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participativa
Cuaderno 1
• La democracia participativa como contrapeso
• Conocimiento y responsabilidad
• ¿Qué es la democracia participativa?
• Una experiencia europea
– la frustración del socialismo reformista
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Conocimiento
y responsabilidad
El proceso de conocimiento es de importancia central en la
democracia participativa. Saber es tener poder. Si hay conoci-
miento, hay más posibilidad de actuar. Gracias al proceso de
conocimiento que genera el Presupuesto Participativo de Porto
Alegre, por ejemplo, 50 000 personas aprenden cada año cómo
funciona el presupuesto de su Ayuntamiento. El proceso de ela-
boración de este presupuesto forma parte de la toma de decisio-
nes y no se inicia porque algo esté mal o haya salido mal. Los
ciudadanos participan activamente en la democracia para que
un mínimo de cosas “salgan mal”, con lo cual quiero plantear
que el proceso de este presupuesto participativo es más bien
activo que reactivo, es decir que no reacciona a decisiones ya
tomadas, ni a propuestas presentadas, sino que se trata de par-
ticipar activamente en la elaboración de las propuestas y las
decisiones. En un proceso de presupuesto participativo, los ciu-
dadanos saben en qué momento se toman las decisiones y en
qué esferas, a qué departamentos del Ayuntamiento hay que
contactar para conseguir información sobre un dato, y a qué
reunión asistir para poder ejercer influencia sobre un asunto
determinado. Esto surte un efecto transformador que opera en
varios sentidos. Ocurre un cambio de actitud en los ciudadanos
en cuanto a contactar al Ayuntamiento, cosa que raras veces
hacían antes de implantarse el Presupuesto Participativo en
Porto Alegre, y ahora con cada vez más frecuencia. A la vez, ocu-
rrió un cambio en la administración, y todas las cosas llegaron
a ser públicas y accesibles. La actitud de las autoridades frente a
los ciudadanos cambió drásticamente. En el pasado, el que una
persona acudiera a pedir un documento o a hacer una pregun- Del capítulo 7 del libro
ta se consideraba un estorbo. Hoy se ve como una atención Democracia participa-
natural que se proporciona a los ciudadanos para facilitar su tiva de América Vera-
Zavala, publicado en
participación. El proceso presupuestario abarca un gran núme-
2003 en sueco por la
ro de consejos y comités, porque el Ayuntamiento no solamente editorial Agora.
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toma las decisiones junto con los ciudadanos, sino que tam-
bién le corresponde analizar y ejecutar. El choque cultural
que, en un principio, se produjo entre los expertos y los veci-
nos, ya ha quedado neutralizado y, en el transcurso del proce-
so, fue resultando cada vez más obvio que un arquitecto tiene
que colaborar con los vecinos del mismo barrio donde está
diseñando las viviendas. Ambas partes reconocen que así se
ahorra tiempo y la calidad resulta mejor. Por su carácter total-
mente abierto y público, el proceso del Presupuesto Participati-
vo ha agilizado y perfeccionado la política. En consecuencia,
los ciudadanos han podido ayudar a la administración a iden-
tificar las prioridades correctas.
El hecho de que los ciudadanos de Porto Alegre tengan poder
de decisión precisamente sobre el presupuesto ha sido impor-
tante para la evolución del proceso. Para el desarrollo de una
comunidad es importante que la distribución de los recursos
que existen sea óptima. En realidad, también forma parte de la
responsabilidad buscar soluciones para que un municipio
pueda aumentar sus ingresos. Muchos municipios, autoridades
y organizaciones hacen frente a problemas como balances cero
o saldos negativos de sus presupuestos. “No tenemos dinero”, o
“no hay dinero” son respuestas que se repiten cuando se lanza
cualquier propuesta. ¿Por qué no dejar a los propios ciudadanos
formular propuestas de cómo aumentar los ingresos, para que
sea posible satisfacer sus deseos? La economía de los munici-
pios suele ser la cuestión política central cuando hay elecciones
o conflictos políticos. Los dos concejales municipales entrevis-
tados en este libro hablan de lo absurdo que es que la gente, sin
reflexionar, pida servicios mejores e impuestos más bajos a la
vez, y también puntualizan que no es factible subir los impues-
tos hasta cualquier nivel. Las consultas populares en materia de
los impuestos que se llevan a cabo en la localidad sueca de
Kalix demuestran que hay cierto reconocimiento de que se
trata de dos objetivos incompatibles. Por otra parte, raras veces
se ofrece la posibilidad de votar activamente a favor de aumen-
tar los impuestos o tributos, ni presentar puntos de vista sobre
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el contenido de la redistribución económica. ¿No habría que
permitir que los ciudadanos materializaran el respaldo político
expresado por ellos, participando en la definición concreta de
esos aumentos o en las decisiones sobre la redistribución eco-
nómica, para que pueda ocurrir un cambio? De ninguna mane-
ra quiero proponer que haya otra cosa en lugar de las negocia-
ciones sindicales. Sí pienso que los ciudadanos deben tener
derecho a opinar sobre el uso de los ingresos y los gastos muni-
cipales, porque se conoce que los municipios pagan sueldos.
Una democracia vital también contiene componentes no
materiales, aunque su base descansa precisamente sobre lo
material. La esperanza es un valor que recalcaban tanto Stig
Henriksson de Fagersta como Peter Eriksson de Kalix. Los veci-
nos de sus municipios recobraron su esperanza, cuando la
situación material del municipio mejoró y la gente llegó a
tener más poder sobre su cotidianeidad. Ser ciudadano implica
muchas cosas distintas, y las primordiales tienen carácter mate-
rial. Hay que comer, tener una vivienda y sostenerse económica-
mente. Ser ciudadano también es saber: La información y el
conocimiento son el camino por el cual los sin poder pueden
adquirir poder e influencia, por la vía democrática.
Tener poder decisorio verdadero o ser invitado a dar opinio-
nes simplemente – allí está la diferencia fundamental. La
democracia participativa que yo propugno consiste en ser invi-
tado a participar para decidir, no a reunirse para opinar o ser
otra instancia consultiva más. Yo creo que el problema del
poder decisorio es de importancia vital para que la gente se
haga partícipe, pero es a la vez el problema probablemente más
difícil de resolver desde el punto de vista puramente organizati-
vo. ¿Qué criterios establecer para que un proceso tenga carácter
decisorio? ¿El número de personas que participan, la duración
del proceso o el grado de importancia del asunto? Probablemen-
te habría que buscar una solución para cada caso específico. Hay
que evitar que un grupito de individuos muy activos decidan
sobre los demás, pero tampoco no es admisible que, por más
individuos que participen o más profunda sea su participación,
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se les niegue poder decisorio porque las decisiones las tomen
políticos o funcionarios imposibles de influir. Establecer estatu-
tos y reglamentos comunes es importante y, en consecuencia,
llega a formar parte del proceso, ya que las formas y las reglas
del proceso decisorio son adoptadas por acuerdo común.
Entre el modelo de democracia participativa de Porto Ale-
gre y el proceso de consultas hay una gran diferencia, que es
la responsabilidad. En el proceso educativo, el ciudadano
aprende a asumir responsabilidades. En contra de la democra-
cia participativa se alega con frecuencia que “permite que cual-
quiera proponga cualquier locura, que luego pasa a ser reali-
dad”. Teóricamente es cierto, pero raras veces ocurre en la prác-
tica. Dado que el proceso presupuestario también significa asig-
nar recursos para las diversas propuestas, cada individuo que
participa en el proceso fiscaliza en detalle todas esas propues-
tas. Hay un nivel muy elevado de conocimiento de las necesida-
des de los distintos barrios de la ciudad o de la ciudad en su
conjunto. Inevitablemente, en el marco de una democracia par-
ticipativa habrá decisiones equivocadas, pero se conoce que la
democracia parlamentaria tampoco no es inmune a ese fenó-
meno. En un referéndum, la única responsabilidad que le
corresponde al ciudadano es la de ir a votar, y se deja a los
representantes populares electos que manejen el resultado y las
consecuencias de la consulta popular. Esos políticos incluso
pueden hacer otra interpretación o sacar consecuencias políti-
cas distintas de las que sacaría la mayoría que fue a votar. Inclu-
so podríamos evitar ese tipo de situaciones, si la responsabili-
dad fuera más allá del voto y no bastara con ir a las urnas sim-
plemente. En el presupuesto participativo hay que formar parte
del proceso para poder seguir el desarrollo de las propuestas e
influir en ellas y, al final, participar en la toma de decisiones. El
proceso, es decir la trayectoria democrática, tiene precisamente
un valor en sí mismo, porque genera conocimiento y responsabi-
lidad, que son dos cualidades democráticas importantes.
¿Serían factibles modalidades de toma de decisión distintas
de las que existen en el momento actual? El conocimiento y la
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información producen ciudadanos que exigen cosas. En ciertos
casos, como el de Porto Alegre, los representantes electos exi-
gen cosas con el argumento de que las exigen los ciudadanos.
Cuando el Alcalde negocia con el hipermercado multinacional
Carrefour, su motivación principal es no hacer concesiones a
espaldas de los ciudadanos. Se trata de una lucha por el espacio
de acción política, porque eso es lo que, en última instancia,
determina a quién los representantes populares electos aceptan
escuchar. En Norrköping, la responsabilidad pudiera haber
correspondido a los ciudadanos, pero se optó por ceder ante la
presión de la oposición, que eran las empresas privadas, los
consultores que recomendaban vender, y la empresa que quería
comprar. En los ejemplos de democracia participativa que yo he
estudiado, se dan casos de políticos que usan el recurso muy
ingenioso de echarle la culpa al pueblo. En Porto Alegre queda
más patente que el P T ha buscado, de hecho, la ayuda de la
población, por reconocer que la mayoría popular está a favor de
una política progresista. ¿Se imaginan ustedes a Tony Blair
diciendo que “no vamos a mandar tropas a Irak porque nues-
tros ciudadanos no lo quieren”? Difícilmente. Yo pienso que
esto es uno de los argumentos incomparablemente más impor-
tantes a favor de la democracia participativa como complemen-
to de la representativa. Garantiza a los políticos fuerza y poder
para tomar decisiones “incómodas”, porque este es el término
que suelen usar cuando se refieren a las privatizaciones, a los
cierres de fábricas y las guerras, que chocan con la voluntad
popular. En todas estas instancias se trata de hacer concesiones
ante el gran capital. ¡Ojalá los políticos aceptaran resultar
“incómodos” al gran capital y “cómodos” a quienes les dieron
sus votos!
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¿Qué es la democracia
participativa?
KJELL ÖSTBERG : Mi nombre es Kjell Östberg, soy catedrático de
Historia de la Escuela Superior de Södertörn, y me han concedi-
do el honor de abrir la discusión introductoria entre este grupo
de invitados interesantísimos, altamente calificados y experi-
mentados. El propósito de este panel es tratar de sentar las pau-
tas de la conferencia que tenemos por delante. Hemos pedido a
los invitados que expongan muy brevemente, en el espacio de
cinco minutos como mucho, su definición de lo que puede
representar la democracia participativa. Después sostendremos
un diálogo breve, pero luego todos los invitados ofrecerán expo-
siciones detalladas sobre sus especialidades respectivas.
Quisiera decir, ante todo, que para Suecia esta conferencia no
podría haber ocurrido en un momento más oportuno. En
muchos sentidos, el problema de la democracia, su crisis y su
futuro, ha llegado a estar en el primer plano, que es donde se
encuentra en este mismo instante. La crisis de la democracia
parlamentaria agranda la distancia entre ciudadanos y gober-
nantes, problema que se ha situado en el foco de la atención.
Esta semana, se publicó una encuesta muy comentada que
demuestra que el 63 por ciento de los suecos ven al partido que
ostenta el gobierno más bien como un grupo de cabecillas,
burócratas y autócratas. Incluso entre aquellos que dieron ellos
mismos sus votos a los socialdemócratas, el porcentaje que
piensa que hay que caracterizar a los representantes de este par-
tido como autoritarios, es dos veces el que los ve como socialis-
tas, reformadores o amigos de los pobres, que era la otra alter-
nativa en esta encuesta.
Otro asunto de actualidad es la propuesta de que la nueva
Constitución de la Unión Europea sea sometida a referéndum.
Esa Constitución, si es adoptada, agrandará más aún la distan- Panel Introductorio de
la Conferencia de
cia entre los ciudadanos y los gobernantes y, además, dará más
Estocolmo, Octubre
margen a la dictadura del mercado. Las intensas discusiones de de 2004.
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estos últimos días sobre la izquierda y la democracia demues-
tran que a partes de esta izquierda les toca todavía pagar, con o
sin razón, un alto precio por los vínculos que tuvieran en el
pasado con partidos totalitarios que padecían de déficit demo-
crático, por utilizar un término benévolo.
Sin embargo, este debate resulta muy oportuno incluso en
una perspectiva más larga. Para mí, como historiador, un punto
de partida central es la relación evidente que existe entre la
democratización y la fortaleza y el desarrollo de los movimien-
tos sociales. Existen períodos especialmente propicios para este
tipo de cambios. En mi trabajo de investigación, los procesos de
democratización han tenido un interés particular. La democra-
tización de Suecia ha estado muy asociada a las oleadas de radi-
calización. Una de las primeras oleadas de este tipo se produjo
a principios del siglo pasado, que fue cuando triunfó verdadera-
mente el movimiento obrero. En esa época Suecia encabezaba
la liga europea de huelgas. En la lucha por los derechos demo-
cráticos también participaron los demás movimientos popula-
res clásicos, por ejemplo el movimiento de abstemios y el movi-
miento feminista. De ello resultó el derecho de voto para los
hombres, el derecho de asociación, es decir el derecho de cons-
tituir sindicatos, por ejemplo, a afiliarse a ellos y usarlos en la
lucha. El próximo período de radicalización puede sintetizarse
en el año 1917. Dentro de unos instantes, mi colega Håkan
Blomqvist les hablará más de aquel dramático año. Yo quisiera
decir que las revueltas populares que ocurrieron en la primave-
ra de 1917 probablemente son la expresión de la lucha de
masas más grande que ha ocurrido en Suecia – hasta la fecha,
podría añadirse. El resultado de ello, en combinación con la
amenaza que suponía la revolución rusa, fue un avance decisi-
vo de los derechos democráticos burgueses. El hecho de que, a
esas alturas, la mujer también tuviera derecho de voto se lo
debemos en alta medida al muy organizado movimiento feme-
nino por el sufragio universal.
El período siguiente de radicalización o, podría decirse, de
polarización, lo vemos en la Suecia de los años 30, época en que
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Suecia vuelve a encabezar la liga europea de huelgas. Esa déca-
da también trajo un crecimiento continuado de los movimien-
tos populares: los sindicatos, el movimiento feminista, las aso-
ciaciones de arrendatarios de apartamentos etc. Gracias a estos
movimientos, la sociedad sueca pudo resistir los ataques a la
democracia acabada de conquistar, que provenían de las
corrientes pro-fascistas en el extranjero. Fue posible crear la
base de la política sueca de bienestar, que fue la conquista más
importante de esa época.
La última oleada de radicalización de importancia también
podría sintetizarse en un solo año, el 68, si bien su duración
fue mucho más larga. Inspirados en la lucha de emancipación
del colonialismo, jóvenes y estudiantes encendieron en 1968
una chispa, poniendo en tela de juicio las jerarquías tradiciona-
les, exigiendo democracia en las escuelas, en las universidades
y en toda la sociedad. Es importante recordar que esta radicali-
zación llegó hasta la clase obrera y lo cierto es que, durante un
decenio, el tema de la democracia en los centros de trabajo y la
democracia económica prácticamente fue el que dominó el
debate político. También es cierto que el resultado fue limita-
do, pero la radicalización que ocurrió en otras esferas durante
los años 60 y 70, especialmente los derechos y la participación
política de la mujer, generó éxitos más duraderos.
En la actualidad, que es adónde aspiro a llegar, existen
muchos factores que indican que nos encontramos en una fase
nueva de radicalización progresiva, y es también la razón por la
cual quiero ofrecer esta breve panorámica histórica a nuestros
invitados extranjeros. Al igual que ocurrió cuando la oleada
pasada, los impulsos más significativos dimanan del tercer
mundo, cosa que también se refleja aquí. Tenemos al movi-
miento de globalización alternativa, el movimiento anti-guerra
y otros más. Si esto es cierto, y si también es cierta mi teoría de
que existe una relación entre la democratización y la radicaliza-
ción, es en este momento precisamente cuando debemos inten-
sificar la discusión sobre la esencia verdadera de la democracia
por la que estamos luchando. Así que va a ser muy interesante
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escuchar las opiniones acerca de la democracia participativa de
nuestros muy calificados y experimentados invitados interna-
cionales. Dejemos la palabra a nuestro amigo de México.
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Una experiencia europea
– la frustración del
socialismo reformista
La unión europea
– un proyecto neoliberal, antidemocrático
Solamente con mucho dinero y fuertes amenazas la cúpula social-
demócrata junto con todos los partidos burgueses logró un flaco
51 porciento en favor de la entrada de Suecia en la U E en 1994. En
el referendo del 2002 sobre la entrada en la Unión Económica y
Monetaria, perdieron a pesar de una asimetría brutal en el finan-
ciamiento de las campañas y en el acceso a los medios masivos. Ya
el resultado de la política neoliberal se estaba notando en todos
los campos, con costos más altos y servicios más malos.
Y ahora que se trata de aceptar o no la nueva constitución del
la U E los partidos burgueses y la socialdemocracia están decidi-
dos a no permitir un referendo que muy realísticamente temen
perder.
Suecia es una democracia liberal. La U E ni siquiera cumple
con estos requisitos. Conducidos por una socialdemocracia que
ha perdido su alma y su brújula estamos en peligro de perder
lo que hasta ahora llamábamos democracia, la soberanía nacio-
nal y la constitución.
El modelo sueco se construyó como alternativa reformista
frente a la U R S S . Resulta que con el desplome del modelo sovje-
tico se aceleró el fin también de la alternativa
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El pueblo ha dicho basta
y se ha echado a andar, otra vez
Más o menos al mismo tiempo, en los años alrededor del nuevo
milenio, se presenta un nuevo movimiento en muchas partes
del mundo, una resistencia masiva contra la globalización neo-
liberal. Nuevas formas y constelaciones dicen lo mismo que
muchos de los viejos ya dejaron de decir, y se resisten a la trans-
formación de la tierra, del agua, de la fuerza humana laboral,
de toda la vida humana en mercancía. Advierten que la política
tiene que ser mobilización, organización y participación.
La expansión brutal del capital conlleva a que casi todo inten-
to de detenerlo conduce a una confrontación directa, y, además,
con el capital internacional. Por eso también se ha hecho más
evidente que la línea divisora entre la izquierda revolucionaria y
la reformista no tiene validez. El reformismo tiene que ser revo-
lucionario, y vice versa. Las reformas tienen que fortalecer al
pueblo y socavar las bases del sistema capitalista para lograr la
meta de construir una sociedad nueva, solidaria, igualitaria, en
armonía con la naturaleza. Por lo cual, en la época de la globali-
zación, los movimientos y los partidos de base social, más que
nunca antes, tienen que ser internacionalistas.
Algunas fuentes
La vida del socialismo después de la muerte. Klas Gustavsson. 2004.
El capitalismo global y la nueva resistencia. Ingemar Lindberg. 2004.
Cien años de socialismo. Donald Sassoon. 2000.
La democracia política y el desarrollo de la sociedad de bienestar. Kjell Östberg. 1999.
Las amenazas contra la democracia en Suecia. Karl-Erik Lagerlöf. 1999.
La tercera vía. Sobre la renovación de la socialdemocracia. Anthony Giddens. 1998.
Tercer Milenio. Una visión alternativa de la posmodernidad. Juan Antonio Blanco. 1993.
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