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RESEÑA RECONSTRUCTIVA

Cassany, Daniel & Morales, Oscar (2007) “Afilar el lapicero. Guía de redacción
para profesionales” Editorial Anagrama, Barcelona

El texto plantea de forma abierta, la inexperiencia e ignorancia de la mayoría de


los profesionales al tratar de comunicar por escrito algún aspecto particular de su
actividad laboral. En este sentido, busca que el lector, un potencial escritor,
reconozca que el ejercicio de escribir no corresponde solamente a los escritores.
En contraposición, se debe ser consciente de que en la actualidad todo tipo de
profesional elabora sus propios escritos. Los cuales así sean informes, artículos,
ponencias, comunicaciones, entre otros, lo vinculan directamente con el ejercicio
de la escritura. A su vez, es importante tener en cuenta que se habla de un
profesional con una formación tanto integral como permanente, donde se
reconoce en la escritura una herramienta de formación.

Por otra parte, es evidente que cada profesión tiene características propias dentro
de su campo investigativo así como dentro de su campo práctico, por mencionar
solamente algunos de ellos. Éstas, además de diversificar el quehacer, son un
elemento de caracterización de los productos escritos que tienen lugar en ellas.
De esta manera, cada elemento constitutivo de una profesión tiene unas
implicaciones claras en el ejercicio de escritura que se realice. Dentro de las
implicaciones se encuentra la selección del lector, la terminología, el lenguaje, la
estructura, la forma, entre otras.

Sin embargo, y a pesar de la variedad de elementos de discriminación, es


evidente que todos los textos de tipo profesional comparten un alto nivel de
sofisticación. Es decir, son especializados, concisos, despersonalizados, etc. Esto
hace que cada género discursivo sea diferente hasta de los del mismo campo.

De acuerdo con lo anterior, el objetivo del texto es guiar, a aquellos que “se ganan
la vida escribiendo” (la mayoría de personas) supliendo la instrucción que en algún
lugar del camino fue negada. Así, se trata de reconocer en el discurso una
herramienta profesional, que debe ser cuidadosamente elaborada. Ello, teniendo
en cuenta las cuestiones transversales que lo componen y que lo caracterizan.

A partir del reconocimiento de las herramientas empleadas en la escritura, el texto


busca explicar de una forma sencilla y resumida, cómo se preparan, elaboran y
mejoran los discursos que forman parte de la vida cotidiana. Esto no sólo a través
del campo laboral, sino que también estudiantil y profesional de las personas.

En general, la tesis central del texto recae sobre el hecho de que la escritura tiene
gran relevancia en el desarrollo cotidiano de las personas, pues en determinado
momento todos terminan escribiendo algo para alguien. De tal forma que la
escritura cuando es adecuada, permite el ejercicio del poder, aunque los estilos y
las formas del discurso se modifiquen a través del tiempo.

De esta forma, el autor plantea la existencia de elementos clave que deben ser
previamente estudiados e identificados antes de empezar a escribir. El primero de
ellos es el conocimiento del tipo de lector al que va dirigido el escrito. En este
sentido y teniendo en cuenta tanto el conocimiento sobre el tema como la
profesión, se debe pensar en la existencia de diferentes tipos de lectores,
empezando desde el profano (quien lee desde otro campo disciplinar) hasta llegar
al experto (lector especialista).

Así, al buscar por ejemplo al lector experto, es posible encontrarse con aquella
persona conocedora del campo, que apoyada en su conocimiento y experiencia
lee con espíritu crítico comparando la información que presenta el texto con
aquella que ya sabe. Al tener un amplio nivel de conocimientos previos sobre la
disciplina se convierte en el lector principal, pues existe un mayor grado de
conocimiento compartido. De allí dependen ciertos consejos relativos a la escritura
brindados por el autor como objetivo general de su texto.

En este sentido, se reconoce que el escrito se convierte en un escrito


especializado y/o investigativo. Es decir, en éste se maneja en su mayoría
terminología técnica; además de delimitar claramente el campo de estudio. Esto,
identificando una problemática o tensión que da lugar a la investigación y
cientificidad del texto, buscando llamar la atención de la comunidad científica y
presentar unos resultados que se instauran nuevamente en la teoría ya existente y
en la situación problemática real.

De esta forma, el cuerpo de este tipo de trabajos tiene una función propiamente
informativa, la cual se apoya en la función documental de los anexos. Donde
además, estos últimos se convierten en el insumo principal del escrito. Es de gran
importancia resaltar que dicha función informativa se debe apoyar a partir de la
inclusión de recursos visuales tales como tablas, gráficos, fotografías, etc., los
cuales también generan ciertas exigencias de parte y parte.

En primer lugar, el autor debe cuidarse de presentar la información teniendo en


cuenta las relaciones que se pretende realice el lector, así como cuidando la
presentación, organización y extensión de los mismos. En segundo lugar, el lector
debe estar en capacidad de reconocer y entender dichos recursos, haciendo una
lectura adecuada de los mismos, la cual se refleja en las ideas expresadas por
medio del escrito.

Es así, como se reconoce que cada disciplina ha desarrollado sus propios


discursos en el transcurso de la historia, adaptándolos según sus necesidades. De
esta forma un artículo científico debe caracterizarse por la brevedad de sus
párrafos, además de que estos deben formarse a su vez por ideas cortas, las
cuales se organizan de una forma completamente coherente.

Por otro lado, se recomienda la inclusión de palabras clave, así como de un


resumen que comenta y compara los datos principales. Además, éste permite al
lector hacerse a una idea de lo que allí se comunica, con el fin de decidir si lo lee o
no. Dicho elemento aparece como un elemento clave tanto para el lector
especializado como para aquel que lee desde otro campo del saber.

Es evidente como hasta este punto, el autor del texto presenta consejos generales
frente a la creación de determinados escritos, y aunque en este caso se ha
tomado como ejemplo el texto de tipo científico se reconoce que las
recomendaciones permiten de forma general pensar en la construcción de
cualquier otro tipo de texto. Sin embargo, aparecen diferencias, las cuales son
aspectos característicos de la construcción y conformación de cada disciplina.

Por mencionar una de éstas, se habla de la manera en que la voz del autor entra a
jugar parte dentro del texto. Frente a ello, del texto científico o especializado se
plantea cómo el autor tiende a usar la tercera persona. Es decir, en este tipo de
textos a menudo se omite el lector, lo que se conoce como formas impersonales.
Por su parte, esta forma de escritura tiene su fin en la presentación de la realidad
con objetividad absoluta.

De esta forma, el autor reconoce como poco útiles las formas impersonales, pues
éstas erradican la presencia del autor en busca de objetividad. Sin embargo, se
afirma que aunque se oculte el autor, para el lector es obvio que “es éste quien
afirma, quien recoge los datos y quien los interpreta” (Cassany, 2007). De allí se
deriva el hecho de que ésta sea una costumbre vacía, que no depende más que
de una tradición heredada[1]. A su vez, se reconoce que el esconder el autor, lejos
de facilitar la lectura es un hecho que sigue ocasionando problemas.

En este sentido el autor argumenta se utilizan soluciones, que califica de,


artificiosas, es decir, de engañosas. Además plantea que la impersonalidad
permite la generación de ambigüedades, pues no permiten reconocer si dos o más
acciones han sido realizadas por el mismo sujeto o no, donde dicha información
puede ser fundamental.

Este efecto es denominado como la modalización del discurso[2], es decir, se


reconocen como indicios lingüísticos que muestran la actitud del autor con
respecto a lo que dice. Al respecto, el consejo es reconocer que esconder todos
los rastros de subjetividad es una tarea imposible. Así, resulta más eficaz tomar
consciencia de ello e intentar gestionarlo.

De esta forma se plantea de manera clara el hecho de que es necesario ser


explícito cuando convenga dar una opinión, o evitar los “referentes imprecisos y
las connotaciones coloquiales” cuando se busque describir un hecho de la manera
más empírica posible.

Por lo que se refiere a la impersonalidad como entrada del autor en su propio


texto, considero importante tener cuidado con el consejo propuesto por Cassany
sobre las opiniones. De esta forma, él plantea que a la hora de dar una opinión se
debe ser explícito.

Sin embargo, considero que dicha subjetividad al provenir del autor del texto
puede influir en la opinión del autor y más aún si es un autor profano o novato. En
realidad, teniendo en cuenta que el autor proviene de un contexto científico, puede
ser considerado toda una eminencia. A partir de lo cual, el lector puede verse
influenciado por los sesgos y opiniones propias del autor del texto.

En este sentido considero que la impersonalidad es un elemento que aunque no


garantiza la objetividad y frialdad frente a lo que se escribe, al menos permite dejar
cierto espacio de investigación, reflexión y opinión propia del lector. De esta
manera, aunque en el fondo el lector sabe que es el autor de un texto quien afirma
o niega, está en lugar de apoyar o refutar dichas proposiciones.

Además, si en algunos casos es aconsejable el uso de la impersonalidad sería


más eficaz tanto para quien lee como para quien escribe que esta postura fuera
una constante dentro de un texto. Es decir, así como es aconsejable y adecuado
el cuidado del tiempo en el que se desarrollan las acciones o la organización de
las mismas, sería más aconsejable redactar desde la impersonalidad en todo
momento y no sólo cuando por motivos de empirismo convenga.

En este sentido es importante tener en cuenta además que la ciencia es un campo


en construcción, por lo cual el autor debe procurar permitir la entrada del lector y
de su actividad en la construcción misma. Es así como al hacer explícitas las
posturas y opiniones personales la actividad propia del autor en la construcción
misma de la ciencia puede quedar relegada solamente a aceptar la ciencia como
una construcción acabada. Esta idea es clara frente a los sesgos que puede
implicar en el lector la toma de postura del autor frente a su objeto de escritura.

Por otra parte, se debe también tener en cuenta que la ciencia desde su propuesta
propiamente investigativa formula la acción no participante. Esto, con el fin de no
influir tanto en los resultados que se presentan como en la interpretación que el
lector haga de los mismos. En este sentido, aunque el autor plantee una
interpretación generalmente se debe tener en cuenta no sólo que el caso
estudiado es un caso particular, sino que además se dirige en la mayoría de las
ocasiones a un público de lectores diverso.

Al fin de cuentas, considero que para refutar la efectividad del estilo impersonal es
necesario considerar aspectos más allá de si es un extranjerismo heredado de
forma gratuita. Pues dentro de los estilos del discurso generados por cada
disciplina, la ciencia se sustenta en el hecho de que es importante dejar que el
lector pruebe si así lo desea cada una de las afirmaciones hechas por un
científico, sin sentirse presionado implícitamente a aceptar argumentos que
pudieron haber sido planteados desde la autoridad.

BIBLIOGRAFÍA

Cassany, Daniel & Morales, Oscar (2007) “Afilar el lapicero. Guía de redacción
para profesionales” Editorial Anagrama, Barcelona.
Granada, Germán “Textos académicos en la universidad” Universidad Distrital
Francisco José de Caldas, Documento fotocopiado, Bogotá. p. 5.
[1] Cassany, (p. 43) citando a Turk y Kirkman menciona que la tradición de evitar
referencias personales nace en la época victoriana y se consolida en el s

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