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RESUMEN
sus propietarios que tienen objetivos diferentes. Entre estos grupos, destaca por su importancia
el de los directivos. Además, definimos y estudiamos el concepto de gobierno corporativo como
mecanismo que regula la actuación de los grupos de interés fomentando la confianza entre los
inversores. El gobierno corporativo abarca una serie de relaciones entre los directivos, el
Consejo de Administración, sus accionistas y otras partes interesadas.
ÍNDICE
RESUMEN 1
Referencia Bibliográfica 17
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Además hay que tener en cuenta que las distintas formas de medir el rendimiento no afectan
de igual manera a los distintos grupos que participan en la empresa. Cada grupo de interés
tiene una función de utilidad propia que tratará de maximizar. Así, la teoría neoclásica de la
empresa parte del hecho de que el empresario persigue la maximización de su participación
residual, es decir, de su beneficio. Esta concepción, que tiene sentido en el supuesto de una
empresa gestionada por su propietario, no parece adaptarse a la realidad de las grandes
empresas modernas en las que existe separación entre la propiedad y la dirección (Berle y
Means, 1932) y en las que ambos grupos podrían perseguir objetivos distintos.
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El problema que plantea este objetivo a efectos prácticos es que la mayoría de las empresas,
que no cotizan en bolsa, no pueden medir fácilmente el valor al no existir para ellas cotización
de sus acciones. Para medir el rendimiento de la empresa podemos encontrar dos
aproximaciones distintas, contable y de mercado, cada una de las cuales presenta diversas
variantes. Primero, la aproximación del rendimiento alrededor de los conceptos de
beneficio/rentabilidad. Segundo, los enfoques orientados al valor. Veamos los principales
aspectos de ambos enfoques.
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El beneficio contable se define como la diferencia entre los ingresos y los gastos
correspondientes a un período de tiempo o, alternativamente, como la diferencia entre el valor
contable de los capitales de la empresa al final y al inicio del período objeto de cálculo. El
beneficio económico, por su parte, se aproxima al concepto de renta económica al reflejar el
excedente de la empresa teniendo en cuenta el coste de los factores productivos incluido el de
los fondos propios. De esta manera, podemos medir el rendimiento a través de indicadores
contables o indicadores económicos.
a) Indicadores contables
Para aproximarse a la medida del beneficio, hay que partir del concepto de margen bruto de
explotación o diferencia entre el valor de las ventas y su coste. Este es el origen de la
rentabilidad de la empresa de manera que cuanto mayor sea este valor, mayor es la
probabilidad de que el beneficio final sea también mayor. Si al margen bruto se le descuentan
los gastos de explotación y de administración, se obtiene el beneficio bruto de explotación o
EBITDA (Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation and Amortization) que no tiene en
cuenta ni las amortizaciones ni las provisiones. Una vez descontadas éstas, se obtiene el
beneficio neto de explotación o EBIT, también conocido como beneficio antes de intereses e
impuestos (BAIT). Una vez descontados los intereses e impuestos pagados por la empresa, se
obtiene el beneficio neto (BN) como un indicador de la capacidad de la empresa para generar
rentas para los accionistas ya que este beneficio sería susceptible de ser repartido en forma de
dividendos o dejarlos en la empresa para financiar nuevas inversiones pero, en todo caso,
serían rentas disponibles para los propietarios.
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Para resolver este último problema, es necesario recurrir a medidas relativas relacionadas con
la rentabilidad. Así, se puede calcular el margen bruto sobre ventas dividiendo el margen bruto
de explotación por el volumen de las ventas. Igualmente, se puede calcular el margen sobre
ventas con el EBITDA o con el BAIT. Pero los indicadores más adecuados para medir la
rentabilidad son el ROA (return on assets) y el ROE (return on equity). El ROA es una medida
de la rentabilidad económica de los activos y se calcula como el cociente entre el beneficio de
explotación (EBITDA o BAIT) y los activos totales medios de la empresa para un ejercicio. Es
un buen indicador de eficiencia de la gestión de la empresa en la utilización de sus activos y,
por tanto, de la capacidad para generar rentas, independientemente de la forma de
financiación. Así, indica si una empresa es o no rentable en el desarrollo de su actividad
económica básica.
La rentabilidad financiera (ROE), por su parte, se calcula dividiendo el beneficio neto entre el
importe de los fondos propios. Recoge, por tanto, una rentabilidad para el accionista ya que se
ha tenido en cuenta el pago de intereses e impuestos en el numerador y los capitales invertidos
por los propietarios en el denominador. Así, es un indicador de rentabilidad final ya que tiene en
cuenta tanto el resultado de la actividad económica como el resultante de la estructura
financiera diseñada.
b) Indicadores económicos
Al incluir el coste de los capitales propios, remite al concepto de beneficio económico hablando
por tanto de las rentas económicas generadas por la empresa en un ejercicio. Incluye el riesgo
al considerar el coste del capital propio. Al estar basado su cálculo en datos contables, puede
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obtenerse tanto para empresa cotizadas como no cotizadas. Finalmente, es una guía adecuada
para la toma de decisiones estratégicas tanto al nivel corporativo como competitivo o de
unidades de negocio (Ventura, 2008).
Aunque el valor de la empresa tiene que ver con el beneficio y la rentabilidad, en realidad
reflejan dos aspectos distintos. Uno de ellos tiene que ver con la mirada hacia el pasado o
hacia el futuro. El beneficio o la rentabilidad recogen lo que ha hecho la empresa en el último
ejercicio económico, es decir, en el pasado. Sin embargo, el valor de la empresa en el mercado
tiende a reflejar las expectativas que los inversores tienen de la empresa respecto de su futuro.
Así, es posible encontrar de vez en cuando aparentes paradojas en los medios de
comunicación. Veamos dos de ellas.
En septiembre de 2012 se publicó que Blackberry, la famosa compañía de móviles, perdió 235
millones de dólares en el anterior trimestre frente a los 329 millones de ganancias del mismo
trimestre del año anterior. A pesar de esta mala noticia, la acción subió ese día un 18%. ¿Cómo
era posible esto? Leyendo con más detenimiento se puede observar que los inversores habían
dado por irrecuperable a Blackberry debido a los constantes retrasos de su nuevo sistema
operativo BB10. Las expectativas de los inversores eran más pesimistas con lo que los
resultados negativos les parecieron menores de lo esperado. Eso unido a un aumento de 100
millones de dólares en caja y a un aumento de las ventas, hicieron pensar que el futuro sería
mejor que el pasado reciente por lo que las acciones subieron.
En sentido contrario encontramos el caso de Grifols, la compañía española de hemoderivados.
En agosto de 2014 apareció la noticia de que las acciones de la empresa se desplomaron un
13,97% el día en que se anunció un beneficio en el primer semestre de 224,8 millones de
euros, un 23% superior respecto del semestre anterior. Además, las ventas habían crecido un
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16,7% por lo que la noticia no acababa de comprenderse. ¿Por qué caen tanto las acciones si
los resultados habían crecido significativamente tanto en términos de ventas como de
beneficios? La explicación estaba en que la empresa no había cumplido las previsiones de los
analistas que esperaban unas ganancias de 300 millones de euros para ese período. En
definitiva, las expectativas habían hecho subir el valor de la acción más allá de lo que la
realidad luego confirmó con lo que el mercado ajustó el precio a la baja.
Fuente: El País, 28-9-2012 y 1-8-2014.
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Consecuentemente, el valor de la empresa para los accionistas viene dado por su
capacidad para generar rentas o beneficios, es decir, por la rentabilidad de sus activos
productivos en virtud de los cuales se está dispuesto a pagar por su posesión. Creación de
valor y rentabilidad son, pues, conceptos indisociables. Para conocer si una empresa está
creando valor, es necesario determinar su valor en un momento determinado del tiempo, lo cual
puede aproximarse a partir del valor teórico y del valor de mercado. En un mercado de
capitales eficiente, ambas formas de estimación deberían coincidir.
El valor teórico de una empresa se obtiene a partir del cálculo del valor actual neto de los
flujos futuros de caja generados por la entidad económica, descontados a una tasa apropiada
ajustada a la inflación y al riesgo (Brealey y Myers, 1984). Intervienen en él, por tanto, tres
factores:
a) los flujos monetarios a que se tiene derecho por la posesión del activo,
Los flujos monetarios hacen referencia a los flujos generados por la empresa cada ejercicio
económico. El indicador utilizado para medirlo puede ser variado. Así puede utilizarse el
beneficio esperado, el cash-flow estimado o los dividendos esperados, por ejemplo. Así, el
beneficio se define como una renta, de carácter residual, es decir, como el excedente
resultante de la actividad de la empresa. Como se ha expuesto anteriormente, para su
determinación se puede partir de dos concepciones diferentes aunque complementarias: la
contable y la económica.
– Coste del dinero o tipo de interés del activo libre de riesgo (Ki). Generalmente se toma como
referencia algún tipo de deuda pública ajustada en plazo y características al horizonte temporal
del inversor, que equivale al nivel mínimo de rentabilidad exigida sin riesgo. En este coste se
incluyen las expectativas sobre la tasa de inflación.
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– Nivel de riesgo económico y financiero de la empresa, que viene dado por la prima o tasa
de riesgo (β) asociada a cada empresa.
– Prima de mercado (Pm) que representa la rentabilidad adicional exigida por los inversores
para financiar a la empresa. Este valor viene dado por la diferencia entre la rentabilidad
esperada del mercado y la rentabilidad de un activo libre de riesgo (Ki).
K = Ki + β Pm
Tal y como ha sido definida, la tasa de descuento K es la tasa de rendimiento requerida por los
inversores para facilitar fondos a la empresa y, por lo tanto, representa la tasa mínima que hay
que ofrecer a los proveedores de capital para lograr su participación en la empresa. Así, K es el
coste de capital para la empresa, definido por el coste de oportunidad de la misma, es decir, la
rentabilidad de la inversión financiera (la que obtienen los inversores) a la que se renuncia,
incluyendo tanto la deuda como los capitales propios.
El problema es cómo cuantificar esa tasa de rentabilidad mínima para los inversores y/o coste
de oportunidad para la empresa, cuando los mercados de capitales no son perfectos y hay
submercados poco o nada interrelacionados. La respuesta operativa suele ser un coste del
capital medio ponderado, siendo el coeficiente de ponderación el que viene determinado por el
valor económico o de mercado de cada fuente de fondos que componen la estructura de capital
de la empresa.
La fuente financiera más difícil de manejar en este sentido es la que corresponde a los fondos
propios. En dicho caso, el coste del capital propio (Ke) puede definirse como la tasa mínima de
rentabilidad que la empresa debe proporcionar a los accionistas con objeto de no alterar el
valor de las acciones en el mercado. Dicho coste puede ser calculado a través de
procedimientos tales como el modelo de Gordon-Shapiro (1956) o el modelo CAPM (Guerard y
Vaught, 1989), entre otros.
El valor de mercado de una empresa o capitalización viene dado por el producto del número de
acciones y el precio de cada acción. Este importe nos dará el valor total de una empresa en un
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momento determinado del tiempo. El incremento de la capitalización vendrá dado por las
diferencias de capitalización en dos momentos distintos del tiempo, normalmente un año como
principio y fin de un ejercicio económico y representa un valor creado para los accionistas al
haber aumentado su riqueza.
Si las decisiones tomadas por el equipo directivo, tanto a largo como a corto plazo, se reflejan
en el valor de mercado o valor económico de la empresa, se hace importante conocer cuándo
dichas decisiones están creando valor o cuándo lo están destruyendo. En este sentido, un
indicador para evaluar las decisiones en relación con su capacidad para crear riqueza es la
relación entre el valor de mercado de los fondos propios y su valor contable.
El valor de mercado de los fondos propios (VMFP) refleja los flujos de beneficios esperados por
los accionistas de la empresa, así como su tasa esperada de crecimiento, actualizados
conforme a la tasa de descuento antes citada. A efectos prácticos puede calcularse como el
producto del número de acciones por su cotización. El valor contable (FP) es el que
corresponde al valor nominal del capital desembolsado –reflejo de las aportaciones de los
accionistas–, más los beneficios retenidos y las reservas de actualización.
A partir de estos conceptos, se entiende como curva de valor cada una de las posibles
alternativas que se obtienen del estudio de la relación (VMFP/FP). A partir del modelo de
Gordon y Shapiro (1956) se puede demostrar fácilmente que esta relación viene dada por la
siguiente expresión (Cuervo, 1991: 53):
VMFP / FP = RFP – g / Ke – g
Por tanto, de acuerdo con estas precisiones, el modelo de la curva de valor explica la ratio valor
de mercado/valor contable de una empresa en términos de tres variables: 1) expectativas del
inversor sobre la rentabilidad de los fondos propios (RFP); 2) rendimiento requerido por el
accionista (Ke); y 3) expectativas del accionista sobre el crecimiento de la empresa (g)
mediante la tasa de reinversión (b).
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– Siempre que la ratio VMFP/FP sea mayor que 1, la empresa estará creando riqueza para sus
accionistas. Es decir, el precio que se paga en el mercado por sus acciones –función de las
expectativas de futuro de las mismas– es superior a la aportación histórica de los accionistas,
vía aportaciones de capital y beneficios retenidos en su más amplio sentido, es decir,
incluyendo los posibles fondos de revalorización de activos. Si la ratio VMFP/FP es igual a 1, la
empresa no está creando ni destruyendo valor. Si la ratio es inferior a 1, el valor de mercado es
inferior al valor contable, por lo que la empresa estará destruyendo valor.
– Para que dicho ratio sea mayor que 1, es preciso que la rentabilidad de los fondos propios
(RFP) sea mayor que la tasa requerida por los accionistas (Ke). La creación de valor depende
de la diferencia RFP – Ke.
Si la tasa de crecimiento g es igual a cero (porque la tasa de reinversión b sea igual a cero), la
ratio VMFP/FP es igual a la razón por cociente entre la rentabilidad de los fondos propios y la
rentabilidad requerida por los accionistas, RFP/Ke, y que se denomina índice de creación de
valor. La representación gráfica de la relación entre la ratio valor de mercado/valor contable y el
índice de creación de valor, es lo que en la literatura financiera se denomina curva de valor
(figura 2.1).
En esta figura se pueden observar las zonas en las que la reinversión contribuye más o menos
que proporcionalmente, respecto a la tasa requerida por los inversores Ke, a la creación de
valor en la empresa. Para una tasa de reinversión b0=0, la relación entre estas dos ratios es
lineal, y sólo en el caso de que el índice de creación de valor (RFP/ Ke) sea mayor que 1,
contribuye positivamente a la creación de valor. Para tasas de reinversión positivas (b1, b2), la
relación ya no es lineal de manera que si el índice de creación de valor es superior a 1 se
refuerza la creación de valor de la empresa. Lo contrario ocurre si dicho índice es inferior a 1.
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La reinversión de beneficios, aunque genere una rentabilidad positiva, no asegura una creación
de valor. Para que eso ocurra, se requiere que la rentabilidad de los fondos propios sea
superior a la tasa requerida por los inversores. De acuerdo con esto, cuanto mayor sea el
índice de creación de valor, mayor será la ratio valor de mercado/valor contable. El índice de
creación de valor es importante porque mide si la empresa está creando valor para los
accionistas con sus inversiones.
El modelo demuestra que se puede crear valor con y sin crecimiento. Sólo es defendible el
crecimiento vía reinversión de beneficios si la rentabilidad de los fondos propios es superior al
coste de capital propio. En este caso, la empresa crearía más valor creciendo. En caso
contrario, el modelo demuestra que, si no se cumplen los supuestos básicos, la empresa, al
crecer, destruiría valor.
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Efectivamente, hay que tener en cuenta que si bien la rentabilidad por ganancias de capital
para los accionistas es el aumento del valor de la empresa en un año –o período de tiempo
determinado– dividido por la capitalización al inicio del año, esta rentabilidad no es sinónimo de
creación de valor para el accionista. Para que realmente se produzca creación de valor es
preciso que esta rentabilidad sea superior a la rentabilidad mínima exigida por el accionista
(Ke). Por tanto, sólo se creará valor para el accionista cuando su rentabilidad sea superior
a Ke. La medida de la creación de valor para el accionista vendrá dada por la diferencia entre
la rentabilidad real para el accionista y la tasa mínima de rentabilidad exigida por éste para
invertir en la empresa.
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interpretaciones (Fernández, 2005: 20-21). La figura 2.2 recoge los principales criterios de
referencia para medir la rentabilidad del accionista:
b) Rentabilidad de un activo libre de riesgo: compara con otra alternativa de inversión sin
riesgo. Normalmente se suelen considerar bonos del Estado a diez años. Si es positiva, los
accionistas han obtenido una rentabilidad adicional por haber asumido algún grado de riesgo al
invertir en la empresa.
d) Rentabilidad para las empresas del mismo sector: interpreta los niveles habituales de
rentabilidad que obtienen otras empresas con similares niveles de inversión y riesgo de manera
que si su valor es positivo, la empresa ha creado valor por encima de la media de la industria
en la que compite.
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El Informe de Resultados 2015 del Grupo ACS ofrece los siguientes datos, necesarios para
calcular la creación de valor en dicho ejercicio.
La relación entre el valor de mercado de los fondos propios (VMFP), o capitalización bursátil de
la compañía, y el valor contable de los fondos propios (FP) a finales de 2015 era de 2,46. Esta
relación, en la que el valor de mercado, o cotización de los títulos de ACS, es casi dos veces y
media su valor contable, refleja el valor que atribuye el mercado a los recursos intangibles y las
capacidades de la empresa, y pone de relieve las limitaciones de los estados contables a la
hora de valorar estos elementos de carácter intangible.
Esta ratio también puede aproximarse (en el caso de tasa de reinversión nula) mediante el
Índice de Creación de Valor (ICV), que viene dado por la relación entre la rentabilidad de los
fondos propios (RFP) y la tasa de rentabilidad exigida por los accionistas (Ke). Respecto al
numerador, la RFP indica el volumen de unidades monetarias que genera cada unidad
monetaria propiedad de los accionistas y se calcula dividiendo el beneficio neto (BN) entre el
valor medio de los fondos propios (FP) a comienzo y final del ejercicio. En 2015, la RFP
ascendió al 30,52%. En cuanto al denominador, el Ke en 2015 de ACS se estimaba en torno al
7,33%. Para el cálculo de esta magnitud (Ke = i + β x Pm) se han tenido en cuenta las
siguientes previsiones del mercado al inicio de 2015: interés del bono alemán como activo libre
de riesgo (i) del 1%, riesgo propio de ACS (β) del 1,15, y una prima de mercado o prima de
riesgo bursátil (Pm) del 5,5%. Por lo tanto, el ICV asciende a 4,16. Este resultado se puede
interpretar en el sentido de que la empresa ha generado una rentabilidad más de cuatro veces
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superior a la exigían sus accionistas en función del riesgo que atribuyen a la empresa (o coste
de oportunidad).
En lo que respecta a la creación de valor para los accionistas, el valor total para los accionistas
(VTA = VMFP2015 – VMFP2014 + Dividendo2015) creado por ACS en 2015, en términos
absolutos, fue de -270 millones de euros, lo que supone que la empresa destruyó valor.
Referencia Bibliográfica
● Amason, A. C. (2011): Strategic management. From theory to practice, Routledge,
Oxon.
● Berle, A. A.; Means, S. G. (1932): The modern corporation and private property,
MacMillan, Nueva York.
● Brealey, R.; Myers, S. C. (1984): Principles of corporate finance, McGraw-Hill, Nueva
York.
● Cuervo García, A. (1991): Rentabilidad y creación de valor en la empresa, Real
Academia de Ciencias Económicas y Financieras, Barcelona.
● Fernández, P. (2005): «Creación de valor para los accionistas: Definición y
cuantificación», Universia Business Review, núm. 6, pp. 10-25.
● Gordon, M. J.; Shapiro, E. (1956): «Capital investment analysis: The required rate of
profit», Management Science, vol. 3, nº 1, pp. 102-110.
● Guerard, J.; Vaught, H. T. (1989): The handbook of financial modelling, Probus Publish,
Chicago.
● Ventura Victoria, J. (2008): Análisis estratégico de la empresa, Paraninfo, Madrid.
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