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Departamento de Historia,
Facultad de Humanidades y Centro Regional Universitario Bariloche. Universidad
Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche, 2009.
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Las formas políticas de la acumulación de capital en Argentina: La necesidad de la
apariencia y el contenido del sindicalismo revolucionario y su “huelga general”
1 “La acumulación de capital en la Argentina”, CICP, Buenos Aires, 1999 y La formación económica
de la sociedad argentina. Volumen 1. Renta agraria, ganancia industrial y deuda externa 1882-2004, Imago
Mundi, Buenos Aires, 2007.
nacional en el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social mediante el desarrollo
de la tecnología agraria. A su vez, dado el tamaño del mercado interno, el desarrollo de la
producción industrial en general dentro del país tiene por condición destinar parte de la misma
al mercado mundial. Pero la sobrevaluación del peso imposibilita la exportación de toda
mercancía que no encierre en su precio una masa de renta de la tierra. Más aún, la
sobrevaluación hace que hasta las mercancías agrarias se exporten con el menor grado posible
de elaboración, ya que ésta requiere del gasto de porciones adicionales de capital cuya
valorización normal se ve afectada por la sobrevaluación. Esta restricción para la producción
de mercancías en general y para la elaboración de las agrarias, que nace de la modalidad de
apropiación de renta de la tierra, es otra limitación al desarrollo de las fuerzas productivas del
trabajo social desde la Argentina.
En contraposición con estas limitaciones se presenta la potencialidad de la apropiación
íntegra de la renta de la tierra por el estado nacional -eliminando en consecuencia la
sobrevaluación del peso- a fin de convertirla en un capital industrial concentrado en la escala
suficiente para producir mercancías en general para el mercado mundial. También
desaparecería así la barrera a la aplicación extensiva e intensiva del capital agrario sobre la
tierra y, con ella, la limitación al desarrollo técnico agrario nacional. La apropiación íntegra
de la renta para ser convertida en capital industrial sobre la base en cuestión implica, primero,
la abolición de la propiedad privada sobre la tierra dentro del país. Segundo, implica eliminar
la sangría de renta con destino al capital acreedor externo del estado nacional, o sea, implica
el repudio de la deuda pública externa. Tercero, implica la desaparición de la renta de la tierra
como fuente de ganancia extraordinaria para los capitales industriales extranjeros que operan
en el país. Dado que la posibilidad misma de la apropiación íntegra en cuestión tendría por
condición la abolición de la propiedad privada sobre la tierra y sobre el patrimonio del capital
social dentro del país, el capital industrial generado sobre su base tampoco podría ser de
propiedad privada. Se trataría de la abolición íntegra de las clases terrateniente y capitalista
dentro de la Argentina. Por lo tanto, sólo podría tomar la forma de una revolución social en la
cual la clase obrera argentina se apropiara del capital que iba a valorizar con su propio trabajo.
Se habría tratado de la apropiación del capital por la clase obrera, bajo la forma política
necesaria de su centralización absoluta como propiedad del estado nacional.2
2 Por las determinaciones generales de esta centralización ver Iñigo Carrera, Juan, El capital: razón
histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Imago Mundi, Buenos Aires, 2008.
La posibilidad de esta transformación del pnac en el período que nos ocupa no es una
mera abstracción. Por el contrario, la misma nace de la potencialidad que adquiriría el
desarrollo general de las fuerzas productivas de la sociedad desde la Argentina en base a ella.
Como es obvio, frente a esta potencia se levanta la potencia regresiva del capital en cuanto
negación del carácter inmediatamente social del trabajo, o sea, la afirmación de la propiedad
privada capitalista. Y, sobre todo, se levanta la potencia que ya han adquirido como unidades
nacionales de acumulación los capitales sociales de los países de donde proviene la plusvalía
convertida en renta de la tierra. Estos capitales sociales nacionales no sólo verían que la renta
escapa definitivamente de sus manos, sino que verían a la misma transformarse en un capital
industrial capaz de competir con ellos en el mercado mundial.
El anarquismo
Más allá de toda especificidad nacional, la necesidad del capital social de acortar la
jornada laboral y aumentar el salario real sólo tiene una forma concreta necesaria de
realizarse: la acción política y gremial de la clase obrera. Respecto de la clase obrera
argentina, esta acción presenta una primera forma significativa desde el punto de vista de su
6 Marx, Carlos, El capital, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, México, 1973, pp. 128-9, 180 y 238.
puramente económicas, estableciéndose en su lugar una libre Federación de libres
asociaciones de productores libres.7
El partido Socialista
7 Artículo 6º, sección Organización, del “Pacto de Solidaridad” de la FORA, en Oddone, Jacinto,
Gremialismo proletario argentino, La Vanguardia, Buenos Aires, 1949, p. 145.
productivos materiales y morales que le demanda dicha reproducción normal, la acción
política del estado ya no puede presentársele como emanando de una voluntad social de la
cual se encuentra excluido. Ante todo, hace falta que dicha acción se le presente como
emanando del ejercicio de una voluntad social colectiva en la que su conciencia de individuo
formalmente libre se encuentra representada. Más aún, el desarrollo de la materialidad del
proceso de trabajo ha hecho que el movimiento del capital social necesite expresarse a través
de la acción política de la clase obrera como parte integrante de la superestructura estatal. Se
trata de que la clase obrera tome, en mayor o menor grado, el poder del estado, y por lo tanto,
de la formación del partido político de la clase obrera.
Mediada por la especificidad nacional, esta determinación general va a tomar forma
concreta en la constitución del Partido Socialista Obrero Internacional (PSOI) en 1894,
enseguida Partido Socialista Obrero Argentino (PSOA), acentuando la puesta en juego de la
cuestión del poder dentro del estado nacional al que se enfrenta la clase obrera argentina. El
partido Socialista (PS) expresa las potencias que encarna la clase obrera como atributo del
capital social en la lucha de clases, cuya realización necesita plasmarse como relaciones
jurídicas del derecho público y privado. La huelga general no resulta apta como eje de este
objetivo. Por el contrario, la acción gremial necesita ser subordinada al avance de la
representación política de la clase obrera en el estado nacional.8 En este sentido apunta la
fuerte presencia de los socialistas en la Unión General de Trabajadores (UGT) formada por
escisión de la FORA en 1903. La lucha electoral se constituye en el modo de acceso a la
representación política propia de la clase obrera dentro de la superestructura estatal. En
consecuencia, el PS centra su acción en pos de la organización política general de la clase
obrera argentina en la ciudadanización de los trabajadores extranjeros, el voto secreto y con
alcance al universo de la población obrera, y su autonomía electoral. Sobre esta base
organizativa, se sostiene la acción que apunta directamente a la transformación de las
condiciones de reproducción y utilización de la fuerza de trabajo: la reducción de la jornada
laboral, la educación pública -liberada del dominio ideológico que la burguesía y los
terratenientes ejercen por medio de la iglesia-, la creación del sistema jubilatorio, el control
sobre las condiciones de trabajo, la suba del salario real de manera directa e indirecta -vía la
eliminación de la continua desvalorización monetaria y la eliminación de los impuestos a la
importación-, etc.
El sindicalismo
Tenemos hasta aquí que el capital social que se valoriza en la Argentina -o sea, la
relación social general que organiza el proceso de producción y consumo sociales recortado
por el ámbito nacional- necesita tomar forma concreta a través de dos formas de acción
política y gremial de la clase obrera local. Por una parte, la FORA encarna el avance en la
transformación de los atributos productivos de la fuerza de trabajo mediante la acción
colectiva centrada en la huelga general. Por la otra, el PS encarna igual avance mediante la
acción colectiva centrada en la sustantivación legal del mismo. Ambas modalidades de acción
de la clase obrera argentina tienen su unidad ideológica fundada en la potencialidad genérica
de la clase obrera para superar el mpc. Cosa que, en el anarquismo, se expresa en un rechazo
inmediato, aunque abstracto, de la reproducción del pnac y, por lo tanto, de su especificidad.
A su vez, lo mismo en el socialismo se expresa en la aceptación inmediata de la reproducción
del pnac, pero bajo una forma concreta que lleva en sí la aniquilación de su especificidad.
13 Ídem, p. 252.
La clase obrera es siempre atributo del capital que valoriza con su trabajo.14 Y lo es,
específicamente, de la porción nacional del capital que la recorta como clase obrera nacional.
Como atributo del pnac, la clase obrera argentina tiene su propia reproducción inmediata
determinada por la reproducción también inmediata del mismo y, por lo tanto, de la de su
especificidad. La crítica anarquista y socialista a esta especificidad muestra a estas dos
expresiones políticas de la clase obrera como la vanguardia -en sus respectivos campos de
acción- de la transformación de los atributos productivos de la fuerza de trabajo nacional.
Pero, por lo mismo, no pueden ser la expresión política y sindical de la subsunción plena de la
acción obrera en la reproducción de la especificidad nacional.
Junto con el surgimiento del anarquismo y el socialismo, la clase obrera argentina va a
desarrollar otra forma de organizar conscientemente su acción en pos de la transformación de
sus atributos productivos centrada en el acortamiento de la jornada laboral y el aumento del
salario real: el sindicalismo.
Ya en la UGT y la CORA, pero culminando en la FORA del IX Congreso de 1915, y
continuando luego en la Unión Sindical Argentina (USA) en 1922, los sindicalistas se
constituyen en la fuerza dominante dentro del movimiento sindical argentino.
El sindicalismo se presenta como la vanguardia de la clase obrera en la lucha por la
abolición socialista del capitalismo. Declara al sindicato como la única organización propia de
la clase obrera en esta lucha. La pretensión de formar un partido político de la clase obrera no
es más que el intento de subordinarla al dominio de elementos ajenos a ella, al servicio de los
intereses del estado burgués.15 De modo que el ejercicio de cualquier representación política
en los poderes del estado es considerada incompatible con la representación gremial por
colaborar en la explotación de la clase obrera.16 El arma fundamental para la abolición del
capitalismo es la huelga general.17
Pero, ¿de qué abolición del capitalismo se trata? Los sindicalistas reconocen a dos
teóricos fundamentales, Arturo Labriola y Georges Sorel. Remontémonos, desde el objetivo
final proclamado, al contenido inmediato del movimiento sindicalista. Dicho objetivo es el
18 Labriola, Arturo, Reforma y revolución social: la crisis práctica del Partido Socialista, Sempere,
Valencia, 1904, p. 199.
19 No es de sorprender entonces que, a pocos años de preguntarse “¿por qué los asuntos llamados
públicos deben discutirse y decidirse fuera de los sindicatos?” (p. 184), Labriola no tuviera empacho en ser
ministro de trabajo del gobierno que dejaba hacer a las squadras fascistas contra los socialistas y comunistas.
revolucionariamente la sociedad? ¿Se trata de alguna transformación en la materialidad del
proceso de trabajo que sólo puede ser realizada por el desarrollo de una conciencia obrera
científica? Todo lo contrario. Sorel lo explica en una palabra. Se trata simplemente de un
mito. Un mito que va más allá de toda capacidad del pensamiento consciente expresado en el
lenguaje, cargado de ecos épicos y morales:
... sabemos que la huelga general es lo que ya dije: el mito en el cual el socialismo se
condensa enteramente, es decir, una organización de imágenes capaces de evocar
instintivamente todos los sentimientos que corresponden a las distintas
manifestaciones de la guerra entablada por el socialismo contra la sociedad moderna.
[...] Así obtenemos esta intuición de socialismo que el lenguaje no podía brindar de un
modo tan perfectamente claro, y que nosotros obtenemos en un conjunto percibido en
forma instantánea.
[...]
Los mitos revolucionarios actuales son casi puros. Permiten comprender la actividad,
los sentimientos y las ideas de las masas populares que se preparan a entrar en una
lucha decisiva. No son descripciones de cosas, sino expresiones de voluntades.
... la idea de la huelga general [...] produce un estado de espíritu enteramente épico y,
al mismo tiempo, empuja a todas las potencias del alma hacia las condiciones que
permitan realizar un taller que funcione libremente y prodigiosamente progresivo [...]
Tenemos entonces el derecho de sostener que el mundo moderno posee el motor
principal que puede asegurar la moral de los productores.20
20 Sorel, Georges, Reflexiones sobre la violencia, La Pléyade, Buenos Aires, s/f, pp. 128-9, 38 y 265.
Con tanto mito, épica, voluntad, etc., el fascismo tenía razón en festejar a Sorel como un inspirador.
la lucha política. O, mejor dicho, declaran que en este terreno no está en juego necesidad
alguna que pueda ser portada por la acción de la clase obrera, tanto respecto a las condiciones
inmediatas como respecto de la transformación misma de la sociedad. Tan ajenos se ven
respecto de la acción política, que ni siquiera consideran necesario tomar una posición activa
de repudio a ella. Su repudio va a expresarse en la declaración de indiferencia respecto de las
elecciones de los poderes legislativos y ejecutivos, pero se van a cuidar muy bien de
repudiarlas abiertamente llamando a la clase obrera a la abstención revolucionaria.
Ahora bien, a partir de 1912 el voto es obligatorio para los obreros varones adultos
nativos o nacionalizados. Sin acción colectiva por la abstención o el voto en blanco, el obrero
sindicalista se presenta a votar. En primer lugar, su definición ideológica como tal le dice que
un partido político que se proclame representante específico de la clase obrera es una
contradicción en los términos. En segundo lugar, esa misma definición le dice que no está en
juego ninguna fuerza que pueda actuar como portadora directa de la superación del mpc.
Borrada entonces cualquier identidad propia de la acción política de la clase obrera, toda
diferencia entre los distintos partidos aparece rebajada a su condición de ser populares o
antipopulares. Esto es, a si su triunfo aparece asociado con mejores o peores condiciones para
la reproducción inmediata de las condiciones de vida de la masa de la población. Y lo primero
es lo que expresa el partido Radical.
El desarrollo de las actividades destinadas a sustentar el movimiento de la producción
agraria ha multiplicado a la clase obrera argentina. Pero ha hecho otro tanto con la masa de
pequeños capitalistas y de productores independientes de mercancías. Desde el punto de vista
de la pequeña burguesía, la acción política se encuentra vacía de toda potencialidad histórica.
Lo único que tiene en juego es la reproducción inmediata del pnac en condiciones que la
reproduzcan a ella misma como tal. La pequeña burguesía puede enfrentarse a la clase
terrateniente en tanto arrendataria o pequeña propietaria expoliada al comprar la tierra. Más
aún, el enfrentamiento puede llegar a tener un alcance inmediatamente político, al
desarrollarse en relación con la apropiación de la renta de la tierra mediante la acción del
estado nacional. En este enfrentamiento, la pequeña burguesía se presente expresando su
interés inmediato en la reproducción del proceso nacional de acumulación. Para los
terratenientes, en cambio, este interés aparece mediado por la defensa de su interés inmediato
individual como apropiadores primarios de la renta. Pero ambas clases confluyen en un
mismo objetivo, en donde cada una tiene a la reproducción de la otra como condición para su
propia reproducción: la reproducción de la especificidad del pnac. También la pequeña
burguesía choca con los capitales más concentrados que tienen en sus manos los servicios
públicos y la elaboración y circulación de las mercancías agrarias. Pero, otra vez, la
reproducción de estos capitales es condición para su propia reproducción.
Como ya dijimos, la reproducción de la fuerza de trabajo con los atributos que va
requiriendo de ella el capital social sólo puede realizarse bajo la forma concreta de la
participación de la clase obrera en la representación política de dicho capital en la
superestructura estatal. Esta necesidad se resuelve, de manera general, a través de la
participación electoral de la clase obrera. Y esta misma participación pone en evidencia la
necesidad de que la reproducción del proceso nacional de acumulación pase a manos de un
partido político que no aparezca ya como el representante inmediato de las clases
absolutamente minoritarias de los terratenientes y de los capitalistas agrarios. Completado el
proceso de apropiación gratuita de la tierra agraria, de constitución de la deuda pública
externa y de entrada al país de los capitales industriales que van a participar en la apropiación
de la renta, ha llegado la hora de que dichas clases den un discreto paso al costado. Ahora, la
gestión política general de la reproducción del proceso nacional de acumulación necesita
pasar a manos de un partido que se presente como ajeno a toda determinación de clase, o sea,
como un partido que se presente como el representante de la población nacional en su unidad
determinada por dicha reproducción. Y nada mejor para esta representación política que un
partido que empiece por aunar la masividad de la pequeña burguesía con porciones de los
terratenientes y de los capitalistas agrarios más concentrados que pasan a presentarse como si
estuvieran desligados de sus intereses inmediatos de clase. De esta fuente se nutre el partido
Radical.21
Pero, si el cuerpo del partido Radical le es ajeno a la clase obrera, ya vimos que lo que
este partido expresa concuerda con el vaciado de toda especificidad de clase que hace la
ideología sindicalista de la acción política. El verdadero contenido de la ideología sindicalista
reside en escindir acción sindical y acción política, de modo que el alcance de ambas quede
restringido al de la primera, o sea, a la reproducción inmediata de las condiciones de venta de
la fuerza de trabajo. Así como la reproducción inmediata de la clase obrera pasa por su
confrontación con los capitales individuales en la acción gremial, esta misma reproducción se
encuentra subordinada a la reproducción inmediata del capital social sobre su base específica.
Y éste es el terreno de la acción política encarnada por el partido Radical, determinado sin
21 Ver Gallo, Ezequiel y Silvia Sigal, “La formación de los partidos políticos contemporáneos: La
Unión Cívica Radical (1890-1916)”, Desarrollo Económico, Vol. 3, Nº 1-2, 1963.
más potencialidad histórica que el ser la simple expresión general de esta última
reproducción.
En tanto la acción gremial portadora del acortamiento de la jornada de trabajo y el alza
del salario exprese la reproducción inmediata del pnac, incluyendo su misma forma política
concreta, el gobierno del partido Radical va a dejar lugar para dicha acción. Las huelgas de
los obreros marítimos en 1916 y 1917 constituyen el caso más marcado en este sentido. Los
dirigentes sindicalistas, según los cuales el ejercicio de cualquier representación política es
sinónimo de colaboracionismo y traición a los intereses históricos de la clase obrera, no van a
tener el menor empacho en sentarse a acordar con el presidente radical.22 Borrada la
mediación política como acción de la propia clase obrera, las conquistas que ésta impone
como portadora directa de las transformación en los atributos productivos de la fuerza de
trabajo, y que toman forma concreta en la acción del estado nacional, se presentan invertidas
ante esa misma clase obrera. Aparecen bajo la forma de las concesiones otorgadas por la
graciosa voluntad de quien detenta el poder político como un atributo ajeno a la clase obrera,
a condición de que ésta se abstenga de intervenir con voluntad autónoma en la acción
política.23 Así, el clientelismo político es la forma concreta en que el partido Radical extiende
su cuerpo sobre la clase obrera argentina.
La Semana Trágica de 1919 muestra de manera cruda el alcance de la unidad en
cuestión. Esta se abre paso por sobre sus dos polos aparentemente irreconciliables del
discurso clasista y revolucionario del sindicalismo y del discurso armonicista del radicalismo.
Tan pronto como, tras la simple multiplicación y continuidad de las huelgas, parece asomar el
más mínimo riesgo para la reproducción inmediata del pnac, el gobierno del partido Radical
lanza todo la brutalidad y el odio burgueses sobre la clase obrera.24 Por su lado, los dirigentes
sindicalistas intentan evitar la huelga general y, cuando ésta se impone por el peso de los
acontecimientos, se empeñan en darla por terminada lo antes posible. Después de todo, para
ellos no se trata más que de un mito; y ya se sabe lo espantosos que éstos se tornan apenas se
insinúan como realidad.25
22 Del Campo, Hugo, Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable, CLACSO,
Buenos Aires, 1983, pp. 22-3.
23 Ídem, p. 26.
24 Oddone, J., Gremialismo..., op. cit., pp. 286-295.
25 La posición sindicalista, dominante en la FORA IX Congreso, contrasta con la anarquista de la
FORA V Congreso. Esta se lanza a imponer la huelga general por tiempo indeterminado. Los dirigentes
La acción gremial de ideología sindicalista y el voto al partido Radical son la unidad
en que se expresa plenamente la subsunción de la clase obrera argentina en la reproducción
inmediata del pnac dentro de sus límites específicos, en tanto las bases de este proceso
incluyen la transformación de los atributos productivos de la fuerza de trabajo mediante el
acortamiento de la jornada laboral y la suba del salario real.
Remarquemos la determinación. En apariencia, el obrero sindicalista vota a los
radicales por el enfrentamiento que tiene con los socialistas dentro del movimiento gremial.26
O parece que deja de lado sus banderas revolucionarias porque descubre la posibilidad de
negociar con el gobierno radical en base a conveniencias mutuas.27 La verdadera
determinación es al revés. Su reproducción inmediata como obrero en activo de un proceso de
acumulación de capital que presenta la especificidad del argentino se encuentra portada en la
simple reproducción de éste con acortamiento de la jornada de trabajo y suba del salario real.
Cuando vota a los radicales y sostiene en el enfrentamiento como clase obrera una línea
sindicalista opuesta a los socialistas -con discurso revolucionario que los excluye de actuar
políticamente como éstos y práctica negociadora que los opone a los anarquistas- no hace sino
darle forma política concreta a su propia reproducción inmediata como obrero en activo. Sólo
si se olvida que la clase obrera es atributo del capital que valoriza con su propio trabajo, y por
lo tanto, del fragmento nacional correspondiente del capital total de la sociedad, puede
presentarse la unidad en cuestión como si se tratara, por una parte, de que la ideología
sindicalista no tuviera más contenido que su apariencia revolucionaria, y, por la otra, de que
sus dirigentes y bases acabaran siendo cooptados mediante ciertas concesiones.
sindicalistas piden hablar con Yrigoyen, pero éste, reunido con Vasena, los deriva al jefe de policía (Oddone, J.,
Gremialismo..., op. cit., pp. 292-293).
26 Del Campo, H., op. cit., p. 22.
27 Ídem., p. 21.