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Los primeros años los pasó con su madre, Amina, una mujer de otro clan
que, siguiendo la costumbre, y para salvaguardarlo de los rigores del
verano de La Meca, lo mandó al desierto, donde lo crió una nodriza
beduina. Estas nodrizas se acercaban a La Meca dos veces al año, en
primavera y otoño, para criar a los recién nacidos de familias ricas.
Mahoma fue criado por Halima, esposa de un pastor saudita, que sintió
pena al verlo tan desvalido; el niño quedó huérfano de madre a los seis
años de edad. Pronto le faltó también el abuelo y recibió el amparo de su
tío Abú Talib, mercader y guardián de la Kaaba que disfrutaba de rango
sacerdotal. Mahoma tuvo a su primo Alí como compañero de sus juegos de
infancia.
Las revelaciones
Hacia el año 610 Mahoma tuvo las primeras revelaciones. Tenía por
costumbre retirarse a orar y a meditar en una cueva del monte Hira, y en
ocasiones solía pernoctar allí una o dos noches. En una de las primeras
ocasiones tuvo la visión de un ser glorioso que en un primer momento
identificó como Dios, y en otra visión posterior pensó que se trataba del
arcángel Gabriel. Este ser glorioso le conminó a escribir el Corán. Las
revelaciones divinas se repetirían a lo largo de su vida con cierta
frecuencia, y tanto Mahoma como sus discípulos se las aprendían de
memoria.
Mahoma empezó a predicar su doctrina tres años más tarde, hacia el 613.
Entretanto se habían producido las primeras conversiones. Su mujer
Jadicha fue la primera y le apoyó en los momentos de crisis al
experimentar las primeras visiones; ella y particularmente Waraqa le
convencieron del carácter profético de tales experiencias. Algunos
testimonios dicen que el primer varón converso fue el liberto Zaid ibn
Harita, mientras que otros apuntan que fue su primo Alí. Entre los primeros
que se convirtieron se contaba su amigo y también mercader de La Meca
Abu Bakr, quien prestó gran ayuda al Islam, especialmente cuando ya se
había constituido el Estado islámico. En las listas que se conservan de los
primeros seguidores de Mahoma se puede ver que la mayoría eran jóvenes
pertenecientes a las familias más influyentes de La Meca. Sin embargo,
cuando Mahoma empezó a divulgar su doctrina, estas familias habían sido
desplazadas por una nueva clase social surgida de la prosperidad comercial
de la ciudad, que plantearía una viva oposición al profeta.
La hégira
Con motivo de la peregrinación a la Kaaba del año 620, Mahoma entró en
contacto con seis ciudadanos de Medina que quedaron impresionados por
su personalidad y pensaron que podría serles útil. Se dice que, al año
siguiente, estos mismos peregrinos, que representaban a la mayor parte de
clanes de Medina, prometieron a Mahoma aceptarle como profeta y
obedecerle. Este acontecimiento fue bautizado con el nombre de Primer
Juramento de Al-Aqaba. Mahoma envió por delante a uno de sus hombres
para que predicara su doctrina y a la vez le informara de la situación
política en aquella ciudad. La emigración (hégira) a Medina se efectuó por
grupos escalonados para no llamar la atención. Los últimos en partir fueron
Mahoma, su amigo Abu Bakr, su primo Alí y algunos de sus familiares. El
calendario islámico cuenta los años a partir del 16 de julio de 622, fecha de
la hégira.
El estado islámico
Mahoma
Biografía
El Corán
El Islam
Fotos
Vídeos
El Corán
El libro sagrado del Islam es el Corán; en él se expresa su credo y se
incluye su ley. Su esencia y apariencia improfanables y trascendentales
residen, para la fe musulmana, en contener la palabra de Alá revelada a su
enviado o mensajero (rasul) Mahoma, quien la iba transmitiendo ("en
lengua árabe clara", como dice el mismo Corán) a las personas de su
alrededor como mensaje de salvación. Tales revelaciones tuvieron lugar de
forma espaciada desde el año 610 de la era cristiana hasta el 632, en que
murió. El nombre castellano procede directamente del árabe al-quran,
palabra que significa "recitación" o, por extensión, "texto sagrado que se
recita". Es un término emparentado con el siríaco, lengua en la que,
todavía hoy, se designan las lecturas litúrgicas del rito maronita con la
palabra qeryono. También se le conoce como Alkitab (El
Libro), Furquan ("liberación", "salvación"), Kitab-ul-lah (Libro de Dios) y Al-
tanzil (La Revelación).
Mahoma
El título que encabeza cada una de las azoras está tomado o bien de uno de
los temas tratados en ella o bien de una palabra u oración que en ella
figure. A continuación se indica el lugar en que fue revelada, el número de
aleyas o versículos de que consta y, finalmente, el basmalá ("En el nombre
de Dios, Clemente y Misericordioso"), fórmula de invocación que inicia
todas las azoras, excepto la nueve. Al principio de algunas azoras aparecen
unas letra llamadas fawatih ("iniciales") o al-huruf al-muqatta ("letras
cortadas"), de las que no se conoce su significado exacto; algunos
investigadores, como Loth, consideran que son abreviaturas de apelativos
divinos, mientras que otros, como Nöldeke, Hirschfeld y Buhlcreen, creen
que se trata de la letra inicial o final del nombre de aquellos compañeros
del profeta que todavía en vida de éste constituyeron sus propios corpus, lo
que parece poco probable. Otros, como Zaki Mubarak, opinan que puede
tratarse de notaciones musicales. Estas letras también se han interpretado
desde perspectivas que intentan justificar y probar el carácter milagroso del
Corán, como es el caso del erudito musulmán Baydawi.
Al estar colocados los 114 capítulos del Corán según la longitud de los
mismos, el libro no sigue en sus materiales un orden temático, de modo
que las referencias sobre una misma cuestión o aspecto se encuentran
muchas veces dispersas entre varias azoras y aleyas, y ha de recurrirse a
todas ellas para calibrar el conjunto de la doctrina coránica al respecto. Los
textos del Corán tampoco están ordenados cronológicamente, siguiendo el
curso temporal de la vida del Profeta en que se fueron sucediendo las
revelaciones, con sus sucesivas estancias en La Meca y Medina. Desde muy
pronto se realizaron propuestas de clasificación cronológica de las diversas
azoras, sobre todo por el interés de distinguir los textos antiguos de los
posteriores, ya que a veces hay desacuerdos entre unos y otros, y el
contenido de un pasaje antiguo puede ser cambiado en otro revelado
después. Ello dio lugar al procedimiento técnico de fijar los textos
abrogados por otros ulteriores abrogantes.
Mahoma
Biografía
El Corán
El Islam
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El Islam
Mahoma
Teología y ética
Alí debió afrontar la oposición tanto de los seguidores del difunto califa,
agrupados en torno al omeya Muawiya, gobernador de Siria y primo de
Utmán, como de los seguidores de Aisha, viuda de Mahoma, que no podía
aceptar que Alí (a quien ya se había enfrentado en otras ocasiones) se
hubiese beneficiado de un crimen. El primer choque armado se produjo en
las proximidades de Kufa, en el 656, y es conocido como la "batalla del
camello", animal que Aisha montaba y en torno al cual se combatió; este
encuentro marca el inicio de los enfrentamientos entre miembros de la
comunidad musulmana. El triunfo de Alí afianzó su poder, pero sólo en
Irak, ya que ni Amr ibn al-As en Egipto ni Muawiya en Siria reconocían su
autoridad.
Con la muerte de Alí concluyó el régimen teocrático que tenía por base el
Corán y, como modelo, el comportamiento del Profeta. Desde entonces fue
necesario recurrir a sabios exégetas o a piadosos tradicionalistas para
aclarar o rellenar lagunas de las prescripciones del Corán o de la Sunna (el
conjunto de dichos y hechos atribuidos a Mahoma). La propia expansión del
imperio, la evolución de la sociedad o el desarrollo de la economía
obligarían a los sucesivos califas a adaptar las estructuras del estado a los
problemas del momento.
El califato omeya
El califato omeya
El califato abasí
Con la llegada de los abasíes (descendientes de al-Abbas, tío del Profeta) el
Islam sufrió una nueva transformación. En primer lugar, la guerra civil
entre ambas dinastías perjudicó durante un corto espacio de tiempo la
unidad del imperio. En segundo lugar, el enfrentamiento puso de manifiesto
la decadencia de un tipo de gobierno que se había mostrado impotente
para frenar los movimientos adversos (jariyíes, chiíes). En tercer lugar, era
necesario adoptar medidas que calmaran el descontento social y económico
que reinaba entre los muwallad, la población no árabe convertida al Islam.
Esta nueva dinastía árabe dirigió los destinos del imperio musulmán desde
el 750 hasta 1258, año en que los mongoles tomaron la ciudad de Bagdad;
pero, de manera efectiva, el imperio de los abasíes sólo duró hasta finales
del siglo IX, cuando comenzaron a fragmentarse sus dominios. Uno de los
primeros cambios que llevaron a cabo fue el traslado de la sede del
gobierno a Irak, donde en el 762 el califa al-Mansur (754-775) fundó
Bagdad, la nueva capital. Con ello se perseguía asentar su poder en un
territorio turbulento y satisfacer a iraquíes e iranios, olvidados por los
omeyas. Sin embargo, el alejamiento de la capital respecto del occidente
musulmán favorecería los movimientos independentistas en esta última
zona.
Los califas abasíes mostraron una actitud muy diferente a la de los omeyas.
Éstos eran jefes de la tribu y de la comunidad, y reyes árabes cuya fuerza
descansaba en el ejército. Los historiadores de época abasí reprocharon a
los omeyas el haber quebrantado la organización propuesta por los
califas rasidun para establecer en su lugar un reino profano. Por su parte,
los abasíes dieron preferencia a su prestigio religioso: el califa era el imán,
el jefe espiritual y temporal, un soberano absoluto cuyo poder estaba
regulado en la ley islámica; aún más, era el "representante de Dios" en la
Tierra, y no sólo el sucesor del Profeta. Esta idea les engrandeció y les llevó
a alejarse de sus súbditos, con los que rara vez tenían contacto, pues
normalmente vivían recluidos en lujosos palacios. Su poder se refleja
también en el ámbito temporal, donde ostentaban toda autoridad. Muy
pocos fueron los califas que gobernaron personalmente, pues, a semejanza
de la administración persa, solían delegar los asuntos de Estado en un visir,
cuyo poder era grande. Este cargo se hizo hereditario, por lo que surgieron
verdaderas dinastías de visires, como la familia iraní de los Barmakíes.
El califato abasí
De entre los califas abasíes merecen una mención especial Harum al-Rashid
(786-809) y al-Mamun (813-833). Con al-Rashid el califato vivió uno de sus
momentos de mayor esplendor; este personaje fue conocido en Occidente
por las relaciones que mantuvo con la emperatriz bizantina Irene y con
Carlomagno. Sin embargo, fue él quien dio comienzo a la desmembración
del califato, al conceder a Ibrahim ibn Aglab, gobernador de Ifriqiya, una
autonomía muy próxima a la independencia.
Entretanto, en al-Ándalus se había constituido un emirato omeya
independiente, y en Marruecos habían surgido varios poderes locales: la
dinastía de los rustemíes del Tahert (776-911, fundada por el jariyí Ibn
Rustum) y la de los idrisíes (788-974, fundada por el chií Idris I). No
obstante, a comienzos del siglo IX, el imperio abasí era la mayor potencia
política y económica del momento. Durante el gobierno de al-Mamun, la
civilización abasí alcanzó su apogeo: Bagdad se convirtió en un gran centro
cultural, de donde surgían las normas sociales y culturales seguidas en los
demás países musulmanes.
Durante la segunda mitad del siglo IX comenzó el declive del imperio abasí,
motivado, en buena parte, por la crisis económica y por la proliferación de
movimientos secesionistas. En su expansión, el Islam había aglutinado un
conjunto de pueblos y razas muy diversos entre sí; tales diferencias
deshicieron en pocos siglos los lazos que les unían al único gobierno, hasta
el momento admitido, de la comunidad musulmana. Fueron varios los
motivos que impulsaron los movimientos secesionistas: la lejanía de la
metrópoli, el aislamiento de ciertas zonas, la idea de raza y, de manera
especial, el deseo de enriquecimiento a través de las armas. De este modo,
a mediados del siglo X había ya tres califas en el mundo musulmán: el
abasí en Bagdad, el omeya en Córdoba y el fatimí en El Cairo.
La revelación. A pesar del éxito material, Mahoma no se sentía satisfecho
plenamente; le preocupaba la situación existente en La Meca, las injusticias
sociales y el egoísmo de los ambiciosos y grandes mercaderes. Algún tipo
de crisis religiosa le impulsó a buscar la soledad y se retiró a una caverna
situada en el monte Hira, entregándose a la oración. Allí, el año 610,
comenzó a tener extrañas experiencias y visiones: un ser celestial, que más
tarde identificó con el arcángel Gabriel, le ordenó que leyera un rollo de
tela escrito en el que se contenía la revelación; las apariciones se
sucederían durante el resto de su vida, y a través de ellas se le fue
manifestando el mensaje divino. En la imagen, la aparición del arcángel
Gabriel ante Mahoma en el monte Hira. La tradición islámica considera que
las imágenes religiosas fomentan la idolatría, y por ello a menudo se
representa al Profeta con el rostro cubierto con un velo, como en este caso.
Predicación.
Mahoma dudó de la veracidad de sus visiones y fue su esposa Jadicha la
que le animó a creer en su vocación y la que le sostuvo cuando, abrumado
por el peso de la revelación, creyó enloquecer. También un primo de
Jadicha, Waraqa, convertido al cristianismo y conocedor de la Biblia, le
confirmó que las revelaciones que tenía eran similares a las recibidas en
otros tiempos por Moisés, extremo que ayudó a Mahoma a consolidar su fe.
Durante los tres primeros años posteriores a la visión inicial, Mahoma sólo
comentó sus experiencias con el círculo de sus íntimos (Alí, Abu Bakr,
Zayd), pero en 613 decidió hacer partícipes de las verdades reveladas a sus
conciudadanos. Primero, a su propio clan, donde al principio ni siquiera su
tío Abú Talib le hizo caso; después, al resto de la tribu, que rechazó un
mensaje que atentaba directamente contra sus privilegios de grupo, sus
intereses económicos y sus convicciones religiosas; sólo los pobres y
esclavos aceptaron su doctrina y formaron el primer grupo de creyentes,
aumentando con ello el recelo y el rechazo de la aristocracia de La Meca. En
la imagen, el cuadro Predicación de Mahoma, obra del pintor ruso Grigory
Gagarin (1811-1893).
Entrada en
La Meca. Mahoma pudo mantenerse en La Meca y continuar sus
predicaciones gracias al apoyo prestado por el jefe de su clan, Abú Talib,
pero no ocurrió lo mismo con algunos de sus partidarios, que tuvieron que
emigrar a Abisinia. La situación se hizo insostenible a la muerte de Abú
Talib, en el año 619. A causa de las circunstancias adversas, Mahoma
marchó a Yatrib el 16 de julio del año 622. Su emigración (hégira, con la
que se inicia el calendario musulmán) y su establecimiento en esta ciudad,
que recibiría el nombre de Medina (Madinat al-Nabi, "la ciudad del
Profeta"), supuso un hecho de suma importancia: la ruptura de la tribu,
pues muchos creyentes mequíes abandonaron a sus familias para seguir al
Profeta. Surgió entonces una nueva organización social, la umma o
comunidad de los creyentes, basada en los principios de fraternidad,
igualdad, ayuda mutua y solidaridad. La religión reemplazó al espíritu de
clan como lazo que unía a la comunidad. El conflicto entre Medina,
musulmana, y La Meca, pagana en sus principales representantes, duró, a
través de pactos diplomáticos y encuentros armados, algo más de siete
años, y terminó con la plena victoria del Profeta, el cual, en enero de 630,
entró como conquistador, al frente de sus partidarios, en su ciudad natal. A
este triunfo, que le hizo árbitro de los destinos de toda Arabia, sobrevivió
poco más de dos años; vuelto a Medina, residencia de Mahoma hasta su
muerte, se extinguió allí entre la consternación de su comunidad en 632.
En la imagen, la entrada triunfante de Mahoma (con velo) y sus tropas en
La Meca.