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Resumen Teóricos

1. EL MÉTODO FREUDIANO I: LA LIBERTAD ASOCIATIVA:

Freud  Interpretación de los sueños, Cáp. IV: El trabajo del sueño


Originalidad con respecto a otros métodos: la interpretación se efectúa desde el contenido latente y no desde
el manifiesto.
Contenido del sueño: como una pictografía, cuyos signos deben transferirse al leng de los pensamientos del
sueño. No hay q leerlos x su valor figural sino x su referencia signante.
Trabajo de condensación: el sueño es escueto en relación a los pensamientos oníricos. La cuota de
condensación en indeterminable. El sueño q recordamos al despertar solo es un resto del trabajo onírico total.
En relación a las conexiones de pensamiento q hace el pcte en análisis, solo aparecen x estar ligadas de algún
modo a los pensamientos oníricos, estas nuevas conexiones son contactos laterales o cortocircuitos,
posibilitados x la existencia de vías de conexión diferentes y q corren a mayor profundidad. [Frase huella y
camino Lacan]
Es innecesario crear un modelo para el estado de la psique durante el dormir, ya q se trata de un pensar icc, y
difiere de la reflexión intencionada (ccia)

Freud  6ª Conferencia. Premisas y técnicas de la interpretación.


El sueño es un fenómeno psíquico, es una operación y una manifestación del soñante, pero de tal índole que
no nos dice nada de nada y no la comprendemos. ¿Por qué no podríamos inquirir al soñante por el
significado de su sueño?  El psicoanálisis a sigue la técnica de hacerse decir por los mismos a quienes
estudia la solución de sus enigmas. Por tanto el propio soñante debe decirnos lo q su sueño significa.
En el sueño el soñante dice siempre q nada sabe. Es muy posible, y muy probable que el soñante a pesar de
todo, sepa lo q su sueño significa, solo que no sabe q lo sabe, y x eso cree q no lo sabe.
Cuando exhorto a alguien a decir lo q se le ocurre sobre un elemento determinado del sueño le estoy
pidiendo que se abandone a la asociación libre reteniendo una representación de partida. Esto exige una
actitud particular de la atención por entero diversa de la requerida en el caso de la reflexión y q excluye a
esta. Puede demostrarse que en todos los casos esta ocurrencia está determinada por importantes actitudes
interiores; ellas no nos son conocidas en el momento en q producen sus efectos, como tampoco lo son las
tendencias perturbadoras de las operaciones fallidas ni las que provocan las acciones casuales.

Lacan  Más allá del “Principio de realidad”:


- Revolución del método freudiano
Experiencia analítica:
Primera condición: LEY DE NO OMISION  incompleta sin una Segunda condición: LEY DE NO
SISTEMATIZACIÓN, que concede a plantear la incoherencia como condición de la experiencia.

- Descripción fenomenológica de la experiencia.


Lo dado de la experiencia es de entrada lenguaje, un signo.
El psicoanalista se atiene al hecho de que el lenguaje, antes de significar algo, significa para alguien. Por el
solo hecho de estar presente y escuchar, ese hombre q habla se dirige a él, y puesto q le impone a su discurso
el no querer decir nada, queda en pie lo q ese hombre quiere decirle. Lo q dice puede “no tener sentido
alguno”; a lo q le dice encubre uno. El oyente lo experimenta en el movimiento de responder; al suspender
este, comprende el sentido del discurso. Entonces reconoce allí una intención entre aquellas q representan
cierta tensión de la relación social
El analista opera en los dos registros de la elucidación intelectual, por la interpretación, y de la maniobra
afectiva, por la transferencia; pero fijar sus tiempos es asunto de la técnica, q los define en función de las
reacciones del sujeto, y regular su velocidad es asunto del tacto, merced al cual el analista advierte el ritmo
de estas reacciones. A medida que el sujeto prosigue la experiencia y el proceso vivido en que se
reconstituye la imagen, la conducta deja de imitar la sugestión, los recuerdos recuperan su densidad real, y el
analista ve el fin de su poder, inútil de allí en adelante debido al fin de los síntomas y a la consumación de la
personalidad.

Lacan  Definición de clínica psicoanalítica.


La clínica psicoanalítica es lo real en tanto que (él) es lo imposible de soportar. El icc es a la vez huella y
camino x el saber que constituye.
Lacan  Apertura de la sección clínica.
¿Qué es la Clínica Psicoanalítica? Tiene una base, es lo que uno dice en un psicoanálisis.
¿Qué quiere decir libertad de asociación? La asociación no es en absoluto libre. Tiene un pequeño juego, uno
se equivocaría al querer extenderlo hasta el hecho de que se sea libre.
Hay que cliniquear, es decir acostarse. La clínica siempre está ligada a la cama. En la posición acostada, el
hombre tiene la ilusión de decir algo q merezca decirse, es decir, que importe en lo real.
La psicosis es eso delante de lo cual un analista no debe recular ¿? Saca esto si queres…
La clínica psicoanalítica debe consistir no solamente en interrogar al análisis sino en interrogar a los
analistas, a fin de que den cuenta de lo q su practica tiene de azarosa. Debe ayudarnos a relativizar la clínica
freudiana.

Lacan  Pequeño discurso a los psiquiatras.


El psicoanálisis no es de ningún modo una técnica cuya esencia sea comprender, en el sentido jaspersiano, en
el sentido de q el psicoanálisis iría en el sentido de lograr una empatía con el pcte, para q este se nos vuelva
transparente. Justamente el psicoanálisis se propone demostrar q no somos transparentes a nosotros mismos.
El psicoanálisis está hecho para destacar, para valorizar, no el sentido, en el sentido en q cuando hablamos
creemos comunicar un sentido, sino en el sin-sentido, sobre el cual se fundan los hechos subjetivos. Es más
bien en el terreno de la no-comprensión donde aparece algo valioso para el psicoanálisis. Lo q se recoge de
la experiencia analítica no es del orden de la intersubjetividad del sentido, o de la comprensión. Lo q se cree
comprender justamente no se lo comprende nada.
El psiquiatra esta, quiera o no, concernido con el loco. Si no está concernido es porq se protege de esto
interponiendo una barrera entre él y el loco. No se trata de lo afectivo o del impulso generoso o benefactor.
Si la cuestión del loco puede esclarecerse por el psicoanálisis, eso será a partir de otro centramiento: lo q se
llama relación primera. Relación de concernimiento con el loco.
El icc está estructurado como un lenguaje, o no quiere decir nada. Es a título de ser interrogado por un
analista q es un lenguaje. Un lenguaje no está hecho de signos, por lo q no tiene una relación directa con las
cosas. Un signo es lo q representa algo, y para alguien. El lenguaje rodea a “la cosa”.
El lenguaje no está hecho para comunicar. Para qué sirve? Hace el sujeto. El otro no recibe nuestro mensaje
tal cual fue emitido por nosotros. Del otro lado la frase no es la misma q se ha emitido, y esta “segunda”
frase es la q importa. Es por eso q no se sabe lo q se ha dicho en última instancia. Lo q fabrica el lenguaje por
ej es el deseo. Siempre se consideró q el deseo era algo a ser apartado para llegar al conocimiento.
Teoría del deseo: está fundada en una cierta manera de manejar y conectar entre sí unas letras minúsculas.
Una combinatoria entre significantes en tanto q no son signos. Un ste es lo q representa a un sujeto (no para
alguien sino) para otro ste. Este postulado es in-comprensible, es sólo para servirse de él. El ste sólo ahí
adquiere su estatuto y a continuación por la relación con otro ste, el q inaugura la dimensión de la batería
ste. El ste es anterior al sujeto. Esta función esta definida por un sujeto, en tanto no es el psiquismo, ni el
conocimiento, es una dimensión del ser.
Hay sujeto solamente y únicamente después de q haya habido ste. Aparece antes q el sujeto porq está en la
dimensión del Otro, como sitio y lugar del ste. Es un lugar definido como necesario para esta primaridad de
la cadena ste. Y sólo hay verdad a partir del momento q hay ste. No hay ni verdad ni mentira si no hay ste. Es
a partir del momento q el ste ha engendrado al sujeto y en q se ha inscripto en el campo del Otro q la
dimensión de algo q se propone como una verdad, aunq sea mentira, q el Otro en ningún caso es garante de
la verdad. Puesto q el Otro nada nos dice q es un sujeto.
La experiencia del análisis no es otra cosa q realizar lo q es esta función del sujeto. Eso abre a cierto efecto q
muestra q lo q está primordialmente interesado de esta función del ste, predomina una dificultad, un agujero,
una falla, una falta de esta operación ste, q está ligada en la articulación del sujeto en tanto q se afecta de un
sexo. Es la confesión del sujeto en tanto afectado de un sexo lo q está concernido. Es porq el ste se muestra
manifestando unos fallos electivos en ese momento, q conlleva el surgimiento en el nivel del deseo de el
escamoteo simbólico, el escamoteo del órgano de copulación.
Castración: para q llegue a articularse en función del ste algo q lleve al sujeto sobre el plano sexual, es
preciso q intervenga allí como faltante el ste q representa al órgano de la copulación.
La experiencia analítica debe tomar como punto de partida la primordialidad de la cadena ste en relación al
sujeto, la experiencia q es la del sujeto en tanto q es determinado por todo lo q le ha preexistido de ste. El
surgió de esos stes, del deseo de los padres, aunq sea por azar, él vino a caer allí. Por esto es q todo lo q le
suceda, al menos al comienzo, va a depender de ese lugar q es llama en sus padres, el deseo, q se manifiesta
en la existencia del Otro, como lugar ste, q es ahí donde él viene a caer, no es posible q eso no tenga una
función determinante sobre todo lo q va a pasarle.
Por el hecho de q el deseo se ha formado en el lugar del Otro, es el deseo del Otro, no puede reconocerlo uno
por sí mismo si no es con la ayuda del analista, esto es lo q justifica el análisis.
La sexualidad tiene una intrusión inesperada, obscena, desplazada, donde uno menos se la espera. Eso
resiste. Lo q hace a la dificultad es q uno entra al acto sexual para revelarse como macho o hembra, por ej. es
aquí donde comienzan las dificultades, en tanto q el acto es ste, y como tal pifia.
El objeto a: llega a ese lugar donde el órgano falta, hace q uno se percate de q eso falta. Relación de
homotopía q hay entre la castración y la función q desempeñan cierto número de objetos. El objeto a es la
fórmula gral de lo q se manifiesta en la determinación de la división del sujeto. Es un sujeto del cual una
parte está velada, q se expresa en la estructura del fantasma, la q comporta otra mitad del sujeto y su relación
al objeto a.
Primer efecto del lenguaje: una cierta participación del cuerpo en tanto q real.
En función de la dependencia primera de la cadena ste, queda allí fijado a algunos puntos. Es el sujeto en
tanto dividido q está en una cierta relación con el objeto a (en el fantasma). Este objeto a tiene la propiedad
de producir el deseo, en tanto q el deseo es lo q está soportado por esto q es la fórmula el fantasma. Si este
deseo depende del deseo del Otro, esto es en la medida en q demanda de a minúscula. Lo q hace el lazo del
deseo es q el a es siempre demandado al Otro (o, le pide lo q le falta). Los “hombres libres” son los locos,
porq no demandan la a minúscula, ya la tienen, por ej en sus voces. Y esa es la razón por la q los psiquiatras
se angustian ante los locos, porq son hombres libres. El loco no se sostiene en el lugar del Otro, porq él ya
tiene a su disposición el objeto a (y por esta razón no hay interdicción ante el goce). Es la causa de sí mismo.
Lo q produce barrera entre el psiquiatra y el loco es q aquél considera a este un objeto de estudio, y q el
psiquiatra está integrado a una cierta relación jerárquica, q lo coloca en una posición de autoridad, de
dignidad, de defensa de una cierta posición q lo angustiaría ante el loco. Los psiquiatras conservan en su
jerarquía algo del orden de una distancia en relación a un objeto, lo q imposibilita al psiquiatra tomar otro
punto de vista. El psiquiatra se posiciona como sujeto de la ciencia.
-alienación: imposibilidad de elegir, se elige forzosamente la tontería.

2. EL MÉTODO FREUDIANO II: LAS RESTRICCIONES A LA LIBERTAD ASOCIATIVA:

Freud  Recordar, repetir, reelaborar.


La meta de estas técnicas ha permanecido idéntica. En términos descriptivos: llenar las lagunas del recuerdo;
en términos dinámicos: vencer las resistencias de represión.
El convencimiento que el enfermo adquiere en el curso del análisis es por completo independiente de
cualquier recuerdo de esa índole.
El analizado repite en vez de recordar, según las condiciones de la resistencia. (AGIEREN / ACTING OUT –
según soler)
El ppal recurso para domeñar la compulsión de repetición del pcte, y transformarla en un motivo para
el recordar, reside en el manejo de la trasferencia. Le abrimos la trasferencia como la palestra donde tiene
permitido desplegarse con una libertad casi total, y donde se le ordena que escenifique para nosotros todo
pulsionar patógeno que permanezca escondido en la vida anímica del analizado.

Lacan  Comentario del texto de A. Albert sobre el placer y la regla fundamental.


El principio de placer es el principio de no hacer nada, de hacer lo menos posible. La regla fundamental no
es cosa q hacerle observar q hay q sudar un poquito para hacer algo juntos, q la cosa no va a andar si de
algún modo no se llega hasta lo q displace: hacer un esfuerzo.
El analista encuentra su aliado en el superyó xq este es el imperativo de goce.
Regla fundamental: lo único x lo cual hay acceso a lo real. La singularidad de lo q no debe ser omitido.
La particularidad en todos los niveles se define x lo universal; y se puede decir q si no hubiera simbólico, es
decir, esta especie de inyección de significantes en lo real con la cual estamos forzados a arreglárnosla, no
habría síntoma. Y el síntoma es la particularidad, es lo q nos hace a cada uno un signo diferente de la
relación q tenemos, en tanto seres hablantes con lo real. Lo universal, allí, es siempre algo q se sustrae en el
horizonte y a lo cual nosotros no hacemos referencia más q por la numeración.
Es q nosotros no podemos en el fondo, darlo como regla, pero es indispensable saberlo cuando admitimos a
alguien a eso por lo cual nos comprometemos con él, ya q de todos modos es el síntoma lo q está en el
corazón de esta regla: a lo q se apunta en el enunciado de la regla fundamental, es a la cosa de la q el sujeto
está menos dispuesto a hablar, es decir, de su síntoma, de su particularidad.
La única cosa q vale no es lo particular, es lo singular. Vale la pena errar a través de toda una serie de
particulares para q algo singular no sea omitido.
Si algo se encuentra q defina lo singular, es lo q yo he llamado por su nombre: un destino. Y hay un modo de
ceñir lo singular por la vía justamente de ese particular, q hago equivaler al síntoma.
El psicoanálisis es la búsqueda de esa suerte. Lo nuestro consiste en incitarlo a pasar por el buen agujero de
lo q le es ofrecido a él, como singular.

Freud  Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica.


Nuestra tarea médica: llevar al enfermo de neurosis a tomar noticia de las mociones reprimidas, icc, q
subsisten en el, poniendo en descubierto las resistencias que en su interior se oponen a tales ampliaciones de
su saber sobre su propia persona. Alcanzaremos nuestra meta aprovechando la transferencia del paciente
sobre la persona del medico, para que el haga suya nuestra convicción de q los procesos represivos
sobrevenidos de la infancia son inadecuados al fin y de q una vida gobernada por el principio de placer es
irrealizable.
Cura  se logra en estado de abstinencia
Al enfermo tienen q restarle muchos deseos incumplidos de su relación con el médico. Lo adecuado al fin es
denegarle aquellas satisfacciones q mas intensamente desea y q exterioriza con mayor urgencia.

Freud  Inhibición, síntoma y angustia.


- Cap VI.
Dos actividades del yo en la formación de síntoma:
• Anular lo acontecido  es magia negativa, mediante un simbolismo motor quiere hacer
desaparecer no las consecuencias de un suceso sino a este mismo. Neurosis obsesiva: síntoma en dos
tiempos, donde el segundo acto cancela al primero como si nada hubiera acontecido, cuando en la
realidad efectiva acontecieron ambos. El ceremonial en la neurosis obsesiva tiene en el anular lo
acontecido una segunda raíz. La primera es prevenir, tomar precauciones para q no acontezca, no se
repita, algo determinado. Las medidas precautorias son acordes a la ratio, mientras q las
“cancelaciones” mediante anulación de lo acontecido son desacordes a la ratio, de naturaleza mágica.
Se cancela el pasado mismo, se procura reprimirlo, suplantarlo, por vía motriz.
• Aislamiento  peculiar de la neurosis obsesiva. Recae también en la esfera motriz, y consiste en q
tras un suceso desagradable, así como tras una actividad significativa realizada por el propio enfermo
en el sentido de la neurosis, se interpola una pausa en la que no está permitido q acontezca nada, no
se hace ninguna percepción ni se ejecuta acción alguna. En la histeria es posible relegar a la amnesia
una impresión traumática. En la neurosis obsesiva, la vivencia no es olvidada, pero se la despoja de
su afecto, y sus vínculos asociativos son sofocados o suspendidos, de suerte q permanece ahí como
aislada y ni siquiera se la reproduce en el circuito de la actividad de pensamiento. El obsesivo halla
particular dificultad para obedecer la regla fundamental. Su yo es mas vigilante y son mas tajantes
los aislamientos q emprende, a consecuencia de la elevada tensión de conflicto entre su superyó y su
ello. Tiene demasiadas cosas de las q defenderse. No le esta permitido dejarse ir; se encuentra en un
permanente apronte de lucha. Luego apoya esta compulsión a concentrarse y aislar. El aislamiento es
una cancelación de la posibilidad de contacto, un recurso para sustraer a una cosa del mundo de todo
contacto; y cuando el neurótico aísla también una impresión o una actividad mediante una pausa, nos
da a entender simbólicamente q no quiere dejar que los pensamientos referidos a ellas entren en
contacto asociativo con otros.

- Addenda: Resistencia y contrainvestidura.


La represión no es un proceso q se cumpla de una vez, sino q reclama un gasto permanente. Si este faltara, la
moción reprimida, q recibe continuos aflujos desde sus fuentes retomaría el mismo camino q fue esforzada a
desalojar, la represión quedaría despojada de su éxito o debería repetirse indefinidamente. La naturaleza
continuada de la pulsión exige al yo asegurar se acción defensiva mediante un gasto permanente  esta
acción en resguardo de la represión se denomina resistencia, y presupone la contrainvestidura. En la neurosis
obsesiva se manifiesta como alteración del yo, como formación reactiva en el interior del yo, por refuerzo de
la actitud opuesta a la orientación pulsional q ha de reprimirse. En la histeria, la formación reactiva retiene
con firmeza un objeto determinado y no se eleva al carácter de una predisposición universal del yo. La
neurosis obsesiva, supone el aflojamiento de los vínculos de objeto, la facilidad para el desplazamiento de la
elección de objeto.
La resistencia es operada por el yo, q se afirma en sus contrainvestiduras. Es difícil para el yo dirigir su
atención a percepciones y representaciones de cuya evitación había hecho hasta entonces un precepto, o
reconocer como suyas unas mociones q constituyen lo mas totalmente opuesto a lo q le es familiar como
propio. Hacemos conciente la resistencia, toda vez q ella misma es icc a raíz de su nexo con lo reprimido. El
yo sigue hallando dificultades para deshacer las represiones aun después q se formo el designio de resignar
sus resistencias, y llamamos reelaboración a la fase de trabajoso empeño q sigue a ese loable designio. Tras
cancelar la resistencia yoica, es preciso superar todavía el poder de la compulsión a la repetición, la atracción
de los arquetipos icc sobre el proceso pulsional reprimido; y nada habría q objetar si se quisiese designar ese
factor como resistencia de lo icc.
Debemos librar combate contra 5 clases de resistencias:
- Resistencia del YO  Resistencia de la represión.
 Resistencia de transferencia, de naturaleza idéntica a la represión, pero q en el
análisis crea fenómenos diversos y mucho más nítidos, xq establece un vínculo con la situación analítica o
con la persona del analista, y así reanimar como si fuera fresca una represión q solo debía ser recordada.
 Resistencia x la ganancia de la enfermedad, q se basa en la integración del síntoma
en el yo. Corresponde a la renuencia a renunciar una satisfacción o a un aligeramiento.
- Resistencia del ELLO  Es la responsable de la necesidad de reelaboración
- Resistencia del SUPERYÓ Es la más oscura pero no siempre la mas débil. Parece brotar de la ccia de
culpa o necesidad de castigo; se opone a todo éxito, y también a la curación mediante el análisis.

Lombardi  Tres definiciones de lo real en Lacan.


¿Qué hay de real en la experiencia psicoanalítica?
El significante en cuanto a la significación, deja con las ganas; es significante, empuja hacia una
significación pero no nos la entrega. De allí que el corte forme parte del acto del analista: este consiste en no
admitir q la significación q el significante no entrega, venga a ser rellenada con otros significantes u otras
significaciones q se proponen en sustitución de la significación q falta. El análisis aísla el significante, lo
empuja hacia lo real, lo fuerza a mostrar q el efecto icc q ejerce sobre el sujeto es anterior y es exterior al
campo de la significación. El significante opera con el más completo sin-sentido. El significante no cumple
con la función q anuncia.
Tres definiciones de lo real:
1-Lo real es lo q retorna siempre al mismo lugar: Lo q retorna no lo hace a la realidad, sino q vuelve
adonde el sujeto no puede percibir lo q le concierne: no ve eso q lo mira, no escucha el objeto q lo invoca,
porq es icc. No puede dialectizarse, ponerse en cadena, es un resto q insiste, q no se agota. Aparece aislado.
Compulsión a la repetición. Más allá del principio del placer. Signo de goce.
2-Lo imposible, como modalidad lógica. Síntoma neurótico como “la solución de lo imposible”. Por ej la
relación sexual. Apunta a consumar una verdadera repetición, en la certeza de q lo mismo, repetido, difiere.
3-El síntoma es lo q viene de lo real: el ste, si bien no es funcional a la “comunicación”, sirve para expresar
el síntoma. El síntoma responde a la estructura misma del lenguaje. El síntoma es lo único q conserva un
sentido en lo real. Porq es el punto donde el sujeto se da a entender en el lenguaje, logra justamente expresar
la esencia del ste, el sin-sentido. Goce del ste en lo real. El síntoma es el ejemplo de que el lenguaje sólo
expresa malentendido. Da cuenta del ste excluido del campo de la significación y del sentido y q sin embargo
encuentra en el síntoma un representante en el campo del sentido. ¿Qué orientación es la del síntoma? La
orientación de lo real, la orientación del significante excluido a la vez del campo de la significación y del
sentido. El síntoma es lo que viene de lo real. Lo real se sirve del síntoma para expresarse. Lo real es lo
incurable del síntoma, ya q el sujeto no puede dejar de ser hablante y la pulsión es incurable. Algo q insiste
por tramitarse.

3. LAS ELECCIONES DEL SER HABLANTE:

Freud  23ª Conferencia. Los caminos de la formación del síntoma


Síntoma: Es resultado de un conflicto que se libra en torno de una nueva modalidad de la satisfacción
pulsional, una formación de compromiso entre dos fuerzas en conflicto: las q intentan reprimir y lo
reprimido (la libido insatisfecha, cuyo obj fue denegado - frustración), q ahora tiene en el síntoma una
satisfacción sustitutiva. Si a pesar de que la libido está dispuesta a aceptar otro objeto en lugar del
denegado, la realidad permanece inexorable, aquella se verá precisada a emprender el camino de la
regresión y a aspirar a satisfacerse dentro de una de las organizaciones ya superadas o por medio de uno de
los objetos que resignó antes. En el camino de la regresión, la libido es cautivada por la fijación que ella ha
dejado tras sí en esos lugares de su desarrollo. El conflicto queda planteado si el yo no presta su acuerdo a
estas regresiones. La libido es como atajada y tiene que intentar escapar a algún lado: adonde halle un
drenaje para su investidura energética, según lo exige el principio de placer. Tiene que sustraerse del yo. Le
permiten tal escapatoria las fijaciones dejadas en la vía de su desarrollo, de las cuales el yo, en su momento,
se había protegido por medio de represiones. Las representaciones sobre las cuales la libido trasfiere ahora su
energía en calidad de investidura, pertenecen al sistema del icc y están sometidas a los procesos allí posibles,
en particular la condensación y el desplazamiento. La subrogación de la libido en el interior del icc tiene q
contar con el poder del yo prcc. La contradicción q se había levantado contra ella en el interior del yo la
persigue como «contrainvestidura» y la fuerza a escoger una expresión q pueda convertirse al mismo tiempo
en la suya propia. Así, el síntoma se engendra como un retoño del cumplimiento del deseo libidinoso icc,
desfigurado de manera múltiple.
Se agrega al síntoma su cara libidinal. Síntoma: sentido + satisfacción. El síntoma es la práctica sexual de
los enfermos.
¿Dónde halla la libido las fijaciones que le hacen falta para quebrantar las represiones? En las prácticas y
vivencias de la sexualidad infantil, en los afanes parciales abandonados y en los objetos resignados de la
niñez. La importancia de este período infantil es doble: por un lado, en él se manifestaron por primera vez las
orientaciones pulsionales que el niño traía consigo en su disposición innata; y en segundo lugar, en virtud de
influencias externas, de vivencias accidentales, se le despertaron y activaron por vez primera otras pulsiones.
Unas vivencias puramente contingentes de la infancia son capaces de dejar como secuela fijaciones de la
libido. Las disposiciones constitucionales son la secuela que dejaron las vivencias de nuestros antepasados;
también ellas se adquirieron una vez: sin tal adquisición no habría herencia alguna.
La constitución sexual hereditaria nos brinda diversidad de disposiciones, según q esta o aquella pulsión
parcial, por sí sola o en unión con otras, posea una fuerza particular. La constitución sexual forma con el
vivenciar infantil otra «serie complementaria», semejante a la del adulto entre predisposición y vivenciar
accidental.
Crean un sustituto para la satisfacción frustrada; lo hacen por medio de una regresión de la libido a épocas
anteriores, a la que va indisolublemente ligado el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la elección
de objeto o en la organización. El síntoma repite de algún modo aquella modalidad de satisfacción de su
temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto, volcada a una sensación de sufrimiento
y mezclada con elementos que provienen de la ocasión q llevó a contraer la enfermedad. La modalidad de
satisfacción que el síntoma aporta tiene en sí mucho de extraño. Es irreconocible para la persona, la siente
como un sufrimiento y como tal se queja de ella.
En la regresión se produce un extrañamiento del ppio de realidad y un retroceso al ppio de placer. Se regresa
al autorerotismo, se cambia una satisfacción exterior por una interior. Se regresa porque hubo una
cristalización de libido y de significación. La libido reinviste esos puntos de fijación, la fantasía se
reprime y se produce el síntoma.
¿Cómo encuentra la libido el camino hacia esos lugares de fijación? Todos los objetos y orientaciones de
la libido resignados no lo han sido todavía por completo. Ellos o sus retoños son retenidos aún con cierta
intensidad en las representaciones de la fantasía. La libido no tiene más que volver a las fantasías para hallar
expedito desde ellas el camino a cada fijación reprimida. Estas fantasías gozan de cierta tolerancia, y no se
llega al conflicto entre ellas y el yo, por grandes que sean las oposiciones, mientras se observe una
determinada condición. Es una condición de naturaleza cuantitativa, infringida ahora por el reflujo de la
libido a las fantasías. Por este aflujo la investidura energética de las fantasías se eleva tanto que ellas se
vuelven exigentes, desarrollan un esfuerzo, orientado hacia la realización. Esto hace inevitable el conflicto
entre ellas y el yo. Si antes fueron prcc o cc, ahora son sometidas a la represión por parte del yo y libradas a
la atracción del icc. Desde las fantasías ahora icc, la libido vuelve a migrar hasta sus orígenes en el icc, hasta
sus propios lugares de fijación. Por lo q la retirada a la fantasía es un estadio intermedio para la formación
del síntoma. Para q haya síntoma la fantasía investida regredientemente debe despertar un conflicto en el yo,
por lo q se reprime y hay satisfacción sustitutiva en el síntoma.

Lacan  Acerca de la causalidad psíquica, La causalidad esencial de la locura.


El fenómeno de la creencia delirante es el de desconocimiento. Porque desconocer supone un
reconocimiento, el que hay que admitir que lo que se niega debe de ser de algún modo reconocido.
La alucinación es un error “amasado con la pasta de la personalidad del sujeto y hecho con su propia
actividad”. En los sentimientos de influencia y de automatismo el sujeto no reconoce sus propias
producciones en su calidad de suyas.
La realidad que el sujeto confiere a tales fenómenos, todos, alucinaciones, interpretaciones, intuiciones y
aunque el sujeto los viva con alguna extrañeza, son fenómenos que le incumben personalmente: lo
desdoblan, le responden, le hacen eco, leen en él, así como él los identifica, los interroga, los provoca y los
descifra, y cuando llega a no tener medio alguno de expresarlos, su perplejidad nos manifiesta asimismo en
él una hiancia interrogativa: es decir que la locura es vivida en el registro del sentido.
El fenómeno de la locura no es separable del problema de la significación para el ser en general, del lenguaje
para el hombre. El lenguaje del hombre, ese instrumento de su mentira, está atravesado de parte a parte por el
problema de su verdad.
Emprendemos este camino para estudiar las significaciones de la locura: las alusiones verbales cuya
resonancia necesitamos oír en una palabra para detectar el delirio, esa transfiguración del término en la
intención inefable, esa fijación de la idea en el semantema, que tiende a degradarse en signo. El neologismo,
naufragio de la sintaxis, esa característica que marca, desde la unidad de un estilo hasta las estereotipias.
Todo aquello por lo cual el alienado se comunica con nosotros a través del habla o de la pluma.
El sujeto no reconoce en el desorden del mundo la manifestación misma de su ser actual, y porq lo q
experimenta como ley de su corazón no es mas q la imagen invertida, tanto como virtual, de ese mismo ser.
Lo desconoce pues, por partida doble, y precisamente por desdoblar su actualidad y su virtualidad. Su ser se
halla, por tanto, encerrado en un circulo, salvo en el momento de romperlo mediante alguna violencia en la q,
al asestar su golpe contra lo q se le presenta como desorden, se golpea a si mismo por vía de rebote social.
“No se vuelve loco el que quiere”, pero tampoco no al que quiere alcanzan los riesgos que rodean la locura.
No bastan un organismo débil, una imaginación alterada, conflictos que superen a las fuerzas. Puede ocurrir
que un cuerpo de hierro, poderosas identificaciones y las complacencias del destino, inscritas en los astros,
conduzcan con mayor seguridad a esa seducción del ser.
El medico, aquel que le opone al loco que lo que éste dice no es cierto, no divaga menos que el loco mismo.
Con el desplazamiento de la causalidad de la locura hacia esa insondable decisión del ser en la q este
comprende o desconoce su liberación, hacia esa trampa del destino q lo engaña respecto de una libertad q no
ha conquistado, no formula nada mas q la ley de nuestro devenir.

Soler  La elección de neurosis.


La “elección forzada”, lo q Lacan describió como la alienación del hablanteser, depende del ser de lenguaje
del sujeto, y esa elección forzada, no evoca ninguna connotación de libre albedrío. Por el contrario, evoca
más bien la idea de obligación. Elección forzada  siempre hay una pérdida a la vez q una alternativa.
Tomando a Freud con su idea de elección de la neurosis, Lacan nos dice q de la posición del sujeto, uno
siempre es responsable.
¿Por qué la enfermedad? ¿Por qué tal neurosis y no otra? ¿Por qué histeria, u obsesión, o fobia?
Dos ejemplos: Dora cayó enferma sobre un “o ella o yo”. Para el H. de R. se trata de o la mujer rica o la
mujer pobre. La llamada causa ocasional de la neurosis es en si misma un problema de elección. Elección q
el sujeto debe hacer (H. de R.) o q el sujeto intenta imponer al otro (Dora). En ambos casos, el sujeto
retrocede ante una alternativa. Freud dice q en ambos casos, hay un rechazo a elegir, un rechazo a renunciar,
xq elegir entre dos términos es renunciar a uno de los dos. La solución neurótica es una solución de
compromiso, es querer ganarlas todas. El síntoma llega a satisfacer a las pulsiones a pesar de las
prohibiciones q también satisface. Hay entonces un goce del síntoma, y ese es el beneficio del síntoma.
Cuando uno dice responsable, eso quiere decir beneficiario.
En el síntoma, lo q se goza, es una verdad. Para Dora, la verdad q se goza es la verdad sobre el goce supuesto
de su padre impotente. Es la verdad sobre el goce del Amo castrado a la q x su síntoma Dora, histérica, se
identifica.
La pulsión realiza su satisfacción en el síntoma, pero como dice Lacan, la satisfacción cambió de sentido,
cambió de valor desde q se desliza en las argucias (mentiras) de la sintaxis del icc. Hay todavía otra cosa,
dice Freud, q puede satisfacerse en el síntoma y en el sufrimiento del síntoma, y es lo q nos presenta bajo la
noción de necesidad de castigo, q culmina para él en la reacción terapéutica negativa.
Ocasionalmente la desgracia dispensa del síntoma. La desgracia necesaria para ese sujeto, y q el sufrimiento
del síntoma, más allá de lo q se descifra de él, ocupa ese lugar.
“Elección de la neurosis” quiere decir “elección sobre el goce”. El neurótico no es un sujeto q ha elegido. Es
un sujeto determinado por una elección, determinado por la elección de la no elección. Es un sujeto q ha
rechazado elegir entre pulsión y defensa.
¿Qué es lo q determina el tipo? No depende de lo q sucedió como acontecimiento, traumatismo, de lo se
encontró por las vueltas de la vida. El tipo depende de la tyché, del azar en el sentido del encuentro. Esta
cuestión de la relación entre el tipo y la verdad del goce, ¿cómo la zanja Lacan? Hay un hiato entre el tipo y
la verdad del goce. “El psicoanálisis revela a un sujeto el sentido de sus síntomas”. El sentido esta dado por
el sinsentido de la relación sexual y por el objeto a que la suple, por el plus de gozar. Existen tipos de
síntomas, ellos no tienen el mismo goce, no necesariamente. Esto quiere decir q la verdad del goce es lo q el
síntoma tiene de mas particular, y q x consecuencia, no puede dar cuenta de la generalidad del tipo.
¿De qué depende el tipo si no depende de las pulsiones en si mismas? El sujeto. La respuesta en términos
freudianos es “la defensa”. El tipo depende de la defensa. Lo reprimido es idéntico en todas las neurosis. En
todas se encuentra una defensa contra los contenidos edípicos, una defensa motivada x la angustia de
castración. No es entonces ni el motivo, ni el objeto de la defensa lo q determina el tipo. El objeto de la
defensa son las pulsiones; el motivo de la defensa es la angustia de castración. Ni el uno ni el otro
determinan el tipo. Lo q determina el tipo es la modalidad de la defensa.
Lacan observa q la defensa modifica no la pulsión, sino el sujeto. Las “defensas ideales”, las defensas q
provienen de las instancias ideales acampan “en el lugar del sujeto”, ocupan el lugar del sujeto, pero al
mismo tiempo enmascaran su naturaleza primaria, q es ser el lugar de un vacío.
El histérico es un sujeto q asume su división. Hace más q asumirla, hace de ello un estandarte y opera en su
nombre. La verdad histérica no es la división del sujeto, sino el a. La histérica se vale de su división llevada
al semblante para exigir q aparezca la verdad del Amo, q se llama castración, y también división del sujeto.
La histérica “exige”. No es lo mismo q decir “demanda”, lo q no le impide demandar. El sujeto histérico
exige la verdad. Lacan dice “exige el ser, exige q el otro pague cierta cuota”.
El sujeto se representa como un objeto q se sustrae. Es un sujeto engañoso el histérico. ¿Cuál es el sentido de
este engaño? El beneficio de la sustracción es q produce un vacío en el Otro. Esquivándose, el sujeto provoca
la falta del Otro. En esta intriga q construye o q sueña, el sujeto se completa con la falta del Otro, con el
vacío de deseo. Su estrategia depende de la “separación”, o sea, la operación q hace q un sujeto encuentre
“su equivalencia de lo q él es como sujeto del icc en el deseo del Otro”. El vacío q es propio del sujeto, el
fantasma histérico lo obtura con otra falta. Necesita otra falta para obturar la suya. Es entonces la falta. Del
deseo lo q viene al lugar del objeto. La histérica especialmente es un sujeto q dice “no”. ¿A qué? Al
significante, cuando trata de identificarse allí.
Si hay un sujeto para quien el “tu eres” de la palabra plena mata, es el sujeto histérico, quien, cuando uno le
dice “Tu eres” al final termina siempre diciendo “pero no”. Al “Tu eres” q mata, xq lo petrifica bajo un
significante, responde siempre con un “Yo no soy eso”.
Es un sujeto cuya relación al icc se paga con esto: q a la hora H no esta allí. La hora H es la q introduce lo
irreversible, la determinación, y x lo tanto la pérdida. Es cierto q es una hora a la q la histérica huye, una hora
en q justamente, se ausenta. Dos cosas limitan la ferocidad histérica: la piedad de ese sujeto o la simpatía
para todo el que muestre su castración. Es un sujeto feroz para aquel q esconde su castración, q la cubre.
¿Dónde está el beneficio? Esta del lado del ser xq la histérica se aloja en esta inconsistencia q provoca. Su
punto de angustia no es q falte un significante en el Otro, xq allí se aloja. Su punto de angustia es q en ese
lugar podría producirse un cierto goce. Su posición es de vaciamiento del goce del lado del Otro, del goce q
no se simboliza con el falo.
El histérico domina x el deseo. La tendencia del obsesivo es dominar el deseo. El histérico domina al Otro x
el deseo y así cree tenerlo. Sopla la llama mientras q el obsesivo apaga el fuego. El peligro es el peligro de la
inconsistencia del Otro, pero allí donde el histérico opera frente a esta inconsistencia x el vaciamiento, el
obsesivo intenta colmarla. Idealización del Otro  es un Otro cuya inconsistencia esta oculta.
La función de promoción del significante fálico es poner el significante en el lugar del goce, tapar la
inconsistencia del Otro con un significante, así sea significante del goce, pero no dejar ningún lugar a esa
inconsistencia propiamente dicha.
Evidentemente su angustia, su escapada, su huida se produce cada vez q alguna de ellas lo confronta con sus
significantes no recibían todas sus aspiraciones. Punto de terror obsesivo. Este le asalta cuando no la rabia,
en el momento en q la otra Cosa q habita al Otro aparece.
Su mortificación, q responde a lo q llamé su terror, es doble. Es mortificación de si mismo: los trabajos
forzados del obsesivo, pero es también mortificación del compañero, del objeto. Es esto lo q lo protege del
suicidio, xq no se autotortura enteramente solo. Tortura también al otro. La mortificación implica un goce. El
sujeto obsesivo se complace en sus autorreproches, en sus autotorturas, saca de eso un pequeño beneficio:
hay un placer en complacer q no es solo complacer al padre de la prohibición sino también identificación al
atormentador, donde aquello q se trataba de pagar, retorna.
El sujeto prefiere obedecer a los reproches de su “superyó” q tener q encontrar una causa q no seria la causa
fálica. Por eso el obsesivo no es un ser de encuentro. Se defiende contra el encuentro. La histérica elige la
ventura del sujeto (tyché) al precio de la desventura de la persona. El obsesivo elegiría mas bien la
desventura de la persona contra la ventura del sujeto, pero en vano, xq lo q proscribe, lo vuelve a atrapar.

4. FANTASÍA, REALIDAD, REAL:

Freud  Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad.


- Fuentes comunes y arquetipo normal de todas estas creaciones de la fantasía son los llamados sueños
diurnos son unos cumplimientos de deseo engendrados por la privación y la añoranza
- La fantasía icc mantiene un vínculo con la vida sexual de la persona; es idéntica a la fantasía que le sirvió
para su satisfacción sexual durante un período de masturbación.
Acto masturbatorio soldadura de 2 componentes: la convocación de la fantasía y la operación activa de
autosatisfacción en la cima de ella. Originariamente, la acción era autoerotismo puro, destinado a ganar
placer de una zona erógena. Mas tarde se fusiono con una representación-deseo tomada del círculo de amor
de objeto y sirvió para realizar de manera parcial la situación en q aquella fantasía culminaba.
Cuando luego la persona renuncia a esta clase de satisfacción masturbatoria y fantaseada, la fantasía misma,
de conciente que era, deviene inconciente. Y si no se introduce otra modalidad de la satisfacción sexual, si la
persona permanece en la abstinencia y no consigue sublimar su libido, vale decir, desviar la excitación
sexual hacia una meta superior, está dada la condición para que la fantasía inconciente se refresque, prolifere
y se abra paso como síntoma patológico, al menos en una parte de su contenido, con todo el poder del ansia
amorosa.
- Cuando se renuncia a la masturbación la fantasía deviene icc. Si no se introduce otra modalidad de
satisfacción, al no haber descarga ni sublimación, se sobreinviste la fantasía, q entra en conflicto con el yo
y se reprime. Por lo q la satisfacción se resigna. Este exceso de libido buscará satisfacerse en el síntoma. La
fantasía puede reactivarse y abrirse paso como síntoma. Por lo q el síntoma restablece la satisfacción
resignada.
- fantasía icc  estadio psíquico previo del síntoma histérico: figuración mediante conversión de las
fantasías icc. Al ser síntomas somáticos por lo gral corresponden a las zonas donde se daba el placer
autoerótico, q acompañaba la fantasía. La meta última de todo el proceso patológico, restablecer la
satisfacción sexual en su momento primaria, si bien nunca se consuma así, es alcanzada siempre en una
suerte de aproximación.

Freud  Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis.


Averiguaciones posteriores practicadas en personas que habían permanecido normales brindaron un
resultado inesperado: sus historias sexuales infantiles no se debían distinguir esencialmente de la vida
infantil de los neuróticos y, en especial, el papel de la seducción era el mismo en ellas. Entonces los influjos
accidentales retrocedieron todavía más frente a los de la «represión» (en lugar de «defensa»). Por tanto, no
importaban las excitaciones sexuales que un individuo hubiera experimentado en su infancia, sino su
reacción frente a estas vivencias: si había respondido o no con la «represión» a esas impresiones. Respecto
de la práctica sexual espontánea de la niñez, se demostraba que a menudo era interrumpida en el curso del
desarrollo por un acto de represión. Así, el individuo neurótico genésicamente maduro traía consigo de su
infancia, por regla general, una cuota de «represión sexual» que se exteriorizaba a raíz de los reclamos de la
vida real; contraían su enfermedad como resultado del conflicto entre la libido y la represión sexual, y que
sus síntomas tenían el valor de compromisos entre ambas corrientes anímicas.
Como casi todas las pulsiones perversas de la disposición infantil eran fuerzas formadoras de síntomas en el
caso de la neurosis, pero en esta se encontraban en el estado de la represión, pude caracterizar la neurosis
como el «negativo» de la perversión.
La neurosis trata de la sexualidad reprimida de los enfermos. Por tanto, pertenece a la etiología de las
neurosis todo lo que puede dañar los procesos que sirven a la función sexual.

Freud  «Pegan a un niño». Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales.


CUADRITO

Freud  La pérdida de realidad en psicosis y neurosis.


La diferencia entre Psicosis y Neurosis radica en el vasallaje del yo.
Neurosis Psicosis
Conflicto Entre yo y ello Entre yo y realidad
Situación El yo, al servicio de la realidad reprime una El yo al servicio del ello resigna la
inicial moción pulsional. No es todavía neurosis. realidad. Huida inicial de la realidad
Obediencia a la realidad.
Segundo paso o Indemnización del ello a expensas de la realidad y Compensación de la realidad, pero no
reparación reestablecimiento de la satisfacción (en el a expensas del ello, sino por la
síntoma) Reacción (del ello) contra la represión y creación de una nueva realidad.
fracaso de esta. El retorno de lo rep constituye la
enfermedad propiamente dicha. Intento de huida.
Afán del poder del ello q no se deja constreñir por la realidad. Rebelión del ello contra la
realidad. Expresan su incapacidad para adaptarse a la realidad. Reacción del yo con
angustia.
Acento En la segunda etapa, en el fracaso de la represión. Primer paso, q ya es en si mismo
Puede no darse. patológico.
Vasallaje del Realidad Ello
yo
Resigna Satisfacción (ello) Realidad
Decisivo: del influjo objetivo del influjo del ello
Hiperpotencia
Pérdida de Se evita el fragmento de realidad q provocó la Desmentida de la realidad.
realidad represión, al modo de huida. Por ej en las neurosis
traumáticas o en las amnesias histéricas. No
quiere saber nada de esa realidad.
Sustitución d la Sustitución de la realidad por una más acorde al Reconstrucción de la realidad. La
realidad deseo en la fantasía: ámbito q fue segregado de la fantasía también constituye la fuente
realidad. El yo regresa a ella. La fantasía se de donde se construye la nueva
apuntala en un fragmento de la realidad, le presta realidad. El mundo fantástico quiere
un sdo simbólico. reeemplazar a la realidad.
Fracaso No puede crearse un sustituto cabal para la La subrogación de la realidad no se
pulsión reprimida. Fracaso de la represión. deja verter en los moldes de formas
satisfactorias.
Tramitación del Desvaloriza la alteración objetiva reprimiendo la Desmentir el hecho. Percepciones q
conflicto exigencia pulsional. Síntoma como resultado de corresponden a la nueva realidad
compromiso. (delirios y alucinaciones)

Soler  El trauma.
En el campo del psicoanálisis ahora no se habla mucho del trauma, se habla más de fantasma y síntoma,
suponiendo q la implicación subjetiva esta presente. En el trauma uno piensa q la responsabilidad subjetiva
no está implicada.
Cuando definimos el trauma hablamos del evento traumático; cuando hay efracción de un real q cae bajo el
individuo, un real imposible de anticipar, y a la vez, imposible de evitar. Un real q parece excluir la
incidencia del icc o del deseo propio del sujeto q padece el trauma. Efracción del dolor, del sufrimiento, del
espanto x vía de un encuentro inesperado.
La intrusión del real traumático no es homogénea. Hay catástrofes naturales, otras no tan naturales, mas bien
humanas. En la modernidad, nuestra sociedad se fomenta un Otro reparador frente a los traumas, q construye
el discurso sobre el trauma, sus soluciones y las ayudas necesarias. Cada tiempo y cada cultura inventa las
figuras del Otro.
Los recursos de los sujetos son ahora más débiles. Los discursos q regulan los lazos sociales hacen pantalla a
lo real. Cada discurso construye con sus valores, con su orden de satisfacción, interpone una cobertura, un
envoltorio protector, con su semblante, con su orden entre el sujeto, los sujetos y lo q llamamos real.
Lacan habla del sueño generalizado, gracias a las construcciones simbólicas del discurso, vivimos en una
cuna, en una envoltura protectora q nos abriga del encuentro fatal. Lo único q mas se acerca a lo despierto es
la pesadilla.
Cuando el discurso pierde su consistencia, cuando la pantalla se agujerea hay agujero. También, se lo puede
pensar al traumatismo x vía de un exceso de real, o de algo q amenaza.
El discurso agujereado es la causa principal de la multiplicación de los traumas, y es el signo de la
impotencia o de las limitaciones del discurso de la modernidad.
Por vía del verbo, únicamente con el verbo, se logra superar hasta la pulsión de muerte; se logra superar más
bien la pulsión de vida, el ppio del placer y entusiasmar a los hombres para morir (goce de la muerte).
Mandando a las pulsiones de vida y de muerte, se puede hacer pantalla al elemento traumático de la muerte
misma, del dolor y del sufrimiento mismo.
El verdadero trauma no puede aparecer cuando el Otro existe. En un discurso q hace existir al Otro, hay
dolor, sufrimiento posible, exterminación, todo el espanto q quiera, pero tiene el sentido de la voluntad del
Otro. Es cuando hay un agujero, q el sujeto se encuentra enfrente de un real sin sentido, y en este caso, sí
encontramos la multiplicación del trauma. Es lo q nos pasa ahora, nos falta el Otro. El sujeto moderno es un
sujeto no engañado del discurso, q no cree mas en los semblantes q permiten dar sentido a lo real. No es q
haya mas irrupción de lo real, hay formas nuevas.
Cuando el encuentro real se inscribe, se inscribe en imágenes, en significantes, en significaciones, es decir,
se inscribe en signos en los cuales el sujeto se reconoce. El olvido imposible del traumatizado es el retorno
de algo en el cual el sujeto no se ubica, no se reconoce. Por eso el retorno del trauma es en si mismo
traumatizante. La estructura del trauma es una estructura de forclusión, un real q no tiene correspondiente en
la memoria, en el simbólico, en la inscripción. No hay recursos frente a su irrupción, y si digo real forcluído,
esta estructura implica la no atribución subjetiva. El sujeto no se reconoce implicado, se reconoce aplastado,
víctima, pero no toma parte.
La alternativa fantasma o trauma tiene alcances clínicos y éticos. Cuanto uno mas subraya el elemento
traumático, más se inocente, se justifica al sujeto., justificando q el sujeto no puede nada.
El discurso sobre la víctima, es un discurso potente en la modernidad, y cuanto mas subrayamos la
participación fantasmática del sujeto, mas indicamos q el sujeto, a pesar de sus desgracias, no es
completamente un inocente. La causalidad traumática permite al sujeto negar su responsabilidad, pero sin
ella no puede entrar en el psicoanálisis. La practica analítica implica un sujeto q a pesar de los encuentros
con lo real, reconoce su implicación, se atribuye algo. Debemos precisar la línea de fractura entre lo
traumático y lo fantasmático.
La angustia no es el resultado de la represión, es la causa. Así la angustia se constituye como el afecto de lo
real, del encuentro de un real, en el sentido de un imposible de soportar. Así Freud pone el momento
traumático como un encuentro con lo q llama un peligro real, al momento en el cual el sujeto se encuentra
confrontado o tomado x una excitación intratable. O es a la vez algo q viene de fuera, en las catástrofes
diversas, o es algo q viene de adentro a nivel pulsional: en los dos casos  excitación incontrolable.
“Desamparo”, la falta de recursos.
A nivel económico, hay desamparo cuando el sujeto se encuentra confrontado a una cantidad de excitación y
q no tiene las fuerzas para soportarla, o canalizarla o repartirla. En el desamparo, la definición de trauma
implica al sujeto. Con el término desamparo, Lacan nos da el rasgo unario, un término común a angustias
fenomenológicamente muy diversas: de perder el objeto, de perder el pene, etc. Ese punto de desamparo es el
punto traumático.
¿El icc es o no traumático? Lacan dice “el icc no es perder la memoria, es no recordar-se lo q uno sabe. El
icc está constituido x los signos, las imágenes, los significantes en los cuales el sujeto no se reconoce. El icc
violenta al sujeto de la misma manera q lo real.
Pero cuando un sujeto percibe su icc ¿qué es x definición icc?
Lo q está inscripto en el icc, lo q llamamos el saber icc, son los trazos, las memorias de experiencias
originarias traumáticas, de encuentros q fueron traumáticos en su origen. El icc sería el retorno automático, y
entonces traumatizante, de la memoria de los traumatismos originarios. El icc mismo es una pantalla contra
el trauma.
Lacan dice con respecto a la neurosis “El sujeto es feliz”, lo q quiere decir q cualesquiera fuesen los
encuentros, los acontecimientos; a un cierto nivel, el sujeto logra siempre obtener su satisfacción. El sujeto
ama a su síntoma como a si mismo. Si es psicótico, ama a su delirio. A la vez lo padece, pero es el.
Lo real es variado, los acontecimientos también, las personas en el mundo también, pero cada neurótico en
este campo de variedad infinita, encuentra siempre lo mismo. Es realmente una experiencia impactante en el
psicoanálisis. El sujeto con este icc se vacuna contar lo real, es decir, contra la sorpresa, contra lo inédito.
Un sujeto psicótico se encuentra mas abierto al encuentro, a la sorpresa, y por eso es un sujeto q se puede
sorprender mas. Un psicótico si encuentra un real, lo registra, anota el golpe, incluso puede desencadenar,
puede caer. Un neurótico es un colchón, su icc pone un colchón entre el y los golpes.
En el icc uno no encuentra nunca nada sino lo q esperaba, y así el neurótico no es un sujeto tan
traumatizable. Por eso Lacan dice “sujeto feliz”. Este es el q sufre siempre de su fantasma, y es el q
sufriendo sustrae siempre un goce por las mismas vías.
Hay siempre dos componentes en un trauma, nunca el trauma es efecto sencillo, puro, de lo real.
Para q haya trauma necesitamos una participación subjetiva. Asi, hay siempre dos componentes: uno, q es el
golpe de lo real; y otro, q son las secuelas. El golpe de lo real es el momento de forclusión. Es un real q se
presenta sin tener su correspondiente en el discurso, no programado. Esto no depende del todo del sujeto; a
este nivel el sujeto es inocente, victima inocente. Pero las secuelas, son las repercusiones subjetivas, y se
trata de la manera como el sujeto lo toma, lo piensa.
El traumatismo en su impacto, es real, puro real; las secuelas son del sujeto, siempre.
No hay tratamientos estandares xq no hay sujetos estandares y no hay secuelas estandares. Debemos tener
juntos a los dos componentes del traumatismo, sobre todo ahora, cuando la virtualidad traumatica ha crecido
con la inconsistencia del discurso, de la modernidad.

5. EL SÍNTOMA EN LOS DIFERENTES TIPOS CLÍNICOS:

Lacan  El Seminario. Libro 12: Problemas cruciales del psicoanálisis, Clase del 5 de Mayo de 1965,
Ser psicoanalista es estar en una posición responsable, la más responsable de todas, en tanto él es aquel, a
quien es confiada la operación, de una conversión ética radical, aquélla que introduce al sujeto en el orden
del deseo.
¿Cómo es que podemos atrapar algo de ello de lo cual no podemos hablar científicamente?, ¿qué es ese algo?
Es el a. En un efecto de resto el que podemos operar, pero donde resta saber en qué posición es necesario que
nos mantengamos, para poder operar allí correctamente. Hay dos posiciones fundamentales:
1) El significante, a diferencia del signo que representa algo para alguien; el significante es lo que representa
un sujeto para otro significante.
2) Que es lo que quiero decir en nuestro campo, que descubre al Psicoanálisis, la fórmula: él sujeto supuesto
saber.

El signo. No hay humo sin fuego. En fin, por otra parte, no hay nada mejor que el humo para ocultar el
fuego. El humo, signo que lo cubre en alguna parte. El sujeto inmóvil, receptáculo universal de lo que hay
que conocer detrás, el signo de real supuesto, lo cual supone la función del significante, y lo que de ello
resulta para el estatuto del sujeto.
¿Qué nos es sugerido por esta fórmula: el significante es lo que representa un sujeto para otro
significante? No hay juego, el sujeto no es el receptor universal. El tiene la cifra o no la tiene. Y el rol de la
llave es muy sugestivo y bien divertido para representarnos que él es, en efecto, un resto, una pequeña cosa
operatoria, un deyecto en el asunto, pero sin duda indispensable, que nos viene de lo que se representa, el
soporte efectivo y real, donde intervendrá el sujeto.
El estatuto del saber. El psicoanalista es llamado a esa situación, como siendo el sujeto supuesto saber. Lo
qué él tiene que saber, no es saber de clasificación, no es saber de lo general, no es saber de silogismo; lo que
él tiene que saber es definido por ese nivel primordial donde hay un sujetó que es llevado en nuestra
operación, en ese tiempo de surgimiento, a lo que se articula en el "Yo no sabía".
Yo no sabía, o bien que ese significante que está allí, que reconozco ahora estaba allí donde yo estaba como
sujeto, o bien, que ese significante que está allí, que ustedes designan, que ustedes articulan para mi, estaba
para representarme a mí cerca de él, que yo era esto o aquello. Esto es lo que el psicoanálisis descubre.
Hay siempre en el síntoma la indicación que él es cuestión de saber.
Ese saber en cuestión, en la medida que es falta y hasta fracaso, se diversifica según tres planos aislados en
relación a las tres variedades de psicosis, neurosis y perversión.
La Psicosis, que sabe que existe un significado, pero, en la medida en que no está segura de él en nada.
La neurosis, en cuanto la reencuentra, en cuanto yo no tendría la llave, sino la cifra. Y el perverso para quien
él deseo se sitúa él mismo, hablando propiamente, en la dimensión de un secreto poseído. Vívido como tal y
que como tal, desarrolla la dimensión de su goce, pero que es a decir aún de ese saber, que en primer lugar,
se inscribe en esta subjetividad del "Yo no sabía".
El análisis está allí para enseñarnos que la astucia está en la razón porque el deseo está determinado por el
juego significante, que el deseo es lo que surge de la marca del significante sobre el ser viviente y que, desde
entonces, lo que se trata para nosotros de articular, es: ¿qué es lo que pueda querer decir las vías que
trazamos del retorno del deseo a su origen significante? ¿qué quiere decir que haya hombres que se llaman
Psicoanalista?, y que esta operación interesa. En ese registro el psicoanalista se introduce en primer lugar
como sujeto supuesto saber, es él mismo quien recibe y soporta el estatuto del síntoma.
Un sujeto es psicoanalista, no sabio, acorazado detrás de las categorías en las cuales él no tendría cajones
para guardar síntomas psicóticos, neuróticos u otros, pero en la medida en que entra en el juego significante
y es en lo cual un examen clínico, una, presentación de enfermos no puede absolutamente ser la misma en el
tiempo del psicoanálisis o en el tiempo que lo ha precedido.
Si el clínico que presenta no sabe más que una mitad del síntoma, es él que tiene la carga, que no haya
presentación del enfermo, sino diálogo de dos personas y que sin esta segunda persona, no habría síntoma
acabado.
El síntoma. Sería necesario definirlo como algo que se señala. Como un sujeto que sabe que eso le concierne,
pero que no sabe lo que es. En qué medida podemos nosotros, analistas, decir qué estamos a la altura de esa
tarea de ser aquel que, en cada caso sabe lo qué es. Nada más que en ese nivel, ya se plantea toda entera la
cuestión del estatuto del psicoanalista. Lo que es un saber, es un cuerpo de significantes y no otra cosa.
Es de lo real y de su estatuto de lo que se trata en la operación analítica. La posición del analista se resumiría
en lo que llamaríamos no, fatalismo del saber, sino fetichismo. Que de no saber nada, el analista seria como
el hito donde ese nivel es él punto de impacto.

Freud  Inhibición, síntoma y angustia. Caps. I a IV.


«Inhibición» tiene un nexo particular con la función y no necesariamente designa algo patológico: se puede
dar ese nombre a una limitación normal de una función. En cambio, «síntoma» equivale a indicio de un
proceso patológico. Entonces, también una inhibición puede ser un síntoma.
No puede escapársenos por mucho tiempo la existencia de un nexo entre la inhibición y la angustia. Muchas
inhibiciones son, evidentemente, una renuncia a cierta función porque a raíz de su ejercicio se desarrollaría
angustia.
Cuando se padece de inhibiciones neuróticas la razón de ello es una erotización hiperintensa de los órganos
requeridos para esas funciones. La función yoica de un órgano se deteriora cuando aumenta su erogenidad,
su significación sexual. El yo no tiene permitido hacer esas cosas porque le proporcionarían provecho y
éxito, que el severo superyó le ha denegado. Entonces el yo renuncia a esas operaciones a fin de no entrar en
conflicto con el superyó.
Acerca de las inhibiciones, podemos decir entonces, a modo de conclusión, que son limitaciones de las
funciones yoicas, sea por precaución o a consecuencia de un empobrecimiento de energía. Ahora es fácil
discernir la diferencia entre la inhibición y el síntoma. Este último ya no puede describirse como un proceso
que suceda dentro del yo o que le suceda al yo.
El síntoma es indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un resultado del proceso
represivo. La represión parte del yo, quien, eventualmente por encargo del superyó, no quiere acatar una
investidura pulsional incitada en el ello. Mediante la represión, el yo consigue coartar el devenir-conciente de
la representación que era la portadora de la moción desagradable.
La mayoría de las represiones con que debemos habérnoslas en el trabajo terapéutico son casos de «esfuerzo
de dar caza». Presuponen represiones primordiales producidas con anterioridad, v que ejercen su influjo de
atracción sobre la situación reciente.
Sólo nos enseñan algo los casos que pueden caracterizarse como represiones fracasadas en mayor o menor
medida. A pesar de la represión, la moción pulsional ha encontrado, por cierto, un sustituto, pero uno harto
mutilado, desplazado, inhibido. Ya no es reconocible como satisfacción. Y si ese sustituto llega a
consumarse, no se produce ninguna sensación de placer; en cambio de ello, tal consumación ha cobrado el
carácter de la compulsión. En la represión el yo trabaja bajo la influencia de la realidad externa, y por eso
segrega de ella al resultado del proceso sustitutivo.
El yo gobierna el acceso a la conciencia, así como el paso a la acción sobre el mundo exterior; en la
represión, afirma su poder en ambas direcciones. La agencia representante de pulsión tiene que experimentar
un aspecto de su exteriorización de fuerza, y la moción pulsional misma, el otro.
Lo que nos es familiar como ganancia (secundaría) de la enfermedad en el caso de la neurosis. Viene en
auxilio del afán del yo por incorporarse el síntoma, y refuerza la fijación de este último. Y cuando después
intentamos prestar asistencia analítica al yo en su lucha contra el síntoma, nos encontramos con que estas
ligazones de reconciliación entre el yo y el síntoma actúan en el bando de las resistencias. No nos resulta
fácil soltarlas.
- Inhibición, síntoma y angustia son distintas formas de presentación del padecimiento. No es lo mismo a la
hora de iniciar un tratamiento.
- Lo que la convierte en neurosis es, única y exclusivamente: la sustitución del padre por el caballo. Es
este desplazamiento {descentramiento} lo que se hace acreedor al nombre de síntoma. Es aquel otro
mecanismo que permite tramitar el conflicto de ambivalencia sin la ayuda de la formación reactiva.
El motor de la represión es: la angustia frente a una castración inminente.
El ser mordido por el caballo es sustituto desfigurado {dislocado} del contenido «ser castrado por el padre».
Fue en verdad este último contenido el que experimentó la represión.
El afecto-angustia de la fobia, que constituye la esencia de esta última, no proviene del proceso represivo, de
las investiduras libidinosas de las mociones reprimidas, sino de lo represor mismo; la angustia de la zoofobia
es la angustia de castración inmutada, vale decir, una angustia realista, angustia frente a un peligro que
amenaza efectivamente o es considerado real. Aquí la angustia crea a la represión y no la represión a la
angustia. La mayoría de las fobias se remontan a una angustia del yo, como la indicada, frente a exigencias
de la libido. En ellas, la actitud angustiada del yo es siempre lo primario, y es la impulsión para la represión.
La angustia nunca proviene de la libido reprimida.

Lacan  El Seminario. Libro 10: La angustia, Clase XXI.


La angustia yace en esa relación fundamental donde el sujeto se encuentra en lo que hasta aquí llamé deseo
del Otro.
En toda avanzada, en todo advenimiento de a como tal, la angustia se presenta justamente en función de su
relación con el deseo del Otro. Pero ¿cual es su relación con el deseo del sujeto? a no es el objeto del deseo
aquél que buscamos revelar en un análisis, sino su causa.
Si la angustia marca la dependencia de toda constitución del sujeto —su dependencia del Otro—, el deseo
del sujeto se ve suspendido de esa relación por intermedio de la constitución primera, antecedente, del a.

La angustia se muestra; en cuanto al deseo, desde el comienzo, está escondido, y sabemos qué trabajo nos da
desenmascararlo, si es que alguna vez lo logramos ...
El síntoma sólo queda constituido cuando el sujeto se percata de él; porque por experiencia sabemos que hay
formas de comportamiento obsesivo donde el sujeto no sólo no reparo en sus obsesiones, sino que no las ha
constituido como tales. Y en este caso, el primer paso del análisis es que el síntoma se constituya en su forma
clásica. Sin esto, no hay medio de salir de él, y no simplemente porque no hay medio de hablar de él, sino
porque no hay medio de atraparlo con los oídos. ¿Qué es el oído en cuestión? Algo que podemos llamar lo no
asimilado del síntoma por el sujeto.
Para que el síntoma salga del estado de enigma que aún no estaría formulado, el paso no es que se formule,
sino que en el sujeto se dibuje algo cuya índole es que se le sugiere que hay una causa para eso. Esta es la
dimensión original, tomada aquí en la forma del fenómeno, de la que en otra parte les mostraré dónde se la
puede encontrar.
Ven ahora el interés que reviste marcar, tornar verosímil el hecho de que la dimensión de la causa indica la
emergencia, la presentificación, en datos de partida del análisis del obsesivo, de ese a en torno del cual debe
girar todo análisis de la transferencia para no verse forzado a dar vueltas en círculo. Un círculo, ciertamente,
no es nada, el circuito se recorre; pero resulta claro que hay problema del final del análisis que se enuncia
así: la irreductibilidad de una neurosis de transferencia. Esa neurosis de transferencia es o no la misma que se
podía localizar al comienzo. Pero ciertamente presenta la diferencia de estar presente toda entera; a veces
aparece en forma de callejón sin salida, es decir que a veces desemboca en un perfecto estancamiento de las
relaciones entre el analizado y el analista. No tiene más diferencia con todo lo que se produce de análogo al
comienzo del análisis, que la de estar toda entera reunida.
Si enuncio que el camino pasa por a, único objeto a proponer al análisis de la transferencia, esto no quiere
decir que no se deje abierto otro problema. Precisamente en esta sustracción puede aparecer una dimensión
esencial, la de una cuestión siempre planteada pero nunca re suelta, pues cada vez que se la plantea la
insuficiencia de las respuestas es verdaderamente clamorosa para todos: la del deseo del analista.
El a es la causa, la causa del deseo.
A esa función presente por doquier en nuestro pensamiento la consideramos como la sombra portada; pero
muy precisamente y mejor aún, la metáfora de esa causa primordial, sustancia de esa función de la causa, es
precisamente el a, en tanto que anterior a toda esta fenomenología. Hemos definido al a como el resto de la
constitución del sujeto en el lugar del Otro en tanto que tiene que constituirse como sujeto hablante, sujeto
tachado, $.
Si el síntoma es lo que decimos, o sea que resulta enteramente implicable en el proceso de la constitución del
sujeto en cuanto tiene que efectuarse en el lugar del Otro, la implicación de la causa en el advenimiento
sintomático, tal como lo define, forma parte legitima de dicho advenimiento. Esto quiere decir que la causa
implicada en la cuestión del síntoma es literalmente una cuestión, pero de la que el síntoma no es el efecto.
Es el resultado. El efecto es el deseo. Es que el efecto primordial de esa causa a, a nivel del deseo, ese efecto
que se llama deseo y que acabo de calificar de extraño pues es precisamente el deseo, es un efecto que no
tiene nada de efectuado. El deseo, tomado en esta perspectiva, se sitúa en efecto esencialmente como una
falta de efecto. La causa se constituye entonces suponiendo efectos por el hecho primordial de que el efecto
falta.

Los cinco pisos de la constitución de a en la relación de S con A:


- Primera operación: a nivel de la relación con el objeto oral éste es, no necesidad del Otro, sino necesidad
en el otro en el nivel del Otro, es en función de la dependencia con el ser materno que se produce la función
de la disyunción de ese sujeto con a, la mama, cuyo verdadero alcance sólo pueden advertir si ven que dicha
mama forma parte del mundo interior del sujeto y no del cuerpo de la madre.
- Segundo piso, del objeto anal, tienen la demanda en el Otro, la demanda educativa por excelencia en tanto
que se vincula con el objeto anal. Es el resto en la demanda del Otro.
- Tercer piso, el falo. La función del – j [menos phi] función única en relación con todas las otras, función de
a en cuanto definida por una falta, por la falta de un objeto, esa falta se manifiesta como tal en la relación
efectivamente central, esto es lo que justifica el centrado del análisis en la sexualidad que llamaremos aquí
goce en el Otro. La relación de dicho goce en el Otro con toda introducción del instrumento faltante que
designa – j [menos phi] es una relación inversa.
- Cuarto, el piso escópico, que es propiamente el del fantasma, a nivel de A nos hallamos ante la potencia en
el Otro, esa potencia en el Otro que es el espejismo del deseo humano.
- Quinto y último piso, ¿qué hay a nivel del A? Aquí debe emerger, con una forma pura el deseo en el Otro.
Para cubrir el deseo del Otro el obsesivo tiene un camino, el recurso a su demanda. Observen a un obsesivo
en su comportamiento biográfico, lo que antes llamé sus tentativas de pasaje para con el deseo. Sus
tentativas, aún las más audaces, siempre están marcadas por una condena original a alcanzar su fin. Por
refinadas, por complicadas, por lujuriosas y perversas que sean sus tentativas de pasaje, siempre necesita
hacérselas autorizar: es preciso que el Otro le demande eso.

En la medida en que el evitamiento del obsesivo es la cobertura del deseo en el Otro por la demanda en el
Otro, en esta medida a, el objeto como causa, viene a situarse allí donde la demanda domina, es decir, en el
estadio anal, donde a es, no simplemente el excremento puro y simple, sino esto: el excremento en cuanto
demandado.

Lombardi  Proyecto P043 de la Programación 2008-2010 de UBACyT: Momentos electivos de la


cura psicoanalítica de las neurosis.
Lo diferencial de nuestro recorte es q el objeto de estudio es la práctica analítica, y no solo las vicisitudes de
la población atendida. Esto es coherente con nuestra concepción del diagnóstico en psicoanálisis: no se
plantea como clasificación del síntoma a partir de un saber exterior, sino q se basa en la perspectiva del
sujeto y en su participación en la producción del síntoma.
Aunque de más difícil aplicación, la ventaja mayor del diagnóstico psicoanalítico es q permita ubicar la
participación icc del sujeto en la creación y sostén de su síntoma. Es esa toma de posición a su vez lo que
permite orientar la intervención del analista.
La introducción del tratamiento conlleva, particularmente, q el enfermo cambie su actitud conciente frente a
la enfermedad.
Llamamos sujeto al efecto de división q el lenguaje produce en el ser hablante, entre la determinación icc q
hace de él una marioneta alienada en un saber q desconoce, y la respuesta q lo separa y le permite
responsabilizarse de su posición de sujeto. Entendemos por “causalidad subjetiva” la participación del sujeto
en la producción y el sostén de su neurosis o psicosis.
El proceso diagnóstico constituye un principio de separación y responsabilización del sujeto, en la medida en
q lo extrae de su implicación alienada en el síntoma. La determinación de la participación del sujeto en la
etiología del síntoma conlleva per se efectos terapéuticos. Aún en situación de urgencia social el social, la
entrevista analítica posibilita la entrada en tratamiento psicoanalítico. Esa entrada conlleva un pasaje del
pánico colectivo y las formas extraviadas de la angustia, a una angustia más personalizada, en la q el adulto
tiene alguna chance de responder con las referencias estructurales y recursos de q dispone.
Se busca la puesta en forma del síntoma en un vinculo transferencial, q supone al menos una experiencia del
icc.
Implicación causal del sujeto: momento y operación en q el sujeto advierte q hay una causa cuyo resultado es
el síntoma y q esa causa le concierne.
Efecto terapéutico del Psicoanálisis: transformación por la q el sujeto q se presenta como paciente comienza
a responsabilizarse de su situación y de la división q, x falta o x exceso de satisfacción, encuentra en su
síntoma.
En la medida en q desde la primera entrevista propone al sujeto considerar q parte le toca en la elaboración
causal del padecimiento del q se queja, le abre la posibilidad de recuperar su dignidad de sujeto, de un deseo
reprimido, no activado sino por la via de retorno, q es el síntoma, pero acaso artculable de otro modo a partir
de q el sujeto advierte q hay una causa para eso, y q esa causa no es colectiva sino q le concierne.

Lombardi  Singular, particular, singular. La función del tipo clínico en psicoanálisis.


Estructura de una neurosis: no hay solamente un nudo, además el nudo está enredado. El enredo, causa mas
inhibiciones de las q impone el anudamiento por si solo, tal vez no tan complejo en estructura; inversamente,
simplificar el nudo, desenmarañarlo, aunque no lo desate, puede permitir un margen de libertad mayor.
Además de los 3 registros (S, I, R) existe un cuarto cordón, q daría consistencia, q anudaría esos tres
registros. Este cuarto nudo, es el del sacrificio sintomático –sinthome, síntoma- es decir, dolor y goce
simultáneos del nudo social del q pende nuestra existencia mas o menos normalizada. Es un resultado nítido
de algunos análisis: el síntoma irresoluble, incurable, imprescindible, el síntoma del anudamiento resulta ser
uno, no muchos.
No se puede tirar de la soga de lo simbólico tanto como uno quiera, xq a nivel asociativo, no somos tan
libres.
Si consideramos únicamente la singularidad de cada cual, eso viene a coincidir con el universal: cada uno de
nosotros es singular.
La singularidad tiene la virtud de la excepcionalidad, y el defecto eventual de ser cosificante. Dada mi
singularidad, el Otro no puede reconocerme, y si por azar desea algo en mi, no se que es…
La función del padre consiste en encarnar una excepción tal, q releva al sujeto de ese lugar, de ese goce de lo
q el Otro desea oscuramente. El padre como función mítica y lógica al mismo tiempo, alivia al neurítico de
lo q la singularidad tiene de excepcionalidad cosificante para el psicótico.
Lo q incomoda al neurótico no es la singularidad, sino la particularidad de su síntoma, q lo señala como
perteneciente a cierta clase. El síntoma es algo suyo pero también ajeno, q le es familiar pero también
extranjero ya q le ocurre a otros neuróticos q padecen la misma neurosis.
La particularización del síntoma es decisiva en psicoanálisis, ya q es condición de la ubicación del
padecimiento subjetivo para el paciente, y también de la posibilidad de abordarlo analíticamente. A ese
primer juego clasificatorio responde luego un movimiento inverso q singulariza realmente al analizante, por
una vía q hace a la definición lacaniana de lo q es síntoma en psicoanálisis: es lo q el sujeto conoce de si, sin
reconocerse en ello.
Hay en el síntoma algo q resiste a la particularización, y q despunta ya en el comienzo del psicoanálisis como
un cuerpo extraño q sin embargo concierne al sujeto íntimamente, por fuera del reconocimiento yoico. El
carácter opaco del síntoma, no se reducirá con su clasificación, por el contrario se reforzará con ella, tomara
fuerza allí y durara hasta el final del análisis, a porfía de lo q pueda aportar la interpretación del analista –
contribuyendo con ello decisivamente a la caída del sujeto supuesto saber q se instalo durante el análisis. El
síntoma es ese punto de opacidad, de división q constituye y da presencia a un ser irrepresentable para si y
también para el Otro. El síntoma es la división instalada en el ser hablante, división q de él hace sujeto.
El síntoma a la postre no se cura, pero su incurabilidad demostrada x el proceso analítico otorga al ser
hablante la posibilidad de arreglárselas con él: el síntoma ha sido simplificado, desenmarañado, advertido
como división del ser. Como consecuencia, ahora resulta mas doloroso, si no se hace algo con él. Ya no es
atemperado x los beneficios secundarios de la egosintonía ni de la fantasía, se puede entonces saber q el
alivio de ese dolor no depende del Otro, sino del propio obrar.
No todo se sublima, un resto de padecer sintomático resta. En las coordenadas conclusivas de un análisis, el
síntoma alcanza el destino del hablante, su fijación singular de la que ahora esta advertido, permitiéndole
definir su política ante lo inmodificable. Se puede adoptar una posición cínica o amigable, de malestar o de
tolerancia, hacer de él un uso perverso o una sublimación parcial del goce.
Y sin embargo, el proceso no fue de balde, el síntoma se singulariza por su no inscripción en el Otro.

Sachs  Génesis de las perversiones.


Según Freud, perversión significa el predominio de una pulsión parcial desarrollada con suma intensidad, q
en lugar de satisfacerse en el placer preliminar, traslada el primado q tiene lo genital en el desarrollo normal
a otra zona erógena q no concuerda con ese fin sexual. Sin embargo, esta pulsión muy raramente carece de
objeto (como en sus formas antiguas), sino q ha atravesado el complejo de Edipo.
El análisis de la fantasía “Pegan a un niño” aporta el mas profundo esclarecimiento de un modo de
satisfacción perversa. Los tres estados x los q atraviesa esta fantasía (1. el padre pega al niño odiado x mi, 2.
el padre me pega a mi, 3. un niño es golpeado) casi todo se modifica. Pero un elemento es constante: se trata
de la representación de ser golpeado, y justamente a esta se anuda el placer perverso q conduce de manera
casi compulsiva al onanismo.
Un elemento preciso resiste al cambio y aparece como el soporte del placer. Los otros componentes, q en el
transcurso del desarrollo son reprimidos x completo, transfieren todo su contenido de placer a este elemento
q los representa en la conciencia, de la misma manera q el síntoma neurótico representa la fantasía icc. En el
fetichismo un desplazamiento de afecto considerable suelda todo el placer proveniente de la infancia a ese
único elemento.
El carácter bizarro y grotesco de algunas perversiones se debe a q se trata de un fragmento aislado,
proveniente de las vivencias infantiles y las fantasías, separado de su contexto y por tal motivo
incomprensible tanto para el perverso como para los otros. Dichas vivencias infantiles y fantasías celebran su
resurrección en ese fragmento, q es como una suerte de memorial.
Para tener algún éxito, la represión debe en este caso decidirse a un compromiso: tiene q permitir q se
conserve el placer ligado a un “complejo parcial” integrándolo en el yo, ratificándolo. Los restantes
componentes de ese complejo se dejaran reprimir y mantener bajo represión con mayor facilidad cuanto mas
hayan sido debilitados por el cambio de bando de su antiguo aliado.
Este recurso de la división x el q un elemento pasa al servicio de la represión al mismo tiempo q introduce en
el yo el placer de un periodo pregenital –mientras q el resto del mismo complejo sucumbe a la represión-
parece ser el mecanismo específico de la perversión.
El mecanismo expuesto permite además comprender el pasaje de la perversión a la neurosis, si no perdemos
de vista q la represión correspondiente al desarrollo de la organización libidinal es un proceso gradual. Puede
entonces suceder con facilidad q el complejo mismo puesto al servicio de la represión en el curso del
desarrollo ulterior. Pero también puede ocurrir q el mismo vuelva a emerger favorecido por circunstancias
exteriores, y entonces, según se ve con frecuenta, como consecuencia de esa ruptura resulta no una neurosis
sino una perversión.
Una pulsión parcial conduce a la perversión cuando una parte de las representaciones del yo q la pulsión
inviste se encuentra en posición excepcional en cuanto al deseo a satisfacer y al placer a obtener, y cuando se
logra una alianza entre dicha pulsión parcial y esta parte del yo en el momento de los combates q libra la
represión, en particular contra el complejo de Edipo. Es necesario señalar q este es solo el mecanismo, y no
el motivo de su predominio. Su elección responde al hecho de q ha sido dotada de una fuerza superior a la
normal.

6. MOMENTOS DECISIVOS DE LA CURA ANALÍTICA:

Freud  Sobre la iniciación del tratamiento.


Sólo las aperturas y los finales consienten una exposición sistemática y exhaustiva, en tanto que la rehúsa la
infinita variedad de las movidas que siguen a las de apertura.
Freud las presenta como unos «consejos» y no las pretende obligatorias. La diversidad de los fenómenos
psíquicos y la riqueza de los factores se oponen a una mecanización de la técnica.

Período d prueba Decidir si es apto para el psicoanálisis: de los enfermos de los q se sabe poco se los
toma sólo provisionalmente. Así, si se ve precisado a interrumpir el tto, se le ahorra al enfermo la sensación
de q se ha tratado de un intento infructuoso de curación. Ese ensayo ya es el comienzo del análisis y debe
respetar sus reglas.
Motivación diagnóstica: no puede ofrecerse la promesa de curación. Si se equivoca en el diagnóstico
comete un error práctico y le ocasiona un gasto inútil al enfermo. En el período de prueba puede percibir
signos sospechosos q podrán llevarlo a interrumpir el tto.
Trae consecuencias desfavorables:
- prolongadas entrev previas antes de empezar el tto
- hacer preceder el tto por una terapia d otro tipo
- conocimiento anterior entre analista y pcte.
- no dar valor a las expectativas previas del pcte con respecto a la terapia. El hecho de q el pcte tenga gran
confianza en el psa no implica q se trate de un tto exitoso o de corto plazo. Ni tampoco porque se muestre
escéptico será más difícil el trabajo. Su confianza o desconfianza provisionales poco cuentan entre las
diversas resistencias q mantienen anclada la neurosis.
Estipulaciones sobre:
 Tiempo:
- estricta obediencia al ppio de contratar una hora determinada para la sesión. Se le asigna a cada pcte un
horario que será suyo por más q no lo utilice. Sesiones 6 veces a la semana.
- interrupciones breves redundan en un perjuicio para el trabajo. Se desaprueba comprometer a los pctes a q
perseveren en el tto contra su voluntad, se les permite q interrumpan la cura cuando quieran, pero se les
advierte q una interrupción trae perjuicios al trabajo.
- respuesta a ¿cuánto dura el tto? El periodo de prueba permite q uno se sustraiga de responder x un tiempo
prometiendo q luego se podrá enunciar un veredicto mas seguro. Se sale de las primeras dificultades, pero es
de respuesta casi imposible. Es necesaria una proporcionalidad entre tiempo, trabajo y resultado obtenido.
- es preciso advertirle al pcte (en el período d prueba) de la extensión del tto, ya q el psa requiere siempre
lapsos más prolongados q otras terapias. Unas alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con
lentitud; ello se debe a la «atemporalidad» de nuestros procesos inconcientes.
 Dinero: los honorarios del medico.
- El dinero es un método de sustento y de obtención de poder, pero el psa reconoce q en su estimación,
participan factores sexuales.
- no se eleva en el pcte la estima por el tto brindándoselo demasiado barato.
- es más digno y menos sujeto a reparos éticos confesarle al pcte sus pretensiones y necesidades reales y no
comportarse como un “filántropo desinteresado”. Por estas razones también se debe negar asistencia gratuita.
El pago es un medio de regulación y su ausencia hace q la relación se traslade fuera del mundo real, y el pcte
pierde un buen motivo para aspirar al término d la cura.
- el psa es casi inaccesible para los pobres. Además, es muy difícil sacarle la neurosis al pobre, ya q le otorga
un medio de ganancia secundaria.
 Diván:
- aconsejo q el pcte se acueste en el diván, y el analista se siente detrás, de modo q él no lo vea. Es el legado
del tto hipnótico. Debe ser conservada x varias razones. Motivo personal: “no tolero permanecer bajo la
mirada fija de otro durante toda la jornada laboral. Y como mientras escucho me abandono al decurso de mis
pensamientos icc, no quiero q mis gestos ofrezcan al pcte material para sus interpretaciones o lo influyan en
sus comunicaciones.” Este criterio tiene el propósito y el resultado de prevenir la contaminación de la
trasferencia, aislar la transferencia y permitir q se la destaque como resistencia. Muchos se resisten al diván
porque quieren ver al analista. Por lo gral se les rehúsa este pedido, pero se compensan relatando material
valioso antes de q empiece la “sesión” y cuando se les anuncia el término. Esto divide al tto en un tramo
“oficial” en l q se muestran muy inhibidos, y un tramo “cordial” en el q hablan con libertad y comunican
toda clase de cosas sin computarlos como parte del tto. Esto responde a una resistencia transferencial y el
analista debe tener en cuenta lo dicho en este “tramo cordial”, y así desgarrar el biombo q el pcte intenta
levantar.
No importa el material con el q se empiece mientras q se deje al pcte mismo hacer su relato y escoger su
punto de partida. Sólo se le enuncia la regla fundamental antes de q comience: “su relato debe diferenciarse
de una charla ordinaria. Diga todo lo q se le pase por la mente. No olvide nunca este precepto y q ha
prometido cumplirlo”. Es indispensable y hasta ventajoso comunicarlo al comienzo del tto. Más tarde, por el
influjo de las resistencias se la desobedece y llega siempre el momento en q se la infringe.
- primera resistencia: “no se me ocurre nada”: no ceder (nunca) al pedido de q se le indique de q hablar.
- mientras las asociaciones del pcte fluyan sin detención no se debe tocar el tema de la transf, se debe
aguardar hasta q la transf devenga resistencia (el más “espinoso” de los procedimientos).
¿Cuándo debemos empezar a hacer comunicaciones al analizado? No antes d q se haya establecido en el
pcte una transf operativa, un rapport en regla. La primera meta es allegar el pcte al tto y al analista. El pcte
por sí solo produce este allegamiento y enhebra al analista en una de las imagos de aquellas personas de
quienes recibió amor. Se boicotea esto si el analista toma una relación de empatía con el pcte, o una posición
moralizante, o como subrogante o mandatario de una parte interesada. Habrá q proceder con cautela para no
comunicar una solución de síntoma antes de q el pcte mismo esté próximo a ello. Su comunicación
prematura puede poner fin a la cura, tanto por las resistencias q despierta como por el alivio q genera “saber
q se tiene”.
Diferencia entre el Saber del analista y del pcte. Antes creía q lo más importante era obtener el “saber”
sobre las vivencias de la infancia, no importara quien brinde esa información, con el objetivo de trasmitirle
ese saber al pcte, con la expectativa de q el síntoma se levantara. Pero esto no causaba efecto en el pcte, se
comportaba como si supiera lo mismo q antes. Se exterioriza una resistencia a adoptar el saber q le es
impuesto. Por lo q el acento recae ahora no en el saber, sino en las resistencias q en su tiempo habrían sido la
causa del no saber y ahora estaban aprontadas para protegerlo. Los enfermos saben sobre la vivencia
reprimida en su pensar, pero falta el nexo con el lugar donde se encuentra el recuerdo reprimido. Sólo se
altera el proceso si se vencen las resistencias y la cc puede acceder a ese “saber reprimido”.
El motor más directo de la terapia es el padecer del enfermo y el deseo de sanar. Es mucho lo q se debita de
esta fuerza pulsional, sobre todo la ganancia secundaria de la enfermedad. Cada mejoría en el síntoma
produce una reducción de esta fuerza. Por lo q esta fuerza debe conservarse hasta el final. El tto brinda los
montos de energía necesarios para vencer esas resistencias movilizando las energías aprontadas para la
transf. La transf a menudo basta por sí sola para eliminar los síntomas, pero sólo mientras ella subsista. En el
curso del tratamiento es despertado otro factor propiciador: el interés intelectual y la inteligencia del
enfermo. Restan trasferencia e instrucción (en virtud de la comunicación) como las nuevas fuentes de fuerza
que el enfermo debe al analista.

Freud Análisis terminable e interminable.


I.- La terapia psicoanalítica, o sea, el librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de sus
inhibiciones y anormalidades de carácter, es un largo trabajo, por eso desde el comienzo se hicieron intentos
de abreviar la duración del análisis.
Freud, inició el tratamiento de un joven ruso q alcanzó en el análisis ciertos logros, pero en un momento
dado se atascó el progreso. No avanzaba en el esclarecimiento de la neurosis infantil, se sentía cómodo en el
estado en el q se encontraba y no quería acercarse a la terminación del tratamiento (auto inhibición de la
cura). Ante esto, Freud recurrió a la fijación de un plazo y comunicó al paciente que sería el último año de
tratamiento. Esto tuvo los resultados esperados por Freud, pero sin embargo hace algunas advertencias con
respecto a la fijación de un plazo:
• Es eficaz sólo bajo la premisa de q se adopte en el momento justo
• No puede dar garantía de una tramitación completa de la tarea
• No se puede extender el plazo una vez que se lo fijó, de lo contrario el paciente no daría crédito a la
continuación
• No se puede indicar la universalidad de este recurso técnico. Queda librado al tacto.
II.- ¿Cuándo se considera terminado un análisis?
A) en la práctica, el análisis se ha terminado cuando el analista y el paciente ya no se encuentran en la sesión
de análisis y esto ocurrirá cuando estén cumplidas dos condiciones:
1. Que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus angustias e inhibiciones
2. Que el analista haya hecho conciente lo reprimido, esclarecido lo incomprensible y eliminado las
resistencias
b) El otro significado que se le puede dar al “término” del análisis supone que la influencia sobre el paciente
haya sido tal que no sea esperable ninguna alteración ulterior, alcanzándose un nivel de normalidad psíquica
absoluta y contar con la capacidad de mantenerse estable.
Para entender los alcances de este segundo significado, es necesario tener en cuenta q la etiología de todas
las perturbaciones es mixta: o se trata de mociones pulsionales hiperintensas q el Yo no puede dominar, o
del efecto de unos traumas tempranos. Solo en el caso con predominio traumático se puede hablar de un
análisis terminado definitivamente (se sustituye la decisión deficiente q viene de la edad temprana por una
tramitación correcta).
III.- ¿Cuáles son los factores desfavorables para el efecto del análisis?
La prolongación de la duración del análisis hasta lo inconcluible se debe a:
1. Influjo de traumas
2. Intensidad constitucional de las pulsiones.
3. Alteración perjudicial del Yo.
Intensidad constitucional de las pulsiones: mediante la terapia analítica ¿es posible tramitar de manera
duradera y definitiva un conflicto pulsional en el Yo? La “tramitación” duradera de la exigencia pulsional se
refiere al dominio de la pulsión:
- Que la pulsión sea admitida en su totalidad dentro de la armonía del Yo.
- Asequible a toda clase de influjos por otras aspiraciones que hay en el interior del Yo.
- Ya no sigue su camino propio hacia la satisfacción.
La posibilidad de tramitar de manera duradera y definitiva un conflicto de la Pulsión con el Yo, dependerá
de la intensidad pulsional.
Para comprender el conflicto pulsional se deberá tener en cuenta la relación entre robustez de la Pulsión y
robustez del Yo. Si ésta última se rebaja emergerán nuevamente todas las pulsiones que fueron dominadas.
El análisis hace que el Yo maduro y fortalecido emprenda una revisión de las antiguas Represiones. Esta
sería la operación genuina de la terapia analítica.
Para explicar su inconsistencia, Freud argumenta que no se ha alcanzado en toda su extensión, el propósito
de sustituir las Represiones por unos dominios confiables y acordes al Yo. La transmudación sólo se
consigue parcialmente y sectores del mecanismo antiguo permanecen intocados por el trabajo analítico.
El hecho de que el análisis asegure el gobierno sobre lo pulsional es posible solo en teoría. En la práctica, el
factor cuantitativo de la intensidad pulsional pone un límite a la tarea analítica.
IV.- Durante el tratamiento de un conflicto pulsional, ¿uno puede proteger al paciente de conflictos
futuros? No. Si un conflicto pulsional no es actual es imposible influir sobre él mediante el análisis. Solo
dos cosas podemos hacer: producir situaciones donde devenga actual, o conformarse con hablar de él en el
análisis, señalar su posibilidad. El primero debe ser alcanzado x dos caminos: dentro de la realidad objetiva,
y dentro de la transferencia, exponiendo al paciente en ambos casos a cierta medida de padecer objetivo
mediante frustración y estasis libidinal. El Psicoanálisis se cumple de manera óptima cuando las vivencias
patógenas pertenecen al pasado, de suerte q el yo pudo ganar distancia de ellas. En estados de crisis agudas,
el análisis es poco menos q utilizable. Crear un conflicto fresco no haría más que prolongar y dificultar el
trabajo analítico.
En una profilaxis de los conflictos pulsionales sólo entrarían en cuenta los otros dos métodos: la producción
artificial de conflictos nuevos dentro de la transferencia, a los que les faltará el carácter de la realidad
objetiva, y el despertar tales conflictos en la representación del analizado hablando de ellos y
familiarizándolo con su posibilidad.
El despertar tales conflictos en la respuesta del analizado hablando de ellos y familiarizándolo con su
posibilidad no trae el resultado esperado. Uno aumenta el saber del paciente sin alterar nada en él.
V.- Alteración perjudicial del Yo: La situación analítica consiste en aliarnos nosotros con el yo de la
persona objeto a fin de someter sectores no gobernados de su ello, o sea, de integrarlos en la síntesis del yo.
El yo, para concertar con él un pacto así, tiene que ser un yo normal. Pero ese yo normal, es una ficción
ideal. El monto del distanciamiento respecto de un extremo de la serie y de la aproximación al otro sirve
como medida de la «alteración del yo». Desde el comienzo el Yo debe cumplir con su tarea de mediar entre
su Ello y el mundo exterior al servicio del Principio de Placer. El aparato psíquico no tolera el displacer,
tiene que defenderse de él a cualquier precio, y si la percepción de la realidad objetiva trae displacer, ella
tiene que ser sacrificada. Pero contra el peligro interior no vale huida alguna. Durante esta lucha, el Yo se
vale de distintos procedimientos, a éstos se los llama “Mecanismos de Defensa”, q están condenados a
falsificar la percepción interna y a posibilitarnos sólo una noticia deficiente y desfigurada de nuestro ello.
Los Mecanismos de Defensa sirven al propósito de apartar peligros. Durante el desarrollo, el Yo no puede
renunciar completamente a ellos, además ellos mismos pueden convertirse en peligros. Cada persona emplea
cierta selección de ellos, pero estos se fijan en el interior del Yo, devienen unos modos regulares de reacción
de carácter, que durante toda la vida se repiten tan pronto como retorna una situación parecida a la originaria.
¿Cómo influyen sobre los empeños terapéuticos?
El analizado repite tales modos de reacción aún durante el trabajo analítico. Los Mecanismos de Defensa,
frente a antiguos peligros, retornan en la cura como Resistencias al reestablecimiento. La cura es tratada por
el Yo como un peligro nuevo. Los Mecanismos de Defensa son Resistencias no sólo contra el hacer
conciente el contenido del Ello, sino también contra el análisis en general.
Al efecto que en el interior del Yo tiene el defenderse se lo designa Alteración del Yo.
VI.- Toda alteración del yo, es adquirida no solo en las luchas defensivas de la edad temprana, sino q
también existen diversidades originarias, congénitas del Yo. Un hecho es decisivo: cada persona selecciona
siempre sólo algunos de los mecanismos de defensa posibles, y los emplea luego de continuo. El yo singular
está dotado desde el comienzo de predisposiciones y tendencias individuales.
Cuando el trabajo analítico ha abierto caminos nuevos a la moción pulsional, se observa casi siempre que no
se los emprende sin una nítida vacilación. A esta conducta la hemos designado «resistencia del ello».
Durante el trabajo analítico no hay impresión más fuerte de las resistencias que la de una fuerza que se
defiende por todos los medios contra la curación y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el
padecimiento. Eros y pulsión de muerte, explica la variedad de los fenómenos vitales, nunca una sola de
ellas. Dos pulsiones primordiales, Eros y destrucción, empeñada la una en reunir lo existente en unidades
más y más grandes, y la otra en disolver esas reuniones y en destruir los productos por ellas generados.
VII.- Ferenzi consideraba q el análisis no es un proceso sin término, sino q puede ser llevado a un cierre
natural, si el analista tiene la paciencia y pericia debida. Sostenía que era decisivo para el éxito, que el
analista haya aprendido bastante de sus propios errores y cobrado imperio sobre los puntos débiles de su
personalidad. Opino que ese trabajo equivale más bien a una advertencia de no poner como meta del análisis
su abreviación, sino su profundización.
Para Freud, no sólo la complejidad yoica, sino también las peculiaridades del analista influyen sobre la cura
analítica y la dificultan tal como lo hacen las Resistencias.
Los analistas son personas que han aprendido a ejercer un arte determinado y, junto a ello, tienen derecho a
ser hombres como los demás. Se le exige, como parte de su prueba de aptitud, una medida más alta de
normalidad y de corrección anímicas. ¿Dónde y cómo adquiriría el pobre diablo aquella aptitud ideal que le
hace falta en su profesión? En el análisis propio. Cumple su cometido si instila en el aprendiz la firme
convicción en la existencia de lo inconciente, le proporciona las de otro modo increíbles percepciones de sí a
raíz de la emergencia de lo reprimido, y le enseña, en una primera muestra, la técnica únicamente acreditada
en la actividad analítica. El análisis propio debe convertirse de una tarea terminable {finita} en una
interminable {infinita}. No tengo el propósito de aseverar que el análisis como tal sea un trabajo sin
conclusión. La terminación de un análisis es, un asunto práctico. El análisis debe crear las condiciones
psicológicas más favorables para las funciones del yo; con ello quedaría tramitada su tarea.
VIII.- En todo análisis hay dos temas que se destacan y dan guerra al analista. Los dos están ligados a la
diferencia entre los sexos:
- La envidia del pene en la mujer
- La revuelta contra la actitud pasiva o femenina en el hombre (protesta masculina)
Lo que en ambos casos cae bajo la represión es lo propio del sexo contrario.
En el varón, la masculinidad aparece desde el comienzo mismo y es acorde con el Yo; la actitud pasiva,
puesto q presupone la castración, es enérgicamente reprimida. También en la mujer el querer alcanzar la
masculinidad es acorde con el Yo en cierta época, en la fase fálica (antes del desarrollo hacia la feminidad).
Luego del insaciable deseo del pene, devendrán el deseo del hijo varón, portador del pene. Hallaremos q el
deseo de masculinidad se ha conservado en lo Icc y despliega desde la represión sus efectos perturbadores.
Deseo del pene y protesta masculina, llegada a la roca de base y término de la actividad analítica. Difícil es
decir si en una cura analítica hemos logrado dominar este factor, y cuándo lo hemos logrado. Nos
consolamos con la seguridad de haber ofrecido al analizado toda la incitación posible para reexaminar y
variar su actitud frente a él.

Lacan El Seminario. Libro 10: La angustia, Clases VIII y IX.


Clase 8 16 de Enero de 1963

Objeto a: la angustia: que ella no es sin objeto, la angustia es su única traducción subjetiva.
Fórmula del fantasma. $ (a, deseo de a: esta es la fórmula del fantasma como soporte del deseo.
"¿Está el objeto del deseo adelante?". Tal es el espejismo de que se trata y que ha esterilizado todo lo que en
el análisis creyó ser un avance en el sentido de la llamada "relación de objeto". Para rectificarlo seguí ya
muchos caminos. La que ahora voy a anticipar es una nueva manera de acentuar dicha rectificación.
El objeto, el objeto a, ese objeto que no ha de situarse en nada análogo a la intencionalidad de un noema
(pensamiento), que no está en la intencionalidad del deseo, ese objeto debe ser concebido por nosotros como
la causa del deseo y, para retomar mi metáfora precedente, el objeto está detrás del deseo.
El objeto, en su función esencial de algo que se escurre, en el nivel de captación propiamente nuestro está
allí, como tal, señalado.
El objeto debe ser situado auberes, en el exterior, y por otra parte que la satisfacción de la tendencia no llega
a cumplirse sino en la medida en que alcanza algo que debe ser considerado en el inneres, el interior del
cuerpo; es allí que ella encuentra su Befriedigung, su satisfacción. Esto también equivale a decir que lo que
introduje para ustedes como función topológica nos sirve para formular de manera clara que lo que conviene
introducir aquí para resolver este atolladero, este enigma, es la noción de un exterior antes de cierta
interiorización, de un exterior que se sitúa aquí, a, antes de que el sujeto en el lugar del Otro se capte en X en
la forma especular que introduce para él la distinción entre el yo y el no-yo.

La noción de causa pertenece a ese exterior, a ese lugar del objeto antes de toda interiorización.
Para representarlo, no por azar me serviré del fetiche como tal, donde se revela la dimensión del objeto como
causa del deseo. Porque lo deseado no es el zapatito, ni el pecho, ni lo que fuere que encarne el fetiche; el
fetiche causa el deseo que va a engancharse donde puede, sobre aquélla de quien de ningún modo es
necesario que lleve el zapatito: el zapatito puede estar en los alrededores; tampoco es necesario que ella lleve
el pecho: el pecho puede estar en la cabeza. Como todo el mundo sabe, para el fetichista es preciso que el
fetiche esté allí, el fetiche es la condición de la que se sostiene el deseo

Lo que caracteriza al deseo sádico es el hecho de que en el cumplimiento de su acto, de su rito él no sabe lo
que busca, y lo que busca es, hablando con propiedad, realizarse, hacerse aparecer él mismo, y ya que en
todo caso esa revelación no podría resultarle sino obtusa, hacerse aparecer como puro objeto, fetiche negro.
La posición del masoquista, para quien el fin declarado es su propia encarnación como objeto, se haga perro
bajo la mesa o mercancía, ítem del que se trata en un contrato al cederlo, al venderlo entre otros objetos a
colocar en el mercado; en resumen, su identificación con ese otro objeto que llamé objeto común, objeto de
intercambio, es la ruta, el camino por donde busca, precisamente, lo imposible: aprehenderse por lo que es,
en tanto que, como, todos, el es un a.
No dije que el masoquista llegue lisa y llanamente a su identificación de objeto. Como para el sádico, esa
identificación sólo se presenta sobre una escena. Sólo que, incluso sobre dicha escena, el sádico no se ve,
sólo ve el resto. También hay algo que el masoquista no ve, pero esto me permitirá introducir algunas
fórmulas. La primera es la de que reconocerse como objeto del propio deseo, en el sentido en que hoy lo
artículo, es siempre masoquista.
El mito de Edipo, en el origen del deseo, el deseo del padre y la ley no son más que una y misma cosa, y la
relación de la ley con el deseo es tan estrecha que sólo la función de la ley traza el camino del deseo: el
deseo, en tanto que deseo de la madre, para la madre, es idéntico a la función de la ley. En la medida en que
la prohíbe, la ley impone desearla: porque, después de todo, la madre no es en sí el objeto más deseable. Si
todo se organiza alrededor del deseo de la madre, si a partir de allí se plantea que la mujer a la que ha de
preferirse —pues de esto se trata— debe ser otra que la madre, qué quiere decir esto sino que en la propia
estructura del deseo se impone, se introduce una orden y que, digámoslo de una vez, se desea porque está
ordenado. ¿Que quiere decir el mito de Edipo sino que el deseo del padre hizo la ley?
Les recuerdo que ante todo hay que tomar por su función de correlación masiva que el efecto central de esa
identidad que conjuga el deseo del padre con la ley es el complejo de castración, en tanto que la ley nace por
esa mudanza, mutación misteriosa del deseo del padre después de haber sido asesinado. Su consecuencia,
tanto en la historia del pensamiento analítico como en todo lo que podemos concebir como vínculo más
seguro, es en todo caso el complejo de castración.
Esto explica que hayan visto aparecer en mis esquemas la notación —j en el lugar donde a falta.
Entonces, primer punto de hoy: les hablé del objeto como causa del deseo. Segundo punto, les dije
reconocerse como objeto del propio deseo es siempre masoquista; les indiqué a tal fin lo que para nosotros se
perfilaba como presentación —bajo cierta incidencia del superyó les indiqué una particularidad en cierto
modo depreciada— de lo que ocurre en el lugar de ese objeto a bajo la forma del -j [menos phi].
Arribamos a nuestro tercer punto, el que justamente concierne a la posibilidad de las manifestaciones del
objeto a como falta. Ella le es estructural. Y para que lo comprendan, desde hace algún tiempo se presentifica
y evoca para ustedes este esquema, esta imagen destinada a tornarlo familiar.
El objeto a, a nivel de nuestro sujeto analítico, de la fuente de lo que subsiste como cuerpo que en parte nos
hurta, por así decir, su propia voluntad, ese objeto a es la roca de que habla Freud, esa reserva última
irreductible de la libido, cuyos contornos es tan patético verlo señalar literalmente en sus textos cada vez que
la encuentra.
En la medida en que ese lugar vacío es apuntado como tal, se instituye la dimensión, siempre —y con motivo
— más o menos descuidada, de la transferencia. Ese lugar, en la medida en que pueda ser cercado por algo
que está materializado en esta imagen, cierto borde, cierta apertura, cierta abertura (béance) donde la
constitución de la imagen especular muestra su límite tal es el lugar elegido de la angustia.
La transferencia no es simplemente lo que reproduce una situación, una acción, una actitud, un traumatismo
antiguo, y lo repite: siempre hay otra coordenada, aquélla sobre la cual puse el acento a propósito de la
intervención analítica de Sócrates, o sea, especialmente en los casos en que evoco un amor presente en lo
real, y nada podemos comprender de la transferencia si no sabemos que es también la consecuencia de aquel
amor, que es a propósito de ese amor presente —y los analistas deben recordarlo en el curso del análisis— de
un amor que está presente de diversas maneras, cuando está visible al menos deberán recordar que es en
función de ese amor, digamos real, que se instituye lo que configura la pregunta central de la transferencia, la
que se propone al sujeto en lo relativo al (escritura en griego): lo que le falta. Pues es con esa falta que él
ama. No por nada les estoy siempre con que el amor es dar lo que no se tiene. Se trata del principio mismo
del complejo de castración para tener el falo, para poder servirse de él, es preciso, justamente, no serlo.
Cuando se vuelve a las condiciones en que perece que se lo es —porque se lo es tanto para un hombre, de
esto no hay duda, como para una mujer, y volveremos a decir por medio de qué incidencia es llevada a serlo
— bien; esto es siempre muy peligroso.
Básteme con pedirles, antes de dejarlos, que relean atentamente el texto enteramente consagrado a les
relaciones de Freud con su paciente, esa jovencita cuyo análisis, dice, pone de manifiesto que fue
esencialmente alrededor de una enigmática decepción concerniente al nacimiento en su familia, y la
aparición en su hogar de un niñito, que ella se orientó hacia la homosexualidad.
Con un toque de ciencia de la analogía absolutamente admirable, Freud advierte que hay en ese amor
demostrativo de la joven por una mujer de sospechosa reputación, frente a la cual se conduce, nos dice, de
una manera esencialmente viril. Y si nos limitamos simplemente a leer que es aquí, mi Dios, la virilidad —
estamos tan habituados a hablar de la virilidad sin saber que no nos percatamos de lo que Freud entiende
acentuar con ella—, trata de acentuarlo de todas las maneras el poner de relieve cual es la función de lo que
llaman "amor cortés" ella se comporta como el caballero que lo sufre todo por su dama, se contenta con los
favores más extenuados, menos sustanciales, incluso prefiere no tener otros que estos, y, finalmente, cuanto
más llega el objeto de su amor al punto opuesto de lo que podría llamarse la recompensa, más sobrestima a
ese objeto y lo eleva a eminente dignidad.
Cuando de manera manifiesta el rumor público no puede dejar de imponerle el hecho de que efectivamente la
conducta de su bienamada es de las más dudosas, esta dimensión de exaltación no ve sino agregarse la mira
suplementaria y reforzada de salvarla. Todo esto es admirablemente subrayado por Freud, y saben ustedes
cómo llegó la joven en cuestión a su consulta: en la medida en que un día, llevado el vínculo al exceso y
verdaderamente como desafío a toda la ciudad, en un estilo del que Freud advirtió enseguida su relación con
la provocación con respecto a alguien de su familia —y se demuestra muy pronto y con toda seguridad que
se trata de su padre— ese vínculo llega a su fin por un encuentro. La joven, en compañía de su bienamada —
se nos dice— cruza, en el camino de le oficina del padre, a ese padre que le arroja una mirada irritada; a
partir de aquí, la escena se desarrollará con gran rapidez. La persona para la cual esta aventura no es sin duda
más que una diversión bastante oscura y que manifiestamente comienza a hartarse y no quiere exponerse a
grandes dificultades, dice a la joven que la cosa duró bastante y que desde ahora deje de enviarle, como lo
hace todos los días, cantidades innumerables de flores, que deje de pegarse estrechamente a sus pasos.
Entonces, inmediatamente, la joven se arroja por encima de un lugar del que recordarán que en una época
exploré minuciosamente los planos de Viena a fin de otorgar su pleno sentido al caso de Juanito; no llegaré
hoy al punto de decirles el sitio en que muy probablemente se encuentre algo comparable a lo que todavía
pueden ver del lado del boulevard Pereire, a saber una pequeña fosa en el fondo de la cual hay rieles para un
trencito que ya no funciona; por allí se lanza la joven, niederkommt, se deja caer.
Hay varias cosas para decir a propósito de niederkommen. Si aquí lo introduzco es porque se trata de un acto
del que para agotar su sentido no basta recordar su analogía con el sentido de niederkommen en cuanto al
parto. Este niederkommen es esencial a toda súbita puesta en relación del sujeto con lo que él es como a.
No es por nada que el sujeto melancólico tenga semejante propensión, siempre cumplida con fulgurante,
desconcertante rapidez, a tirarse por la ventana.
La ventana, en la medida en que nos recuerda el límite entre la escena y el mundo, nos indica el significado
de un acto por el que en cierto modo el sujeto vuelve a esa exclusión fundamental en la que se siente, en el
momento mismo en que, en el absoluto de un sujeto, absoluto del que sólo nosotros, los analistas, podemos
tener una idea, se conjugan el deseo y la ley.
Esto es lo que efectivamente sucede en el momento del encuentro de la pareja —la caballera de Lesbos y su
objeto kareniniano, por así decir— con el padre. Pues no basta decir que el padre arrojó una mirada irritada
para comprender cómo pudo producirse el pasaje al acto. Hay algo que está allí, en el fondo de la relación, en
la estructura; ¿de qué se trata? Digámoslo en breves términos, los creo suficientemente preparados para
entenderlo ¿qué va a hacer la joven cuyo apego al padre y su decepción ante el nacimiento del hermanito, si
no recuerdo mal, fue en su vida el hito decisivo? Va a hacer de su castración de mujer lo que hace el
caballero con respecto a su dama, a quien precisamente ofrece el sacrificio de sus prerrogativas viriles para
hacer de éstas el soporte de lo que está ligado en una relación de inversión con ese sacrificio mismo, a saber
la puesta, en el lugar de la falta, justamente de lo que falta en el campo del otro, su garantía suprema: que la
ley es verdaderamente el deseo del padre; estemos seguros, hay una ley del padre, un falo absoluto F.
Resentimiento y venganza son decisivos, sin duda, en la relación de esta joven con su padre. El resentimiento
y la venganza son esto: esa ley, ese falo supremo; he aquí donde lo coloco: ella es mi dama, y ya que no
puedo ser tu mujer sometida y yo tu objeto, soy aquél que sostiene, que crea la relación idealizada con lo que
es de mí mismo insuficiencia, lo que fue expulsado. No olvidemos que la joven cesó en el cultivo de su
narcisismo, abandonó sus cuidados, su coquetería su belleza, para convertirse en el caballero que sirve a la
dama.
En la medida en que todo esto llega con el simple encuentro y a nivel de la mirada del padre, sobre esa
escena que todo lo ganó del asentimiento del sujeto, en la medida en que esta escena aparece ante las miradas
del padre se produce lo que podremos llamar, refiriéndonos al primer cuadro de las coordenadas de la
angustia que les di, el supremo embarazo, y se le agrega la emoción —remítanse al cuadro, verán sus
coordenadas exactas— por la súbita imposibilidad de hacer frente a la escena que le hace su amiga. Las dos
condiciones del pasaje al acto como tal están realizadas. Lo que llega en ese preciso momento al sujeto es su
identificación absoluta con ese pequeño a al que ella se reduce.
La confrontación del deseo del padre sobre el que está construida toda su conducta, con esa ley que se
presentifica en la mirada de aquel, hace que ella se sienta definitivamente identificada y, al mismo tiempo,
rechazada, "deyectada" (déjetée) fuera de la escena.
Sólo el "dejar caer", el "dejarse caer" puede realizarlo.
Freud siente que por espectacular que sea el avance de la paciente en su análisis, éste pasa sobre ella, si
puedo expresarme así, como el agua sobre las plumas de un pato; y si Freud designa especialmente ese lugar,
el del pequeño a en el espejo del Otro, por medio de todas las coordenadas posibles, sin tener, por cierto, los
elementos de mi topología, no lo puede decir con mayor claridad: "aquello ante lo cual me detengo, me topo
(dice Freud), es algo así como lo que sucede en la hipnosis". Ahora bien, ¿qué sucede en la hipnosis? Que en
el espejo del Otro el sujeto es capaz de leer todo lo que hay aquí a nivel del florerito punteado: todo lo
especularizable. No por nada el espejo, la piedra pendulante y hasta la mirada del hipnotizador son los
instrumentos de la hipnosis. Lo único que no se ve en la hipnosis es, precisamente, el tapón mismo de la
garrafa, ni la mirada del hipnotizador, que es la causa de la hipnosis.
Otra referencia: la duda del obsesivo. ¿A qué apunta la duda radical que hace que los análisis de obsesivos
lleven tanto, tanto tiempo y sean tan cautelosos? La cura del obsesivo es una verdadera luna de miel entre el
analista y el analizado, dado ese centro en el que Freud señala perfectamente qué clase de discurso pronuncia
el obsesivo, a saber: "Está muy bien ese hombre, me cuenta las cosas más lindas del mundo; el problema es
que no le creo en absoluto". Si es central, es porque está aquí, en X; en el caso de la joven homosexual se
trata precisamente de lo que ha de darnos claridad, a saber, cierta promoción del falo como tal en el lugar del
a.
Pues ahora podemos articular mejor qué pasó con Dora; todo está lejos, muy lejos de ser torpeza, y puede
decirse que si Dora no fue analizada hasta el fin, Freud vio claro hasta el fin. Pero aquí, donde la función del
pequeño a, del objeto, es en cierto modo tan predominante en la observación de la homosexual que ésta llegó
incluso a pasar a lo real en un pasaje el acto cuya revelación simbólica tan bien comprende, sin embargo,
Freud se da por vencido "No llegaré a nada", se dice, y la pasa a una colega femenina. Es él quien toma la
iniciativa de dejarla (la laisser tomber).

Clase 9. Del 23 de Enero de 1963


"pequeño a".
Su relación con el sujeto. Sin embargo, lo que hoy tenemos que poner de relieve es su relación con el gran
Otro, resulta esencial comprender que es de ese Otro que toma su aislamiento, que, en la relación del sujeto
con el Otro, se constituye como resto. Por eso he reproducido este esquema, homólogo al aparato de la
división. El sujeto, bien arriba a la derecha, en la medida en que por nuestra dialéctica parte de la función del
significante, el sujeto S hipotético en el origen de esa dialéctica se constituye en el lugar del otro como
marcado por el significante; es el único sujeto al que tiene acceso nuestra experiencia, e inversamente
suspende toda la existencia del Otro de una garantía que falta, el Otro tachado: A/.
Pero de esta operación quede un resto: el a. la relación, podemos decir, universal concerniente al a, ya que
volverán a encontrarla siempre en todas los niveles, y yo diría que tal es su connotación más característica,
pues justamente se halla ligada a esa función de resto. Es lo que llamé, tomándolo del vocabulario y de la
lectura de Freud a propósito del pasaje el acto que le trae su caso de homosexualidad femenina, el "dejar
caer" (le laisser tomber), el niederkommen lassen.
Ese "dejar caer" es el correlato esencial, como les indiqué la vez pasada, del pasaje al acto. Pero, en el pasaje
al acto, ¿de qué lado es visto ese dejar caer? Precisamente, del lado del sujeto. El pasaje al acto está, si así lo
quieren, en el fantasma, del lado del sujeto, en tanto que aparece borrado al máximo por la barra.
Fuga en el sujeto, siempre más o menos puesto en posición infantil, que a ella se lanza, sino a esa salida de la
escena, esa salida vagabunda al mundo puro, donde el sujeto parte a la búsqueda, al encuentro de algo
rehusado por doquier; por supuesto, vuelve, retorna, y es ésta quizás la ocasión de darse importancia (se faire
mousser); la partida es ese pasaje de la escena al mundo.
Les hablaré hoy del acting-out.
Una interrogación esencial: si entre el sujeto y el Otro la angustia no será un modo de comunicación tan
absoluto que, a decir verdad, cabría preguntarse si ella no es, para el sujeto y para el Otro, hablando con
propiedad, lo común.
Carácter que, según apunté, conlleva la angustia, es ser lo que no engaña.
La angustia es una señal en el Yo. Si hay señal en el Yo, debe estar en alguna parte debe estar en X, y es un
fenómeno de borde en el campo imaginario del Yo; el término borde se ve legitimado por apoyarse en la
afirmación del mismo Freud de que el Yo es una superficie, e incluso —agrega— una proyección de
superficie. Ya recordé esto en su momento. Digamos pues, que, por así decir, es un color.
a, objeto de la identificación, es la identificación que encontramos, por ejemplo, en el principio del duelo.
Ese a, objeto de le identificación, sólo es también a, objeto del amor, en le medida en que es lo que es, ese a,
aquello que hace del amante —para emplear el término medieval y tradicional—, aquello que arranca
metafóricamente a ese amante, para hacerlo, a proponerse como amable,(...) haciéndolo (...) sujeto de la falta,
por lo tanto aquello por lo cual él se constituye propiamente en el amor, aquello que le da, por así decir, el
instrumento del amor, a saber: —volvemos a caer en lo mismo— que se ama, que se es amante con lo que no
se tiene.
a se llama a en nuestro discurso por ser lo que ya no se tiene.
De allí que pueda encontrárselo por vía regresiva bajo forma de identificación.

Los pedazos del cuerpo original son o no tomados, aprehendidos en el momento en que i (a) tiene ocasión de
constituirse.
Por eso debemos comprender que antes del estadio del espejo lo que será i (a) se encuentra en el desorden de
los pequeños a que todavía no es cuestión de tener o no. Y a esto responde el verdadero sentido, el sentido
más profundo que ha de darse al término autoerotismo; es que se falta de sí (on manque de soil), por así
decir, totalmente. No es del mundo exterior que se falta, como inapropiadamente se expresa, sino de sí
mismo.
Si Freud nos dice que la angustia es un fenómeno de borde, una señal en el límite del Yo contra ese otra
cosa, X, que aquí no debe aparecer como a, el resto es execrado por el Otro, A. Si es posible definir a la
angustia como señal, como fenómeno de borde en el Yo cuando el Yo está constituido, esto no es,
seguramente, exhaustivo. Lo encontremos con toda claridad en los fenómenos precisamente más contrarios a
la estructura del Yo como tal los fenómenos de despersonalización. Esto suscita una cuestión cuya auténtica
ubicación no podremos evitar: la despersonalización.
En otros términos, no es que los objetos sean invasores, por así decir, en la psicosis, y que esto constituye su
peligro para el Yo; la propia estructura de esos objetos los torna impropios para la yoización. la
despersonalización comienza con el no reconocimiento de la imagen especular. Pero articulemos con mayor
precisión que la fórmula que da el hecho es insuficiente, o sea que si lo que se ve en el espejo no resulta
susceptible de ser propuesto al reconocimiento del Otro, es porque lo que se ve en el espejo es angustiante; y
que para referirme a un momento que marqué como característico de la experiencia del espejo, como
paradigmático de la constitución del Yo ideal en el espacio del Otro, diré que se establece una relación tal
con la imagen especular que el niño no podría volver la cabeza, según ese movimiento que les describo como
familiar, hacia ese otro, ese testigo, ese adulto que está detrás de él, para comunicarle su sonrisa, las
manifestaciones de su júbilo por algo que le hace comunicarse con la imagen especular, y que en cambio se
establece otra relación de la que se halla demasiado cautivo para que ese movimiento sea posible; en X, la
relación dual pura desposee desposee al sujeto de la relación con el gran Otro.
Es imposible situar al comienzo esa complejidad en una relación con el Yo que le permita servir como señal
del Yo después, salvo por intermedio de lo estructural que debemos buscar en la relación de i(a) con a.
Pero entonces la separación característica del comienzo, lo que nos permite abordar, concebir la relación, no
es la separación con respecto a la madre.
El corte de que se trata no es el del niño con la madre. La manera como originalmente el niño habita en la
madre plantea el problema del carácter de las relaciones del huevo con el cuerpo de la madre en los
mamíferos, de lo que saben ustedes que hay toda una cara por donde con relación al cuerpo de la madre ese
huevo es cuerpo extraño, parásito, cuerpo incrustado por las raíces vellosas de su corión en ese órgano
especializado para recibirlo, el útero, con cuya mucosa se halla en cierta intrincación.
El corte que nos interesa y resulta mucho más satisfactorio que el del niño que nace, en el momento en que
cae en el mundo, ¿con qué? con sus envolturas. si quieren tener una noción acabada de ese conjunto
preespecular que es a, es preciso que consideren a las envolturas como elementos del cuerpo. Si las
envolturas están diferenciadas, es a partir del huevo, puedan ver manifestarse todas las variedades de ese
interior en el exterior, de ese externo en el cual flota el feto.
Contrariamente al pasaje al acto, todo lo que es acting-out se presenta con ciertas características que nos
permitirán aislarlo. Además, observen en vuestros señalamientos clínicos hasta qué punto tenerse de la mano
para no dejar caer es en todo esencial a cierto tipo de relaciones del sujeto con algo que, cuando lo
encuentren, pueden designar absolutamente como siendo, para él, un a. Esto produce uniones de un tipo muy
difundido que no por ello son más cómodas de manejar, pues él a de que se trata puede ser también para el
sujeto el superyó más incómodo.
Les aconsejo prudencia antes de aplicar la etiqueta de mujer fálica al tipo de madre que así denominamos, no
sin propiedad pero ignorando totalmente qué queremos decir. De pronto se encuentran ustedes con alguien
que les dice que cuanto más precioso es un objeto para ella, ella sufrirá la atroz tentación de no retenerlo en
una caída esperando vaya a saber qué milagro en esa suerte de catástrofe, y que el niño más amado es
justamente ése al que un día dejó caer inexplicablemente. Saben ustedes que en la tragedia griega — y esto
no escapó a la perspicacia de Giraudoux— aparece el más profundo reproche de Electra con respecto a
Clitemnestra el de que un día la dejó caer de sus brazos.
Pueden hacer aquí la identificación de lo que conviene llamar "madre fálica". Hay otros modos, sin duda;
nosotros decimos que éste nos parece el menos engañoso.
Y entremos ahora en el acting-out. En el caso de homosexualidad femenina, si la tentativa de suicidio es un
pasaje al acto, yo diría que toda la aventura con la dama de dudosa reputación, y que es llevada a la función
de objeto supremo, es un acting-out. Si la bofetada de Dora es un pasaje al acto, yo diría que todo el
paradójico comportamiento que Freud descubre de inmediato con tanta perspicacia, el de Dora en la pareja
de los K., es un acting-out.
Esencialmente, el acting-out es algo, en la conducta del sujeto, que se muestra... El acento demostrativo, la
orientación hacia el otro de todo acting-out deben ser destacados.
En el caso de homosexualidad femenina —Freud insiste en ello— es a los ojos de todos, y en la misma
medida y más aún cuando la publicidad se torna escandalosa que la conducta de la joven homosexual se
acentúa. Y lo que se muestra, cuando se avanza paso a paso, se muestra esencialmente como otra cosa, otra
cosa de la que es; qué es nadie lo sabe, pero de qué es otra cosa nadie duda.
Pero sin embargo, Freud dice qué es en el caso de le joven homosexual "ella habría querido un hijo del
padre". Pero si se contentan con esto, no son ustedes difíciles de contentar, porque ese hijo nada tiene que ver
con una necesidad maternal.
En la relación normal de la madre con el hijo, en todo caso en lo que de ella podemos aprehender por su
incidencia económica, hay algo pleno, algo redondo, algo cerrado, algo justamente tan completo durante la
fase gestativa que puede decirse que nos son precisos cuidados muy especiales para hacerlo volver a entrar,
para ver cómo se aplica su incidencia a la relación de corte de i(a) con a. Después de todo, nos basta nuestra
experiencia de la transferencia y saber en qué momento de nuestros análisis las analizadas quedan encintas y
para qué les sirve, para comprender perfectamente que su embarazo es el escudo de un retorno al más
profundo narcisismo.
Pero dejemos esto. Si la joven homosexual quiso tener ese hijo, lo quiso — en efecto— como otra cosa.
Tampoco escapa esto a Freud: ella quiso ese hijo como falo, es decir, y la doctrina lo enuncia en Freud de la
manera más desarrollada, como sustituto, ersatz de algo que cae de lleno entonces en nuestra dialéctica del
corte y de la falta, del a como caldo, del a como faltante. Esto le permite, al haber fracasado en la realización
de su deseo, realizarlo a la vez de otro modo y de la misma manera, como (Epov) [en griego]. Se hace
amante; en otras palabras, se propone en lo que no tiene, el falo, y para mostrar que lo tiene, lo da. Se trata,
en efecto, de una manera completamente demostrativa. Frente a la Dama (con D mayúscula) ella se comporta
—nos dice Freud— como un caballero servidor, como un hombre, como aquél que puede sacrificarle lo que
tiene, su falo.
Combinemos entonces los dos términos, mostrar, demostrar y deseo, sin duda un deseo cuya esencia, cuya
presencia es ser, mostrarse — les dije— como otra cosa, y al mostrarse como otra cosa, sin embargo,
designarse. está articulado objetivamente si el objeto a que me refiero es el que la vez pasada llamé "objeto"
como su causa...
Esencialmente, el acting-out es la mostración, el mostrado, velado sin duda, pero sólo para nosotros como
sujeto, en tanto que eso habla, en tanto que eso podría ser verdadero, no velado en sí, visible, por el
contrario, al máximo, y por esto mismo, en cierto registro, invisible. Al mostrar su causa, lo esencial de lo
que se muestre es el resto, su caída.

Entre el sujeto, que aquí se encuentra, por así decir, "otrificado" en su estructura de ficción, y el Otro, nunca
autentificable por completo, lo que surge es el resto, a, la libra de carne; esto quiere decir —y saben qué
estoy citando— que es posible tomar todos los préstamos que se quiera para tapar los agujeros del deseo y de
la melancolía; vemos allí al judío que algo sabe del balance de cuentas y al final demanda; la libra de carne..
Con los sesos frescos, el paciente simplemente le hace señas a Ernest Kriss: "Todo lo que usted dice es
cierto, pero sencillamente no toca a la cuestión; quedan los sesos frescos. Se lo demostraré iré a comerlos al
salir, para contárselo la próxima vez".
También el acting-out es un síntoma que se muestra como otro; prueba de ello es que debe ser interpretado".
Bien, entonces pongamos los puntos sobre las íes. Ustedes saben que el síntoma no puede ser interpretado
directamente; que hace falta la transferencia, es decir, la introducción del Otro. Quizás todavía no entiendan
bien. Entonces me dirán "Bien, sí, es lo que usted nos está diciendo del acting-out".
No, y tengo que decirles que no es esencialmente de la naturaleza del síntoma el tener que ser interpretado; el
síntoma no llama a la interpretación como el acting-out, contrariamente a lo que podrían creer. Hay que
decirlo: el acting-out llama a la interpretación y la cuestión que estoy planteando es saber si ella es posible.
Les mostraré que sí. Pero esto esta dudoso tanto en la práctica como en le teoría analítica.
El síntoma no está, como el acting-out, llamando a la interpretación. Porque —se lo olvida demasiado— lo
que descubrimos en el síntoma, en su esencia, no es un llamado el Otro, no es lo que muestra al Otro; el
síntoma, en su naturaleza, es goce —no lo olviden—, goce engañoso, sin duda, unterbliebene Befriedigung;
el síntoma, no tiene necesidad de ustedes como el acting-out, el síntoma se basta; es del orden de lo que les
enseñé, a distinguir del deseo, el goce, es decir algo que va hacia la cosa habiendo pasado la barrera del bien
(referencia a mi seminario sobre la Ética), es decir, del principio del placer, y por eso dicho goce puede
traducirse por un Unlust.
Ahora volvamos al acting-out. A diferencia del síntoma, el acting-out es el amago de la transferencia. Es la
transferencia salvaje. No hay necesidad de análisis —ustedes lo dudan— para que haya transferencia, pero la
transferencia sin análisis, es el acting-out, y el acting-out sin análisis, es la transferencia. De esto resulta que
una de las maneras de plantear la cuestión, en lo relativo a la organización de la transferencia — la
organización, la Handlung de la transferencia— es preguntarse cómo domesticar la transferencia salvaje,
cómo hacer entrar al elefante salvaje en el cercado, cómo poner a dar vueltas al caballo en el picadero.
Es la única manera de saber cómo actuar con el acting-out.
Cómo actuar con el acting-out. Hay tres maneras, dice ella interpretarlo, prohibirlo, o reforzar el Yo.
Con respecto a interpretarlo, no nos hagamos grandes ilusiones. Dado lo que acabo de decirles, interpretarlo
no producirá mucho efecto.
Pero lo que cuenta no es el sentido de lo que interpreten, cualquiera que fuese: lo que cuenta es el resto.
En cuanto a prohibirlo, hasta la propia autora se sonríe y dice: "podemos hacer muchas cosas, pero decirle al
sujeto 'nada de acting-out', esto también es muy difícil". Nadie piensa en ello, además. Sin embargo, puede
observarse que siempre hay prohibiciones perjudiciales en el análisis. Se hacen muchas cosas para evitar los
acting-out en sesión. Y además se les dice que no tomen decisiones esenciales para su existencia durante el
análisis. ¿Por qué se hace todo esto? En fin, es un hecho que tener ascendiente sobre alguien es algo que se
vincula con lo que podemos llamar "peligro", sea para el sujeto o para el analista.
En realidad, se prohíbe mucho más de lo que se cree. Porque somos médicos y porque somos buenos, como
dice no sé ya quién— no queremos que el paciente, que viene a confiarse a nosotros, se haga daño. Y lo peor
es que lo conseguimos.
El acting-out es el signo de que se le impide mucho.
A la inversa, cuando el accidente ocurre lo regular es que tanto el paciente como el medio lo carguen en la
cuenta del análisis, y esto en cierto modo por naturaleza. Tienen razón: es un acting-out; por lo tanto, se
dirige al Otro. Y si se es analista, por lo tanto se dirige al analista. Si tomó ese lugar, tanto peor para él. Tiene
la responsabilidad que pertenece el lugar que aceptó ocupar.
Esto quizás les aclare lo que quiero decir cuando hablo del deseo del analista y cuando planteo su pregunta.
Sin detenerme un instante para decir aquello a lo que siempre me opuse: que aquí se trata de reforzar al Yo,
pues hasta por confesión de quienes se embarcaron por esa vía reforzar al Yo sólo puede querer decir lo que
para cierta literatura es llevar al sujeto a la identificación; no con esa imagen como reflejo del Yo ideal en el
Otro, sino con el Yo del analista.
Pero Freud no le creyó por un sólo instante — ¡y con motivo!— porque la enferma que le contaba sus sueños
al mismo tiempo le decía: "Sí, desde luego, esto me permitirá casarme y el mismo tiempo ocuparme de las
mujeres". Por lo tanto, ella misma le decía que estaba mintiendo. Y Freud, además, no lo dudaba... Esto es,
precisamente, la ausencia de toda apariencia de relación transferencial. ¿Pero en qué se detiene, entonces, ese
inconsciente que acostumbramos considerar como lo más profundo, la verdad verdadera? El inconsciente
puede engañarnos.
El inconsciente sigue mereciendo confianza. El discurso del sueño, nos dice, es algo diferente del
inconsciente; esta hecho por un deseo que viene de éste, pero al mismo tiempo admite que lo que se expresa
es ese deseo. Por lo tanto, el deseo viene de algo, y viniendo del inconsciente, es el deseo lo que se expresa
con mentiras.
Sin advertir qué cosa lo embaraza se muestra sobrecogido, y ante tal amenaza a la fidelidad del inconsciente,
pasa al acto. En este punto Freud rehúsa ver que en la verdad, que es su pasión, la estructura de ficción se
halla como en el origen.
No meditó bastante sobre aquello que, hablando del fantasma, el "yo miento" y su perfecta admisibilidad, en
la medida en que lo que miente es el deseo en el momento en que, afirmándose como tal, libra al sujeto a esa
anulación lógica.
Pero después de todo, lo que falta aquí en Freud es lo que falta en su discurso. Aquello que siempre
permaneció en él en estado de pregunta: "¿qué quiere una mujer?". El tropiezo del pensamiento de Freud con
algo que podemos llamar provisoriamente ... no me hagan decir que la mujer es mentirosa por ser mujer, sino
que la femineidad se escurre y algo hay en ese sesgo.

Lacan Conferencia de Yale del 24 de noviembre de 1975. Universidad de Columbia 1º de diciembre


de 1975
Freud llamaba al icc un saber expresado en palabras. El sujeto q las pronuncia, no tiene ninguna clase de
idea. Esas palabras, Freud las reencuentra en sus análisis.
Un síntoma es curable. Los pacientes viene en busca de ser desembarazados de un síntoma, yo no les
prometo nada. Porque aun para un síntoma obsesivo, por más molestos q sean, no es seguro q hagan el
esfuerzo de regularidad para salir de él. En ese filtrado hay una apuesta, una parte de chance. Pongo el acento
sobre la demanda. Es necesario, en efecto, q algo puje.

Lacan Conferencia en Ginebra sobre el síntoma.

Lombardi Rectificación y destitución del sujeto. Dos formas de ser discernidas por el psa.
Lacan designa como rectificación ese viraje en el que el sujeto cambia de perspectiva sobre algo real y
concreto de su síntoma: su participación en el mismo. La sola presencia del síntoma implica q, alternada o
simultáneamente, en lugar de responsabilidad hay culpabilidad e inocencia combinadas.
El neurótico, x ser hablante de lenguas equívocas, es un ser electivo, q en algún rincón de su estructura
escindida se reserva el derecho a optar, y q en particular puede elegir no rectificarse en nada.
Los empeños de rectificación a la fuerza encuentran de hecho una merecida respuesta en algunas
modalidades clínicas de la época: pacientes q desde el comienzo se niegan a entregar se síntoma, ya q
entregarlo llevaría rápidamente a evidenciar alguna relación con la causa, pacientes q solo muestran su
padecer a la manera de un actuar acéfalo, de una verdad, sin sujeto q dice al analista: ante de q yo rectifique
nada, fíjate desde qué posición me haces tu oferta terapéutica.
¿Implicación o desimplicación?
El primer movimiento del análisis no consiste en “implicar” al sujeto, sino mas bien en quebrantar su
implicación en la conducta sintomática, en romper la egosintonía de la neurosis; no “que se haga cargo”
entonces, sino q experimente mas bien lo contrario, la amenidad, la extrañeza del síntoma.
Para q el síntoma salga del estado de enigma aún informulado, el paso q hay q dar no es q se formule, es q en
el sujeto se esboce algo q le sugiera q hay una causa para eso.
Para Lacan  Síntoma: es lo q el sujeto conoce de sí, sin reconocerse en ello.
El analista solo puede interpretar el síntoma y esto es porq no puede conocerlo objetivamente, ni tampoco
puede llegar a un saber exhaustivo sobre él: el síntoma es esa verdad sólida y opaca q resiste al saber
integrado en el Otro. Resiste al comienzo, a veces cede durante un tiempo pero luego revive durante el
tratamiento, y resistirá hasta el final del psicoanálisis, para afirmarse entonces como un incurable capaz de
derrumbar al sujeto supuesto saber en una caída q puede ser concluyente, abrir otras opciones. Mientras dura
el tratamiento, el no es del todo responsable porq está dividido, y la causa de su división, la causa actualizada
en el análisis, es el analista.
Una condición para toda rectificación verdadera.
Una verdadera invitación al análisis exige, antes q la rectificación subjetiva del paciente, la destitución
subjetiva del analista. El psicoanálisis se evidencia como un lazo social q admite e incluso promueve la
incompatibilidad de la coexistencia simultánea de dos sujetos. Preparado x su propio análisis, el analista,
para serlo, ha de admitir no ser sujeto sin por ello aniquilarse como ser hablante ni como deseante. Acepta
ser tomado como significante, como objeto, como causa, resignando la posición de sujeto. El analista no
puede presentarse sintomático. Lo destituyente supone, no “ser analista”, q parece un titulo, sino ser el
analista de este analizante en particular.
Esa destitución del sujeto se distingue de un des-ser o de una falta en ser; la destitución subjetiva permite ser
fuera de los títulos, de las insignias, de los reconocimientos, es ser entre los significantes, en la morada q
reserva al analista a la actividad singular q se le ha destinado.
Esta destitución, ese ser desalienado q se singulariza y se resuelve en cada encuentro verdadero con un
analizante, no es algo adquirido de una vez y para siempre, solo puede ser en acto, y como tal ha de
renovarse cada vez. Ha de ser entonces una destitución, incluso si ya experimentada, producida cada vez en
el encuentro con tal analizante en particular.
Actino out, “es verdad, pero no sujeto”. Lo q impropiamente llamamos “síntomas actuales” tiene esta
estructura, se muestra o se dice seguramente con verdad, verdad para el Otro, para cualquier Otro, pero sin q
nada desimplique al sujeto del síntoma como para q él pueda advertirlo en tanto tal, como para q se produzca
en él ese efecto divisorio q se necesita para q el psicoanálisis comience y se sostenga como tal, como
análisis, como despliegue de los enredos simbólicos del sujeto.
¿Cómo convocar en este caso al sujeto?
- en el plano de la transferencia. Cuando el paciente llega en posición de objeto, y no de sujeto
dividido, es decir en posición de actuar y no de padecer, hay ya transferencia, pero transferencia
salvaje.
- En el plano de la interpretación tampoco hay mucho q esperar, salvo q esa intrusión subjetiva del
analista en q cosiste la interpretación permita pasar a otro plano, q es el decisivo.
- El plano del ser, q es el plano del acto analítico, es donde el analista tiene la chance de hacerse fuerte
con su destitución de sujeto.
La interpretación puede ser mejor o peor, exacta o inexacta, más próxima o más lejana del punto de
encuentro entre goce y deseo, pero en cualquier caso, el paciente de difícil acceso no está dispuesto a
reconocer su eficacia, porq su objetivo primero, q es el de la transferencia salvaje, es lograr la destitución del
Otro como sujeto. Solo si el partenaire se aviene, podrá ser q él pueda confiársele un poco, y admitir
entonces ante él, la extrañeza de la pulsión q invade su intimidad de sujeto, o confesar la culpabilidad icc de
la q él mismo no tiene memoria.
La intervención preliminar al análisis y lo q hace posible su sostén, es la destitución subjetiva del analista.
Lacan al revés.
Para el caso del ser hablante en tanto ser electivo, la dimensión del ser, incluso cuando parece un
permanecer, implica una decisión, en ese caso la de permaneser.
En lugar de responsabilizar prematuramente al paciente, pongamos sobre el tapete q hay tenido de liberador
la terminación de un análisis.
Es verdad q en el final de un análisis se encuentran imposibilidades, lo incurable, el síntoma, el fracaso del
Otro como intérprete, se encuentra en suma la castración, pero esta no es un dato solamente negativo, la
doctrina del psicoanalítica dice q es un contrafuerte para el deseo para los goces y efectivamente asequibles,
q es un punto de apoyo para el acto, para salir de la fantasía en la q el neurótico, el perverso y el psicótico
demoran la realización de sus actos más interesantes.
Lo q la castración ha evidenciado como falta de saber y falta de ser en el Otro en el final de un análisis,
puede redundar en una ganancia de ser en el analizado, ser en acto, elección, ejercicio de esa aptitud q
caracteriza al ser hablando de lenguas equivocas.
Sujeto y ser hablante. Dos formas del ser discernidas por el psicoanálisis.
Dos formas del ser hablante. Ambas se apoyan en un rasgo q diferencia a este de un ente programable: la
aptitud para elegir. Esa aptitud es tan importante, q todo lo demás, incluyendo los mecanismos de la
neurosis, la perversión o la psicosis, resultan secundarios, en la medida en q son ya el resultado de la toma de
posición de un ser q x su intervención en un momento electivo estructurante, queda escindido entre pulsión y
defensa.
- Ser del sujeto, es la q el psicoanalista encuentra en el comienzo verdadero del análisis, es el síntoma.
Es el analizante como subjetctum (aquello q resiste invariable el cambio en toda transformación),
como soporte de la cura analítica. La verdadera carencia revelada por el síntoma es la irresolución, la
falta de un ser q elige no elegir, q para hacerlo se extraña del tiempo, en el estilo de un “no todavía”,
simulando q no pierde ninguna opción, xq tampoco apuesta.
- Ser en acto, q implica una salida de la representación y por lo mismo puede constituir un acceso a la
presencia, tan requerida en el acto del psicoanalista.
Los intentos de solucionar la división del analizante mediante algún consejo, alguna toma de partido entre
sus partes divididas no puede sino resultar un fiasco, como siempre q en un psicoanálisis se reemplaza de
manera sostenida su orientación propia por un procedimiento sugestivo.
Lo q esperamos como resultado genuino no es un reforzamiento de la falta de ser, sino una ganancia de ser,
en acto, un acceso a otro ininterpretable q ya no es del síntoma: el acto.

Soler El acting out en la cura.


El enseñante no es el amo, es un sujeto q pone su división a la obra. ¿Cuál? La de decir, y más precisamente
la de “decirse”, cuando es una cura. Pero esta tarea tiene un límite, el de lo imposible, xq todo no puede
decirse. Hay entonces, durante el curso de la cura y a su término, un interrogante concerniente a lo q
podríamos llamar la clínica de lo imposible de decir. Entre aquello q en una cura, cesa de no decirse
(contingencia) y lo q permanece imposible de decir, ¿Cuál es el lugar del acting out?
Es el icc q determina al sujeto el q debe ser sacado a la luz. Sin embargo, hay una ambigüedad en el
“decirse”, xq el “se” podría designar tanto al remitente como al destinatario.
La paradoja de la tarea analizante es q se demanda al sujeto decir aquello q es, allí donde no es, allí donde es
el icc, icc q es saber, pero saber sin sujeto. Es saber sin nadie para saberlo, sin “yo” pero q además es saber q
se dice sin nadie para decir, xq el sujeto, aquel q dice “yo” no puede considerarse ni como agente de su icc,
ni de su síntoma, de su lapsus o de su sueño. El icc es un saber solo confirmado x el hecho de q se lo puede
leer. Es un saber q se confirma xq su lectura tiene efectos.
Lo q hace lo cotidiano de los seres hablantes es una elección del “no pienso”, a entender como “no pienso el
icc” q sin embargo, es eje de pensamiento. Cuando el icc habla, el sujeto no es, en el sentido de “yo”. Esta
represión primaria de los pensamientos del icc, es también una represión de la falta en ser. El neurótico se
hace demasiadas preguntas, es q esta embarazado x su icc. Porq si el sujeto no piensa su icc, sucede q el icc
piensa x él bajo una forma precisa: son las formaciones del icc. El síntoma es un trastorno del “no pienso”.
El icc le recuerda su existencia al sujeto amo de si mismo y el psicoanálisis intenta unir ambos. Y es la
transferencia referida por una parte al sujeto supuesto al saber, la q induce al sujeto a volverse hacia su icc.
El imperativo analítico implica q el sujeto cambie la posición q quiera renunciar a su “no pienso”. Una de las
funciones de las entrevistas preliminares es asegurarse de q el sujeto pueda cambiar de posición, pueda
ponerse en esa posición q es la del esclavo (de la asociación libre), pueda asumir su “no soy”. Nadie, asume
su “no soy”, pero el analizante en todo caso, acepta hacer la prueba, xq ya la hizo, para su desagrado, en el
síntoma.
La paradoja del acting out es q la verdad esta allí, pero de modo tal q desde el comienzo los analistas
reconocieron en el un malogro a la cura.
Acting out es el termino q uso Strachey para el agieren freudiano.
Este out no hay q entenderlo como fuera del campo del análisis, no hay fuera del análisis desde q el sujeto
entra en la transferencia. Tampoco quiere decir fuera del consultorio del analista, quiere decir fuera de la
esfera de los recuerdos, fuera de la esfera de lo q se dice.
El agieren freudiano es un modo de la transferencia, la transferencia-resistencia. Lo reprimido no retorna allí
en el pensamiento, retorna en la acción, en el hacer, en el actuar.
La vida q el analizante tuvo no se rehace. Lo q cambia, es cómo él se sitúa en ella y el sentido q le da.
Reconstituir su historia es reencontrar la sucesión de las identificaciones del sujeto (S1… S1… S1…) y en
cada etapa, la verdad q allí se anuda. En cuanto al agieren, hay q decir q en la medida en q es legible, y
legible como repetición, no deja de participar, él también, del mismo registro del sujeto supuesto al saber, o
sea, del descifrado significante.
Rememoración y acting out esta, al menos en parte, del mismo lado, el del icc. Lo q esta del lado de la
transferencia (puesta en acto) no es el acting out, es el pasaje al acto, xq se opone al trabajo del significante.
El acting out es otra cosa, esta del lado del icc, de una manifestación salvaje del icc. Una verdad se da a leer,
sobre todo cuando el acting out se impone como réplica de una intervención del analista.
La interpretación del acting out, aunq posible, no es admisible para el sujeto. Y esto x falta de subjetivacion.
“Quien dice no es sujeto”.
Del síntoma el sujeto se queja, carga con su molestia y con su pregunta. El acting out, no se queja. Pasa
incluso desapercibido y a menudo parece relatado como x casualidad y sin q se plantee la pregunta x su
sentido. El síntoma es una opacidad subjetiva. Es reconocido x el sujeto, el se interroga con un ¿Qué quiere
decir? Dirigido a veces al analista. Se lo supone legible. Nada de todo esto para el acting out. El sujeto no
sabe lo q eso dice, ni siquiera q eso diga.
El acting out no tiene estructura de metáfora, sin embargo, se ubica en la dialéctica de la relación con el
Otro: habitualmente le esta dirigido y le responde cuando la interpretación se extravía y se lo da a interpretar
al buen entendedor q falta. Acting out es cuando hay verdad dejada a cuenta; muestra, indica a la verdad en
deuda.
El acting out es interpretable, pero no se debe interpretar xq su interpretación no es recibida x el analizante.
Sin embargo el analista tiene q responderle xq mientras el analizante esta en act-out, no esta en posición de
analizante. El tiene q responderle, incluso pararlo. (Ejemplo de DORA)
La posición obsesiva consiste en obturar la inconsistencia del Otro allí donde no hay significante en el Otro,
en cubrir todo lo real con el significante. ¿Qué deviene lo real fuera del significante, q sin embargo existe?
Pasa al acto, a menudo irruptivamente, siendo sus formas extremas ya el suicidio o el acto criminal. El punto
de inconsistencia del Otro inspira al sujeto obsesivo odio y terror: él intenta cubrirlo con la marea de su
trabajo mental y con sus inhibiciones, pero ellas se desgarran en la irrupción del pasaje al acto.
El histérico es el sujeto mismo, el sujeto dividido, el icc en ejercicio.
El sujeto dividido está en el lugar del agente, en el lugar del q ordena, para un beneficio q es de producción
de saber. Pero allí hay como un fingimiento del discurso. El sujeto histérico parece pedir el saber, pero lo q
quiere es el ser, el ser q a la vez falta (falta en ser) y desafía, pregunta su forma de remediar la falta en ser, es
el lazo social x el q intenta alojarse en el vacío del Otro.
El acting out, me parece ser por excelencia, en la histeria, el instrumento clínico de ese desafío: una ficción q
da a leer esa verdad q, del ser, queda fuera de las capturas del verbo, y q es a la vez “pito catalán” y llamado
al saber. Es acting out del ser, en búsqueda del partenaire q tiene una oportunidad de responder.
7. LA ÉTICA DEL PSICOANÁLISIS Y LA FORMACIÓN CLÍNICA

Freud  Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto.


La responsabilidad moral por el contenido de los sueños.

Freud Inhibición, síntoma y angustia: Complemento sobre la angustia.


La angustia tiene un inequívoco vínculo con la expectativa; es angustia ante algo. Lleva adherido un carácter
de indeterminación y ausencia de objeto; le cambia el nombre cuando ha hallado un objeto por el de miedo.
¿Por qué no todas las reacciones de angustia son neuróticas, por qué admitimos a tantas de ellas como
normales? Diferencia entre angustia realista y angustia neurótica.
Peligro realista es uno del que tomamos noticia, y angustia realista es la que sentimos frente a un peligro
notorio de esa clase. La angustia neurótica lo es ante un peligro del que no tenemos noticia. Por tanto, es
preciso buscar primero el peligro neurótico; el análisis nos ha enseñado que es un peligro pulsional.
En el peligro realista desarrollamos dos reacciones: la afectiva, el estallido de angustia, y la acción
protectora. Lo mismo ocurrirá con el peligro pulsional.
Hay casos que presentan contaminados los caracteres de la angustia realista y de la neurótica. El peligro es
notorio y real (objetivo}, pero la angustia ante él es desmedida, más grande de lo que tendría derecho a ser a
juicio nuestro. En este «plus» se delata el elemento neurótico.
Constituye un importante progreso en nuestra autopreservación no aguardar a que sobrevenga una de esas
situaciones traumáticas de desvalimiento, sino preverla, estar esperándola. Llámese situación de peligro a
aquella en que se contiene la condición de esa expectativa; en ella se da la señal de angustia. La angustia es
entonces, por una parte, expectativa del trauma, y por la otra, una repetición amenguada de él. Su vínculo
con la expectativa atañe a la situación de peligro; su indeterminación y ausencia de objeto, a la situación
traumática del desvalimiento que es anticipada en la situación de peligro.
La situación de peligro es la situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada. La angustia es la
reacción originaria frente al desvalimiento en el trauma, que más tarde es reproducida como señal de socorro
en la situación de peligro. El yo, que ha vivenciado pasivamente el trauma, repite ahora de manera activa una
reproducción morigerada de este, con la esperanza de poder guiar de manera autónoma su decurso..
Hemos adquirido también la convicción de que la exigencia pulsional a menudo sólo se convierte en un
peligro (interno) porque su satisfacción conllevaría un peligro externo, vale decir, porque ese peligro interno
representa {repräsentieren} uno externo.

Freud  ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial
Introducción
Caps. 6 y 7.

Lacan Seminario 7: La ética del psicoanálisis.


- Clase 22- La demanda de felicidad y la promesa analítica - 22 de Junio de 1960
Digo en alguna parte, que el analista debe pagar algo para sostener su función, ya sea que pague con palabras
de sus interpretaciones, ya sea que pague con su persona en que pueda decirse que toda la evolución presente
del análisis es el desconocimiento del cual él es literalmente desposeído por la transferencia.
No es sólo él quien está allí con aquél, frente a frente, de quien ha tomado un cierto compromiso. Y, al fin,
que es necesario que pague con un juicio concerniente a su acción. Esto es, al menos, sin embargo, un
mínimo de exigencia. El análisis es un Juicio. Yo diré que lo que él hace es exigible para todos en todas
partes y que, en verdad, lo que puede parecer escandaloso anticiparlo, es probablemente, por alguna razón.
Es por la razón que, por un cierto lado tiene altamente conciencia de que él no puede saber lo que hace en
psicoanálisis. Hay una parte de esta acción que permanece, a él mismo, velada.
El fin del análisis; ¿es eso lo que se nos demanda? Si lo que se nos demanda es, al fin de cuentas, lo que es
necesario llamar con una palabra simple que es, efectivamente, lo que se nos demanda: la felicidad. Esta
demanda de felicidad, es precisamente de lo que se trata.
El asunto no es, facilitado por el hecho, de que la felicidad haya llegado a ser un factor de la política. Por el
hecho de la entrada de la felicidad en la política estas cosas, por el momento, para nosotros, en lo
concerniente a la felicidad, son rechazadas como una etapa necesaria, previa, primordial al nivel de la
satisfacción de las necesidades para todos los hombres.
Por razones del momento histórico que vivimos y que se expresan en la política por la fórmula siguiente: no
podría haber allí satisfacción de alguno sin la satisfacción de todos.
El análisis recibe la demanda de la felicidad.
Para Aristóteles hay una disciplina de la felicidad y hay caminos q son mostrados donde el conducta a
cualquiera q lo siga en su problemática a un proceso q permite al hombre elegir lo q razonablemente está
hecho para hacerlo o realizarse en lo q le parece ser su propio bien. No hay nada semejante en el análisis.
Nosotros pretendemos ir por vías que, para alguien que llegara del Liceo, parecerían sorprendentes, vías que
deben permitir al sujeto, de algún modo, ponerse en una suerte de posición para que las cosas,
misteriosamente, yo diría casi milagrosamente, le ocurran bien, que él las tome por el buen extremo.
Una sola cosa hace alusión a una posibilidad feliz de satisfacción de la ternura: esto es la noción de
sublimación. Hay posibilidad para el hombre de hacer comerciales sus deseos, vendibles bajo la forma de
libritos o de productos cualesquiera de una actividad estética, de una producción del arte.
La otra formulación consiste en decirnos que la sublimación es la satisfacción de la tendencia en el cambio
de su objeto, eso sin represión. Definición más profunda, pero que seguramente abre, me parece, una
problemática más espinosa si lo que yo les enseño no les permite, digamos, ver dónde está el nudo del
asunto.
No es un nuevo objeto, es el cambio de objeto en sí mismo. Es porque la tendencia está ya profundamente
marcada por la articulación del significante que contiene en si misma, ese algo que permite el cambio de
objeto; dicho de otro modo, es porque en el grafo la tendencia se sitúa al nivel de la articulación inconsciente
de una sucesión significante que la constituye por ese hecho en una alienación fundamental, que puede haber
allí algo que, al retornar, liga por un factor común cada uno de los significantes componiendo esta sucesión
típica.
Esa relación propiamente metonímica de un significante al otro que nosotros llamemos el deseo, es
justamente, no el nuevo objeto, ni el objeto de antes, es el cambio de objeto en sí mismo, por lo cual la
satisfacción de que se trata, entonces, en tanto en la definición de la sublimación, la represión está eliminadas
consiste en que es aquí donde hay implícito o explícito, pasaje del no-saber al saber, bajo la forma del
reconocimiento de que el deseo no es otra cosa que la metonimia de ese discurso de la demanda, que el deseo
es ese cambio como tal.
Y si ustedes me permiten dar un ejemplo, lo tomare de lo de me parece haber pasado por la cabeza en el
momento en que preparaba estas palabras para ustedes. Busqué un ejemplo de algo que imaginarizará eso
que yo quiero decir para hacerles comprender la sublimación, el pasaje, digamos, de un verbo que la
gramática llama su complemento a lo que una gramática más filológica llamará su determinativo; y tomemos
el verbo más radical en la evolución de las fases de la tendencia: el verbo comer. Existe el comer. Es así
como, en muchas lenguas, se proponen al inicio, con franqueza y decisión, el verbo y la acción, antes que se
determine de aquélla de que se trata, en lo cual se ve bien el factor secundario que compone al sujeto.
No tenemos aquí al sujeto para expresarle eso que él puede tener que comer. Digamos que él tiene que
comer, ¿qué? El libro.
Cuando vemos en el Apocalipsis esta imagen de comer el libro, ¿qué quiere decir eso, sino algo aplicado a
dar al libro mismo el valor de una incorporación, sino que el libro deviene, en esta imagen potente, la
incorporación del significante mismo? El deviene el soporte de la creación propiamente apocalípticas quiero
decir que el significante deviene, en esta ocasión, Dios, el objeto de la incorporación misma.
Lo que entonces aportamos, en la medida que pretendemos formular algo que se asemeja a una satisfacción
que no sea pagada con una represión, es el tema puesto en el centro, promovido en su primacía: ¿qué es el
deseo?
Realizar su deseo se plantea siempre, necesariamente, en una perspectiva de condición absoluta. Es en la
medida en que la demanda, como lo he dicho, a la vez más allá y más acá de ella misma, por el hecho que se
articula con el significante, demanda siempre otra cosa y en toda satisfacción de la necesidad existe otra
cosa, que la satisfacción formulada se extiende, se cuadra en esta hiancia, en ese agujero que el deseo se
forma con lo que soporta como tal, esta metonimia, a saber: lo que quiere decir la demanda más allá de lo
que Ella formula.
El deseo anula todo lo que no es del ser, el ser es, dice él, el no ser no es. Nada es, afirma el deseo, de eso
que no es nacido todo lo que existe, entonces, no vive más que en la falta en ser.
¿Cómo el hombre, es decir un viviente puede acceder en este instante de muerte, a conocerla?
Respuesta, es simple — por la virtud del significante. Y diré, bajo su forma más radical. Es el significante y
en la medida en que él articula una cadena significante, que él puede palpar, que él puede faltar en la cadena
de lo que él es.
El acceso es más tangible que esta referencia connotadora. Y es eso que, en es tos últimos encuentros he
tratado de hacerles reconocer bajo una forma estética, hablando propiamente, es decir, sensible, rogándoles
reconocer, en este lugar, la función de lo bello. Siendo lo bello, precisamente, lo que nos indica este lugar de
la relación del hombre a su propia muerte, y quien no lo indica más que en un deslumbramiento.
Lo bello no tiene nada que hacer con lo que se llama lo bello ideal, que es a partir de esta aprehensión de lo
bello, en esta puntualidad, esta transición de la vida a la muerte, es a parir de allí, solamente, que podemos
tratar de restaurar, restituir lo que es lo bello ideal, a saber, la función que allí puede tomar, en esta ocasión,
lo que se presenta ante nosotros como forma ideal de lo bello y, especialmente, en el primer plano, la famosa
forma humana.
En la medida que la forma del cuerpo se presenta como la envoltura de todos los fantasmas posibles del
deseo humano, es en la medida en que en esta forma —forma exterior — del cuerpo, está forzosamente
envuelta todo aquello que, de las flores del deseo puede ser contenido en un cierto vaso del cual tratamos de
fijar las paredes; es en la medida en que ella es, que ella ha sido, pues no es más forma divina que la forma
humana puede, sernos presentada como el límite de las posibilidades de lo bello.
Esto lleva a plantear la relación de la forma del cuerpo, en la función del narcisismo, como siendo,
propiamente, lo que representa, en una cierta relación del hombre, la relación a su segunda muerte, el
significante de su deseo. Es allí donde está el espejismo central que indica, a la vez, el lugar de ese deseo en
tanto él es deseo de nada, que es relación del hombre a su falta en ser que indica a la vez este lugar y aquél
que le impide tenerlo.
Es este mismo lugar, ese mismo soporte, esta imagen, esta sombra que representa la forma del cuerpo, es esta
misma imagen la que hace barrera concerniente, sin embargo, a la otra cosa que está más allá, y que no es
sólo esa relación con la segunda muerte, con el hombre en tanto que el lenguaje exige de él el dar cuenta que
él no es.
Si es al mismo nivel que el fantasma del falo y la belleza de la imagen humana tienen su lugar legítimo, si al
contrario existe, hay, entre ellos esta imperceptible distinción, esta diferencia irreductible que es aquélla
sobre la cual ha tropezado toda la empresa freudiana, aquella alrededor de la cual Freud, al final de uno de
sus últimos artículos, aquél sobre el Análisis finito e infinito, nos dice que, finalmente, la aspiración del
paciente, en última término, va a estrellarse en una nostalgia irreductible, esto es, a saber, sobre el hecho que,
de ningún modo, él podrá ser ese falo y que por no serlo él no podrá tenerlo más que a condición de penis-
neid en la mujer y castración en el hombre.
He ahí, entonces, lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra, en suma, en
posición de responder a quien le demanda la felicidad. Demandarle la felicidad; él no puede olvidar que esto,
ancestralmente, para el hombre, plantea la cuestión del soberano bien y que él, el analista, sabe que esta
cuestión es una cuestión cerrada. No sólo lo que se le demanda, el soberano bien, él seguramente no lo tiene,
sino que sabe que no lo hay; porque ninguna otra cosa es haber llevado a su término un análisis sino haber
asido, reencontrado, haber chocado rudamente con ese límite que es donde se plantea toda la problemática
del deseo.
El psicoanálisis hace girar todo el cumplimiento de la felicidad alrededor del acto genital. Conviene, empero,
extraer de ello las consecuencia.
En este acto, en un sólo momento, algo puede ser alcanzado por lo cual un ser para otro es en el lugar
viviente y muerto a la vez de la cosa. En este acto, y en ese sólo momento, él puede simular con su carne el
cumplimiento, de lo que él es en ninguna parte.
Está claro que lo que conquista el sujeto en el análisis, no es sólo este acceso una vez repetido siempre
abierto; es en la transferencia algo distinto que da su forma a todo lo que vive. Esto es su propia ley, de la
cara si puedo decirlo, el sujeto hace su propio escrutinio. Esta ley es, en primer lugar, aceptación de algo que
es.
Lo que el analista tiene para dar, contrariamente al partenaire del amor, es eso que la más bella desposada del
mundo no puede superar, esto es a saber: lo que él tiene. Y lo que él tiene es, como en el analizado, no otra
cosa que su deseo, con la única excepción que éste es un deseo advertido.
Esto comporta la cuestión de qué puede ser un tal deseo. Y el deseo del analista, especialmente. Pero, desde
ahora, podemos, empero decir lo que él no puede ser. El no puede desear lo imposible.

- Clase 23 - Las metas morales del psicoanálisis - 29 de Junio de 1960


El ensueño burgués. Edipo, Lear y el servicio de los bienes. La incorporación del Superyó. Los tres Padres.
Edipo irreconciliado.
Me parece indispensable que nos hayamos detenido al menos un instante en lo que siempre esta velado en lo
que puede llamarse las metas morales del análisis.
Promover en la ordenanza del análisis la normalización psicológica incluye lo que podemos llamar una
moralización racionalizante. Asimismo, apuntar al logro de lo que se llama el estadio genital, la maduración
de la tendencia y el objeto, que daría la medida de una relación justa con lo real, entraña ciertamente cierta
implicación moral. ¿La perspectiva teórica y práctica de nuestra acción debe reducirse al ideal de una
armonización psicológica? ¿Debemos nosotros, con la esperanza de hacer acceder a nuestros pacientes a la
posibilidad de una felicidad sin sombras, pensar que puede ser total la reducción de la antinomia que Freud
mismo articuló tan poderosamente? Hablo de la que enuncia en El malestar en la cultura, cuando formula
que la forma bajo la cual se inscribe concretamente la instancia moral en el hombre, y que, en su decir, es
todo menos racional, esa forma que llamó el Superyó, es de una economía tal que cuanto más sacrificios se le
hacen tanto más exigente deviene.
Cuando se articuló, en línea recta con la experiencia freudiana, la dialéctica de la demanda, de la necesidad y
del deseo, ¿es acaso sostenible reducir el éxito del análisis a una posición de confort individual, vinculada a
esa función con toda seguridad fundada y legítima que podemos llamar el servicio de los bienes?, bienes
privados, bienes de la familia, bienes de la casa, y también otros bienes que nos solicitan, bienes de la
profesión, del oficio, de la ciudad.
No hay ninguna razón para que nos hagamos los garantes del ensueño burgués. Un poco más de rigor y de
firmeza es exigible en nuestro enfrentamiento de la condición humana y por eso recordé la última vez que el
servicio de los bienes tiene exigencias, que el paso de la exigencia de la felicidad al plano político tiene
consecuencias.
Como creo haberles mostrado aquí en la región que dibuje este año, para ustedes, la función del deseo debe
permanecer en una relación fundamental con la muerte. Hago la pregunta, ¿la terminación del análisis, la
verdadera, entiendo la que prepara para devenir analista, no debe enfrentar en su término al que la padece
con la realidad de la condición humana? Es propiamente esto lo que Freud, hablando de la angustia, designó
como el fondo sobre el que se produce su señal, a saber, la Hilflosigkeit, el desamparo, en el que el hombre
en esa relación consigo mismo que es su propia muerte, pero en el sentido en que les enseñé a desdoblarla
este año, no puede esperar ayuda de nadie.
Al término del análisis didáctico, el sujeto debe alcanzar y conocer el campo y el nivel de la experiencia del
desasosiego absoluto, a nivel del cual la angustia ya es una protección, no Abwarten, sino Erwartung. La
angustia ya se despliega dejando perfilarse un peligro, mientras que no hay peligro a nivel de la experiencia
última de la Hilflosigkeit.
Esta es la preferencia con la que debe terminar una existencia humana, la de Edipo, tan perfectamente
lograda que no muere de la muerte de todos, a saber, de una muerte accidental, sino de la verdadera muerte,
en la que el mismo tacha su ser. Es una maldición consentida de esa verdadera subsistencia que es la del ser
humano, subsistencia en la sustracción de él mismo al orden del mundo. Esta actitud es bella, dos veces bella
por ser bella.
Edipo nos muestra dónde se detiene la zona límite interior de la relación con el deseo. En toda experiencia
humana, esta zona siempre es arrojada más allá de la muerte, porque el ser humano común regla su conducta
sobre lo que hay que hacer para no arriesgar la otra muerte, la que consiste simplemente en hincar el pico.
Primum vivere, las cuestiones del ser son siempre dejadas para más tarde, lo cual no quiere decir que no
estén ahí en el horizonte.
¿Qué quiere decir que el superyó se produce, según Freud, en el momento en que declina el Edipo? Que
nazca cuando decline el Edipo quiere decir que el sujeto incorpora su instancia.
Esto debería ponernos en la pista. En "Duelo y melancolía", Freud dice también que el trabajo del duelo se
aplica a un objeto incorporado, a un objeto al cual, por una u otra razón, uno no le desea demasiado el bien.
Ese ser amado al que damos tanta importancia en nuestro duelo, no sólo lo alabamos, aunque más no fuese a
causa de esa porquería que nos hizo al dejarnos. Entonces, si incorporamos al padre para ser tan malvados
con nosotros mismos, es quizás porque tenemos muchos reproches que hacerle a ese padre.
La castración, la privación y la frustración son cosas diferentes. Si la frustración es el asunto propio de la
madre simbólica, el responsable de la castración, si se lee a Freud, es el padre real, y a nivel de la privación,
es el padre imaginario. Intentemos ver bien la función de cada una de estas piezas en el declinar del Edipo y
en la formación del Superyó. Quizá esto nos aporte alguna claridad y no tengamos la impresión de tocar dos
líneas escritas sobre el mismo pentagrama, cuando tomemos en cuenta, por un lado, el padre como castrador
y, por otro, el padre como origen del Superyó. Esta distinción es esencial en todo lo que Freud articuló y, en
primer término, acerca de la castración, cuando comenzó a deletrearla, por un fenómeno que verdaderamente
deja estupefacto, pues esto ni siquiera había sido esbozado nunca antes.
El padre real, nos dice Freud, es castrador. ¿En qué? Por su presencia de padre real, como efectivamente
necesitando el personaje ante el cual el niño está en rivalidad con él, la madre. Sea o no así en la experiencia,
en la teoría eso no tiene duda alguna, el padre real es promovido como el Gran Jodedor, y no ante el Eterno,
créanme, que ni siquiera está allí para llevar la cuenta. ¿Pero, ese padre real y mítico no se borra al declinar
el Edipo tras ese que el niño, a esa edad sin embargo avanzada de cinco años, puede muy bien haber ya
descubierto?, a saber, el padre imaginario, el padre que a él, el chiquillo, le hizo tanto mal.
La única función del padre, en nuestra articulación, es ser un mito, siempre y únicamente el Nombre-del-
Padre, es decir, nada más que el padre muerto, como Freud nos lo explica en Tótem y tabú.
El deseo del hombre es el deseo del Otro, no es otra cosa sino el deseo de desear.
Estas pamplinas nada son para el héroe, para quien efectivamente avanzó en esa zona, para Edipo que llega
hasta el me phynai del verdadero ser-para-la-muerte, a su maldición consentida, a los esponsales con el
anonadamiento, considerado como el término de su anhelo. No hay aquí otra cosa más que la verdadera e
invisible desaparición que es la suya. La entrada en esa zona está constituida para él por la renuncia a los
bienes y al poder en los que consiste la punición, que no es tal. Si se arranca al mundo por el acto que
consiste en enceguecerse, es porque sólo quien escape a las apariencias puede llegar a la verdad.
De esta topología, que es en esta ocasión la topología trágica, les mostré su envés y su irrisión, porque es
ilusoria, con ese pobre Lear que no entiende nada de ella y que hace resonar el océano y el mundo por haber,
él, querido entrar en esa misma región de manera benéfica, con el acuerdo de todos. Se nos presenta al final,
siempre no comprendiendo nada y teniendo, muerta en sus brazos, a aquella que es el objeto, obviamente
desconocido para él, de su amor.
La interiorización de la Ley, no cesamos de decirlo, nada tiene que ver con la Ley. Todavía habría que saber
por qué. Es posible que el Superyó sirva de apoyo a la conciencia moral, pero todos saben bien que nada
tiene que ver con ella en lo que concierne a sus exigencias más obligatorias. Lo que exige no tiene nada que
ver con aquello que tendríamos derecho a hacer la regla universal de nuestra acción, es el abc de la verdad
analítica. Pero no basta constatarla, hay que dar razón de ella.

- Clase 24 - Las paradojas de la ética - 6 de Julio de 1960.


¿Has actuado en conformidad con tu deseo?
El psicoanálisis procede por un retorno a la acción. Esto por si sólo justifica que estemos en la dimensión
moral. La hipótesis freudiana del inconsciente supone que la acción del hombre, ya sea ésta sana o enferma,
normal o mórbida, tiene un sentido oculto al que se puede llegar. En esta dimensión, se concibe de entrada la
noción de una catarsis que es purificación, decantación, aislamiento de planos.
La perspectiva del Juicio Final: quiero decir en elegir como patrón de medida de la revisión de la ética a la
que nos lleva el psicoanálisis, la relación de la acción con el deseo que la habita.
Para hacérselos entender, me apoyé en la tragedia, referencia que no es evitable, como lo prueba el hecho de
que Freud, desde sus primeros pasos, debió tomarla. La ética del análisis no es una especulación que recae
sobre la ordenanza, sobre la disposición, de lo que se llama el servicio de los bienes. Implica, hablando
estrictamente, la dimensión que se expresa en lo que se llama la experiencia trágica de la vida.
En la dimensión trágica se inscriben las acciones y se requiere que nos ubiquemos en lo tocante a los valores.
También se inscribe además en la dimensión cómica, y cuando comencé a hablarles de las formaciones del
inconsciente, como saben, lo que tenía en el horizonte era lo cómico.
Digamos en una primera aproximación que la relación de la acción con el deseo que la habita en la
dimensión trágica se ejerce en el sentido de un triunfo de la muerte. Les enseñé a rectificar, triunfo del ser-
para-la-muerte, formulado en el me phynai de Edipo, donde figura ese me, la negación idéntica a la entrada
del sujeto sobre el soporte del significante. Es el carácter fundamental de toda acción trágica.
En la dimensión cómica, en una primera aproximación, se trata si no del triunfo, al menos del juego fútil,
irrisorio de la visión. Lo cómico, se trata también de la relación de la acción con el deseo y de su fracaso
fundamental en alcanzarlo.
La dimensión cómica está creada por la presencia en su centro de un significante oculto, pero que en la
comedia antigua, está ahí en persona, el falo. Poco importa que en lo que sigue se nos lo escamotee, hay que
recordar simplemente que en la comedia, lo que nos satisface, nos hace reír, nos la hace apreciar en su plena
dimensión humana, no exceptuando tampoco al inconsciente, no es tanto el triunfo de la vida como su
escape, el hecho de que la vida se desliza, se hurta, huye, escape a todas las barreras que se le oponen y,
precisamente, a las más esenciales, las que están constituidas por la instancia del significante.
El falo no es sino un significante, el significante de esa escapada. La vida pasa, triunfa de todos modos, pase
lo que pase. Cuando el héroe cómico tropieza, se ve en apuros, pues bien, el pequeño buen hombre empero
todavía vive.
Lo patético de esta dimensión es, lo ven, exactamente lo opuesto, la contrapartida de lo trágico. No son
incompatibles, porque lo tragicómico existe. Aquí yace la experiencia de la acción humana y, porque
sabemos reconocer mejor que quienes nos precedieron la naturaleza del deseo que está en el núcleo de esta
experiencia, una revisión ética es posible, un juicio ético es posible, que representa esta pregunta con su
valor de Juicio Final. ¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita? Esta es una pregunta
que no es fácil sostener. Pretendo que nunca fue formulaba en otra parte con esta pureza y que sólo puede
serlo en el contexto analítico.
La moral tradicional se instalaba en lo que se debía hacer en la medida de lo posible, como se dice, y como
se está bien obligado a decir. Lo que hay que desenmascarar es el punto pivote por el que ella se sitúa de este
modo, no es otra cosa sino lo imposible, donde reconocemos la topología de nuestro deseo. El imperativo
moral no se preocupa por lo que se puede o no se puede. El testimonio de la obligación, en la medida en que
ella nos impone la necesidad de una razón práctica es un tú debes incondicional.
Ahora bien, ese lugar, podemos, nosotros analistas, reconocer que es el lugar ocupado por el deseo. La
inversión que entraña nuestra experiencia pone en su lugar en el centro una medida inconmensurable, una
medida infinita, que se llama el deseo. Les mostré cómo al tú debes de Kant, se sustituye fácilmente el
fantasma sadiano del goce erigido en imperativo, puro fantasma seguramente, y casi irrisorio, pero que en
modo alguno excluye la posibilidad de su erección en una ley universal.
Lo que hace que pueda haber deseo humano, que ese campo exista, es la suposición de que todo lo que
sucede de real es contabilizado en algún lado.
En el horizonte de la culpa, en la medida en que ella ocupa el campo del deseo, están las cadenas de la
contabilidad permanente y esto, independientemente de cualquier articulación particular que pueda darse de
ella.
Una parte del mundo está orientada resueltamente en el servicio de los bienes, rechazando todo lo que
concierne a la relación del hombre con el deseo, es lo que se llama la perspectiva postrevolucionaria. Al
formular así las cosas, no se hace más que perpetuar la tradición eterna del poder: Continúen trabajando, y en
cuanto al deseo, esperen sentados.
Avanzo ante ustedes estas proposiciones a título experimental. Formulémoslas a modo de paradojas. Veamos
que producir en los oídos de los analistas.
Propongo que de la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de
haber cedido en su deseo.
Esta proposición, aceptable o no en tal o cual ética, expresa bastante bien lo que constatamos en nuestra
experiencia. En último término, aquello de lo cual el sujeto se siente efectivamente culpable cuando tiene
culpa, de modo aceptable o no para el director de conciencia, es siempre, en su raíz, de haber cedido en su
deseo.
A menudo, cedió en su deseo por el buen motivo e incluso por el mejor. Tampoco esto es para asombrarnos.
Desde que la culpa existe, se pudo percibir desde hace mucho que la cuestión del buen motivo, de la buena
intención, por constituir ciertas zonas de la experiencia histórica, por haber sido promovida a un primer
plano de las discusiones de teología moral, no por ello dejó a la gente demasiado contenta. Siempre, en el
horizonte, se reproduce la misma cuestión. Y por eso precisamente los cristianos de la más común
observancia nunca están muy tranquilos. Pues, si hay que hacer las cosas por el bien, en la práctica lisa y
llanamente uno tiene que preguntarse por el bien de quien. A partir de aquí las cosas no caminan solas.
Hacer las cosas en nombre del bien y, más aún, en nombre del bien del otro, esto es lo que esta muy lejos de
ponernos al abrigo, no sólo de la culpa, sino de toda suerte de catástrofes interiores. En particular, esto no
nos pone ciertamente al abrigo de la neurosis y sus consecuencias. Si el análisis tiene un sentido, el deseo no
es más que lo que sostiene el tema inconsciente, la articulación propia de lo que nos hace arraigarnos en un
destino particular, el cual exige con insistencia que la deuda sea pagada y vuelve, retorna, nos remite siempre
a cierto surco, al surco de lo que es propiamente nuestro asunto.
Opuse el héroe al hombre común. No los distingo como dos especies humanas, en cada uno de nosotros,
existe la vía trazada para un héroe y justamente la realiza como hombre común.
Los campos que les tracé la última vez, el circulo interno que llamé con el nombre de ser-para-la-muerte, en
el medio de los deseos, la renuncia a la entrada del círculo externo, no se oponen al triple campo del odio, de
la culpa y del temor como a lo que aquí sería el hombre común y aquí el héroe. Para nada es así. Esa forma
general esta lisa y llanamente trazada por la estructura en y para el hombre común y es, precisamente, en la
medida en que el héroe se guía en ella correctamente, pasa por todas las pasiones en las que se enreda el
hombre común, con una salvedad, que en él, ellas son puras y que se sostiene en ellas enteramente.
Lo que llamo ceder en su deseo se acompaña siempre en el destino del sujeto, lo observarán en cada caso,
noten su dimensión, de alguna traición. O el sujeto traiciona su vía, se traiciona a sí mismo y él lo aprecia de
este modo. O, más sencillamente, tolera que alguien con quien se consagró más o menos a algo haya
traicionado su expectativa, no haya hecho respecto a él lo que entrañaba el pacto, el pacto cualquiera sea
éste, fasto o nefasto, precario, a corto plazo, aún de revuelta, aún de fuga, poco importa.
Algo se juega alrededor de la traición cuando se la tolera, cuando, impulsado por la idea del bien, entiendo
del bien de quien ha traicionado en ese momento, se cede al punto de reducir sus propias pretensiones y
decirse: pues bien, ya que es así renunciemos a nuestra perspectiva, ninguno de los dos, pero sin duda
tampoco yo, vale más, volvamos a entrar en la vía ordinaria. Ahí, pueden estar seguros de que se encuentra la
estructura que se llama ceder en su deseo.
Franqueado ese límite en el que les ligué en un único término el desprecio del otro y de sí mismo, ya no hay
retorno. Puede tratarse de reparar, pero no de deshacer. ¿No es este un hecho de experiencia que nos muestra
que el psicoanálisis es capaz de proporcionamos una brújula eficaz en el campo de la dirección ética?
Les articulé pues tres proposiciones.
La única cosa de la que se puede ser culpable es de haber cedido en su deseo.
Segundo, la definición del héroe, aquel que puede ser impunemente traicionado.
Tercero, esto no está al alcance de todo el mundo y es la diferencia entre el hombre común y el héroe, más
misteriosa pues de lo que se cree. Para el hombre común, la traición, que se produce casi siempre, tiene como
efecto el arrojarlo definitivamente al servicio de los bienes, pero con la condición de que nunca volverá a
encontrar lo que lo orienta verdaderamente en ese servicio.
Finalmente, el campo de los bienes, naturalmente eso existe, no se trata de negarlos, pero invirtiendo la
perspectiva les propongo lo siguiente, cuarta proposición. No hay otro bien más que el que puede servir para
pagar el precio del acceso al deseo, en la medida en que el deseo lo hemos definido en otro lado como la
metonimia de nuestro ser. El arroyuelo donde se sitúa el deseo no es solamente la modulación de la cadena
significante, sino lo que corre por debajo de ella, que es hablando estrictamente lo que somos y también lo
que no somos, nuestro ser y nuestro no-ser, lo que en el acto es significado, pasa de un significante a otro en
la cadena, bajo todas las significaciones.
Les expliqué la última vez en la metonimia del comer el libro, verán que es la metonimia más extrema. De
todos modos es una idea de escritor, era uno como hay pocos, pero, en fin, comer el libro confronta lo que
Freud imprudentemente nos dijo no es susceptible de sustitución y de desplazamiento, a saber, el hambre,
con algo que más bien no está hecho para que se lo coma, es decir, un libro. Comer el libro, justo ahí
palpamos que quiere decir Freud cuando habla de la sublimación como de un cambio, no de objeto, sino de
meta. Esto no se ve de inmediato.
El hambre de la que se trata, el hambre sublimada, cae en el intervalo entre ambos, porque no es el libro lo
que nos llena el estómago. Cuando comí el libro, no devine sin embargo el libro, como tampoco devino carne
el libro. El libro me deviene si me permiten decirlo. Pero para que esta operación pueda producirse, y ella se
produce todos los días, hace falta que yo pague algo. La diferencia, Freud la pesa en un rincón de El malestar
en la cultura. Sublimen todo lo que quieran, hay que pagarlo con algo. Ese algo se llama el goce. Esa
operación mística la pago con una libra de carne.
Este es el objeto, el bien, que se pague por la satisfacción del deseo. Y aquí es adonde quería traerlos pare
iluminar un poquito algo que es esencial y que no se ve suficientemente.
Aquí, en efecto, reside la operación religiosa, siempre tan interesante para ubicarnos. Lo que del bien es
sacrificado por el deseo, y observarán que esto quiere decir lo mismo que lo que del deseo es perdido por el
bien, esa libra de carne, es justamente lo que la religión transforma en su oficio y se dedica a recuperar.
El polo del deseo, muestra que el acceso al deseo necesita franquear no sólo todo temor, sino toda
compasión, que la voz del héroe no tiemble ante nada y muy especialmente ante el bien del otro; en la
medida en que todo esto es experimentado en el desarrollo temporal de la historia, el sujeto sabe un poquito
más que antes sobre lo más profundo de él mismo.
Eso dura lo que dura, para quien va al Teatro Francés o al Teatro de Atenas. Pero, en fin, si las fórmulas de
Aristóteles significan algo, es esto. Se sabe que cuesta avanzar en cierta dirección y, Dios mío, si uno va en
ella, se sabe por que. Se puede incluso presentir que si no se tienen totalmente claras las cuentas con su
deseo, es porque no se pudo hacer nada mejor, pues no es una vía en la que se pueda avanzar sin pagar nada.
El campo que es el nuestro en la medida en que lo exploramos resulta ser de algún modo el objeto de una
ciencia. La ciencia del deseo, me dirán ustedes, ¿entrará en el marco de las ciencias humanas?
Antes de dejarlos este año, quisiera tomar posición al respecto de una buena vez. No concibo que al paso con
que se prepara ese marco, que será cuidado, se los aseguro, pueda constituir otra cosa más que un
desconocimiento sistemático y de principio de todo lo que se trata en el asunto, a saber, de aquello de lo que
aquí les hablo. Los programas que se diseñan como debiendo ser los de las ciencias humanas no tienen a mi
parecer otra función más que la de ser una rama, sin duda ventajosa aunque accesoria, del servicio de los
bienes, en otros términos, de los poderes más o menos inestables. Esto entraña, en todos los casos, un
desconocimiento no menos sistemático de todos los fenómenos de violencia que muestran que la vía del
advenimiento de los bienes en el mundo no anda sobre ruedas.
En lo tocante a lo que puede situarse como ciencia en ese lugar que designo como el del deseo ¿que puede
ser ella? Pues bien, no tienen que buscar demasiado lejos. Lo que en realidad como ciencia ocupa
actualmente el lugar del deseo, es muy simplemente lo que se llama por lo común la ciencia, la que por ahora
ven cabalgar tan alegremente y realizar toda suerte de conquistas denominadas físicas.
Creo que a lo largo de este período histórico, el deseo del hombre largamente sondeado, anestesiado,
adormecido por los moralistas, domesticado por los educadores, traicionado por las academias, se refugió, se
reprimió muy sencillamente, en la pasión más sutil y también la más ciega, como nos lo muestra la historia
de Edipo, la pasión del saber. Es ella quien está marcando un paso que aún no ha dicho su última palabra.
La organización universal tiene que enfrentar el problema de saber que haré con esa ciencia en la que se
despliega manifiestamente algo cuya naturaleza le escapa. La ciencia, que ocupa el lugar del deseo, sólo
puede ser una ciencia del deseo bajo la forma de un formidable punto de interrogación, y esto sin duda no
deja de tener un motivo estructural. En otros términos, la ciencia es animada por algún misterioso deseo,
pero ella, al igual que el inconsciente, tampoco sabe que quiere decir ese deseo. El porvenir nos lo revelará y
quizá del lado de aquellos que, por la gracia de Dios, comieron más recientemente el libro, quiero decir
aquellos que no vacilaron en escribir con sus esfuerzos, incluso con su sangre, el libro de la ciencia
occidental, no por ello deja de ser un libro comestible.
Acerca de aquel que comió el libro y el misterio que sostiene, se puede en efecto hacer la pregunta, ¿es
bueno, es malvado? Esta pregunta aparece ahora sin importancia. Lo importante no es saber si en el origen el
hombre es bueno o malo, lo importante es saber qué dará el libro cuando haya sido totalmente comido.

Soler ¿Que control?

Soler El anticapitalismo del acto analítico.

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