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democracia

participativa
Cuaderno 1
• La democracia participativa como contrapeso
• Conocimiento y responsabilidad
• ¿Qué es la democracia participativa?
• Una experiencia europea
– la frustración del socialismo reformista

Material de estudio sobre democracia participativa


compilado por America Vera-Zavala para
el Foro International de Izquierda
(Vänsterns Internationella Forum) octubre 2005
diseñador Pål Brunnström
idioma: castellano, editado también en inglés y sueco
encontrarán todos los textos en
www.vansternsinternationellaforum.se www.participamos.org
La democracia participa-
tiva como contrapeso
Si queremos desarrollar la democracia en todos los niveles,
tenemos que pasar de la palabra a la acción. En el debate públi-
co se configuran las alternativas siguientes: “Regalar” la demo-
cracia o quedarnos con la que tenemos en nuestro país. Hay
propuestas de modelos de democracia global que muchas veces
son abstractas e idealistas, por no decir tontainas. Evidente-
mente, la democracia es practicable en niveles superiores al
Estado nacional, pero para llegar allí, hay que ir ensayando
modalidades y comenzar en el espacio local, donde estamos
viviendo y actuando ahora. Hay que salir en busca de ejemplos
de cómo desarrollar la democracia, y soñar con una democracia
global, mientras vayamos construyéndola desde abajo, para que
sea real.
En última instancia se trata de construir un mundo mejor.
Fundar movimientos y partidos, ganar elecciones, desarrollar la
democracia y luchar por un mundo nuevo también es hacer
que los sueños se cumplan. Lo que estamos soñando hoy – cons-
truir un mundo donde todos los ciudadanos se sientan protago-
nistas de sus vidas y una sociedad mejor – podrá ser realidad
mañana, si luchamos. En esta faena, la democracia participati-
va es un instrumento importante.
Existen maneras diversas de conceptualizar la democracia. La
más común es aquella que define la democracia como el dere-
cho al sufragio, el sistema multipartidista, el voto secreto y
elecciones precedidas de debates públicos. Hay otra definición
más amplia, que agrega a esta definición la soberanía del pue-
blo, es decir una definición que también encierra participación
y poder popular sobre la redistribución económica, y que con- Del Capítulo 1 del libro
templa, asimismo, la situación social y económica en que los Democracia participa-
ciudadanos viven. tiva de América Vera-
Zavala, publicado en
Se puede concebir la democracia como un conjunto de reglas
2003 en sueco por la
invariables o bien como un proceso. Según mi definición, la editorial Agora.
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democracia es un proceso, en el cual la educación popular y la
participación son elementos fundamentales, un proceso que
tiene unas reglas electorales que resultan en la transferencia de
poder sobre la distribución social y económica y que, a su vez,
da a los ciudadanos posibilidades reales de participar en la
toma de decisiones. Esta definición más amplia la sostienen
muchos movimientos en el mundo entero. Para los ciudadanos,
conquistar más poder sobre sus vidas y sobre el devenir social
debe ser el objetivo a corto plazo, tanto como a largo plazo, y si
es así, no basta con ir a las urnas, sino que tienen que existir
posibilidades reales de transformar la estructura del poder
socioeconómico. Porque la democracia es también una cuestión
de poder y de propiedad. Es la única alternativa que tienen los
no acaudalados de alcanzar más poder y, por consiguiente, la
democracia es y seguirá siendo conflictiva, en el sentido del
conflicto que hay entre un-hombre-un-voto y un-dólar-un- voto.
En diversas partes del mundo se están dando pasos pequeños
en unos procesos de democratización que brotan desde abajo.
Con dolor reconocemos que la democracia ha tenido que retro-
ceder bajo el neoliberalismo, y que es hora de luchar por ella.
Hay experiencias diversas en distintos lugares y países, según la
cultura y la situación específica de cada lugar.
El elemento más central de la democracia participativa es el
derecho de los ciudadanos a participar en la toma de decisiones
sobre sus ciudades, sus vidas, sus impuestos, sus presupuestos,
derecho que se ejerce colectivamente. La democracia participa-
tiva va más allá de la tradicional democracia parlamentaria y
representativa, que también descansa sobre este mismo dere-
cho, pero cuyas formas lo inutilizan todos los días, con la única
excepción posible del día de los comicios.
¿Cuál es el proceso decisorio en la democracia? Hay de todo,
desde el consenso y la participación directa hasta la represen-
tación. En la democracia directa, todo el mundo debe partici-
par en la toma de decisiones en virtud de mayorías simples o
calificadas, mientras que el régimen de consenso obliga a
todos a ponerse de acuerdo, y la democracia parlamentaria
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limita la influencia a la elección de representantes, que son
los que toman las decisiones y tienen que responder ante los
electores. En las democracias siempre han existido sistemas
representativos. En ningún momento, ni siquiera cuando los
romanos iban al foro, todos los ciudadanos han participado en
todas las decisiones.
El grado de democracia directa frente a democracia represen-
tativa ha variado. La elección de delegados o representantes
siempre ha sido necesaria, pero se ha institucionalizado y, bajo
el parlamentarismo, ha llegado a ser sinónimo de democracia.
Elegir representantes es un componente de la democracia, pero
un sistema representativo no es lo mismo que un sistema parla-
mentario, y democracia no es sinónimo de representación polí-
tica o parlamentarismo.
Algunos municipios de Brasil dan a la población la oportuni-
dad de participar en las decisiones sobre sus presupuestos, y así
se genera un proceso educativo. Los ciudadanos aprenden cómo
funciona la elaboración de un presupuesto y cómo influir en
ella. Hace falta saber para participar en la construcción de la
sociedad, y este es uno de los argumentos principales en pro de
la democracia participativa. Uno de los primeros paladines del
proceso educativo como resultado inestimable de la democra-
cia participativa, era Rousseau, quien sostenía que participar
en el proceso político era deber y obligación de todos. Partici-
pando se llega a conocer la sociedad mejor y así también nace
más motivación para participar.
Otro argumento más en pro de la democracia participativa es
que brinda a un ámbito más amplio de ciudadanos oportunida-
des la posibilidad de ser partícipe. Un objetivo de esa participa-
ción popular mayor es aminorar la brecha de confianza, otro es
ampliar el margen de acción y la redistribución de los recursos.
Entre estos objetivos hay una interrelación dialéctica, y el
motor que impulsa esta dialéctica es el proceso educativo.
Uno de los efectos más positivos que genera la democracia par-
ticipativa consiste en que reaviva la fe en la política como instru-
mento de cambio. Se produce una espiral positiva, a diferencia
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de la espiral negativa de erosión del poder sobre la redistribu-
ción económica. En esta situación se encuentra la inmensa
mayoría de países. Hay cada vez menos participación y diferen-
cias cada vez mayores entre pobres y ricos, cada vez menos
igualdad, lo que da a la gente la sensación de no poder gober-
nar sus vidas. Lo que propongo es una forma determinada de
democracia participativa que ofrezca la posibilidad de redistri-
bución económica, justicia social e igualdad.
La democracia participativa transforma la cultura política e
introduce mecanismos que permiten que los ciudadanos sean
partícipes, ejerzan influencia y tengan poder decisorio no sola-
mente cuando van a las urnas. De ahí resulta que no solamente
se escuchará a quienes ya son los más influyentes, y así los ciu-
dadanos podrán ejercer una influencia mayor sobre el desarro-
llo, al mismo tiempo que los políticos podrán comprobar conti-
nuamente si van al compás de las masas o si se han distanciado
de ellas. Así, la democracia participativa servirá para vitalizar
la democracia representativa, para que los ciudadanos tengan
más motivación y para que nazca una sociedad más justa.
La representación política siempre ha sido y siempre será un
fundamento de la democracia, puesto que la democracia direc-
ta nunca será practicable en todos los niveles. En varias expe-
riencias de democracia participativa hay un concepto distinto
de la representación política. En todos los casos estudiados por
mí, los mandatos son más cortos y, además, son revocables. El
representante viene a ser agente de una decisión, más bien que
intérprete de la voluntad popular. Hay un vínculo más estrecho
entre el representante y el representado y más posibilidades de
acceso, de control y de cambio. La democracia directa, en la
práctica, sólo funciona dentro de un espacio muy limitado. Eso
no obstante, es capaz de desarrollarse hasta convertirse en
embrión de una democracia funcional en otro nivel más alto.
La democracia directa sólo es factible en la fracción más peque-
ña del proceso, por ejemplo la asamblea local, e incluso en esta
situación es muy probable que muchas personas deleguen su
voto a un familiar o un vecino, porque quieren participar pero
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no pueden por diversos motivos. Por esta razón, entre otras,
prefiero hablar de democracia participativa y no directa. La
democracia participativa no significa que “todo el mundo deci-
de sobre todas las cosas”, sino más bien la posibilidad de deci-
dir y representarse a sí mismo. Entre un régimen de “todo el
mundo decide sobre todas las cosas” y la posibilidad de partici-
pación de todos en la gestión, hay una diferencia cualitativa.
La democracia participativa también significa crear contrape-
sos al sistema actual. Una democracia participativa a nivel local
puede constituir un contrapeso a la ausencia de democracia a
nivel global. En realidad, no hace falta mucho para nos encon-
tremos en una posición de enfrentamiento con el poder. Una
lucha local, por más pequeña que pueda parecer, hoy choca con
la globalización, la golpea y la empuja, y si hay mucha gente
involucrada, el cambio puede resultar posible. En algunos luga-
res sí hay cambios y movimientos diversos construyendo contra-
pesos y contrapoderes. Un sistema que combine la participación
y la representación, donde la participación garantice cogestión y
se agrupen actores sociales distintos, puede convertirse en un
embrión de modelo no solamente de gobierno nacional, sino
también de desarrollo de la democracia a nivel global.
Entre la democracia participativa y la democracia representa-
tiva y parlamentaria hay grandes diferencias, y no es que una
democracia sea mejor que la otra. Las diferencias son tantas
que estos dos sistemas realmente son incomparables, porque se
basan en dos principios totalmente distintos. Se trata de dos
modalidades de toma de decisiones y de proceso decisorio, una
de ellas basada en la intervención en un solo sufragio de un
número muy grande de individuos, que luego dejan la toma de
decisiones en manos de otros individuos, y la otra en la partici-
pación en la toma de decisiones de un número esencialmente
inferior de individuos, que así legitiman las decisiones que se
tomen en los niveles superiores. Elegir miembros para un parla-
mento local y ser agente de un proceso de presupuesto partici-
pativo, por ejemplo, son dos cosas totalmente distintas, y no
debería hacerse comparación siquiera. Lo que importa es buscar
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formas para llegar a una situación en que puedan ser comple-
mentos el uno del otro y generar otro sistema cualitativamente
superior.
También es importante el orden de los hechos. Cuando
vamos a las urnas, dejamos legitimadas de antemano toda una
serie de decisiones y pautas políticas, porque durante la campa-
ña electoral hubo promesas de ciertas políticas y ciertas decisio-
nes futuras que deberán ser practicadas y tomadas en el curso
del mandato subsiguiente. En el Presupuesto Participativo (ver
el Capítulo 4), el respaldo popular se garantiza paralelamente
al proceso decisorio, y cuando se llega a la votación en el parla-
mento local, este presupuesto ya está respaldado por el pueblo.
Es decir que el momento de la toma de decisión marca el fin y
no el principio del proceso. En la democracia representativa,
este proceso ocurre durante la campaña electoral, es decir en
un intervalo en que no hay toma de decisiones, y una campaña
electoral no es un proceso continuo, sino limitado en el tiempo.

Exigir más democracia


Quienes han reivindicado la democracia, muchas veces han
sido los desprivilegiados, aquellos que no poseen ni tierras ni
empresas grandes, los de educación escasa, salarios bajos e
influencia mínima sobre el devenir social. La democracia ha
sido el recurso de los menos acaudalados para conquistar más
poder, y lo han logrado, en cierta medida, por medio de
impuestos sobre el capital y leyes y normativas que restringen
el margen de acción que tienen las empresas para explotar a los
individuos y la naturaleza. Siempre se ha pretendido mantener
el poder fuera del alcance de las mayorías populares. Hasta
principios del siglo X X , simplemente se negaba el derecho de
votar a la clase obrera y a las mujeres, que son la mitad de la
población. En los albores de la democracia parlamentaria, los
cuerpos legislativos estaban constituidos exclusivamente por
varones titulares de bienes, que representaban a otros varones
titulares de bienes. En un principio, el proletariado industrial
no tenía derecho al voto, como tampoco no lo tenía la mujer, ni
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la burguesa, ni la obrera. No se les atribuía capacidad jurídica
ni responsabilidad. Una vez que todo el mundo tenía derecho al
voto, los ciudadanos llegaron a tener más poder, y este poder
alcanzó un nivel relativamente alto entre los años 20 y los años
60, para después disminuir sucesivamente. A lo largo de estos
altibajos, la correlación de fuerzas en el mundo occidental no
varió significativamente. El que más influye en el devenir
social sigue siendo la minoría más acaudalada. La democracia
es conflictiva, puesto que el poder de la minoría está basado en
la no participación de la mayoría en la gestión pública, sobre
todo la gestión económica, y así la mayoría queda despojada de
cualquier posibilidad de cambiar la estructura de propiedad.
Diversos movimientos han comprendido que la pujanza de
un proceso de democratización haría avanzar a la sociedad. Es
el caso del movimiento obrero, que exigió democracia y redis-
tribución económica, porque con más democracia se puede
alcanzar una mayor redistribución económica, y con más redis-
tribución económica, se puede exigir más democracia. Y el pro-
ceso siguió avanzando hasta que se estancó, como si fuera posi-
ble tener una cantidad suficiente de democracia y redistribu-
ción económica.
En unos momentos históricos que se han llegado a definir
como “situaciones revolucionarias” o situaciones en que se ha
querido dar un salto cualitativo en una lucha de resistencia, han
surgido diversos tipos de democracia participativa. Hoy por hoy,
la democracia participativa puede nacer como respuesta a una
profunda crisis económica, como sucedió en Argentina en 2001,
cuando la democracia no fue capaz de garantizar las necesida-
des esenciales de los individuos. A veces se trata de resistencia
por insubordinación, proceso esencialmente democratizador,
cuando un sistema parlamentario resulta demasiado ineficaz,
cuando hay demasiada miseria, y cuando existe un grupo de
individuos que comprenden que su participación y su lucha por
más democracia conducirá a la redistribución económica.
El proceso de democratización no necesariamente tiene que
ser desencadenada por una crisis, sino que puede iniciarse con
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el fin de vitalizar un proceso estancado. En Suecia u otro país
similar se introducirían diversos tipos de democracia participa-
tiva con el fin de reavivar una democracia que sí existe, pero
que lleva años sin desarrollarse. En este país, de pronto resulta
necesario reivindicar nuevamente la democracia.

“Todo el poder público emana del pueblo”


– el problema de la democracia representativa
Cada vez que se adopta una decisión fuera del alcance de las
reglas del juego de la democracia o de la luz pública, el indivi-
duo pierde posibilidades de ejercer influencia. El ciudadano es
despojado de autoridad, y queda reducida la de aquellos que
más interés tienen en la democracia. ¿Tiene el pueblo autori-
dad alguna?
La Constitución sueca establece que “todo poder público
emana del pueblo”, y este poder los ciudadanos se lo entregan
a los políticos para que lo administren. En la democracia repre-
sentativa renunciamos al poder que nos garantiza la Constitu-
ción, restringiéndolo al uso exclusivo del derecho a elegir
representantes y exigirles responsabilidad. En una democracia
parlamentaria, los ciudadanos sólo ejercen autoridad cuando
van a votar. La cita de la Constitución sueca se pronuncia con
mucha frecuencia, pero no se ha convertido en práctica. Debe-
ría decir que todo poder público emana del pueblo, cuando va a
votar. Ese día, todos los votos tienen peso igual, pero momen-
tos después, el poder político queda delegado a los represen-
tantes electos. En la democracia parlamentaria, el hecho de
votar es cuestión de elegir a una persona u otra, no de elegir
un modelo social.
Durante el período del Hogar Popular y del capitalismo de
bienestar, cuando la mayoría de la población de Suecia pudo
representarse a sí misma y la clase obrera pudo tener represen-
tación mayoritaria en el parlamento nacional, se produjo un
desplazamiento del espacio donde la democracia era ejercida. Si
el espacio del poder en Roma era la ciudad y en Suecia el Estado
nacional, hoy nuestro espacio del poder ha sido trasladado, en
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parte, al nivel global. La ciudad como espacio democrático
tenía sus deficiencias obvias, ya que era imposible controlar
políticamente el acontecer en el territorio soberano. Hoy suce-
de algo similar en el Estado nacional. No hay control sobre el
territorio, porque las decisiones se toman en otros lugares,
donde el proceso decisorio no es democrático. Esto también sig-
nifica un cambio para un componente importante de la demo-
cracia representativa, que es el representante.
Nombrar representantes por la vía electoral es un derecho
democrático. Al mismo tiempo, es un hecho innegable que nos-
otros los electores nos quedamos con cada vez menos poder,
cuando el poder se desplaza hacia los pasillos de Bruselas, de
Washington o de Ginebra, y queda fuera del alcance de nues-
tros procesos electorales. Cuando el poder ya no está con nues-
tros representantes electos, cada vez más ciudadanos entienden
que los representantes ya no están representando, que se les
olvida representar, que dicen una cosa y hacen otra o simple y
llanamente cambian de parecer. Hay una distancia cada vez
mayor entre el pueblo y la clase política y una brecha de con-
fianza cada vez más profunda.
Las formas y e incluso el contenido de la política van cam-
biando. En todas partes, la llamada desregulación y la privatiza-
ción son medidas altamente cotizadas muy en boga. Nadie se
escapa, y hay cada vez menos espacio para la propiedad común
de derechos como recursos naturales, infrastructura etc, y de
evitar que estos derechos se conviertan en mercancías. Esto es
un problema democrático, ya que el objeto fundamental del
voto que se da en las elecciones deberían ser las pautas de la
política económica. En un número creciente de países no es así,
porque independientemente del partido que se elija, hay que
implementar los programas del F M I , los acuerdos comerciales de
la O M C o bien la política económica del Banco Central Europeo,
política instituida en virtud del Tratado de la Unión Europea.
La única función de control de la autoridad que ha sido dele-
gada consiste en el derecho a hacer responder a los políticos en
el curso del mandato, o bien después, en la fecha electoral
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siguiente. No existe mecanismo que obligue a los políticos a lle-
var a la práctica los proyectos políticos que han ofrecido, ni sus
promesas electorales, en el curso de su mandato. Una vez dele-
gada la autoridad que el ciudadano poseía, tiene que esperar
hasta las elecciones siguientes para cambiar su voto. No votar
en estas elecciones o dar su voto a otro partido, a ver si resulta
una política mejor, expresaría una suerte de censura, pero
queda por ver hasta qué punto esa opción es eficaz. Ahora bien,
ni para el G 7 ni para la O M C hay elecciones y, en muchos casos,
ni los gobiernos ni los parlamentos nacionales poseen la infor-
mación que hace falta para hacer responder a esos representan-
tes, ni acceso a ellos, y un ámbito muy reducido de personas
posee estos conocimientos. ¿Cuánta gente sabe cómo está orga-
nizada la O M C ? Y por más que se sepa, no hay cómo influenciar
sus decisiones, porque los documentos de la O M C están clasifi-
cados. Cuando pregunto al público que ha acudido a una confe-
rencia, una escuela, un lugar de trabajo o una cafetería si sabe
cómo está organizada la O M C , cómo la Unión Europea negocia
dentro de la O M C , o cómo se puede ejercer influencia sobre la
O M C , nadie levanta la mano. Si no sabemos, no podemos hacer

responder a nadie, y así el segundo derecho democrático queda


anulado.
En este estado de las cosas, se desarrollan otras prácticas para
promover e influenciar la opinión pública entre unas eleccio-
nes y otras. Se trata de unas actividades extraparlamentarias,
dentro de los partidos políticos y los movimientos sociales,
cuyo objeto es influenciar a los políticos, pero sin participar
ellos mismos en la toma decisiones. El no acato es una forma
de resistir y de empujar al sistema hacia el cambio. Los críticos
del sistema actual somos cada vez más numerosos, y el movi-
miento de globalización alternativa es una muestra de ello.

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Conocimiento
y responsabilidad
El proceso de conocimiento es de importancia central en la
democracia participativa. Saber es tener poder. Si hay conoci-
miento, hay más posibilidad de actuar. Gracias al proceso de
conocimiento que genera el Presupuesto Participativo de Porto
Alegre, por ejemplo, 50 000 personas aprenden cada año cómo
funciona el presupuesto de su Ayuntamiento. El proceso de ela-
boración de este presupuesto forma parte de la toma de decisio-
nes y no se inicia porque algo esté mal o haya salido mal. Los
ciudadanos participan activamente en la democracia para que
un mínimo de cosas “salgan mal”, con lo cual quiero plantear
que el proceso de este presupuesto participativo es más bien
activo que reactivo, es decir que no reacciona a decisiones ya
tomadas, ni a propuestas presentadas, sino que se trata de par-
ticipar activamente en la elaboración de las propuestas y las
decisiones. En un proceso de presupuesto participativo, los ciu-
dadanos saben en qué momento se toman las decisiones y en
qué esferas, a qué departamentos del Ayuntamiento hay que
contactar para conseguir información sobre un dato, y a qué
reunión asistir para poder ejercer influencia sobre un asunto
determinado. Esto surte un efecto transformador que opera en
varios sentidos. Ocurre un cambio de actitud en los ciudadanos
en cuanto a contactar al Ayuntamiento, cosa que raras veces
hacían antes de implantarse el Presupuesto Participativo en
Porto Alegre, y ahora con cada vez más frecuencia. A la vez, ocu-
rrió un cambio en la administración, y todas las cosas llegaron
a ser públicas y accesibles. La actitud de las autoridades frente a
los ciudadanos cambió drásticamente. En el pasado, el que una
persona acudiera a pedir un documento o a hacer una pregun- Del capítulo 7 del libro
ta se consideraba un estorbo. Hoy se ve como una atención Democracia participa-
natural que se proporciona a los ciudadanos para facilitar su tiva de América Vera-
Zavala, publicado en
participación. El proceso presupuestario abarca un gran núme-
2003 en sueco por la
ro de consejos y comités, porque el Ayuntamiento no solamente editorial Agora.
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toma las decisiones junto con los ciudadanos, sino que tam-
bién le corresponde analizar y ejecutar. El choque cultural
que, en un principio, se produjo entre los expertos y los veci-
nos, ya ha quedado neutralizado y, en el transcurso del proce-
so, fue resultando cada vez más obvio que un arquitecto tiene
que colaborar con los vecinos del mismo barrio donde está
diseñando las viviendas. Ambas partes reconocen que así se
ahorra tiempo y la calidad resulta mejor. Por su carácter total-
mente abierto y público, el proceso del Presupuesto Participati-
vo ha agilizado y perfeccionado la política. En consecuencia,
los ciudadanos han podido ayudar a la administración a iden-
tificar las prioridades correctas.
El hecho de que los ciudadanos de Porto Alegre tengan poder
de decisión precisamente sobre el presupuesto ha sido impor-
tante para la evolución del proceso. Para el desarrollo de una
comunidad es importante que la distribución de los recursos
que existen sea óptima. En realidad, también forma parte de la
responsabilidad buscar soluciones para que un municipio
pueda aumentar sus ingresos. Muchos municipios, autoridades
y organizaciones hacen frente a problemas como balances cero
o saldos negativos de sus presupuestos. “No tenemos dinero”, o
“no hay dinero” son respuestas que se repiten cuando se lanza
cualquier propuesta. ¿Por qué no dejar a los propios ciudadanos
formular propuestas de cómo aumentar los ingresos, para que
sea posible satisfacer sus deseos? La economía de los munici-
pios suele ser la cuestión política central cuando hay elecciones
o conflictos políticos. Los dos concejales municipales entrevis-
tados en este libro hablan de lo absurdo que es que la gente, sin
reflexionar, pida servicios mejores e impuestos más bajos a la
vez, y también puntualizan que no es factible subir los impues-
tos hasta cualquier nivel. Las consultas populares en materia de
los impuestos que se llevan a cabo en la localidad sueca de
Kalix demuestran que hay cierto reconocimiento de que se
trata de dos objetivos incompatibles. Por otra parte, raras veces
se ofrece la posibilidad de votar activamente a favor de aumen-
tar los impuestos o tributos, ni presentar puntos de vista sobre
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el contenido de la redistribución económica. ¿No habría que
permitir que los ciudadanos materializaran el respaldo político
expresado por ellos, participando en la definición concreta de
esos aumentos o en las decisiones sobre la redistribución eco-
nómica, para que pueda ocurrir un cambio? De ninguna mane-
ra quiero proponer que haya otra cosa en lugar de las negocia-
ciones sindicales. Sí pienso que los ciudadanos deben tener
derecho a opinar sobre el uso de los ingresos y los gastos muni-
cipales, porque se conoce que los municipios pagan sueldos.
Una democracia vital también contiene componentes no
materiales, aunque su base descansa precisamente sobre lo
material. La esperanza es un valor que recalcaban tanto Stig
Henriksson de Fagersta como Peter Eriksson de Kalix. Los veci-
nos de sus municipios recobraron su esperanza, cuando la
situación material del municipio mejoró y la gente llegó a
tener más poder sobre su cotidianeidad. Ser ciudadano implica
muchas cosas distintas, y las primordiales tienen carácter mate-
rial. Hay que comer, tener una vivienda y sostenerse económica-
mente. Ser ciudadano también es saber: La información y el
conocimiento son el camino por el cual los sin poder pueden
adquirir poder e influencia, por la vía democrática.
Tener poder decisorio verdadero o ser invitado a dar opinio-
nes simplemente – allí está la diferencia fundamental. La
democracia participativa que yo propugno consiste en ser invi-
tado a participar para decidir, no a reunirse para opinar o ser
otra instancia consultiva más. Yo creo que el problema del
poder decisorio es de importancia vital para que la gente se
haga partícipe, pero es a la vez el problema probablemente más
difícil de resolver desde el punto de vista puramente organizati-
vo. ¿Qué criterios establecer para que un proceso tenga carácter
decisorio? ¿El número de personas que participan, la duración
del proceso o el grado de importancia del asunto? Probablemen-
te habría que buscar una solución para cada caso específico. Hay
que evitar que un grupito de individuos muy activos decidan
sobre los demás, pero tampoco no es admisible que, por más
individuos que participen o más profunda sea su participación,
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se les niegue poder decisorio porque las decisiones las tomen
políticos o funcionarios imposibles de influir. Establecer estatu-
tos y reglamentos comunes es importante y, en consecuencia,
llega a formar parte del proceso, ya que las formas y las reglas
del proceso decisorio son adoptadas por acuerdo común.
Entre el modelo de democracia participativa de Porto Ale-
gre y el proceso de consultas hay una gran diferencia, que es
la responsabilidad. En el proceso educativo, el ciudadano
aprende a asumir responsabilidades. En contra de la democra-
cia participativa se alega con frecuencia que “permite que cual-
quiera proponga cualquier locura, que luego pasa a ser reali-
dad”. Teóricamente es cierto, pero raras veces ocurre en la prác-
tica. Dado que el proceso presupuestario también significa asig-
nar recursos para las diversas propuestas, cada individuo que
participa en el proceso fiscaliza en detalle todas esas propues-
tas. Hay un nivel muy elevado de conocimiento de las necesida-
des de los distintos barrios de la ciudad o de la ciudad en su
conjunto. Inevitablemente, en el marco de una democracia par-
ticipativa habrá decisiones equivocadas, pero se conoce que la
democracia parlamentaria tampoco no es inmune a ese fenó-
meno. En un referéndum, la única responsabilidad que le
corresponde al ciudadano es la de ir a votar, y se deja a los
representantes populares electos que manejen el resultado y las
consecuencias de la consulta popular. Esos políticos incluso
pueden hacer otra interpretación o sacar consecuencias políti-
cas distintas de las que sacaría la mayoría que fue a votar. Inclu-
so podríamos evitar ese tipo de situaciones, si la responsabili-
dad fuera más allá del voto y no bastara con ir a las urnas sim-
plemente. En el presupuesto participativo hay que formar parte
del proceso para poder seguir el desarrollo de las propuestas e
influir en ellas y, al final, participar en la toma de decisiones. El
proceso, es decir la trayectoria democrática, tiene precisamente
un valor en sí mismo, porque genera conocimiento y responsabi-
lidad, que son dos cualidades democráticas importantes.
¿Serían factibles modalidades de toma de decisión distintas
de las que existen en el momento actual? El conocimiento y la
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información producen ciudadanos que exigen cosas. En ciertos
casos, como el de Porto Alegre, los representantes electos exi-
gen cosas con el argumento de que las exigen los ciudadanos.
Cuando el Alcalde negocia con el hipermercado multinacional
Carrefour, su motivación principal es no hacer concesiones a
espaldas de los ciudadanos. Se trata de una lucha por el espacio
de acción política, porque eso es lo que, en última instancia,
determina a quién los representantes populares electos aceptan
escuchar. En Norrköping, la responsabilidad pudiera haber
correspondido a los ciudadanos, pero se optó por ceder ante la
presión de la oposición, que eran las empresas privadas, los
consultores que recomendaban vender, y la empresa que quería
comprar. En los ejemplos de democracia participativa que yo he
estudiado, se dan casos de políticos que usan el recurso muy
ingenioso de echarle la culpa al pueblo. En Porto Alegre queda
más patente que el P T ha buscado, de hecho, la ayuda de la
población, por reconocer que la mayoría popular está a favor de
una política progresista. ¿Se imaginan ustedes a Tony Blair
diciendo que “no vamos a mandar tropas a Irak porque nues-
tros ciudadanos no lo quieren”? Difícilmente. Yo pienso que
esto es uno de los argumentos incomparablemente más impor-
tantes a favor de la democracia participativa como complemen-
to de la representativa. Garantiza a los políticos fuerza y poder
para tomar decisiones “incómodas”, porque este es el término
que suelen usar cuando se refieren a las privatizaciones, a los
cierres de fábricas y las guerras, que chocan con la voluntad
popular. En todas estas instancias se trata de hacer concesiones
ante el gran capital. ¡Ojalá los políticos aceptaran resultar
“incómodos” al gran capital y “cómodos” a quienes les dieron
sus votos!

C UA D E R N O 1 M AT E R I A L D E E S T U D I O S O B R E D E M O C R AC I A PA R T I C I PAT I VA 1 5
¿Qué es la democracia
participativa?
KJELL ÖSTBERG : Mi nombre es Kjell Östberg, soy catedrático de
Historia de la Escuela Superior de Södertörn, y me han concedi-
do el honor de abrir la discusión introductoria entre este grupo
de invitados interesantísimos, altamente calificados y experi-
mentados. El propósito de este panel es tratar de sentar las pau-
tas de la conferencia que tenemos por delante. Hemos pedido a
los invitados que expongan muy brevemente, en el espacio de
cinco minutos como mucho, su definición de lo que puede
representar la democracia participativa. Después sostendremos
un diálogo breve, pero luego todos los invitados ofrecerán expo-
siciones detalladas sobre sus especialidades respectivas.
Quisiera decir, ante todo, que para Suecia esta conferencia no
podría haber ocurrido en un momento más oportuno. En
muchos sentidos, el problema de la democracia, su crisis y su
futuro, ha llegado a estar en el primer plano, que es donde se
encuentra en este mismo instante. La crisis de la democracia
parlamentaria agranda la distancia entre ciudadanos y gober-
nantes, problema que se ha situado en el foco de la atención.
Esta semana, se publicó una encuesta muy comentada que
demuestra que el 63 por ciento de los suecos ven al partido que
ostenta el gobierno más bien como un grupo de cabecillas,
burócratas y autócratas. Incluso entre aquellos que dieron ellos
mismos sus votos a los socialdemócratas, el porcentaje que
piensa que hay que caracterizar a los representantes de este par-
tido como autoritarios, es dos veces el que los ve como socialis-
tas, reformadores o amigos de los pobres, que era la otra alter-
nativa en esta encuesta.
Otro asunto de actualidad es la propuesta de que la nueva
Constitución de la Unión Europea sea sometida a referéndum.
Esa Constitución, si es adoptada, agrandará más aún la distan- Panel Introductorio de
la Conferencia de
cia entre los ciudadanos y los gobernantes y, además, dará más
Estocolmo, Octubre
margen a la dictadura del mercado. Las intensas discusiones de de 2004.
C UA D E R N O 1 M AT E R I A L D E E S T U D I O S O B R E D E M O C R AC I A PA R T I C I PAT I VA 1 6
estos últimos días sobre la izquierda y la democracia demues-
tran que a partes de esta izquierda les toca todavía pagar, con o
sin razón, un alto precio por los vínculos que tuvieran en el
pasado con partidos totalitarios que padecían de déficit demo-
crático, por utilizar un término benévolo.
Sin embargo, este debate resulta muy oportuno incluso en
una perspectiva más larga. Para mí, como historiador, un punto
de partida central es la relación evidente que existe entre la
democratización y la fortaleza y el desarrollo de los movimien-
tos sociales. Existen períodos especialmente propicios para este
tipo de cambios. En mi trabajo de investigación, los procesos de
democratización han tenido un interés particular. La democra-
tización de Suecia ha estado muy asociada a las oleadas de radi-
calización. Una de las primeras oleadas de este tipo se produjo
a principios del siglo pasado, que fue cuando triunfó verdadera-
mente el movimiento obrero. En esa época Suecia encabezaba
la liga europea de huelgas. En la lucha por los derechos demo-
cráticos también participaron los demás movimientos popula-
res clásicos, por ejemplo el movimiento de abstemios y el movi-
miento feminista. De ello resultó el derecho de voto para los
hombres, el derecho de asociación, es decir el derecho de cons-
tituir sindicatos, por ejemplo, a afiliarse a ellos y usarlos en la
lucha. El próximo período de radicalización puede sintetizarse
en el año 1917. Dentro de unos instantes, mi colega Håkan
Blomqvist les hablará más de aquel dramático año. Yo quisiera
decir que las revueltas populares que ocurrieron en la primave-
ra de 1917 probablemente son la expresión de la lucha de
masas más grande que ha ocurrido en Suecia – hasta la fecha,
podría añadirse. El resultado de ello, en combinación con la
amenaza que suponía la revolución rusa, fue un avance decisi-
vo de los derechos democráticos burgueses. El hecho de que, a
esas alturas, la mujer también tuviera derecho de voto se lo
debemos en alta medida al muy organizado movimiento feme-
nino por el sufragio universal.
El período siguiente de radicalización o, podría decirse, de
polarización, lo vemos en la Suecia de los años 30, época en que
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Suecia vuelve a encabezar la liga europea de huelgas. Esa déca-
da también trajo un crecimiento continuado de los movimien-
tos populares: los sindicatos, el movimiento feminista, las aso-
ciaciones de arrendatarios de apartamentos etc. Gracias a estos
movimientos, la sociedad sueca pudo resistir los ataques a la
democracia acabada de conquistar, que provenían de las
corrientes pro-fascistas en el extranjero. Fue posible crear la
base de la política sueca de bienestar, que fue la conquista más
importante de esa época.
La última oleada de radicalización de importancia también
podría sintetizarse en un solo año, el 68, si bien su duración
fue mucho más larga. Inspirados en la lucha de emancipación
del colonialismo, jóvenes y estudiantes encendieron en 1968
una chispa, poniendo en tela de juicio las jerarquías tradiciona-
les, exigiendo democracia en las escuelas, en las universidades
y en toda la sociedad. Es importante recordar que esta radicali-
zación llegó hasta la clase obrera y lo cierto es que, durante un
decenio, el tema de la democracia en los centros de trabajo y la
democracia económica prácticamente fue el que dominó el
debate político. También es cierto que el resultado fue limita-
do, pero la radicalización que ocurrió en otras esferas durante
los años 60 y 70, especialmente los derechos y la participación
política de la mujer, generó éxitos más duraderos.
En la actualidad, que es adónde aspiro a llegar, existen
muchos factores que indican que nos encontramos en una fase
nueva de radicalización progresiva, y es también la razón por la
cual quiero ofrecer esta breve panorámica histórica a nuestros
invitados extranjeros. Al igual que ocurrió cuando la oleada
pasada, los impulsos más significativos dimanan del tercer
mundo, cosa que también se refleja aquí. Tenemos al movi-
miento de globalización alternativa, el movimiento anti-guerra
y otros más. Si esto es cierto, y si también es cierta mi teoría de
que existe una relación entre la democratización y la radicaliza-
ción, es en este momento precisamente cuando debemos inten-
sificar la discusión sobre la esencia verdadera de la democracia
por la que estamos luchando. Así que va a ser muy interesante
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escuchar las opiniones acerca de la democracia participativa de
nuestros muy calificados y experimentados invitados interna-
cionales. Dejemos la palabra a nuestro amigo de México.

VICTOR FLORES OLEA : Yo quisiera plantear que la idea funda-


mental de la democracia, que es la libertad democrática y la
libertad de elección, se encuentra en una crisis profunda en la
actualidad. Parece que la democracia ha sido secuestrada, por
así decirlo, y que no está respondiendo a las necesidades socia-
les. Hoy existe una gran brecha entre los políticos y el resto de
la sociedad. Hace falta un movimiento nuevo por la reconquista
y la radicalización de la democracia, que reavive el concepto de
la democracia por el pueblo y para el pueblo. La etapa en que
nos encontramos está creando condiciones nuevas para unos
movimientos radicales y revolucionarios nuevos.
¿Cómo restituir al pueblo esta democracia, que es rehén de
los grandes consorcios, de las agrupaciones del poder político y
de las empresas multinacionales, que son los que toman las
decisiones importantes en todos los países. Simplemente han
tergiversado el significado de la representación popular, que es
la base de toda democracia. En la actualidad, se dedican al
cabildeo y a diversos tipos de negociaciones, y el interés priva-
do se sobrepone al interés social. Sin embargo, la propia histo-
ria comienza ya a señalar caminos a seguir para allanar esa bre-
cha profunda y ese antagonismo, y yo quisiera referirme a lo
que decía aquí el catedrático de los movimientos sociales nue-
vos, a lo largo y ancho del mundo, que se han pronunciado en
contra de un neoliberalismo y un sistema capitalista global
que, en muchos lugares, ha dado origen a unas diferencias
extremas entre pobres y ricos. Incluso en un país como Suecia,
que tiene una tradición larga de bienestar, en el mejor sentido
de la palabra, el neoliberalismo ha comenzado a quebrantar la
igualdad relativa, y se comienza ahora a ver una polarización
que ocurre en el mundo entero.
En los países en desarrollo, por ejemplo Latinoamérica, se
manifiesta en formas brutales. Recientemente, el Programa de
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Desarrollo de las Naciones Unidas publicó un informe que
refleja la concentración feroz de las riquezas que está teniendo
lugar, y cómo la miseria se hace cada vez más extrema. En esta
encuesta, muchos latinoamericanos afirman que prefieren un
régimen que no necesariamente tiene que ser muy democráti-
co, con tal de que sea capaz de contribuir a resolver nuestras
necesidades sociales fundamentales. Yo quisiera decir que los
movimientos sociales tienen un objetivo esencial, que es la
reconquista de la democracia. Son movimientos que aspiran a
una democracia profunda y participativa.
El concepto de democracia participativa encierra aspectos
diversos, todos ellos plenamente válidos. Se trata, por ejemplo,
de las instituciones, del referéndum, de la participación ciuda-
dana, pero también de centros de trabajo y centros de investiga-
ción autogestionados y muchas cosas más. En otras esferas polí-
ticas puede tratarse de autonomía para los municipios, o auto-
gobierno a nivel municipal. Hay aquí, por tanto, un campo muy
vasto, en que los ciudadanos están recuperando su poder de
decisión, su autoridad para tomar decisiones sobre sus propias
vidas y su propio destino, sin dejar que los grupos económicos
fuertes, sean nacionales o multinacionales, determinen el des-
tino de las sociedades y de las naciones.
Creo que el objetivo de democracia participativa es uno de
los objetivos revolucionarios fundamentales de nuestra época.
Posiblemente como era fundamental hace 40-50 años el de la
nacionalización de las economías, creo que hoy la democracia
participativa, la democracia de autogobierno, que deja a los
propios ciudadanos decidir sobre su situación, también es un
objetivo revolucionario, el más profundo y radical en muchas
partes del mundo.
Nos hemos reunido aquí para intercambiar experiencias en
esta materia, y creo que podemos alcanzar resultados impor-
tantes en este intercambio, es decir que vamos a poder escu-
char experiencias de países desarrollados como Suecia y tam-
bién experiencias de países menos desarrollados como los lati-
noamericanos. Es muy importante tener constantemente este
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tipo de intercambio de opiniones y de experiencias, creo que
tendrá mucha relevancia y que será muy fructífero para todos
nosotros.

BERNARDA HERRERA : El tema de las discusiones de hoy es inte-


resantísimo y para mí es muy importante poder transmitir a
Uds. las experiencias de democracia participativa que hemos
tenido nosotros. Es un concepto central de la Constitución que
adoptó nuestro país en el año 2000. Para nosotros, la importan-
cia de este concepto está íntimamente relacionada con lo que
decía nuestro colega mexicano, quien hablaba de la crisis de la
democracia representativa. Esa democracia representativa se ha
ido socavando durante unos cincuenta años y, al final, en reali-
dad no está representando a nadie.
A partir de 1999, comenzamos a desarrollar un proceso con
el objetivo de lograr una Constitución nueva. La democracia
participativa quedó plasmada en el documento que es la Cons-
titución de Venezuela. De hecho este concepto es uno de los
más centrales de su texto. Partiendo de nuestras experiencias y
a nuestro modo de ver, la democracia tiene que ser una demo-
cracia participativa protagonizada por el pueblo. Significa ello
que todos los venezolanos, todos los ciudadanos tienen la posi-
bilidad de participar en todas las etapas, y en todo lo que tenga
que ver con la administración pública. Es lo que establece la
Ley, y estamos desarrollando métodos posibles y eficaces para
hacer política y materializar las diversas actividades que dima-
nen de ello, para también llegar a tener control de los diversos
problemas críticos de los que hay muchos en Venezuela, por
ejemplo la corrupción. Es decir que, conforme a la Constitu-
ción, tenemos la posibilidad de alcanzar control social de diver-
sas actividades, aspecto muy importante de la democracia par-
ticipativa.
En lo que se refiere a la administración pública, también hay
mecanismos fundamentales de desarrollo de la democracia par-
ticipativa. Desde esta perspectiva, también se trata de soberanía
popular en el ejercicio de la autoridad pública. Al cabo de tantos
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años de democracia representativa, que no permite saber cómo
materializar todas estas cosas, tenemos que iniciar un proceso
nuevo e incentivar siempre formas organizativas nuevas para
poder orientar el proceso. Partiendo de nuestra Magna Carta,
que es la Constitución, y con la democracia participativa prota-
gonizada por el pueblo, tenemos que procurar que esto tam-
bién llegue a ser realidad, es decir que los ciudadanos tengan la
posibilidad real de participar en la administración pública. Por
estas razones, nos hemos dedicado a desarrollar diversas for-
mas y posibilidades organizativas, con el fin de que el ciudada-
no común tenga su espacio en todas las instituciones. Luego
hay que materializar todas estas cosas con vista a que tengan su
expresión política. Vamos a recopilar nuestras experiencias y
sistematizarlas y, partiendo de las experiencias prácticas,
vamos a redefinir las formas de la democracia en Latinoaméri-
ca. Me refiero en primer lugar a Venezuela, donde estamos ple-
namente enfrascados en este proceso.

NEKA : Para mí también es una gran satisfacción poder escu-


char las experiencias de otras partes del mundo en esta confe-
rencia. Yo vengo del movimiento de desocupados de Solano,
que es una ciudad al Sur de Buenos Aires, que tiene alrededor
de 80,000 habitantes. Este movimiento surgió a finales de los
años 90, en una situación muy especial. Durante esa década,
ocurrió en Argentina una profundización muy evidente de la
política neoliberal. El país había sido devastado por la dictadu-
ra militar que tuvimos desde los años 70. Luego siguieron los
gobiernos seudo-democráticos, que en realidad eran una pro-
longación de la política de antes. En los años 90 tuvimos un
desempleo terrible, que llegó hasta el 60 por ciento. Más del 50
por ciento de la población quedó sumido en la pobreza y la
marginación. En las ciudades de las provincias, la población se
puso a ocupar tierras para resolver los problemas de vivienda.
En el marco de esas actividades, comenzamos a reunirnos en
asambleas para discutir la situación del país, y de esa manera
surgió el movimiento de los piqueteros. Se puede decir que lo
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característico de los piqueteros es que están junto a las fábricas.
Son personas desocupadas que se han unido para, por ejemplo,
bloquear carreteras y realizar otras acciones para dar énfasis a
sus reivindicaciones frente a las autoridades en materia del
hambre, los servicios médicos, la educación etcétera. El movi-
miento al que yo pertenezco comenzó así. Los primeros blo-
queos fueron una protesta por las privatizaciones del petróleo,
cuando quedó transferida a los grandes consorcios multinacio-
nales la titularidad de un bien que, en realidad, pertenecía al
Estado de Argentina.
En nuestro caso, la democracia participativa es algo que nos-
otros llamamos democracia directa, y que forma parte de un
todo. Se trata de comprender la realidad en que estamos vivien-
do y cómo crear, de manera concreta y con nuestra lucha dia-
ria, un espacio para los ciudadanos. Para nosotros significa lo
mismo que en otros países de Latinoamérica, donde existe un
vacío de poder en lo que se refiere a la representación.
El día 20 de diciembre de 2001, nació un movimiento en toda
nuestra sociedad. Se formaron grupos, como los de los piquete-
ros, que ocuparon fábricas, y muchos grupos más, que se plante-
aron la tarea de construir una sociedad nueva. Hay que tener en
cuenta que la política de Argentina, en realidad, es muy comple-
ja. Hay corrientes y matices diversos, y yo pertenezco a los movi-
mientos autónomos que aspiran a crear un espacio para partici-
pación por medio de acción directa. Para nosotros, la acción
directa es una manera de intervenir diariamente en nuestra
vida. Estamos rompiendo con la cultura que los grupos y los
consorcios dominantes nos imponen. Hay formas diversas de
dominación en Argentina. Tenemos, por ejemplo, el consumis-
mo que nos inculca la publicidad y la propaganda, y que impone
un estilo de vivir y de consumir. Otro aspecto es el machismo,
que influye tanto en los hombres como en las mujeres.
En nuestro movimiento reflexionamos sobre todos estos
aspectos, simplemente para llegar a otra forma de vivir. La esen-
cia de la democracia participativa o la democracia directa, para
usar nuestro término, es analizar cómo construir unas relacio-
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nes sociales nuevas, es decir crear unas subjetividades nuevas
capaces de quebrantar la política de dominación que tiene
muchas manifestaciones. Y reflexionar, como dice nuestra com-
pañera venezolana, sobre la responsabilidad que nos correspon-
de a todos nosotros de proponer otras formas de vida cotidiana.
Esto es la base, podemos decir, y estamos tratando de crear
espacios para discutir, en términos prácticos, la salud pública,
los servicios médicos, la educación etcétera. En nuestro movi-
miento hemos iniciado una discusión sobre diversas problemá-
ticas, por ejemplo salud pública, y cómo lograr un sistema edu-
cacional que realmente exista para todo el mundo y no sola-
mente para unos cuantos privilegiados, y cómo desarrollar acti-
vidades productivas con relaciones totalmente distintas entre
las personas, que no sean las relaciones verticales entre el jefe y
el obrero. Es decir que todos los aspectos de nuestra vida son
objeto del desarrollo de modalidades nuevas dentro de la
democracia participativa.

NARAYANA MOOR THY : Soy de la India, la democracia más gran-


de del mundo, donde se supone que gozamos de todas las ven-
tajas que tiene la democracia. Sin embargo, en la India el posee-
dor de bienes, el que pertenece a las clases altas, pisotea y deci-
de sobre el paria. El ciudadano común todavía está a la espera
del fruto de esa democracia.
En la democracia de la India, el 70 por ciento de la población
vive por debajo del umbral de la pobreza. El nivel salarial es
bajísimo. En el nombre de la democracia, las empresas multina-
cionales explotan a la población con la ayuda de los partidos de
centro-derecha, por ejemplo el B J P y un partido hindú. Y así
sucede desde hace 50 años. Lo que buscan es más poder y más
lucro, y el pueblo sufre.
Para salir de esta situación negativa y alcanzar muchos obje-
tivos positivos, hace falta un cambio, y no tengo soluciones pro-
piamente dichas para este proceso. Podrá ser un proceso bastan-
te largo, eso depende de la población de mi patria, de la política,
de la religión que se profese, de la casta a que se pertenezca. De
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todas estas cosas depende el que se pueda decir en la India que
se vive en una democracia. Se puede decir que queremos demo-
cracia, pero con pluralidad.

TAYSEER AROURI : Yo represento a la Coalición Democrática


Palestina en esta conferencia, que como coalición es de crea-
ción bastante reciente. Su base y su columna vertebral es el Par-
tido Popular Palestino, que es el antiguo partido comunista. Yo
vengo de Palestina, que es la pequeña tierra del mundo, donde
el objetivo principal es la lucha contra la última ocupación que
subsiste en el mundo. Talvez sea la última ocupación colonial
del mundo. Al mismo tiempo, nuestra coalición política consi-
dera que no es posible distinguir entre la lucha contra la colo-
nización y la lucha por la democracia y los derechos humanos.
Esta lucha es un instrumento importantísimo teniendo en
cuenta la situación actual de Palestina, es un instrumento
importante en la lucha contra la ocupación israelí. Yo creo que
la población palestina aprendió muchas cosas sobre democra-
cia a finales de los años 70, durante los años 80 y hasta princi-
pios de los años 90. Hubo muchas experiencias enriquecedoras
de muchos tipos diversos de democracia. Hemos trabajado
sobre todo con los Comités Populares, lo cual es una experien-
cia que no se puede clasificar solamente como un elemento de
democracia, trátese de una democracia de consenso o de demo-
cracia participativa. Tampoco no me parece una forma específi-
ca, sino más bien una combinación de varias formas distintas
de democracia.
Quisiera tratar de ofrecerles una definición, partiendo de
nuestras experiencias de democracia participativa. En nuestras
experiencias, la democracia participativa es una combinación
de algunos de los aspectos siguientes, o de todos ellos: democra-
cia directa, democracia de consenso, democracia deliberativa,
democracia participativa, democracia de partisanos y democra-
cia de base. Una combinación, pues, que según la situación
existente ofrece posibilidades y mecanismos para lograr una
participación popular máxima en el proceso decisorio, de
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modo que esa participación tenga repercusión en todos los
aspectos de la vida política, económica, social y cultural. Así
interpreto yo la democracia participativa.

LUIZ ARNALDO CAMPOS : En primer lugar, quisiera dirigir unas


palabras de agradecimiento al pueblo sueco. En los años 70, la
solidaridad del pueblo sueco salvó muchas vidas de luchadores
en toda Latinoamérica, entre ellos muchos brasileños que, gra-
cias a esa solidaridad, pueden llevar adelante su lucha y su tra-
bajo por nuestro país. Estamos muy agradecidos. Pasarán siglos,
pero nuestro agradecimiento no se desvanecerá.
Vengo de Brasil, pues. Es un país donde la palabra socialismo
sigue teniendo vigor pleno. Es una utopía que comparte mucha
gente, y creo que hoy se puede decir que son millones de perso-
nas. Estoy hablando en nombre de la Alcaldía de Belém do Pará,
ciudad que es la puerta del Amazonas, con unos 1.2 millones de
habitantes, a 100-200 kilómetros de distancia del Mar Atlántico.
Esta ciudad existe desde hace 300 años, y desde hace ocho años
nosotros la estamos gobernando. Asumimos el gobierno el 1o
de enero de 1997. Se trataba de una coalición de partidos de
izquierda bajo la dirección del Partido dos Trabalhadores. En
Belém, el ala izquierda del P T dominaba, y venimos gobernan-
do la ciudad desde entonces.
Para nosotros, democracia participativa son cuatro cosas. En
primer lugar, significa un puente en la memoria del pueblo. En
segundo lugar, tiene que ser una escuela para los movimientos
de masas, una suerte de simposio donde cada día se construye
el futuro. A nuestro modo de ver, la democracia participativa se
expresa en la planificación colectiva del futuro. En tercer lugar,
significa control social de las decisiones, es decir que el pueblo
tenga la posibilidad de comprobar la implementación de las
decisiones colectivas. En cuarto lugar, también significa crear
órganos populares para la administración participativa.
En Belém, además de la Alcaldía, que es el órgano máximo de
la democracia representativa a nivel municipal, existe hoy el
Congreso de la Ciudad, órgano que debe ser la expresión máxima
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de la democracia participativa. Es una suerte de gobierno compar-
tido entre este organismo y la Alcaldía. Así concebimos la demo-
cracia participativa, y constantemente la estamos desarrollando.
Hay muchas contradicciones y, a la vez, experiencias muy ricas.
Para nosotros es de gran importancia la sensación de ser protago-
nista de la democracia participativa, que es obra del pueblo.

KJELL ÖSTBERG : Tenemos algunos minutos más. Es decir que


cualquiera del panel que desee agregar algo, perfectamente lo
podrá hacer. Una cosa que me llamó la atención en sus presenta-
ciones, es que estaban basadas en gran medida en unas experien-
cias concretas que son muy distintas de un país a otro. Al mismo
tiempo, se está discutiendo la importancia que tienen los nuevos
movimientos sociales globales para el debate y el desarrollo de
formas democráticas alternativas. Una pregunta que yo quisiera
dirigir al panel es: ¿Qué importancia tiene este nuevo movimien-
to internacional para sus discusiones a nivel local?

LUIZ ARNALDO CAMPOS : Evidentemente, los movimientos


internacionales tienen una importancia decisiva para nosotros.
Me refiero, por ejemplo, al Foro Social Mundial que dio por
resultado, en Belém, que la Alcaldía se propuso promover un
Foro Social Amazónico. En este foro participan Brasil, Guyana,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Surinam. Ya hemos
celebrado dos foros en Belém, y el último tuvo lugar en Vene-
zuela. No creo que se pueda hablar de democracia participativa
si no procuramos que se logre un movimiento mundial de este
tipo entre los trabajadores. La democracia participativa presu-
pone que haya conciencia de que nos están explotando y opri-
miendo de diversas maneras en todo el planeta. No creo que se
pueda hablar de democracia participativa sin ver la solidaridad
internacional como un factor decisivo.

VICTOR FLORES OLEA : Estoy totalmente de acuerdo con lo que


dice Luiz. Los movimientos sociales son unos hechos políticos
muy importantes hoy, por ser universales y por lo que tratan de
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alcanzar tanto a nivel local como en el mundo entero. Por regla
general, los movimientos sociales han brotado de unas expe-
riencias concretas, pero el hecho de que sean tan similares en
muchos lugares demuestra que es posible establecer objetivos
para toda la humanidad. De por sí, los procesos pueden ser dis-
tintos y tener expresiones distintas, pero el objetivo, que es
construir el poder popular y la democracia, es decir la democra-
cia participativa e incluyente, es realmente significativo para
estos movimientos sociales.
Más tarde, voy a hablar del Movimiento Zapatista de México.
Personalmente, no formo parte del Movimiento Zapatista, pero
tengo muchas relaciones y conocimiento de primera mano
sobre este movimiento. En el Movimiento Zapatista y en las
comunidades indígenas de México hay contactos muy estrechos
con los movimientos sociales, y se han celebrado al menos dos
eventos, contra el neoliberalismo y por el humanismo, y allí se
ha hablado de este tipo de lucha que se desarrolla en diversas
partes del mundo. El movimiento social y el zapatismo forman
parte de los movimientos sociales nuevos del mundo entero.
Realmente creo que existe ya una dialéctica y una comunica-
ción entre el nivel local y un movimiento político global, que
antes raras veces se había visto en nuestra historia. Es una situa-
ción realmente prometedora y enriquecedora, y un resultado,
entre otros, es la posibilidad que hemos llegado a tener de
encontrarnos aquí.

TAYSEER AROURI : Para los palestinos, la solidaridad puede ser


un factor decisivo, especialmente en lo que se refiere a los aspec-
tos sociales y democráticos, porque el instrumento principal en
la lucha contra la ocupación israelí durante los años 70 y 80 fue-
ron las grandes organizaciones de masas que ejercían la demo-
cracia. Después de la instauración de la Autoridad Palestina,
resultó que muchos integrantes de estas organizaciones y de los
Comités Populares habían muerto o habían sido muertos. Signi-
ficó ello que nuestro instrumento principal para combatir la
ocupación había desaparecido. Nos encontramos ahora en una
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etapa en que lo más importante de todo es tratar de recrear los
Comités Populares, luchando verdaderamente por la democracia
interna y contra la corrupción y otros fenómenos para así poder
movilizar a toda la población, de la misma manera que durante
los años 80, cuando la primera intifada. La solidaridad internacio-
nal es un factor realmente decisivo para nosotros. Comprender el
papel que juegan los movimientos democráticos en el mundo y
comprender así como se puede ayudar a los pueblos es realmente
algo decisivo para Palestina en estos momentos.

BERNARDA HERRERA : Para nosotros los venezolanos también, la


solidaridad es decisiva para poder desarrollar este concepto,
que es algo que existe más bien sobre el papel que no de hecho,
pero vamos por este camino. La política internacional que con-
ducimos y lo que ha hecho nuestro presidente en sus visitas a
distintos países del mundo, ha sido de importancia vital para
promover este proceso. Ya se trata, por tanto, de un movimiento
a nivel internacional, y estamos recibiendo muestras de una
gran solidaridad de muchos pueblos del mundo. Hay gente
atenta a nuestro país, cosa importantísima para nosotros. Esta-
mos convencidos de que esto contribuye a desarrollar este con-
cepto. No se trata solamente de que los ciudadanos de Venezue-
la tengan participación, sino que nuestro país, y Caracas como
capital, también tienen que jugar un papel, gracias al apoyo
que hemos recibido de muchas partes del mundo y la solidari-
dad que hemos visto durante los momentos difíciles que hemos
pasado. Como decía Luiz, la participación en el Foro Social
Mundial, por ejemplo, fue importante para nosotros.

KJELL ÖSTBERG : Ya va siendo hora de dar por terminado este diá-


logo. Hacia el final, se ha hablado mucho de solidaridad. Yo creo
que entre las izquierdas del mundo rico ha existido una tenden-
cia de sentir mucha solidaridad con el tercer mundo, y de que-
rer compartir nuestras riquezas con el tercer mundo. Lo que
está demostrando este evento y los ejemplos de Latinoamérica y
de Asia que hemos escuchado, y que nos pueden ser útiles, es
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que ahora, más bien son los que están desarrollando estos ejem-
plos nuevos quienes están mostrando solidaridad con nosotros
los suecos, para que podamos participar en la discusión y des-
arrollar nuestra democracia. Otra vez más les agradezco estos
ejemplos interesantes. Como saben Uds. el tema se va a desarro-
llar durante estas dos jornadas.

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Una experiencia europea
– la frustración del
socialismo reformista

El siglo 20 vió el fracaso de dos proyectos anticapitalistas en


Europa, el socialismo revolucionario y el socialismo reformista.
Con todas las diferencias tanto de circunstancias internas y
externas, prácticas y teóricas, tenían una clave común: la falta
de democracia real, participativa y laboral.
En el vocabulario predominante suele decirse de otra forma,
que se diferenciaban justamente en que el uno fue antidemo-
crático y el otro democrático. Y en términos de democracia libe-
ral es correcto. Pero sin subestimar el valor universal de los
derechos y libertades ciudadanas inscritas en la democracia
liberal, hay que ver sus limitaciones. Iguales derechos civiles y
libertades formales para todos es la cara positiva de la democra-
cia liberal. La falta de oportunidades reales de ejercerlos y el
limitado campo de acción, excluyendo el poder sobre la produc-
ción, es la cara negativa, inherente en el sistema capitalista
para el cual está diseñada, definida como procedimiento, no
como esencia o resultado. La democracia como poder del pue-
blo con participación popular e igualdad de oportunidades,
abarcando toda la sociedad, es incompatible con la lógica del
capitalismo.
El reformismo socialista sueco también se basó en este análi-
sis de la democracia liberal y se propuso la construcción de la
democracia socialista en tres pasos, conquistando
• La democracia política primero (el derecho al voto, el parla-
mentarismo),
• La democracia social después (el derecho a una vida decente, Una Experencia Euro-
al empleo, a la seguridad social, la educación, la salud y la pea de Eva Björklund,
cultura) y Foro Internacional de
Izquierda, Suecia, Semi-
• La democracia económica al final (el poder popular sobre los
nario PPT Caracas
medios productivos). Mayo de 2005.
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La sociedad de bienestar
La sociedad de bienestar y la economía keynesiana fue la políti-
ca común de la mayor parte de los países de Europa occidental
después de la segunda guerra mundial, independientemente de
si los partidos en el gobierno fueran de derecha o de izquierda.
Lo que destaca a Suecia es que con un partido socialdemócrata
en el gobierno durante casi 80 años alcanzó el desarrollo más
avanzado. A pesar de esto Suecia hoy es cada día más una socie-
dad como cualquiera otra, todavía rica pero con crecientes des-
igualdades, y también miembro de la Unión Europea imperia-
lista. Y el apoyo al partido socialdemócrata registra los niveles
más bajos desde la primera guerra mundial.

El partido obrero socialdemócrata


El partido obrero socialdemócrata sueco se fundó en 1889 crea-
do por las organizaciones sindicales, como instrumento para
cambiar la sociedad. En 1917, medio año antes de la revolución
bolchevique, la mayoría reformista expulsó a la minoría más
radical que después fundó el partido que llegó a ser el partido
comunista sueco, hoy partido de izquierda.
La socialdemocracia hasta la fecha ha tenido su respaldo fun-
damentalmente en la clase obrera industrial y en el personal
no calificado del sector público, las mujeres. En el programa
del partido existía una concepción marxista y la meta de crear
una sociedad sin clases, con el poder sobre los medios de pro-
ducción en manos del pueblo. Es hace solamente un par de
años, en la última revisión del programa, que abandonaron
esta meta.
El partido comunista históricamente ha tenido un peso bas-
tante limitado en el parlamento, sólo del orden del 5 porciento,
aunque algunas veces ha llegado al 10 porciento. Hasta las elec-
ciones en 1998, en que el partido socialdemócrata perdió unos
4 -5 porcientos al entonces partido de izquierda, que creció a 12
porciento, fué básicamente ignorado por el partido socialdemó-
crata. Sólo a partir de entonces la socialdemocracia necesitaba
de la izquierda para gobernar.
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El modelo sueco y la democracia social
Una característica de la sociedad sueca es que la clase capitalis-
ta financiera e industrial está fuertemente centralizada y muy
bien organizada. Principalmente a través de su organización
patronal llamada S A F , que sería algo como Fedecámaras en
Venezuela, ha jugado un papel político más importante que el
de los partidos burgueses..
En suecia está muy bien organizado también el movimiento
sindical. Sigue siendo único a nivel internacional con más de 80
porciento de afiliación y la dirección de la Central Obrera siem-
pre ha ocupado lugares destacados en el partido socialdemócra-
ta. El secretario general de la Central Obrera, como norma, ha
sido diputado y miembro del ejecutivo de este partido.
Fue en los años 30 que el movimiento sindical y la patronal
hallaron las formas de colaboración, típicas para el modelo
sueco. Los acuerdos firmados en ese momento simbolizan toda
una época de colaboración, determinada por la ambición com-
partida entre los dirigentes sindicales y los patronos, en resol-
ver los problemas por medio de negociaciones y contratos.
Durante más que 30 años los resultados fueron favorables
para las dos partes. También les favoreció que Suecia después
de la segunda guerra mundial, desde una posición privilegiada,
podía cabalgar sobre una larga ola de bonanza económica inter-
nacional hasta finales de los años 60.
Así el capital permitió la creación de la sociedad de bienes-
tar, entendiendo las ventajas de una clase obrera bien educada
y saludable, mientras que el gobierno no amenazaba el derecho
dictatorial de los empresarios sobre la producción. Había una
hegemonía política que favorecía al mundo obrero, pero que
también enriquecía a las corporaciones suecas, las que pudie-
ron convertirse en transnacionales y participar en la explota-
ción del tercer mundo.
Otra rasgo del modelo sueco es la política de bienestar gene-
ralizada, de todos los ciudadanos, financiada a través de
impuestos de manera que todo el mundo contribuye, en cierta
medida según su posibilidad, con impuestos progresivos. El
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estado y los municipios organizan y administran las estructu-
ras de la seguridad social. Lo mismo ocurre con la educación y
la salud, el seguro sobre enfermedad, el sistema de pensiones,
la licencia de maternidad, los círculos infantiles etcétera.
El tercer aspecto típico son las alianzas entre el partido social-
demócrata, los movimientos sociales y el capital nacional. En los
años 50 se estableció la norma de invitar a sectores importantes
de la sociedad a resolver problemas a través de deliberaciones
informales. Era una manera corporativista donde participaban
el patronato, los sindicatos, las organizaciones de los campesi-
nos y el movimiento cooperativista, entre otros.
Y el movimiento obrero poco a poco fue dominado y converti-
do en instrumento leal del partido socialdemócrata.

La democracia económica amenazaba al poder


capitalista – el indicio del desmontaje del modelo
En la década 60 el modelo fue desafiado desde la izquierda a
raíz de la radicalización de la juventud – despertada por la gue-
rra contra Vietnam – y de los obreros. Educados dentro de una
ideológica de igualdad y solidaridad ya no aceptaban formas
autoritarias y tampoco que la democracia se quedaba fuera de
las puertas de los centros laborales y educativos. En términos
de la democracia de las tres etapas quedaba por resolverse la
democracia económica.
Un hecho decisivo fue la exigencia del movimiento sindical,
primero de co-opción en los centros laborales, y después de la
construcción de fondos de asalariados donde los sindicatos iba
a tener participación en las ganancias y en su calidad de copro-
pietarios ejercer cierto poder sobre las empresas. Esto significa-
ba una ruptura con el consenso que había reinado entre sindi-
cato y patronato desde décadas.
Los dueños del capital se dieron cuenta. Asustaron y fueron
capaces de movilizar masivamente por las calles a los pequeños
empresarios. La dirección socialdemócrata se plegó y más
nunca se ha atrevido a poner en duda la propiedad privada
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sobre el capital accionista. Después no hubo tampoco resisten-
cia cuando se impuso la globalización neoliberal.
Este cambio de hegemonía ideológica expresa un cambio en
el balance de poder entre capital y trabajo y una ofensiva fuerte
por la patronal nacional. Esta actuó en el marco de una ofensi-
va internacional para poder expandir el capital en terrenos
antes cerrados, como los países del este de Europa y los sectores
públicos del oeste, tanto de Europa como de algunos países del
tercer mundo dónde aún pervivían conquistas de post guerra.

Los medios masivos y la democracia liberal


El movimiento obrero había creado sus propios periódicos y
revistas y después de la segunda guerra mundial tenía un
matutino y un vespertino nacional, y un diario por lo menos en
todas ciudades provinciales. Pero no podían financiarse a base
de venta de anuncios como la prensa liberal.
El partido socialdemócrata, o más bien la Central Obrera, que
era la parte rica de la pareja, tuvo que cubrir el déficit, y lo
hacía durante un tiempo, consciente de la importancia de tener
una voz suya en la formación de la opinión pública, y para el
fortalecimiento de la autoconfianza de la clase obrera como
sujeto para sí. Pero la competencia asimétrica con los medios
con financiación basada en anuncios, poco a poco fue estrangu-
lando aquellos diarios que llevaban la contraria a la política de
los anunciantes.
Como el periódico socialdemócrata provincial o municipal
casi nunca era el de mayor circulación, en nombre de la liber-
tad de expresión el parlamento dictó una ley de subsidio al
periódico de menor circulación para así liberar el movimiento
obrero de ese peso financiero. A pesar de lo cual no pudieron
resistir la avalancha del neoliberalismo y, en las décadas de los
80 y 90 se cerraron o se fusionaron casi todos los periódicos
socialdemócratas. Por lo que resulta que hoy, cuando casi el 90
por ciento de la prensa es burguesa, la mayor parte de los subsi-
dios estatales para el pluralismo mediático terminan en los bol-
sillos de las familias o de las corporaciones privadas mediáticas.
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Un ejemplo tan válido como cualquier otro de la dificultad de
domesticar las fuerzas comerciales.
A la dominación liberal casi total en la prensa escrita siguió
la misma tendencia en los dos canales de televisión estatales,
en competencia con tres nacionales comerciales, y en un sin
número de canales internacionales. Lo mismo pasa en la radio.
Pero a pesar de que tenemos así básicamente una sola voz
pública, proclamando que el único camino es el neoliberal, la
mayoría de los suecos se resisten a aceptarlo. Las encuestas de
opinión pública muestran que un 60 a 70 porciento quiere
mantener la seguridad social, la educación, la salud como bien-
es comunes financiados solidariamente. Es por eso que la bur-
guesía tanto necesita del coro de los medios masivos para tratar
de convencerle a la gente de votar contra sus propios intereses,
o como dice Chomsky, “fabricar el consenso en favor de los inte-
reses de las grandes corporaciones”.

La separación entre direccion y movimiento


Cuando llegó la ola neoliberal, el sindicato más fuerte del
mundo capitalista debería haber podido pararla. Pero fué al
revés, las protestas grandes se dieron en Alemania y en Francia y
no en Suecia. La lealtad con el partido socialdemócrata contri-
buyó a silenciar la critica dentro tanto del sindicato como fuera.
Y el partido socialdemócrata con 75 años en el poder tampo-
co se resistió, a pesar de la obvia voluntad popular. Ya se había
independizado de sus miembros. Los partidos en el parlamento
se habían concedido financiamiento estatal por lo que no nece-
sitaban ya la contribución de los miembros.
Durante la década de ´90 los partidos perdieron 30.000
miembros por año. Si esta tendencia continúa se quedan sin
miembros hacia el año 2012/2013. Más del 65 porciento de la
población considera que los partidos no cumplen con sus tareas
fundamentales. Parece a cifras semejantes en América Latina.
La cúpula de la socialdemocracia sueca se dejó captar por los
cantos de sirena del New Labour y de Tony Blair y su “tercera
vía” y la “renovación de la socialdemocracia” que entre otras
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cosas, proclamaba que después de la caída del muro de Berlín
había que aceptar el capitalismo y la democracia liberal, parla-
mentaria y su globalización, como fin del mundo.
El subcomandante Marcos fue quien más crudamente indicó
que la socialdemocracia de la tercera vía es un peligro mortal
para la izquierda y que puede funcionar como una palanca
para el neofascismo. En Austria un partido de extrema derecha
desplazó a la social- y kristdemocracia, canalizando la frustra-
ción del pueblo ante la política de consenso neoliberal. Y en Ita-
lia la alianza oliva (centro-izquierda) se vio derrocada por Ber-
lusconi. En Dinamarca ganó la derecha liberal en alianza con
un partido xenófobo. Y en Suecia el partido liberal se hizo voce-
ro de tendencias semejantes.

La unión europea
– un proyecto neoliberal, antidemocrático
Solamente con mucho dinero y fuertes amenazas la cúpula social-
demócrata junto con todos los partidos burgueses logró un flaco
51 porciento en favor de la entrada de Suecia en la U E en 1994. En
el referendo del 2002 sobre la entrada en la Unión Económica y
Monetaria, perdieron a pesar de una asimetría brutal en el finan-
ciamiento de las campañas y en el acceso a los medios masivos. Ya
el resultado de la política neoliberal se estaba notando en todos
los campos, con costos más altos y servicios más malos.
Y ahora que se trata de aceptar o no la nueva constitución del
la U E los partidos burgueses y la socialdemocracia están decidi-
dos a no permitir un referendo que muy realísticamente temen
perder.
Suecia es una democracia liberal. La U E ni siquiera cumple
con estos requisitos. Conducidos por una socialdemocracia que
ha perdido su alma y su brújula estamos en peligro de perder
lo que hasta ahora llamábamos democracia, la soberanía nacio-
nal y la constitución.
El modelo sueco se construyó como alternativa reformista
frente a la U R S S . Resulta que con el desplome del modelo sovje-
tico se aceleró el fin también de la alternativa
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El pueblo ha dicho basta
y se ha echado a andar, otra vez
Más o menos al mismo tiempo, en los años alrededor del nuevo
milenio, se presenta un nuevo movimiento en muchas partes
del mundo, una resistencia masiva contra la globalización neo-
liberal. Nuevas formas y constelaciones dicen lo mismo que
muchos de los viejos ya dejaron de decir, y se resisten a la trans-
formación de la tierra, del agua, de la fuerza humana laboral,
de toda la vida humana en mercancía. Advierten que la política
tiene que ser mobilización, organización y participación.
La expansión brutal del capital conlleva a que casi todo inten-
to de detenerlo conduce a una confrontación directa, y, además,
con el capital internacional. Por eso también se ha hecho más
evidente que la línea divisora entre la izquierda revolucionaria y
la reformista no tiene validez. El reformismo tiene que ser revo-
lucionario, y vice versa. Las reformas tienen que fortalecer al
pueblo y socavar las bases del sistema capitalista para lograr la
meta de construir una sociedad nueva, solidaria, igualitaria, en
armonía con la naturaleza. Por lo cual, en la época de la globali-
zación, los movimientos y los partidos de base social, más que
nunca antes, tienen que ser internacionalistas.

Algunas fuentes
La vida del socialismo después de la muerte. Klas Gustavsson. 2004.
El capitalismo global y la nueva resistencia. Ingemar Lindberg. 2004.
Cien años de socialismo. Donald Sassoon. 2000.
La democracia política y el desarrollo de la sociedad de bienestar. Kjell Östberg. 1999.
Las amenazas contra la democracia en Suecia. Karl-Erik Lagerlöf. 1999.
La tercera vía. Sobre la renovación de la socialdemocracia. Anthony Giddens. 1998.
Tercer Milenio. Una visión alternativa de la posmodernidad. Juan Antonio Blanco. 1993.

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