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En este capitulo pretende hacer una visión panorámica del trabajo reciente en el
desarrollo neurocognitivo de los juicios morales, la autora sostiene que la función
ejecutiva ejerce una gran contribución en el desarrollo de la moral y muestra
evidencias empíricas de este supuesto en la neurociencia.
En segundo lugar presenta evidencia empírica que sugiere que FE está unida al
desarrollo neurocognitivo de los juicios morales. Y finalmente sugiere puntos en
los que se debe desarrollar más investigación.
La autora sostiene que las investigaciones sobre la teoría del dominio social
muestran que los infantes, en una edad muy temprana, empiezan a desarrollar los
juicios morales de forma diferente de la que lo hacen en otros dominios del juicio
social (Helwig y Turiel, 2011; Smetana, 2006). Estas líneas de investigación han
mostrado que los adultos y los infantes no razonan igual acerca de la moral y los
actos convencionales (Nucci, 1981; Smetana, 2006; Turiel, 1983); los actos
morales como golpear, tirar al suelo, y robar se consideran inalterables,
universales e independientes de las reglas y la autoridad. Sin embargo, las
convenciones sociales, como comer con los dedos, o usar pijama en la escuela ,
pueden variar según los distintos sistemas sociales, son contingentes con las
reglas sociales y pueden ser alterados por la autoridad o el consenso social
(Nucci, 1981).
Lahat explica que la distinción que hacen los infantes entre los actos morales y
convencionales es también evidente desde la justificación o las razones que dan
para esos juicios, el razonamiento sobre los actos morales se caracterizan por
cuestiones como el daño, la equidad y los derechos. Mientras que el razonamiento
acerca de los actos convencionales se caracteriza por reglas, costumbres,
autoridad y organización social (Helwig y Turiel, 2011; Nucci, 1981). De acuerdo
con todo esto es muy posible que el procesamiento neurocognitivo de los juicios
morales y de las transgresiones de las convenciones sociales sea diferente.
La autora sostiene que la diferenciación que hacen los niños entre los juicios sobre
las transgresiones morales y las infracciones de las convenciones sociales
aparecen muy tempranamente, en el periodo preescolar (Smetana, 1981), y el
desarrollo en la justificación con respecto a esos dominios se continúa hasta casi
el final de la niñez (Davidson y col., 1983).
En otro estudio Eslinger y cols. (2009) presenta a sujetos entre los diez y diecisiete
años de edad, escenarios sencillos sobre moral, escenarios ambiguos y
escenarios no morales, los resultados indicaron que en todas las edades se
activaba la región prefrontal rostromedial, junto con la orbitofrontal izquierda, la
comisura temporoparietal izquierda, la línea media del tálamo, y el globo pálido.
Los ensayos con situaciones moralmente ambiguas activaron considerablemente
más regiones prefrontales y parietales que las que implicaban juicios morales
sencillos, sugiriendo que se necesitan más recursos neurocognitivos en esta
condición.
La autora revisa otra investigación en neuroimagen de Decety y col. (2008) en la
que examinaba los circuitos subyacentes en el desarrollo de la empatía, referidos
tanto a compartir como entender los estados emocionales de los otros en relación
a uno mismo. En este estudio lo realizaron con sujetos entre los siete y doce años,
se les presentaba breves estimulos visuales animados que representaban
situaciones dolorosas y no dolorosas, que conllevaban dolor causado
accidentalmente o intencionalmente. Mientras les realizaban el fMRI, los sujetos
puntuaban lo doloroso que les parecían esas situaciones. Los resultados indicaron
que la percepción de otra persona sufriendo dolor estaba asociada con una
activación incrementada en las regiones que procesan el dolor propio, incluyen la
ínsula, el córtex somatosensorial, el córtex anterior cingulado medio,
periacueducto gris, y área motora suplementaria. Además, cuando los
participantes vieron una persona infligiendo daño a otra, las regiones que se
activaron eran las que representan consistentemente la interacción social y el
comportamiento moral (la comisura temporoparietal, el paracingulado, los cortices
orbitales mediales frontales, amígdala) y aumentaron la conectividad con la red de
atención frontoparietal (Decety y cols. 2008).
Lahat afirma que todos estos estudios muestran las regiones que están
involucradas en el desarrollo de los juicios y la empatía, pero no estudian los
procesos subyacentes cognitivos, tampoco estudian el desarrollo neurocognitivo
de la distinción entre juicios morales y convenciones.
Desde la perspectiva de la teoría del dominio social, los juicios morales están
basados en la incorrección del acto, independientemente de reglas y autoridad y
no requieren consideración sobre el contexto o la prohibición social en contra del
hecho (Nucci, 1981; Turiel, 1983). La autora sostiene que las violaciones morales
son prototipicamente sencillas de juzgar, y se valoran desde sus consecuencias
negativas (Lahat y Zelazo, 2012; Richardson y cols. 2012). Mientras el juicio de los
actos pertenecientes al dominio convencional requiere la consideración de las
circunstancias y de las prohibiciones sociales, además del contexto donde tiene
lugar, pone el ejemplo del primer caso en golpear a una persona, y en el segundo
caso mascar chicle en clase.
Lahat presenta dos trabajos de investigación de (2012 y 2013) en los que evalúa
los procesos cognitivos que están involucrados en los juicios morales y
convencionales, desarrolla un paradigma en el que se pregunta a los participantes
por diversos escenarios con tres posibles finales, (1) quebrantamientos morales,
(2) violaciones convencionales y (3) actos neutrales. Los sujetos eran infantes de
diez años, adolescentes de trece y universitarios; estos sujetos tenían que juzgar
si eran aceptables o inaceptables las situaciones que les presentaban de acuerdo
a una regla determinada, se medían su potencial de reacción. Los resultados
mostraron que a todas las edades los tiempos de reacción eran más bajos en el
juicio de violaciones morales que en las convencionales. Si juzgaban las
situaciones sin reglas asumidas los tiempos de reacción eran más lentos, solo
para los adultos, también encontró que los adolescentes tenían unos juicios más
normativos que los niños (Lahat, 2012).
La autora afirma que tomando todos estos hallazgos en conjunto los datos
sugieren que el procesamiento neurocognitivo involucrado en los juicios morales y
convencionales continúa desarrollándose entre la adolescencia temprana y la
juventud, consistentemente con el desarrollo de las redes corticales prefrontales,
también estos estudios apuntan las diferencias de conexión en la función ejecutiva
entre los juicios morales y convencionales.
Finalmente, aunque los estudios sobre la teoría del dominio social han mostrado
que incluso los infantes de preescolar pueden distinguir entre violaciones morales
y convencionales ( Smetana, 1981), la evidencia en el potencial de reacción
sugiere que la comprensión de estos tipos de violaciones continúa desarrollándose
entre la adolescencia y la juventud (Lahat y cols., 2013).
Futuras direcciones
También considera que estos estudios serían muy útiles para comprender el
comportamiento delictivo. Cita una investigación suya que está por publicar en la
que los sujetos son jóvenes delincuentes, controles y universitarios, sobre los
mismos paradigmas que las dos investigaciones anteriormente descritas. Los
resultados mostraron que los del grupo control y los universitarios tenían
potenciales de reacción más rápidos y un porcentaje mayor de juicios normativos
que los delincuentes. Los infractores, en comparación con los del grupo control y
con los estudiantes, respondían y tenían menos en cuenta la respuesta orientada
a la regla y a la función ejecutiva cuando realizaban juicios morales y
convencionales.
Conclusión
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