallo jus gentium
al Tribunale Penale Internazionale”, P. Catalano-G. Lobrano-S. Schipani, Roma
2002
48 ) Alfredo Di Pietro, “Derecho Privado Romano”, Depalma, Bs. As., 1996. p. 103.
49
) Op. cit.n. 1, p. 57 y sgs.
44
recinto territorial cerrado; la polis supone,
derivadamente, unos politai, unos ciudadanos. La civitas
no es un territorio, sino la agrupación de quienes están
unidos por el nomen romanus. Los cives, los ciudadanos,
dan lugar, a la existencia de una civitas. El Estado
moderno, en la construcción de Hobbes y en el análisis
de Bodino, es un ámbito territorial cerrado donde se
asienta una población (concepto colectivo, no personal), y
regido por la ley positiva. El Estado moderno, y la idea de
soberanía, descienden de la polis griega –cuyo prestigio
resulta exaltado por la intelectualidad germánica del siglo
XIX, seducida por el modelo helénico. La herencia de la
respublica es personalista y antiestatalista.
45
británica 50 , no nos remite solamente a una antigüedad
más que bimilenaria, ampliamente superada, como
podría suponer un estudiante hojeando los manuales al
uso. Por cierto que esa idea –más aún, creencia- de que el
derecho en general, y específicamente lo que hoy
llamamos derecho público político y constitucional, se
produce y reproduce por repetición antes que por
creación supuestamente ex nihilo, es de muy larga data y
prevaleció hasta las postrimerías del siglo XVIII 51 . José
de Maistre, refiriéndose a la respublica romana, se
preguntaba hasta dónde alcanzaba el poder del Senado y
hasta cuánto alcanzaba el del populus. Lo ignoramos, se
contestaba: lo que sí sabemos es que ambos se
equilibraban sin dejar de combatirse. La crítica del
saboyano, claro está, se enderezaba contra las
constituciones dictadas en Francia a partir del año I, bajo
la égida de la Razón, dando con ellas carpetazo definitivo
a la continuidad de lo recepto. Agregaba nuestro buen
conde que si los romanos se hubiesen servido de textos
legales muy precisos “no habrían durado ni seis meses o
habrían destruido la república” 52 . La amistad política
entre los miembros de una Confederación no es
consecuencia de la creación constitucional, sino que debe
formal, Nueva Zelanda, cuya reina y Jefa de Estado es Isabel II, carece de ella
igualmente, al modo británico.
51 ) El derecho de creación legisla para el instante de la colectividad presente; el
Políticas”, IV, 1814, cit. por Juan Fernando Segovia, “Derechos Humanos y
Constitucionalismo”, Marcial Pons, Barcelona, 2004, p. 16.
46
resultar aposentada previamente para que la “gran obra”
de la constitución confederal resulte válida y viable, y lo
que cimenta toda unión es el tiempo y el hábito: así
argumentaría Juan Manuel de Rosas a Facundo Quiroga
veinte años después del texto demaistreano 53 . Y en el
complejo entramado de poderes en el período hispánico,
primero bajo los Austrias y luego bajo los Borbones, ente
virreyes, Reales Audiencias y cabildos, puede advertirse
un patrón constitucional romano-latino no formalizado
de indudable interés actual.
53
) Carta de la Hacienda de Figueroa, en San Antonio de Areco, del 20 de
diciembre de 1834.
47
ninguna cualidad de la norma en sí, como ocurría con
aquellas leyes que eran producto de la repetición y la
costumbre, buenas porque eran viejas, aceptadas,
probadas y, por ello, tenidas por justas. Pero esta validez
procedimental, aceptable para ciertas esferas normativas,
no resulta satisfactoria cuando hablamos de la
constitución de una unidad política. Porque allí está en
juego la validez de la obligación política en los términos
de la modernidad: ¿por qué manda (es decir, por qué
puede crear la norma) y por qué debo obedecer?, que en
una razón procedimental sólo encuentra una respuesta
vacua. Por ello, en la posmodernidad, se intenta, siempre
dentro de la estricta y exclusiva racionalidad, enriquecer
esa respuesta con el “consenso” 54 , la acción comunicativa
habermasiana con la cual se obtendría la “verdad
constitucional” 55 , el recurso a la constitución como
fuente de valores y la consiguiente apelación a una
constitución cosmopolítica, a lo que se ha hecho
referencia más arriba, que en el “gran relato” del
neoconstitucionalismo actual cumpliría el rol de los
mores maiorum para el tiempo de Cicerón. En definitiva,
como afirma Ignacio de Otto, se trata de “establecer en el interior
del ordenamiento mismo una norma que cumpla las funciones antes asignadas al derecho
natural o a la historia” 56 . Menuda tarea –tarea de romanos,
48
literalmente- sobre la que se fatigan incesantemente los
juristas y contra la cual se estrellan constantemente las
Cortes y tribunales constitucionales.
49
suerte de control de constitucionalidad. El ejercicio
directo de la soberanía por el populus –el ciudadano debía
ejercitar personalmente sus derechos políticos en las
asambleas, siendo desconocido el régimen representativo-
aunque reducido a quienes se encontraban dentro de los
límites de la urbe, proporcionaba, en la elección de los
magistrados, un medio constitucional de hacerse oír.
58
) De Re Publica, escrito entre el 54 y el 51 AC, figura como un diálogo entre
Escipión Emiliano, Lelio y otros intervinientes, supuestamente ocurrido hacia
129 AC
59
) Ciclo de decadencia de las formas de gobierno descripto por Polibio
50
optimates y populares, debiendo recurrir en las
situaciones excepcionales a una magistratura de
urgencia, la dictadura. El efecto benéfico del gobierno
mixto se logra a través del equilibrio. El equilibrio no
tiene nada que ver con una división mecánica o
geográfica de “poderes” de igual naturaleza, sino que
estriba especialmente en que “los magistrados tengan la
suficiente potestad, el consejo de los hombres principales
tenga la suficiente autoridad, y el pueblo tenga la
suficiente libertad” 60 . Una separación y continuo
enfrentamiento de los “poderes, estructurados, concretos
y fuertes” 61 , el monocrático, el aristocrático y el popular,
que va encontrando su cambiante equilibrio. El populus
con su maiestas, el Senado con su auctoritas y los
magistrados con su imperium. Todo ello, por cierto, en la
óptica ciceroniana, conducido por la concordia ordinum
de los senadores y los caballeros. Nada de concentración
o de homogeneización del poder, sino perpetua tensión
entre poderes relativos o mediatizados, con límites y
alcance variables, nunca del todo establecidos de
antemano.
51
sociales, en una dinámica de confrontación y equilibrio.
Nicolás Maquiavelo va a redondear esta idea siglos más
tarde. Para él, la república romana “rimanendo mista fece una
repubblica perfetta” 62 , permaneciendo mixta estableció una república
disunione della plebe e del senato”, a cuya perfección llegó por la desunión
62) “Discorsi sopra la Prima Deca di Tito Livio”, ed. italo-argentina San Marco,
Bs. As., s/f Libro I, cap. II, p. 124.
63
) “Umori” vale aquí por inclinaciones o tendencias que dan lugar a dos
facciones enfrentadas: la del pueblo y la de los poderosos.
64
) Op. cit. loc. cit
52
necesidad. En cambio, la tirantez constante entre estas
dos fuerza o poderes sociales, donde cada una vigila a la
otra y le impide recaer en su forma viciosa propia, hace
que ambas se comprometan con el gobierno y su
engrandecimiento, desarrollando la libertad cívica y
retardando, por consiguiente la anakyklosis. Quentin
Skinner –fino conocedor de Maquiavelo- señala que aquí
el florentino entabla una discusión póstuma con
Cicerón 65 . Ambos son partidarios del gobierno mixto,
pero para el Arpinate debe cimentarse sobre la concordia
ordinum o, con lenguaje más cercano al actual, sobre el
consenso de la gente de bien, consensum omnium
bonorum, esto es los senatoriales más lo hombres nuevos,
los equites. Para el secretario florentino, en cambio, el
gobierno mixto opera sobre el conflicto entre poderes
sociales, y si bien la amistad política resulta su finalidad,
proclama, antes que el consenso fabricado de Cicerón, la
libertas, la libertad cívica, desenvuelta como
consecuencia del antagonismo básico que plantea y
poniendo en juego, como uno de los actores conflictuales,
frente a los optimates de cualquier época, al populus.
65) Quentin Skinner, “Maquiavelo”, Alianza Editorial, Madrid, 1991, p. 86. Carl
Schmitt, en cambio, considera que Maquiavelo, a quien reconoce estar por
entero dentro de la tradición clásica, era partidario, sin embargo, de la
constitución pura, no mixta, “Teoría de la Constitución”, Alianza Editorial,
Madrid, 1982, p. 203
53
(desbalanceando la situación) o de tercero aprovechador
(tertius gaudens), podría facilitar o dificultar el resultado
previsto por Maquiavelo en su hipótesis dicotómica, de
acrecimiento de la libertad cívica.
54
que logran contrapesarse. A continuación, registremos
que lo que puede contrapesar a un poder, al grado de
poder de una parte, es un poder de signo contrario, un
poder de otra de las partes. Montesquieu, hombre de
toga, presidente de Parlamento de Burdeos, no dice que
la “ley” es freno o contrapeso, ni cedant arma togae 67 o
frase parecida. Plantea un mecanismo hecho de
oposiciones directas entre partes o piezas que disponen
de una cierta cuota de poder político. Pero mejor
transcribamos el muy breve capítulo por entero:
“La démocratie et l’aristocratie ne sont point des États libres par leur nature. La liberté
politique ne se trouve que dans les gouvernements 68 modérés. Mais elle n’est pas toujours
dans les États modérés ; elle n’y est que lorsqu’on n’abuse pas du pouvoir ; mais c’est une
expérience éternelle que tout homme qui a du pouvoir est porté à en abuser ; il va jusqu’à
ce qu’il trouve des limites. Qui le diroit ! la vertu même a besoin de limites.
Pour qu’on ne puisse abuser du pouvoir, il faut que, par la disposition des choses, le
pouvoir arrête le pouvoir. Une constitution peut être telle que personne ne sera contraint
de faire les choses auxquelles la loi ne l’oblige pas, et à ne point faire celles que la loi lui
permet.” 69
67
) Cedant arma togae,cedan las armas a la toga, primera parte de un veso
autolaudatorio de Cicerón, que repite en “De officis”, I, 27. Desde luego que esta
referencia a su consulado y al desbaratamiento de la conjuración de Catilina, es
puramente lírica, porque en la verdad efectiva hubo un ejercicio del poder,
incluso abusivo, del cónsul Cicerón.
68
) En la terminología de Montesquieu “gobierno” y “Estado” resultan casi
siempre sinónimos.
69 ) “De L’Esprit des Lois”Lº XI, cap. IV.,
55
Quien tiene poder querrá más poder –esto está en la
naturaleza de las cosas políticas. Irá hasta donde
encuentre un límite. La cuestión, entonces, es el freno al
poderoso expansivo. Lo único que frena al poder es un
contrapoder. El juego de poderes y contrapoderes
permite la libertad, definida por nuestro barón con los
términos que recoge el art. 19, in fine, de nuestra CN:
nadie “será obligado a hacer lo que la ley no manda, ni
privado de lo que ella no prohibe”. Aquí Montesquieu –
como, por otra parte, se observa a lo largo de toda su
obra clásica- juega simultáneamente sobre dos tableros:
el de lo que conocemos como “división del poder”, para lo
que propone el modelo británico, y el del gobierno mixto.
En ambos rige el mismo principio –el poder frena al
poder- pero, en el primer caso, se trata de un mecanismo
impeditivo de irregularidades y violaciones a la ley, y en
el segundo un mecanismo activo de intervención en el
conflicto de intereses sociales. En la práctica posterior, el
primero se ha conducido preponderantemente por los
carriles jurídicos y el segundo por los más notoriamente
políticos. Podría agregarse que, para nuestro barón, es
más bien este último plano, y no el jurídico, el que más
cuenta a los efectos de superar el despotismo.
56
introducción del modelo británico en el juego de los tres
estamentos sociales que formaban la base de la
constitución prerrevolucionaria: nobleza, clero y Tercer
Estado. Los tres “poderes” (funciones y órganos) estarían
distribuidos entre estos tres estamentos. La “división del
poder”, a su juicio, expresaba el gobierno mixto, con
contrapoderes como freno. A ese efecto, se manejaba con
tres partes morfológicamente delimitadas de un
mecanismo en donde las oposiciones conducirían a un
equilibrio dinámico: el elemento monárquico, el
componente aristocrático y el conjunto republicano («el
pueblo»).
57
triunfos, ordenaba sobre los impuestos y el culto y en
intervenía en el manejo de las relaciones exteriores. Las
Asambleas votaban las leyes, elegían los magistrados y, a
veces, actuaba como tribunal de apelación, como en la
provocatio ad populum, cuando se trataba de la
imposición de la pena capital. Estas competencias y
funciones no estaban estrictamente delimitadas y los
órganos de gobierno se configuraban a la medida de la
personalidad y autoridad de quien lo ejercía. Ihering
sintetiza esta particularidad constitucional de la res
publica afirmando que, contrariamente al dicho “el cargo
hace al hombre”, en la Roma republicana era el hombre
quien hacía al cargo 70 . Y, en otra parte, agrega que las
garantías no consistían tan sólo en la responsabilidad a
la terminación del cargo, en la intervención tribunicia u
otros modos de control, sino en lo que llama “el espíritu
de la época”, que conformaba la civitas, en cuya virtud el
magistrado se encontraba siempre expuesto a la luz
pública, a las miradas de todos, sujeto a la controversia y
a la crítica y bajo el peso constante de la tradición71 .
70
) Ihering, Rudolf von, “El Espíritu del Derecho Romano”, tº II, p. 318
71 ) Op. cit n. 46, p. 299
58
controles mutuamente establecidos. Montesquieu, que
conocía muy bien el asunto, escribió: “le gouvernement de Rome fut
admirable, en ce que, depuis sa naissance, sa constitution se trouva telle, soit par l’esprit
du peuple, la force du sénat ou l’autorité de certains magistrats, que tout abus de pouvoir y
put toujours être corrigé” 72 El gobierno de Roma fue admirable desde su
nacimiento, porque su constitución funcionó de tal modo, sea por
el espíritu del pueblo, la fuerza del Senado o la autoridad de
algunos magistrados, que todo abuso de poder pudo ser corregido.
59
En “De l’Esprit des Lois”, Montesquieu efectúa numerosas
referencias a la constitución romana, tanto a la de la
época de los reyes como a la republicana. Es muy
interesante su examen de la civitas republicana, ya que
aplica la grilla tripartita de “poderes” (ejecutivo,
legislativo, judicial) al intrincado juego institucional del
que venimos hablando 74 . Tomemos un párrafo
esclarecedor:
“Il faut remarquer que les trois pouvoirs peuvent être bien distribués par rapport à la liberté
de la constitution, quoiqu’ils ne le soient pas si bien dans le rapport avec la liberté du
citoyen. A Rome, le peuple ayant la plus grande partie de la puissance législative, une
partie de la puissance exécutrice, et une partie de la puissance de juger, c’étoit un grand
pouvoir qu’il falloit balancer par un autre. Le sénat avoit bien une partie de la puissance
exécutrice ; il avoit quelque branche de la puissance législative; mais cela ne suffisoit pas
pour contrebalancer le peuple. Il falloit qu’il eût part à la puissance de juger ; et il y avoit
part lorsque les juges étoient choisis parmi les sénateurs. Quand les Gracques privèrent
les sénateurs de la puissance de jugar, le sénat ne put plus résister au peuple. Ils
choquèrent donc la liberté de la constitution, pour favoriser la liberté du citoyen ; mais
celle-ci se perdit avec celle-là” 75 .
Debe advertirse que los tres poderes pueden estar bien distribuidos
con relación a la libertad de la constitución, aunque no lo esté tan
bien con relación a la libertad del ciudadano. En Roma el pueblo
tenía la mayor parte de la potestad legislativa, parte de la potestad
ejecutiva y parte de la potestad judicial; era un gran poder que
había que equilibrar con otro. El Senado tenía, por cierto, una
parte de la potestad ejecutiva y alguna rama de la potestad
legislativo, pero no era suficiente para contrabalancear al pueblo.
Era necesario que participase en la potestad de juzgar y lo hizo
mientras los jueces se elegían entre los senadores. Cuando los
Gracos privaron a los senadores de la potestad de juzgar, el Senado
ya no pudo frente al pueblo. De este modo dañaron la libertad de la
constitución para favorecer la libertad del ciudadano; pero ésta se
perdió con aquélla.
60
(en este caso aplicada preferentemente al “poder” judicial”
y al “poder” legislativo”). Cuando el populus, según
nuestro autor, predominó en los tres “poderes”, el
desbalance, originado en la búsqueda de garantizar la
libertad del ciudadano, dañó la libertad constitucional,
esto es, el freno del despotismo.
76
) Por ejemplo, la expresión exécutif aplicada a la función de ejecutar la ley , que
Montesquieu utiliza, según el Larousse de la langue française se impondrá a
partir de 1764, ya fallecido nuestro autor.
77
) Así, por ejemplo, en la versión de Mercedes Blázquez y Pedro de Vega, de la
edición de “Del Espíritu de las Leyes” de Alianza Editorial, 2003, Madrid, con
prólogo de Enrique Tierno Galván, en donde también se identifican ambos
términos franceses vertiéndolos indistintamente como “poder”.
61
donde aquella potentia se actualiza. Esta asimilación de
“poder” y “órgano” es propia del lenguaje jurídico: “poder
legislativo”, “poder ejecutivo”, “poder judicial”, sin que
importe si este órgano puede, en ocasiones, cumplir otras
funciones propias de otro “poder”, esto es, puede
actualizar una potencialidad de juzgar en un órgano
legislativo, de legislar en un órgano ejecutivo o judicial,
etc 78 .
62
funciones u órganos del gobierno. Se impone, pues,
entender las expresiones “poder ejecutivo”, “poder
legislativo” y “poder judicial” como referencias figuradas
a diversas ramas de la actividad gubernamental y la
expresión “poderes” como referencia figurada al conjunto
de esas ramas. En singular, el “poder” es el poder
político, que puede poseerse en diversos y variables
grados, dentro o fuera de las instituciones
gubernamentales, pero cuya naturaleza es una.
63
fundamental 80 . “Estado” hace referencia a una forma
política determinada, a un producto histórico dentro de
cuyo aparato se realiza esa obligación política básica y se
gobierna, a través de tres órganos, que llamamos
figuradamente los tres “poderes”. Con estas salvedades,
retomaremos esta última expresión.
80
) Quede en claro que quien gobierna necesita una potentia activa, la capacidad
de hacerlo, que requiere, como necesario correlato, una potentia oboedentialis,
una potentia pasiva, en los gobernados.
81
) Decretos de Necesidad y Urgencia
64
El sintagma “división de poderes” presenta, pues, a
primera vista, la idea errónea de que existe más de un
poder. Apuntaría, más bien, a una división de funciones
o, más propiamente una división de tareas, que admite
interrelaciones, como vimos. Por otra parte, como señala
Schmitt, “división” significa propiamente una distinción
en el seno de uno de los varios poderes; por ejemplo, la
división del poder legislativo en dos cámaras 82 . “División
del poder” puede aceptarse con las salvedades
expresadas.
82
) Carl Schmitt, “Teoría de la Constitución”, Alianza Ediorial, Madrid, 1989, p.
189.
83 ) La expresión, que no se encuentra literalmente en Montesquieu, está
65
principio, están compuestos por personas distintas en
cada caso, y que –también en principio- tienen un
ámbito de funciones y competencias propias sin mutuas
injerencias. Por cierto, el ejemplo de los sistemas
parlamentaristas (y hasta de nuestros ministros que son
diputados, jueces o fiscales con licencia en sus cargos
originarios) relativiza la primera afirmación y, en cuanto
al aspecto funcional, la misma relatividad ya ha sido
señalada. No refiriéndose nunca literalmente
Montesquieu a la “separación” geográfica de “poderes”,
cabe apreciar que esta idea se refiere más bien a su
concepción dinámica del gobierno mixto o moderado,
habiéndola trasliterado el pensamiento juridicista a la de
separación orgánica Con estas reservas debe entenderse
la expresión “separación de los poderes”.
66
quede a cargo de otro. Es la crítica que, con fundamento,
se ha realizado a la actual composición del Consejo de la
Magistratura, por ejemplo. La independencia alude,
también, a la especialización funcional, tampoco
absoluta, como se ha visto.
84
) Montesquieu afirma. “il y a dans chaque État trois sortes de pouvoirs: la
puissance législative, la puissance exécutrice des choses que dépendent du droit
des gens, et la puissance exécutrice de celles qui dépendent du droit civil ” (De
l’Esprit des Lois, libro XI, cap. VI). Hay en cada Estado tres clases de poderes: la
potestad legislativo, la potestad ejecutiva de las cosas que dependen del derecho
de gentes y la potestad ejecutiva de aquéllas que dependen del derecho civil. El
“poder” judicial, pues, es denominado de esta última y particular manera. La
función de este poder la describe así: “il punit les crimes ou juge ls différends des
particuliers” (ibidem). Castiga los crímenes o juzga las diferencias entre
particulares.
67
resulta prácticamente nulo 85 . Nulidad, bien entendida,
como poder político. La autoridad de los jueces se funda,
a su vez, en la independencia con la cual puedan juzgar y
concretar así el derecho en los conflictos interpersonales.
Su juicio requiere libertad íntima e independencia
práctica de los poderes en juego, sean estos
institucionales o indirectos. Por eso, si corresponde que
los jueces sean perseguidos en caso de inconducta, no
deben ser juzgados por los fallos que a ciencia y
conciencia han considerado rectos. Esta garantía de la
independencia del juez, en su función judicativa, respecto
del entorno político que rodea al caso sub judice,
sostiene la libertad del ciudadano, como advertía en su
tiempo el viejo barón y percibe continuamente la
conciencia pública. La actual crisis en la consideración
ciudadana de la magistratura, que registran las
encuestas 86 , reside en una pérdida considerable de
autoridad, ya que se la supone muy limitada en cuanto
su independencia.
85) “De cette façon, la puissance de juger, si terrible parmi les hommes, n’étant
attachée ni à un certain état ni à une certaine profesión devient, pour ainsi dire,
invisible et nulle. On n’a point continuellement des juges devant les yeux; et l’on
craint la magistrature, et non pas les magistrats” (ibidem nota anterior). De esta
manera, la potestad de de juzgar, tan terrible entre los hombres, al no estar
ligado a determinado estado social o profesión, se convierte, por así decirlo, en
invisible y nulo; se teme a los magistratura, pero no a los magistrados. Y agrega:
“des trois puissances dont nous avons parlé, celle de juger est en quelque façon
nulle. Il n‘en reste que deux..”. De las tres potestades de las que hemos hablado,
la de juzgar resulta de alguna manera nula. No quedan más que dos (debe
entenderse: que requieren contrapoderes que los atemperen).
86 ) El Índice de Confianza en la Justicia elaborado por el FORES (Foro de
68
51.- Hasta aquí hemos hablado de autoridad. La
judicatura tiene, además, una potestas, por la cual puede
considerársela propiamente “poder” judicial, esto es,
participante en el poder político. Hay una forma
patológica de ejercicio de este poder, que se manifiesta en
una también patológica “judicialización de la política”,
donde el enemigo debe ser estigmatizado con un
procesamiento o una condena, para lo cual debe contarse
con jueces proclives a despacharlos. Pero hay también
una forma fisiológica de ejercicio del “poder” judicial, y
por consiguiente una normal judicialización de la política
que, de todos modos, conduce inevitablemente a la
politización de la justicia. Es el poder que se ejerce a
través del control de constitucionalidad, donde la
judicatura, y en especial la Corte Suprema de Justicia,
en nuestro caso, cumple una función intrínsecamente
política: establecer en última instancia lo que la
Constitución dice. En el desenvolvimiento de su poder,
la magistratura ha ido expandiéndose de supremo
intérprete a legislador contramayoritario negativo, y de
este último carácter a legislador contramayoritario
positivo, en especial a través de las sentencias
“manipulativas” –como las denomina la doctrina italiana-
en las que se amplía y transforma por los tribunales el
radio de acción normativa de las disposiciones
recurridas. Entonces, con el objetivo de controlar esta
función y, también, de inclinar la balanza de la
judicialización política, se asiste a la injerencia,
69
entrometimiento y maniobreo en los procesos orgánicos
de selección, designación y remoción de los jueces. A
modo de ejemplo tenemos el reciente “caso Bisordi”. Una
mayoría automática conformada en el Consejo de la
Magistratura exigió la cabeza del presidente de la Cámara
de Casación Penal y de los tres integrantes de la sala IV
de dicho tribunal, por presunta lentitud en el tratamiento
de las causas a ex represores. Lo hizo a pedido del CELS
(Centro de Estudios Legales y Sociales), un poder
indirecto. En fin, el presidente de la República, primero
en Córdoba ("yo empujo, pero se hacen los distraídos") y luego desde la
Casa Rosada se sumó a la partida. El 10 de abril de
2007, el presidente de la Corte Suprema de Justicia,
doctor Ricardo Lorenzetti, según declaraciones recogidas
por el diario "La Nación" del día siguiente, afirmó: "si un juez
se siente presionado (por el Poder Ejecutivo) debería renunciar" 87 .
87
) El entonces ministro del Interior, Aníbal Fernández, dirigiéndose a Bisordi, le
dijo “doctor, haga un favor a la patria: váyase” y la consejera Diana Conti,
actualmente diputada y miembro del Consejo de la Magistratura, se manifestó
en el mismo sentido: “si renunciara, nos ahorraría mucho trabajo”
88 ) En declaraciones posteriores (“La Nación”, 17/06/07), el presidente de la
70
presiones y a pesar de ellas 89 . El “caso Bisordi” puso de
manifiesto el malestar, la intranquilidad y la aprensión
que producía en muchos jueces, funcionarios y
operadores jurídicos la abierta intromisión en la esfera de
la independencia judicial para el juicio en conciencia,
tanto del Ejecutivo monocrático, de la mayoría maquinal
del Consejo de la Magistratura –obtenida mediante su
reforma por la ley 26.080- y del CELS, poder indirecto.
En esta cancelación a sabiendas de la garantía de la
independencia judicial en cuanto a su libertad íntima de
juicio, hay un gravísimo menoscabo. Un gobernante
legislador puede, excepcionalmente, resultar un Alfonso
el Sabio. En un congreso genuflexo o perezoso puede
levantarse insólitamente una voz inspirada. Pero que no
quepa recurso contra la injusta decisión de un
gobernante, o contra el juego de influencias de los
poderes indirectos, porque los jueces han sido
doblegados por el temor o elegidos por su sumisión, es
declarar al ciudadano impotente ante la arbitrariedad.
71
afianzamiento consiguiente de su autoridad, pueda
ejercerse eficazmente. Vamos a una larga transcripción
del texto, a riesgo de repetir alguno ya referido:
“Il n’y a point encore de liberté si la puissance de juger n’est pas séparée de la puissance
législative et de l’exécutrice. Si elle étoit jointe à la puissance législative, le pourvoir sur la
vie et la liberté des citoyens seroit arbitraire : car le juge seroit législateur. Si elle étoit
jointe à la puissance exécutrice, le juge pourroit avoir la force d’un oppresseur.
Tout seroit perdu si le même homme, ou le même corps des principaux, ou des nobles, ou
du peuple, exerçoient ces trois pouvoirs : celui de faire des lois, celui d’exécuter les
résolutions publiques, et celui de juger les crimes ou les différends des particuliers.
Dans la plupart des royaumes de l’Europe, le gouvernement est modéré, parce que le
prince, qui a les deux premiers pouvoirs, laisse à ses sujets l’exercice du troisième. Chez
les Turcs, où ces trois pouvoirs sont réunis sur la tête du sultan, il règne un affreux
despotisme.
Dans les républiques d’Italie, où ces trois pouvoirs sont réunis, la liberté se trouve moins
que dans nos monarchies. Aussi le gouvernement a-t-il besoin, pour se maintenir, de
moyens aussi violents que le gouvernement des Turcs ; témoin les inquisiteurs d’État, et le
tronc où tout délateur peut, à tous les moments, jeter avec un billet son accusation.
Voyez quelle peut être la situation d’un citoyen dans ces républiques. Le même corps de
magistrature a, comme exécuteur des lois, toute la puissance qu’il s’est donnée comme
législateur. Il peut ravager l’État par ses volontés générales, et, comme il a encore la
puissance de juger, il peut détruire chaque citoyen par ses volontés particulières.
Toute la puissance y est une ; et, quoiqu’il n’y ait point de pompe extérieure qui découvre
un prince despotique, on le sent à chaque instant.
Aussi les princes qui ont voulu se rendre despotiques ont-ils toujours commencé par réunir
en leur personne toutes les magistratures ; et plusieurs rois d’Europe, toutes les grandes
charges de leur État.
Je crois bien que la pure aristocratie héréditaire des républiques d’Italie ne répond pas
précisément au despotisme de l’Asie. La multitude des magistrats adoucit quelquefois la
magistrature ; tous les nobles ne concourent pas toujours aux mêmes desseins ; on y
forme divers tribunaux qui se tempèrent. Ainsi, à Venise, le grand conseil a la législation ;
le prégadi, l’exécution ; les quaranties, le pouvoir de jugar. Mais le mal est que ces
tribunaux différents sont formés par des magistrats du même corps ; ce qui ne fait guère
qu’une même puissance.
La puissance de juger ne doit pas être donnée à un sénat permanent, mais exercée par
des personnes tirées da corps du peuple, dans certains temps de l’année, de la manière
72
prescrite par la loi, pour former un tribunal qui ne dure qu’autant que la nécessité le
requiert.
De cette façon, la puissance de juger, si terrible parmi les hommes, n’étant attachée ni à
un certain état, ni à une certaine profession, devient, pour ainsi dire, invisible et nulle. On
n’a point continuellement des juges devant les yeux ; et l’on craint la magistrature, et non
pas les magistrats.
Il faut même que, dans les grandes accusations, le criminel, concurremment avec la loi, se
choisisse des juges ; ou du moins qu’il en puisse récuser un si grand nombre, que ceux qui
restent soient censés être de son choix.
Les deux autres pouvoirs pourroient plutôt être donnés à des magistrats ou à des corps
permanents, parce qu’ils ne s’exercent sur aucun particulier ; n’étant, l’un, que la volonté
générale de l’État, et l’autre, que l’exécution de cette volonté générale.
Mais, si les tribunaux ne doivent pas être fixes, les jugements doivent l’être à un tel point,
qu’ils ne soient jamais qu’un texte précis de la loi. S’ils étoient une opinion particulière du
juge, on vivroit dans la société, sans savoir précisément les engagements que l’on y
contracte.
Il faut même que les juges soient de la condition de l’accusé, ou ses pairs, pour qu’il ne
puisse pas se mettre dans l’esprit qu’il soit tombé entre les mains de gens portés à lui faire
violence 90 .
73
magistrados tiene, como ejecutor de las leyes, toda la potestad que
se ha otorgado como legislador; puede devastar el Estado por sus
voluntades generales y, como encima tiene la potestad de juzgar,
puede destruir a cualquier ciudadano por sus voluntades
particulares. Allí la potestad es es única, y aunque no haya pompa
externa que ponga de manifiesto a un príncipe despótico, se lo
siente a cada momento. Por eso, siempre que los príncipes han
querido tornarse déspotas, han comenzado por reunir en su
persona todas las magistraturas y varios reyes de Europa, en el
mismo sentido, todos los cargos de Estado. Creo, por cierto, que la
aristocracia hereditaria de las repúblicas italianas no se equivale,
precisamente, al despotismo asiático. Una gran cantidad de
magistrados modera a menudo la magistratura, pues no todos los
nobles comparten las mismas vistas y se forman distintos
tribunales que atemperan su poder. Así, en Venecia el consejo
supremo se ocupa de la legislación, el Pregadi de la ejecución y los
Quaranti del poder de juzgar. Pero el mal finca en que estos
diferentes tribunales están formados por magistrados del mismo
cuerpo social, por lo cual no conforman más que una sola
potestad. La potestad judicial no debe darse a un Senado
permanente, sino que lo deben ejercer personas salidas del pueblo
(como en Atenas) nombradas en ciertas épocas del año del modo
prescripto por la ley, para integrar un tribunal que dure solamente
el tiempo que la necesidad lo requiera. De esta manera, el poder de
juzgar, tan terrible entre los hombres, al no estar ligado a
determinado estado social o profesión, se convierte, por así decirlo,
en invisible y nulo; se teme a la magistratura, pero no a los
magistrados. Es preciso, incluso, que las acusaciones más graves,
de conformidad con la ley, el imputado pueda elegir a sus jueces o,
cuando menos, que pueda recusar tantos que, los que queden,
puedan considerarse como de su elección Los otros dos poderes
podrían más bien ser otorgados a magistrados o a cuerpos
permanentes, porque no se ejercen sobre ningún particular y son,
el uno la voluntad general del Estado, y el otro, la ejecución de
dicha voluntad general. Pero, si los tribunales no deben ser fijos, sí
deben serlo los fallos, hasta el punto de que no resulten otra cosa
que el texto expreso de la ley. Si fuesen una opinión particular del
juez, se viviría en una sociedad sin saber con exactitud los
compromisos contraídos con ella. Es necesario, también, que los
jueces sean de la misma condición que el acusado, o sus pres,
para que éste no llegue a creer que ha caído en manos de gentes
dispuestas a dañarlo.
74
En el mismo lugar, respecto de los jueces, agrega: “les juges
de la nation ne sont, comme nous avons dit, que la bouche que prononce les paroles de la
loi, des êtres inanimés qui n’en peuvent modérer ni la force ni la rigueur” 91 .
Pero los jueces de la nación, como hemos dicho, no son más que la
boca que pronuncia las palabras de la ley, seres inanimados que
no pueden moderar ni su fuerza ni su rigor.
75
función judicativa no resulte un “poder” político. En el
sistema de Monstesquieu no es posible hablar de un
“poder judicial” 92 . El juego de equilibrio dinámico entre
poderes y contrapoderes, a juicio de nuestro barón, debe
darse entre los órganos cuyas funciones corresponden a
la legislación y a la ejecución, con las particularidades
que se anotan más abajo. La nota preponderante en lo
judicial es la de independencia judicativa, relacionada
con la paridad social entre quienes juzgan y quienes son
juzgados.
92
) Jorge Tristán Bosch, op. cit. n. 53, p. 86.
76
54.- Un excursus necesario respecto de la función
judicativa en Montesquieu. Como vimos, la plantea como
automática y exenta de toda discrecionalidad: los jueces
son inanimadas bocas de la ley. “El juez (se entiende que en
nuestro barón) no es sino un signo matemático que expresa la relación entre la
regla general y el caso particular” 93 . Es la garantía del ciudadano, en
77
Podría ocurrir que la ley, que es clarividente y, al mismo tiempo,
ciega, resulte, en ciertos casos, demasiado rigurosa. Los jueces de
la nación no son, como hemos dicho, otra cosa que el instrumento
que pronuncia las palabras de la ley, seres inanimados que no
pueden morigerar ni su fuerza ni su rigor. La parte del cuerpo
legislativo que consideramos como tribunal necesario,
anteriormente, lo es también en este caso; a su autoridad suprema
corresponde atemperar la ley a favor de la propia ley, fallando con
menos rigor que ella.
78
propugnador de la mecánica traslación de un molde legal
de un país a otro:
“Les lois, dans la signification la plus étendue, sont les rapports nécessaires qui dérivent
de la nature des choses et, dans ce sens, tous les êtres ont leurs lois ; la Divinité a ses lois
; le monde matériel a ses lois ; les intelligences supérieures à l’homme ont leurs lois ; les
bêtes ont leurs lois ; l’homme à ses lois.
(...)
Il y a donc une raison primitive ; et les lois sont les rapports qui se trouvent entre elle et les
différents êtres, et les rapports de ces divers êtres entre eux.
(…)
Les êtres particuliers intelligents peuvent avoir des lois qu’ils ont faites ; mais ils en ont
aussi qu’il n’ont pas faites. Avant qu’il y eût des êtres intelligents, ils étoient possibles ; ils
avoient donc des rapports possibles, et par conséquent des lois possibles. Avant qu’il y eût
des lois faites, il y avoit des rapports de justice possibles. Dire qui il n’y a rien de juste ni
d’injuste que ce qu’ordonnent ou défendent les lois positives, c’est dire qu’avant qu’on eût
tracé de cercle ; tous les rayons n’étoient pas égaux.
Il faut donc avouer des rapports d’équité antérieurs à la loi positive qui les établit: comme,
par exemple, que supposé qu’il y eût des sociétés d’hommes, il seroit juste de se
conformer à leurs lois ; que, s’il y avoit des êtres intelligents qui eussent reçu quelque
bienfait d’un autre être, ils devroient en avoir de la reconnoissance ; que, si un être
intelligent avoit créé un être intelligent, le créé devroit rester dans la dépendance qu’il a
eue dès son origine ; qu’un être intelligent, qui a fait du mal à un être intelligent, mérite de
recevoir le même mal, et ainsi du reste.
Mas il s’en faut bien que le monde intelligent soit aussi bien gouverné que le monde
physique. Car, quoique celui-là ait aussi des lois qui, par leur nature, sont invariables il ne
les suit pas constamment comme le monde physique suit les siennes. La raison en est que
les êtres particuliers intelligents sont bornés par leur nature, et par conséquent sujets à
l’erreur ; et, d’un autre côté, il est de leur nature qu’ils agissent par eux-mêmes. Ils ne
suivent donc pas constamment leurs lois primitives ; et celles, même qu’ils se donnent, ils
ne les suivent pas toujours.
(…)
L’homme, comme être physique, est, ainsi que les autres corps, gouverné par des lois
invariables. Comme être intelligent, il viole sans cesse les lois que Dieu a établies, et
change celles qu’il établit lui-même.
(...)
79
Sitôt que les hommes sont en société, ils perdent le sentiment de leur foiblesse ; l’égalité,
qui étoit entre eux, cesse, et l’état de guerre commence.
Chaque société particulière vient à sentir sa force ; ce qui produit un état de guerre de
nation à nation. Les particuliers, dans chaque société, commencent à sentir leur force : ils
cherchent à tourner en leur faveur les principaux avantages de cette société ; ce qui fait
entre eux un état de guerre.
Ces deux sortes d’état de guerre font établir les lois parmi les hommes. Considérés
comme habitants d’une si grande planète, qu’il est nécessaire qu’il y ait différents peuples,
ils ont des lois dans le rapport que ces peuples ont entre eux ; et c’est le Droit des Gens.
Considérés comme vivants dans une société qui doit être maintenue, ils ont des lois dans
le rapport qu’ont ceux qui gouvernent, avec ceux qui sont gouvernés ; et c’est le Droit
Politique. Ils en encore dans le rapport que tous les citoyens ont entre eux ; et c’est le
Droit Civil.
(...)
(...)
La loi, en général, est la raison humaine, en tant qu’elle gouverne tous les peuples de la
terre ; et les lois politiques et civiles de chaque nation ne doivent être que les cas
particuliers où s’applique cette raison humaine.
Elles doivent être tellement propres au peuple pour lequel elles sont faites, que c’est
un très grand hasard si celles d’une nation peuvent convenir à une autre.
Elles doivent être relatives au physique du pays ; au climat glacé, brûlant ou tempéré ; à la
qualité du terrain, à sa situation, à sa grandeur ; au genre de vie des peuples, laboureurs,
chasseurs ou pasteurs ; elles doivent se rapporter au degré de liberté que la constitution
peut souffrir ; à la religion des habitants, à leurs inclinations, à leurs richesses, à leur
nombre, à leur commerce, à leurs moeurs, à leurs manières. Enfin elles ont des rapports
entre elles ; elles en ont avec leur origine, avec l’objet du législateur, avec l’ordre des
choses sur lesquelles elles sont établies. C’est dans toutes ces vues qu’il faut les
considérer.
C’est ce que j’entreprends de faire dans cet ouvrage. J’examinerai tous ces rapports : ils
forment tous ensemble ce que l’on appelle l’Esprit des lois 96 .
96
) De l´Esprit des Lois, Lº I a III. NB: la bastardilla es del autor y el destacado en
negrita, del traductor.
80
Leyes, en su sentido más amplio, son las relaciones necesarias
que derivan de la naturaleza de las cosas y, en ese sentido, todos
los seres tienen sus leyes: las tiene la Divinidad, el mundo
material, las inteligencias superiores al hombre, los animales y
también el hombre (...) Hay, entonces, una razón primordial. Y las
leyes son las relaciones entre esa razón originaria y los distintos
seres, así como la relación de los diversos seres entre sí (...) Los
seres particulares inteligentes pueden tener leyes hechas por ellos
mismos, pero tienen también otras que no hicieron. Antes de que
hubiese seres inteligentes, estos ya eran, de este modo, posibles,
pues tenían relaciones posibles y, en consecuencia, leyes posibles.
Antes de que hubiese leyes ya había relaciones de justicia posibles.
Decir que sólo puede considerarse justo o injusto lo que ordenan o
prohíben las leyes positivas, sería como,decir que antes de que se
hubiera trazado un círculo, todos sus radios eran desiguales. Hay
que admitir, pues, la existencia de relaciones de equidad anteriores
a la ley positiva que las establece. Así, por ejemplo, si hubiera
sociedades humanas, reconocer como justo actuar conforme con
sus leyes; si hubiera seres inteligentes que hubieran sido
beneficiados por otro ser, deberían estarles agradecido; si un ser
inteligente hubiese creado a otro, este último debería permanecer
en la dependencia que tuvo desde su origen; un ser inteligente que
hubiera producido algún mal a otro ser inteligente merecería
recibir el mismo mal, y así sucesivamente. Mas no puede afirmarse
que el mundo inteligente esté tan bien gobernado como el mundo
físico, pues aunque el primero tiene también leyes invariables por
naturaleza, no las observa siempre, como el mundo físico observa
las suyas. La razón de ello finca en que los seres particulares
inteligentes son limitados por naturaleza, y, por ello, están sujetos
a error. Por otra parte, corresponde a su naturaleza el poder obrar
por sí mismos, de modo que no sólo no siguen constantemente sus
leyes primordiales, sino que tampoco las que se dan ellos mismos
las cumplen siempre (...) El hombre, como ser físico, está
gobernado, como los demás cuerpos, por leyes invariables. En
cuanto ser inteligente transgrede, sin cesar, las leyes fijadas por
Dios y cambia las que él mismo establece (...) Tan pronto como los
hombres se reúnen en sociedad, pierden el sentimiento de su
debilidad. La igualdad en que se encontraban cesa y comienza el
estado de guerra. Cada sociedad particular se vuelve consciente de
su fuerza, lo que produce un estado de guerra de nación contra
nación. Los particulares, dentro de cada sociedad, comienzan a
darse cuenta de su fuerza y tratan de volver en su beneficio las
principales ventajas de la sociedad, lo que crea entre ellos el estado
de guerra. Estos dos tipos de guerra son el motivo de que se
establezcan leyes entre los hombres. Considerados como
habitantes de un planeta tan grande que debe abarcar publos
diferentes, los hombre stienen leyes que rigen las relaciones de
estos pueblos entre sí: es el Derecho de Gentes. Si se los considera
81
como seres que viven en una sociedad que debe conservarse,
tienen leyes que rigen las relaciones entre gobernantes y
gobernados: es el Derecho Político. Del mismo modo, tiene leyes
que regulan las relaciones existentes entre todos los ciudadanos:
es el Derecho Civil (...) el gobierno más conforme con la naturaleza
es aquel cuya disposición particular se adapta mejor a la
disposición del pueblo al cual va destinado (...) La ley, en general,
es la razón humana en cuanto gobierna a todos los pueblos de la
tierra; las leyes políticas y civiles de cada nación no deben ser sino
los casos particulares a los que se aplica la razón humana. Por
ello, dichas leyes deben ser adecuadas al pueblo para el cual
fueron dictadas, de tal modo que sólo por una gran casualidad
las de una nación pueden convenir a otra. Es necesario que las
leyes mencionadas se ajusten a la naturaleza y al principio del
gobierno establecido, o que se quiera establecer, sea para formarlo,
como hacen las leyes políticas, sea para mantenerlo, como hacen
las leyes civiles. Deben adaptarse al físico del país, al clima helado,
caluroso o templado, a la calidad del terreno, a su situación, su
tamaño, al género de vida de los pueblos, según sean labradores,
cazadores o pastores. Deben estar adaptadas al grado de libertad
que permita la constitución, a la religión de los habitantes, a sus
inclinaciones, a su riqueza, a su número, a su comercio y a sus
maneras. Por último, las leyes tienen relaciones entre sí: con sus
orígenes, con el objeto del legislador y con el orden de las cosas
sobre las que se legisla. Las consideraremos bajo todsos estos
puntos de vista. Lo que me propongo hacer en esta obra es
examinar todas estas relaciones que, en conjunto, forman lo que se
llama el Espíritu de las Leyes.
97) Ver Luis María Bandieri, “Naturaleza de las ccosas, sentido y alcance actual
de una vieja expresión” , en “Vivencia y pervivencia del Derecho Natural”, Andrés
Botero Bernal, compilador, Universidad de Medellín, 2007
82
“Naturaleza de las cosas” es una expresión que nos está
diciendo que las “cosas”, entendidas como todo aquello
que hay en nuestro mundo, tienen una cierta complexión
y se presentan en una estructura que les es propia,
conforme su objeto y función. La naturaleza de las cosas
es su manera específica de estar en el mundo. Y, en el
mundo, las cosas se integran en diversos órdenes. Esta
expresión “orden”, nos acerca al derecho, en su acepción
más amplia, ya que resulta principal su función
“ordenante”, por donde le viene su carácter de relativa
constancia y, en consecuencia, de certeza. La función
ordenante del derecho, el orden que pretende restablecer,
resulta, en consecuencia, del orden previo en que las
cosas sobre las que aquél se aplica se presentan y están
en el mundo. El orden del derecho se conforma al orden
de la naturaleza de las cosas. Este último precede al
primero; el derecho, en procura de lo justo concreto, se
pone –se positiviza- a partir de la realidad previa en
donde el conflicto se ha suscitado. El orden del derecho
y el orden de la naturaleza de las cosas tienden a una
cierta invariablidad, pero no resultan en ninguna medida
inmutables. “Natura di cose –define Vico- altro non è che nascimento di
esse in certi tempi e con certe guise, le quali sempre che sono tali, indi tale e non altre
nascon le cose” 98 . La naturaleza de las cosas no es sino su nacimiento
83
en un cierto tiempo y de cierta manera; permaneciendo éstas
iguales, nacen siempre iguales y no distintas.
99
) Montesquieu utilizó la expresión “genio nacional”: “llamo genio de una nación
a las costumbres y los caracteres propios de los diferentes pueblos dirigidos por
el mismo gobierno y desde la misma capital” (en “Mes Pensées”, cit. por Enrique
Tierno Galván, introd.. a “Del Espíritu de las Leyes”, Alianza Ed., 2003, p. 27.
84
escribió en unas “Observations sur le XXIXe. Livre de
l’Esprit des Lois”: “como la verdad, la razón, la justicia, los derechos humanos,
el interés de la propiedad, de la libertad, de la seguridad, son los mismos en todos lados,
no se ve por qué todas las provincias de un Estado, o hasta todos los Estados, no podrían
tener las mismas leyes criminales, las mismas leyes civiles, las mismas leyes comerciales,
etc. Una buena ley debe ser buena para todos los hombres, como una proposición
verdadera es verdadera para todos” 100 . Es el pensamiento de quienes
“Si la puissance exécutrice n’a pas le droit d’arrêter les entreprises du corps législatif,
celui-ci sera despotique ; car, comme il pourra se donner tout le pouvoir qu’il peut
imaginer, il anéantira toutes les autres puissances.
Mais il ne faut pas que la puissance législative ait réciproquement la faculté d’arrêter la
puissance exécutrice. Car, l’exécution ayant ses limites par sa nature, il est inutile de la
borner ; outre que la puissance exécutrice s’exerce toujours sur des choses
momentanées 101 ”.
100
) Ver Luis María Bandieri, op. cit. n.77
101 ) De l’Esprit des Lois, L° XI, cap. VI.
85
teniendo la ejecución sus límites naturales, es inútil limitarla y,
por otra parte, la potestad ejecutiva se ejerce siempre sobre cosas
momentáneas.
102 ) John Locke, cuyo “Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil” fue objeto de
atenta lectura por nuestro barón, llama al “poder” legislativo “supremo” y aún
“sagrado”: “this legislative is not only the supreme power of the common-wealth,
but sacred and unalterable in the hands where the community have once placed
it; nor can any edict of any body else, in what form soever conceived, or by what
power soever backed, have the force and obligation of a law, which has not its
sanction from that legislative which the public has chosen and appointed: for
without this the law could not have that, which is absolutely necessary to its being
a law,* the consent of the society, over whom no body can have a power to make
laws, but by their own consent, and by authority received from them (cap. XI).
[Este poder legislativo no es sólo el poder supremo de la república sino que es
también sagrado y no puede ser arrebatado a quienes lo han recibido; no hay
edicto, cualquiera que sea y sea cual fuere el modo en que esté concebido o el
poder que lo sostenga, que tega fuerza de ley y obligue si no ha sido sancionado
por este legislativo que la sociedad ha elegido y establecido; de no ser así, esa ley
no tendría lo que le es absolutamente necesario para ser tal: el consentimiento
de la sociedad, fuera del cual nadie tiene el poder de establecer leyes, válidas en
virtud del consentimiento de esta sociedad y por la autoridad que ella concedió].
Pero el capítulo se refiere, precisamente, a la extensión de este poder, para
señalar que está limitado por aquellos derechos que el hombre posee en su
estado de naturaleza. Esta reserva no está presente en Montesquieu, ya que los
derechos fundamentales, en todo caso, son para él “franquías” que cada estado
social o grupo puede obtener, amén de los derivados de la naturaleza de las
cosas sociales, como el rechazo de la tortura Lº VI, cap. XVII), o sus ejemplos de
“leyes civiles contrarias a la naturaleza de las cosas” (Lº XXVI, caps. III y IV). La
esclavitud le parece a nuestro barón que “no es buena por naturaleza”, pero el
desenvolvimiento de sus argumentos apunta más bien a su inutilidad en un
gobierno moderado (Lº XV, caps. I a XVIII).
86
literalmente “poderes” –potestades- al cuerpo eleccionario
de representantes y al cuerpo hereditario de nobles:
Ces trois puissances devroient former un repos ou une inaction. Mais comme, par le
mouvement nécessaire des choses, elles sont contraintes d’aller, elles seront forcées
d’aller de concert 103 .
J’appelle faculté de statuer, le droit d’ordonner par soi-même, ou de corriger ce qui a été
ordonné par un autre. J’appelle faculté d’empêcher, le droit de rendre nulle une résolution
87
prise par quelque autre ; ce qui étoit la puissance des tribuns de Rome. Et quoique celui
qui a la faculté d’empêcher puisse avoir aussi le droit d’approuver, pour lors cette
approbation n’est autre chose qu’une déclaration qu’il ne fait point d’usage de sa faculté
d’empêcher, et dérive de cette faculté. 104 .
88
Federalista” 106 , será finalmente remachado por el Chief
Justice Marshall en Marbury vs. Madison. Aquí el órgano
judicial incorpora una función política y se coloca como
tercer “poder”. El mismo orden clásico de las
constituciones decimonónicas, que se inauguraba con el
poder legislativo, seguía con el ejecutivo y culminaba con
el poder judicial (en el caso de incluirlo); mostraba a este
último fungiendo de garantizador de los derechos
proclamados en la parte dogmática frente a los dos
“poderes” descriptos en la parte orgánica. Pero ya no es,
como vimos, el tríptico de Montesquieu.
89
reducido una única función determinante (por ejemplo,
la locomoción o la reproducción), sino que es preciso
asignarle más de una, y más de un órgano para
cumplirlas. Pero tampoco nos arroja este símil la
necesidad de que sean tres y sólo tres. Por otra parte,
Montesquieu está mucho más cercano a la metáfora
mecánica que a la orgánica para describir la sociedad
política. ¿Por qué, en ellas, tres funciones, potestades
o poderes, y no cinco o nueve? La inmensa dificultad
para responder a esta pregunta nos conduce situar en
el campo del dogma la teoría de los tres poderes 107 .
107
) Dejemos de lado lo confuso de la teoría en el propio Montesquieu, donde
aparece como un dualismo de dos “poderes” visibles, condenando al tercero
a la invisibilidad y a la nulidad, para que reaparezca el tríptico cortando por
el medio uno de los “poderes”.
108
) Sería imposible resumir en nota las repercusiones simbólicas del número 3,
el ternario o la tríada. “El número más perfecto de todos, como imagen sensible
de la divinidad”, decía Eusebio de Cesarea. Como vimos en otro pasaje del texto,
recurriendo a Simmel, es el número que pone en marcha la dinámica social. Y
es emblema de equilibrio, donde se funden los opuestos al surgir un tercero
(madre, padre e hijo), fundamento de toda expresión generativa y regenerativa en
la naturaleza. Mayores elementos en Luis María Bandieri, “La Mediación Tópica”,
El Derecho, Buenos Aires, 2007, p. 88 y sgs.
109 ) La lectura de Locke revela que, en realidad, son cuatro: legislativo,
ejecutivo, federativo (relaciones exteriores) y prerrogativo (poderes de excepción).
El poder federativo y el ejecutivo deben estar reunidos en la misma persona o
90
idea, de acuerdo con el deber ser y los principios del
derecho puro, encierra una voluntad universalmente
conjunta en una triple persona, que llama la trias
(trinidad) política, compuesta de un poder soberano en la
persona del legislador, un poder ejecutivo en la persona
del gobernante y un poder en la persona del juez
(potestas legislatoria, rectoria et judiciaria) 110 . Para Kant,
esto tres “poderes” debían funcionar con rígida
independencia y ejercidos por personas distintas en
órganos distintos. Así se consolidaba lo que dos siglos
después Nicola Matteucci 111 llamaría “dogma ambiguo y misterioso
(...) y no sólo eso: éste es un dogma peligroso porque no nos permite garantizar con
verdadera eficacia la libertad del ciudadano”.
91
conceptos teológicos secularizados” 112 . Léon Duguit se extendió en
112 ) Carl Schmitt, “Teología Política”, con introducción de Luis María Bandieri,
Ed. Struhart, Bs. As., 1998, p. 54.
113
) Léon Duguit, “Traité de Droit Constitutionnel”, tº II, p. 669/671) cit. en
Bosch, op. cit. p. 106/107.
92
judicial, no pensó en destruir la organización dela nación francesa del antiguo régimen,
sino transformarla siguiendo el mdoelo inglesa, sin eliminar ninguna de sus partes
constitutivas, más bien contando con cada una de ellas: corona, nobleza y pueblo o más
bien, buerguesía. Su doctrina de la separación de poderes se adapta perfectamente a la
realidad social inigualitaria, jerarquizada, dividida en clases, de la Francia de entonces; su
pluralismo político coincide perfectamente con su pluralismo social” 114 .
93
oligarquía comercial y financiera que se había impuesto a
la vieja Inglaterra rural.
) Hilaire Belloc, “Historia de Inglaterra desde los orígenes hasta el siglo XX”,
115
94
cabe recordar sun intervención en el escándalo financiero
que se conoce como la “burbuja de los Mares del Sur” –
semejante, en su modalidad, a muchos affaires
contemporáneos. Se trataba de una compañía que, a
cambio de monopolios comerciales en los mares del Sur
se hacía cargo de la deuda consolidada nacional. La
promesa de un gran reparto de beneficios hizo que el
público adquiriese masivamente las acciones. Walpole,
valido de su información privilegiada, fue titular de un
grueso paquete, que vendió al tope de su cotización,
inmediatamente antes de la estrepitosa caída de los
títulos al estallar the South Sea Bubble (1720) 116 . Pese a
que la opinión pública lo fulminó como timador, pudo
hacer que otros pagasen por él con cárcel y ruina, y
posteriormente se recicló a la espectabilidad política.
95
obras, capaz de contrapesar efectivamente el poder de los
Comunes y de la oligarquía financiera que allí se
enseñoreaba. “Este hombre fue el mayor genio político y el mejor orador que
Inglaterra produjo en el siglo XVIII” 117 . Bollingbroke, según Carl
96
esto es, una mayor concentración de poder en el primer
ministro, a la cabeza de un conjunto ministerial unido,
reduciéndose el Parlamento a un instrumento de
ratificación y caja de resonancia de las políticas
gubernamentales.
was to Montesquieu what Homer has been to the didactic writers on epic poetry” 119 . La
“Il y a aussi une nation dans le monde qui a pour objet direct de sa constitution la liberté
politique. Nous allons examiner les principes sur lesquels elle la fonde. S’ils sont bons, la
liberté y paroîtra comme dans un miroir.
Pour découvrir la liberté politique dans la constitution, il ne faut pas tant de peine. Si on
peut la voir où elle est, si on l’a trouvée, pourquoi la chercher ?120 ”.
97
libertad política en la constitución no hace falta tanto trabajo. Si se
la ha hallado, si se la puede ver donde está, ¿por qué buscarla?
98
desde allí en claro que la libertad debe buscarse
únicamente por la vía de la matriz iuspublicística
anglosajona, con sus dos pilares de derechos
fundamentales y división del poder. Incluso el propio
Montesquieu remacha esta conclusión cuando agrega:
“Si l’on veut lire l’admirable ouvrage de Tacite sur les moeurs des Germains, on verra que
c’est d’eux que les Anglois ont tiré l’idée de leur gouvernement politique. Ce beau système
a été trouvé dans les bois” 123 .
123
) De L’Esprit des Lois, L° XI, cap. VI.
124
) La “Germania” de Cayo Cornelio Tácito –en puridad, De origine et situ
germanorum, del origen y territorio de los germanos-, obra muy importante del
punto de vista histórico, describe a los germanos como “buenos salvajes” que
practican en los bosques las virtudes simples, contraponiéndolas así,
críticamente, desde un enfoque estoico, a las costumbres supuestamente
corruptas del tiempo del autor (55-117).
99
partida de los anglosajones de los bosques germánicos
para conquistar la Gran Bretaña. Jefferson, por su parte,
también recurriría al ancestro germano para justificar un
nuevo comienzo americano 125 .
Comme toutes les choses humaines ont une fin, l’État dont nous parlons perdra sa liberté,
il périra. Rome, Lacédémone et Carthage ont bien péri. Il périra lorsque la puissance
législative sera plus corrompue que l’exécutrice 126 .
Como todas las cosas humanas tienen un final, el Estado del que
hablamos perderá su libertad y perecerá. Roma, Esparta y Cartago
murieron. Aquel desaparecerá cuando la potestad legislativa sea
más corrupta que la ejecutiva.
100
república federativa 127 . El conflicto quedaría en sordina
hasta estallar en 1861 con la guerra civil entre
confederados y unionistas.
127 ) “El movimiento se hizo con gran habilidad. No tomó la forma de una
agitación, sino la de una conspiración, o si se quiere, la de un hábil cabildeo.
Jorge Washington habló con algunos amigos suyos en Mount Vernon, su
hermosa casa a orillas del Potomac, y esta conversación dio por resultado la
reunión de la Convención Comercial de Anápolis, en septiembre de 1786. La
Convención, un pretexto. Pidió al congreso que convocase una reunión
semejante. Ya estaba todo preparado, y el congreso votó la célebre resolución de
febrero de 1787, convocando delegaciones de los Estados para que, reunidas en
Filadelfia, revisaran los Artículos de la Confederación, y diesen un informe al
congreso. Nada se decía de adoptar una nueva constitución”. Carlos Pereya, “La
Constitución de los Estados Unidos como instrumentos de dominación
plutocrática” ed. América, Madrid, s/f, p. 60
128 ) Ver Alberto Benegas Lynch-Carlota Jackisch, “Límites al Poder – Los
101
balances, frenos y contrapesos, eficaz para dicho ámbito
político y cultural. Entendían, a partir, entre otras, de las
referencias míticas al ancestro germano en estado
silvestre, inaugurar una experiencia inédita en la
historia.
130
) “El Federalista”, I
102
Madison llamó “república” 131 para diferenciarla
debidamente de la democracia “pura” en la interpretación
“fuerte” de filiación rousseauniana.
From this view of the subject it may be concluded that a pure democracy, by which I mean
a society consisting of a small number of citizens, who assemble and administer the
government in person, can admit of no cure for the mischiefs of faction. A common passion
or interest will, in almost every case, be felt by a majority of the whole; a communication
and concert result from the form of government itself; and there is nothing to check the
inducements to sacrifice the weaker party or an obnoxious individual. Hence it is that such
democracies have ever been spectacles of turbulence and contention; have ever been
found incompatible with personal security or the rights of property; and have in general
been as short in their lives as they have been violent in their deaths. Theoretic politicians,
who have patronized this species of government, have erroneously supposed that by
reducing mankind to a perfect equality in their political rights, they would, at the same time,
be perfectly equalized and assimilated in their possessions, their opinions, and their
passions.
The two great points of difference between a democracy and a republic are: first, the
delegation of the government, in the latter, to a small number of citizens elected by the
rest; secondly, the greater number of citizens, and greater sphere of country, over which
the latter may be extended.
103
patrocinado estas formas de gobierno, han supuesto erróneamente
que reduciendo los derechos políticos del género humano a una
absoluta igualdad, podrían igualar e identificar por completo sus
posesiones, pasiones y opiniones. Una república, o sea un gobierno
en que tiene efecto el sistema de la representación, ofrece distintas
perspectivas y permite el remedio que buscamos. Examinemos en
qué puntos se distingue de la democracia pura y entonces
comprenderemos tanto la índole del remedio cuanto la eficacia que
ha de derivar de la Unión. Las dos grandes diferencias entre una
democracia y una república son: primera, que en las segunda se
delega la facultad de gobierno en un pequeño número de
ciudadanos, elegidos por el resto; segunda, que la república puede
comprender un mayor número de ciudadanos y una mayor
extensión de territorio (trad. Gustavo R. Velasco).
Comme, dans un État libre, tout homme qui est censé avoir une âme libre doit être
gouverné par lui-même, il faudroit que le peuple en corps eût la puissance législative. Mais
comme cela est impossible dans les grands États, et est sujet à beaucoup d’inconvénients
dans les petits, il faut que le peuple fasse par ses représentants tout ce qu’il ne peut faire
par lui-même.
L’on connoît beaucoup mieux les besoins de sa ville que ceux des autres villes ; et on juge
mieux de la capacité de ses voisins que de celle de ses autres compatriotes. Il ne faut
donc pas que les membres du corps législatif soient tirés en général du corps de la nation ;
mais il convient que, dans chaque lieu principal, les habitants se choisissent un
représentant.
Le grand avantage des représentants, c’est qu’ils sont capables de discuter les affaires. Le
peuple n’y est point du tout propre ; ce qui forme un des grands inconvénients de la
démocratie. 132
104
necesario, pues, que los miembrpos del cuerpo legislativo sean
extraídos, en general, del cuerpo de la nación, sino que conviene
que, en cada lugar principal, los habitantes elijan un
representante. La gran ventaja de los representantes es que tiene
la capacidad para discutir las cuestiones. El pueblo, en cambio, no
es el más preparado para ello, lo que constituye uno de los grandes
inconvenientes de la democracia.
The movement for the Constitution of the United States was originated and carried
through principally by four groups of personalty interests which had been adversely
affected under the Articles of Confederation: money, public securities, manufactures,
and trade and shipping.
The first firm steps toward the formation of the Constitution were taken by a small
and active group of men immediately interested through their personal possessions
in the outcome of their labours.
105
No popular vote was taken directly or indirectly on the proposition to call the
Convention which drafted the Constitution.
The members of the Philadelphia Convention which drafted the Constitution were,
with a few exceptions, immediately, directly, and personally interested in, and
derived economic advantages from, the establishment of the new system.
The Constitution was essentially an economic document based upon the concept
that the fundamental private rights of property are anterior to government and
morally beyond the reach of popular majorities.
The major portion of the members of the Convention are on record as recognizing
the claim of property to a special and defensive position in the Constitution.
In the ratification, of the Constitution, about three-fourths of the adult males failed to
vote on the question, having abstained from the elections at which delegates to the
state conventions were chosen, either on account of their indifference or their
disfranchisement by property qualifications.
The Constitution was ratified by a vote of probably not more than one-sixth of the
adult males. It is questionable whether a majority of the voters participating in the
elections for the state conventions in New York, Massachusetts, New Hampshire,
Virginia, and South Carolina, actually approved the ratification of the Constitution.
The leaders who supported the Constitution in the ratifying conventions represented
the same economic groups as the members of the Philadelphia Convention; and in a
large number of instances they were also directly and personally interested in the
outcome of their efforts.
In the ratification, it became manifest that the line of cleavage for and against the
Constitution was between substantial personalty interests on the one hand and the
small farming and debtor interests on the other.
The Constitution was not created by “the whole people” as the jurists have said;
neither was it created by “the states” as Southern nullifiers long contended; but it
was the work of a consolidated group whose interests knew no state boundaries and
were truly national in their scope 135 .
106
El movimiento en pro de la Constitución de los Estados
Unidos fue organizado y llevado a cabo principalmente por
cuatro grupos de intereses mobiliarios particulares, los cuales
habían sido adversamente afectados bajo los Artículos de
Confederación: finanzas, títulos públicos, manufacturas y
comercio y navegación. El primer paso hacia la formación de
la Constitución fue tomado por un pequeño y activo grupo de
hombres, inmediatamente interesados en el éxito de sus
trabajos a causa de sus posesiones personales. No fue
consultado ni directa ni indirectamente el voto popular para
convocar la Convención que redactó la Constitución. Las
masas desposeídas, bajo el sistema de calificaciones del
sufragio, fueron excluidas desde el comienzo de toda
participación (por medio de representantes) en la tarea de
establecer la Constitución. Los miembros de la Convención de
Filadelfia que redactaron la Constitución estuvieron, con
pocas excepciones, inmediata, directa y personalmente
interesados y derivaron ventajas económicas del
establecimiento del nuevo sistema. La Constitución fue
esencialmente un documento económico, basado sobre el
concepto de que los derechos privados fundamentales de
propiedad son anteriores al gobierno y moralmente están
fuera del alcance de mayorías populares. La mayor parte de
los miembros de la Convención registran el reconocimiento
del reclamo de la propiedad como una formulación
especialmente defendida en la Constitución. Cerca de tres
cuartos de los hombres adultos no votaron la ratificación de la
Constitución habiéndose abstenido en las votaciones en las
cuales las convenciones estaduales fueron elegidas, o por
causa de su indiferencia o por razón de las calificaciones del
censo. La Constitución fue ratificada por el voto,
probablemente, de no más de un sexto de los hombres
adultos. Es discutible si la mayoría de los votantes que
participaron en las convenciones estaduales de Nueva York,
Massachusetts, Nueva Hampshire, Virginia y Carolina del Sur
realmente aprobaron la ratificación de la Constitución. Los
líderes que sostuvieron la Constitución en las convenciones
estaduales ratificadoras representaron los mismos grupos
económicos que los miembros de la Convención de Filadelfia;
y en gran número de casos estuvieron directa y personalmente
interesados en el éxito de sus esfuerzos. En la ratificiación, se
puso de manifiesto que la línea de separación a favor y en
contra de la Constitución corrió entre los grandes intereses
sustancialmente mobiliarios, por una parte y los pequeños
granjeros y deudores, por otra. La Constitución no fue
establecida por “todo el pueblo”, como han dicho los juristas;
ni fue creada “por los Estados”, como los sudistas partidarios
de la nulificación sostuvieron largo tiempo, sino que fue la
107
obra de un grupo compacto cuyos intereses no reconocían
límites estaduales y que, en su extensión, resultaron
realmente nacionales.
108
totalitaria”, se relaciona, en cambio, con las “libertades
de los antiguos”, esto es, libertades positivas, que
responden a la pregunta ¿por quién soy gobernado? y
referidas, por ello, a la participación directa en la cosa
pública y en la toma de decisiones respecto de ella. Sus
manifestaciones en la modernidad se pueden advertir en
la Confederación Helvética y las Provincias Unidas 138 , con
formas de democracia directa por procedimientos
referendarios múltiples e iniciativas del pueblo
“soberano”. Su influencia en el constitucionalismo
decimonónico será muy tenue, prestándose atención a
fórmulas de democracia directa o semidirecta, dentro de
esquemas originariamente representativos, sólo a partir
de la segunda mitad del siglo pasado. La fundamentación
jurídica reposa, desde la interpretación “fuerte”, más que
en la constitución en el pacto (foedus), preexistente a
aquélla y que le sirve de zócalo.
69.- Los finales del siglo XVIII y principos del siglo XIX
podrían enfocarse, desde la perspectiva del jurista
orientado al derecho público político, como un debate en
torno las categorías que sustentan los esquemas
interpretativos de las dos matrices constitucionales
expuestos. Debate que se centra en las interpretaciones
sobre dos pensadores del siglo XVIII, Montesquieu y
138 ) Confederación que unía a ciudades, condados y ducados de los Países Bajos
(actuales Holanda, Bélgica y Luxemburgo), definitivamente independientes desde
la Paz de Westfalia de 1648.
109
Rousseau, y en dos de sus obras más famosas: El
Espíritu de las Leyes (1748) y El Contrato Social (1764).
Acerca del poder negativo los romanistas italianos han desarrollado, como
139[7]
110
del ejercicio democrático del poder y límite a los abusos
del mismo, y en la afirmación de los derechos
fundamentales como previos a la institución del gobierno,
tutelados por los órgamos a los cuales se defiere el
control constitucional.
140
) Jean-Jacques Rousseau, “Du Contrat Social ou Principes de Droit Politique”,
Lº I, cap. VII; Lº II, cap. IIº; Lº III, cap. IV.
111
automáticamente se pierde y la voluntad general pasa,
irrevocablemente, del pueblo al representante. Por otra
parte, para Rousseau la “voluntad general” debe
expresarse respecto de las cuestiones públicas, conflictos
de la res publica, no sobre la elección de personas.
Cuando, por medio del referendo o del plebiscito, se
interroga al pueblo sobre cuestiones que atañen a todos,
se expresa por la mayoría la “voluntad general” soberana.
Para el ginebrino, en cambio, cuando se convoca al
pueblo para elegir entre listas de candidatos, no se
expresa “voluntad general” alguna sino, simplemente,
una “superstición estadística” mayoritaria acerca de
cuáles, entre los candidatos, resultarían los más aptos
para asumir como propia y expresar en adelante aquella
voluntad soberana.
112
el vocablo referido al cuerpo cívico. No estrictamente
como sinónimo de padrón electoral, elenco de todos
aquellos que, en una organización política determinada,
están habilitados como electores para votar por quienes
se postulen como candidatos a magistraturas públicas.
Más precisamente, lo consideraremos como el conjunto
de hombres 141 libres que se dan entre sí el trato de
ciudadanos y que pueden debatir y decidir también
libremente sobre los asuntos públicos. Es su más pura
acepción y, por otra parte, la más próxima a lo que se
entendía por populus en el mundo antiguo. Es, asimismo,
la que se ha perdido en nuestro tiempo y nadie sabe
dónde está.
141) “Hombres”, a entender como decía hace siglos ya Gayo en el Digesto (L XVI)::
“no se duda que en la palabra hombre se incluye tanto a la mujer como al
varón”.
142 ) Ver “Teología Política –Cuatro Ensayos sobre la Soberanía”, trad. de
113
mandan y de los que obedecen. He ahí la inmensa
dificultad de la democracia y, a la vez, su profundo y
permanente atractivo.
“Je dis donc que la souveraineté n'étant que l'exercice de la volonté générale ne peut
jamais s'aliéner, et que le souverain, qui n'est qu'un être collectif, ne peut être représenté
que par lui-même; le pouvoir peut bien se transmettre, mais non pas la volonté (...) si donc
le peuple promet simplement d’obéir, il se dissout par cet acte; à l’instant qu’il y un maître,
il n’ya plus de souverain, et dès lors le corps politique est détruit´” 143 .
Digo, pues, que no siendo la soberanía sino el ejercicio de la
voluntad general, no puede enajenarse, y que el soberano, que es
un ser colectivo, no puede representarse sino por sí mismo,
pudiendo el poder transmitirse, pero no la voluntad (...) si, pues, el
pueblo promete simplemente obedecer, se disuelve como tal en ese
acto, pierde su calidad de pueblo; en el instante en que acepta un
amo, no hay más soberano y el cuerpo político queda desde ese
momento destruído.
114
lo menos democrático de la democracia y aparece –como
el texto de Madison anteriormente citado enseña- a
manera de un obstáculo para aquélla. “La ‘democracia
representativa’ –señala un autor- puede aparecer hoy como un pleonasmo,
“La souveraineté ne peut être représentée, par la même raison qu'elle ne peut être aliénée;
elle consiste essentiellement dans la volonté générale, et la volonté ne se représente
point: elle est la même, ou elle est autre; il n'y a point de milieu. Les députés du peuple ne
sont donc ni ne peuvent être ses représentants, ils ne sont que ses commissaires; ils ne
peuvent rien conclure définitivement. Toute loi que le peuple en personne n'a pas ratifiée
est nulle; ce n'est point une loi. Le peuple anglais pense être libre; il se trompe fort, il ne
l'est que durant l'élection des membres du parlement; sitôt qu'ils sont élus, il est esclave, il
n'est rien. Dans les courts moments de sa liberté, l'usage qu'il en fait mérite bien qu'il la
perde” 145 .
144
) Jacques Rancière, “La Haine de la Démocratie”, La Fabrique, Paris, 2005, p.
60/61. Oxímoron es la figura consistente en reunir en una expresión dos
palabras contradictorias; p. ej.: silencio elocuente.
145
) Du Contrat Social, Lº III, cap. XV. Obsérvese la dura crítica rousseauniana al
parlamentarismo británico
115
nada pueden concluir definitivamente. Toda ley que el pueblo en
persona no ha ratificado es nula, no es unaley. El pueblo inglés
piensa ser libre y se engaña mucho; no lo es más que durante la
elección de los miembros del Parlamento, una vez elegidos, es
esclavo, no es nada. En los cortos momentos de su libertad, el uso
que de ella hace bien merece que la pierda.
116
“Par la même raison que la souveraineté est inaliénable, elle est indivisible. Car la volonté
est générale, ou elle ne l'est pas; elle est celle du corps du peuple ou seulement d'une
partie. Dans le premier cas cette volonté déclarée est un acte de souveraineté et fait loi.
Dans le second, ce n'est qu'une volonté particulière, ou un acte de magistrature, c'est un
décret tout au plus. Mais nos politiques ne pouvant diviser la souveraineté dans son
principe la divisent dans son objet, ils la divisent en force et en volonté, en puissance
législative et en puissance exécutive, en droits d'impôts, de justice, et de guerre, en
administration intérieure et en pouvoir de traiter avec l'étranger: tantôt ils confondent toutes
ces parties et tantôt ils les séparent; ils font du souverain un être fantastique et formé de
pièces rapportées; c'est comme s'ils composaient l'homme de plusieurs corps dont l'un
aurait des yeux, l'autre des bras, l'autre des pieds, et rien de plus. (…) Cette erreur vient
de ne s'être pas fait des notions exactes de l'autorité souveraine, et d'avoir pris pour des
parties de cette autorité ce qui n'en était que des émanations. (…) En suivant de même les
autres divisions on trouverait que toutes les fois qu'on croit voir la souveraineté partagée
on se trompe, que les droits qu'on prend pour des parties de cette souveraineté lui sont
tous subordonnés, et supposent toujours des volontés suprêmes dont ces droits ne
donnent que l'exécution” 146 .
146
) Du Contrat Social, Lº II, cap. II.
117
del poder, sino del ejercicio de la voluntad, de donde
deriva el poder legislativo, el poder por antonomasia, y de
la puesta en marcha de la fuerza aplicadora de esa
voluntad, de donde brota el poder ejecutivo. La voluntad
(la soberanía) reside en el pueblo y es indelegable, pero
éste no posee la ejecutoriedad o la fuerza para llevar
adelante algo, por lo que delega la ejecutoriedad de la
función. El Poder Legislativo expresa la voluntad general
y la fuerza está delegada en el ejecutivo. Este último es
el gobierno propiamente dicho: un cuerpo intermediario
entre la voluntad soberana y el conjunto de los
ciudadanos: esto es, entre el pueblo como voluntad
soberana y el pueblo como cuerpo regido. Rousseau
llama, pues, gobierno al legítimo ejercicio de la potestad
ejecutiva y príncipe o magistrado al hombre o al cuerpo
que se halla a su cabeza:
“Le corps politique a les mêmes mobiles; on y distingue de même la force et la volonté,
celle-ci sous le nom de puissance législative, l'autre sous le nom de puissance exécutive.
Rien ne s'y fait ou ne s'y doit faire sans leur concours.
Il faut donc à la force publique un agent propre qui la réunisse et la mette en oeuvre selon
les directions de la volonté générale, qui serve à la communication de l'Etat et du
souverain, qui fasse en quelque sorte dans la personne publique ce que fait dans l'homme
l'union de l'âme et du corps. Voilà quelle est dans l'Etat la raison du gouvernement,
confondu mal à propos avec le souverain, dont il n'est que le ministre.
Qu'est-ce donc que le gouvernement? Un corps intermédiaire établi entre les sujets et le
souverain pour leur mutuelle correspondance, chargé de l'exécution des lois et du maintien
118
de la liberté, tant civile que politique.
Les membres de ce corps s'appellent magistrats ou rois, c'est-à-dire gouverneurs, et le
corps entier porte le nom de prince. (...) J'appelle donc gouvernement ou suprême
administration l'exercice légitime de la puissance exécutive, et prince ou magistrat l'homme
ou le corps chargé de cette administration.
C'est dans le gouvernement que se trouvent les forces intermédiaires, dont les rapports
composent celui du tout au tout ou du souverain à l'État. On peut représenter ce dernier
rapport par celui des extrêmes d'une proportion continue, dont la moyenne proportionnelle
est le gouvernement. Le gouvernement reçoit du souverain les ordres qu'il donne au
peuple, et pour que l'Etat soit dans un bon équilibre il faut, tout compensé, qu'il y ait égalité
entre le produit ou la puissance du gouvernement pris en lui-même et le produit ou la
puissance des citoyens, qui sont souverains d'un côté et sujets de l'autre.
De plus, on ne saurait altérer aucun des trois termes sans rompre à l'instant la proportion.
Si le souverain veut gouverner, ou si le magistrat veut donner des lois, ou si les sujets
refusent d'obéir, le désordre succède à la règle, la force et la volonté n'agissent plus de
concert, et l'Etat dissous tombe ainsi dans le despotisme ou dans l'anarchie. Enfin comme
il n'y a qu'une moyenne proportionnelle entre chaque rapport, il n'y a non plus qu'un bon
gouvernement possible dans un Etat. Mais comme mille événements peuvent changer les
rapports d'un peuple, non seulement différents gouvernements peuvent être bons à divers
peuples, mais au même peuple en différents temps” 147 .
147
) Du Contrat Social, Lº III, cap- IV..
119
donde se hallan las fuerzas intermediarias cuyas relaciones forman
las del todo al todo, o del soberano al Estado. Puede representarse
esta última relación por la de los extremos de una proporción
continua, cuya media proporcional es el gobierno. Éste recibe del
soberano los mandatos que da el pueblo, y para que el Estado esté
en perfecto equilibrio, es preciso que exista la igualdad entre el
resultado o potestad del gobierno tomado en sí mismo, y el
resultado o potestad de los ciudadanos, que son soberanos de un
lado y súbditos de otro. Además, no podrían alterarse estos tres
términos sin deshacer al instante la proporción. Si el soberano
quiere gobernar o el magistrado dar leyes, o los súbditos dejar de
obedecer, el desorden sucede a la regla, la fuerza y la voluntad no
obran de concierto y, disuelto el Estado, cae de este modo en el
despotismo o en la anarquía. En fin, así como no hay más que una
media proporcional en cada relación, no hay tampoco más que un
buen gobierno posible en un Estado. Pero como mil
acontecimientos pueden cambiar las circunstancias de un pueblo,
no solamente diferentes gobiernos pueden ser buenos en diversos
pueblos, sino que también en el mismo pueblo en diferentes
épocas”
120
incessamment assemblé pour vaquer aux affaires publiques, et l'on voit aisément qu'il ne
saurait établir pour cela des commissions sans que la forme de l'administration change.
En effet, je crois pouvoir poser en principe que quand les fonctions du gouvernement sont
partagées entre plusieurs tribunaux, les moins nombreux acquièrent tôt ou tard la plus
grande autorité; ne fût-ce qu'à cause de la facilité d'expédier les affaires, qui les y amène
naturellement.
D'ailleurs que de choses difficiles à réunir ne suppose pas ce gouvernement?
Premièrement un État très petit où le peuple soit facile à rassembler et où chaque citoyen
puisse aisément connaître tous les autres; secondement une grande simplicité de moeurs
qui prévienne la multitude d'affaires et les discussions épineuses; ensuite beaucoup
d'égalité dans les rangs et dans les fortunes, sans quoi l'égalité ne saurait subsister
longtemps dans les droits et l'autorité; enfin peu ou point de luxe; car, ou le luxe est l'effet
des richesses, ou il les rend nécessaires; il corrompt à la fois le riche et le pauvre, l'un par
la possession, l'autre par la convoitise; il vend la patrie à la mollesse, à la vanité; il ôte à
l'Etat tous ses citoyens pour les asservir les uns aux autres, et tous à l'opinion.
Voilà pourquoi un auteur célèbre a donné la vertu pour principe à la République; car toutes
ces conditions ne sauraient subsister sans la vertu: mais faute d'avoir fait les distinctions
nécessaires, ce beau génie a manqué souvent de justesse, quelquefois de clarté, et n'a
pas vu que, l'autorité souveraine étant partout la même, le même principe doit avoir lieu
dans tout État bien constitué, plus ou moins, il est vrai, selon la forme du gouvernement.
Ajoutons qu'il n'y a pas de gouvernement si sujet aux guerres civiles et aux agitations
intestines que le démocratique ou populaire, parce qu'il n'y en a aucun qui tende si
fortement et si continuellement à changer de forme, ni qui demande plus de vigilance et de
courage pour être maintenu dans la sienne. C'est surtout dans cette constitution que le
citoyen doit s'armer de force et de constance, et dire chaque jour de sa vie au fond de son
coeur ce que disait un vertueux Palatin dans la Diète de Pologne: Malo periculosam
libertatem quam quietum servitium.S'il y avait un peuple de dieux, il se gouvernerait
148
) Du Contrat Social Lº III, cap. IV,. NB: el autor célebre es Montesquieu, a
quien Rousseau –que lo ha leído a fondo- aprovecha para criticar
tangencialmente; la frase latina significa: “prefiero una libertad peligrosa una
121
De tomar el término democracia en su acepción rigurosa, jamás ha
existido verdadera democracia, ni existirá nunca. Es contra el
orden natural que el mayor número gobierne y el menor sea
gobernado. No se puede imaginar que el pueblo esté
incesantemente reunido para atender a los asuntos públicos, y
fácilmente se comprende que no podrían establecerse comisiones
sin que la forma de administración cambiase. En efecto, creo poder
afirmar en principio que, cuando las funciones de gobierno se
dividen entre muchas magistraturas, los menos numerosos
adquieren tarde o temprano la mayor autoridad, por la facilidad
que naturalmente encuentran para despachar los asuntos
públicos. Además, ¿cuántas cosas difíciles de reunir supone este
gobierno? Primeramente, un Estado muy pequeño en que el pueblo
sea fácil de reunir y en el que cada ciudadano pueda conocer a
todos los demás; una gran sencillez de costumbres que prepare a
la multitud para resolver los asuntos espinosos; mucha igualdad
en las clases y en las fortunas, sin la cual no podría subsistir la de
los derechos y la autoridad; por último, poco o ningún lujo, porque
el lujo es efecto delas riquezas o las hace necesarias y corrompe ala
vez al rico y al pobre, a uno por la posesión y al otro por la codicia;
vende la patria la molicie, a la vanidad y quita al Estado todos sus
ciudadanos para hacerlos esclavos unos de otros y todos de la
opinión. Ved por qué un autor célebre ha dado a la virtud por
principio de la república; porque todas las demás condiciones no
podrían subsistir sin ella; pero no habiendo hecho las distinciones
necesarias este gran ingenio, ha sido a veces injusto, otras oscuro,
y no ha visto que siendo igual dogma la autoridad soberana, el
mismo principio debe realizarse en todo Estado, más o menos, en
verdad, según la forma de gobierno. Agreguemos que no hay
gobierno tan expuesto a las guerras civiles como el democrático,
porque no hay otro alguno que tienda más fuerte y continuamente
a cambiar de forma, ni que exija más vigilancia y valor para
mantenerse en la suya. En esta constitución, sobre todo, el
ciudadano debe armarse de fuerza y de constancia y decir cada día
de su vida, en el fondo de su corazón, lo que decía un virtuoso
palatino en la dieta de Polonia: malo periculosam libertatem quam
quietum servitium. Si hubiese un pueblo de dioses, se gobernaría
democráticamente. Un gobierno tan perfecto no convienen a los
hombres.
122
gobierno y –a veces- al gobierno del pueblo regido, en un
ejercicio de equilibrio. No puede participar del poder
legislativo ni del ejecutivo (al no poder hacer nada, puede
hacerlo todo, fórmula exacta del poder negativo). No debe
ser permanente, para evitar los abusos:
“Quand on ne peut établir une exacte proportion entre les parties constitutives de l'Etat, ou
que des causes indestructibles en altèrent sans cesse les rapports, alors on institue une
magistrature particulière qui ne fait point corps avec les autres, qui replace chaque terme
dans son vrai rapport, et qui fait une liaison ou un moyen terme soit entre le prince et le
peuple, soit entre le prince et le souverain, soit à la fois des deux côtés s'il est nécessaire.
Ce corps, que j'appellerai tribunat, est le conservateur des lois et du pouvoir législatif. Il
sert quelquefois à protéger le souverain contre le gouvernement, comme faisaient à Rome
les tribuns du peuple, quelquefois à soutenir le gouvernement contre le peuple, comme fait
maintenant à Venise le conseil des Dix, et quelquefois à maintenir l'équilibre de part et
d'autre, comme faisaient les éphores à Sparte.
Le tribunat n'est point une partie constitutive de la cité, et ne doit avoir aucune portion de la
puissance législative ni de l'exécutive, mais c'est en cela même que la sienne est plus
grande: car ne pouvant rien faire il peut tout empêcher. Il est plus sacré et plus révéré
comme défenseur des lois que le prince qui les exécute et que le souverain qui les donne.
(...)
Le tribunat sagement tempéré est le plus ferme appui d'une bonne constitution; mais pour
peu de force qu'il ait de trop il renverse tout. A l'égard de la faiblesse, elle n'est pas dans
sa nature, et pourvu qu'il soit quelque chose, il n'est jamais moins qu'il ne faut.
Le meilleur moyen de prévenir les usurpations d'un si redoutable corps, moyen dont nul
gouvernement ne s'est avisé jusqu'ici, serait de ne pas rendre ce corps permanent, mais
de régler des intervalles durant lesquels il resterait supprimé. Ces intervalles, qui ne
doivent pas être assez grands pour laisser aux abus le temps de s'affermir, peuvent être
fixés par la loi, de manière qu'il soit aisé de les abréger au besoin par des commissions
extraordinaires.
Ce moyen me paraît sans inconvénient, parce que, comme je l'ai dit, le tribunat ne faisant
point partie de la constitution peut être ôté sans qu'elle en souffre; et il me paraît efficace,
parce qu'un magistrat nouvellement rétabli ne part point du pouvoir qu'avait son
prédécesseur, mais de celui que la loi lui donne 149 .
123
Cuando no se puede establecer proporción entre las partes
constitutivas del Estado, o causas indestructibles alteran sin cesar
sus relaciones, se instituye una magistratura particular que no
forma cuerpo con las demás, que restablece cada término a su
verdadero lugar formando una ligazón o término medio, sea entre
el prícipe y el pueblo, sea entre príncipe y el soberano, o entre
ambos. Este cuerpo, que yo llamaría tribunado, es el conservador
de las leyes y del poder legislativo. Sirve algunas veces para
proteger al soberano contra el gobierno, como hacían en Roma los
tribunos de la plebe; otras para sostener el gobierno frente al
pueblo, como en Venecia el Consejo de los Diez; y otras para
mantener el equilibrio entre ambos, como los éforos en Esparta. El
tribunado no es parte constitutiva de la ciudad y no debe
participar ni dela potestad legislativa ni de la ejecutiva; pero, por
esto mismo, la suya es más grande, porque no pudiendo hacer
nada puede impedirlo todo; esmás sagrado, como defensor de las
leyes, que el príncipe que las ejecuta y que el soberanos que las
dicta (...). El tribunado, templado prudentemente, es el más firme
apoyo de una buena constitución. Degenera en tiranía cuando
usurpa la potestad ejecutiva, de la que es sólo moderador, y quiere
disponer de las leyes que sólo debe proteger (...) El tribunado se
debilita, como el gobierno, por la multiplicación de sus miembros
(...) El mejor medio para prevenir las usurpaciones de este cuerpo,
emdio que hasta aquí no han tenido en cuenta los gobiernos, es no
hacer este cuerpo permanente, sino determinar los intervalos en
que debe ser suprimido. Estos intervalos, que no deben ser lo
bastante grandes para dejar a los abusos tiempo de afirmarse,
peuden fijarse por la ley, de manera que sea fácil abreviarlos en
caso de necesidad por comisiones especiales. Creo que este medio
carece de inconvenientes porque, como ya he dicho, no formando
parte el tribunado de la constitución, puede suprimirse sin que ella
padezca, y me parece eficaz porque un magistrado nuevamente
designado no parte del poder de su antecesor, sino del que quiera
darle la ley”.
124
Constitución” 150 . Este foso insalvable entre proclamación y
125
legislativo, abandonada desde hace mucho tiempo su
función de control, tiende a transformarse en oficina de
certificación de la actividad ejecutiva. El ejecutivo y el
legislativo, por otra parte, resultan autorreferenciales,
esto es, apuntan a representarse sólo a sí mismos. Se
da, pues, en paralelo con la crisis de la división de
poderes, el descascaramiento de lo que Kelsen llamó la
“ficción de la representación”, y el pulular simultáneo de
los “poderes indirectos”, nutridos por la actividad del
propio Estado. El recurrente asunto de la corrupción
política se encuentra indisolublemente emparentado con
este proceso. Entonces, parece que el dogma, que todos
advierten agotado, sobrevive, literalmente a título de
superstición, porque no hay otro que lo substituya.
126
el que ejercen los difusamente los tribunales de justicia
o, en otros casos, un órgano concentrado, de jurisdicción
constitucional cuando, como “legisladores negativos”,
fulminan una ley o un acto como inconstitucional.
127
refuerza la impresión de «independencia judicial», como
si sus sentencias flotasen en un topos uranos
intemporal, sin perder por ello su fuerza mágica de
obligar. Emanadas del seno de la ley pasan a flotar en
el empíreo de la justicia, y parecen así cumplirse ex
opere operato, en virtud de su poder intrínseco. Es una
pura ilusión. Su fuerza de obligar procede de fuera de
ellas mismas, a saber, del poder ejecutivo. Por ello, y
salvo dotar al poder judicial de instrumentos ejecutivos
propios (lo que implicaría, de hecho, crear un Estado
dentro de otro Estado) tendríamos que concluir que las
sentencias emanadas del poder judicial sólo existen
realmente cuando son llevadas a efecto por el poder
ejecutivo, por lo que habrá que afirmar que no son
existencialmente independientes de él. Resulta
evidente, por lo tanto, que la ejecución de una
sentencia que ponga en peligro la existencia misma del
poder ejecutivo y, con ello, en el límite, la existencia
misma del Estado, tendrá que ser estorbada por este
poder; y las sentencias que no pueden ser cumplidas
resultan puras ficciones jurídicas.
128
independencia del aparato judicial ha jugado un papel
decisivo en convertir sus acciones en oráculo
constitucional, también es cierto que la judicatura es
una parcela del aparato gubernamental y es nombrada
por las ramas ejecutiva y legislativa. Esto significa que el
Estado se ha convertido en juez de su propia causa,
violando en consecuencia un principio jurídico básico en
la búsqueda de decisiones justas.
129
“Avico” (1934), “Peralta” (1990), “Smith” (2002),
“Provincia de San Luis” (2003), “Cabrera” (2004),
“Bustos” (2004) y “Massa” (2006) 152 . Lo cierto es que la
labor de la agencia judicial en materia de control
constitucional no ha sido, preponderantemente, un
medio de detener o balancear el grado de poder que ha
ido acumulando entre nosotros el Ejecutivo, sino, al
contrario, ha funcionado como suprema instancia
legitimatoria de la acumulación de poder de esa rama del
gobierno. La principal función histórica de la revisión
152
) Podría afirmarse que los gobiernos argentinos, durante el siglo XIX,
acudieron sistemáticamente a la noción de “facultades extraordinarias” como
programa de Estado que les diera sustentabilidad y, durante el siglo XX (y lo
que va del presente) a la noción de “emergencia”, con la misma finalidad,
estableciendo, en ambos casos, una suerte de “excepcionalidad permanente”. La
doctrina de la “emergencia”, en sede judicial, arranca con el caso “Ercolano
c/Lanteri de Renshaw”, de 1922, donde se declaró la constiticionalidad de dos
leyes por las que se congelaban los precios de los alquileres destinados a
vivienda y se suspendían los desalojos, que fueron atacadas por afectar el
derecho de propiedad. En 1934, por el fallo “Avico c/De la Pesa”, la Corte
convalidó una ley que recortaba los intereses pactados en los préstamos con
garantía hipotecaria, limitándose el derecho de propiedad, otra vez, en nombre
del bienestar general. En 1990, en el fallo “Peralta c/Estado Nacional” la Corte
convalidó un decreto, dictado durante el receso del Congreso, por el cual se
privaba a los ahorristas de los plazos fijos que tenían depositados, canjeándolos
por bonos de la deuda pública a largo plazo (al momento de ser entregados,
estos bonos cotizaban a la mitad de su valor nominal). Se invocaron, para
justificar la emergencia, “los poderes del Estado para proveer todo lo conducente
a la prosperidad del país y al bienestar de los habitantes”. En “Smith”, del 1º de
febrero de 2002, y en “Provincia de San Luis”, de 2003, la Corte fulminó como
inconstitucionales los decretos que habían impuesto restriccionaes a los
depósitos bancarios de cualquier tipo (“corralito”) y su posterior “pesificación”
(expresión en pesos de los depósitos en dólares, a un valor muy inferior al de
plaza), invocándose en ambos casos que los mecanismos para superar la
emergencia habían superado toda razonabilidad. Se iniciaron entonces “juicios
políticos”, conforme los arts, 53, 59 y 60 de la Constitución Nacional, primero
contra la Corte en bloque y luego contra cada uno de los ministros. Fueron
destituidos dos de ellos por esa vía y renunciaron los demás. Con una nueva
composición se dictaron los fallos “Cabrera” y “Bustos” donde se convalidó la
pesificación, volviéndose en sustancia a la doctrina establecida en el precedente
“Peralta”. Como el fallo “Bustos”, en rebeldía inédita, no fue acatado por los
tribunales inferiores, que continuaron aplicando la doctrina anterior, se dictó el
fallo “Massa” (2006) en el que se aplicó a la relación peso/dólar, con ciertos
retoques en los intereses, un valor aproximado al de su cotización de ese
momento en plaza, pero manteniendo la mayoría la constitucionalidad del
bloque de decretos de la emergencia, esto es, ratificándose otra vez “Peralta”.
130
judicial a la luz de la Constitución es la de asegurar ante
el cuerpo político que la acumulación de poder resulta
legítima. Una rama gubernamental ha sacramentado las
acciones de otra. Esta afirmación no alcanza sólo para
nuestro país, sino también a los demás donde rige, por
uno u otro método, la revisión constitucional por una
rama gubernativa, incluidos los EE.UU 153 .
131
la ley. Democracia y control constitucional por un
tribunal concentrado formaban, a juicio de Kelsen, un
matrimonio indisoluble.
132
campo de la patología médica). Llenan el vacío
consiguiente con normas creadas de modo pretoriano,
por vía aditiva, integradora, sustitutiva y, a veces, para
cubrir la inacción del legislativo. Arriban, así, a cumplir
la función de legisladores positivos que, de todos modos,
estaba ínsita en los alcances funcionales que les
asignaba Kelsen, ya que les bastaba con descartar, como
legisladores negativos, los alcances “infectos” de una
norma, para que se concluyera positivamente, por
descarte, con la interpretación normativa deseada por el
tribunal.
1998
133
liberal de Derecho- van a ser custodiados por un
alambrado de púas exclusivamente jurídico.
134
función judicial debe ir más allá y penetrar en un campoo
creativo de la norma. Pero –dice este maestro de la
excepcionalidad política- la excepción no puede
convertirse en regla, porque se destruirían los
fundamentos de la certeza jurídica. Por otra parte,
Schmitt critica lo que advierte como avance sobre la
doctrina de la judicial review, que estaba en el centro del
debate jurídico alemán de entonces. Un juez, ante una
contradicción entre una ley ordinaria y una ley
constitucional puede, por el principio de supremacía
constitucional bien definido en nuestro art. 31, dejar de
lado la ley ordinaria, en la función judicial de control ya
explicada. Pero no puede expulsarla del ordenamiento
jurídico, en una abrogación que sólo cabe al legislador.
Un tribunal solemente puede ser protector de la
constitución, esto es, cumplir una función política,
“únicamente en un Estado judicialista que someta la vida pública entera al control de los
tribunales ordinarios” 158 . Obviamente, este era el caso de los
EE.UU. de Norteamérica.
135
anglosajona es su expresión teórico-conceptual y en el
common law, donde el juez aplica un derecho
consuetudinario judicial, su práctica. El Estado
absolutista es una unidad política concentrada en el
ejecutivo, predominantemente monocrático y el Estado
liberal burgués decimonónico es un Estado legislativo.
En sólo un Estado judicialista donde la función política
de la protección o defensa constitucional puede recaer
supremamente en una agencia judicial, que –como en el
caos norteamericano- vigilará los posibles excesos de la
Cámara de representantes. Por el contrario, en un
Estado legislativo no puede haber "justicia
constitucional", dice nuestro jurista, ya que la justicia no
decide por ella sola, sino a través las normas que le dicta
el legislativo, a las cuales está subordinada. En un
Estado legislativo, por lo tanto, sería el parlamento el
guardián de la constitución y su defensa estará enfocada
a frenar los eventuales abusos del ejecutivo.
(Observemos, por nuestra parte, que la trasposición del
judicial review a los países latinoamericanos, cuya
herencia borbónica los predisponía a la hipercracia
presidncialista, fallaría por la base, de acuerdo con el
jurista de Plettenberg, yendo a desembocar en una
manipulación del Ejecutivo sobre la Corte o tribunal que
tuviera el control constitucional, esto es, en una
politización de la justicia)
136
En fin, yendo a la situación concreta de su tiempo,
Schmitt se pregunta hasta qué punto la función de
“guardián de la Constitución”, en un Estado de partidos,
pueda ser asumida con efectiva independencia por un
Tribunal cuya designación va a provenir de una
negociación o loteo entre estos mismos partidos. Los
partidos políticos se convierten en representantes de
intereses, clases y religiones, y el parlamento se reduce a
un escenario de luchas y repartos que ya no garantizan
la unidad de la voluntad del pueblo. Se levanta aquí otra
vez la eterna cuestión: quis custodiet custodes ipsos? Por
eso, en definitiva, nuestro autor propone como guardián
de la Constitución al Jefe de Estado según el texto de
Weimar, esto es, al Presidente del Reich, elegido por el
voto popular. Se requiere, dice Schmitt, que sigue en esto
los pasos de Benjamín Constant 159 , instituir un poder
neutral e intermediario, al nivel de los demás poderes
constitucionales, pero independiente de éstos, con
facultades mediadoras y reguladoras del equilibrio entre
los demás poderes, y tutelares de la Constitución. Aquí
Schmitt, teniendo en cuenta las circunstancias de la
Alemania de su tiempo, propone junto a los demás
“poderes” un poder moderador o arbitral, custodio de la
Constitución y eminentemente político, aunque por sobre
los partidos. En los antecedentes cita la constitución
159
) Benjamín Constant, caído Napoleón, propuso un monaca que actuase como
pouvoir neutre, intermédiaire et régulateur, poder neutro, intermediario y
regulador, en cuya propuesta puede reconocerse, según Schmitt, la distinción
entre auctoritas y potestas, interpretada en el sentido del principio decimonónico
que el monarca "reina pero no gobierna".
137
portuguesa de 1826, art. 71 –el rey como poder
moderador, “clave de toda la organización política”- y la brasileña de
160
) René Capitant tuvo felices intercambios intelectuales con Schmitt,
compartió planteos del renano y, especialmente, el relativo al guardián de la
Constitución. Su comentario favorable de Der Hüter así lo atestigua.
161
) op. cit. p. 34/39. Ver también Lobrano, op. cit. n. 28
162 ) Este sistema fue ideado por Sieyès, quien, inspirándose en la institución del
tribunado acuñada por Rousseau (Contrato social, libro IV, 5) propuso la
creación de un jurie constitutionnaire, esto es, «un verdadero cuerpo de
representantes... con la misión especial de juzgar las reclamaciones contra todo
atentado a la Constitución». La tesis de Sieyès cuajó en el Sénat conservateur
establecido por la Constitución bonapartista del año VIII, del que fue una
138
de los comunes” -de donde descendía el “síndico
procurador” de nuestros cabildos. Agregaré, siguiendo a
Lobrano en este punto, que el movimiento de los
“monarcómacos” 163 tuvo importante participación en el
planteamiento de instituciones con “poder negativo”
frente al monarca absoluto. El más destacado de los
monarcómacos católicos fue el jesuita Juan de Mariana,
más conocido por proponer el regicidio como forma
extrema del derecho de resistencia a la opresión, en el
tratado De Regno et de regis institutione (1599). Mariana
propugna como institución de control, derivada del
pueblo, el tribunado/eforado y funda su autonomía
institucional considerándolo continuación del Justicia
Mayor de Aragón. En el campo protestante se destaca
Juan Altusio (1557-1638) que retoma las ideas
medievales de soberanía popular (el pueblo, en todos
estos casos, estaba constituido por los mejores, “la parte
sana del vecindario”, para usar una fórmula local),
relanza en función de defensa de aquélla la necesidad de
la magistratura del tribunado/eforado/sindicatura,
163 ) Se llamó así a un conjunto de pensadores que, en la segunda mitad del siglo
139
habiendo sido él mismo síndico de la ciudad libre de
Emden. Entiende la sociedad política como una espiral
ascendente que conduce, de abajo hacia arriba, del
conjunto de los ciudadanos, a través de los comunes, las
familias, las provincias, los reinos, a la unidad imperial
en la cima, todo ello regido por un principio de
subsidiariedad. Llama a esta construcción ascendente
desde la base “federalismo societario” y es el primer
pensador que introduce el componente federativo como
limitación horizontal al poder político. Esta línea de
pensamiento –además de Rousseau- culmina en el
filósofo alemán Johann Gottlieb Fichte. El “Estado
popular según el derecho natural”, que propugna, gira
sobre la antítesis entre el “poder de estatuir” –absolut
positive Macht- y el “poder de impedir” –absolut negative
Macht, que se manifestaría en el tribunado, surgido de la
soberanía popular. Por cierto, Hegel habrá de criticar
duramente esta postura fichteana.
140
“Proyecto de Constitución para las Provincias del Río de
la Plata”, de 1811, propone la introducción del tribunado.
Destaquemos que Miranda establece, en todos los casos,
una organización federal de las nuevas unidades políticas
–lo cual será muy criticado por Bolívar.
141
de 1824. Uno de sus inspiradores fue el guatemalteco
José Francisco Barrundia. En el pensamiento de
Barrundia se rechaza la doctrina de separación de
poderes de Montesquieu, porque no resolvía el problema
del despotismo del gobierno sobre el pueblo y dividía la
soberanía. La libertad se defendía por un principio de
separación diferente de poderes entre el gobierno y el
soberano. Barrundia, para evitar el despotismo del
gobierno sobre el pueblo introdujo el cuarto poder que es,
propiamente, un tribunado como el que describe
Rousseau. El Senado Tribunado controlaba al gobierno
en nombre del soberano. En Rousseau, como vimos, hay
separación entre el soberano que legisla y el gobierno.
Este último se halla al servicio del soberano. Por tal razón
el Poder Ejecutivo es irrelevante en la Constitución y se lo
considera corno el sirviente del soberano.
142
americanas, impulsado por Bolívar. En el art. 49 del
proyecto de Vidaurre se establece “una autoridad con el nombre de
Tribuno del Pueblo”. Propone cinco poderes: el electoral (el poder
143
ejercicio de poder por inconstitucional. Este derecho de
veto era recíproco, para impedir, a su turno, que la
minoría paralizase al gobierno. Aplicada a los gobiernos
estaduales en los EE.UU., esta teoría implicaba el
derecho a la "anulación" de una ley o un fallo federal
dentro de la jurisdicción de un estado. La mayoría
numérica, en cambio, resultaba opresiva. Por cierto, en
Calhoun se fundaron los confederados contra los
unionistas en la guerra civil. 164 La derrota confederada
afectó la fama póstuma de Calhoun.
“It is this negative power –the power of preventing or arresting the acting of the
gouvernment- be it called what term it may –veto, interposition, nullification, check or
balance of powers- which, in fact, forms the constitution. They are all but different names
of the negative power. In all its forms and under all its names, it results from the concurrent
majority. Without this there can be no negative; and, without a negative, no constitution.
The assertion is true, in reference to all constitional governments, be their forms what they
may. It is, indeed, the negative power which makes the constitution –and the positive which
makes the government. The one is the power of acting; and the other is the power of
preventing or arresting action. The two, combined, make constitutional government. But, as
164
) Conocemos esta guerra como “Guerra de Secesión”, justamente porque los
confederados adoptaron el esquema calhouniano, tomado de Roma: fracasado el
remedio del poder negativo, de la nulificación, sólo quedaba a mano la secesión,
como la secessio plebis al Monte Aventino. De todos modos, y aunque exceda los
límites de este trabajo, debe señalarse, en un pantallazo y para evitar la historia
romanceada, que el derecho de secesión puede encontrarse en Jefferson y que el
estado de Massachussets lo había invocado, desde 1776, por lo menos en cuatro
ocasiones antes de la guerra civil.
144
there can be no constitution without the negative power, and no negative power without
concurrent majority; -it follows, necessarily, that were the numerical majority has the sole
control of the government, there can be no constitution; as constitution implies limitation or
restriction –and, of course, is inconsistent with the idea of sole or exclusive power. And
hence the numerical unmixed with the concurrent majority necessarily forms, in all cases,
absolute government. It is, indeed, the single, or one power, which excludes the negative,
and constitutes absolute government; and not the number of the power is vested. The
numerical majority is as truly a single power, and excludes the negative as completely as
the absolute government of one, or the few. The former is as much the absolute
government of the democratic, or popular form, as the latter of the monarchical or
aristocratical. It has, accordingly, in common with them, the same tendency to oppression
and abuse of power. 165 ”
Google libros
145
bajo forma monárquica o aristocrática. Tienen en consiguiente en
común la misma tendencia a la opresión y el abuso de poder.
146
de control popular del poder político, sería un elemento
fundamental en cualquier democracia, ya que contribuye
a recordar a los mandatarios del pueblo que no deben
olvider cual es su función, la que depende, única y
exclusivamente, de la voluntad general. Ello se concreta
en el denominado, por la doctrina iuspublicista
romanista, “poder negativo”, inspirado en el poder de veto
que tenía el tribunado romano – la intercessio –, el que
nada podía hacer y todo lo podía impedir.
147
Sin embargo, el poder negativo indirecto también puede
realizarse por iniciativa popular, según las circunstancias
histórico concretas en un contexto político dado. El
pueblo puede querer decidir una cuestión en
determinado momento, por su trascendencia, a través de
una solicitud de referendo o de plebiscito. Todas las
variantes de convocatorias referendarias o plebiscitarias
remiten a recursos políticos de tipo tribunicio y, en
general, resultan un ejercicio de poder negativo. Formas
incipientes, y todavía muy restringidas de ello
encontramos en la inicativa popular del art. 39 y en la
consulta popular –vinculante y no vinculante- del art. 40
de la CN. Señalemos, de paso, que el art. 120 establece el
Ministerio Público como un “órgano independiente con
autonomía funcional” del resto de los poderes, un órgano
que ha sido llamado “extrapoder” que, en cierto modo,
pone en jaque la clásica trias política.
166
) Además del trabajo del profesor Giovanni Lobrano, puede conslultarse al
respecto el trabajo del profesor Norberto Darío Rinaldi “La Resurrección del
Derecho Público Romano”, ponencia en el XIII Congreso Latinoamericano de
Derecho Romano, La Habana, Cuba, 2002
148
aunque el texto lo califique de “órgano independiente”
dentro de aquel poder. “Si bien no tienen aún ninguna de las prerrogativas,
facultades ni características que tenía el tribuno romano, implica el reconocimiento de la
necesidad de proteger los derechos constitucionales del pueblo de los actos u omisiones
de los gobernantes”, como señala Rinaldi 167 .
149
la renta económico-financiera, etc. Una ideología básica y
autorreferencial une al “partido único de los políticos”,
más allá de la dicotomía de antigualla entre izquierda y
derecha, y consiste en asegurar su reproducción y
supervivencia. Todo ello bañado en una emulsión
corruptiva, ya que sobrevivir en la lucha en el barro de la
competencia interpartidaria exige, ante todo, “hacer caja”.
150
Por otra parte, democracia implica soberanía del pueblo,
reinado de la voluntad general soberana. Los juristas no
nos sentimos ya muy cómodos con esta soberanía
popular. Señalábamos al inicio que el principio de la
voluntad general entra en choque con el derecho
cosmopolítico centrado en los human rights. En ese
choque, prevalecen los segundos sobre la primera. Que
de todos modos, reaparece en nuestro ámbito político y
cultural más cercano –Suramérica- queriendo asumir la
forma del poder constituyente originario, otra mención
fastidiosa para los juristas 168 .
168
) Ver Luis María Bandieri, art. cit.
151
Desde luego, si pudiésemos dialogar con quienes 169
generaron la idea de un Rechtstaat allá por el primer
cuarto del siglo XIX, no reconocerían a su criatura. Los
presupuestos de los que brota la idea de Estado de
Derecho resultan del impacto, en los reinos o ducados
alemanes, de las ideas revolucionarias francesas que
Napoleón fue extendiendo por Austria, Baviera,
Sajonia, Prusia, en su designio de incorporar toda
Europa a los “inmortales principios” de la revolución.
Pero la confluencia de estos principios con las diversas
naciones existentes determinó en cada caso resultados
diferentes y característicos: en Alemania uno de estos
resultados fue precisamente la idea del Estado de
Derecho, Rechtstaat como opuesto a Machtstaat,
imperio de la fuerza. Un «Estado de Derecho» que
estaba concebido en función de la unidad de la
sociedad política alemana en un Reich. Pero la única
forma política en la que podía llevarse a cabo el Reich
es la forma del Estado, tal como Hegel la había
expuesto (aunque Hegel había sido muy crítico con la
doctrina de la separación de poderes). En cualquier
caso, lo decisivo comenzaba a ser la concepción del
derecho, dentro de ese Estado viviente. Es el derecho
germánico, «heredado del pueblo de Arminio», -otra vez
el buen salvaje germano saliendo de su bosque
) La expresión fue urtilizada oficialmente por primera vez en 1832 por Robert
169
152
familiar- llamado a unificar a los reinos, principados y
grandes ducados alemanes, y a todos los hombres,
considerados ante todo como alemanes, dentro de una
democracia hecha posible por quienes comparten, ante
todo, la condición de miembros de una cultura común.
Sólo por esto, y no por su condición de seres humanos,
abstractos y universales, impulsados por un imperativo
categórico kantiano los individuos podrán considerar
como propias las normas jurídicas. Ahora bien, cuando
en el transcurso del siglo, y por la influencia del
prestigio alemán, principalmente entre los juristas
españoles, italianos y franceses, la idea del Estado de
Derecho se desprenda de su matriz histórico
germánica, cuando comience a ser tratada como una
idea abstracta, pura, casi axiomática, entonces es
cuando comenzarán a mostrarse sus contradicciones y
sus ambigüedades, porque estas contradicciones o
ambigüedades sólo podrán ser resueltas retrotrayendo
la idea a una sociedad política dada, germana o latina;
sólo entonces cobrarán significado sus principios, y se
despejarán las ambigüedades, aunque a costa de
desvanecerse la pretendida pureza de la idea. Sin
embargo, es en esta situación abstracta y formal como
la idea de Estado de Derecho será acogida por los
juristas no alemanes. Se hablará del Estado de Derecho
a toda costa, como garantía formal de la libertad, de la
democracia y de la paz; se apelará una y otra vez al
Estado de Derecho como remedio de todos los
153
problemas, olvidando que sólo una ideología
«profesional», propia de juristas en el poder efectivo –
jueces, abogados, profesores de derecho– hablarán del
Estado de Derecho como si él tuviese sentido pleno
político por sí mismo, como si el derecho constituyese
un sistema formal abstracto de normas válido para
cualquier sociedad política.
154
Ello condujo de la mano a la asimilación entre Estado de
Derecho y Constitución escrita, por ser ésta última la
norma que regula la producción de la legalidad en un
sistema jurídico dado. La constitución se transformó así
no sólo en el ápice de la geometría legal, sino en una
suerte de norma moral superior de la cual, con cierto
arte, se extraen los principios destinados a regir tanto la
vida jurídica y política como, de modo genérico, la
coexistencia entre quienes habiten un determinado
territorio, incluido el ámbito privado. La constelación de
valores básicos de aquella norma moral superior, se
condensó en los “derechos humanos” y sus sucesivas
declaraciones a partir de la universal del 10 de diciembre
de 1948. Se fue conformando así, en una nueva vuelta de
tuerca en esta serie de transformaciones, una suerte de
“parte dogmática” constitucional universal, apenas
diferente en matiz de ordenamiento a ordenamiento,
formada por los “derechos humanos”. Ellos no son ya
“derechos del ciudadano” 170 sino derechos válidos desde
siempre y en todas partes, invocables por la sola
pertenencia a la especie humana, a la Humanidad,
incluso antes de entrar en relación con otro ser humano
y desprendidos, por consiguiente, de la noción correlativa
de deber. Al mismo tiempo, en el proceso de globalización
impulsado por la razón tecnológica, entra en un cono de
170
) La Asamblea Constituyente francesa en de 1789, en sus sesiones del 20 al
26 de agosto, estableció la “Déclaration des Droits de l’Homme et du Citoyen”.
Sobre el matiz diferencial entre “derechos del hombre y del ciudadano” y human
rights ver Luis María Bandieri, “Derechos del Hombre y Derechos Humanos,
¿son lo mismo?”, E.D. ¡8/IX/2000
155
sombra la noción de Estado nacional, producto de la
modernidad. Se desfiguran así los dos términos en la
expresión “Estado de Derecho”. Del Estado, nos queda
una sociedad global, formada por la muchedumbre
solitaria de los titulares individuales de human rights,
enfocados por el colimador 171 del consumo y bajo la
lógica del costo/beneficio, que los vincula en una red
virtual. Del derecho, nos queda la citada “parte
dogmática” como constitución planetaria. Es la base de
un “derecho cosmopolítico” que tiene como sujeto al
individuo de la especie, en tanto miembro de la
Humanidad. Del Estado de Derecho, pasando por el
Estado Constitucional, hemos llegado a unas
declaraciones constitucionales sin Estado.
156
populismo europeo, que se manifiesta actualmente bajo
un registro preponderantemente xenófobo, y lo que
denomina el “popularismo” periférico, fundamentalmente
latinoamericano, cuyo zócalo basilar es el mito integrador
del pueblo como fuerza regeneradora, centro de
inspiración y referencia y depositario exclusivo de valores
positivos.
157
colectivo de una nación determinada. Esta concepción
romanceada del pueblo, anotaba Carl Schmitt 173 ,
obstruye la recta decisión política y lleva a la inoperancia
o al simple oportunismo. El pueblo romántico, como
masa, aureolado con un espíritu particular –Volkgeist- se
hizo un supraindividuo histórico donde se manifiesta la
identidad nacional, encarnada necesariamente en el
Estado. La Nación personifica al Pueblo y el Estado
expresa a la primera. El pueblo concreto se pierde en esta
expropiación sucesiva en beneficio del Estado Nacional,
que hoy se nos cae a pedazos 174 . En el camino, se le
perdió el rastro a ese pueblo concreto, que ahora sólo
puede ser imaginado como “populismo”.
Estado moderno era el más frío de los monstruos fríos, que miente fríamente
diciendo: “Yo, el Estado, soy el Pueblo”.
158
poder de veto de los tribunos, que obraban como un
poder negativo, que nada puede hacer pero todo puede
impedir. Tal el cuadro de la democracia de la respublica
romana, que conforma el modelo constitucional latino,
diverso del modelo constitucional germano-anglosajón
fundado en la representación y en la división de poderes.
159
de auctoritas 175 . Los actuales Estados Democráticos de
Derecho, al quedar deslegitimados desde sus fuentes de
poder, acumulan potestas y están en débito permanente
de auctoritas. Característica que se observa
dramáticamente en la relación entre gobiernos y “poderes
indirectos” 176 , desde las grandes trasnacionales de las
finanzas, las comunicaciones o la explotación energética
hasta los grupos piqueteros, los asambleístas de
Gualeguaychú o el sindicalismo salvaje. Para más,
surgen fuentes alternativas de autoridad: las
provenientes de la burocracia tecnocientífica. Dice Alain
Supiot:
“La razón del poder ya no se busca más en una instancia soberana que trasciende a la
sociedad, sino en reglas de funcionamiento inherentes a ésta. A partir de allí, la cuestión
del poder ya no se plantea en términos de gobierno soberano, sino de gobernabilidad
eficaz (...) Desde un punto de vista jurídico, se trata de un intento de síntesis de dos
figuras de la Norma que se oponen en Occidente a partir del apogeo de la ciencia
moderna. Por un lado, la norma jurídica que extrae su fuerza de una fe compartida en un
deber ser que pretende poner en práctica; y por otro lado, la norma técnica que extrae su
fuerza del conocimiento científico de un ser que se pretende utilizar” 177 .
160
Aquí Supiot apunta a lo que se denomina actualmente –
con una expresión derivada de los economistas y el
management empresario- gouvernance o gobernanza.
Bajo el pretexto de mejorar los mecanismos de decisión y
de hacer lugar a la “complejidad” de los fenómenos, la
gouvernance, fundada en la eficacia, vacía de contenido la
posibilidad de una real participación popular en los
asuntos públicos y, más aún, apunta a despolitizar la
política y borrar definitvamente la distinción entre lo
público y lo privado, sujetando la acción de gobierno a
reglas y prácticas de gestión empresarial, a cargo de una
“expertocracia” que pasa sin transición de la empresa al
Estado, y vivceversa 178 .
178
) La expresión “gobernanza” o sus equivalentes en otras lenguas romances
(gouvernance, governança) o en inglés (gouvernance) expresaban hacia el siglo
XIV la idea de gobierno. El vocable desaparece prácticamente desde fines del
siglo XVIII y reaparece en el siglo XX como “gobernanza de empresa” (corporate
gouvernance), a partir de un artículo del economista norteamericano Ronald
Coase, titulado The Nature of the Firm (1937) como un método de gestión no
jerárquico de las empresas, en una perspectiva de tipo fordista de asociaciuón
de los asalariados a los objetivos corporativos. A partir de los años 60 del siglo
pasado, “gobernanza” es tomada por los politólogos norteamericanos,
preocupados en sostener la posibilidad del pluralismo político a través de una
gestión que asocie y permita negociar intereses contrapuestos, ya que de otro
modo los gobiernos no podrían gestionar la sobrecarga de demandas de la
sociedad. Gouvernance, hoy, se opone, pues, a la ingobernabilidad que
resultaría de la gestión puramente política.
161
tecnoburocracia seudo profesional: coachers, expertos en
autoayuda, personal trainers, etc. En ese mundo de
decisores sin rostro donde tiende a cumplirse la profecía
de Marx de que la administración de las cosas sustituirá
al gobierno de los hombres, el molde iuspublicístico
anglosajón ha quedado reducido a superstición y el
romano-latino, quizás, a recuerdo que hasta aquí se ha
querido traer a la memoria.-
EXERGO
162
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