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Introducción
En el presente trabajo se realiza un estudio del estado del arte relativo a los efectos del cambio climático en
los recursos hídricos del país y un análisis de los potenciales impactos del fenómeno. Se presentará un
diagnóstico de las principales variables hídricas que se están viendo afectadas por las alteraciones climáticas y
una proyección de impactos futuros basados en información de diferentes fuentes nacionales e
internacionales.
En un informe elaborado por la Universidad de Chile (2009) se señala que el Grupo de Expertos
Intergubernamental sobre Cambio Climático IPCC (2007) definió el cambio climático como “el cambio del
estado del clima identificable (por ejemplo, mediante pruebas estadísticas) en las variaciones de su valor
medio y/o en la variabilidad de sus propiedades, que persiste durante largos períodos de tiempo. El cambio
climático puede deberse a procesos internos naturales, a forzamientos externos o a cambios antropógenos
persistentes de la composición de la atmósfera o del uso de la tierra”. Por otra parte, Morales (2011) señala
que la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático lo definió como “un cambio de
clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera
mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo
comparables”, donde se realiza una distinción entre cambio climático, atribuible a la actividad humana, y
variabilidad climática, que ocurriría por causas naturales.
Efectos Globales
El agua en cualquiera de sus estados es vital para nuestro planeta, es importante tanto para la sociedad como
para los ecosistemas. Dependemos de un suministro seguro y limpio de agua potable para sostener nuestra
salud. También necesitamos agua para la agricultura, producción de energía, navegación, recreación y
manufactura. Muchos de estos usos ponen presión sobre los recursos hídricos, tensiones que probablemente se
verán exacerbadas por el cambio climático (sitios webs de la United States Environmental Protection Agency
EPA y de National Geographic).
Muchos estudios, incluyendo los informes de IPCC (2007, 2014), señalan que en muchas áreas, es probable
que el cambio climático aumente la demanda de agua mientras se reduce el suministro (oferta) de agua. Este
equilibrio cambiante desafiaría a los gestores de agua a satisfacer simultáneamente las necesidades de
comunidades en crecimiento, ecosistemas sensibles, agricultores, ganaderos, productores de energía y
fabricantes. A medida que suben las temperaturas, las personas y los animales necesitan más agua para
mantener su salud y prosperar. La cantidad de agua disponible para satisfacer la demanda puede reducirse a
medida que la Tierra se calienta y aumenta la competencia por los recursos hídricos. La escasez de agua, en
algunas zonas, será menos problemática que el aumento de la escorrentía, las inundaciones o el aumento del
nivel del mar, cuyos efectos pueden reducir la calidad del agua y pueden dañar la infraestructura que
utilizamos para transportar y suministrar agua (sitios web de la EPA y GRACE Communications Foundation).
El ciclo del agua (Figura 1) es un delicado equilibrio entre precipitación, evaporación y todos los pasos
intermedios. Las temperaturas más cálidas aumentan la tasa de evaporación del agua en la atmósfera,
aumentando la capacidad de la atmósfera para "retener" el agua. El aumento de la evaporación puede secar
algunas áreas y caer como exceso de precipitación en otras áreas. El calentamiento de las temperaturas
invernales hace que más precipitación caiga como lluvia en lugar de nieve, provocando aluviones e
inundaciones, entre otros efectos. Además, el aumento de las temperaturas hace que la nieve empiece a
derretirse tempranamente, lo que altera la sincronización del flujo de corriente en los ríos que tienen sus
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fuentes en áreas montañosas (U.S. Global Change Research Program USGCRP, 2009, citado en Sitio Web de
la EPA; The Guardian, 2012).
Como ya se mencionó anteriormente, la calidad del agua podría disminuir en áreas que experimentan
aumentos en la precipitación intensa, junto con los problemas que esto podría causar para la infraestructura de
agua, ya que los sistemas de alcantarillado y las plantas de tratamiento de agua se ven complicados por el
aumento de los volúmenes de agua. Sumado a ello, las fuertes lluvias pueden aumentar la cantidad de
escorrentía en ríos y lagos, lavando sedimentos, nutrientes, contaminantes, basura, desechos de animales y
otros materiales en los suministros de agua, haciéndolos inutilizables, inseguros o con necesidad de
tratamiento de agua.
Según lo señalado por la EPA, los recursos de agua dulce a lo largo de las costas se enfrentan a riesgos
derivados del aumento del nivel del mar. A medida que el mar se eleva, el agua salada se desplaza hacia las
zonas de agua dulce (proceso de intrusión salina). Esto puede obligar a los gestores de agua a buscar otras
fuentes de agua dulce, o aumentar la necesidad de desalación para algunos acuíferos de agua dulce costeros
utilizados como suministro de agua potable. Además, a medida que se retire más agua dulce de los ríos para
uso humano, el agua salada se moverá más hacia arriba. La sequía puede hacer que los recursos hídricos
costeros se vuelvan más salinos a medida que se reducen los suministros de agua dulce de los ríos. La
infraestructura hídrica de las ciudades costeras, incluidos los sistemas de alcantarillado y las instalaciones de
tratamiento de aguas residuales, se enfrentarían a riesgos derivados del aumento del nivel del mar y de los
impactos perjudiciales de las tormentas.
La UN-Water (2010) señaló que la adaptación al cambio climático está estrechamente relacionada con el agua
y su papel en el desarrollo sostenible. Reconocer esta realidad y responder en consecuencia presenta
oportunidades de desarrollo. Diversas medidas de adaptación necesarias que se ocupan de la variabilidad del
clima y se basan en las prácticas existentes de ordenación del territorio y el agua tienen el potencial de crear
resistencia al cambio climático y mejorar la seguridad del agua y contribuir así directamente al desarrollo.
También se necesitan prácticas tecnológicas innovadoras y la aplicación de estrategias a los niveles adecuados
para la adaptación y la mitigación.
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Los impactos de un cambio climático son definidos como “los efectos de los cambios en las variables
climáticas sobre los sistemas humanos y naturales”, y para poder estimar estos efectos se realizan
proyecciones (modelos), que estiman la respuesta de un sistema climático ante diversos escenarios de
emisiones de gases de efecto invernadero GEI, y a las concentraciones que estos alcancen en la atmósfera
(Bates et al. 2008, citados por Universidad de Chile, 2009). Las fuerzas impulsoras principales de este
fenómeno, de acuerdo a diversos estudios a nivel global, son el desarrollo demográfico y socioeconómico, el
cambio tecnológico, y sus relaciones claves. Se proyectaron aumentos de los niveles de referencia de las
emisiones mundiales de gases de efecto invernadero de entre un 25% y un 90% entre los años 2000 y 2030.
Se parte del supuesto en todos los escenarios analizados (desde el más moderado al más severo) que los
combustibles fósiles mantendrían su posición predominante en el conjunto de las energías mundiales hasta
más allá del año 2030, por tanto las emisiones de CO2 procedentes del uso de energía aumentarían entre un
40% y un 110% en el mismo período. De proseguir las emisiones de GEI al ritmo actual, o a un ritmo mayor,
se intensificaría el calentamiento y se generarían numerosos cambios en el sistema climático mundial durante
el siglo XXI, muy probablemente superiores en magnitud a los observados durante el siglo XX (Universidad
de Chile, 2009; UNESCO-WWAP, 2009; The Global Risks Report, 2017; IPCC, 2014).
Es importante consignar que, según el Doctor Neil Mc Intyre1 del Imperial College of London (2012), al
planificar futuros suministros de agua, el panorama mundial es menos importante que el efecto del
calentamiento sobre la disponibilidad de agua dulce en regiones y temporadas individuales. Este es un tema
más complicado de predecir que las tendencias mundiales. Además, el grado del impacto del cambio
climático no puede predecirse con confianza por los modelos usados. En muchas regiones, diferentes
modelos no pueden ni siquiera ponerse de acuerdo sobre si el clima se volverá más húmedo o más seco. Los
efectos del cambio climático afectan a los estadísticos de las series de datos (media, desviación típica,
estacionalidad o variación estacional, entre otros), es decir a las características de las series. Y los distintos
escenarios climáticos, junto con los distintos modelos climáticos, presentan gran dispersión de resultados, que
se traduce en incertidumbre. De hecho, como un determinado modelo no va a acertar con los resultados a
futuro, y cada modelo tiene un comportamiento diferente, se trabaja con una colección de modelos, y se
obtienen tendencias (Jornada Técnica organizada por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y
Medio Ambiente de España, 2016).
Respecto a las aguas subterráneas, Mc Intyre, señala que se sabe poco acerca de futuros descensos en estas
aguas regionales, debido a la falta de investigación sobre este tema, a pesar de que alrededor del 50% del
suministro global de agua proviene de dichas fuentes. Aunque los científicos están haciendo progresos en la
reducción de la incertidumbre sobre la escasez de agua dulce, este tipo de incógnitas significa que las
estrategias de suministro de agua deben ser adaptables para que puedan ser eficaces en diferentes escenarios.
La solución más común para satisfacer la demanda y reducir los posibles impactos negativos del cambio
climático es la redistribución de agua dulce en el espacio y el tiempo: depósitos para almacenarla, tuberías
para transferirla y desalación para recuperar el agua dulce de los océanos. También se están haciendo
esfuerzos para aumentar el ahorro, la reutilización y el reciclado de agua, además de las necesarias
inversiones en educación y tecnología de ahorro de agua por parte de los gobiernos y la industria del agua. La
inversión continua en educación e investigación será esencial para proporcionar los conocimientos,
habilidades y tecnología necesarios para combatir la escasez de agua dulce en el futuro (Mc Intyre, 2012).
Un estudio publicado en la web del World Bank Group señala que los impactos negativos del cambio
climático en el agua podrían neutralizarse con mejores decisiones políticas y algunas regiones en el mundo
podrían aumentar sus tasas de crecimiento en hasta un 6% con una mejor gestión de los recursos hídricos. En
1
Dr. Neil Mcintyre, profesor e investigador del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental y del Grantham Institute for Climate
Change, en el Imperial College de Londres.
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las regiones extremadamente secas del mundo, se necesitan políticas más ambiciosas para evitar el uso
ineficiente del agua (riegos superficiales, problemas de conducción del recurso vía canales u otros, sobre-
explotación de las aguas, entre otros). Se necesitan políticas y reformas más fuertes para hacer frente a las
profundas tensiones climáticas. Las políticas y las inversiones que pueden ayudar a los países a lograr
economías más seguras en el agua y resistentes al clima incluyen: mejor planificación de la asignación de
recursos hídricos, adopción de incentivos para aumentar la eficiencia del agua e inversiones en infraestructura
para un abastecimiento de agua más seguro.
Efectos en Chile
El Banco Mundial (2011) y los últimos informes del IPCC (2007, 2014) señalaron que, de acuerdo con el
Modelo del Cambio Climático Global, se espera para Chile un incremento de temperaturas en todo el país,
significativas reducciones en la precipitación en la zona central (desde la región de Valparaíso hasta Los
Lagos), incremento de precipitación en el extremo sur, con la región de Aysén como transición, donde no se
esperan cambios en la precipitación e inseguridad en el extremo norte (desde Arica hasta Atacama). Estos
efectos en el clima tendrán importantes implicaciones en el ciclo del agua, principalmente en la disponibilidad
de recursos hídricos y la estacionalidad e intensidad de caudales. Se esperan inundaciones y sequías de mayor
intensidad. De hecho la precipitación media anual ha ido disminuyendo en los últimos 70 años con valores
que varían del 20% en La Serena al 15% en Concepción. Además, se han observado aumentos de las
temperaturas mínimas diarias en la zona central y del déficit hídrico con retroceso de la masa y capacidad de
retención natural de los glaciares.
En Economics of Climate Change in Latin America and the Caribbean ECLAC (2010), citado por el Banco
Mundial (2011) estimaron que el cambio climático tendrá un grave impacto en la economía chilena. Se
indican pérdidas significativas en todos los sectores: a) pérdida de generación eléctrica, b) una previsión de
déficit en el abastecimiento de agua debida a cambios hidrológicos asociados a una disminución de la
regulación por nieve, c) descenso de la disponibilidad de agua en todas las regiones donde hay minería
(regiones con escasez de agua) y d) descenso de la disponibilidad de agua en las regiones al norte de la RM,
mientras otras regiones, especialmente en el sur, se podrían beneficiar del cambio climático debido a
incrementos en la temperatura.
En el informe de IPCC (2007) que cita la Universidad de Chile (2009); Morales (2011); y el último informe
de Cambio Climático de IPCC (2014) se analizaron los principales cambios observados versus los cambios
que se proyectan a una escala de países. En América Latina, y especialmente en Chile, los principales
cambios observados son las sequías, retroceso de glaciares andinos, crecidas y deslizamientos de tierra e
inundaciones, con las pérdidas económicas que ello conlleva. Las sequías observadas producto del fenómeno
de La Niña en la zona central de Chile han generado graves desabastecimientos de agua para consumo
humano y para riego de cultivos, y se ha observado también un decrecimiento de la precipitación en el país,
del orden del 50% en los últimos 50 años (Camilloni, 2005). Otros ámbitos afectados son el de la energía
hidroeléctrica, la salud pública (inundaciones y sequías pueden propiciar el desarrollo de enfermedades) y la
biodiversidad (Bates et al., 2008; Web Site of United States Environmental Protection Agency EPA; IPCC,
2014).
Entre los cambios proyectados, se destacan la intensificación del estrés hídrico producto del crecimiento
poblacional, el cambio económico, los usos de la tierra y la urbanización. La disponibilidad de agua dulce
depende directamente de bancos de nieve de montaña, glaciares y pequeños casquetes de hielo. Las
proyecciones indican que las pérdidas de masa generalizadas de los glaciares y las reducciones de la cubierta
de nieve de los últimos decenios se acelerarían durante el siglo XXI, reduciendo así la disponibilidad de agua
y el potencial hidroeléctrico, además de alterar la estacionalidad de los flujos en regiones abastecidas de agua
de nieve de las principales cordilleras (IPCC, 2007, 2014). Los patrones de retroceso y adelgazamiento
detectados en Chile durante los últimos 30 años, se han acelerado y hasta duplicado en los últimos 10 años.
Las investigaciones realizadas por Centro de Estudios Científicos (CECS) de Valdivia señalan que los
glaciares están retrocediendo. Por ejemplo, el 90% de los glaciares cordilleranos están disminuyendo. En
tanto que, en Campos de Hielo Sur, se registran retrocesos de hasta 30 metros por año (Vivanco y Torres,
2011).
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En general, en Chile y otras regiones, los cambios proyectados en precipitación y temperatura inducen
cambios de escorrentía y de disponibilidad de agua. Con un grado de confianza alto, la escorrentía
aumentaría entre un 10% y un 40% de aquí a mediados de siglo en latitudes superiores y en ciertas áreas
tropicales pluviales, incluidas ciertas áreas populosas del este y sureste de Asia, y disminuiría entre un 10% y
un 30% en ciertas regiones secas de latitudes medias y en los trópicos secos, debido a la disminución de las
lluvias y a unas tasas de evaporación más altas. También se espera que numerosas regiones semiáridas
padezcan una disminución de sus recursos hídricos. En algunas zonas se espera aumenten las precipitaciones
y la escorrentía, pero los impactos beneficiosos de estos aumentos probablemente se verán atenuados por los
efectos negativos de una mayor variabilidad en las precipitaciones y de una alteración estacional de la
escorrentía sobre el abastecimiento y calidad del agua, y por un mayor riesgo de crecidas. Las investigaciones
disponibles parecen indicar que aumentarán apreciablemente las lluvias intensas en numerosas regiones, en
algunas de las cuales disminuirán los valores medios de precipitación. El aumento de la temperatura afectaría
también las propiedades físicas, químicas y biológicas de los lagos y ríos de agua dulce, y sus efectos sobre
numerosas especies de agua dulce, sobre la composición de las comunidades y sobre la calidad del agua
serían predominantemente adversos. En las áreas costeras, el aumento del nivel del mar provocaría una
mayor salinización de los suministros de agua subterránea (IPCC, 2007, citado por Morales, 2011; IPCC,
2014). En resumen, los impactos negativos del cambio climático sobre los sistemas de agua dulce superan
con creces los impactos positivos (Tabla 1).
Tabla 1. Impactos esperados del cambio climático sobre los recursos hídricos
En la mayoría de las Virtualmente cierto Efectos en recursos hídricos Dominan los aumentos de las
áreas terrestres, días y (calentamiento más dependientes del derretimiento temperaturas en todas las regiones,
noches fríos más extremo de los días de nieve. Efectos sobre ciertos con variación estacional (mayor en
templados y más y noches del año). suministros hídricos. verano). En el escenario severo,
escasos, días y noches los aumentos varían entre 2 °C y 4
cálidos más cálidos y °C, acentuándose en las regiones
más frecuentes. andinas y disminuyendo de norte a
sur. En el escenario moderado, y
únicamente en la región austral,
algunos sectores experimentan un
calentamiento menor a 1 °C.
Episodios de Muy probable Efectos adversos en la calidad La cordillera de los Andes tiene un
precipitación intensa. del agua superficial y oceánica. factor determinante en el
Aumento de la Contaminación de suministros comportamiento esperado de las
frecuencia en la hídricos. Posiblemente, menor precipitaciones, las cuales
mayoría de las áreas. escasez de agua. disminuyen hacia la vertiente
oeste (territorio chileno),
especialmente en las latitudes
medias y en las estaciones de
verano y otoño.
En el escenario severo, la
precipitación puede disminuir
hasta un cuarto de sus valores
actuales en Chile, en ciertos
sectores centro y sur durante el
verano. Por otra parte, se espera
un aumento de las precipitaciones
de primavera y verano en el
altiplano chileno. En la zona
central, las precipitaciones
disminuyen, llegando hasta un
40% menos en las tierras bajas.
La zona sur viviría una transición
lenta hacia los montos del clima
actual durante otoño e invierno.
En la zona austral, las
precipitaciones disminuyen en
verano, pero en la zona del
extremo sur presentan un leve
aumento en todo el año.
En el escenario moderado, en el
norte chico, hay aumento de las
precipitaciones en otoño. En la
zona central, las precipitaciones
también disminuyen, llegando
hasta un 40% menos en las tierras
bajas. La zona sur viviría una
transición más rápida hacia los
montos del clima actual durante
otoño e invierno (en el verano las
pérdidas de precipitación serían
del orden del 40% y en primavera
de un 25%). En la región austral,
las pérdidas estivales son de un
25%, pero en invierno las
condiciones se mantienen
normales, y hay un ligero aumento
en el extremo sur que se mantiene
todo el año.
sequías.
Los principales hitos y acciones internacionales concretas en materia de cambio climático y reducción de sus
efectos son (Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente de España, 2016):
En Chile, la respuesta se ha traducido en la formulación del nuevo Plan de Acción Nacional de Cambio
Climático 2017-2022 (PANCC-II), el cual se desarrolla en un escenario de mayor conocimiento y de avances
concretos obtenidos a través de la experiencia del Plan de Acción Nacional de Cambio Climático 2008-2012
(PANCC I), así como también se enmarca en un escenario de mayor compromiso político con la problemática
del cambio climático. Este se encuentra orientado a la implementación efectiva de medidas que se han
identificado como prioritarias para adaptarnos a los efectos concretos del cambio climático y con ello reducir
la vulnerabilidad de país. Con esto, además se espera poder contribuir al cumplimiento de los compromisos
internacionales que Chile ha asumido ante la Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático y continuar instalando capacidades en materia de cambio climático a nivel Nacional, de los
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Referencias
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