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Uno de los protagonistas de la película The Saint of Fort Washington, de Tim Hunter, es
un homeless esquizofrénico que usa una cámara fotográfica sin rollo. Hay al menos dos
dinero para comprar película. La segunda es que está perturbado, y por lo tanto no
discierne la diferencia entre disparar una cámara con película y una cámara vacía. Sin
pregunta por qué toma fotos sin película, él responde con una sola palabra: “fotografío”.
figura del fotógrafo, señalada de manera tan sobria, y con un candor casi irrefutable,
resulta desde ese momento marcada por una especie de fatalidad. El planteamiento final
parece ser: soy un fotógrafo y por lo tanto tengo que tomar fotos, aunque no tenga
la respuesta parece estar más asociada al acto de mirar, por una parte, y al gesto de
El acto fotográfico en estas circunstancias pudiera ser definido por la relación entre la
mirada y el gesto. Es un acto que se define en los límites que construye el cuerpo en
sabemos que se puede fotografiar sin ver, pero si pensamos la mirada como intención y
como energía que se dirige del sujeto hacia la imagen del objeto y si pensamos el acto
o más bien, como sucedido, entonces el punto es que también podemos prescindir de
ver la foto.
acto una relación afectiva con lo que está mirando; generalmente con otras personas. Su
gesto puede ser justificado como una forma de comunicación, que suple el aislamiento
físico y psicológico en que vive, y el mutismo de que hace gala habitualmente. Su gesto
es una forma de tocar –a veces de acariciar, a veces de decir, a veces de rechazar-. Por
denotara una forma de conciencia, o de tomar conciencia del mundo, que solamente
dispositivo que amplía las capacidades del ver y del representar, sino un dispositivo que
llama la atención sobre el acto de ver, y que lo representa. La cámara sería una
Aunque el gesto de este fotógrafo callejero es discreto y casi furtivo, por lo general con
el acto fotográfico parece estar enunciándose, con algún aspaviento, “yo miro”. Esa
forma de exhibir la mirada pudiera ser una manera de obtener cierto control “local”
1
Véanse
estos
dos
planteamientos
de
Susan
Sontag:
“Fotografiar
es
apropiarse
de
lo
fotografiado.
Significa
establecer
con
el
mundo
una
relación
determinada
que
parece
conocimiento,
y
por
lo
tanto
poder
(…)Si
las
fotografías
permiten
la
posesión
imaginaria
de
un
sensación de conocimiento y de poder. La fotografía, o el acto fotográfico, en todo caso,
Ya en este punto, tal vez valga la pena acotar que toda esta operación cobra mayor
eficacia cuando el acto fotográfico se comparte de alguna manera; por ejemplo, cuando
del turismo al que se refiere el comentario de Susan Sontag que he citado. Pero me
gustaría aludir a otro fenómeno, tal vez más sutil y, hasta ahora menos discutido. Y es el
sonido de la cámara, ese click que refuerza, desde otro plano sensorial, la función de la
mirada, y que parece denunciarla y darle un sentido mucho más tangible y mucho más
instrumental.
En The Saint of Fort Washington, el click de la cámara cumple una función importante
disparando con su cámara vacía. Y de algún modo esa contradicción también llama la
“click” aunque no tenga película, y ese sonido resulta mecánico y lingüístico al mismo
Siempre he intuido que al efecto de ese sonido es a lo que se refiere Roland Barthes, en
La cámara lúcida, cuando dice: “Para mí, el órgano del fotógrafo no es el ojo (que me
sus comentarios sobre Baudelaire: “Entre los innumerables actos de intercalar, arrojar,
pasado
irreal
también
ayudan
a
tomar
posesión
de
un
espacio
donde
la
gente
está
insegura.”
Susan
Sontag.
Sobre
la
fotografía.
México
DF.
Alfaguara,
2006.
Págs.
21‐23
graves. Bastaba hacer presión con un dedo para fijar un acontecimiento durante un
El acto fotográfico parece cancelar algo. Tal vez por eso se le atribuye ese carácter
punto de no retorno. Si la fotografía vuelve tan dramática nuestra relación con el pasado
es porque nos confronta con un presente irreductible. Con ese sentido también puede ser
debería ser pensado como un exceso de presencia, en el doble sentido del término: la
presencia como un estar aquí, pero también la presencia como un estar ahora.
sumarse a (o quizás llegar a resumir) las figuras del exceso con las que Marc Augé
define Augé, permite la “expresión completa” de esas figuras del exceso, es mediante, o
como “lugar” o “no lugar”, siguiendo las definiciones de Augé, sino que puede ser
2
Walter
Benjamin.
Sobre
algunos
temas
en
Baudelaire.
En
Sobre
el
programa
de
la
filosofía
futura
y
otros
ensayos.
Caracas.
Monte
Ávila
Editores,
1970.
Pág.
107
Pero la superabundancia de presencia es también superabundancia de ausencia, así
El final de la película The Saint of Fort Washington es precisamente una imagen post
mortem que viene reforzada por imágenes fotográficas. El protagonista es asesinado por
con un rollo de película que le regaló su amigo. Cuando las fotos son reveladas, ya el
fotógrafo está muerto, así que al final, al menos para él, el acto fotográfico queda
cerrado antes de que haya un producto iconográfico. Esos objetos iconográficos –las
fotos reveladas- son llevados por su amigo hasta la fosa común donde será enterrado el
fotógrafo. Las fotos son enterradas junto con el fotógrafo como ofrendas póstumas y
también como metáforas de una cancelación del acto fotográfico que es también
la era de la reproductibilidad técnica, es resuelto aquí a favor del culto (culto funerario,
atención se desvía desde el gesto fotográfico y desde el lugar del fotógrafo mismo, hacia
el tema o, y esto es todavía más importante, hacia los sujetos fotografiados. Porque la
mayoría de esos sujetos son los amigos del fotógrafo, las personas que forman parte de
su círculo social y afectivo, la mayoría homeless como él, desplazados como él mismo,
marginados igual que él. En principio, las fotografías resultan tan ensimismadas como
tercer lugar, y no menos importante, la marginalidad de esos sujetos puede ser entendida
relación con el acto fotográfico. Porque este acto fotográfico, anónimo, marginal,
anonimato.
No podemos decir que a estos sujetos nadie los fotografía, pero sí que pocas veces se
vistas, son fotos tomadas desde el interior de la realidad fotografiada. Eso también le da
una connotación política al acto fotográfico, porque nos permite ubicar al acto de mirar
conflictiva, con el otro. Pero en estas fotos está anulada la posibilidad del antagonismo,
entre la subjetividad del fotógrafo y las subjetividades de los fotografiados hubiera sido
hubiera renunciado a asumir una posición de poder para su mirada (lo cual es evidente
una “debilidad” del objeto fotográfico. Primero, esa debilidad está prefigurada en el
hecho de que el protagonista de la película opera su cámara sin rollo, con lo cual niega
posición débil del fotógrafo se mantiene aún después de utilizar un rollo en su cámara
porque el fotógrafo nunca llega a ver las fotos resultantes, y esas fotos son destinadas a
débil del acto fotográfico, que aparece como un acto sin autor, sin público, sin memoria,
sin evidencias, porque la foto debería ser no sólo una evidencia de lo fotografiado, sino
de una posición periférica de estos sujetos respecto al cuerpo social, sino pensando en la
gravitación del fotógrafo, de los fotografiados y del acto fotográfico siempre en los
que Vilém Flusser llamaba “el programa” de la cámara fotográfica. Y, por último, esa
todas las opciones que mencioné anteriormente. Porque también así se está planteando
de la visibilidad.
Entre toda la producción fotográfica de Gabriel Orozco, Aliento sobre piano es la foto
que más fascinación ha ejercido sobre mí. La parquedad del título, y su aparente apego
al objeto que describe, no han impedido que dicho objeto se me presente siempre como
enigmático. De hecho, creo que un título que se limita a describir, y que no interpreta la
foto, ayuda bastante en un caso como éste, porque la relación con la imagen no se ve
interferida por un texto de pretensión metafórica. El texto “aliento sobre piano” permite
que me concentre en el hecho de que estoy observando la representación fotográfica de
física de lo invisible hace que pase por alto la posibilidad de que el título sea una
ficción. No tengo modo de comprobar que lo que fotografió Gabriel Orozco fue la
huella del aliento sobre el piano. Pero una vez más me doy cuenta de que la
demasiado la veracidad de los enunciados que la complementan. Por otra parte, plantear
así las cosas me obliga a aceptar que, en realidad, lo importante aquí no es tanto lo
fotografiado (el supuesto aliento sobre el piano) como las dos imágenes que se están
Con esas dos imágenes se construye la parte narrativa de esa foto. Y este aspecto no
debe ser desdeñado, sobre todo tratándose de una obra de Gabriel Orozco, quien logra,
con la sobriedad del título y con la sobriedad de la foto misma, sostener un círculo de
Desde la fotografía de Gabriel Orozco, la mancha sobre el piano ha sido ante la cámara.
3
Alguien me comentaba recientemente que ese aliento sobre un piano podía ser
interpretado como una alusión a otras impresiones mitológicas, como el Síndone de
Jesús o como la tilma de Juan Diego, para mayor cercanía con la cultura mexicana. Y
que, desde ese ángulo, el juego entre ilusión y realismo en esa obra podría tener un tono
mucho más irónico que el que se percibe en una primera lectura, porque pudiera estar
tocando la componente de fe y credulidad que está presente y que sostiene nuestra
relación con las representaciones y especialmente con las representaciones fotográficas.
Desde la mancha sobre el piano, alguien ha sido, alguien ha estado, alguien ha pasado
por el piano. La foto de la mancha en el piano es una huella que ratifica la existencia de
la mancha y del piano. Aceptando que la mancha y el piano estuvieron (fueron) ahí
(puesto que ese es el enunciado de la foto) podemos aceptar que la mancha fue causada
por el aliento de alguien, puesto que ese es el enunciado del autor, convertido en
enunciado de la foto.
De modo que la mancha en el piano pasa a ser una huella que ratifica y relata la
existencia de alguien que no está en la foto. Alguien que hizo notar su presencia (y su
existencia) por medio de un elemento tan sutil como su propio aliento. Como el aliento
es invisible, alguien acudió a la lustrosa tapa del piano (superficie “sensible” en última
El aliento deja su huella en la superficie del piano porque la vuelve opaca, es decir,
como la sombra: hace que una superficie se enajene de la luz. El aliento y la sombra –
es nombrada como espíritu- sólo son perceptibles mediante una obstrucción, una
La tapa del piano funcionó como una superficie fotográfica. Cierto que sólo de manera
efímera, pero el valor de la foto radica también en que retuvo o fijó ese momento,
significa esta fotografía de una mancha sobre la tapa de un piano? Significa que alguien
estuvo de paso junto al piano, segundos antes de que fuera tomada la foto. Significa que
más no de su presencia. Significa que la constancia de su vitalidad fue otorgada por algo
imperceptible, como su aliento, y la constancia de su paso viene asociada a algo
Hay algo que me identifica con ese ausente. Y eso implica para mí, ante todo, que algo
me hace ser o, al menos, desear ser ese ausente. O simplemente debería decir: algo me
hace desear a ese ausente. Tal vez la mejor manifestación de nuestra relación afectiva
con la fotografía radique en el hecho de que, llevándonos a identificar una ausencia nos
induce a identificarnos con lo ausente. Y que esa identificación puede ser descifrada
como deseo.
como algo que se encuentra, literal y metafóricamente, “en la sombra”. Según Plinio, la
partida del amante, decide dibujar en el muro de la estancia el contorno de la sombra del
joven, proyectada sobre la pared. Después, la mujer puso arcilla sobre el dibujo,
convirtiéndolo en un relieve que puso a cocer en el horno. Este es el inicio del capítulo
más imaginativo y seductor del libro de Dubois, que problematiza la relación entre lo
indicial y lo icónico, pero que, además, invita a una percepción más carnal del signo
a la necesidad de la pérdida.
Philippe Dubois dice que a “los ojos del deseo, la representación no vale tanto como
semejanza, sino como huella.” Y esto yo lo asocio a que el origen de la huella siempre
está en el contacto, pues la huella es siempre el residuo del tacto. Lo que significa una
relación de contacto (o de cópula) entre un objeto y una superficie, o entre dos objetos,
o entre dos cuerpos. Por eso una fotografía, en lo que tiene de huella, debería remitir al
que la representación del objeto parece sustituir al objeto ni de que la representación del
objeto haya resultado del contacto y mantenga esa cualidad de residuo, es también que
Además de entender que todo signo tiende a ocultar su condición de signo, esto debería
ilusión y engaño que obtendrá. El control del fotógrafo sobre el dispositivo se origina en
mecánico del dibujo por calco de la sombra del amante en la habitación iluminada por el
interpreto como esa sofisticación del aparato, capaz de hacerse invisible a sí mismo,
El hecho de que la representación valga como huella nos permite rastrear el origen de
una foto, por ejemplo, hasta un momento que estuvo regido por la voluntad del
fotógrafo y por la funcionalidad del dispositivo. Sin embargo, “a los ojos del deseo” ese
La foto sólo se convierte en objeto de culto cuando nos revela el pasado como algo que
se da inmediatamente. Una foto sólo puede ser objeto de culto cuando no nos vemos
A los ojos del deseo la representación siempre es pretérita. La huella es siempre una
fotos es también imaginar una pérdida, como mirar una foto es imaginar lo perdido. Por
como ausente.” Esto pudiera servir para una caracterización interesante de lo que es un
fantasma: la huella de algo que ha sido, pero que solamente existe como la expresión
porque es la ausencia lo que nos da la posibilidad del culto. Edgar Morin, en su libro El
acudiendo a términos que no me molesta suscribir aquí. En el hogar, dice Morin, “las
fotografías hacen las veces de las estatuillas u objetos alrededor de los cuales se
más bien, las necesidades del culto familiar ¿no han encontrado en la fotografía la
Hay una tendencia generalizada a relacionar la imagen con la visión, como si la imagen
generar imágenes fuera la vista. Y esa tendencia esconde varias trampas. Pero sobre
todo, la más importante es que pasa por alto el hecho de que lo imaginario es la
experiencia objetiva no tiene que depender obligatoriamente del sentido de la vista. Por
otra parte, lo posible existe también como imposible. Y de ahí viene el carácter
significa que él también tiene una representación interna de realidades externas.” Lo que
quisiera añadir es que hay un momento en que ya resulta imposible llegar a esas
ese punto ya no hay vuelta atrás. En consecuencia, después de ese punto, ya no hay
diferencia entre un ciego y alguien que tiene el sentido de la vista, excepto quizás, la
Tal vez me apresuré al pensar en algún momento que lo invisible sólo tiene valor
referencial para alguien que ve o que ha visto, o que lo invisible es algo que está en las
antípodas de la ceguera. Pero como no soy ciego, solamente podría discutir eso desde la
posición de alguien que ve. Desde esa posición creo tan factible tratar de entender la
invisibilidad como algo que condiciona la existencia de ciertas cosas, como tratar de