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Desde años antes del estallido social que se ha planteado la necesidad de un cambio

constitucional, sin embargo, desde el 18 de octubre pasado que este tema ha sido el centro de
la discusión diaria. Personalmente, como profesor de historia y como individuo que se crió en
un hogar donde se vio constantemente la precariedad es que he logrado ver como esta
Constitución que se creó dentro de cuatro paredes y con claro sentido político ideológico ha
perpetuado las inequidades inherentes al neoliberalismo. La precariedad laboral y una
engañosa libertad que solo puede llamarse tal para quienes cuentan con el capital suficiente
para acceder a todos los servicios es algo que se ha acentuado en la medida que pasan los
años, a ello agregar el profundo y violento individualismo de nuestra sociedad que se hace
evidente en momentos de crisis como el miedo a perder privilegio y el acaparar sin importar el
resto de la sociedad. Todos estos son síntomas que hace cuestionar nuestra Constitución
desde su creación y sus bases ideológicas.

Creo que este proceso marcará un hito histórico y un punto de inflexión en cómo nos
plateamos como sociedad y en cómo planteamos nuestra relación con el Estado. Este
momento histórico despierta muchas esperanzas para cambiar el rumbo que Chile ha llevado
desde el período de la Dictadura, el fin a la desigualdad, el fin a los exagerados privilegios, el
fin de acaparamiento de recursos naturales, el fin al clasismo de nuestro sistema judicial –
donde a la elite se le deja libre o se le dan clases de ética y al pobre se le encarcela. En otras
palabras este proceso encarna dos cosas: justicia e igualdad. Creo fielmente que este proceso
sea un cambio de rumbo donde el Estado sea quien se encargue de disminuir la brecha de la
desigualdad multidimensional y por el contrario a lo que algunos creen, no se trata de abolir la
propiedad privada ni de quitarle a quien ha logrado con esfuerzo lo que tiene. Se trata de
igualar las oportunidades, que Juan quien vive en un barrio de Quilpué tenga las mismas
oportunidades que Pedro que vive en Las Condes; que nadie llegue a su mayoría de edad solo
para gastar todo en medicamentos. Que se respeten los Derechos Humanos de todos y todas,
conservando su dignidad y libertad.

Este es el momento de replantear desde las bases nuestra sociedad, de participar, y crear
juntos el Chile que queremos, de repensar el rol y acción de la política como un verdadero
canalizador de demandas ciudadanas y de un Estado que tenga herramientas para responder y
no dejarlo a la buena voluntad de los privados.

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