Sie sind auf Seite 1von 25

11.

093
"Rosales, Miguel Angel c/Poder Judicial s/Pretensión indemnizatoria - Otros
juicios"
La Plata, 31 de agosto de 2010.-
AUTOS Y VISTOS: La presente causa caratulada Nº 11.093 "ROSALES
MIGUEL ANGEL C/ PODER JUDICIAL S/ PRETENSIÓN INDEMNIZATORIA”, en
trámite por ante este Juzgado en lo Contencioso Administrativo Nº 1 de La Plata, a
mi cargo, de la que,-
RESULTA:-
1. Que a fs. 69/73 se presenta el Sr. Miguel Ángel Rosales, mediante
apoderada, promoviendo acción contencioso administrativa contra la Provincia de
Buenos Aires, en los términos del artículo 12 inciso 3 del C.C.A., a fin de obtener
el resarcimiento de los daños y perjuicios que estima en la suma de pesos treinta y
ocho mil setecientos cincuenta ($ 38.750), con más intereses y costas. –
Relata que el 28-III-2002 fue víctima del robo de un automotor de su
propiedad, marca Fiat, modelo Duna, dominio SWH 452, cuando el mismo se
encontraba estacionado frente a su domicilio, en la localidad de Martínez, Partido
de San Isidro, Provincia de Buenos Aires. Que por carecer de la póliza del seguro
al día, el hecho no tuvo cobertura de ningún tipo. –
Que formuló la denuncia al día siguiente del hecho delictivo, pero no tuvo
noticia del mismo hasta el mes de julio de 2004, cuando fue citado -por intermedio
de una dependencia policial- para presentarse en la Unidad Funcional de
Instrucción N° 2 de Tigre, a fin de prestar declaración testimonial en la causa N°
32.640, donde le informaron la aparición de su vehículo, a raíz de lo cual, solicitó
su devolución. –
Que en dicha oportunidad le informaron que el automóvil fue encontrado sin
chapa patente identificatoria, el día 2-IV-2002, esto es, veintinueve meses antes
de la citación que se le cursara, por agentes policiales de la Comisaría 3ra. de Don
Torcuato. Que en el mismo día, por Nota N° 18 del 2002, dan cuenta al Fiscal en
turno del Distrito de Tigre –U.F.I. N° 2– del hecho delictivo caratulado “Hallazgo
Automotor”, dando así inicio a la instrucción respectiva N° 32643. –
Que el día 22-V-2002 (a un mes y medio de instruido el sumario), se libra
oficio al Registro de la Propiedad Automotor para que informe todos los datos
registrados respecto del chasis Nro. 8AS146000R5122392, indicando a qué
rodado pertenece y su titularidad. –
Que en el referido proceso se registraron una serie de omisiones por parte
de la demandada que son, en definitiva, las que originan el presente reclamo. –
Que el día 16-XII-2002, es decir, a siete (7) meses después del primer oficio
dirigido al Registro de la Propiedad Automotor, se reitera el mismo, y sin los
antecedentes de estos requerimientos, aparece un tercer oficio reiteratorio
confeccionado por la U.F.I. interviniente en el mes de agosto de 2003, que habría
sido diligenciado el 15-III-2004 (a veintidós meses del primer oficio, a quince
meses del segundo, y a siete meses de su propia confección). –
Finalmente, en mayo de 2004 el Registro de la Propiedad Automotor
contesta el oficio que le fuera dirigido informando los datos de la titularidad del
vehiculo, librando el Fiscal la citación al actor mencionada al inicio del relato, y
restituyéndole posteriormente el rodado de su propiedad. –
Aduce que se ha visto damnificado por la demora en el cumplimiento de las
obligaciones a cargo de la U.F.I. interviniente, y que esa dilación no ha tenido
justificación alguna. Que aun en el caso de considerar que los oficios fueron
debidamente diligenciados y no contestados por el Registro, las reiteraciones
ocurrieron al menos cada siete (7) meses, tiempo que reputa irrazonable. Agrega
que el Registro, al contestar el último de los oficios librados, alega carecer de
constancias de los anteriores oficios, circunstancia sobre la que nada se dice en
las actuaciones penales. –
Solicita se abonen los perjuicios que le ha ocasionado la demora en la
recuperación de su automotor. En particular, reclama un importe de ochocientos
pesos ($800) por la desvalorización del vehículo, ocasionada por las condiciones
del depósito judicial, donde se ha guardado el automotor a la intemperie y sin
mantenimiento alguno por el lapso de veintisiete (27) meses. Asimismo, peticiona
la suma de treinta y siete mil novecientos cincuenta pesos ($37.950) por la
privación de uso del bien, en atención a que debió utilizar medios de transporte
similares que le han requerido tales erogaciones. –
Funda en derecho su pretensión, ofrece prueba y peticiona se condene a la
demandada al pago de la suma reclamada con más intereses y costas.-
2. A fs. 74 se dio curso a la pretensión procesal según las reglas del
proceso ordinario, corriendo traslado de la demanda, en razón de constituir un
supuesto de demandabilidad directa.-
3. A fs. 79/85 se presenta el Dr. Jorge Lujan Alabart, abogado de Fiscalía
de Estado, quien contesta demanda, y luego de formular una negativa
particularizada de los extremos fácticos invocados por el actor, solicita el rechazo
de la acción. –
Manifiesta que, conforme explica Cassagne, la responsabilidad del Estado
por sus actos judiciales es de excepción, puesto que, en toda comunidad
jurídicamente organizada, sus integrantes tienen el deber de someterse a las
decisiones que se adopten en los procesos jurisdiccionales, y que la excepción a
esa regla es el supuesto de “error judicial”, en virtud del cual, el acto jurisdiccional
que origina el daño es declarado ilegítimo y dejado sin efecto, pues antes de ese
momento el carácter de verdad legal que ostenta la sentencia pasada en autoridad
de cosa juzgada impide considerar que hay error. –
Agrega que el Estado tiene procedimientos formales de exteriorización de
su voluntad, que en la materia bajo análisis sería el acto judicial definitivo, es decir
cuando una decisión haya adquirido fuerza de cosa juzgada, siendo los actos
jurisdiccionales anteriores simples precedentes que contribuyen a formar la
referida voluntad jurisdiccional, toda vez que los mismos pueden ser anulados o
revocados en fases ulteriores del proceso. –
Que tal es el criterio de la Ley Provincial 8132 pues sólo concede
indemnización a quien haya sido condenado, o sea respecto del cual el Estado
haya dictado una sentencia definitiva, que fuera posteriormente demostrada como
errónea mediante el empleo del recurso (acción) de revisión acogido
favorablemente. –
Que ese no es el supuesto de autos, en el cual los órganos judiciales
implicados han cumplido las diligencias propias del caso (requerimiento de
información al Registro Nacional de Propiedad Automotor), siendo el órgano
nacional encargado de brindar la información el que no cumplió su cometido a
tiempo. En tal sentido, plantea que el error o vicio en la actuación enjuiciada no le
es imputable a la Provincia, que a través del Agente Fiscal actuó regular y
correctamente, conforme las circunstancias del caso. Que el Estado se limitó a dar
cumplimiento estricto del deber de administrar justicia y velar por el mantenimiento
del orden jurídico. –
Impugna, por excesivos, la procedencia de los montos del resarcimiento
peticionados en la demanda, aclarando que el tiempo de privación del automotor
imputable al Estado provincial no corre a partir de la sustracción, sino desde que el
actor conoce que el auto ha sido recuperado y puede solicitar su entrega. Que
todo el tiempo anterior no se debió a la inacción del Agente Fiscal sino a la falta de
respuesta del Registro Automotor. –
Plantea la existencia de cuestión federal y peticiona el rechazo de la
demanda en todas sus partes. –
4. A fs. 90/91 se celebró la audiencia preliminar recibiéndose la causa a
prueba. A fs. 249 se certifica el vencimiento del plazo probatorio y a fs. 251 se
ponen los autos para alegar. A fs. 252/254 obra glosado el alegato de la parte
actora. Atento al estado de las actuaciones, a fs. 259 se llaman autos para
sentencia, y-
CONSIDERANDO:-
1. El ámbito de la contienda. –
Que en autos se demanda el resarcimiento de los daños y perjuicios
ocasionados al actor por la demora en restituirle el vehículo que le fuera sustraído
y encontrado por agentes policiales veintisiete (27) meses antes de dicha
devolución. Que en el marco de la I.P.P. N° 32.640 caratulada como “Fiat Duna s/
Hallazgo de vehículo”, la Unidad Fiscal de Instrucción N° 2 de Tigre,
Departamento Judicial San Isidro, tuvo a su cargo el automotor del accionante en
un depósito judicial durante el tiempo antes indicado, hasta que se pudieron
verificar los datos de titularidad del automotor encontrado. –
Que el ordenamiento público local, por virtud del art. 189 de la Constitución
Provincial, incorpora como miembros del poder judicial (ver Sección sexta,
Capítulo V) al Ministerio Público desempeñado por el Procurador y Subprocurador
General de la Suprema Corte de Justicia; Fiscales de Cámara; Agentes Fiscales;
Asesores de Menores y Defensores de Pobres y Ausentes. Es decir que la
Provincia de Buenos Aires ha adoptado el sistema judicialista en cuanto a la
organización del Ministerio Público. Se considera a los fiscales como funcionarios
judiciales, con atributos o seguridades, formas de nombramiento y destitución
similares a la de los jueces. –
Que la etapa de instrucción del proceso penal, denominada Investigación
Penal Preparatoria (I.P.P.), se encuentra “a cargo del Ministerio Público Fiscal, [...]
debiendo el Fiscal proceder directa e inmediatamente a la investigación de los
hechos que aparezcan cometidos en la circunscripción judicial de su competencia”
(art. 267 del Código Procesal Penal), cuya tramitación “...atenderá a los principios
de celeridad y economía procesal...” (art. 284). Que a esos fines “contará con la
colaboración de la Policía, la cual deberá cumplir las órdenes que aquél le
imparta” (art. 268, 2° párr.). –
Por su parte, la Ley 12.061 -Orgánica de Ministerio Público- encomienda a
los Agentes Fiscales: “1. Promover y ejercer la acción pública penal [...] 2. Recibir
denuncias, practicar la investigación penal preparatoria, intervenir en el juicio, y
dirigir a la policía judicial y a la policía en función judicial...” (art. 17); y que,
“Durante la Investigación Penal Preparatoria se atenderá al principio de economía
procesal en la recolección de pruebas...” (art. 55). –
En consecuencia, entiendo que la pretensión articulada abre la discusión
sobre la responsabilidad del Estado por su actividad jurisdiccional. El núcleo del
debate radica en determinar si la prolongación en el tiempo en restituir el vehículo
a su propietario, configura una actuación irrazonable de la administración de
justicia, que obligue al Estado a resarcir los daños ocasionados. –
2. La responsabilidad del estado por el mal funcionamiento de la
administración de justicia. –
2.1. En su escrito de responde, la Fiscalía de Estado postula la
irresponsabilidad del Estado en el ejercicio del poder jurisdiccional, aduciendo que
en toda comunidad jurídicamente organizada sus integrantes tienen el deber de
someterse a las decisiones que se adopten en los procesos jurisdiccionales, y que
la excepción a esa regla es el supuesto de “error judicial”, en el cual el acto
jurisdiccional que origina el daño es declarado ilegítimo y dejado sin efecto, pues
antes de ese momento el carácter de verdad legal que ostenta la sentencia
pasada en autoridad de cosa juzgada impide considerar que hay error. –
2.2. Sin embargo, la demandada pasa por alto que, como recuerda Reiriz,
“el problema de la responsabilidad estatal por ejercicio de la función judicial no se
agota en el supuesto de las sentencias erróneas. Muchas veces, los daños son
provocados por actos procesales que no son sentencias; por la irregularidad o
deficiencia con que son ejecutados dichos actos procesales [decretos de embargo
o de levantamiento de medidas precautorias; secuestros; extracciones de fondos
depositados judicialmente, etc.]” (REIRIZ, María Graciela. “Responsabilidad del
Estado”, Eudeba, Buenos Aires, 1969, p. 77), comprendiendo una variada gama
de supuestos de contornos difusos que, sin estar incluidos en el concepto de error
judicial, atañen al desenvolvimiento de la labor jurisdiccional. –
De tal modo, si bien la causa de los daños no será siempre consecuencia
de un acto típicamente jurisdiccional, entendido –en general- como aquella
decisión, emanada de órgano imparcial e independiente, que resuelve una
contienda entre partes con fuerza de verdad legal, lo cierto es que todos los actos
(y las omisiones) vinculados al proceso, que en definitiva tienden a la producción
eventual de dicho acto, se encuentran indisolublemente ligados al mismo, y por
ello corresponde encuadrarlos dentro de la función propiamente jurisdiccional. –
Corresponde aclarar, por su parte, que a diferencia de lo que sucede con
respecto al error judicial, “el funcionamiento irregular no requiere un
pronunciamiento previo sobre el error y no surge, necesariamente, del desempeño
de los jueces y magistrados, sino que incluye también al de los funcionarios y
empleados y otros auxiliares de la justicia, que individualmente o en conjunto
concurren a la defectuosa prestación del servicio” (CAPUTI, María Claudia.
“Tendencias actuales en materia de responsabilidad del Estado por
funcionamiento irregular de los órganos judiciales [el caso ‘Amiano’]”, LA LEY
2000-C, 750). –
Tawil utiliza la expresión de “mal funcionamiento de la administración de
justicia”, y la define como “toda actividad residual desplegada no sólo por quienes
juzgan u ordenan ejecutar las decisiones, sino también por quienes auxilian o
colaboran de algún modo con la administración de justicia...”, de modo que
comprende al funcionamiento de “la máquina burocrática en sí” (TAWIL, Guido
Santiago. “La responsabilidad del Estado y de los magistrados y funcionarios
judiciales por el mal funcionamiento de la administración de justicia”, Depalma,
1989, p. 67-68). –
2.3. Esta ha sido, por lo demás, la línea seguida por la jurisprudencia de la
Corte Federal a partir del caso “Hotelera Río de la Plata” (Fallos: 307:821, sent.
del 4-VI-1985), en el que declara la responsabilidad de la Provincia de Buenos
Aires “por la orden irregularmente impartida por uno de los magistrados
integrantes de su Poder Judicial, toda vez que ella implicó el cumplimiento
defectuoso de funciones que le son propias” (considerando 8°). Al fundar tal
decisión, invoca el precedente “Ferrocarril Oeste” (Fallos 182:5) sustentado en el
concepto de “falta de servicio”, aplicando a la responsabilidad del estado por
actividad jurisdiccional los mismos fundamentos que meses atrás había invocado
in re “Vadell” (Fallos 306:2030) respecto de la actividad administrativa del Estado.
Y no puede ser de otra manera, puesto que un temperamento contrario, nos
conduce a la errónea interpretación de considerar la existencia de responsabilidad
cuando las tareas investigativas son llevadas a cabo en sede administrativa (vgr.
sumarios administrativos), y eximirla en similares supuestos, cuando es
desarrollada en sede judicial. –
Luego, la Corte confirma su anterior criterio en “De Gandia” (Fallos 318:845,
sent. del 4-V-1995), reconociéndole daño moral a quien fuera detenida en la
frontera por existir una orden de secuestro sobre el vehículo que conducía
derivada de una denuncia por robo, puesto que, si bien el automotor había sido
recuperado y entregado a su anterior propietario varios años atrás, por omisión de
las autoridades de un juzgado se mantuvo el pedido de secuestro que produjo
dicha detención. En consecuencia, la Corte Suprema tuvo por acreditada la
omisión procesal obrante como causa eficiente del daño, que comprometía la
responsabilidad de la demandada bajo la doctrina de la falta de servicio. –
En el caso “Balda” (Fallos 318:1990, sent. 19-X-1995), luego de sentar el
principio general de que los actos judiciales no generan la responsabilidad del
Estado por actividad lícita, la Corte deja a salvo –en obiter- que sí merecen
reparación aquellos daños que son producto del ejercicio irregular del servicio. Así
lo consideró cuando, durante el trámite de un proceso, la actuación irregular de la
autoridad judicial había determinado la prolongación indebida de la prisión
preventiva del procesado, y ello le había producido graves daños que guardaban
relación de causalidad directa e inmediata con aquella falta de servicio (Fallos
322:2683, “Rosa, Carlos Alberto”, sent. del 1-XI-1999). –
Mas recientemente, en un caso de aristas similares al presente, la Corte
responsabilizó al Estado Nacional por la deficiente prestación del servicio de
justicia, con fundamento en que el juez penal había prolongado la etapa sumarial
de un modo irrazonable (Fallos 332:2159, “Arisnabarreta”, sent. del 6-X-2009), no
siendo ya –como en el anterior- la libertad el derecho restringido, sino la propiedad
y el derecho de trabajar, puesto que, al traer aparejado para el actor la suspensión
en la matrícula de escribano, la duración irrazonable de la instrucción penal no le
permitió ejercer su profesión. –
2.4. Conforme a lo expuesto, es posible distinguir dos aspectos de la
responsabilidad del estatal en el ejercicio de su actividad jurisdiccional en la
jurisprudencia de la Corte Suprema: “Un primer supuesto está dado por la
necesaria presencia de un error judicial, en tanto que el segundo exige que se
verifique un mal funcionamiento del servicio de justicia”, en éste último supuesto
“...aplicando como fundamento de la responsabilidad del Estado la doctrina
desarrollada alrededor del concepto de la falta de servicio” (MERTEHIKIAN,
Eduardo. “La responsabilidad pública. Análisis de la doctrina y la jurisprudencia de
la Corte Suprema”, Ed. Ábaco, Ciudad de Buenos Aires, 2001, p. 336). –
De allí que la doctrina afirme una fuerte tendencia en el empleo de la noción
de "falta de servicio" como factor de atribución de responsabilidad estatal y, por
ende, un progresivo abandono de las notas excepcionales que tradicionalmente se
observaban en materia de responsabilidad extracontractual por irregular
funcionamiento de los órganos judiciales (conf. CAPUTI, María Claudia.
“Tendencias actuales...”, ob. cit.). –
Con esa inteligencia, cabe aplicar al sub lite la doctrina del Superior
Tribunal de la Nación –en relación con la responsabilidad extracontractual del
Estado por acto ilícito-, considerando al Estado responsable principal y directo de
las consecuencias dañosas derivadas de la actividad de los órganos o
funcionarios que de él dependen, realizada para el desenvolvimiento de los fines
de las entidades a las que pertenecen, toda vez que al contraer la obligación de
prestar un servicio público lo debe realizar en condiciones adecuadas para llenar
el fin para el que ha sido establecido, siendo responsable de los perjuicios
causados por su incumplimiento o ejecución irregular (cfr. “Vadell”, cit.; “Hotelera
Río de la Plata S.A.”, cit.; 315:1892, “García, Ricardo Mario y otra”, entre muchos
otros). –
2.5. Como ha de notarse, en contraposición a lo sostenido por la
demandada, no estamos frente a una responsabilidad de carácter excepcional,
puesto que la Constitución Nacional protege a los habitantes contra cualquier daño
injusto a sus derechos individuales. La jurisprudencia de la Corte Suprema ha
convalidando –a la postre- la posición postulada por Reiriz hace más de cuarenta
años en cuanto a que el reconocimiento de la responsabilidad del Estado por su
actividad jurisdiccional, no admite diferenciación alguna de la que pudiera
generarse en otros ámbitos del Estado. –
No obsta a la conclusión que precede la falta de una regulación específica
en la materia, pues tampoco la hay respecto de la responsabilidad patrimonial de
la administración, y sin embargo su procedencia es indiscutida. En rigor, la
responsabilidad del Estado por acto jurisdiccional no puede ser fundada de modo
diverso a los demás supuestos, pues no se advierten motivos –al menos jurídicos-
que lo justifiquen (REIRIZ, María Graciela, “Responsabilidad del Estado”, ob. cit.,
p. 76). Es que, dada la aludida omisión del legislador, el fundamento inmediato es
siempre el mismo, la Constitución, su texto y sus principios, tales como la libertad
personal, la igualdad ante la ley, la inviolabilidad de la propiedad, el debido
proceso, la razonabilidad y el afianzamiento de la justicia. “...Y toda ofensa a tales
derechos adquiridos y reconocidos, origina la obligación de repararlos, sin que sea
necesaria la existencia de una ley concreta que reconozca el derecho a la
indemnización” (TAWIL, Guido Santiago, “La responsabilidad del Estado y de los
magistrados y funcionarios judiciales por el mal funcionamiento de la
administración de justicia”, ob. cit., p. 120). –
3. La falta de servicio. La garantía del plazo razonable. –
3.1. Sentado lo anterior, ha de advertirse que la pretensión de ser
indemnizado sobre la base de una prestación defectuosa del servicio de justicia
requiere “dar cumplimiento a la carga procesal de individualizar del modo más
claro y concreto que las circunstancias del caso hagan posible, cuál habría sido la
actividad que específicamente se reputa como irregular, vale decir, describir de
manera objetiva en qué ha consistido la irregularidad que da sustento al reclamo”
(Fallos: 317:1233, “Román SAC”; y 319:2824, “Asociación Mutual
Latinoamericana”). –
En autos, el cuestionamiento del accionante se apoya en que el órgano
judicial interviniente ha incurrido en un retardo irrazonable para dilucidar una
cuestión cuya prolongación en el tiempo constituyó un menoscabo a su patrimonio
más allá de lo necesario, sin que tales demoras respondan a circunstancias
debidamente justificadas. –
3.2. En este sentido, cabe destacar que el artículo 15 de la Constitución
Provincial, al asegurar la tutela judicial continua y efectiva en todo procedimiento
administrativo o judicial, dispone que “Las causas deberán decidirse en tiempo
razonable”. –
Por su parte, el artículo 8 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos estatuye que “toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas
garantías y dentro de un plazo razonable [...] para la determinación de sus
derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter”,
entendido éste como aquel “conjunto de requisitos que deben observarse en las
instancias procesales a efectos de que las personas estén en condiciones de
defender adecuadamente sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que
pueda afectarlos” (Corte IDH. “Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú”, sent. del
31-I-2001, Serie C, Nro. 71, párr. 69; y “Garantías judiciales en Estados de
Emergencia [arts. 27.2, 25 y 8 Convención Americana sobre Derechos Humanos]”,
Opinión Consultiva OC-9/87 del 6-X-1987, Serie A, Nro. 9, párr. 27). “Es decir,
cualquier actuación u omisión de los órganos estatales dentro de un proceso, sea
administrativo sancionatorio o jurisdiccional, debe respetar el debido proceso
legal” (Corte IDH. “Caso Baena Ricardo y otros Vs. Panamá”, sent. del 2-II-2001,
Serie C, Nro. 72, párr. 124). –
Por lo tanto, la garantía del plazo razonable reconocida en el art. 8.1. de la
Convención Americana y en el art. 15 de la Constitución Local, constituye una
exigencia de legitimidad de toda instancia administrativa o jurisdiccional, de modo
tal que las personas vean definidos sus derechos con arreglo a un proceso sin
dilaciones indebidas. Ello, asimismo, de conformidad con las notas de celeridad e
informalismo que establecen las normas procesales en materia penal para
caracterizar la Investigación Penal Preparatoria, y regir la actuación de los
Agentes Fiscales que la llevan a cabo. –
3.3. Ahora bien, no es tarea sencilla merituar en qué casos el transcurso de
un determinado lapso temporal se torna irrazonable. –
Desde hace tiempo ya que la Corte Federal, receptando los antecedentes
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, reconoció “...la imposibilidad de
traducir el concepto de ‘plazo razonable’ en un número fijo de días, semanas, de
meses o de años, o en variar la duración según la gravedad de la infracción.”
(Fallos 310:1476, “Firmenich”, sent. del 28-VII-1987). “Los jueces deben evaluar,
caso a caso, si la prolongación de un proceso ha sido o no razonable, teniendo en
cuenta la magnitud del retraso, sus motivaciones, el perjuicio ocasionado, el
comportamiento del imputado, el de las autoridades, entre otros criterios a
ponderar” (SCBA, P 76357, “M. P.”, sent. del 30-VI-2004, voto del Dr. Soria). –
A fin de alcanzar algunas precisiones, y siguiendo los desarrollos
alcanzados en sede internacional (cuya jurisprudencia el infrascripto ha de seguir,
conf. Fallos 328:2056, “Simón”, sent. del 14-VI-2005, especialmente
considerandos 13 y 14 del voto del juez Boggiano), “se deben tomar en cuenta
tres elementos para determinar la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla
el proceso: a) la complejidad del asunto; b) la actividad procesal del interesado; y
c) la conducta de las autoridades judiciales [Ver entre otros, Eur. Court H.R., Motta
judgment of 19 February 1991, Series A no. 195-A, párr. 30; Eur. Court H.R., Ruiz
Mateos v. Spain judgment of 23 June 1993, Series A no. 262, párr. 30].” (Corte
IDH. “Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua, sent. del 29-I-1997, Serie C, Nro. 30,
párr. 77). –
Analizada la cuestión desde cualquiera de las tres pautas aludidas, se
evidencia que la dilación operada no ostenta justificación alguna. –
3.3.1. La complejidad del asunto: -
En primer lugar, si bien la instrucción penal se inicia con el hallazgo en la
vía pública de un vehiculo sin patente, lo que implica la posible comisión del delito
de robo - cuya complejidad no es posible fijar en abstracto-, lo cierto es que la
demora ocurrió pura y exclusivamente en el tramite de averiguación de los datos
del vehículo encontrado, que supone confeccionar y diligenciar un oficio al
Registro Nacional de la Propiedad Automotor. Por ello, la complejidad del asunto
es mínima si se tiene en cuenta que estamos frente a un trámite de realización
cotidiana para una Unidad Funcional de Instrucción. –
3.3.2. La actividad procesal del interesado: -
Por su parte, toda vez que se investiga la comisión de un delito perseguible
de oficio, el Estado tiene la obligación de promover e impulsar el proceso hasta
sus últimas consecuencias, sin que pueda exigirse a la víctima del ilícito que
asuma responsabilidades al respecto. Por el contrario, a la víctima se le reconoce
el derecho “A requerir el inmediato reintegro de los efectos sustraídos y el cese del
estado antijurídico producido por el hecho investigado en las cosas o efectos de su
pertenencia” (art. 83, inc. 7 del Código Procesal Penal). Ello fue, precisamente, lo
peticionado por el actor una vez notificado del hallazgo de su vehículo. –
3.3.3. La conducta de la autoridad judicial: -
Por último, es aquí donde la responsabilidad de la demandada se evidencia
con mayor claridad. En efecto, de la I.P.P. N° 32640 -cuya copia certificada se
encuentra agregada a la causa (fs. 184/210)- se desprende que la Unidad
Funcional interviniente libra un oficio al Registro Nacional de la Propiedad
Automotor el 22-V-2002, solicitando los datos que figuren en dicha repartición
respecto del vehículo hallado, que identifica mediante número de chasis (fs. 189).
Que sin constancia de respuesta alguna, en la foja siguiente obra oficio
reiteratorio, lo cual tuvo lugar el día 16-XII-2002 (fs. 189 vta.), es decir transcurrido
un lapso de casi siete (7) meses respecto del primero oficio. Luego, consta en la
causa un tercer oficio reiteratorio, de agosto de 2003 (sin fecha exacta, conf. fs.
190), aclarando que el mismo es reiteración de los de fecha 22-V-2002 y 16-XII-
2002. En este caso, cabe destacar que no sólo transcurrieron ocho (8) meses más
entre el segundo y el tercer oficio, sino que éste último fue retirado de la Fiscalía
para su diligenciamiento -con nota firmada por la Secretaria de dicho órgano-,
recién el 15-III-2004, agregando una demora de siete (7) meses más. En
consecuencia, de una simple sumatoria se advierte en la instrucción un lapso
temporal de veintidós (22) meses de completa inactividad. –
Es importante aclarar que si bien la demandada pretende excusar su
responsabilidad alegando que la demora sólo es imputable al Registro Nacional de
la Propiedad Automotor, en el entendimiento de que éste no había respondido los
oficios anteriores, tal hipótesis no es atendible toda vez que dicho órgano contestó
el oficio el 20-V-2004 (un mes después de su diligenciamiento), informando
-además de los datos requeridos- que los oficios reiteratorios a los que se hacía
mención, no habían sido efectivamente ingresados en el organismo (conf. fs. 191).
Esa circunstancia se encuentra corroborada por el hecho de que el único oficio
que fue retirado de la U.F.I. para ser diligenciado, es el de agosto de 2003, pues
ninguno de los otros dos exhiben constancias de retiro. –
De lo hasta aquí expuesto, se colige que la Unidad Funcional actuante ha
incurrido en una sucesión de retrasos en la tramitación de un oficio que implicó,
como resultado, una demora de casi dos años para la averiguación de los datos
del vehículo del actor, tardanza que no se halla justificada, ni en la causa penal, ni
en el presente proceso.–
Una labor jurisdiccional desarrollada de esa menguada manera no
constituye ciertamente, una adecuada prestación del servicio de justicia ni
satisface la exigencia constitucional de tutela judicial continua y efectiva (art. 15,
Const. prov.). –
Adicionalmente, ha expresado la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que “en el estudio de las eventuales demoras en las diversas etapas del
proceso, la Corte Europea ha empleado para determinar la razonabilidad del plazo
en el conjunto de su trámite lo que se llama ‘análisis global del procedimiento’
[Motta, supra 77, párr. 24; Eur. Court, H.R., Vernillo judgement of 20 February
1991, Series A N° 198 and Eur. Court H.R., Unión Alimentaria Sanders S.A.
judgement of 7 July 1989, Series A, N° 157]”. (Corte IDH. “Caso Genie Lacayo vs.
Nicaragua”, ya citado, párr. 81). –
En el contexto del análisis global del proceso, la Corte Suprema de la
Nación ha identificado un parámetro objetivo para determinar si ha habido un
retardo irrazonable por parte del órgano judicial en definir la situación del actor, el
cual “...debe tomar en cuenta las normas que tenían por objeto modular los
tiempos del sumario para lograr una duración afinada del proceso penal, es decir,
adaptada a las específicas características del caso” (Fallos 332:2159,
“Arisnabarreta”, ya citado, considerando 12). –
En la Provincia de Buenos Aires, el art. 282 del Código Procesal Penal
dispone: “La Investigación Penal Preparatoria deberá practicarse en el plazo de
cuatro (4) meses a contar de la detención o declaración del imputado prevista en
el artículo 308 de este Código. Si aquel plazo resultare insuficiente, el Fiscal
dispondrá motivada y fundadamente su prórroga, con conocimiento del Juez de
Garantías, hasta por dos (2) meses más, según las causas de la demora y la
naturaleza de la investigación y, en casos excepcionales debidamente justificados
por su gravedad o difícil investigación, la prórroga dispuesta podrá ser de hasta
seis (6) meses”. Si bien es cierto que la aplicabilidad de la norma se ciñe al
supuesto de detención o declaración del imputado, ninguno de los cuales ocurre
en autos, no lo es menos que la Corte Federal ha considerado a los plazos
corrientes que establecen las normas procesales, como pautas válidas de
apreciación de los procesos en que, como quedo dicho (in re “Arisnabarreta”), no
es la libertad el derecho restringido, sino que se reclama por la afectación del
derecho de propiedad. –
Así, teniendo presente que la Investigación Penal Preparatoria prevé, como
regla, un plazo de duración de cuatro (4) meses prorrogable por dos (2) más, o
bien -excepcional y justificadamente- extensible hasta seis (6) meses, la demora
de veintidós (22) meses operada contrasta sin apoyo en las normas que rigen la
actuación de las Fiscalías para la conclusión de la etapa investigativa. –

Ello no implica desconocer que, por lo general, el retraso de la justicia


constituye un fenómeno de origen multicausal, entre los que se destacan la
escasez de medios materiales y de personas, el exceso de trabajo, los crecientes
índices de conflictividad, el rol activo que la ciudadanía exige de los magistrados y
las nuevas problemáticas sociales que no siempre encuentran –como
contrapartida- nuevas y adecuadas herramientas para ser atendidas por la
judicatura. –
Sin embargo, nada de ello es predicable en autos. Por el contrario, teniendo
presente las consideraciones antes detalladas, que demuestran que el retardo de
casi dos años para un trámite que constituye un cometido propio y de labor
cotidiana del órgano judicial interviniente, que además no presenta ninguna
complejidad, y cuya demora no halla justificación en la I.P.P., ni explicación alguna
ha sido aquí ensayada por la representación fiscal, no permiten arribar a otra
conclusión que no sea la de un supuesto de deficiente prestación del servicio de
justicia, consistente en haberse prolongado de modo indebido una conducta lesiva
de derechos durante un período de veintidós (22) meses, y que responsabiliza al
Estado provincial, puesto que “es quien reglamenta, estructura y económicamente
atiende el aparato de la Justicia” (TAWIL, Guido Santiago, “La responsabilidad del
Estado y de los magistrados y funcionarios judiciales por el mal funcionamiento de
la administración de justicia”, ob. cit., p. 74), resultando irrelevante la culpa del
funcionario, sin perjuicio de las repeticiones que el Fisco pueda dirigir contra él, si
así lo identifica. –
4. La reparación. Alcance. Rubros. –
4.1. Decidida la cuestión de la responsabilidad, corresponde ingresar en el
análisis de los rubros indemnizatorios reclamados por el accionante, siendo
imperioso aclarar, en primer término, que la indemnización es procedente en razón
del fundamento jurídico sobre el que se ha basado la responsabilidad del Estado
(dilación injustificada del proceso), de modo tal que sólo cabe computar los daños
ocurridos durante el tiempo cuya demora no se halla justificada en el expediente.
Que ello sólo ocurre desde la confección del primer oficio, hasta su efectivo retiro
de la Unidad Fiscal Interviniente, de modo que el período que debe tenerse en
cuenta para el cálculo indemnizatorio, es el que se extiende desde el 22-V-2002
hasta el 15-III-2004, es decir veintidós (22) meses, y no como pretende el actor
(desde que el vehículo le fue sustraído hasta que fuera efectivamente restituido). –
4.2. Desvalorización del rodado. –
El actor reclama la suma de pesos ochocientos ($800) por el menor valor de
venta operado durante el tiempo que el automotor estuvo en el depósito judicial, a
la intemperie y sin mantenimiento alguno. La demandada se agravia del excesivo
monto peticionado. –
Si bien es cierto que no hay actividad probatoria tendiente a demostrar el
efectivo deterioro del automotor, ello no excluye de la mensura la puesta en
funcionamiento de standards universales y jurídicos no arbitrarios, puesto que,
según las reglas de la experiencia, resulta de toda lógica que un automotor cuasi
abandonado durante dos años sufre un deterioro que requiere reparación, cambio
de repuestos, etc., frente a lo cual, el importe reclamado no luce irrazonable,
motivo por el cual habrá de reconocerse la suma de pesos ochocientos ($800)
solicitada en el escrito de inicio. –
4.3. Privación de uso. –
Por este rubro reclama el actor un monto de cincuenta pesos diarios ($50)
que insume para sus traslados cotidianos y estima una suma de pesos treinta y
siete mil novecientos cincuenta ($37.950), monto considerado desde el día 2-IV-
2002 hasta que le fuera entregado su automóvil el 20-IV-2004. Sin embargo,
conforme fuera expuesto en el considerando 4.1., teniendo presente que la
responsabilidad endilgada se funda en el tiempo irrazonable de la I.P.P., el
cómputo del presente rubro sólo puede comprender el tiempo que se extiende
desde el 22-V-2002 hasta el 15-III-2004, durante el cual transcurrieron seiscientos
ochenta y tres (683) días. –
Por su parte, cabe señalar que tampoco constan en autos pruebas
tendientes a comprobar los movimientos y las actividades diarias del actor,
susceptibles de mensurar los gastos que le irrogue su transporte habitual. –
Sin embargo, ello no impide considerar los costos derivados de la privación
de uso del automóvil como medio habitual de traslado, por lo que cabe reputar
existentes traslados normales de trabajo y esparcimiento. Así, no habiéndose
producido prueba en cuanto al costo diario de los traslados, ni es dable suponer
que utilizara vehículos de alquiler (taxi o remis) para todos sus desplazamientos, lo
que implicaría el uso de transporte público masivo de pasajeros cuyo costo es -de
público y notorio- mucho menor, haré lugar solo parcialmente a la petición, por lo
que he de estimar prudente indemnizar el rubro en la suma de diez ($10) pesos
diarios, que arroja un total de pesos seis mil ochocientos treinta ($6.830) en
seiscientos ochenta y tres (683) días.–
5. Costas. –
Con relación a las costas, el actor solicita que se le impongan a la
demandada vencida. –
En este sentido, corresponde señalar que en diversas sentencias me he
pronunciado acerca de la inconstitucionalidad de la reforma introducida al art. 51
del CCA por la Ley 13.101 (vgr. Causas: Nº 1488 “Nitti”, Sent. del 4-V-06, Reg.
Sent. 109/06; Nº 726 “Adamo”, Sent. 15-VI-06, Reg. Sent. 237/06; y “Montes de
Oca”, Sent. del 1-IX-2006, Reg. 583/06, entre otras, de este Juzgado a mi cargo),
al considerar –entre otros aspectos- que las costas integran el derecho sustantivo,
y que el actual sistema genera en el vencedor un detrimento patrimonial, que
resulta contrario a los principios constitucionales de igualdad y propiedad. –
Que la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los autos caratulados
“Flagello, Vicente c/ ANSeS s/ interrupción de prescripción”, Sent. del 20-VIII-
2008, ha sosteniendo que el régimen de costas en el orden causado, en materia
previsional, no resulta inconstitucional. –
Sin embargo, frente a la naturaleza diversa de la pretensión articulada en
autos, en la que no se procura dilucidar una cuestión de derecho previsional, sino
que se declara la responsabilidad de la Provincia de Buenos Aires, que emerge
puntualmente del retardo injustificado de la administración de justicia y que, al
margen de las normas que rigen su actuación, ha lesionado al actor en su
patrimonio. De tal modo, corresponde reproducir parcialmente en autos algunas de
las consideraciones ya efectuadas en decisiones anteriores vinculadas a las
costas del proceso, pues una condenación de ese tipo al accionante desvirtuaría
el derecho de propiedad reconocido por la presente sentencia, en la medida en
que la indemnización que se reconoce consiste en una suma fija de pesos, de
escasa magnitud frente a la regulación mínima de honorarios, cuyo monto, de
imponerlo al actor, importaría un detrimento significativo en la reparación
patrimonial que se persigue en autos. –
El art. 51 del C.C.A., en su redacción original (Ley 12.008), en materia de
costas, imponía el principio objetivo de la derrota ("El pago de las costas estará a
cargo de la parte vencida en el proceso…“), estableciendo importantes
excepciones de carácter subjetivo para el supuesto en que “la parte vencida fuere
un agente público o quien hubiera reclamado un derecho previsional, en causas
promovidas en materia de empleo público o previsional“, en cuyo caso, las costas
le serían impuestas "sólo si hubiere litigado con notoria temeridad“. Mas luego, la
reforma introducida por la Ley 13.101 (art. 33), modificó el citado principio,
determinando que "El pago de las costas será soportado por las partes en el
orden causado”, y que solamente se aplicarían a la parte vencida en los procesos
de ejecución tributaria y cuando la vencida hubiese actuado con notoria temeridad
o malicia. –
A tenor de lo expresado, entiendo que en el supuesto de autos, la citada
reforma no se ajusta al orden constitucional, toda vez que la responsabilidad en
materia de costas por incumplimiento de la obligación principal –a diferencia de las
regulaciones de honorarios practicadas conforme a las leyes arancelarias o usos
locales- forma parte del derecho sustancial (conf. art. 75 inc. 12 C.N. y arts. 505,
1109, 1112 y 1113 del C.C.; SCBA, causas L 77914, “Zuccoli”; L 75196,
“Santillán”; L 77859, “Acosta”), en tanto constituye una faceta de la
responsabilidad patrimonial del litigante, referida a la extensión con la que debe
indemnizar los gastos realizados para forzar el cumplimiento del orden jurídico y
por ello, constituye un daño que la víctima no tiene el deber jurídico de soportar. El
hecho de que esos gastos sean ocasionados durante un proceso, no convierte a
esa responsabilidad en materia procesal (SCBA, voto del Dr. Roncoroni en las
causas L 77859, L 77859 y L 77914, ya citadas, y causas L 81838, “Macalusi“; L
77243, “Franco“). –
Hace más de un siglo, Chiovenda –refiriéndose a la máxima fiscus gratis
litigat- señalaba que: “este privilegio hubiera debido suprimirse al aparecer el
principio absoluto de la condena en costas, juntamente con los demás motivos de
compensación dependientes de la calidad de las partes, pero contribuyeron a
conservarlo no ya sólo los equivocados conceptos sobre la condena en costas (…)
sino especialmente las ideas dominantes en orden a responsabilidad de la
Administración pública. Mientras la mayoría de los escritores y la casi unanimidad
de los jueces en Italia prediquen y apliquen respectivamente las ya limitadas
teorías aún en boga sobre esta responsabilidad, y con admirables pero no
laudables esfuerzos de razonamiento y de doctrina se siga intentando someter el
Derecho racional y el positivo a distinciones que ni el primero aconseja ni el
segundo contiene, y que muchos repiten sin entender bien ni su concepto ni su
alcance; hasta que el lento pero seguro progreso de la ciencia moderna en esta
materia no haya hecho adoptar en todas partes como lo ha sido en algunas, la
afirmación de que el Estado debe responder de los actos de sus representantes
que causen daños susceptibles de resarcimiento y de que el acto de autoridad no
está, como tal, libre de esta responsabilidad, será difícil llegar al convencimiento
general de que toda declaración de derecho en contra de la Administración pública
debe ir acompañada de la condena en costas“ (CHIOVENDA, José: La Condena
en Costas; Ed. Biblioteca de la Revista de Derecho Privado, Serie B.-Vol.VI;
Madrid, MCMXXVIII, pág. 266). –
A ese respecto, aún cuando, en el caso del Estado, se afirme el carácter
local de aquella responsabilidad (REIRIZ, María Graciela, “Responsabilidad del
Estado“, en AA.VV: El Derecho Administrativo Argentino, Hoy. Jornadas sobre
derecho administrativo, Editorial Ciencias de la Administración, pág. 220) o se
considere que las costas revisten carácter procesal (GONZALEZ PEREZ, Jesús:
Derecho Procesal Administrativo Hispanoamericano, ed. Temis, Bogotá, 1985,
pág. 414); en ningún caso, la legislación provincial que se dicte al respecto puede
prescindir, desconocer o alterar el principio –de raigambre constitucional- del
"alterum non laedere". En efecto, la Constitución no tolera que el daño a derechos
fundamentales de una persona no sea, cuanto menos, razonablemente reparados.
El "alterum non laedere" que fluye del artículo 19 de la Constitución Nacional
prohibiendo a los hombres perjudicar los derechos de un tercero y concediendo
(callada, pero implícitamente) el derecho a una indemnización (SCBA, causa L
70185 “Rodriguez“, voto del Dr. Roncoroni) no admite la vigencia de un principio
general de eximición de responsabilidad en materia de costas, para quien haya
obligado a otro a litigar a fin de obtener el restablecimiento de la legalidad, pues el
citado axioma, entrañablemente vinculado a la idea de reparación, expresa un
principio general del derecho, que no solo reconoce aplicación en el ámbito de la
responsabilidad civil, sino que nutre y sustenta todos los regímenes de
responsabilidad y regula cualquier disciplina jurídica (CSJN, Fallos 182:5, 308:789,
308:1118, 308:1160, 315:689, 320:1999, 321:2637, A. 126. XXXVI, “Angel
Estrada y Cía. S.A.“; SCBA, L 81826, “Yaman“; entre otros); "porque la idea de
que el resarcimiento del derecho hace necesario que se impongan las costas al
causante del pleito seguido para lograrlo, es admisible al lado de cualquier
concepto de ese restablecimiento.“ (CHIOVENDA, op. cit. pág. 279). –
En el supuesto de autos, la Administración provocó un daño por su obrar
ilegítimo, eventualidad que obligó al accionante a promover el presente juicio para
obtener el resarcimiento por la pérdida y perjuicios que tal accionar le ocasionó, de
modo que no resulta justo ni razonable imponerle, total o parcialmente, las
consecuencias económicas de esa conducta ilegítima. –
En cuanto al aspecto subjetivo, es del caso señalar que el carácter público
o estatal del sujeto litigante del proceso contencioso administrativo no modifica lo
expresado, puesto que la Administración “no puede sustraerse a los principios
generales en tanto y en cuanto, respecto de los administrados o particulares con
quien litiga, no aparece en ella esa posición de supremacía (y, respectivamente,
de obediencia), justificada por la necesidad e interés público, sino antes bien, unos
y otros se presentan asumiendo la defensa de derechos y obligaciones recíprocas
apoyadas en una razón de justicia (…) Lo contrario, implicaría considerar a la
justicia como una carga pública que debe ser soportada en silencio, en
compensación del mero «beneficio» -así considerado- que el fallo atribuye al
declarar el derecho de la parte vencedora (…) Este beneficio de justicia debe ser
íntegro, y no tener como contrapeso la carga de las costas, considerándose que
ellas no son aplicables al Estado cuando éste es vencido en el litigio“ (BIELSA,
Rafael: Ideas Generales sobre lo Contencioso Administrativo, ed. J. Lajoune y
Cia., Buenos Aires 1936, pág. 83, cit. por ARGAÑARAS, Manuel J.: Tratado de lo
contencioso administrativo, ed. TEA, Buenos Aires 1955, pág. 254). –
Asimismo, no halla asidero jurídico alguno la arbitraria discriminación que
realiza la norma en crisis, aplicando un criterio desigual para los procesos de
apremio donde Estado provincial siempre es actor (y generalmente vencedor), a
diferencia del proceso contencioso administrativo, donde la mayoría de las veces
reviste la condición de demandado, violando de ese modo el artículo 16 de la
Constitución Nacional, en tanto la aplicación parcial de costas a los demandantes,
constituye un privilegio inaceptable de la Administración que no reconoce causas o
motivos de interés público. Adviértase asimismo, que frente a la carga que se
impone al particular, mediante la aplicación de costas por su orden, la
Administración cuenta con un cuerpo estable y permanente de abogados
altamente especializados en la materia, situación que, a diferencia de aquél, no le
provoca ningún costo adicional, circunstancia que alienta la litigiosidad excesiva y
aventurada, con la consiguiente sobrecarga jurisdiccional, puesto que, el sistema
de costas vigente, en tanto no prevé consecuencia alguna para los pedimentos
dilatorios e inoficiosos, a excepción de los limitados supuestos de temeridad y
malicia, promueve la especulación dilatoria de la defensa estatal. –
Pero más grave es la convalidación del estado de ilegalidad endémico que
padece la administración pública, al que coadyuva el modelo impuesto por la
reforma de la ley 13.101, que, en materia de costas, no prevé consecuencia
alguna frente al estado de ilegalidad: es lo mismo la actuación ajustada a derecho,
que un obrar contrario al orden jurídico, pues no existe estímulo para la reparación
de la ilegalidad, o lo que es peor aún, se coloca en cabeza del afectado la carga
económica del obrar ilegítimo de la Administración. –
De modo que, esta situación creada por la Ley 13.101, resulta contraria a
los principios y postulados previstos por la Convención de las Naciones Unidas
contra la Corrupción (Ley 26.097), cuyo artículo 5 inc. 1, prevé que "Cada Estado
Parte, de conformidad con los principios fundamentales de su ordenamiento
jurídico, formulará y aplicará o mantendrá en vigor políticas coordinadas y eficaces
contra la corrupción que promuevan la participación de la sociedad y reflejen los
principios del imperio de la ley, la debida gestión de los asuntos públicos y los
bienes públicos, la integridad, la transparencia y la obligación de rendir cuentas.“
En igual sentido, el inc. 2 establece genéricamente que "Cada Estado Parte
procurará establecer y fomentar prácticas eficaces encaminadas a prevenir la
corrupción."; mientras que su inciso subsiguiente preceptúa que "Cada Estado
Parte procurará evaluar periódicamente los instrumentos jurídicos y las medidas
administrativas pertinentes a fin de determinar si son adecuados para combatir la
corrupción“.–
En punto a la violación del principio de igualdad en la que podría derivar la
aplicación del criterio establecido por el art. 51 del CCA, es del caso recordar que
la Cámara Contencioso Administrativa de San Martín ha declarado la
inconstitucionalidad del citado precepto, con fundamento en los Artículos 16 de la
Carta Magna y 11 de la Constitución Provincial, por la desigualdad generada entre
quienes obtuvieron una resolución favorable en sede administrativa y aquellos que
se vieron obligados a promover una actuación jurisdiccional para obtener una
decisión que se pronunciara sobre sus derechos, de naturaleza alimentaria (in re,
causa Nº 34/2004, “Asenjo“). Es que, como señala Chiovenda "La exención del
estado en cuanto al pago de las costas, caso de vencimiento, va también contra el
principio de que las cargas públicas deben repartirse equitativamente –conforme a
la ley de la proporcionalidad- entre los ciudadanos. La apreciación inadecuada de
los límites de las propias funciones o el quebrantamiento de las formas
establecidas, que pueden conducir a la desestimación de las demandas del
Ministerio Público o a la anulación de los actos de la autoridad, son errores de los
órganos del Estado cuyas consecuencias dañosas –costas- deben repartirse entre
todos los ciudadanos y no dejarse a cargo de aquél solo que fue su víctima directa
y que por haberse prestado a corregir tales errores es un benemérito de la
sociedad. Esto es de una justicia elemental, y no comprendo cómo en un Estado
libre puede perdurar un concepto diferente. Todo el mundo se rebelaría ante
la idea de imponer al vencedor las costas del Estado vencido; y sin embargo, no
es menos en el fondo la incongruencia de imponer a aquél el pago de las suyas“.
(op. cit. pág. 280). –
Es del caso señalar asimismo, que la SCBA tiene establecido que la
primacía de la ley sustancial sobre la adjetiva, no requiere demostración alguna de
la parte, debiendo ser advertida y reconocida por el juzgador, quien está obligado
a aplicar el derecho vigente (artículos 1, 15 y 16 del Código Civil) como también
así por la gravitación del principio juria novit curia (art. 34 inc. 4) -dispositivo legal
que expresamente estatuye que el sentenciante debe fundar su pronunciamiento
"respetando la jerarquía de las normas vigentes (artículos 163 inciso 5 del
C.P.C.C.; 47 y 63 de la ley 11.653) –SCBA, causas L 77914 y L 77859 ya citadas
y L 73148, “Sciandra“-. –
Teniendo presente lo expresado, se ha de precisar que aun cuando el texto
de la norma resulte claro, si de la necesaria interpretación que presupone su
aplicación al caso concreto, se desprende que la misma afecta derechos
claramente reconocidos en nuestra Constitución, el juez debe hacer prevalecer la
manda constitucional (artículos 31 y 28 de la CN) y que la declaración de oficio de
inconstitucionalidad de una norma "no solo es posible, sino obligatoria, pues la
Constitución no rige cuando alguien lo pide, sino siempre (arts. 31 de la
Constitución Nacional; 3 de la Constitución de esta Provincia)" (SCBA, Causa
L.81.953 "Omar" del 6-VII-2005). –
En ese sentido, la Corte Federal tiene dicho que la declaración de
inconstitucionalidad "es un acto de suma gravedad, al que sólo debe recurrirse
cuando una estricta necesidad lo requiera, en situaciones en las que la
repugnancia con la cláusula constitucional sea manifiesta e indubitable y la
incompatibilidad inconciliable...la declaración de inconstitucionalidad sólo será
procedente cuando no exista la posibilidad de una solución adecuada del juicio
por otras razones que las constitucionales comprendidas en la causa" ("Mill de
Pereyra“, CSJN, LL, 2001-F, 89). –
Por los fundamentos expuestos, y en orden a lo establecido por los artículos
14, 16, 17, 18, 28, 31, 116 de la Constitución Nacional y artículos 11 y 15 de la
Constitución Provincial, y sin perjuicio de los fundamentos expuestos por la
Cámara en lo Contencioso Administrativo de La Plata (en la causa "Montes de
Oca", Sent. del 8-III-2007), tengo para mi, que la reforma introducida por la Ley
13.101 al artículo 51 del C.C.A. es violatoria de la Constitución Nacional y
Provincial, y por tanto corresponde declarar su inconstitucionalidad, recobrando
plena vigencia el texto anterior sancionado mediante Ley 12.008. –
Por ello, citas legales, doctrinarias y jurisprudenciales, lo normado por los
arts. 50 del C.C.A. y art. 163 del C.P.C.C. –
FALLO: -
1. Admitiendo parcialmente la acción contencioso administrativa promovida
por Miguel Ángel ROSALES contra la Provincia de Buenos Aries, a quien se la
condena a pagar la suma de pesos siete mil seiscientos treinta ($7.630) con más
los intereses que paga el Banco de la Provincia de Buenos Aires en las
operaciones de depósitos a treinta días, desde el día en que cesó la conducta
lesiva (15-III-2004) y hasta su efectivo pago. La demandada deberá cumplir con el
pago de la indemnización en el plazo de sesenta (60) días contados a partir de
que adquiera firmeza el presente decisorio (artículo 163 de la CPBA). –
2. Declarando la inconstitucionalidad de la reforma introducida por la Ley
13.101 al art. 51 del CCA, e imponiendo las costas a la demandada vencida, en
virtud de lo establecido por el mismo precepto, en la redacción de la Ley 12.008. –
3. Postergando la regulación de honorarios y la integración de la tasa de
justicia para la oportunidad en que se apruebe la liquidación correspondiente. –
REGISTRESE. NOTIFIQUESE. –

Das könnte Ihnen auch gefallen