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Cada creyente tiene un destino y fue creado con un propósito divino. Pero ¿cómo
llegamos a ese destino? Existe una ley espiritual llamada la “ley del proceso”, que todo
hombre y mujer de Dios debemos pasar.
2. Dios prepara.
Después del llamado, el Espíritu Santo nos lleva al campo de entrenamiento, donde
somos capacitados y equipados para cumplir Su propósito efectivamente. De la forma
como nos preparemos dependerá nuestro desempeño. ¡No podemos saltarnos el
proceso! Es un tiempo valioso en el que Dios nos enseña a morir a nuestras
ambiciones, orgullo y egoísmo, y trata con áreas de nuestra vida que necesitan ser ali-
neadas.
¿En qué áreas somos preparados? Dios trabaja en nuestro carácter,
transformándonos hasta reflejar el carácter de Cristo. Un siervo de Dios cuyo carácter
no es formado, puede herir a su familia, al pueblo, y destruir en un minuto lo que le
tomó años edificar. Dios cambia nuestra manera de pensar y lidia con la ira, la
inseguridad, la falsa humildad y el orgullo. Todos tenemos dones y talentos, pero
debemos desarrollarlos para que sirvan al propósito de Dios.
¿Cuánto tiempo dura la preparación? Depende de nuestra obediencia,
compromiso, fidelidad y perseverancia.
4. Dios envía.
Es la etapa en la cual Dios nos manda a servir exclusivamente en el ministerio y
nuestra cobertura nos envía con su bendición. Aquí, la persona enviada ya conoce
bien su llamado y reconoce que está en el tiempo y el lugar correctos. Además, ha
logrado el grado de madurez espiritual necesario para poder cumplir la tarea.
Sabe oír y obedecer la voz de Dios, está muerto al halago y a la crítica; es maduro y
sabio, lleva mucho fruto, conoce su identidad en Cristo, no se ofende fácilmente, es
prudente en su manera de pensar, ha desarrollado el carácter de Cristo, recibe
revelación directa de Dios, es pronto para oír y tardo para hablar y sabe honrar a sus
líderes espirituales.
OBJETIVOS
PREGUNTAS FINALES
ACTIVACIÓN
DIEZMOS Y OFRENDAS
¿Robará el hombre a Dios? Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y
ofrendas. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme
ahora en esto... —Malaquías 3:8-10
El Señor dice que cuando no diezmamos le estamos robando. Pero también dice que, si
diezmamos, lo podemos probar y comprobar que Él derramará Sus bendiciones sobre
nosotros.