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EL CONTEXTO DE ESCRITURA DEL CORPUS PAULINO, APORTES AL DESARROLLO DEL

PENSAMIENTO PAULINO

AUTOR

URIEL DALADIER TROCHEZ PINEDA

PRESENTADO A

FREDY ALONSO QUINTERO TORRES

UNIVERSIDAD SANTO TOMAS DE AQUINO


FACULTAD DE EDUCACIÓN
LICENCIATURA EN FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN RELIGIOSA
ESCRITOS PAULINOS
CALI VALLE
2020
EL CONTEXTO DE ESCRITURA DEL CORPUS PAULINO, APORTES AL DESARROLLO DEL
PENSAMIENTO PAULINO

El camino hacia los orígenes de Pablo nos lleva- a la región de Cilicia, en Asia Menor, y
en concreto a la villa de Tarso. Hijo de judíos residentes en aquel lugar, recibió al circuncidarse el
nombre de Saúl, que en los lugares de lengua griega se convertiría en Saulo e incluso en Pablo.
Judío e hijo de judíos, recibe un nombre bíblico.

Un estudioso de la Ley judía, discípulo de Gamaliel. En Jerusalén, aprendió a interpretar


los libros sagrados de acuerdo con las reglas de tan prestigioso rabino. Pablo, hombre de la tribu
de Benjamín (cf. Hch 13,21), pertenecía a la secta de los fariseos. En su condición de fariseo,
espera el cumplimiento de las promesas hechas por Dios a los padres, al contrario de los saduceos,
que no creen en la resurrección, el fariseo Pablo si cree (cf. Hch 24,10-15). Esto lo llevará a hacer,
ya como cristiano, una probada presentación de la fe en la resurrección futura, apoyándose en el
hecho de la resurrección de Cristo, primicia de los resucitados (1 Cor 15).

Pablo ha sido definido por algunos estudiosos como un “cosmopolita”. En su persona y


en su obra se entrecruzan tres mundos y tres culturas:
Hebreo de nacimiento y de religión, se expresa con el idioma y los modos del helenismo y
es un ciudadano romano que se identifica fielmente con el marco político-administrativo del imperio.
El hebraísmo lo marca en forma indeleble desde el nacimiento: “Yo soy judío, originario de Tarso,
ciudadano de una importante ciudad de Cilicia” declara ante el tribunal romano que le pide
información cuando lo arresta en Jerusalén (Hch 21,39). Indicando así que pertenece a la diáspora
hebrea esparcida por el mundo helenizado. (Vanni, 2006). Como norma de su vivir en el terreno
religioso podía ufanarse de la ley revelada en el Sinaí, codificada en las sagradas escrituras
mientras que la función de signo distintivo correspondía a la circuncisión, verdadero sacramento
de pertenencia a la estirpe de Abraham.

La educación de Pablo a los pies de Gamaliel sugiere que se preparaba para ser rabino.
Según J. Jeremias, cuando Pablo se convirtió no era simplemente un discípulo rabínico (talmíd
hakam), sino un maestro reconocido, con capacidad para formular decisiones legales. Es la
categoría que se le presupone por el papel que desempeñaba cuando marchó a Damasco (Hch
9,1‐2; 22,5; 26,12); semejante autoridad sólo podía conferirse a una persona cualificada. Ello
parece confirmarse por el voto de Pablo contra los cristianos (Hch 26,10), al parecer como miembro
del sanedrín. De todo ello saca se puede concluir de que Pablo era de mediana edad cuando se
convirtió, pues se requería haber cumplido los cuarenta años para la designación de rabino, y
también que Pablo estaba casado, como era preceptivo en el caso de los rabinos.

En cuanto a su conversión no es segura la fecha, pero está relacionada con el martirio de


Esteban, cuando los testigos depositaron sus vestiduras a los pies de Saulo (Hch 7,58; cf. 22,20)
para que las guardara. Este martirio y la subsiguiente persecución de la Iglesia encaja bien en el
cambio de prefectos que se produjo el año 36. Esta fecha corresponde bien a los catorce años que
median entre la conversión de Pablo y su visita a Jerusalén con ocasión del «concilio» (Gál2,1; año
49). Sin embargo, algunos comentaristas prefieren fechar la conversión el año 33.

El misionero infatigable del Evangelio es también un incansable trabajador. La actividad


manual de Pablo es una de las grandes originalidades de la vida de un misionero al que
imaginamos más fácilmente surcando el mundo mediterráneo o escribiendo cartas a las
comunidades que acaba de fundar que trabajando, incluso a veces en condiciones difíciles, para
no ser una carga para nadie. En la primera carta a los Tesalonicenses, Pablo recuerda sus penas
y cansancio: “Recodad, hermanos, nuestras penas y fatigas; recordad cómo trabajamos día y
noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros mientras anunciábamos el evangelio de Dios”
(1Tes2,9). Pablo hace de ello incluso un motivo de imitación: “Conocéis perfectamente el ejemplo
que os hemos dado, porque no hemos vivido ociosamente entre vosotros ni hemos comido de
balde el pan de nadie; al contrario, hemos trabajado con esfuerzo y fatiga día y noche para no ser
gravosos a ninguno de vosotros” (2Tes 3,7-8). Esta actitud de Pablo podría explicarse por los
abusos de algunos misioneros itinerantes, demasiado inclinados a hacerse mantener o a abusar
de las comunidades visitadas (cf. 2Cor 12, 13-14; Hch 20, 33-34). (Debergé, 2012)
En lo que tiene que ver con su pensamiento teológico, es posible aceptar la definición de
W Wrede: Pablo fue el primer teólogo cristiano y el creador de la teología cristiana. Él supo elaborar
categorías de pensamiento de gran expresividad y de profunda penetración de la fe cristiana, como
fe, gracia, amor, esperanza, justificación, reconciliación, liberación y libertad, paz, salvación, vida
y muerte, gloria, pecado, redención, sabiduría, cruz, iglesia, comunión, evangelización, servicio,
apóstol, carisma, misterio, revelación y en el terreno antropológico, “carne”, “cuerpo, “espíritu”,
estos conceptos ya estaban presentes en la tradición bíblica. Pero él los cargó de una densidad de
significado desconocida hasta entonces. Pablo se ocupó de situaciones concretas de sus iglesias
e intentó resolver de manera teológicamente fundada problemas particulares de fe y de vida
cristiana que se imponía progresivamente a sus interlocutores y a él mismo. En una palabra, podría
decirse que su teología era una teología aplicada.

En todo el cuerpo paulino se desarrollan seis temas teológicos:

1. El Proyecto de Dios
2. El Evangelio
3. La Fe
4. Ja Justificación
5. La Iglesia
6. La Dimensión Escatológica

Lo concerniente a EL PROYECTO DE DIOS, tiene que ver tanto con el hombre como con
el cosmos. Ese proyecto que abarca todo, pero que tiene al hombre en el centro, es elaborado por
Dios, que está por encima de todo. Por ejemplo Pablo dice: “Dios lo ha predestinado”, es decir el
hombre en todas sus iniciativas está proyectado por Dios, ya que nació de la interioridad misma de
Dios.

En cuanto al EVANGELIO, Pablo como buen intelectual, hace una síntesis de los hechos
y los expresa con el sustantivo euangélin. De aquí que “evangelio” es la síntesis, para Pablo, de
todo lo que ha observado sobre el anuncio apostólico.
Fundamentalmente el contenido expresado por el término evangelio es:

Ahora la suma de estos cuatro puntos constituye la “buena noticia” que Pablo anuncia.

Pablo anuncia la muerte y resurrección de Cristo, no simplemente como un evento, sino


como un evento que libera, o salva de los pecados. Son eventos “para” es decir en función de otra
cosa. Jesús realmente a muerto y resucitado, pero este no es el núcleo del anuncio: la muerte y
resurrección comunican la vida divina del hombre. Ese anuncio el hombre lo recibe en su ambiente,
es decir lo interpreta personalmente. Este hombre deberá hacer una opción: sí o no el “sí” es la
aceptación de la fe; el “no”, su rechazo. De esta respuesta depende todo el desarrollo posterior de
la persona: salvación o perdición. Por lo tanto, ahora comprendemos que el Evangelio es una
“buena noticia” sólo cuando el hombre lo acoge y se adhiera a él con la vida. (Vanni, 2006)

En lo que toca a la FE, es ante todo, la apertura radical con la cual es recibido el contenido
mismo del Evangelio; la personalización y asimilación del mismo se darán en un segundo momento.
Esta aceptación tiene que ser una apertura plena y radical, requiere del hombre una opción
voluntaria.
No se puede aceptar una parte del evento pascual; no se puede aceptar a Cristo en la
propia vida poniéndole condiciones; una aceptación limitante desde el principio o ya no es más fe,
o es simplemente una preparación a la fe. En cambio, la fe verdadera implica una totalidad, que se
reciba completamente todo el Cristo que es presentado por el Evangelio. Esta aceptación debe ser
plena. Es una aceptación que entra hasta llenar todos los espacios de la vida.

Dios quiere JUSTIFICAR al hombre, y entonces lo primero que hace es liberarlo de todos
los residuos que ha acumulado a causa de sus errores. Para Pablo el pecado no es solamente una
opción equivocada, sino algo que excava en su vida. Dios quita estas ruinas y entonces tenemos
la aplicación del misterio pascual, de la muerte de Cristo que libera al hombre de su pecaminosidad
casi en la raíz, que lo libera de los resultados de esas opciones. Pablo dirá en la Carta a los
Romanos 8,14: "Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios". El hombre
justificado, entonces, es aquel que se ha abierto a esta influencia de Dios justificante donando el
misterio pascual; y la vitalidad de Cristo donada al cristiano produce en él esta realidad de hijo de
Dios con la capacidad de conducir su vida haciendo las mismas opciones de Cristo. El hombre
justificado es el hombre cristificado, que empieza a hacer en su vida las mismas opciones
fundamentales de Cristo. La justificación también es un desarrollo: podemos decir que no somos
personas ya justificadas, sino en proceso de justificación, ya que la fe nos permite aceptar
progresivamente el mensaje del Evangelio.

La IGLESIA para Pablo es, ante todo, el conjunto de los justificados. Tenemos a los
justificados que, en un cierto punto se juntan en un contexto típicamente cristiano, estructurado. El
primer ejemplo de Iglesia que encontramos en Pablo, en la Primera Carta a los Tesalonicenses, es
un ejemplo estructurado: varias personas que se dedican totalmente a los demás.
La Iglesia, entonces, es vista por Pablo como un conjunto estructurado que se reúne, que
tiene su consistencia y punto de referencia en Cristo como Señor y del que recibe vitalidad. Este
núcleo se encuentra en los diferentes estadios de la evolución de la Iglesia, como los presenta y
ve el mismo Apóstol. La Iglesia es determinada por la presencia de Cristo creído y sentido. Creído
porque es necesario un acto de fe; sentido porque hay una experiencia de Cristo muerto y
resucitado en la asamblea testimoniada por los himnos.

Por último, tenemos un desarrollo en el tiempo que se concluye con la parte


ESCATOLÓGICA. Notemos que esta parte escatológica ilumina el presente, en el sentido de que
el pensar en esta conclusión positiva y máxima del bien anima a la Iglesia en su difícil camino por
la historia, en el mundo.
Referencias Bibliográficas

Debergé, P. (2012). Pablo, el pastor. Cuaderno bíblico 126. Navarra: Editorial Verbo Divino (pp. 8-
32).

Vanni, U. (2006). Las Cartas de Pablo. Buenos Aires: Claretiana.

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