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La "vacuna pasiva" contra el

nuevo coronavirus
Aparte del desarrollo de una vacuna, investigadores buscan obtener anticuerpos
del suero sanguíneo de pacientes que sobrevivieron el COVID-19. Hace cien años,
un alemán salvó miles de vidas con la "inmunización pasiva".
    

A nivel mundial, cerca de 80.000 personas se han recuperado de una infección


con COVID-19. Como consecuencia, su suero sanguíneo contiene muchos
anticuerpos distintos que pueden combatir el nuevo coronavirus de forma
eficaz.
Una vez que estos anticuerpos hayan sido aislados del suero y limpiados,
pueden ser inyectados a otros pacientes con coronavirus, inmunizándolos
pasivamente. En realidad no se trata de una vacuna, puesto que el
organismo no produce los anticuerpos.
Ventajas y desventajas
La ventaja es clara: para combatir una infección, el cuerpo no tiene que producir
primero los anticuerpos en un proceso largo y difícil, sino que obtiene
directamente los anticuerpos correspondientes para empezar a combatir
inmediatemente el agente patógeno.
La desventaja de la imunización pasiva es que, por lo general, solo tiene efecto
durante pocas semanas o meses. Puesto que los anticuerpos se debilitan
después de aproximadamente 30 días, el cuerpo humano pierde su inmunidad.
Después, el organismo incluso puede volver a contagiarse con el mismo agente
patógeno, ya que el sistema inmunológico no fue estimulado suficientemente.
Premio Nobel para la terapia del suero sanguíneo
En 1890, Emil von Behring introdujo la "vacuna pasiva". El inmunólogo alemán
desarrolló este procedimiento como cura contra la difteria. A principios del siglo
20, esta enfermedad bacterial altamente contagiosa causó la muerte a miles de
niños.
Hace cien años, el alemán Emil von Berhing salvó miles de vidas con una "vacuna pasiva" contra la
difteria y el tétano.
En 1901, el investigador recibió el primer Premio Nobel de Medicina. Su exitosa
lucha contra la difteria y el tétano a base de medicamentos con anticuperos
obtenidos del suero sanguíneo le valió en la prensa el apodo del "salvador de los
niños" y, durante la Primera Guerra Mundial, el del "salvador de los soldados".
Contra el ébola y la gripe aviar
La terapia del suero también se aplicó en 2014 durante la epidemia del ébola.
Cuantro años más tarde, durante un brote de ébola en agosto de 2018 en la
República Democrática del Congo, un medicamento compuesto de anticuerpos
evitó que el virus del ébola atacara a más células en el cuerpo, reduciendo la
tasa de mortalidad alrededor de un 30 por ciento.
Ahora, investigadores de todo el mundo quieren usar anticuerpos del suero
sanguíneo como inminuzación pasiva para combatir el nuevo coronavirus. Ya en
febrero, se instaló en Shanghái una clínica especilizada en terapias a base de
suero.
En Japón, la farmaceútica Takeda Pharmaceutical Co. quiere producir un cóctel
de anticuerpos llamado TAK-88 obtenido del suero sanguíneo de pacientes que
se recuperaron del COVID-19. El procedimiento es prometedor, puesto que el
medicamento está compuesto de muchos diferentes anticuerpos limpiados. Así,
los investigadores no tienen que averiguar primero, en un trabajo minucioso,
qué anticuerpos son los más eficientes contra el coronavirus.
Otra ventaja es que solo se requieren cantidades reducidas para el tratamiento.
Además, se evita el contagio con otros virus y, sobre todo, se puede ganar
tiempo. El medicamento ya ha sido introducido, así probablemente se podrán
evitar largas fases de prueba y se podrá disponer de él lo antes posible en el
marco de un tratamiento o como profilaxis.
El competidor californiano Vir Pharmaceuticals sigue un camino similar: la
empresa farmacéutica estadounidense prueba actualmente si los anticuerpos
obtenidos en 2003 del suero sanguíneo de pacientes de SARS recuperados
también puede neutralizar el SARS-CoV-2. Para ello, colabora estrechamente
con la empresa china WuXi Biologics.
Una posible vacuna
Felizmente, el desarrollo de un medicamento y de una vacuna está teniendo
lugar al mismo tiempo. Disponer lo más pronto posible de una terapia a base de
suero es importante, sobre todo para los pacientes de mayor riesgo, es decir los
adultos mayores y las personas con enfermedades crónicas. Además, este tipo
de medicamentos podría producirse en masa en enormes tanques de células.
Sin embargo, para realmente ralentizar la propagación del nuevo coronavirus o
incluso para detener su avance, será necesaria una vacuna. Actualmente,
investigadores de todo el mundo trabajan en ello a contrareloj.
(vt/cp)
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