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Meditaciones metafísicas - Tercera Meditación

Entre los pensamientos, según Decart, existen las imágenes de las cosas, concibo las imágenes de ellas, a
las cuales les conviene el nombre de "idea". Tiene que ver, dice Decart, con lo que represento como
hombre, quimera, ángel, dios, etc.,

Surge la pregunta, al cabo de cierto desarrollo de la problemática, de si las cosas cuyas ideas tengo en mí
existen como separadas, fuera de mí. Es decir, las cosas que pienso son simplemente ideas procedentes
de mi modo inherente de pensar; o bien son diferentes representaciones entre sí, lo cual supondría una
diferencia también al interior del pensamiento. Pues, algunas que se me presentan representan
substancias, "son algo más y encierran en sí más realidad objetiva", que las que representan solamente
modo o accidentes. Es decir que la primera participaría por representación en más grados de ser o
perfección que las segundas. A esto añade Decart, que a partir de las primeras, a saber las ideas
contenidas en mi pensamiento, concibo un Dios soberano, omnisciente, infinito, inmutable, que
contiene más realidad objetiva que aquellas que me representan sustancias finitas. Lo resultante y
necesario de esto es que la substancia finita no puede ser causante independiente de lo infinito que
tiene más realidad objetiva que aquel; al contrario, aquello que tiene más realidad objetiva,
substancialmente, es la causa de aquello que se representa ideas de lo infinito en su ser finito.

Así como una piedra o el calor, no surgen de la nada, sino que son producidas por una realidad igual o
superior que contenga las mismas cosas u otras más excelentes que una piedra o el calor. Asimismo, la
idea del calor o de la piedra, no puede existir en mí si no ha sido puesta por alguna causa con cierto
grado de realidad. La causa no transmite nada de su realidad actual o formal a la idea que yo tengo de la
cosa, pero no por ello deja de ser real.

NOTA SOBRE LAS IDEAS. Toda idea es obra del espíritu. Toda idea tiene la realidad objetiva que tiene,
gracias a una causa que la hace posible. Así, las ideas tienen distintos grados de realidad entre ellas
mismas. No puede haber en la idea algo que no esté en su causa; tal sería suponer que ese "algo"
proviene de la nada. Inconcebible en el pensamiento cartesiano. Las ideas son objetivas, participan de
un grado de objetividad formal, real, cuya razón de ser se asienta en el ser formal que la causa.

Una idea puede dar origen a otra idea, pero no se pueden reproducir al infitinito, puesto que es
necesario llegar a una idea primera, como causa original, en la que se halle contenida toda la realidad
objetiva y formal.

Conclusión, viendo que la realidad objetiva de las ideas no tiene su causa en mí, ni formal ni
eminentemente, ha de haber otra cosa que es la causa de la idea en mí.

Las ideas me representan distintas cosas en distintos ordenes del pensamiento: unas me representan
cosas corporales, otras ángeles, hombres semejantes a mí; y otra que me representa un Dios. Por las
ideas que tengo de cosas corporales y de Dios, formo el resto de las ideas, aunque no existieran
hombres, ángeles, animales. Yo mismo soy prueba y argumento suficiente de las ideas corporales, por la
inmediatez y proximidad exagerada que se da al reconocerme a mí mismo.
Puede encontrarse cierta falsedad en las ideas por su carácter (no) material, ejemplo, las ideas del frio,
calor, no son claras y distintas, cosa que no me permite distinguir si una es la privación de la otra, y a la
inversa.

La luz natural es el criterio que permite reconocer la realidad de las cosas, y de las ideas., aquella me
hace reconocer mi propia incompletud de poder asir las cosas en su máxima realidad. Si podría ser yo
mismo el autor de esta falsedad material en las cosas.

La distinción entre res cogitans y extensa en la tercera mediteishon

En lo que refiere a las ideas claras y distintas que tengo de las cosas corporales hay algunas que parecen
haber sido extraídas de la propia idea que tengo de mí mismo (la idea de substancia, de tiempo, de
número, de duración). Que una piedra exista no quiere decir que tenga los mismos atriubutos en tanto
substancia que el que tengo yo, dice Decart. Yo soy una cosa que piensa, distinto de la piedra que es una
cosa extensa no-pensante. En estas cosas que parecen coincidir en tanto substancias, hay una gran
diferencia entre ambos conceptos. YO que pienso, puede recordar de mi existencia hace unos segundos,
loso pensamientos concebidos otrora, adquiero entonces la idea de duración y del número.

El movimiento, la figura, la extensión y la situación son modos de la sustancia, modos en que se aparece,
en tanto ropaje bajo el cual la sustancia corporea se representa. Están contenidas en mí , la res cogitans.

Así, queda ver si hay en Dios algo que pueda haber procedido de mí mismo. Dios para decart es una
sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, todopoderosa, por la cual "yo" y todas
las cosas demás existentes han sido creadas y producidas. Los atributos que presenta la figura infinita de
Dios muestra la insuficiencia e imposibilidad de que las ideas que tenemos de ÉL tengan origen en "mí
mismo". Así se presenta necesario concluir que Dios existe. Por qué?. Porque aunque la sustancia esté en
mí, siendo yo una sustancia, no por ello poseería la idea de sustancia en mí. Es decir, no hay una
autoposición del sujeto cartesiano hacia sí mismo, lo cual no implicaría otra cosa sino el origen de la
idea en mí mismo, sino que no puedo tener tal idea de lo infinito si no es puesta por alguna sustancia
verdaderamente infinita.

¿Cómo concibe lo infinito? No mediante ideas, sino por la negación de lo que es finito. Lo mismo que
comprendo el reposo y las tinieblas, a partir de la negación del movimiento y la luz. A esto, agregarle que
ve más realidad en Dios, en lo infinito que en lo finito; es más, tengo la noción de lo infinito antes que lo
finito, de Dios antes que de mí. Cómo podría ser consicnete de mis carencias, de que no soy
completamente perfecto, si no tuviera la idea de un ser más perfecto.

La idea de Dios no es materialmente falsa al modo en que lo eran la idea del frío y calor; al contrario, la
idea de Dios es muy clara y muy distinta, contiene en sí más realidad objetiva que cualquier cosa. Existe
por sí misma, más que cualquier otra. LA idea de este ser perfecto e infinito es enteramente verdadera.

No la puede comprender enteramente la naturaleza del hombre por ser finita, remitida a una idea
infinita, con infinidad de cosas y notas propias de él.

En mi conocimiento, que va aumentando gradualmente día a día, nada hay que me aproxime a la idea de
la divinidad. Tengo conocimientos potenciales, pero la divinidad es ella totalmente actual y efectiva. Dios
produce las ideas, y las imprime en los seres. Más aún, el ser objetivo de una idea no puede ser
producido por un ser que exista solamente en potencia, el cual en realidad debe su ser a un ser formal o
actual.

¿Por qué no puedo ser yo mismo creador de mi ser? Porque de serlo así, sería independiente, ni siquiera
habría lugar a duda de ninguna cosa, no me faltaría ninguna perfección.

¿Por qué no puede ser la causa de mí, mi padre u otra cosa? Porque debe haber tanta realidad en la
causa como en su efecto. Debe ser una cosa que piensa, como yo, y poseer todas las ideas que atribuyo
a la naturaleza divina. (Dios deriva de sí mismo la causa de su ser, no hay algo detrás de ella).

La idea de Dios no la he recibido por los sentidos. No se me aparece como lo hacen las ideas exteriores
fuera de mí, ni inesperadamente, no es creación ni ficción de mi espíritu (porque no está en mi poder
quitarle ni agregarle nada); de ello resulta que, tal idea, ha sido producida o puesta en mí a partir del
momento en que ha sido creado. Dios pone esa idea en mí de él mismo, como el artista deja una marca
impresa en su obra. Aquel infinito posee todas las ideas en acto que yo en tanto ser finito aspiro y
tiendo. No podría tener en mí la idea de Dios si no existiera infinitamente.

Dios no puede ser engañador. Todas las atribuciones que tenemos impresas al momento de nacer sobre
Dios, nos desmuestra que él no puede poseer engaño. Porque poseerlo, sería signo de defecto, ergo de
imperfección.

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