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ANABAPTISTAS

Los anabaptistas (palabra de raíz griega que significa "bautizar de nuevo") fueron un ala radical de la Reforma.
Perteneciendo en su mayor parte a clases sociales bajas, estuvieron muy lejos de constituir un grupo homogéneo, ya
que se fundaron en distintos países siguiendo orientaciones teológicas diferentes. Es un rasgo común a todos el
literalismo bíblico, derivado originariamente del primer >Zwinglio 1. Este, sin embargo, se opuso a su rechazo del
valor o validez del bautismo de los niños, que habría de convertirse pronto en su rasgo distintivo. Pero, a diferencia
de los donatistas, no se consideraban a sí mismos como rebautizados, por lo que solían denominarse "hermanos
cristianos". Pronto repudiaron otras doctrinas que consideraban no contenidas en la Escritura, especialmente las
relativas a la organización de la Iglesia 2. Se encontraron también errores cristológicos, por ejemplo en el predicador
laico anabaptista Melchior Hoffman (11543 ca.) 3, quien propugnó además una visión milenarista. Su influyente
visión se prolongó en la rama "melchiorita" de los anabaptistas, que perduró tras su muerte.

Uno de los anabaptistas más influyentes, y cabecilla de la Guerra de los Campesinos, fue Thomas Münzer/Müntzer
(ca. 1490-1525) 4. El centenario de su nacimiento dio lugar a algunos estudios importantes 5. Algunos grupos de
anabaptistas del siglo XVI sobrevivieron 6. Los "hutteritas", que buscaron refugio en Moravia bajo el liderazgo de
Jacob Hutter (11536), practicaron la comunidad de bienes, y todavía continúan en Estados Unidos. Los "mennonitas"
(de Menno Simons, 11561), también conocidos como "amish" (de Jacob Ammann, 11730), tuvieron sus orígenes en
Holanda y Suiza, y más tarde cruzaron también el Atlántico 7. La Confesión de Schleitheim (1527) 8, redactada por el
ex-monje benedictino Michael Sattler, así como la Confesión mennonita de Dordrecht (1623), pueden considerarse
como representativas de la teología de ambos grupos 9: insistencia en el bautismo de adultos; "prohibición" o estricta
disciplina de la comunidad; separación de los que no son miembros; triple rechazo de los juramentos, del uso de las
armas y de la participación en la vida política. Un rechazo más radical aún de la organización eclesiástica fue la de los
seguidores de Casper Schwenckfeld (11561) 10, que mantuvo la creencia en una Iglesia invisible a la que pertenecían
todos los que eran fieles a "la Palabra Interior del Espíritu", similar a la "Luz Interior" predicada antes por T. Münzer.
Más tarde la Sociedad Religiosa de los Amigos (>Cuáqueros) incorporaría algunas de las ideas de la Iglesia de
Schwenckfeld.

En la época de la Reforma, los anabaptistas fueron ferozmente perseguidos tanto por los católicos como por los
reformadores dominantes. Las polémicas de aquel tiempo juzgaron duramente sus posiciones doctrinales, así como
algunas desafortunadas desviaciones, entre ellas la poligamia, durante el asedio de Münster (15331535). Ha sido sólo
en nuestro siglo, especialmente a través de los mismos escritores mennonitas, cuando la profundidad e importancia
de su teología del martirio, el sufrimiento resignado y el pacifismo 11 han empezado a apreciarse, así como su
insistencia en la dimensión comunitaria de la eclesiología, con particular énfasis en la participación común en las
riquezas 12. Es importante también su búsqueda de una actitud cristiana en la política dentro de una sociedad
pluralista 13, especialmente por la influyente "Sojourners community" en Washington y en Latinoamérica 14.

Los mennonitas se reúnen internacionalmente en la Conferencia Mundial Mennonita, cuya XII asamblea se celebró
en 1990 en Winnipeg. En 1984 iniciaron conversaciones ecuménicas formales con la Alianza Mundial de Iglesias
Reformadas 15 y en 1989 con la Alianza Baptista Mundial. Algunas de las conferencias nacionales de mennonitas
pertenecen a la Conferencia Mundial de las Iglesias y otras mantienen diálogos ecuménicos de ámbito local.

NOTAS:
1 E. ISERLOH, La lucha por la inteligencia de la libertad del cristiano, en H. JEDIN (dir.), Manual de historia de la
Iglesia V, Herder, Barcelona 1986, 180-306; L. DUCH, Los movimientos al margen de la Iglesia confesional, en E.
VILANOVA, Historia de la teología cristiana II, Herder, Barcelona 1989, 438-517; H. TÜCHLE-C. A. BOUMAN, Los
anabaptistas, en J. ROBIER-R. AUBERT-M. D. KNOWLES (dirs.), Nueva historia de la Iglesia III, Cristiandad,
Madrid 1966, 113-116; R. GARCÍA VILLOSLADA-B. LLORCA, Edad nueva. La Iglesia en la época del Renacimiento y
de la Reforma católica, en B. LLORCA-R. GARCÍA VILLOSLADA-F. J. MONTALBÁN (dirs.), Historia de la Iglesia
católica III, BAC, Madrid 1967, 687ss; J. D. WEAVER, Becoming Anabaptist: The Origin and Significance of
Sixteenth Century Anabaptism, Scottdale 1987; F. FERRARIO, L'anabattismo delle origini e il problema
ermeneutico, RasT 29 (1988)382-400.

2 G. H. WILLIAMS-A. M. MERGAL (eds.), Spiritual and Anabaptist Writers, Westminster 1957; M. LIENHARD
(ed.), Les débuts et caractéristiques de l'Anabaptisme. Actes du colloque Strasbourg 1875, La Haya 1977.

3 L. DUCH, Anabaptismo apocalíptico, en E. VILANOVA, o.c., 498503; K. DEPPERMANN, Melchior Hoffman:


Social Unrest and Apocalyptic Visions of the Age of Reformation, Edimburgo 1987.
4 Obras recopiladas en P. MATHESON (ed.), Edimburgo 1988; L. DUCH, Reformas y ortodoxias protestantes: siglos
XVI y XVII, en E. VILANOVA, o.c., 444-466; T. ScoTT, Fmm Polemics to Sobriety: Thomas Miintzer in Recent
Research, JEH 39 (1988) 557-572.

5 S. BRÁuER-H. JUNGHAMS (eds.), Der Theologe Thomas Müntzer: Untersuchungen zu seiner Entwicklung und
Lehre, Gotinga 1989; H. G. GoERTZ, Thomas Müntzer, Mystiker, Apokalyptker Revolutiondr, Munich 1989; E. W.
GRrrSCH, Thomas Müntzer: A Tragedy of Errors, Minneapolis 1989; B. LOHSE, Thomas Müntzer in neuer Sicht,
Gotinga 1991; T. Scan, Thomas Müntzer: Theology and Revolution in the German Reformation, Basingstoke 1992; G.
VOGLER, Thomas Müntzer. Schrii tenreihe Geschichte, Berlín 1989.

6 G. W. FORELL, Anabaptists, en NCE 1, 459-460.

7 L. DUCH, Menno Simons y los mennonitas, en E. VILANOVA, o.c., 503-505; E. FRIESEN, Iglesia de los hermanos
mennonitas, en AA.VV., Pluralismo religioso 1, Atenas, Madrid 1981; AA.VV, The Mennonite Encyclopedia, 4 vols.,
Scottdale 1955-1960; J. C. WENGER, The Mennonite Church in America, Scottdale 1966.

8 Texto en L. VON MURALT-W. SCHMIDT, Quellen für Geschichte der Tüufer in der Schweiz II, Zurich 1952, 26-36.

9 A. C. SNYDER, The life and Thought of Michael Sattler, Scottdale 1984.

10 R. EMMET McLOUGHLIN, Casper Schwenckfeld: Reluctant Radical, vale 1986.

11 Cf J. A. MIHEVC, The Politicization of the Mennonite Peace Wilnesss in the Twentieth Century, St. Michael,
Toronto 1988 (tesis doctoral).

12 L. MILLAR, Mennonite World Conference and Mennonites, DictEcuinMov, 668-669; J. SÉGUY, Un cas
d'institutionalisation du croire: Les Assemblées anabaptistes-mennonites de France, RechSR 77 (1989) 165-196.

13 D. W. BROWN, Communal Ecclesiology: The Power of the Anabaptist Vision, TI'od 36 (1979-1980) 22-29; J. R.
BURKHOLDER-C. REDEKOP (eds.), Kingdom, Cross and Community, Scottdale 1976; R. FRIEDMANN, The
Theology of Anabaptism, Scottdale 1973.

14 L. A. RUTSCHMAN, Latin American Liberation Theology and Radical Anabaptism, JEcuSt 19 (1982) 38-56.

15 R. T. BENDER, Baptism, Peace and the State in the Reformed and Mennonite Traditions: Phase Two, Mid-Stream
(1992) 41-43.

Christopher O´Donell - Salvador Pié-Ninot , Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 1987

Anabaptistas
[959]

Grupo sectario surgido en Suiza y Alemania en los primeros momentos de la Reforma. Fueron promovidos por
Stork y Münzer, que negaban el valor del bautismo infantil y volvían a bautizar a los adultos. Combatidos duramente
por el mismo Lutero, actuaron en la Guerra de los campesinos (1524-1525). Más tarde se apoderaron durante tres
años de Münster (1532) y, vencidos, fueron exterminados.

Volvieron a resurgir bajo la animación del pastor Menno en 1535 y se han mantenido hasta nuestros días bajo la
denominación de "Bautistas", siendo numerosos en Estados Unidos de América y diversos lugares.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

ANABAPTISTAS
Los anabaptistas fueron llamados los «radicales” de la reforma, ya que pensaban en una reforma de la Iglesia mucho
más profunda que la que exigían Lutero, Zwinglio y los otros primeros reformadores. La palabra anabaptistas
designa a los que bautizaban a las personas va bautizadas cuando niños: por eso eran «rebautizadores'. Nunca hubo
una comunidad homogénea que pudiera identificarse como los anabaptistas. Esta palabra se refería más bien a los
diversos grupos que concedían importancia al bautismo de los creventes y a la necesidad de un cambio radical dentro
de la Iglesia, según el modelo que se encuentra en el Nuevo Testamento.
Algunos anabaptistas proclamaban la proximidad del fin del mundo y basándose en interpretaciones de Daniel y del
Apocalipsis, indujeron a sus seguidores a tomar las armas para exterminar a los impíos. Uno de ellos. Thomas
MUntzer (1488-1525). capitaneó la revuelta de los campesinos en 15241525. Estas acciones violentas fueron en parte
el motivo por el que tanto los católicos como los protestantes persiguieran a los anabaptistas.
La mayor parte de los anabaptistas era pacifista. como los seguidores de Conrad Grebel (1498-1526). A comienzos de
1525, bautizó a un ex sacerdote llamado George Blaurock (1491-1529), después de que hiciera una profesión de fe.
Grebel y Blaurock se convirtieron en predicádores itinerantes por los alrededores de Zúrich, bautizando a hombres y
mujeres adultos y realizando sencillOs servicios en las éasas y los campos. En 1526 el consejo comÚnal de Zúrich
decretó que fueran ahogados todos los anabaptistas.
Un pequeño grupo de anabaptistas se instaló en Moravia bajo la influencia de Jacob Hutter (t 15361. Estos
((hutteritas" creían que la comunidad cristiana tenía que modelarse según el reparto comunitario de los bienes al que
se refieren los Hch 4,32-35, y se organizaron en «casas-hermanas" (Bruderhofenl. Los hutteritas eran pacíficos y
rechazaban el servicio militar y el pago de impuestos, destinados específicamente a los ejercicios militares. Su trabajo
duro y su estilo de vida austero los llevó a un cierto grado de prosperidad, pero la guerra de los treinta años ( 1618-
16481 les obligó a trasladarse a diversos paísés de Europa oriental, antes de emigrar finalmente a los Estados Unidos
por el 1880. Los hutteritas practicaban el bautismo de los adultos, comprendían la sagrada comunión como un
memorial y generalmente permanecían aislados de todos los que no compartían sus posiciones. Un grupo
anabaptista de estas características, que daba importancia a la vida común, es el que fundó Menno Simons
( 149615511 en los Países Bajos y en el norte de Alemania (.7, Mennonitl.asl.
W . Henn

Bibl.: Anabaptistas, en ERC, 1, 586-587; U. Gastaldi, Storia dell'anabattismo, Turin 1982.

BAUTISTAS
Aunque tienen algunos parecidos con los anabaptistas del s. XVl, los orígenes de las comunidades bautistas de hoy
pueden verse en las diversas ramificaciones del congregacionalismo a comienzos del s. XVIl. John Smith (1570-1612),
uno de los principales fundadores de los bautistas, sostuvo que las Iglesias del Nuevo Testamento estaban
constituidas por cristianos comprometidos y que, por tanto, debería interrumpirse la práctica de bautizar a los nifios.
El bautismo sólo debía administrarse a los que hubiesen dado pruebas de una genuina conversión.
Este énfasis de la experiencia religiosa individual condujo a dar importancia a la predicación y a la expresión
espontánea y emotiva en la liturgia. Estas características favorecieron una rápida difusión de la expresión particular
bautista del cristianismo, durante el despertar evangélico que se advirtió en Gran Bretaña y en los Estados Unidos en
los ss. XVllI y XIX. El estilo bautista resultó muy atractivo a los americanos negros, la mayor parte de los cuales
formaron Iglesias bautistas. De estas Iglesias han surgido personalidades significativas, como Martin Luther King.
Actualmente, casi el 90% de todos los bautistas viven en los Estados Unidos, donde, tomados colectivamente,
constituyen el grupo protestante más numeroso.
Para los bautistas, la Iglesia es una asociación voluntaria de creyentes comprometidos, reunidos por Cristo en el
Espíritu Santo. Han promovido vigorosamente la separación de la Iglesia y del Estado y el derecho a la libertad
religiosa. Los bautistas afirman la igualdad fundamental en la vida de la Iglesia de todos los creyentes. Cualquier
individuo puede celebrar el culto para sus compañeros cristianos y puede participar plenamente en la decisión sobre
los asuntos de la comunidad. Cada Iglesia local es plenamente capaz de escoger sus propios ministros y de gobernar
su propia vida. Esta autonomía de la Iglesia local no pretende ser aislacionista: las comunidades bautistas están
unidas en federaciones libres, llamadas «asociaciones» o "convenciones», a niveles regionales, nacionales y hasta
internacionales. La mayor parte de las Iglesias bautistas pertenecen a la Alianza Mundial Bautista, fundada en
Londres en 1905 para estimular la cooperación entre los bautistas a través de todo el mundo.
Los bautistas sostienen la suprema autoridad de la Escritura como norma para la fe y para la práctica, con el
corolario de que todos los credos posteriores son secundarios. Además, el acento en la experiencia religiosa personal
ha llevado a los bautistas a ser menos interesados y hasta a veces suspicaces frente a la teología académica, aun
cuando en la historia bautista pueden contarse no pocos estudiosos e instituciones educativas. A pesar de esto, la
credencial más importante del pastor bautista es su propia conversión religiosa. Debido al considerable número de
diversas Iglesias bautistas y de las diferencias de sus puntos de vista, ta manera, no es fácil dar una valoración global
de la actitud bautista respecto al ecumenismo. Las Iglesias bautistas que están comprometidas en el movimiento
ecuménico han contribuido especialmente a la reflexión sobre la doctrina bíblica del bautismo.
W . Henn
Bibl.: AA, VV , Iglesias bautistas, en J García Hernando (ed.), Pluralismo religioso, ], Atenas, Madrid 1992, 183-207.

BAUTISMO DE JESÚS
Bautismo se deriva del verbo baptein-baptizein, que significa « sumergir» o «lavar». indica simbólicamente una
purificación que se hace por medio del agua; se encuentra como un dato común en la fenomenología de las religiones.
Aquí se considera ante todo el hecho de si Jesús fue bautizado y cuál es el valor que su bautismo tiene para la
teología.
Hay que indicar en primer lugar que la simbología de la purificación a través del agua está a menudo presente en el
Antiguo Testamento. La carta de Pedro ve en el agua del diluvio un signo que prefiguraba el bautismo ( 1 Pe 3, 20-
21); Ezequiel vislumbra en el agua que purifica la acción futura que se realizará con el don del Espíritu (Ez 34, 24-
27); otros muchos textos hablan de las abluciones con valor de purificación. También en tiempos de Jesús, sobre todo
entre los esenios, las abluciones tenían un significado similar.
El bautismo dado por Juan es de un signo totalmente distinto del de estas abluciones. Adquiere su significado del
hecho de que los bautizados son introducidos en la parte elegida del pueblo de Israel, la que ha comprendido Y - a el
sentido de la conversión y de la penitencia como camino para llegar a él.
Como nos atestiguan los datos neotestamentarios, es un bautismo que se da con vistas al arrepentimiento Y al
perd6n (Mc 1,4), que no exige nada más y nada menos que una conducta de vida coherente con la pureza moral de la
Ley, privada de todo formalismo.
Jesús recibió ciertamente el bautismo de Juan. Este hecho está presente en todas las fuentes neotestamentarias, pero
sobre todo está en el origen de la nueva comprensión del bautismo que celebraba la primera comunidad como signo
evidente de la conversión y de la adhesión a la buena nueva del evangelio. El hecho de que Jesús fuera bautizado por
Juan está atestiguado además en virtud del criterio de discontinuidad con la praxis y la predicación de la Iglesia
primitiva. Jamás la comunidad habría podido predicar el bautismo de Jesús si éste no lo hubiera recibido de veras.
Para la comunidad, el bautismo iba destinado a los pecadores, pero este hecho habría estado plenamente en
contradicción con la proclamación que ella hacía de Jesús como Hijo de Dios y sin pecado.
Con el bautismo, Jesús expresó en su vida su adhesión plena a la voluntad del Padre en cuyas manos ponía todas las
cosas (Mt 4,15); se convirtió en imagen del cordero que toma sobre sí los pecados, Ya que solamente así pueden ser
destruidos (Jn 1,29); sumergió su existencia terrena dentro de dos bautismos: el recibido en el agua y el que él mismo
realizó en la muerte, cuando de su costado salió «sangre y agua». En efecto, los Padres de la Iglesia interpretaron
siempre la observación de Jn 19,34 como el comienzo de la Iglesia en la simbología de los sacramentos de iniciación.
En el momento de recibir el bautismo, el Espíritu desciende sobre Jesús, que, junto con la voz del Padre que entonces
se escucha, es signo de la misión que recibe, de la que no quiere sustraerse, y de una investidura que lo acredita ante
todos como el Hijo de Dios.
R, Fisichella

Bibl.: J Guillet, De Jesús a los sacramentos, Verbo Divino, Estella 31991; A, Manrique Teologia bíblica del bautismo,
Escuela bíblica, Madrid 1977; 1. de la Potterie. L'onctio,l du Christ, en NRTh 80 (1958) 225-252.

BAUTISMO
Indignos de bautizarse, Mat_3:7-8
Bautismo de sufrimiento, Mat_20:20-24
Bautismo del que cree, Mat_28:19 Mar_16:16 Act_2:38 10.48; Gal_3:27 Colosenses2.12. Juan bautiza, Mar_1:4
Bautismo de Jesús, Mar_1:9
El bautismo testifica, Luk_3:3
Agua, Espíritu, Joh_3:5
Agua abundante, Joh_3:23
Jesús y sus discípulos, Joh_4:1-2.
Conversión simultánea, bautismo, Act_8:36-37
Bautismo en el Mar Rojo, 1Co_10:1-2
Bautismo por los muertos, 1Co_15:29
Simbolismo del arca, 1Pe_3:20-22
Agua, sangre, 1 Joh_5:6

BAUTISMO
Son muchos los estudios recientes sobre el bautismo 1, pero es menos frecuente la indagación en los aspectos
eclesiales del sacramento. El bautismo instituido por Jesús fue desde el primer momento el rito de iniciación a la
comunidad de los discípulos (Heb_2:41-42; Heb_19:1-7; Mat_28:19). La reflexión primitiva vio en él la
incorporación a la muerte y resurrección de Jesús (Rom_6:3-4), la incorporación a Cristo mismo (Gal_3:27). La
enseñanza del Nuevo Testamento insiste también en la necesidad del bautismo (Mar_16:16; Jua_3:5).

El ->catecumenado, que tomó forma a comienzos del siglo II, subrayó el hecho de que los no bautizados no eran
miembros plenos de la Iglesia; así pues, eran excluidos del sacramento-sacrificio de la eucaristía después de la
liturgia de la palabra.

A partir aproximadamente del siglo III encontramos autores que afirman que el martirio puede ser un equivalente
del bautismo: se hace referencia al bautismo de sangre en la ->Tradición apostólica. Si un catecúmeno es detenido en
nombre del Señor y es ejecutado "antes de que sus pecados le hayan sido perdonados, será justificado, porque recibió
el bautismo en su sangre" (TA 19). En la Tradición apostólica hay también una referencia clara al bautismo de niños:
los padres u otro miembro de la familia hablan por él (TA 21/Jua_21:4).

La ceremonia de iniciación, tal como se refleja en las grandes homilías del siglo IV, muestra una clara conciencia de
que el bautismo supone la entrada en la Iglesia. San Agustín apelaba a la práctica litúrgica de la Iglesia: "Estudiando
las Escrituras y la autoridad de toda la Iglesia, así como la forma del mismo sacramento, se ve claramente que en el
caso de los niños hay remisión del pecado". Para él, la fe desempeñaba un papel esencial dentro de la estructura
misma del sacramento; la Iglesia, que es ->madre, da a luz por medio del bautismo.

La síntesis medieval está bien representada por santo Tomás de Aquino: el bautismo supone la remisión del pecado,
la incorporación como miembros al cuerpo cuya cabeza es Cristo; los niños son bautizados en la fe de-la-Iglesia,
punto que puede encontrarse también en Agustín.

El concilio de ->Florencia, citando una obra menor de santo Tomás, enseña que el bautismo es "la puerta de ingreso
a la vida espiritual; por él nos hacemos miembros de Cristo y entramos a formar parte de su cuerpo, la Iglesia". El
bautismo imprime carácter y no puede repetirse. El concilio de ->Trento enseña que los efectos del bautismo
transforman realmente a la persona y defiende el bautismo de niños frente a algunos reformadores.

El Vaticano II enumera los efectos del bautismo en el contexto del sacerdocio de toda la Iglesia: "Los fieles,
incorporados a la Iglesia por el bautismo, quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, y,
regenerados como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios
mediante la Iglesia" (LG 11; cf LG 7). Enseña además la necesidad del bautismo (LG 14.17) y la misión de la Iglesia de
bautizar (LG 17); la incorporación al misterio pascual de Cristo (SC 7); el vínculo de unidad que establece el
sacramento entre todos los cristianos (UR 3.22-23). Sólo el bautismo no basta para la plena comunión en la Iglesia
(LG 15; ->Pertenencia a la Iglesia). El concilio invita a revisar los ritos del bautismo y del catecumenado (SC 64-69).
En el período posconciliar se reconoció el bautismo conferido en otras Iglesias y se abandonó la práctica "tutiorista"
del bautismo condicional para los que querían reconciliarse con la Iglesia católica.

El Código de Derecho canónico de 1983 da una definición sucinta del sacramento con sus efectos: "El bautismo,
puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para la salvación, por el cual los
hombres son liberados de los pecados, reengendrados como hijos de Dios e incorporados a la Iglesia, quedando
configurados con Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente sólo mediante la ablución con agua
verdadera acompañada de la debida forma verbal" (CIC 849). Los cánones siguientes tratan de la celebración del
sacramento, el ministro (ordinario: obispo, sacerdote o diácono; extraordinario: cualquier persona), el sujeto, los
padrinos, los casos especiales (CIC 849-871). En el caso del bautismo de niños es necesario que los padres, o al
menos uno de ellos, den su consentimiento; debe haber una esperanza fundada de que el niño será educado en la
religión católica (CIC 868). El mejor momento es el domingo, especialmente durante la vigilia de la pascua; el lugar
propio es la iglesia parroquial u otro oratorio (CIC 857-858).

Recientes diálogos ecuménicos sobre el sacramento han desembocado en el documento de Fe y Constitución


Bautismo, eucaristía y ministerio (Lima 1982). En él se ve el bautismo como un signo del reino de Dios y de la vida
del mundo venidero (n 7). Esboza la doctrina escriturística sobre el bautismo y señala las diferencias entre las
Iglesias (nn 1-22). En relación con los efectos eclesiales del bautismo observa: "El bautismo es signo y sello de
nuestro común discipulado. A través del bautismo, los cristianos se unen a Cristo, entre sí y con la Iglesia de todos los
tiempos y lugares. Nuestro común bautismo, que nos une a Cristo en la fe, es pues un vínculo básico de unión. (...) El
vínculo del bautismo constituye una llamada de atención a las Iglesias para que superen sus divisiones y manifiesten
visiblemente su seguimiento" (n 6).

En las tradiciones pentecostales y carismáticas se observa un mayor énfasis en el "bautismo en el Espíritu Santo", al
que se designa con distintos términos (->Renovación carismática). No se trata de un segundo bautismo, sino de una
revitalización del bautismo, de una experiencia de conversión que abre a los dones y el poder del Espíritu Santo. Las
explicaciones teológicas varían, pero una posición intermedia lo consideraría como una efusión del Espíritu Santo o
una misión del Espíritu. Hay datos patrísticos suficientes para afirmar que el bautismo en el Espíritu, sea cual sea su
nombre, debería ser normativo para la vida cristiana, en lugar de ser una gracia excepcional. La postura general de
los pentecostales es que el bautismo de agua, recibido después de una experiencia adulta de conversión y de fe en
Cristo, es un bautismo cristiano válido, pero ha de completarse con la experiencia del bautismo en el Espíritu, con el
don de lenguas.

El sacramento del bautismo es el primero de los sacramentos de iniciación; está orientado a la donación especial en
la confirmación y a la plenitud de la incorporación a Cristo y a la Iglesia que tiene lugar por medio de la eucaristía`.

NOTAS: 1 AA.VV., El bautismo de niños, Phase 218 (1997); AA.VV, El sacramento del bautismo, Lumen 1 (1985); D.
BOROBIO, Bautismo de niños y confirmación: problemas teológico-pastorales, SM, Madrid 1987; Catecumenado
para la evangelización, San Pablo, Madrid 1997; Bautismo en tiempos de pluralismo, Phase 218 (1997) 97-116;
Confesar la fe común: Un solo bautismo, Diálogo ecuménico 97 (1995) 143-174; A. VELA, Reiniciación cristiana,
Verbo Divino, Estella 1986; L. BERTELLI, La iniciación cristiana hoy en América Latina. Problemáticas, desafíos y
perspectivas, Teología 2 (1989) 75-101. Diccionarios: B. BAROFFIO-M. MAGRASSI, Bautismo, en L. PACOMIO
(ed.). Diccionario teológico interdisciplinar 1, Sígueme, Salamanca 1982, 537-562; J. BETZ, Bautismo, en H. FRIES
(dir.), Conceptos fundamentales de la teología 1, Cristiandad, Madrid 1979, 154171; J. BROSSEDER, Bautismo-
confirmación, en P. EICHER (dir.), Diccionario de conceptos teológicos 1, Herder, Barcelona 1989, 81-93.

Christopher O´Donell - Salvador Pié-Ninot , Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 1987

BAUTISMO
Del griego baptízo (sumerjo) designa al primero de los siete sacramentos cristianos, el que «hace» al cristiano,
abriendo la puerta a todas las otras fuentes de santificación sacramental que lo presuponen y lo requieren. Es el
fundamento de la vida cristiana y contiene en germen todos sus futuros desarrollos.
El judaísmo conocía un bautismo de los prosélitos, además de otros muchos ritos de ablución. Pero fue Juan
Bautista en particular el que predicó el bautismo de conversión para el perdón de los pecados (Mc 1,1 -5). Se trataba
de un bautismo "escatológico", con él proclamaba que estaban a punto de llegar los últimos tiempos, con la venida
del Mesías. El mismo Jesús, al comienzo de su vida pública, se hizo bautizar por Juan. Con la teofanía que va unida a
él, el bautismo de Jesús se carga de significado, fundamentales: 1. Manifiesta su solidaridad con los hombres
pecadores y de esta manera anticipa el advenimiento que habría de sellar su cumplimiento, el "bautismo que tiene
que recibir" y en el que se cumplirá su misión (Mc f0,38), esto es, su pasión y muerte: Jesús es consagrado como
Mesías, Hijo predilecto del Padre (Mc ], 10-1 1); sobre él baja el Espíritu como una paloma del cielo y permanece
sobre él (Jn 1,32). Esta vénida manifiesta el poder creador y salvífico de Dios: lleno de Espíritu Santo y ungido como
Mesías, Jesús puede llevar a cabo su ministerio de salvación, arrebatar a la humanidad de la esclavitud del pecado y
restablecer la soberanía de Dios. Después de la resurrección de Jesús y de Pentecostés, los hombres pueden por
medio del bautismo obtener el perdón de sus culpas y la renovación del Espíritu. Mc 16,15:16 y Mt 28,18-20 nos
dicen que el Resucitado confió a sus apóstoles la misión de «hacer discípulos a todos los pueblos». Con esta orden va
ligado el bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y - del Espíritu Santo". Por medio del bautismo, en el nombre
de la Trinidad, es posible participar del misterio de la pascua de Cristo y obtener así la salvación.
El apóstol Pablo desarrolló abundantemente la teología del bautismo. Se trata de una inmersión (sepultura) en la
muerte de Cristo, "para que así como Cristo ha resucitado de entre los muertos por el poder del Padre, así también
nosotros llevemos una vida nueva» (Rom 6,4). Del hecho fundamental de haber sido bautizados en la muerte y
resurrección de Cristo se derivan numerosas consecuencias: acaba una existencia, el ser carnal queda reducido a la
impotencia y empieza una existencia nueva la nueva criatura está ya reconciliada con Dios: " habéis sido purificados,'
salvados en nombre de Jesucristo)» (1 .Cor 6,] ]) se entra en la comunión animada por el Espíritu de Cristo
resucitado, que es la comunidad mesiánica: lo mismo que la circuncisión agregaba al niño al pueblo de la antigua
alianza, así también el bautismo, nueva circuncisión (Col 2,] ]), hace entrar en la comunidad de salvación que es la
Iglesia del Nuevo Testamento: el mismo Espíritu es el sello que marca al bautizado (cf Ef ] , ] 3), es decir, lo
caracteriza como perteneciente de manera especial a Dios, el bautismo califica y determina la vida del cristiano, que
es caminar y vivir según el Espíritu.
Desde sus comienzos la Iglesia se preocupa de bautizar (Hch 2,~81 8,16: 10 48; 19,5). El mismo Pablo fue bautizado
después de su conversión ( Hch 9,18: 22,16), y bautizó luego a Crispo, a Gavo y a la .familia de Esteban ( 1 Cor 1,14-l6.
Los testimonios del s. III (sobre todo la Traditio apostolica de Hipólito) nos dicen que en la vigilia pascual se
administraba solemnemente el bautismo, junto con la unción crismal y la participación eucaristica. Los aduitos
admitidos al bautismo tenían que prepararse seriamente mediante un largo periodo de «catecumenado». Pero la
misma Traditio habla también del bautismo de los niños. La praxis del bautismo de los niños se conoce va desde los
origenes, aunque tuvo cierta regresión a lo largo del s. II'. En efecto, por esta época, cuando los mismos adultos
retrasaban la iniciación cristiana (por miedo a las culpas futuras, dada la unicidad y la severidad de la penitencia
pública, muchos padres retrasaban el bautismo de sus hijos por estas mismas razones. Pero, los mismos Padres de la
Iglesia que se bautizaran en edad adulta (como Basilio, Ambrosio, Juan Crisóstomo, Agustín) reaccionaron
enérgicamente contra esa negligencia, subravando la necesidad del bautismo para la salvación.
A continuación, con la difusión del cristianismo, tienden a desaparecer el bautismo de los adultos l la institución del
catecumenado, generalizándose la praxis del bautismo concedido a los recién nacidos, En consecuencia, la Unción
crismal y la participación en la comunión eucarística se retrasan en Occidente hasta la edad de la "discreción» El.
rito actual del bautismo de los niños se articula en cuatro momentos: acogida, liturgia de la palabra, liturgia del
sacramento, conclusion. Se empieza acogiendo a 1os padres y padrinos que presentan al niño para e1 bautismo y se le
pide que asuman el compromiso de educarlo en la fe. La palabra de Dios se propone en un abundante numero de
textos, en los que están presentes los grandes temas del nueva nacimiento, de la vida en Cristo en nosotros, de la
pertenencia a la Iglesia.
Después de la oración y de la unción con el óleo de los catecúmenos viene el verdadero rito bautismal. Se bendice el
agua, se renuncia al mal y se hace la profesión de fe en la Trinidad. El nuevo rito vuelve a resaltar el gesto de la
inmersión, que es sin duda el más expresivo; pero el gesto más común es el de la infusión del agua. Sigue la unción
con el crisma (que significa la nueva dignidad del cristiano), la imposición del hábito blanco (símbolo de
inmortalidad y de incorruptibilidad), la entrega del signo de la luz (el cristiano es un «iluminado»). El rito termina
con el rezo de la oración del Señor y la bendición. El bautismo es administrado ordinariamente por un ministro
ordenado, pero en caso de necesidad puede hacer de ministro cualquier persona, con tal de que tenga la intención de
hacer lo que hace la Iglesia. Puesto que el bautismo marca al hombre como perteneciente a Cristo y lo hace capaz de
participar del culto (le la Iglesia (se trata del don del «carácter»), el bautismo es irrepetible. Su efecto es la
purificación total, el perdón de todos los pecados, el original y los actuales.
Necesario normalmente para la salvación, el bautismo puede ser suplido por el bautismo de sangre (el martirio
sufrido por un creyente todavía no bautizado) o por el bautismo de deseo (que supone, con la fe, un deseo de recibir
su sello, cuando sólo unas circunstancias independientes de la voluntad del sujeto impiden encontrar su realización
efectiva).
R. Gerardi

Bibl.: B. Baroffio - M. Magrassi, Bautismo, en DTI, 537-562; A, Hamman, El bautismo y la conl~rmació,1, Herder,
Barcelona 1970; Neunheuser, Bautismo y confirmación, Ed, Católica, Madrid 1975; b. Borobio (ed.), La celebración
ezl la Iglesia. I I Sacramentos, Sígueme, Salamanca 1988,

-Aspecto moral.- Considerado actual mente en el marco de conjunto de la iniciación cristiana, el bautismo es el
sacramento de la vida nueva. Señala también la entrada en la comunidad de los redimidos en Cristo y, por tanto,
además de su estudio tradicional dentro de la teología sacramental, se presta también a una reflexión de tipo moral.
En la praxis de la Iglesia primitiva prevalece en el símbolo bautismal la idea del "nuevo nacimiento». Hoy esta idea
ha perdido mucho de su fuerza.
Por eso, sobre los diversos significados teológicos tiende hoy a predominar el de inserción en la comunidad de los
creyentes.
El hecho de recibir el bautismo en una edad en la que es imposible no sólo una opción libre, sino incluso la
conciencia de lo que se está haciendo, mueve a acentuar más el carácter de toda la existencia cristiana como
verificación, apropiación, realización permanente del propio bautismo.
La dimensión ética propia del bautismo se capta de manera especial a través de las promesas bautismales, que
expresan el compromiso por crear en sí mismo y en el mundo las condiciones para la acogida de la obra de Dios y la
libertad del Espíritu, y al mismo tiempo fundamentan el caracter sacramental de la moral cristiana, aun cuando -y
quizás precisamente porque- sirven para recordar que ser cristiano no puede reducirse ni mucho menos a un hecho
moral. Esas promesas bautismales comprenden, según una praxis que se remonta a los primeros siglos cristianos,
una primera parte de aspecto negativo (renuncia al mal o a Satanás) y otra segunda par te de aspecto positivo: la
adhesión a Cristo.
Renunciar al mal, a pesar de su formulación negativa, es un compromiso que se refiere a la vida cristiana en su
plenitud e implica toda una gama de positividad virtualmente ilimitada. Renunciar al mal no significa solamente
comprometerse a no cometerlo, sino comprometerse a combatir activamente el pecado, y no sólo el que uno pueda
sentir en particular la tentación de cometer, sino todo el pecado presente y activo en la historia, hasta lograr
transformar el mal en una ocasión superior de bien. Así, la adhesión a Cristo expresada en el «Credo» no se reduce a
admitir que ciertas prerrogativas de Cristo sean una realidad, sino aceptar la implicación propia, total y directa, en
estas mismas realidades. Para el creyente, Jesucristo no es simplemente un modelo en el obrar, sino la fuente de su
ser. Por consiguiente, las promesas bautismales no son en primer lugar un «acto», sino un status.
L. Sebastiani

Bibl.: J. Espeja, Para comprender los sacramentos, Verbo Divino, Estella ~1994; D.
Boureau, El futuro del bautismo, Herder, Barcelona 1973.

BAUTISMO
Institución del bautismo en vistas a la misión

Jesús habló del bautismo como de un nuevo nacimiento, por medio del "agua" y del "Espíritu" "El que no
nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,3-5). Su bautismo no era sólo de "penitencia",
como el de Juan, sino bautismo "en el Espíritu Santo" (Jn 1,33). Es bautismo "sacramento", es decir, signo eficaz de
un nuevo nacimiento, y es también la puerta de acceso a los otros sacramentos. El "bautizado" se "esponja" o
"sumerge" en el agua de la vida nueva. Además del bautismo sacramental (por el agua y la fórmula trinitaria), puede
haber el bautismo de sangre (por el martirio) y el martirio de deseo (explícito o implícito).

Después de su resurrección, Jesús confió a los apóstoles la misión de "bautizar", es decir, de hacer que la
humanidad fuera partícipe de la misma vida divina del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo "Id, pues, y haced
discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). Así lo
cumplió Pedro el día de Pentecostés "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de
Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hech 2,38). Es la misión de
llamar a la conversión y al bautismo.

Sacramento de la vida nueva y del nuevo nacimiento

El "agua" es símbolo de la vida. Es el "agua pura", anunciada por los profetas, que comunica "un corazón
nuevo" y "un espíritu nuevo" (Ez 36,25-26). Esta agua simboliza la "vida nueva" en el Espíritu (cfr. Jn 7,37-39). Por el
bautismo, renacemos "no de un germen corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios viva y
permanente" (1Pe 1,23). Esta agua es fruto de la "sangre" de Jesús, es decir, de su donación sacrificial en la cruz (Jn
19,34).

La celebración del sacramento del bautismo es un punto de partida para "revestirse de Cristo" (Gal 3,27). Por
este sacramento se confiere la gracia de ser hijos de Dios por participación en la filiación divina de Jesús. El
sacramento del bautismo imprime "carácter", es decir, comunica un don o "sello" permanente del Espíritu Santo, que
reclama la fidelidad a la gracia recibida (cfr. Ef 1,14; 2Cor 1,22). Así llegamos a ser "en Cristo una nueva criatura"
(2Cor 5,17). "Hemos sido redimidos por el autor de la vida, a precio de su preciosa sangre y mediante el baño
bautismal hemos sido injertados en El, como ramas que reciben savia y fecundidad del árbol único. Renovados
interiormente por la gracia del Espíritu, que es el Señor de la vida, hemos llegado a ser un pueblo para la vida y
estamos llamados a comportarnos como tal" (EV 79).

Hijos en el Hijo

A partir del bautismo, nuestra vida se transforma en la de Cristo, como "injertados" en sus misterios de
encarnación, muerte y resurrección (Rom 6,5). El bautizado está llamado a "caminar en una vida nueva" (Rom 6,4),
"caminar en el amor" (Ef 5,1). Hemos sido "bautizados", como invitados a iniciar un itinerario permanente para
hacernos "hijos en el Hijo" (Ef 1,5; cf. GS 22). La vida se hace camino o proceso "bautismal", como el de una
"esponja" que se va "sumergiendo" o empapando de agua. "Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo,
quedan destinados por el carácter al culto de la reli¬gión cristiana y, regenerados como hijos de Dios, tienen el deber
de confesar delante de los hombres la fe que recibieron de Dios por medio de la Iglesia" (LG 11).
Por el bautismo, se borra el pecado original (y todo pecado actual), para poder recuperar con creces el rostro
primitivo del ser humano creado a imagen de Dios. Quitado el obstáculo del pecado, se puede participar en la vida
trinitaria. Así hemos sido "lavados, santificados y justificados" (1Cor 6,11), por medio del "lavado (baño) de
regeneración y renovación en el Espíritu" (Tit 3,5). Por el bautismo, el cristiano adopta una opción fundamental y
una adhesión personal total y libre a Cristo. En este sentido, "el esfuerzo de actualización sacramental podrá ayudar a
descubrir el bautismo como fundamento de la existencia cristiana" (TMA 41).

La celebración y el significado del rito

En el bautismo se proclama la fe en Cristo, como "luz" de da sentido a la existencia (Heb 6,4; 2Cor 4,6; 2Tim
1,10). Así se ilumina la existencia cristiana de quienes son "hijos de la luz" (1Tes 5,5). El bautizado entra a formar
parte de la comunidad eclesial, que es "comunión" fraterna como reflejo de la "comunión" trinitaria de Dios Amor. La
comunidad eclesial forma "un solo cuerpo" de Cristo porque ha recibido "un mismo bautismo", tiene "una misma fe"
y "un mismo Espíritu" (Ef 4,4-5). Se entra en la comunidad eclesial por el rito del bautismo, rico en simbología
acogida, liturgia de la palabra (con oración, unción con el óleo de los catecúmenos y profesión de fe), infusión del
agua (o inmersión) con la fórmula trinitaria, unción con el crisma, imposición del hábito blanco y entrega de la luz.

Para vivir y anunciar el Misterio pascual

Se llama bautismo "en el nombre de Jesús" (Hech 2,37) porque se participa de su misma vida y destino de
Pascua, por la muerte al pecado y la resurrección a vida nueva (cfr. Rom 6,1-11). En el sacramento del bautismo
acontece, en cierto modo, el "bautismo" de Cristo, que, en el Jordán, nos representaba a todos nosotros. Las palabras
del Padre se dirigen ahora a todos cuantos nos hemos "injertado" en el misterio pascual de Cristo "Este es mi Hijo
amado, en quien me complazco" (Mt 3,17). "Por el bautismo, los hombres son injertados en el misterio pascual de
Jesucristo" (SC 6; cfr. Rom 6,3-4; Col 2,12).

El bautismo es la puerta por la que se entra en el caminar eclesial de santidad, de fraternidad y de misión.
Todo bautizado está llamado a ser santo y apóstol sin condicionamientos. En la gracia del bautismo van incluidas las
virtudes teologales y morales, así como los dones del Espíritu Santo. El sello o don permanente del Espíritu
("carácter") garantiza la respuesta fiel y generosa de toda vocación en un proceso de crecimiento hasta llegar a la
"perfección" o "plenitud" "Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios,
al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13). Cuando se vive el bautismo se siente la
urgencia de misionera de bautizar "a todos los pueblos" (Mt 28,19).

Referencias Bautismo, catecumenado, conversión, cuaresma, Espíritu Santo, Misterio pascual, Pascua, sacramentos,
Trinidad.

Lectura LG 11; SC 6, 64-70; CEC 628, 977-979, 1213-1284; CIC 849-878.

Bibliografía E. ALVAREZ, Bautizar en la fe y en el Espíritu Santo (Madrid 1976); D. BOROBIO, Proyecto de iniciación
cristiana (Bilbao 1980); T. CAMELOT, Bautismo y confirmación en la teología contemporánea (Barcelona 1961); S.
CIPRIANI, Bautismo, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica (Madrid, Paulinas, 1990) 170-179; A. HAMMAN,
Bautismo y confirmación (Barcelona, Herder, 1971); A. MANRIQUE, Teología bíblica del bautismo (Madrid, Escuela
Bíblica, 1977); B. NEUNHEUSER, Bautismo y confirmación ( BAC, Madrid, 1975); A. NOCENT, Bautismo, en Nuevo
Diccionario de Liturgia (Madrid, Paulinas, 1987) 189-209; S. VERGES, Bautismo y confirmación (Madrid 1971); A.
De VILLALMONTE, Teología del bautismo (Barcelona 1965).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Bautismo
El bautismo sella para cada uno de nosotros el abrazo del Padre, es signo eficaz de las relaciones vitales que el Padre,
el Hijo y el Espíritu establecen con nosotros, nos otorga un corazón nuevo, nos capacita para practicar la obediencia
filial —como Jesús— al proyecto amoroso de Dios. El bautismo sella también nuestro ingreso en la gran familia de la
Iglesia, nos habilita para celebrar la eucaristía, escuchar la palabra de Jesús y dar testimonio de la misma, vivir la
caridad fraterna, poner nuestros dones al servicio de todos. Finalmente, el bautismo nos convierte en signo de
esperanza para toda la humanidad, ya que crea en nosotros una humanidad nueva, libre del pecado, dispuesta a
entrar en los distintos ámbitos de la convivencia humana, no con el egoísmo agresivo de quien reconduce a todos y
todo hacia sí mismo, sino con la firme disponibilidad de quien, dejándose atraer por Cristo, está dispuesto a ayudar, a
colaborar, a servir, a amar. La meditación sobre nuestro bautismo es siempre profundamente consoladora. Se trata
de una meditación que serena nuestra mirada sobre el mundo. Aunque los problemas que tenemos delante sean
enormes, el bautismo, mientras siga reviviendo en nosotros y generando cada vez nuevos hijos para la Iglesia, nos
llena de confianza, porque, en los bautizados, Cristo sigue venciendo con el amor el mal que hay en el mundo.

Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

BAUTISMO
[410]
Bautismo (del verbo griego baptizein, sumergir) es, en las iglesias cristianas, el rito de iniciación, administrado con
agua, en nombre de la Stma. Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) o en el nombre de Cristo, como afirma San
Pablo, dejando implícita la Persona del Padre y la del Espíritu Santo. El Catecismo Romano recoge textos de Jn. 3. 5,
de Tit. 3. 5 y de Ef. 5. 26, y lo define como "Sacramento de la regeneración administrado por el agua y la palabra." (II.
2. 5).

Es el primero de los sacramentos, por cuanto nos abre a la vida cristiana y nos posibilita la pertenencia a la Iglesia.
Los primeros cristianos lo consideraban como el encuentro inicial con Cristo y el signo de la conversión. Ello
significaba que, con el Bautismo, dejaban las costumbres y las formas de vida paganas y se iniciaban en la vida de los
seguidores de Jesús. Es de suponer que pronto comenzaron a exigir una buena preparación y que intentaron que se
administrara el Bautismo envuelto en celebraciones de alegría.

A medida que la primitiva Iglesia fue bautizando a los hijos que nacían en el seno de los hogares ya cristianos, los
niños crecían en la piedad y en el conocimiento de Jesús. Pero debían hacer un acto de consciente aceptación del
mensaje evangélico cuando llegaban a ser mayores. Entonces se comenzó a valorar la Confirmación, o aceptación
consciente y firme de la fe recibida y de los compromisos asumidos por el Bautismo.

Se actualizó el deseo de Jesús, que también fue el que hubiera un signo de Confirmación, un sacramento de
fortalecimiento y de plenitud, como después enseñaría la Iglesia. Entonces fue cobrando importancia también la
administración del Sacramento de la Confirmación. Pero acaso esto no fue antes del siglo IV o V, cuando ya la mayor
parte del Imperio había asumido el cristianismo.

1. Elementos del bautismo


Como todo sacramento, el Bautismo es un signo sensible, un gesto, una acción, con elementos que son
imprescindibles para su recta administración.

1.1. Sacramentalidad del Bautismo

Es de fe cristiana que el Bautismo fue querido por Jesús. Quienes han visto en él sólo una práctica religiosa de los
primeros cristianos, tratando de imitar algo de lo que había hecho Jesús, no acaban de entender lo que hay detrás de
la interpretación de la Iglesia de esa voluntad divina. Los sacramentos hay que verlos a la luz de la enseñanza de la
comunidad de Jesús, de la Iglesia.

El signo sensible, su sacramentalidad, entronca con los hechos y usos de los judíos en el Antiguo Testamento. Los
israelitas ya consideraban que el "Espíritu divino se movió desde el principio por la aguas" (1 Petr. 3. 20). Pero los
cristianos pensaron que la circuncisión era insuficiente para el perdón del pecado y que la voluntad de Jesús había
sido otra. (1 Cor. 10. 2).
Buscaron en la Historia de Israel precedentes relacionados con el agua y recordaron que ya el mundo había sido
purificado por el diluvio (Gen. 6. 5-10) o que los israelitas fueron liberados por las aguas del Mar Rojo (Ex. 15. 26-31)
e introducidos en la tierra prometida por las aguas del Jordán. (Jos. 3. 14-17)

Las purificaciones con agua fueron usuales en los primeros tiempos de Israel con carácter ritual: Ex. 7. 1-5; Ex. 30.
17-20; Lev. 11. 25-40; 15. 5-7 y 18; Num. 20.13. Hasta vemos en el Antiguo Testamento los símbolos del Bautismo en
la purificación del sirio Naamán (2 Rey. 5. 1) y en los avisos de los Profetas: "Esparcid sobre vosotros agua limpia y
seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y yo de todos vuestros ídolos os limpiaré." (Ez. 36. 25; también Is.
1.16 y 4. 4; Zac. 13. 4)

1.2. El agua natural

El agua natural es el elemento que, por voluntad de Jesús, se utiliza como símbolo de purificación del pecado. Era
un signo usual en tiempos de Jesús, como vemos por los Evangelio. Pero fue también un signo frecuente en otras
religiones y creencias. En el mundo antiguo, las aguas del Ganges en India, del Éufrates en Babilonia, del Nilo en
Egipto se utilizaban para baños sagrados. El baño purificatorio fue también conocido en cultos mistéricos helenos y
babilónicos.

Antes del siglo I ya se pedía a los conversos al judaísmo que se bañaran (o bautizaran) ellos mismos, como signo
de aceptación de la Alianza (tebilath gerim). Desde la Cautividad este uso se hizo más frecuente. Lo recuerda Ezequiel
para los que regresen a Israel. (Ez. 36. 25).

En esta tradición se debe situar a Juan el Bautista, que apareció predicando penitencia y urgiendo a los judíos a
bautizarse en el Jordán para la remisión de sus pecados (Mc. 1. 4). A Juan fue Jesús a bautizarse en la aguas del
Jordán.

La interpretación posterior de los grupos cristianos sería diversa. Unos, las Iglesias de Oriente, prefirieron
conservar el gesto de la inmersión como forma de actuación bautismal. En Occidente se extendió la costumbres de
verter (efusión) el agua o en ocasiones rociando con ella a los que se bautizan (aspersión). El común denominador de
todas las formas bautismales fue el sentido purificador del agua. Así se presentaría siempre como un sacramento, o
un signo, de gracia y conversión
En los textos del Nuevo Testamento sólo se habla del agua sin más: Jn. 3. 5; Hech. 10. 47; Ef. 5. 26; Hebr. 10. 22.
Los escritores cristianos multiplicarían después sus comentarios y sus interpretaciones. En la Didajé se da el
testimonio explícito de los primeros tiempos cristianos: " "Bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo con agua viva[agua corriente). Si no tienes agua viva, bautiza con otra clase de agua; si no puedes hacerlo con
agua fría, hazlo con agua caliente. En todo caso derrama tres veces agua sobre la cabeza en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo." (cap. 7)

También fue frecuente en los tiempos primitivos hacer tres inmersiones, como testimonian muchos escritores
antiguos (Tertuliano. De cor. mil. 3; Didajé 7; San Cipriano Ep. 69.2, etc.). Se hacía así para significar que el
Bautismo se administraba en referencia a las tres divinas personas. Sin embargo en otros lugares, como en la Iglesia
española, con permiso del Papa San Gregorio Magno (Epist. I. 43) se usó desde el siglo III una sola inmersión, para
simbolizar la consustancialidad de las tres divinas personas, contra la herejía de Arrio.

1.3. La fórmula trinitaria

La fórmula (o forma decía Santo Tomás) del Bautismo son las palabras del que lo administra, las cuales acompañan
la ablución con la expresión de su intención.
Para que sea válido el Bautismo, la Iglesia enseñó siempre que es necesario invocar a las tres divinas Personas. Tal
fue la voluntad explícita de Jesús (Mt. 28. 19). Así lo entendieron los primeros cristianos: Didajé 7; S. Justino.
Apología 1. 61; San Ireneo, Adv. haer. III.17.

Pero, en cuanto a los pormenores, siempre hubo algunas diferencias entre las Iglesias. La latina emplea: "Yo te
bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Y en Oriente se suele decir: "Bautizamos a este siervo
de Dios en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu."

En algunos textos bíblicos se habla sólo del Bautismo en el nombre del Señor Jesús: Hech. 2. 38; 8. 12 y 16. También
S. Pablo usa la expresión "en Cristo Jesús": Rom. 6. 3; Gal. 3. 27.

Pero no se puede entender que sólo aludieran al Señor Jesús, siendo tan clara la indicación trinitaria del Señor. Lo
más probable es que se refirieran al Bautismo querido por Jesús, que era por su intención diferente a las simples
abluciones purificatorias de Juan y de otros bautistas judaicos.

2. La acción de bautizar

Los Apóstoles entendieron desde el primer momento lo que implicaba el Bautismo como gesto y lo prodigaron
entre todos los que se les unieron para reconocer el carácter mesiánico del Señor Jesús: Hech. 2. 38 y 41; 8. 12; 8. 36;
9. 18; 10. 47; 16. 15 y 33; 18. 8; 19. 5; 1 Cor. 1. 14. Fue la etapa kerigmática de la Iglesia, en la que el Bautismo era la
expresión de una adhesión a Jesús y de un compromiso de nueva vida.

Pronto el Bautismo se fue haciendo más exigente en cuanto a preparación y se reclamó una claridad de intenciones
y de doctrina para unirse a la comunidad creyente. Los compromisos cristianos significaban algo más que mera
confesión. Todos recordaron las enseñanza de Jesús: "No el que dice Señor entre en el Reino de los cielo, sino el que
cumple la voluntad del Padre."(Mt. 7.21)

Tal disposición se advierte en los primeros escritores: Didajé 7; Epístola de Bernabé 11. 1; San Justino mártir, Apol.
1. 61. La más bella explicación sobre el las exigencias del Bautismo la daba Tertuliano, hacia el año 200.

El Catecumenado se centró en la preparación del Bautismo desde la perspectiva de la fe y de los conocimientos


cristianos. Es S. Hipólito de Roma el que mejor nos recogió las ceremonias (Traditio Apostólica) y justificó el porqué
de la formación cristiana como condición de la aceptación de la fe.

En algunas cristiandades, como en Milán con S. Ambrosio (De sacr. Il. 7. 20), unieron el Bautismo estrechamente
con el Símbolo apostólico. Se hacía al bautizando tres veces la pregunta de si creía las verdades que en el Credo se
contenían. A cada confesión de fe por su parte, se le sumergía en la piscina bautismal. Así has tres veces, en
referencia a las tres partes del Credo que confiesan la fe en las Tres Personas.

3. Institución divina

Jesús comenzó su vida de profeta haciéndose bautizar por Juan. Los seguidores de Jesús, como es natural,
tomaron como modelo de su Bautismo el que recibió Jesús en el Jordán. Allí Juan, el Precursor enviado por Dios
para prepararle el camino, le administró el signo del cambio de vida, de la conversión.

Juan era llamado el Bautista por el modo que tenía de anunciar la necesidad de una nueva vida: bautizaba, lo cual
significa que lavaba con agua a quienes le seguían. "Dios habló en el desierto a Juan, hijo de Zacarías, y comenzó a
recorrer las tierras ribereñas del Jordán, bautizando a la gente. Proclamaba que la conversión es necesaria para
recibir el perdón de los pecados. Pues así estaba escrito en el Profeta Isaías cuando decía: Se oye una voz en el
desierto que dice "Preparad los caminos al Señor"... Juan decía: Yo bautizo con agua, pero detrás viene otro que
bautizará con fuego y con Espíritu" (Lc. 3. 1-15)

Después de que Jesús se bautizó, como inicio de su misión en la tierra, también se puso a bautizar: "Fue con sus
discípulos a la región de Judea y se puso a bautizar a la gente. Juan seguía bautizando en Ainón, cerca de Salim,
donde había abundancia de aguas y muchos iba a él. Los seguidores de Juan le dijeron: "Maestro, aquel de quien
diste testimonio en el Jordán se ha puesto también a bautizar y todos se van con detrás de él".
Entonces Juan les respondió: "El hombre sólo puede tener lo que Dios le da. Vosotros mismos sois testigos de que
yo he dicho: "No soy el Mesías, sino que he venido como su precursor." Ha llegado ahora el momento de mi mayor
gozo, pues en adelante El debe crecer y yo debo disminuir".

Incluso los fariseos se enteraron de que cada vez aumentaba más el número de los seguidores de Jesús y de que
bautizaba más que Juan. Aunque la verdad era que no bautizaba Jesús, sino sus discípulos. Y por eso Jesús dejó
Judea y se volvió a Galilea." (Jn. 3.22)

Después de la resurrección de Cristo resucitado ordenó a sus discípulos que predicaran y bautizaran a los pueblos.
"Me ha sido dado todo poder, en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo." (Mt. 28. 18)

El Bautismo se convirtió en el rito cristiano de iniciación desde el principio. (Hech. 2. 38). Fue el signo de la
remisión de los pecados. Muy influido por la doctrina de San Pablo, vino a ser entendido también como participación
en la muerte y resurrección de Cristo (Rom. 6. 3-11). Fue y es también el camino sacramental por el que los conversos
reciben los dones del Espíritu Santo (Hech. 19. 5-6; 1 Cor. 1. 12).

3. Institución divina

Jesús comenzó su vida de profeta haciéndose bautizar por Juan. Los seguidores de Jesús, como es natural, tomaron
como modelo de su Bautismo el que recibió Jesús en el Jordán. Allí Juan, el Precursor enviado por Dios para
prepararle el camino, le administró el signo del cambio de vida, de la conversión.

Juan era llamado el Bautista por el modo que tenía de anunciar la necesidad de una nueva vida: bautizaba, lo cual
significa que lavaba con agua a quienes le seguían. "Dios habló en el desierto a Juan, hijo de Zacarías, y comenzó a
recorrer las tierras ribereñas del Jordán, bautizando a la gente. Proclamaba que la conversión es necesaria para
recibir el perdón de los pecados. Pues así estaba escrito en el Profeta Isaías cuando decía: Se oye una voz en el
desierto que dice "Preparad los caminos al Señor"... Juan decía: Yo bautizo con agua, pero detrás viene otro que
bautizará con fuego y con Espíritu" (Lc. 3. 1-15)
Después de que Jesús se bautizó, como inicio de su misión en la tierra, también se puso a bautizar: "Fue con sus
discípulos a la región de Judea y se puso a bautizar a la gente. Juan seguía bautizando en Ainón, cerca de Salim,
donde había abundancia de aguas y muchos iba a él. Los seguidores de Juan le dijeron: "Maestro, aquel de quien
diste testimonio en el Jordán se ha puesto también a bautizar y todos se van con detrás de él".

Entonces Juan les respondió: "El hombre sólo puede tener lo que Dios le da. Vosotros mismos sois testigos de que
yo he dicho: "No soy el Mesías, sino que he venido como su precursor." Ha llegado ahora el momento de mi mayor
gozo, pues en adelante El debe crecer y yo debo disminuir".

Incluso los fariseos se enteraron de que cada vez aumentaba más el número de los seguidores de Jesús y de que
bautizaba más que Juan. Aunque la verdad era que no bautizaba Jesús, sino sus discípulos. Y por eso Jesús dejó
Judea y se volvió a Galilea." (Jn. 3.22)
Después de la resurrección de Cristo resucitado ordenó a sus discípulos que predicaran y bautizaran a los pueblos.
"Me ha sido dado todo poder, en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo." (Mt. 28. 18)
El Bautismo se convirtió en el rito cristiano de iniciación desde el principio. (Hech. 2. 38). Fue el signo de la
remisión de los pecados. Muy influido por la doctrina de San Pablo, vino a ser entendido también como participación
en la muerte y resurrección de Cristo (Rom. 6. 3-11). Fue y es también el camino sacramental por el que los conversos
reciben los dones del Espíritu Santo (Hech. 19. 5-6; 1 Cor. 1. 12).

4. Así lo vio la Iglesia

Jesús quiso que el Bautismo fuera la señal de ingreso en la Comunidad que dejó al marchar de este mundo. No
basta considerarlo sólo como un elemento purificador del pecado original. Es mucho más. Es la puerta de la fe.
Después de 2.000 años, la Iglesia sigue viviendo la misma ilusión del comienzo: cumplir con la voluntad del Señor y
abrir la luz de la fe a todos los hombres de buena voluntad. En lo esencial no se hace otra cosa hoy que lo hecho por
los primeros cristianos.

El Bautismo era con frecuencia llamado iluminación en la Iglesia primitiva. Vino a ser considerado también como la
renuncia al mundo, al demonio y la carne, así como un acto de unión a la comunidad de la Alianza. "El que no naciere
[Vulgata: renaciere] del agua y del Espíritu [Vg: del Espíritu Santo] no puede entrar en el reino de Dios." (Jn. 4. 4.).
Por eso la Iglesia siempre entendió el Bautismo como el sello de los elegidos por Dios para el Reino de su Hijo y le
siguió presentando como tal a lo largo de la Historia.

El Concilio Vaticano II declaraba: "Los bautizados son consagrados, por su regeneración y la unción del Espíritu
Santo, como casa espiritual y sacerdocio santo, para que, por medio de toda obra del hombre cristiano, ofrezcan
sacrificios espirituales y anuncien el poder del que los eligió de las tinieblas a su admirable luz... (Lumen Gent. 11)

5. Mandato bautismal

Jesús mandó a sus Discípulos que fueran por todo el mundo anunciando la palabra divina. Pero les mandó de
manera especial que bautizaran y convirtieran a cuantos estuvieran dispuestos a recibir la fe. "Id por todo el mundo y
haced nuevos discípulos entre todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
y enseñándolos a cumplir lo que yo he mandado". (Mt. 28. 19-20)
Ellos marcharon por toda la tierra y su caminar ha durado hasta hoy en que los seguidores de Jesús sienten el deseo
de que en todos los rincones del mundo se proclame el Reino de Dios.

El Bautismo de Juan fue sólo una preparación del establecido por Cristo como consta explícitamente en el
Evangelio (Mt. 3. 11). La diferencia no estuvo en el gesto de la inmersión, sino en el misterio de la intención. Cristo no
estableció, no instituyó, el signo, sino el alcance del signo: es decir, que fuera vehículo de la gracia y del perdón.

Durante los primeros días de su existencia, la Iglesia se dedicó a la plegaria y sobre todo a anunciar el mensaje del
Señor, pues fue la orden que del mismo Señor recibió. Los Apóstoles anunciaban el Bautismo como gesto de nueva
vida y perdón. Pero lo anunciaban con obras. Bautizaban a todos en el nombre de Jesús. "Todos los que les habían
oído decían a Pedro y a los demás Apóstoles: "¿Qué debemos hacer?" Y Pedro les respondió: "Convertíos y que cada
uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de vuestros pecados. Entonces
recibiréis el Espíritu Santo, como don de Dios" (Hech. 2. 37-38).

Los nuevos adeptos, no siempre se daban cuenta de lo que hacían cuando se bautizaban, como le pasó a Simón el
Mago, que, después de bautizado, quiso comprar con dinero el Espíritu Santo (Hech. 8.13), mereciendo de Pedro una
dura palabra de rechazo.

Pero muchos se bautizaban, como el ministro de la reina Candace, de Etiopía, quien, después de recibir la
explicación de Felipe, le preguntó: "Aquí hay agua. ¿Qué impide que yo me bautice? Ante la respuesta de Felipe:
"Nada, si crees de corazón", se bautizó y siguió dichoso y alegre su camino. (Hech 8. 26-38)
Es que para los primeros cristianos la recepción del Bautismo se presentaba más como una conversión, es decir una
vida, no como un rito, esto una práctica piadosa. Era ciertamente un sacramento en toda su plenitud. Simbolizaba la
transformación del hombre viejo en el hombre nuevo hecho conforme a la imagen de Jesús.

Hubo también en los primeros momentos cristianos que llegaron a la fe por etapas. "Encontró Pablo en Efeso un
grupo de creyentes a quienes preguntó: ¿Habéis recibido el Espíritu Santo?

Respondieron: Ni siquiera hemos oído hablar de si hay Espíritu Santo.

Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido? preguntó Pablo.

El de Juan, contestaron.

Pablo les explicó: Juan bautizaba como señal de conversión e invitaba a la gente a creer en el que había de venir
después de él, es decir en Jesús.
Al oír esto, se bautizaron en el nombre de Jesús, el Señor. Y, cuando Pablo les impuso las manos, descendió sobre
ellos el Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas y a profetizar. Eran unas doce personas". (Hech. 19. 1-7)

5.1. El Bautismo en la historia

A lo largo de la Historia de la Iglesia, el Bautismo ha estado siempre en lugar preferente entre las atenciones de los
Pastores. San Pablo escribía: "¿No sabéis, queridos hermanos, que por el Bautismo hemos sido vinculados a Cristo y,
por lo tanto, nos hemos asociado a su muerte? Por el Bautismo, hemos sido sepultados con Cristo y hemos muerto
también con él. Y, si Cristo venció a la muerte resucitando glorioso por el poder del Padre, preciso es que también
nosotros emprendamos nueva vida. Porque hemos sido injertados con Cristo, el Señor". (Rom. 6. 1-5)
Cuando los cristianos se multiplicaron y muchos ya se bautizaron de niños, se estableció la costumbre de nombrar
un padrino para que ayudara al nuevo cristiano, al llegar a la madurez, a instruirse bien en la doctrina de la Iglesia en
la que se había ingresado. Ese padrino fue un testigo de la fe recibida, pero también una garantía de la educación
posterior que se habría de conseguir. Sería en la Edad Media, cuando los reinos bárbaros se “cristianizaron” cuando
esa institución del padrinazgo bautismal se hizo sistemática.

La legislación de la Iglesia da especial importancia catequística a esa figura bautismal: "Su función es asistir en su
iniciación cristiana al adulto que se bautiza y, juntamente con los padres, presentar al niño... y procurar que luego
lleve vida cristiana congruente con el bautismo." (C.D.C. c. 872)

6. El rito bautismal
El rito del Bautismo se fue complicando, o completando, con el tiempo, precisamente porque los cristianos
crecieron en el sentido de la fe. Los primitivos escritos cristianos, tal como la Didajé refleja, realizaban una acción
familiar y sencilla. Pero desde el siglo III se desarrolló una liturgia hermosa y completa. La "Tradición Apostólica"
(hacia el 215), atribuida al presbítero romano San Hipólito, describe, como parte del rito, un ayuno preparatorio y
una vigilia, una confesión de los pecados, la renuncia al demonio y un lavado con agua, seguido de una imposición de
manos o la unción con aceite consagrado. En la Iglesia occidental, la imposición de manos y la unción se
solemnizaron en la confirmación, aunque se mantuvieron también en el Bautismo.

Al bautizarse la mayor parte de hijos de cristianos en la infancia, la catequesis bautismal se desarrolló


posteriormente: en la infancia media, al llegar al uso de la razón. Luego se asociaría a la Primera Comunión, y
también a la Confirmación, al crecer en cierta plenitud personal de vida y de responsabilidad.

Hoy se tiende a revitalizar esa orientación catequística, de forma que el Bautismo no quede escondido en las
tradiciones de las familias cristianas y la educación de la fe se orienta por otros caminos menos convencionales y más
bautismales y eclesiales.

6.1. Sujeto del Bautismo Los posibles y deseables receptores del Bautismo son todos los hombres que no están
bautizados. Por deseo de Jesús todos los hombres tienen una llamada radical a entrar en su Reino. Precisamente para
que llegara a todos estableció su Iglesia y la envió por el mundo a predicar la conversión y a bautizar a todas las
gentes.

6.2. Los adultos conscientes


Son los primeros llamados, por ser capaces de entender lo que significa la fe y ser lo suficientemente libres para
acogerlas por amor. La única condición que reclama el Bautismo es la voluntad libre del que se bautiza. Eso significa
que debe saber y querer lo que hace.

En la Escritura aparecen alusiones generales a esa disposición: "El que creyere y fuere bautizado, se salvará; y el
que no creyere se condenara". (Mt. 28. 18). Se pide el arrepentimiento de los pecados: Hech. 2. 41; 8. 12; 8. 37.
También se resalta el gozo de la conversión: Rom. 6. 3; 1 Cor. 6.13.
6.3. Los niños
Pero también los niños antes del uso de razón pueden y "deben" ser bautizados, si los padres tienen fe para saber lo
que hacen con ellos y lo que se les da en el bautismo.

Con toda seguridad los niños de padres cristianos eran bautizados desde el primer momento de la primitiva Iglesia,
como se desprende de los "bautizos familiares", es decir de los casos de toda una familia bautizada que en ocasiones
se mencionan en la Escritura. (Hech. 2. 41; 11. 48; 13. 12; 16. 32;). Evidentemente, si se bautizaron los padres con
conciencia de convertidos, bautizaron a sus hijos virtualmente unidos a su fe.

Esa costumbre se prolongó a lo largo de los siglos, pues los padres miraron el beneficio divino que suponía el
perdón del pecado original, porque evidentemente no había en la infancia pecados personales.

Hoy se vive con frecuencia el Bautismo como una tradición de las familias que se han definido cristianas, sin entrar
en especiales consideraciones sobre lo que significa abrazar la fe de Jesús. Los niños son bautizados en los primeros
días que siguen al nacimiento. Se les suele designar con nombres que llevaron otros cristianos santos en los lugares
de cultura y tradición cristiana. El hecho del Bautismo suele quedar registrado, con obligación preceptiva impuesta
por el Concilio de Trento, en un libro de Bautismos de cada parroquia.

Sin embargo, con frecuencia, hay familias que no asumen bien esas ideas y sentimientos de la Tradición y se
preguntan si no es coactivo el bautizar a sus hijos o enseñarles a vivir conforme a las consignas del Evangelio antes de
que sean mayores para optar ellos por su cuenta. Las respuestas se diversifican según las creencias y la conciencia de
los padres.

Pero harán bien en considerar, si su fe es clara, que no es bueno demorar un beneficio espiritual, como es la gracia
divina, hasta su edad de discernimiento, cuando ningún beneficio natural, salud, riquezas ambientales, protección,
demorarían, aunque el niño ni pueda apreciarlo y explícitamente demandarlo.

Algunos teólogos "demasiado humanistas", como Erasmo de Rotterdam, se inclinaron por el retraso del Bautismo
a la edad del discernimiento o, al menos, reclamaron una explicitación de la fe al llegar a ese estado. El Concilio de
Trento salió al paso de esta opinión (Denz. 870 a 873) y reclamó para los niños de familias cristianas el beneficio de
la fe infusa recibida en el Bautismo y el derecho a una educación progresiva o continua en esa fe.

7 Algunos problemas especiales

Se presentaron en los primeros tiempos y la Iglesia los resolvió con claridad y precisión, pues siempre tuvo claro lo
que Jesús quiso al establecer el Bautismo como signo de ingreso en el cuerpo eclesial.

7.1. Bautismo vicario.

Se llamó así en algunos lugares al uso de bautizarse en nombre de alguien que no había podido o querido del todo
bautizarse en vida. Alude a él S. Pablo (1 Cor. 15. 29): "Algunos dicen bautizarse en nombre de los muertos. ¿A qué
viene el bautizarse por los muertos?"
Los muertos ya no pueden ser liberados de sus pecados, pues no pueden ya rechazar el mal o elegir el bien. Ni
puede hacerse en su nombre, pues el Bautismo sólo se hace en nombre de Cristo; ni en su lugar, pues los vivos no
pueden ponerse en lugar de los muertos.

Los grupos cristianos que practicaron ritos supersticiosos con los difuntos fueron rechazados por diversos sínodos
y encuentros episcopales antiguos, como el de Hipona en el año 393 y el de Cartago en el 397.
7.2. Rebautizados

Del mismo modo se rechazó siempre la repetición del bautismo, pues en la Escritura quedó claro que el perdón del
pecado se obtiene sólo una vez. Es inadmisible el concepto de rebautizar, por el carácter que imprime este
sacramento irrepetible.

Algunas iglesias de Oriente, al negar la identidad cristiana de la Iglesia Católica, no reconocen el Bautismo
administrado en ella y rebautizan a quien quiera adherirse a su Ortodoxia. No hace así la Iglesia Católica respecto a
los que se acercan a su seno procedentes de otras confesiones cristianas, siempre que en ellas se haya conservado lo
esencial del rito bautismal: el agua, la palabra trinitaria y la intención.

7.3. Bautismo de sangre

La Iglesia consideró siempre como Bautismo auténtico, y de singular grandeza, el de sangre o martirial. Cuando un
catecúmeno, o incluso un pagano, mueren por odio a Cristo y a causa de El, la Iglesia lo mira como miembro selecto
de ella. Piensa que ingresa por vía del amor, y no del agua, en la comunidad creyente, al dar la vida por odio a la fe.
Desde tiempos antiguos los veneró como miembros del Cuerpo Místico y los ensalzó con todos los honores de los
mártires.

Tal fue el caso de los niños de Belén, asesinados por Herodes, a los cuales tributa una fiesta litúrgica con el nombre
de Santos Inocentes (28 de Diciembre).

Y se repitió en tiempos de persecuciones, cuando eran arrebatados a la vida por odio al nombre de Jesús. Aunque
no estuvieran bautizados con el agua, la Iglesia siempre pensó que el amor todo lo suple. El mismo Señor lo dijo: "A
todo aquel que me confesaré delante de los hombres yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los
cielos." (Mt. 10. 32). Y también anunció: "El que perdiere su vida por amor mío, la encontrará otra vez." (Mt. 16. 25)

San Agustín decía: "Es una ofensa orar por un mártir; pues lo que tenemos que hacer es encomendarnos a sus
oraciones. "(Serm. 159. 1)

9.4. Transmite al Espíritu Santo


La presencia del Espíritu de Jesús se hace real en cada alma cuando es santificado el hombre por el agua bautismal.
Esa presencia divina equivale a la misma gracia, pero se entiende como una manifestación nueva de amistad con la
Stma. Trinidad en su plenitud. Por el Bautismo nos convertimos en templos de Dios y en campos de siembra divina.

Decimos, en consecuencia, que somos receptores de la divinidad, que quedamos como "divinizamos", aunque la
expresión suene a panteísmo. Y la expresión es algo más que una metáfora.

Con la presencia del Espíritu divino, se asocia la entrada en el alma de riquezas singulares: los dones del este
Espíritu santo, las virtudes infusas o regaladas; la fe, la esperanza y la caridad.

8. Ministro

El Bautismo es administrado ordinariamente por el Párroco de la comunidad a la que pertenece el niño o el adulto
que se bautiza. En ocasiones el Bautismo de adultos lo hace el Obispo para significar más el ingreso del nuevo
creyente en la Iglesia. Y a veces el párroco delega en otro sacerdote que puede ejercer sus veces, por necesidad o
conveniencia.
Sin embargo, la Iglesia siempre ha enseñado que, en caso de necesidad, cualquiera puede bautizar, hombre o
mujer, adulto o niño, hereje o pagano. Sólo precisa agua, palabra, conciencia de lo que se hace e intención.

Se debe ello a lo valioso e imprescindible para la salvación que es el Bautismo. Hasta uno que no esté bautizado, si
lo hace con claridad de miras y con intención, podría bautizar en caso de imperiosa necesidad. El concilio IV de
Letrán (1215) lo declaró así: "Si es administrado rectamente por cualquiera en la forma que enseña la Iglesia, es
provechoso para la salvación." (Denz. 430)
El Decretum pro Armenis (1439) da una explicación más precisa: "El ministro de este sacramento es el sacerdote y
a él le corresponde el oficio de bautizar. En caso de necesidad, no sólo pueden bautizar el sacerdote o el diácono, sino
también un laico o una mujer, e incluso puede hacerlo un pagano y un hereje, con tal de que lo hagan en la forma que
lo hace la Iglesia y que pretenda hacer lo que ella hace." (Denz. 696)

El mandato de bautizar de Jesús fue dirigido en primer lugar a los Apóstoles (Mt. 28. 18). Pero siempre se
interpretó entre los cristianos que el verdadero destino de este mandato, como el de anunciar la Palabra divina, era
propiamente la Iglesia en cuanto comunidad de creyentes. De hecho consta que en ocasiones los mismos Apóstoles
confiaban a otros el bautizar y ellos se reservaban el ministerio del predicar: "[Pedro] mandó que los bautizasen en el
nombre de Jesucristo" (Hech. 10. 48) y Pablo lo proclamó: "No me envió Cristo a bautizar, sino a evangelizar." (1 Cor.
1. 17)

9. Efectos del Bautismo

El Bautismo es una fuente de gracia. La Iglesia lo miró siempre como el gran don, el primero, el permanente, el
transformante, de Jesús a los hombres, transmitido por sus manos misioneras.

Los Catecismos de todos los tiempos resaltaron la idea de que el bautismo es el signo primero y fundamental del
perdón divino y de la unión con Dios. El de Juan Pablo II dice: "El Bautismo es el fundamento de toda vida cristiana,
es la portada de la vida en el espíritu y la puerta que abre el acceso a los demás sacramentos. Por él non hacemos
hijos de Dios." (Nº 1213)

9.1. Perdona el pecado original

Ello significa que termina en nosotros el imperio del mal que nos dominaba desde el pecado de nuestros primeros
padres y que nos afectó profundamente. Gracias a la muerte redentora de Jesús, el Bautismo se convirtió en llave de
recuperación, que es lo mismo que justificación y la santificación.

9.2. Perdona el pecado personal

Como somos también pecadores, o podemos serlo, por nuestra debilidad y nuestra libertad, también el Bautismo
otorga el perdón de cualquier culpa o pena que se tenga en el momento de recibirlo.

Y no sólo destruye el pecado en cuanto culpa, esto es com0o ofensa y enemistad para con Dios, sino en sus efectos
secundarios que los teólogos llaman "pena", es decir necesidad de reparar, con la penitencia en esta vida o con la
purificación posterior a la muerte, el mal realizado.

Esto significa que en el momento del Bautismo el hombre queda especial y totalmente purificado del pecado. Es
efecto misterioso, pero ha sido siempre enseñando así por la Iglesia. La doctrina de S. Pablo afirma que con el
Bautismo el hombre viejo muere y amanece el nuevo hombre en el Señor Jesús. (Rom. 6.3.) El primero que habló de
esta visión bautismal fue Tertuliano: "Después que se ha quitado la culpa, se quita también la pena." (De bapt. 5). Y
San Agustín repitió tal enseñanza con decidido gozo. (De pec. merit. II 28)

Los males que subsisten después del Bautismo, como la concupiscencia o tendencia al mal, el sufrimiento y la
muerte, no desaparecen. Pero no tienen ya para el bautizado el carácter de castigo, sino que son medio de prueba y
purificación y de una mayor asimilación con Cristo.
Sto. Tomás decía: "Cuando llegue el tiempo de la resurrección desaparecerán en los justos todos esos males gracias
a la virtud del sacramento del bautismo." (Summa Th. III 69. 3)

9.3. Da la gracia santificante


Esta gracia significa que nos hace hijos amados de dios, que nos hace participar de su felicidad eterna y de su
misma naturaleza, que nos convierte en herederos del cielo. La gracia es don y el acceso a ella lo llamamos
justificación. Es decir, devuelve el estado de justicia y santidad que el hombre poseía antes del pecado original.

Lo devuelve como en germen, pues los efectos de aquel estado (carencia de concupiscencia, inmortalidad, ciencia
infusa) no regresan con el perdón del pecado. El cultivo de esa semilla divina tiene que ser labor posterior del
bautizado.

Por eso solemos decir que la justificación consiste en algo negativo: destruye el pecado, no solamente lo oculta
(como dice el protestantismo); pero también tiene una dimensión positiva: da la amistad y la limpieza total del alma.
Así se entiende la amistad con Dios, la santidad, la salvación. San Pablo dice: "Habéis sido lavados, habéis sido
santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios." (1. Cor. 6.11;
también Rom 6. 3; Tit. 3. 5; Jn. 3. 5; 1 Jn. 3. 9)

9.4. Transmite al Espíritu Santo

La presencia del Espíritu de Jesús se hace real en cada alma cuando es santificado el hombre por el agua bautismal.
Esa presencia divina equivale a la misma gracia, pero se entiende como una manifestación nueva de amistad con la
Stma. Trinidad en su plenitud. Por el Bautismo nos convertimos en templos de Dios y en campos de siembra divina.

Decimos, en consecuencia, que somos receptores de la divinidad, que quedamos como ”divinizamos”, aunque la
expresión suene a panteísmo. Y la expresión es algo más que una metáfora.

Con la presencia del Espíritu divino, se asocia la entrada en el alma de riquezas singulares: los dones del este
Espíritu santo, las virtudes infusas o regaladas; la fe, la esperanza y la caridad.

9.5. Imprime carácter


El Bautismo recibido válidamente (aunque sea de manera indigna o ilícita) imprime en el alma una marca
espiritual indeleble, distintiva. Ese sello, o carácter, diferencia a los bautizados de los que no lo están, en esta vida y
por toda la eternidad. Es invisible, pero real. Con él se entra en la dignidad sacerdotal de Cristo y con él se abre la
capacidad de recibir en la Iglesia todos los demás sacramentos y todos sus beneficios.

El carácter bautismal es una consagración a Cristo, es un compromiso de vida que nada ni nadie puede borrar. Por
eso el Bautismo es irrepetible, si ha sido auténtico.

9.6. Hace miembros de la Iglesia


Pues el Bautismo es la puerta de entrada en la comunidad de Jesús. Por eso decimos que vincula al Cuerpo Místico
de Cristo y hace miembros del Pueblo de Dios. No se dice que sólo queda incorporado a la Iglesia católica, sino a la
Iglesia de Jesús. En la medida en que la Iglesia es el misterio de Cristo hecho presente en la comunidad, la
pertenencia es más unitaria y mística que sociológica o legal.

El bautizado, aunque lo haya sido fuera de la Iglesia católica, se hace miembro de toda la Iglesia de Jesús, que es
una, santa, católica y apostólica, está vivificada por el Espíritu, aunque no resulte fácil esclarecer el misterio de la
realidad eclesial.

10. Necesidad del Bautismo

La Iglesia, siguiendo las mismas enseñanzas de Jesús, ha proclamado siempre la necesidad del Bautismo para la
salvación. Por voluntad de Cristo, "el que crea y se bautice se salvará, el que no crea se condenará". (Mc. 16. 15)

10.1. Necesidad salvífica


El concilio de Trento se opuso a la doctrina de los Reformadores, cuyo concepto de la justificación conduce a negar
su necesidad para salvarse. "Si alguno dice que el bautismo es algo libre y que no es necesario para la salvación, sea
anatema." (Denz. 861 y 791)

Esa necesidad depende de la conciencia y del conocimiento que tenga cada hombre. Cuando el Bautismo no se
recibe por ignorancia, los hombres no bautizados no están en la misma situación que cuando se rehuye la recepción
por malicia, indiferencia consciente o aversión a Jesús.

A muchos teólogos se les plantea una seria objeción a este principio, sobre todo cuando se piensa que la mayor
parte de los hombres en la Historia no han sido bautizados y que en la actualidad la mayor parte de los habitantes del
mundo quedan sin bautizar.

Por eso tratan de explicarlo a la luz de la misericordia divina y no al amparo de una ley evangélica. Son ciertas y
duras las palabras de Jesús: "El que no se bautice se condenará" (Jn. 3. 5 y Mc. 16. 16). Pero no es menos cierto que
"Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad." (1 Tim. 2.4)

La necesidad de medio no es intrínseca y radical, es decir, fundada en la naturaleza misma del sacramento. Es
extrínseca, ya que el Bautismo es medio en virtud de una ordenación positiva de Dios. Por eso hay que admitir que
Dios tienes sus misteriosos designios sobre los hombres y emplea los medios, incomprensibles para nosotros, para
que su obra salvadora llegue a todos los hombres que no quieran libre y conscientemente rechazarla.

Y poco más podemos decir sobre esta realidad misteriosa de la salvación de todos los hombres que por su
debilidad, su incultura, su situación humana, no van a recibir el Bautismo ni jamás llegarán o llegaron a conocer su
existencia.

10.2. Bautismo de deseo


Por eso se habla entre los teólogos del Bautismo de deseo. Es decir, que los hombres pueden tener deseo de
recibirlo, si lo conocen (deseo explícito) o pueden albergar en su corazón una voluntad buena (deseo implícito) de
cumplir la voluntad del Ser Supremo. Ese deseo implícito se identifica con la bondad natural de quien cumple con las
leyes de la recta naturaleza: hacer el bien, amar al prójimo, practicar la justicia, actuar con honradez.

S. Agustín decía: "Meditándolo una y otra vez, veo que no sólo el sufrir por el nombre de Cristo puede suplir la falta
de Bautismo, sino que también el tener fe y corazón converso puede suplirlo, si la brevedad del tiempo de que se
dispone no permitiere recibirlo." (De bapt. IV 22 y 29)

Y San Ambrosio, en la oración fúnebre por el Emperador Valentiniano II, que había muerto sin Bautismo,
proclamaba: "¿No iba él a poseer la gracia por la que suspiraba? ¿No iba a poseer lo que anhelaba? Seguramente, por
desearla, la consiguió... A él le purificó su piadoso deseo." (De obitu Val. 51-53)

El Bautismo de agua se puede sustituir, pues, en caso de necesidad y por imposibilidad de recibir el agua, por el
Bautismo de deseo y el de sangre.

Pero esta postura comprensiva de la Teología cristiana no puede hacer olvidar que quienes han recibido el don
divino de ser bautizados deben dar gracias profundas al Señor que les ha llamado a la fe y les ha dado la posibilidad
de tener ese inmenso privilegio de poseer y no sólo desear el comienzo de su vida.

10.3. Necesidad para la fe


El Bautismo es un comienzo de la vida cristiana. Pero el comienzo reclama una continuidad, es decir un
crecimiento en la fe y en el amor a Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica recoge estas palabras:" El Bautismo es el sacramento de la fe. Pero la fe tiene
necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los creyentes. La fe que se
requiere para el Bautismo no es perfecta o madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al
catecúmeno, o a su padrino, se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" El responde: "La fe" Después la fe debe
desarrollarse." (Nº 1253)

Por eso el Bautismo debe ser considerado de manera muy especial por el cristiano. Es el comienzo de la fe en
cuanto semilla radical, en la cuál está la vida y de la cual depende todo el proceso de crecimiento posterior. Pero es
también el motor, el manantial, el estímulo y el cauce de la fe en desarrollo.

Por eso es tan importante para el cristiano ordenar su vida bautismalmente, los cual significa negativamente huir
del pecado y positivamente crecer en el amor divino, en la gracia. Es lo que dice toda la espiritualidad cristiana. Es lo
que enseña S. Pablo: "Renunciad a vuestro comportamiento anterior del hombre viejo corrompido por las apetencias
y revestíos del hombre nuevo creado a imagen de Dios para llevar vida recta y santa." (Ef. 4. 22-23 y 1 Cor. 15. 40-49)

11. Catequesis bautismal

Imprescindible la dimensión bautismal de toda catequesis. Incluso es correcto decir que, a la luz de la Palabra de
Dios, no puede haber otra catequesis que la bautismal.

Esto deben recordarlo todos los catequistas de niños pequeños y de niños mayores. El Bautismo es la siembra de la
fe. Porque si no hay luego el crecimiento y la madurez, no habrá frutos de vida cristiana. Toda catequesis es
precisamente esa labor, no de siembra, que eso es tarea de la evangelización, sino de paciente cultivo, riego, abono,
protección, que todo ellos es la formación de la fe cristiana.

11.1. Criterios bautismales


Importa que el catequizando llegue a ser consciente de que es portador de un signo de la incorporación a Cristo y a
su comunidad de fe que es la Iglesia. Decir Comunidad, o Iglesia, de Jesús es aludir a Cuerpo Místico y a Pueblo de
Dios.

- Además importa despertar el sentido de responsabilidad del creyente. El Bautismo no es adhesión a un grupo
humano, a una sociedad multinacional religiosa, sino el injerto misterioso en Jesús.

- En consecuencia, el Bautismo es una puerta de entrada, no el final de un camino. El catecumenado de cualquier


tipo tiene la misión de iniciar en un camino. Luego cada adepto tiene la responsabilidad de caminar toda la vida. Así
es un catecumenado bautismal.

- Imprime un carácter y ello otorga al bautizado una dignidad sacerdotal, una responsabilidad ministerial y una
elevación sobrenatural. En la medida en que la persona, por su inteligencia y formación, puede entender y vivir esta
triple realidad, se hace cristiano vivo y fecundo. En la medida en que no llega a ello, su vida cristiana se restringe a la
pertenencia cristiana.

11.3. Compromisos bautismales


Lo importante en el Bautismo no es tanto el signo, cuanto lo que subyace debajo de él, es decir la gracia, la amistad
y el amor divino que late en el gesto del agua. Decir gracia es aludir al regalo dinámico del amor divino, de la
transformación misteriosa por la fe.

Pero esa transformación supone vida cristiana. Por eso toda catequesis bautismal implica llevar al catequizando a
vivir en conformidad con las promesas hecha en el bautismo: renuncia a Satanás y a sus obras, fe en el Padre, en el
Hijo y en el Espíritu, voluntad evangélica de vivir conforme al plan divino hecho programa en sus Iglesia amada.

11.3. Liturgia bautismal


Una línea catequística excelente es instruir y sensibilizar a los catequizandos con los ritos bautismales y con la
administración del Bautismo a los niños.

RITO DEL BAUTISMO DE NIÑOS PEQUEÑOS

Renuncias y profesión de fe

La última preparación al Bautismo consiste en la renuncia de los padres y padrinos a Satanás y en la profesión de fe
a lo que se añade el asentimiento del celebrante y de la comunidad

Celebrante dice estas palabras:

En el sacramento del Bautismo, estos niños que habéis presentado a la Iglesia van a recibir, por el agua y el
Espíritu Santo, una nueva vida que brota del amor de Dios. Vosotros, por, vuestra parte, debéis esforzaros en
educarlos en la fe, de tal manera que esta vida divina que de preservada del pecado y crezca en ellos de día en día.
Así, pues, si estáis dispuestos a aceptar esta obligación, recordando vuestro propio bautismo, renunciad al pecado y
confesad vuestra fe en Cristo Jesús, que es la fe de la Iglesia, en la que van a ser bautizados vuestros hijos.

- ¿Renunciáis al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?

Padres y padrinos dicen: Sí, renunciamos

- ¿Renunciáis a todas las seducciones del mal, para que no domine en vosotros el pecado? Sí, renunciamos.
- ¿Renunciáis a Satanás, padre y príncipe del pecado? Sí, renunciamos.
- ¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso. Creador del cielo y de la tierra?
Sí, creemos
- ¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado,
resucitó de entre los muertos y está sentado a .la derecha del Padre? Sí, creemos

- ¿Creéis en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comuriión de los Santos, en el perdón de los
pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?Sí, creemos.
Celebrante:
Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Todos dicen:Amén.

BAUTISMO

Celebrante:

El Bautismo constituye el fundamento de la vida cristiana. Aunque el don del Bautismo es pleno por parte de
Dios, sin embargo, por parte del hombre requiere respuesta y conversión; esto es: fe personal, cuando el hombre sea
capaz de ello
Celebrante: ¿Queréis que vuestro hijo N. sea bautizado en la fe de la Iglesia, que todos juntos acabamos de profesar?

Padres y padrinos: Sí, queremos.

Celebrante: N. Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

UNCION DEL SANTO CRISTMA

Celebrante: “La crismación significa el sacerdocio real del bautizado y su agregación al pueblo de Dios”.
Dice esta invocación: “Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que os ha liberado del pecado y dado
nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, os consagre con el crisma de la salvación para que entréis a formar parte
de su pueblo y seáis para siempre miembros de Cristo, sacerdote, profeta y rey.

Todos: Amén.

Imposición de la vestidura blanca.

Dice el celebrante: Buen cristiano es un bautizado que se reviste de Cristo.

N., sois ya nueva criatura y habéis sido revestidos de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de vuestra dignidad de
cristianos. Ayudados por la palabra y el ejemplo de los vuestros, conservadla sin mancha hasta la vida eterna.

Todos: Amén.
Entrega del cirio: “Cristo es la luz del mundo y los cristianos hijos de la luz que ha de resplandecer en las tinieblas.
Recibid la luz de Cristo.

A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz.


Que vuestros hijos, iluminados por Cristo, caminen siempre como hijos de la luz.
Y perseverando en la fe, puedan salir con todos los Santos al encuentro del Señor.

CONCLUSIÓN DEL RITO

Es conveniente destacar la procesión al altar con un canto apropiado, que exprese la vinculación del Bautismo con
los otros sacramentos de la iniciación y con toda la vida cristiana
Se recitación de la oración dominical.

Para prefigurar la futura participación en la Eucaristía, se termina con el Padre nuestro.

Ficha bautismal

Fecha de recepción: _ _ _ _ _ _ _ Fecha de nacimiento _ _ _ _ _ _ _

Lugar _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Templo o Parroquia_ _ _ _ _ _ _ _

Nombre o advocación Parroquial

Ministro que lo administro. Su oficio

Padrino _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Madrina _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

Otras personas asistentes: testigos_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

Nombre cristiano recibido... motivos_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

Patronos impuestos en el Bautismo_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

Otras características del bautismo:


Recibido solo o en acto parroquial comunitario_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Recuerdos de algunos asistentes_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Renovación de las promesas del Bautismo alguna vez. Recuerdo: cuándo y cómo.

Impresiones, sentimientos y compromisos hoy _ _ _ _ _ _ _ _ _

RITO DEL BAUTISMO

PARA ADULTOS Y NIÑOS MAYORES


Mientras los fieles, según la oportunidad, entonan un salmo o himno apropiado, el sacerdote, revestido con los
sagrados ornamentos, sale de la iglesia, o al atrio o se queda en el pórtico, o bien en algún otro sitio adecuado de la
iglesia, donde espera el candidato con su padrino (o madrina), antes de la liturgia de la palabra.

El celebrante saluda con amabilidad al candidato y le habla a él, a su padrino y a todos los asistentes, mostrando el
gozo y satisfacción de la Iglesia. Y evoca, si lo juzga oportuno, las circunstancias concretas y los sentimientos
religiosos con que el candidato se enfrentó al comenzar su itinerario espiritual, hasta llegar a dar el paso actual.
Después invita al candidato y a su padrino (o madrina) a que se adelanten. Mientras se acercan y ocupan un lugar
ante el sacerdote, se puede entonar algún canto apropiado, v. gr. el salmo 62, 1-9.

Introducción
Entonces el celebrante, vuelto hacia el candidato, le interroga:
— N, ¿qué pides a la Iglesia de Dios?
Candidato: — La fe.
Celebrante: — ¿Qué te otorga la fe?
Candidato: — La vida eterna.

celebracion del bautismo


Monición del celebrante
El candidato, con su padrino (o madrina), se acerca entonces a la fuente bautismal. El celebrante se dirige a los
presentes y les hace esta monición u otra similar:
“Queridos hermanos, pidamos con insistencia la misericordia de Dios Padre omnipotente en favor de este siervo de
Dios N., que pide el santo Bautismo. Y a quien él llamó y ha conducido hasta este momento, le conceda con
abundancia luz y vigor para abrazarse a Cristo con fortaleza de corazón y para profesar la fe de la Iglesia. Y que le
conceda también la renovación del Espíritu Santo, que con insistencia vamos a invocar sobre esta agua.
Bendición del agua
Entonces el celebrante, vuelto hacia la fuente, pronuncia la bendición siguiente:

“Oh Dios, que realizas en tus sacramentos


obras admirables con tu poder invisible:
haz que esta agua reciba, por el Espíritu Santo,
la gracia de tu Unigénito,
para que el hombre, creado a tu imagen
y limpio en el Bautismo,
muera al hombre viejo
y renazca, como niño, a nueva vida
por el agua y el Espíritu Santo”.

El celebrante toca el agua con la mano derecha y prosigue:

“Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo por tu Hijo descienda sobre el agua de esta fuente, para que los
sepultados con Cristo en su muerte, por el Bautismo, resuciten con él a la vida. Por Jesucristo nuestro Señor.”
Todos dicen: Amén.
Acabada la consagración de la fuente, el celebrante interroga
al candidato:

Fórmula

— ¿Renuncias a Satanás y a todas sus obras y seducciones?

Candidato: Sí, renuncio.

Profesión de fe. Después el celebrante interroga al candidato:


— N, ¿crees en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?

Candidato: — Sí, creo.

Celebrante:

— ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa María Virgen, murió, fue sepultado,
resucitó de entre los muertos y está sentado a la derecha del Padre?
Candidato: --- Sí, creo.
Celebrante:

— ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los
pecados, en la resurrección de la carne y en la vida eterna?
Candidato: -- Sí creo.

Inmediatamente después de la profesión de fe se sumerge o recibe el agua que vierten sobre él.

Rito del Bautismo

Si el Bautismo se hace por inmersión de todo el cuerpo, o de la cabeza nada más, hágase con pudor y
decorosamente.

El celebrante, tocando al candidato, le sumerge del todo o sólo la cabeza, por tres veces sucesivamente. Y sacándole
otras tantas veces, le bautiza invocando una sola vez a la Santísima Trinidad:

- N, yo te bautizo en el nombre del Padre

Le sumerge por primera vez...

y del Hijo … Le sumerge por segunda vez.


y del Espíritu Santo. Le sumerge por tercera vez.
El padrino o la madrina, o ambos, tocan al que se bautiza.

Pero si el Bautismo se hace derramando el agua, el celébrame saca el agua de la fuente y, derramándola tres veces
sobre la cabeza inclinada del candidato, le bautiza en el nombre de la Santísima Trinidad:
N, yo te bautizo en el nombre del Padre

Derrama el agua por primera vez… y del Hijo

Derrama el agua por segunda vez … y del Espíritu Santo.

Derrama el agua por tercera vez.

El padrino o la madrina, o ambos, ponen la mano derecha sobre el hombro derecho del elegido.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

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