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Deuteronomio 6 y 7

Tema: amar y obedecer


Estamos seguros de que se ha fijado que en el libro de
Deuteronomio ha habido un énfasis especial puesto en dos
palabras: amor y obediencia.
El amor de Dios está realmente expresado en la ley. El gran
principio de la Ley es el amor. En consecuencia, el principio del
Evangelio mismo está expresado en el Deuteronomio. El que
también está expresado en Juan 3:16, que dice: De tal manera
amo Dios al mundo, que ha dado a su hijo único. . .
Usted y yo expresamos nuestro amor por Dios en nuestra
obediencia. El Señor Jesús lo expresó de la siguiente manera:
"Si me amáis, guardad mis mandamientos" (Juan 14:15). Ésa
aún es hoy la prueba decisiva. Si le amamos, guardaremos Sus
mandamientos. La salvación es un asunto de amor. "Nosotros le
amamos a Él, porque Él nos amó primero" (1 Juan 4:19).
El Señor Jesús citó a este mandamiento como el más importante
de todos: "Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5). En
este capítulo y por todo el libro, el énfasis se pone en guardar
los mandamientos. Porque la obediencia es la evidencia del
amor.
Podríamos preguntarnos qué hay de nuevo en cuanto al amor
en el Nuevo Testamento, si el amor se halla en el Antiguo
Testamento. La diferencia es que en el Nuevo Testamento, el
amor de Dios ha sido expresado en la historia, por medio de la
encarnación y la muerte de Cristo. "Mas Dios muestra su amor
para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió
por nosotros" (Romanos 5:8). ¡Murió por nosotros! Una cosa es
expresar el amor sacando a los israelitas fuera de Egipto; y otra
cosa es ¡morir por ellos! Una cosa es decir algo desde la cumbre
del monte Sinaí; y otra cosa es descender y asumir nuestra
humanidad débil, haciéndose semejante a los hombres; y morir
sobre una cruz por nuestros pecados. Repetimos: la salvación es
una relación de amor. Como dice 1 Juan 4:10, "En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que Él nos amó a nosotros, y envió a Su Hijo en propiciación por
nuestros pecados".
Todavía estamos estudiando el segundo discurso de Moisés. En
los capítulos 5 al 7, él presentó una repetición e interpretación
de los Diez Mandamientos. Leamos ahora los versículos 1 y 2
del capítulo 6 de Deuteronomio, que inician el párrafo titulado
El gran mandamiento
"Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que el
Señor, vuestro Dios, mandó que os enseñara, para que los
pongáis por obra en la tierra a la que vais a pasar para tomarla
en posesión, a fin de que Temas al Señor, tu Dios, guardando
todos los estatutos y mandamientos que yo te mando, tú, tu
hijo y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que se
prolonguen tus días."
El énfasis está sobre la obediencia. En realidad, hay solamente
dos clases de personas en el mundo: aquellos que aman a Dios
y aquellos que no le aman. La actitud del corazón de las
personas queda en evidencia por su obediencia, o por su
desobediencia. Escuche usted las palabras de Deuteronomio
5:29 "¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y
guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a
ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!" Por medio del
profeta Isaías 29:13, Dios dijo lo siguiente: "Dice, pues, el
Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con
sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su
temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que
les ha sido enseñado". ¿Recuerda como el profeta Samuel
reprendió al rey Saúl? "Ciertamente el obedecer es mejor que
los sacrificios, y el prestar atención que la grasa de los
carneros" (1 Samuel 15:22). Cuando el Señor Jesús le encargó
Su misión a Simón Pedro, le hizo una sola pregunta: "Simón,
hijo de Jonás, ¿me amas?" (Juan 21:16)
Lo más maravilloso en el cielo será ver al Señor Jesús y darnos
cuenta plenamente de que nos ama y se entregó por cada uno
de nosotros. Pero maravilloso también será que uno amará a
todos, y que todos le amarán a uno. Eso, estimado oyente, hará
que el cielo sea un lugar maravilloso. Leamos ahora el versículo
3 de este capítulo 6 de Deuteronomio.
"Oye, pues, Israel, y cuida de ponerlos por obra, para que te
vaya bien en la tierra que fluye leche y miel, y os multipliquéis,
como te ha dicho el Señor, el Dios de tus padres."
Ellos habían prometido obedecer todos los mandamientos del
Señor, y sin embargo fracasaron. Lo mismo nos ocurre a
nosotros hoy.
Ahora, llegamos a una declaración considerada por muchos
teólogos como una de las declaraciones más grandes de toda la
Biblia. Leamos el versículo 4:
Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
"El Señor" corresponde a la palabra hebrea formada por las
cuatro letras YHWH o JHVH, traducida como Jehová. Dios es la
traducción de Elohim, que es una palabra en plural. Como no se
da un número con ella, uno puede pensar que el número es
tres. En hebreo, un nombre es singular, dual o plural. Cuando es
plural pero no se da número, uno puede deducir que se refiere
al número tres. Por eso, ésta es una referencia a la Trinidad y
podría traducirse "Oye, Israel: el Señor nuestro Elohim (la
Trinidad), el Señor uno es."
Israel vivía en un mundo de idolatría. Las naciones eran
politeístas; es decir, adoraban a muchos dioses. El mensaje que
la nación debía transmitir al mundo, era el mensaje de la unidad
de la Deidad. El Señor nuestro Elohim, Uno es. Ese es el
mensaje para un mundo entregado a la idolatría.
Hoy día vivimos en un mundo caracterizado, no tanto por la
idolatría y el politeísmo, sino por el ateísmo. En el mundo
actual, debemos comunicar el mensaje de la Trinidad. Existen el
Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Estamos hablando en cuanto
al mismo Señor. Él es nuestro Elohim, nuestra Trinidad. Pero Él
es Uno. Continúa diciendo el versículo 5;
"Amarás al Señor, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma
y con todas tus fuerzas."
Como dijimos antes, nuestro Señor citó éste como el principal
mandamiento de todos. En Marcos 12:28-31, dice:
"Acercándose uno de los escribas, que los había oído discutir, y
sabía que les había respondido bien, le pregunto: ¿Cuál es el
primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer
mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el
Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
Éste es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro
mandamiento mayor que éstos."
¿Obedece usted este mandamiento? ¿No es verdad que todos
necesitamos confesar hoy en día, que no lo ponemos en
práctica? No le amamos con todo nuestro corazón y alma. Ojalá
que lo pudiéramos guardar. Pero tenemos que decir como el
apóstol Pablo en Filipenses 3:13,14, "Hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento
de Dios en Cristo Jesús."
Sí, queremos decir hoy en día que le amamos. Ojalá le
amáramos más, pero Él es el objeto de nuestro afecto. En
verdad podemos decir que le amamos. Eso es lo que Él preguntó
a Simón Pedro. "¿Me amas?" Creemos que hoy, nos hace la
misma pregunta a cada uno de nosotros, y se la hace a usted
también.
Para aprender a amarle debemos sentarnos a Sus pies y
conocerle mejor. Como leemos en Juan 6:68, 69, debiéramos
decir con Pedro, "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de
vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres
el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Él es nuestro Salvador. Él es
nuestro Señor. Él es nuestro Dios.
Continuando con el incidente de Marcos 12 en que el escriba
interrogó a Jesús, después que Jesús le citara las palabras "Y
amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma,
y con todas tus fuerzas" el Señor Jesús continuó respondiéndole
y citó de Levítico 19:18, ". . .amarás a tu prójimo como a ti
mismo", y dijo que el segundo era semejante al primero.
Estimado oyente, no hay tal cosa como el amar a Dios y
aborrecer a Su pueblo. ¿Recuerda usted que al principio de la
historia de la iglesia Saulo estaba persiguiendo a los cristianos,
y el Señor Jesús se le apareció y le preguntó: "Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues?" (Hechos 9:4) Permítanos decirle que
debemos tener cuidado al decir que le amamos, cuando
estamos mostrando nuestro desprecio hacia algunos creyentes.
Volvamos a nuestro capítulo 6 de Deuteronomio y leamos el
versículo 6:
"Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu
corazón."
Usted recordará que, en el Salmo 119:11, David dijo: "En mi
corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti". Allí es
donde usted y cada uno de nosotros debiéramos tener guardada
la Palabra de Dios, estimado oyente. Debiera estar en nuestros
corazones. Continuemos leyendo los versículos 7 al 9:
"Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en
tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te
levantes. Las atarás como una señal en tu mano, y estarán
como frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de tu
casa y en tus puertas."
Pablo dijo lo mismo en Efesios 6:4: "Y vosotros, padres, no
provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y
amonestación del Señor". Dios ha dado a los padres la
responsabilidad de criar s sus hijos en la disciplina y en la
instrucción del Señor. Por todas las Escrituras se dice muchísimo
en cuanto a la responsabilidad de los padres. Proverbios 22:6,
dice: "Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se
apartará de él". Esto no significa instruirlo en el camino por el
cual usted quiere que vaya. Significa que Dios tiene un camino
para que él lo siga, y que usted debe cooperar con el propósito
de Dios. Esto significa, padre, que usted debe permanecer cerca
de Dios.
Estas palabras han de ser guardadas delante de ellos en todo
tiempo. Usted sabe la profusión con que se anuncian hoy ciertos
productos, por todos los medios y al alcance de la vista de las
personas. Dios les instruyó para que Su Palabra estuviese
constantemente presente y visible entre ellos. Y lo mismo quiere
con respecto a nosotros hoy, ¿Por qué? Porque Él sabe que el
corazón humano es propenso a olvidar Su Palabra y Su
Voluntad. De esa manera desea Dios que Su Palabra sea
enseñada a Su pueblo. Debe ser considerada en todas las
circunstancias de la vida. Esto es muy importante.
Luego, Dios amonestó a Su pueblo diciéndoles que no debían
olvidarse de Él después de que entrasen en la tierra y
experimentasen Sus bendiciones. Resulta extraño pero, cuando
las personas son bendecidas, tienden a olvidarse de Aquél que
les ha bendecido. Continuemos leyendo el versículo 13 de este
capítulo 6 de Deuteronomio.
"Al Señor, tu Dios, temerás, a él solo servirás y por su nombre
jurarás."
Nuestro Señor Jesús se sirvió de este versículo cuando fue
tentado por Satanás. Hallamos que mencionó esta cita en Mateo
4:10 y en Lucas 4:8. Y dice el versículo 16:
"No tentaréis al Señor, vuestro Dios, como lo tentasteis en
Masah."
Éste es otro versículo que nuestro Señor usó cuando resistió la
tentación de Satanás. Lo citó en Mateo 4:7 y en Lucas 4:12. ¡No
es extraño, pues, que Satanás aborrezca tanto el libro de
Deuteronomio y lance sus ataques contra él! Continuemos
leyendo los versículos 23 al 25:
"Y nos sacó de allá para traernos y darnos la tierra que
prometió a nuestros padres. El Señor nos mandó que
cumplamos todos estos estatutos, y que Temamos al Señor,
nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días y para que
nos conserve la vida, como hasta hoy. Y tendremos justicia
cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos
delante del Señor, nuestro Dios, como él nos ha mandado."
Dios los había sacado de la tierra de Egipto. Su propósito era
traerles a la tierra prometida, que era un lugar de bendición. Y
así sucede en el caso de nuestra salvación. Dios nos ha salvado
de la muerte, del pecado y del juicio. Nos ha traído al cuerpo de
Cristo, que es la iglesia, al lugar de bendición, a la comunión
con Él mismo, y finalmente nos llevará al cielo, donde nuestra
salvación será entonces completa. Recordemos que San Pablo
dijo en Romanos 4:25: Él fue entregado por nuestras
transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. Él nos ha
declarado justos. Él es nuestra justicia, para que podamos
presentarnos completos ante Dios. Como le sucedió al antiguo
pueblo en el Antiguo Testamento, a los que somos creyentes en
Jesucristo, nos ha liberado de un lugar de esclavitud para
llevarnos a un lugar de bendición. Y esa experiencia puede ser
compartida por usted, estimado oyente. Todo ser humano, se
encuentra tremendamente lejos de Dios, en un estado de
esclavitud por causa del pecado de su naturaleza humana, y con
una actitud de rebeldía natural que le lleva a la perdición
definitiva. Pero Dios se encuentra accesible ya ha provisto la
salvación, la liberación, por medio de Jesucristo, el que pagó
nuestra deuda con Dios. Él mismo es el camino a Dios, y los
brazos que se abrieron cuando fue crucificado, se encuentra hoy
abierto en una actitud de invitación, para todo aquel que crea
en Jesucristo como su Salvador.

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