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- Vladimir Lenin:

La libertad de prensa

La libertad de prensa es también una de las principales consignas de la democracia pura. Los obreros saben
bien, y los socialistas de todos los países lo han reconocido muchas, pero muchas veces, que esta libertad es
una mentira, mientras las mejores imprentas y los más importantes depósitos de papel se encuentren en
manos de los capitalistas y mientras subsista la dominación del capital sobre la prensa, dominación que se
afianza en el mundo entero de la manera más escandalosa, brutal y cínica, a medida que la democracia y el
régimen republicano está más desarrollado, como por ejemplo en América. Para conquistar la igualdad real y
la verdadera democracia para los trabajadores, para los obreros y los campesinos, es necesario
primeramente despojar al capital de la posibilidad de tomar a su servicios a los escritores, de comprar casas
editoras y de corromper a los diarios y, para esto, es necesario acabar con el yugo del capital, derribar a los
explotadores, aplastar su resistencia.

Los capitalistas han llamado siempre “libertad” a la libertad de enriquecerse que gozan los ricos, a la libertad
de morirse de hambre que tienen los obreros. Los capitalistas llaman libertad de prensa a la libertad de
compra que tienen los ricos sobre la prensa, a la libertad de servirse de la riqueza para fabricar y falsificar lo
que se llama “la opinión pública”. Los defensores de la democracia pura, son en realidad, los defensores del
sistema más vil, más corrompido, de manipuleo de los ricos sobre los medios de educación de las masas;
engañan al pueblo, desviándolo – con frases estudiadas, bien redondeadas y completamente falsas- de la
tarea histórica concreta: sustraer la prensa a la dominación del capital. La libertad y la igualdad verdaderas no
aparecerán sino en el régimen que edifican los comunistas y en el cual no existirá ya la posibilidad objetiva de
someter, directa ni indirectamente a cada trabajador (o a cada grupo de trabajadores, sea cual fuere su
nombre), de tener y ejercer el derecho, igual para todos, de utilizar las imprentas públicas y el papel público.

Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, presentados en el 1er.
Congreso Internacional Comunista, el 4 de marzo de 1919 – Obras, t. XXIV, p. 10 (Edición rusa).
- Enver Hoxha: "Las multinacionales, una soga al cuello de los pueblos":

Los empleados, los economistas y todos los camaradas dirigentes de nuestro comercio deben profundizar
cada vez más en el conocimiento de la situación internacional, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones
comerciales, a la import-export entre los diversos Estados capitalistas y capitalista-revisionistas, por un lado, y
entre éstos y nuestro Estado socialista, por otro. Actualmente también China se ha alineado con los Estados
capitalistas y su comercio con nosotros tenderá a desarrollarse con formas capitalistas. En este sentido no
debemos hacernos la menor ilusión. Debemos comprender que las multinacionales, que son trusts colosales,
han establecido una mutua cooperación, han ocupado mercados, han atenuado hasta cierto punto la
concurrencia entre ellas y han invertido capitales sobre todo en la Unión Soviética, en el resto de los países
revisionistas, en los países de Africa y Asia, y ahora en la China. Esto es una soga al cuello de los Estados
revisionistas, desde la Unión Soviética, hasta la China de Mao Tse-tung, soga que cada año les aprieta más el
cuello. Los Estados revisionistas se han convertido ya en Estados capitalistas, dominados por la férrea
dictadura del capital, la cual no permite protestas e impone sus decisiones a la clase obrera y a su pueblo. En
esos países la mano de obra es barata. La import-export de mercancías en general es reducida, no sobrepasa
el 15% ó el 20% del producto nacional. En estas condiciones crean con los países capitalistas grandes
sociedades, trusts, en cooperación abierta o encubierta, con el 49-50% de las acciones. Así los trusts
capitalistas han ocupado, por así decirlo, los grandes mercados de estos países autodenominados
comunistas. Las inversiones de estas grandes multinacionales capitalistas han echado profundas raíces en la
Unión Soviética. Los Rockefeller, Shell y otros han cooperado con el gran trust del petróleo de la Unión
Soviética en Siberia y continúan haciéndolo. Estos países han puesto la tecnología y la modernización de sus
plantas y fábricas a merced de estos grandes consorcios capitalistas porque no están en situación de pagar
con divisas. Hemos visto en la prensa que la Unión Soviética ha intentado varias veces colocar oro en el
mercado para recuperar divisas, dólares o monedas convertibles de otros Estados, pero la afluencia de oro al
mercado internacional ha hecho que caiga su valor. Así, la Unión Soviética con toda la cantidad de oro que
coloca en el mercado no puede acumular las divisas que necesita, por eso se ve obligada a interrumpir cuanto
antes la venta de oro y a continuar con la sumisión del país al capital extranjero de las sociedades
supranacionales, recibiendo una y otra vez cuantiosos créditos. Estas sociedades tienen su control en las
fábricas y las plantas soviéticas, conocen el costo de los productos y se han puesto de acuerdo sobre los
precios de venta en los países de los que han salido las inversiones en tecnología, etc. Además estos trusts
tienen derecho a decidir dónde vender las mercancías producidas. Esta actividad ha creado desempleo en los
países capitalistas occidentales, como en los Estados Unidos de América y otros. El paro va creciendo
precisamente porque estos Estados capitalistas, que están a merced de estos grandes trusts, aseguran
mayores ganancias mediante las inversiones hechas en el exterior. La Unión Soviética, por ejemplo, pagará
las cuotas que se derivan de estas inversiones con productos de calidad, sobre la base de precios fijados de
antemano, mientras que los inversores, Francia o los Estados Unidos de América por ejemplo, tienen derecho
a vender estas mercancías en el mercado mundial a precios internacionales, que son fijados por ellos mismos,
doblando de este modo los beneficios y dando una parte insignificante, lo suficiente para engañarlos, a los
obreros que echan a la calle y dejan sin trabajo. China ha empezado a hacer lo mismo. Cuando nuestro
Partido declaró que no es posible apoyarse en un imperialismo para combatir a otro imperialismo, tenía en
cuenta precisamente esta vía capitalista esclavizadora en que se ha metido China. China dice que el
imperialismo americano no es agresivo y que desea el statu quo. ¿Por qué dice esto China? Lo dice porque
los Estados Unidos de América se retiraron vergonzosamente de Vietnam, pero esta retirada, resultado de la
lucha del pueblo vietnamita, no se produjo porque Nixon lo decidiera, sino porque lo decidieron los grandes
trusts de los Rockefeller y los Dupont, a los que se les abrían grandes perspectivas de obtener beneficios
tanto en la Unión Soviética como en China. Los viajes de Nixon y Kissinger a China, la visita de Brezhnev a
los Estados Unidos de América y a continuación las idas y venidas de todos los demás, tenían precisamente
el objetivo de preparar la situación que se está desarrollando en la actualidad. Son precisamente las
poderosas multinacionales las que imponen su política a los Gobiernos capitalistas, que están interesadas en
mantener en cierta medida la «tranquilidad» porque la guerra les estropea sus planes de explotación de los
pueblos, porque los créditos que han concedido se pierden y no están seguras de quién llegará al Poder
después de la guerra. El imperialismo americano, hasta cierto punto, está seguro de la dirección traidora que
encabeza Brezhnev. Hace mucho que estudia también a la dirección china y se asegura día a día de que está
predispuesta a que el imperialismo americano invierta capitales y obtenga beneficios en China, en una
palabra, está predispuesta a que este imperialismo ocupe China económicamente, tal como ha ocupado
Yugoslavia y otros países del mundo. Pero esta situación, naturalmente, no es una situación tranquila para el
imperialismo, porque los pueblos, el proletariado y la gente progresista ven lo que está ocurriendo, ven las
colosales y escandalosas ganancias de los grandes propietarios capitalistas por un lado, y el
empobrecimiento de las masas por otro, por eso se esfuerzan continuamente en organizarse contra estas
sanguijuelas que se les han pegado al cuerpo. Y con seguridad llegará el día en que la cantidad se transforme
en calidad. En Occidente estallan con furia las huelgas de los obreros, expresión de una poderosa protesta,
que si se trabaja como se debe en lo político, causan al capital una sacudida irreparable. Pero también en los
países revisionistas, también en la China actual, existen fuerzas que subvertirán la situación cuando la gente
vea con mayor claridad el camino traidor y la integración de sus Estados «socialistas» en la esfera del
capitalismo mundial. La cuestión del compromiso en el Oriente Medio debe comprenderse de igual modo en
relación con esta situación, porque las grandes multinacionales y sus Estados peligraban con una guerra en
esta región del mundo. La lucha de los pueblos árabes era de gran importancia, por eso los Estados Unidos
de América se pusieron de acuerdo con la Unión Soviética y la aplastaron. El ruido sobre Angola,
Mozambique y Portugal es natural, consecuencia de la lucha por el reparto de los mercados. Si los pueblos no
se organizan para sacudirse el yugo, llegará un momento en que este reparto encuentre cierta estabilidad
entre las grandes potencias imperialistas y las multinacionales. ¿Cuál es, pues, el camino por el que se debe
marchar? El camino por el que se debe marchar es el de la lucha política, ideológica e incluso armada de
todos los pueblos y las fuerzas progresistas y revolucionarias contra las potencias imperialistas, contra la
reacción mundial, el capitalismo y las grandes multinacionales... En la arena internacional existen, y se
agudizarán cada vez más, las contradicciones entre las potencias imperialistas, se agudizarán las cuatro
contradicciones de nuestra época, que han definido Lenin y Stalin. Estas contradicciones harán que el
imperialismo, capitalismo en descomposición, sea destruido por la revolución. Las tenemos siempre en cuenta
y el Partido lucha con todas sus fuerzas en este sentido, para explicar su justa política a los pueblos del
mundo.

MARTES 27, DE SEPTIEMBRE DE 1977, Tirana, Albania.


- Mao Zedong - 毛泽东

Contra el Liberalismo

7 de septiembre de 1937

Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y
demás colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben
empuñar esta arma. Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios, dando
origen a un estilo decadente y vulgar, que conduce a la degeneración política a algunas organizaciones y
miembros del Partido y demás colectividades revolucionarias. El liberalismo se manifiesta en diferentes
formas: A sabiendas de que una persona está en un error, no sostener una discusión de principio con ella y
dejar pasar las cosas para preservar la paz y la amistad, porque se trata de un conocido, paisano,
condiscípulo, amigo íntimo, ser querido, viejo colega o viejo subordinado. O bien buscando mantenerse en
buenos términos con esa persona, rozar apenas! el asunto en lugar de ir hasta el fondo. Así, tanto la
colectividad como el individuo resultan perjudicados. Este es el primer tipo de liberalismo. Hacer críticas
irresponsables en privado en vez de plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a los
demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones, pero murmurar
después. No considerar para nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar por las inclinaciones
personales. Este es el segundo tipo. Dejar pasar cuanto no le afecte a uno personalmente; decir lo menos
posible aunque se tenga perfecta conciencia de que algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a cubierto y
preocuparse únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo. Desobedecer las órdenes y colocar las
opiniones personales en primer lugar; exigir consideraciones especiales de la organización, pero rechazar su
disciplina. Este es el cuarto tipo. Entregarse a ataques personales, armar líos, desahogar rencores personales
o buscar venganza, en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de la unidad,
el progreso y el buen cumplimiento del trabajo. Este es el quinto tipo. Escuchar opiniones incorrectas y no
refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas, tomándolas
tranquilamente como si nada hubiera pasado. Este es el sexto tipo. Al hallarse entre las masas, no hacer
propaganda ni agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles preguntas, sino permanecer
indiferente a ellas, sin mostrar la menor preocupación por su bienestar, olvidando que se es comunista y
comportándose como una persona cualquiera. Este es el séptimo tipo. No indignarse al ver que alguien
perjudica los intereses de las masas, ni disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarle hacer.
Este es el octavo tipo. Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; cumplir sólo con las
formalidades y pasar los días vegetando: “mientras sea monje, tocaré la campana”. Este es el noveno tipo.
Considerar que se ha rendido grandes servicios a la revolución y darse aires de veterano; desdeñar las tareas
pequeñas pero no estar a la altura de las grandes; ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio. Este es el
décimo tipo. Tener conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal
para consigo mismo. Este es el undécimo tipo. Podrían citarse otros tipos más, pero los once descritos son los
principales. Todas éstas son manifestaciones de liberalismo. En una colectividad revolucionaria, el liberalismo
es extremadamente perjudicial. Es una especie de corrosivo, que deshace la unidad, debilita la cohesión,
causa apatía y crea disensiones. Priva a las filas revolucionarias de su organización compacta y de su estricta
disciplina, impide la aplicación cabal de su política y aleja a las organizaciones del Partido de las masas que
éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente perniciosa. El liberalismo proviene del egoísmo de la
pequeña burguesía; éste coloca los intereses personales en primer plano y relega los intereses de la
revolución al segundo, engendrando así el liberalismo en los terrenos ideológico, político y organizativo. Los
adictos al liberalismo consideran los principios del marxismo como dogmas abstractos. Aprueban el marxismo,
pero no están dispuestos a practicarlo o a practicarlo cabalmente; no están dispuestos a sustituir su
liberalismo por el marxismo Tienen su marxismo y también su liberalismo hablan del marxismo pero practican
el liberalismo el marxismo es para los demás y el liberalismo para ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y
encuentran aplicación para uno y otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente. El liberalismo
constituye una manifestación de oportunismo y es radicalmente opuesto al marxismo. Es negativo y,
objetivamente, hace el juego al enemigo. De ahí que éste se alegre si en nuestras filas persiste el liberalismo.
Por ser tal su naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las filas revolucionarias. Debemos
emplear el espíritu marxista, que es positivo, para superar el liberalismo, que es negativo. El comunista debe
ser sincero y franco leal y activo, poner los intereses de la revolución por encima de su propia vida y
subordinar sus intereses personales a los de 1a revolución; en todo momento y lugar ha de adherirse a los
principios justos y luchar infatigablemente contra todas las ideas y acciones incorrectas, a fin de consolidar la
vida colectiva del Partido y la ligazón de éste con las masas ha de preocuparse más por el Partido y las
masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Sólo una persona así es digna de
llamarse comunista. Todos los comunistas leales, francos, activos y honrados deben unirse para combatir las
tendencias liberales, que cierta gente tiene, y encauzar a ésta por el camino correcto. He aquí una de
nuestras tareas en el frente ideológico.

- Vladimir Lenin:
Upton Sinclair

Upton Sinclair, escritor americano, autor de numerosos novelas donde denuncia la explotación capitalista y el
nacionalismo yanqui, se ha pronunciado contra la guerra de 1914-1918. Lenin critica brillantemente sus
debilidades ideológicas y la insuficiencia de los buenos sentimientos en materia de socialismo. Más tarde,
bajo la presidencia de Roosevelt, Upton Sinclair se ha transformado en un demócrata burgués y se ha
presentado como tal a las elecciones.

Acerca de Upton Sinclair: El folleto “El socialismo y la guerra”, surgido antes de la guerra en la edición del
diario chauvinista Clarión, es edificante desde este aspecto. Este folletito contiene un manifiesto contra la
guerra del socialista americano Upton Sinclair y la respuesta que le dio al chauvinista Robert Blatchford, que
había adoptado desde tiempo atrás el punto de vista imperialista de Hyndman.

Sinclair es un socialista sentimental, sin educación teórica. Plantea el problema simplemente, indignándose
con la guerra que llega, y buscando la salvación contra ella en el socialismo.

(Cita de Upton Sinclair) “Nos dicen que nuestro movimiento (contra la guerra) será aplastado; pero yo
proclamo mi convicción profunda de que el aplastamiento de una revuelta cualquiera que tenga como fin, por
motivos superiores de humanidad, impedir la guerra, sería la mayor victoria ganada jamás por el socialismo,
que conmovería la conciencia de la civilización, y agitaría a los obreros del mundo entero como nada en la
historia los ha agitado todavía…”

Como veis, es una advertencia ingenua, teóricamente superficial, pero profundamente verdadera en lo que
concierte al envilecimiento del socialismo. Sinclair es ingenuo en su llamado, aunque este llamado sea
profundamente verdadero en su esencia; ingenuo, porque ignora el desarrollo del socialismo de masas
durante medio siglo y la lucha de tendencias en su seno, ignora las condiciones del desarrollo de las acciones
revolucionarias cuando existe una situación revolucionaria objetiva y una organización revolucionaria. No se
las reemplazará por el sentimiento. No se equivocará, con ayuda de la retórica, la lucha severa e implacable
de las dos poderosas corrientes en el socialismo, la corriente oportunista y la corriente revolucionaria.

Lenin: El pacifismo inglés y la antipatía inglesa por la teoría, abril-mayo de 1915 – Obras, t. XVIII, p. 141-142.

- STALIN / Стaлин
Extraído de "Cuestiones del Leninismo".

IX
El estilo en el trabajo:

No se trata del estilo literario. Me refiero al estilo en el trabajo, a lo específico y peculiar que hay en la labor
práctica del leninismo y que crea el tipo especial del militante leninista. El leninismo es una escuela teórica y
práctica, que moldea un tipo especial de dirigente del Partido y del Estado, que crea un estilo especial de
trabajo, el estilo leninista.
¿Cuáles son los rasgas característicos de este estilo? ¿Cuáles son sus particularidades?
Estas particularidades son dos:

a) el ímpetu revolucionario ruso y


b) el sentido práctico norteamericano.

El estilo leninista es la combinación de estas dos particularidades en la labor del Partido y del Estado.
El ímpetu revolucionario ruso es el antídoto contra la inercia, contra la rutina, contra el conservadurismo,
contra el estancamiento mental, contra la sumisión servil a las tradiciones seculares. El ímpetu revolucionario
ruso es la fuerza vivificadora que despierta el pensamiento, que impulsa, que rompe el pasado, que brinda
una perspectiva. Sin este ímpetu, no es posible ningún movimiento progresivo.
Pero el ímpetu revolucionario ruso puede muy bien degenerar en vacuo manilovismo "revolucionario", si no se
une al sentido práctico norteamericano en el trabajo. Ejemplos de este tipo de degeneración los hay sobrados.
¿Quién no conoce la enfermedad del arbitrismo "revolucionario" y de la planomanía "revolucionaria", cuyo
origen es la fe puesta en la fuerza del decreto que puede arreglarlo y transformarlo todo? Un escritor ruso, I.
Ehrenburg, dibuja en el cuento "El homcomper" ("El hombre comunista perfeccionado") un tipo de
"bolchevique" atacado de esta enfermedad, que se ha propuesto trazar el esquema del hombre idealmente
perfecto y... se "ahoga" en esta "labor". El cuento exagera mucho la nota, pero es indudable que pinta la
enfermedad con acierto. Sin embargo, yo creo que nadie se ha burlado de esos enfermos con tanta saña y de
un modo tan implacable como Lenin. "Presunción comunista": así calificaba Lenin esa fe enfermiza en el
arbitrismo y en la decretomanía.

La presunción comunista -dice Lenin- significa que una persona que está en el Partido Comunista y no ha sido
todavía expulsada de él por la depuración, cree que puede resolver todos los problemas a fuerza de decretos
comunistas... (v. t. XXVII, págs. 50-51).
Lenin solía oponer a la verborrea "revolucionaria" el trabajo sencillo, cotidiano, subrayando con ello que el
arbitrismo "revolucionario" es contrario al espíritu y a la letra del auténtico leninismo.
Menos frases pomposas -dice Lenin- y más trabajo sencillo, cotidiano. Menos estrépito político y mayor
atención a los hechos más sencillos pero vivos... de la edificación comunista... (v. t. XXIV, págs. 343 y 335).
El sentido práctico norteamericano es, por el contrario, un antídoto contra el manilovismo "revolucionario" y
contra las fantasías del arbitrismo. El sentido práctico norteamericano es una fuerza indomable, que no
conoce ni admite barreras, que destruye con su tenacidad práctica toda clase de obstáculos y que siempre
lleva a término lo empezado, por mínimo que sea; es una fuerza sin la cual no puede concebirse una labor
constructiva seria. Pero el sentido práctico norteamericano puede muy bien degenerar en un utilitarismo
mezquino y sin principios, si no va asociado al ímpetu revolucionario ruso. ¿Quién no conoce la enfermedad
del practicismo mezquino y del utilitarismo sin principios, que suele llevar a algunos "bolcheviques" a la
degeneración y al abandono de la causa de la revolución?

Esta enfermedad peculiar ha encontrado su reflejo en el relato de B. Pilniak "El año desnudo", en el que se
pinta a tipos de "bolcheviques" rusos llenos de voluntad y de decisión práctica, que "funcionan" muy
"enérgicamente", pero que carecen de perspectiva, que no saben "el porqué de las cosas" y, debido a ello, se
desvían del camino del trabajo revolucionario. Nadie se ha burlado con tanta saña como Lenin de esta
enfermedad del mezquino utilitarismo. "Practicismo cretino", "utilitarismo estúpido": así calificaba Lenin esta
enfermedad. Lenin solía oponer a esto la labor revolucionaria viva y la necesidad de una perspectiva
revolucionaria en toda nuestra labor cotidiana, subrayando con ello que el utilitarismo mezquino y sin
principios es tan contrario al auténtico leninismo como el arbitrismo "revolucionario".

La unión del ímpetu revolucionario ruso al sentido práctico norteamericano: tal es la esencia del leninismo en
el trabajo del Partido y del aparato del Estado. Sólo esta unión nos da el tipo acabado del militante leninista y
el estilo del leninismo en el trabajo.

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