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Para ser feliz no hay que seguir los pasos de Matthieu Ricard –a quien se le
conoce por ser “el hombre más feliz de la tierra”– o convertirnos en monjes
tibetanos, pero sí podemos retomar algunas de sus valiosas lecciones de
vida. Ricard asevera que lo que más lo ha hecho feliz es el altruismo, la
solidaridad y la benevolencia. Todo se resume a dejar de pensar tanto en
nosotros y en ser mejor para los demás, con la intención de crear vínculos
más sólidos y reales.
Dice Ricard que es curioso que los seres humanos pasen tanto tiempo
preocupándose por su aspecto y por otras nimiedades externas y que
pasen tan poco tiempo trabajando en la mente, la herramienta que más les
dará felicidad. Para el monje tibetano la felicidad sólo es posible a través
del bienestar perpetuo, y éste se alcanza únicamente con el entrenamiento
de la mente.
El bienestar no es una sensación placentera transitoria como la que existe
en la adaptación hedónica, –de la cual hablaremos más adelante– sino más
bien es un sentimiento de serenidad y realización omnipresente. Es un
estado que impregna y subyace a todos los demás. Uno puede sentir este
tipo de bienestar aún estando triste o enojado. ¿Cómo es esto posible?
La felicidad caduca.
La adaptación hedónica es nuestra capacidad como seres humanos a
acostumbrarnos a todas las situaciones de la vida cotidiana, ya sean éstas
buenas o malas. Nuestra reacción ante el consumismo acaba sacando a
relucir la presencia de la adaptación hedónica en nuestras vidas.
Puede ser que como individuales nunca lleguemos a esas alturas pero este
ejemplo levanta incógnitas alarmantes. ¿El trabajo vale más que una vida?
¿Qué partes de ti estás matando con tus horas laborales? ¿Tus sueños, tus
pasatiempos, tus relaciones? ¿Cuánto te está costando tu sueldo?
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e nuestros pensamientos.
Conclusiones
Hay una clase de felicidad que sí caduca, la que es líquida y por lo tanto
pasajera. Tal como lo define el sociólogo polaco Zygmunt Bauman en su
obra, la liquidez se traduce como una fragilidad inherente a la sociedad
contemporánea. Para Bauman hoy en día el amor es líquido, el miedo es líq