Sie sind auf Seite 1von 18

Collection Papyrologica Leodiensia 6

Signes dans les textes,


textes sur les signes
Érudition, lecture et écriture
dans le monde gréco-romain

Actes du colloque international


(Liège, 6–7 septembre 2013)

Textes rassemblés et édités par


Gabriel NOCCHI MACEDO et Maria Chiara SCAPPATICCIO

Presses Universitaires de Liège


2017
Herencia clásica en la puntuación y acentuación
del Siglo de Oro español

Fidel SEBASTIÁN MEDIAVILLA


Universitat Autònoma de Barcelona

Durante los siglos XVI y XVII, el español llegaba al final de una larga
transformación fonética: la ortografía se debatía entre la fidelidad al sonido o a la
etimología. En ausencia de una autoridad común, eran muchos los personajes que
se interesaban por la ortografía y que escribían sus propios tratados. No eran
tanto eruditos —que los hay: Nebrija, Jiménez Patón—, cuanto humanistas en el
más amplio sentido de la palabra: hombres interesados por las lenguas,
conocedores del latín —y frecuentemente del griego—, que se arriesgaban a
hacer su propuesta personal dentro de las aguas revueltas de la ortografía
aurisecular, con fines prácticos. Desde el jefe de secretaría de una casa noble, que
redactaba un Manual de escribientes (Antonio de Torquemada 1552), hasta el
cura instruido que imprimía su cartilla para enseñar a leer y escribir a sus fieles, y
así pudieran aprender mejor la doctrina (Miguel Sebastián 1619), o el obispo que
proponía una Ortografía para los documentos de su cancillería (Juan de Palafox
1662); desde el polígrafo secretario del rey, que editó el Lazarillo castigado (Juan
López de Velasco 1582), al autor que —rara auis— vigilaba la ortografía de sus
impresos (Mateo Alemán 1609); y, muy particularmente, algunos impresores
cultos, como Guillermo Foquel, Felipe Mey, o Alonso Víctor de Paredes que
escribió una Institución y origen de la imprenta y reglas generales para los
componedores, la primera historia de la imprenta en España (c. 1680).

1. NORMAS Y USOS EN LA PUNTUACIÓN DEL SIGLO DE ORO


Herederos de una tradición multisecular, las vacilantes indicaciones, los
variados sistemas y la nomenclatura que proponen los autores de ortografías
durante el Siglo de Oro, no se pueden sustraer a unos conceptos, unas prácticas y
unas denominaciones que arrancan de la antigua Grecia y, recibidas en Roma, se
habían transmitido a través de la larga Edad Media.
La puntuación de los textos apareció en Occidente con las primeras letras
griegas hacia el año 700 a.C. Se fijó y completó durante el periodo helenístico —
ss. III-II a.C. —, con ocasión de la edición y anotación de los textos homéricos,
especialmente en los círculos filológicos de Alejandría, creando un complejo
286 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

sistema de signos y notas que abarcaban tanto la puntuación y la distribución del


texto, como la acentuación y las notas críticas.
Con un precedente en el Orator de Cicerón, será Quintiliano (s. I) el primer
sistematizador de la teoría de las partes de que consta un enunciado, de las pausas
que se han de observar y las señales con que se han de marcar. Las Institutiones
oratoriae serán el principal punto de referencia de nuestros gramáticos del Siglo
de Oro (después de él, san Jerónimo y san Isidoro en cuanto trataron acerca de la
puntuación).
Los antiguos denominaron ‘periodo’ a la frase, la sentencia completa:
‘periodo’ (peri-odos), que también llaman Cicerón y Quintiliano, circuitus,
ambitus, conclusio. El periodo constaría de ‘miembros’, en griego cola, que, a su
vez, pueden contener ‘incisos’ o commata.
Aunque durante la Edad Media, a partir del siglo IV se denominó
distinctiones a las señales que debían marcar la separación de las partes del
discurso (distinctio, subdistinctio y media distinctio) mediante un simple punto
puesto por encima de la línea de escritura o por debajo o en el medio, ya san
Isidoro (s. VI) combina indistintamente —para designar los signos de
puntuación— los nombres propios de las señales y los de la parte que separan.
De manera que, poco a poco irán tomando cuerpo, hasta imponerse, los nombres
de ‘colon’ y ‘coma’ para designar los signos que separan las partes del periodo.
La incorporación de la letra cursiva hizo pronto inútil, por confusa, la
señalización con puntos a distinta altura: se reservó el punto solo para marcar el
final del periodo, provocando la sustitución terminológica de ‘distinctio’ por
‘punctum’.
Los criterios básicos no han variado gran cosa desde el principio de la
puntuación, cuyo germen tiene que ver mucho con la retórica (la necesidad de
marcar unas pausas que, además de permitir la respiración, dieran el justo sentido
y marcase las debidas relaciones entre las partes del discurso). La puntuación se
desarrolló en el ámbito de la escuela: en la praelectio, la preparación del texto por
parte de quien lo había de leer más tarde en voz alta. Nuevas necesidades traerían
consigo en la Edad Media el perfeccionamiento del sistema y la evolución y el
aumento de signos en el universo de la lectura litúrgica o de la universidad. La
formulación de las funciones de la puntuación pone el énfasis ora en este, ora en
este otro aspecto, que van de lo prosódico a lo lógico, semántico, lógico, o
sintáctico1. Todo ello se encuentra expresado tempranamente en el Ars
Grammaticae de Diomedes (c. 350):
Es preciso añadir al texto unas posituras o distinctiones, que los griegos
llaman θέσεις, las cuales, mientras se lee, permiten tomar aliento y no tener que
interrumpirse: estas son tres […]. Distinctio [·] es la nota de silencio cuando se

1. LUQUE (2006a): 45.


HERENCIA CLÁSICA EN LA PUNTUACIÓN Y ACENTUACIÓN 287

ha terminado el sentido de la frase, donde se puede descansar ampliamente,


pues no falta nada que decir; subdistinctio [.] es una nota de silencio legítimo,
con la que se suspende temporalmente la pronunciación, dejando en suspenso el
sentido de la frase, de tal manera que debe continuar enseguida. Finalmente, la
media distinctio o mora [•], es una leve pausa interpuesta dentro de una unidad
de sentido, intermedia entre la distinctio y la subdistinctio, que no es del todo
necesaria, y cuya única misión consiste en proporcionar al lector un brevísimo
respiro, de manera que pueda continuar enseguida con la misma entonación2.
Los mismos conceptos verterá el primer tratado de ortografía del castellano,
de Alejo Venegas (1531), siempre tomando como modelo el latín:
Para saber la puntuacion de que vsan los latinos en la oracion: es de saber
que en el razonamiento que va pendiente solemos usar de ciertos entreuallos y
pausas: assi para que descanse el que habla: como para que perciba y entienda
bien el que oye3.
O el ilustre editor del Lazarillo castigado en su Orthographia y
pronunciacion castellana (1582):
La puntuacion tiene fin a tres cosas: la primera apartar los miembros de la
oracion dudosos: la segunda, señalar los lugares, donde el aliento, y voz,
hablando, o leyendo, haze pausa: y la tercera, distinguir las clausulas, partes, y
miembros dellas4.
El gran igualador de los modos y sistemas de puntuación, de la selección de
los signos más pertinentes fue, sin duda, la imprenta. En sus oficinas se
encomendaba a un corrector profesional la tarea de fijar la ortografía y la
puntuación que se había de seguir en el traslado del original del autor a la letra de
molde, mediante la confección de una copia en limpio u ‘original de imprenta’, a
partir de la cual ejecutaban su trabajo los cajistas o componedores5.
Frecuentemente, los ortógrafos remiten a la praxis de las buenas imprentas:
Para en esto no hay mejor, que recorrer a los Estampadores, a quien
principalmente el oficio y cargo de bien apuntar la escriptura esta
encomendado. Porque siguiendo a ellos, pues no hay otra regla: nuestro yerro
tendra legitima disculpa6.
[…] los que esciriuen y leen el molde van más puntuales porque tienen
mas lugar de poder hazerlo que no los que esriuen de su propia mano, porque
emiendan y apuntan vn original para la ynpresión de dos mill libros7.

2. DIOMEDES, Ars Grammaticae II, 10-30 = GL I, 437-438 KEIL.


3. VENEGAS (1531): 58. En este y en los demás textos que se citan, reproducimos la ortografía
original.
4. VELASCO (1582): 299
5. RICO (2005): 53 ss.
6. YCÍAR (1548): I v.
7. TORQUEMADA (1552): 116.
288 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

Deuen por el semejante mirar que los renglones vayan derechos, que las
partes vayan cada vna por si: no marañadas, ni rebueltas que sea todo
confusion. Apartadas las clausulas y oraçiones con sus señales con que las usa
el molde, apartar y señalar8.
También cuando yerra la puntuación la responsabilidad corresponde en
última instancia a la imprenta. Francisco de Robles, en El culto sevillano, sin
embargo, matiza:
[…] no me acuerdo haber leido libro alguno en latin ni romance (y he
leido muchos) que esté (á mi parecer) perfectamente apuntado: y aunque se vée
bien claro que la mayor culpa dello está en los impresores, no sé cuánta
disculpa puedan tener los autores de los libros, que no se los dan tan bien
apuntados en el original9.
Cierto. Después de haber examinado un amplio corpus de originales de
imprenta de los siglos XVI y XVII y su correspondiente estampación, he podido
constatar que, cuando un original va bien puntuado, siempre es respetado en el
proceso de edición; en cambio, cuando la copia en limpio presenta una
puntuación deficiente o errática, los cajistas toman fácilmente la iniciativa de
interpretar y corregir por su cuenta, fiándose temerariamente de su familiaridad
con los tipos10.
Aparte de la selección de unos signos u otros, que se fueron decantando a lo
largo del Siglo de Oro, las indicaciones sobre cuándo o dónde insertar un signo
de puntuación en la tratadística aurisecular se pueden resumir en las siguientes:

a. Unas relativas a la estructuración de la frase


Con el inciso, ò coma, dividimos la clausula, ò periodo en sus partes mas
menudas, esto es, quando se va prosiguiendo materia corriente, para claridad, y
distincion de las oraciones, y casos que ay en el periodo, de forma, que en
aviendo de hazer distincion de vnas razones à otras, aunque todo en vn periodo,
se vsarà el medio punto.
El punto y medio, es medio entre el medio punto, y dos puntos, quando las
oraciones no vàn muy asidas vnas con otras: vsase para dividir contrarias, como
Cargar; descargar; alegrar; entristecer; amar; desamar. Tambien se debe poner
en este caso: en la primera vez no le fue mal; echòse segunda vez la suerte.
Puede usarse tambien en estos casos, y otros semejantes: esta Ciudad es
agradable por su cielo y sitio; es amena, y deleitosa por sus huertas y jardines;
es fuerte por sus incontrastables murallas, y fortissimo castillo, &c.
Dos puntos o colon perfecto, sirve quando vn periodo queda imperfecto y
no acabado, y parece que empieça otro de nuevo, aunque dependiente del

8. VILLALÓN (1588): 84.


9. ROBLES (1631): 329.
10. Cf. SEBASTIÁN MEDIAVILLA (2001): 101-141.
HERENCIA CLÁSICA EN LA PUNTUACIÓN Y ACENTUACIÓN 289

primero: como Yo soy natural de la ciudad de Sevilla, e hijo de ilustres padres:


pero tengo tan poca fortuna, &c. Por esta razon casi siempre se ponen antes de
pero, y de porque; y algunas vezes antes de assi; como Pedro es hablador, y
descortès: assi no pudo tolerar Iuan su condicion. Precisamente se han de poner
los dos puntos, y letra versal la siguiente, quando empieçan palabras formales;
como Francisco dixo: Muy malo ando, quiero tratar de curarme; respondio su
amigo: Llamen al Doctor, &c.
Punto final es para el fin de la razón, ò sentencia, quando està del todo
concluida, no dexa suspenso el sentido; y despues empieça otra oracion nueva
[…].
Interrogacion se ha de poner quando se pregunta alguna cosa, al fin de la
pregunta: como Para què te fuiste? Son finezas estas para olvidar? Que si se le
quita la interrogacion, totalmente es el sentido contrario: y yo he reparado en
algunos casos, donde quitando la interrogacion, no solo queda el sentido
contrario, sino que queda diziendo vna palabra heretica, ò malsonante.
Admiracion se ha de poner siempre que nos admiramos, como O quan
inomprehensible es Dios! Quan digno de ser amado! Ha menester el impressor
mucho cuidado en vsar bien della, por la razon que acabamos de dezir.
Entre los dos semicirculos de la Parentesis, se incluye alguna cosa, la qual
quitada, no queda imperfecta la razon […]11.

b. Otras, ligadas a la prosodia


Miembro o colon es vn punto sobre otro, de esta manera (:), con el qual se
diuiden los principales miembros de la cláusula, quando parece que la oración
se a acabado, mas el ánimo del que oye queda suspenso, esperando otra cosa
que depende de lo dicho (Jiménez Patón 1614: 76).
Las distinciones son en tres maneras. La primera, de dos puntos: La
segunda, de punto y coma: La tercera, solo de coma.
En las dos primeras de dos puntos, y punto, y coma; no hallo mucha
diferencia, porque entrambas siruen à vn mismo intento, que es â dar algun
descanso al aliento, y discurso de la clausula, quando es larga, ô hazer alguna
diversa ponderacion, que necessita de reparo en el discurso, ò concepto, antes
de acabar el discurso del periodo, como si dixessemos: Dios sobre ser tan
grande, es sumamente poderoso, y justiciero: es justo, y poderoso, luego digno
de ser temido; como, pues, no nos enmendamos?12

c. Otras, asociadas a determinadas palabras o funciones


Pónense éstas [las comas] algunas veces antes del relatiuo13.
Siempre que la i, es copulativa, se pone coma antes della. v. g. Pedro, i
Iuan, i Francisco.

11. PAREDES (c. 1680): 20-20v.


12. PALAFOX (1662): 25-27.
13. JIMÉNEZ PATÓN (1614): 76.
290 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

Quando la ò, es disiuntiva, tambien se pone coma. v. g. quando digo: O la


calamidad de los tiempos, ò nuestra poca diligencia, ò nuestros pecados nos han
traido a este estado […].
Quando se pone el nombre de la persona con quien hablamos ò a quien
preguntamos al principio de la oracion, se ha de poner coma despues del. v. g.
Pedro, quieres dar credito a tu engaño?14.
Por esta razon casi siempre se ponen [dos puntos] antes de pero, y de
porque; y algunas vezes antes de assi (Paredes c. 1680: 20).

d. Otras, finalmente, responden a motivos metalingüísticos


Tambien se ha de poner [la coma] por señal de cualquiera cosa que
particularizamos; como: la A, es más sonora que la E. Aquellas dos letras han
de estar cada una entre dos incisos . Pedro, es nombre propio. La dicción Pedro
ha de estar entre incisos, para que entienda que hablan della, y nó de hombre
que se llame Pedro. (Robles 1631: 331).
Tambien ha de ir despues de cualquier numero guarismo, ò Castellano: y
en la ultima de las letras por donde se sincopan, ò abrevian las palabras: como
Caesaraug. Tolet. Rom. Cod. cap. leg. ff. § . &c.15.
En cuanto a la práctica de la puntuación en los impresos del Siglo de Oro —
con apoyo teórico en estas y otras orientaciones similares que toman de los
gramáticos latinos de los siglos IV a VII—, tiene algunas peculiaridades que la
diferencian notablemente de los usos y de la sensibilidad del escritor y del lector
actual. En resumen, son las siguientes16:
1. Se inserta punto, dos puntos, o punto y coma entre oración y oración.
2. Punto, dos puntos o coma para dar entrada a una frase en estilo directo. El punto, en
principio, indica parlamento, o narración más larga.
3. Se separan las oraciones yuxtapuestas por medio de coma, o punto y coma, o dos
puntos.
4. Se separan, por medio de coma —o de puntuación más fuerte—, las oraciones
copulativas, disyuntivas, adversativas, sustantivas, causales, concesivas y
condicionales. También se antepone coma al que completivo, y a las oraciones
sustantivas asindéticas y a las de infinitivo.
5. No se sigue un criterio uniforme respecto a puntuar, o no, las oraciones consecutivas,
finales y comparativas.
6. Se acotan por medio de comas o paréntesis las proposiciones adjetivas explicativas,
y no se antepone coma a las especificativas.
7. No se acotan suficientemente las cláusulas, ni los ordenadores léxicos, ni los
vocativos, ni las aposiciones.

14. DÁVILA (1631): 18-20.


15. PAREDES (c. 1680): 20v.
16. Las he descrito por extenso con ocasión de analizar la puntuación en el Quijote (SEBASTIÁN
MEDIAVILLA 2008).
HERENCIA CLÁSICA EN LA PUNTUACIÓN Y ACENTUACIÓN 291

8. Las enumeraciones de palabras y sintagmas se separan por coma, también el último


elemento, en el que la coma precede a la y.
9. La elipsis de verbo en una oración no se marca con coma.
10. Se identifica con comas el uso metalingüístico que se hace de una palabra o un
sintagma, y sigue punto a los guarismos y a algunas abreviaturas.
11. Se acaban frecuentemente con signo de interrogación también las oraciones
interrogativas indirectas.
12. Con relativa frecuencia, se acaban con signo de interrogación oraciones exclamativas.
Las más veces se terminan con un punto y muy escasamente con el signo de
admiración.

2. LA ACENTUACIÓN EN EL SIGLO DE ORO


La reflexión acerca de los acentos, e incluso la forma y denominación de las
señales con que se vinieron a marcar, nacieron también en la Antigua Grecia y
han llegado hasta nuestros días a través de la sistematización que llevaron a cabo
los romanos.
La προσῳδία (de ἡ ᾠδή) que los latinos tradujeron por accentus (quasi ad
cantus) pertenece, en su origen, al canto y, por extensión, a la retórica (mira est
enim quaedam natura uocis, cuius quidem e tribus omnino sonis, inflexo acuto
graui, tanta sit et tam suavis uarietas perfecta in cantibus17); más tarde, a la
lectura y finalmente a la escritura. Tres señales: una para marcar la sílaba cuyo
tono sube (´), otra para marcar la que baja (`), y la tercera (^) para la sílaba que
primero sube y luego baja.
Acerca del acento en la Antigua Grecia y en la Roma Antigua disponemos
de un estudio exhaustivo y magistral del profesor Jesús Luque Moreno18; y sobre
los vestigios de algún tipo de acentuación en los textos latinos, de la excelente
tesis doctoral de Maria Chiara Scappaticcio19.
El origen de los signos de acentuación se puede localizar en la época
helenística, cuando el griego clásico se fue considerando cada vez más como una
lengua extraña, y se fue sintiendo la necesidad de marcar los rasgos prosódicos
(tanto de la prosodia de la palabra como de la frase: los acentos y los signos de
puntuación) en los textos antiguos, para evitar ambigüedades o lecturas erradas.
Se suele señalar a Aristófanes de Bizancio (275-180 a.C.) como el principal
introductor de los signos de acentuación.
Aparte de algunos testimonios aislados en escritos de los rétores y
gramáticos antiguos, para encontrar las primeras exposiciones teóricas

17. CICERÓN, Orator 17, 57


18. LUQUE (2006b).
19. SCAPPATICCIO (2010).
292 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

sistemáticas sobre prosodia se ha de esperar hasta los gramáticos latinos tardíos y


los escoliastas de la Τέχνη de Dionisio de Tracia20.
Durante la Edad Media y comienzos de la Moderna, tuvieron mucha
influencia algunos gramáticos latinos de los siglos IV a VI, especialmente,
Diomedes, Donato o S. Isidoro. Así leían en Diomedes acerca de los acentos y
sus marcas:
La marca del acento agudo así, /, ascendiendo en oblicuo hacia la parte
derecha; la marca del grave así, \, descendiendo desde lo más alto en oblicuo
hacia la parte derecha. La marca del circunflejo se configura a base del agudo y
del grave (^), o de una C mirando hacia abajo (⌒)21.
Todavía en Diomedes se distingue entre el fenómeno acústico (prosodia) y la
marca (nota) con que se señala. Pero pronto se empezaron a fundir los nombres,
pasando a designar también como prosodia (accentus en latín), la señal.
Estas señales tardaron mucho en incorporarse con un cierto método a la
escritura. De hecho, hasta que la imprenta no estuvo muy bien asentada, un siglo
después de los primeros incunables, no se empezaría a emplear más o menos
sistemáticamente algún tipo de acentuación; eso sí, con las mismas formas y los
mismos nombres (acentos agudos, graves y circunflejos) heredados de los
griegos a través de su traducción al latín.
En papiros, pergaminos o inscripciones de la época postclásica romana se
ven algunos acentos aquí y allá, para marcar la lectura correcta de una palabra
cuyo significado podría cambiar con otra acentuación:
La caratteristica propria delle lingue romanze di avere un accento di tipo
intensivo sembra avere i suoi germi nel latino dell’età imperiale, se già una
serie di iscrizioni pompeiane, datate non oltre il 79 d.C., rivela alcuni
cambiamenti ed alterazioni dal punto di vista più strettamente fonetico che altro
non sono che il riflesso di una dominante natura intensiva all’interno della
sillaba accentata22.
A veces se encuentran acentos escritos con diferentes tintas por distintos
lectores23 Téngase en cuenta que los acentos, como la puntuación, tuvieron su
campo de experimentación en la escuela, donde bien el maestro facilitaba por ese
medio la comprensión del texto que iba a presentar, bien el discípulo se
preparaba con ello para una lectura en voz alta más segura.
También en manuscritos medievales pueden encontrarse de tanto en tanto
algunas tildes sueltas que pueden ser de mano de cualquiera menos del autor.

20. Cf. LUQUE (2006b) : 17.


21. DIOMEDES, Ars, GL I 434 KEIL.
22. SCAPPATICCIO (2010) : 379.
23. Cf. SCAPPATICCIO (2010) : 33.
HERENCIA CLÁSICA EN LA PUNTUACIÓN Y ACENTUACIÓN 293

En manuscritos del Siglo de Oro español son también muy escasas: no solo
no las usan santa Teresa ni Cervantes —que apenas utilizan tampoco signos de
puntuación—, sino que no lo hace un fray Luis de León que era, en cambio, muy
cuidadoso con la puntuación de sus originales y de sus ediciones impresas. Con
interpretaciones diversas y distinto grado de constancia, los textos impresos del
Siglo de Oro, cuando utilizan los acentos, lo hacen en virtud de unos hábitos que,
como el resto de rasgos ortográficos, varían de una imprenta a otra, pero que
responden a unas líneas maestras que están en el fondo de las doctrinas que,
asimiladas de la Antigüedad, transmiten los humanistas que se ocuparon de tratar
la materia.

2.1. La acentuación en las ortografías del Siglo de Oro 24


El primer tratado español sobre la acentuación en el siglo XVI es la
Orthographia y pronunciacion castellana impresa en Burgos en 1582 por Juan
López de Velasco, el mismo que en 1573 había sacado a la luz el Lazarillo
castigado, la edición censurada y preparada por él, con una ortografía muy
personal que profesaba y que daría a conocer nueve años después. La Ortografía
de Velasco es la más importante e influyente de las del Siglo de Oro español25.
Dedica un apartado muy pormenorizado a la puntuación y acentuación, aspectos
por lo común poco atendidos en los tratados de la época.
Con respecto a la acentuación, invoca —acudiendo a la autoridad de los
antiguos— un único motivo para señalar una palabra con tilde: la posibilidad de
que esta, acentuada de manera diferente, pudiera tener un significado diferente
también:
La differencia de los accentos, es causa de differente sinificacion, en las
palabras, de donde los Griegos vinieron a señalarlos en todas: y aunque a
Quintiliano le parece aquello importunidad, toda via fue de parecer, que los
accentos en la lengua Latina se señalassen en las dicciones, que con differentes
accentos pudiessen tener diuersos sinificados, como se ha començado a vsar en
la Castellana: y es curiosidad muy puesta en razon: porque con ella se quitan de
la escriptura muchas dudas que se offrecen, pues muchas palabras no diffieren
en mas que en solo el accento. Y aunque es platica nueua, y no facil de
entender para los que no han estudiado Latin: toda via por los exemplos se
vendra en conocimiento de algo de lo que se pretende26.

24. Me he ocupado más detenidamente de estas obras y he trazado semblanzas biobibliográficas


de sus autores en SEBASTIÁN MEDIAVILLA (2007). Para un tratamiento más extenso, y
complementario, de la acentuación, véase SEBASTIÁN MEDIAVILLA (2011).
25. Acerca de su valor y la gran influencia que ejerció en las sucesivas ortografías de la Real
Academia Española, véase José POZUELO (1981) y ESTEVE (1982).
26. VELASCO (1582): 294.
294 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

Este principio, que orientará la acentuación durante el resto del periodo


áureo, se interpretará generalmente en adelante con un sentido económico,
señalando solo la variante marcada (tomó/tomo). Pero López de Velasco, tanto
en la exposición teórica de su Ortografía como en la edición del Lazarillo
castigado optó por marcar con acento gráfico las dos o más voces que pudieran
ser confundidas de no contar con él; marcando las palabras agudas con acento
circunflejo, y con acento agudo las voces llanas y esdrújulas (cántara/cantára/
cantarâ).
Accento, quiere dezir tono, y aunque ay tres differencias de accento,
comunmente se entiende y dize por la subida de la voz que se haze hablando en
vna de las sylabas de qualquiera diccion, que en todas ay vna en que la voz se
sube mas en lo alto, que en las otras: y en algunas ay dos, pero para diuersos
sinificados, como, amo, que vnas vezes tiene el accento en la ,a. y otras en la ,o.
en la ,a. quando se dize, que yo ámo, y en la ,o. quando se dize, que Pedro amô:
el primero se señala con vn rasguillo que baxa de la mano derecha para la
izquierda que es la señal del accento, que llaman accuto, en esta forma ´ y el
segundo, con el mesmo rasguillo: y otro que baxa al contrario que es la señal
del accento circunflexo, assi ^, y dizese assi, porque sube y baxa la voz en vna
mesma sylaba27.
Respecto a los monosílabos, da normas muy claras que seguirán todos los
pocos escritores y los impresores que se esmeren en acentuar:
[…] en la particula, que. simple, o compuesta, quando es preguntandole,
estâ bien el accento circunflexo, como, quê quereys? para quê? y por quê? que
realmente hablandola, le tiene: y en las otras partes, no le ha menester, como
dize que no quiere, antes que. Assi mesmo en la diccion ,tu. quando es
possessiuo, y quiere dezir tuyo, como tu libro, o tu padre. no ha menester
accento: pero quando es primitiuo, como tû eres tû mandas, estale muy bien el
circunflexo: porque realmente le tiene en la pronunciacion. Y lo mesmo es ,dê,
quando es del verbo ,dar, a differencia de ,de. quando es preposicion, como en,
dê lo que tiene, que sin accento quiere dezir vna cosa, y con el, otra: pero
adonde muy claramente se conoce el circunflexo, y es menester, es en la
palabra ,vê, de ver, que algunos la escriuen con dos ,ee. y no es menester mas
de vna, con la nota del circunflexo, a differencia de ,vé, acuto de yr: y lo
mesmo en ,sê, que por pronunciarse circunflexo, parece que tiene dos ,ee. y
bastale vna, con la señal de su accento. Assi mesmo ,sed, quando es nombre, y
gana de beuer, se pronuncia, y deue estar con accento accuto, como tengo séd,
y quando es verbo deduzido de ser, le tiene circunflexo, y estara bien con el,
como sêd vos hombre, con otras muchas palabras y partes, que por ser tantas no
se offrecen todas28 (Velasco 1582: 297).

27. VELASCO (1582): 294. Por considerarlo significativo, reproducimos el tratamiento de los
espacios entre signos y palabras.
28. VELASCO (1582): 297.
HERENCIA CLÁSICA EN LA PUNTUACIÓN Y ACENTUACIÓN 295

Y termina recordando la regla de oro, la prueba de conmutación avant la


lettre:
[…] pero serâ la regla, para el que quisiere vsar desta curiosidad, y
entender quales tienen necessidad desto, trocarles el accento en las sylabas: y
quando puesto en las otras donde no le tienen sinificaren algo, señalarsele en la
que le huuiere menester, que a poco tiempo que se haga, se adquirira noticia
bastante, y habito para hazerlo despues sin pesadumbre ninguna.
El prestigio que en su tiempo obtuvo la Ortografía de López de Velasco se
manifiesta en la inmediata recensión que llevó a cabo de ella —con repetidas
referencias a la fuente— el impresor Guillermo Foquel (1593: 2 y 32), y en la
reproducción textual de sus formulaciones y ejemplos en populares cartillas para
aprender a leer y escribir29, o en el elogio que le dedicó Juan de Robles en El
culto sevillano30.
La primera ortografía que se publica después de la de Velasco es la Suma de
la orthografia castellana de Foquel (1593). Por lo que respecta a la acentuación,
Foquel es muy escueto… y escéptico. Después de hablar de las diéresis,
continúa:
Tampoco conoce acentos la escriptura Castellana, y son vnos rasguillos
que se ponen sobre las vocales donde la voz mas se leuanta, y con diferentes
acentos dizen diferentes cosas, como cantara, que si se pone el acento en la a.
primera, quiere dezir cántara, que es medida, y si en la de medio cantára, es
auer cantado, y si en la vltima cantará auer de cantar.
Y es cosa conueniente poner acentos (quien supiere hacerlo) en las palabras
de significados diferentes, como Réy, reý, léy, leý, séra, será, éste, esté, pásso,
passó, y otros muchos que ay como estos31.
De hecho, en la imprenta salmantina de Guillermo Foquel no se acentuaba:
los aislados acentos que muy de tarde en tarde aparecen en sus ediciones cabría
atribuirlos a algún cajista «que supiere hacerlo» (cf. supra).
En 1609 Mateo Alemán publicó en México una Ortografia castellana. Por lo
que respecta a la acentuación, tan solo le dedicaba unas pocas líneas en las que,
reconociendo la utilidad de los acentos para distinguir palabras homógrafas, se
manifiesta partidario de la economía de signos:
Para esto, conviene saber, que tenemos tres maneras de acentos
Castellanos, graves, agudos, i circunflejos: Estos, aunque verdaderamente son,

29. Como la del jesuita Francisco Pérez de Náxera (Valladolid, 1604) o la del judío portugués
Abraham de Fonseca (Amsterdam, 1663), que se recogen en Infantes-Martínez (2003).
30. «En latin han escrito muchos, y en romance no pocos. Madariaga, y Juan López de Velasco, y
Guillermo Foquel, y el padre Nájera, y el maestro Patón, y Juan Bautista de Morales, y
Lorenzo de Ayala, y últimamente Gonzalo Correa [sic], todos han tratado desto en sus
Ortografías» (ROBLES 1631: 329).
31. FOQUEL (1593): 32.
296 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

los que terminan las diciones i su sentido, es de considerar, que no siempre ni


todas las vezes los avemos de poner; porque, donde conocidamente no se puede
alterar la voz ni mudarse, no es necesario; como si dijesemos, cavallo,
cavallero, almendro, espada, ò estas palabras mismas que vamos escriviendo:
que si nos anduviesemos à poner capirotes donde no es necesario, ni pidiendolo
las diciones, todo se nos iria en capirotadas; asi, no se deven usar, salvo en la
necesidad, ofreciendose duda en el sinificado32.
El sentido de economía que invoca Alemán, y la mayoría de autores de
ortografías, es el que se impuso en los hábitos de las imprentas, y consistía, frente
a la propuesta de Velasco, en acentuar solamente la forma gramaticalmente
marcada.
El reformador Gonzalo Correas recoge en su peculiar Ortografia kastellana
(1630) lo principal de la doctrina que se va haciendo común en España desde
López de Velasco, y, en su afán de simplificación, elimina no solo el acento
grave, sino también el circunflejo, adelantándose a lo que será doctrina de la Real
Academia desde su fundación. Ya en la primera edición de su Orthographia
española, de 1741, señalará que:
Nosotros, como solo acentuamos la pronunciacion en una sylaba de la
palabra, haciendo en ella fuerza con animar algo el pecho, y deteniendo con
alguna pausa la voz, solo necesitamos (sin distincion de sylabas breves, ó
largas) de una nota de acento, con la qual, puesta sobre la vocal, damos à [sic]
entender, y conocemos que en ella hemos de acentuar, haciendo tiempo la
pronunciacion con una imperceptible pausa: para esto se ha de usar de la
virgulilla, que de la izquierda sube á la derecha, por ser la mas fácil de escribir,
ó formarse, y de la que se sirven los Latinos para demostrar el acento agudo33.
Compruébese una vez más como los hábitos contraídos del cajista de turno
hacen aparecer de tanto en tanto algún acento grave dentro de un texto en que
expresamente se proscribe.
En palabras de Correas:
Demas de las letras kon ke se eskriven las palavras, ái nezesidad de
ponerllas azento sobre la vokal, en ke se levanta la boz. Este sera una virgula
levantada enzima inklinada un poko adelante, el ke komunmente llaman agudo
desta manera á. Los otros dos grave i zirkunflexo ke inventaron los Griegos, é
imitaron en Latin, no son menester en rromanze, ni aun allá tanpoko34.
Reminiscencias de las doctrinas expuestas a partir de López de Velasco se
pueden leer, entre otros, en el Compendio de la ortografia castellana de Nicolás

32. ALEMÁN (1609): 47.


33. RAE (1741): 245-246.
34. CORREAS (1630): 87.
HERENCIA CLÁSICA EN LA PUNTUACIÓN Y ACENTUACIÓN 297

Dávila (1631), que aporta la sugerencia de acentuar la preposición à en


determinadas ocasiones:
Qvando ponemos una vocal antes de la otra, la primera se nota con la
virgula `, como, à animar los soldados à Antonio, i assi no se tendran las dos
vocales como de un nombre, como tambien en la à la, quando la à es
demostrativa, se pone el acento, i se diferencia de ala35.
A estas alturas se ha operado un cambio importante: Dávila ha sustituido el
acento agudo por el grave, como ya venían haciendo, de hecho, los impresores, y
esto por influencia de la escritura en latín moderno, según evidencian las palabras
que preceden al texto recién citado:
Qvando el nombre puede tener equivocacion con otro, ò el verbo en sus
personas, como, Amo, puede ser primera persona de presente, ò tercera de
preterito perfecto; en el preterito en que la ò es larga, porque està el acento en
ella, se pone una virgulilla con que se señala. v. g. amò. I desta manera se
distingue, esta, nombre, i està, verbo, &c. Los Latinos la ponen en todos los
adverbios que pueden significar dos cosas36.
Nótese que habla de largas y cortas, que son nociones de otra lengua, el latín,
y ajenas al español, de cuya ortografía está tratando. Ello no deja de manifestar el
prestigio que tenía el latín como referente para perfeccionar la lengua romance.
Juan Luis de Matienzo publicó en 1671 un Tratado breve, i compendioso, en
que se declara la debida, i genuina pronunciacion de las dos lenguas, Latina y
Castellana; i las razones que ai, para que muchos vocablos no se pronuncien,
como comunmente se pronuncian en España. En él se mezclan dos lenguas y dos
modos de entender la acentuación, como se mezclaban en las cajas y en las
mentes de los impresores tres clases de acentos de los que, para el castellano, no
era preciso más que uno.
Matienzo, refiriéndose a la acentuación que se debería seguir en la impresión
de libros en latín, dice:
Acento se llama aquel, por el qual conocemos la pronunciacion, que se
debe dar al vocablo, ò parte polisilaba; esto es, que pase de dos silabas, ù de dos
vocales; porque la que no tiene tres, dezimos, que no tiene acento propriamente,
sino cantidad. Lo qual supuesto, digo, que el acento, ò nota del, es de tres
maneras, grave, agudo, ò circunflexo: el agudo se nota con semejante virgulilla
(á) el grave à la contra, deste modo (á) i juntados estos dos se harà el
circunflexo, desta manera (â) el qual por otro nombre se intitula ( v ) de
calderilla al rebés37.

35. DÁVILA (1631): 21.


36. DÁVILA (1631): 20v.
37. MATIENZO (1671): 82-83.
298 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

Sin embargo, reconoce que en latín se suele utilizar casi únicamente el


acento grave, lo que, seguro, influyó en la decantación por este tipo también en
las producciones editoriales en castellano. De hecho, Matienzo testifica el uso ya
consolidado de acentuar en castellano con grave:
[…] mas en Romance se usa dèl [acento grave] par acentùar la silaba, por
diferenciar el vocablo de otro, con quien tiene equivoco; como llevè, amè,
llovò, amarà: à diferencia de lleve, ame, llevo, amàra, &c.38.
Un impresor cierra esta lista de autores, Alonso Víctor de Paredes, que
compuso una Institucion y origen de la imprenta y reglas generales para los
componedores (c. 1680). Como no podía ser menos, proporciona información
muy valiosa para analizar el comportamiento ortográfico de las imprentas de su
tiempo con respecto a los acentos.
En primer lugar, frente a aquellos autores que en el siglo XVI afirmaban que
no se acentuaba en castellano, al final del XVII Paredes es testigo de un cambio de
hábitos: el acento agudo —que postulaba y utilizaba en palabras llanas y
esdrújulas López de Velasco— ha dejado de usarse; y donde Velasco insertaba
circunflejo —en las palabras agudas que pudieran confundirse con otras—, ha
prevalecido el acento grave:
Todos cuantos imprimen la lengua Castellana dentro, y fuera de España,
vsan de los acentos graves, y agudos, al contrario de lo que deven ser: porque
del grave vsan para denotar sílaba de pronunciación larga, como hallò, dexò,
caminò, y infinitos otros siendo assi que esse acento grave denota en el Latin
silaba breve, como ideò, adeò, &c. y el acento agudo (que de su naturaleza es
para silaba larga, como se vè en Domino, viventibus, peccatorum, &c.) dizen
que es para sylaba breve, y no vsan dèl en ningun caso, por cuya causa, ni aun
se funde. Este ya es un abuso irremediable, y que el querer corregirlo es
impossible, y assi serà preciso seguir la opinion comun, aunque si me fuera
possible lo corrigiera39.
Obsérvese el dato interesante que aporta el profesional: el acento agudo ha
dejado de fundirse. Esto podría justificar el predominio del uso del acento grave
durante toda una época, aunque más bien evidencia una consecuencia del ya
consolidado abandono del agudo por el grave en las imprentas por influencia de
los impresos en latín.
Otra aportación interesante de Víctor de Paredes es la ampliación de la
relación de monosílabos en que se justificaría un acento para evitar equívocos.
Aunque ya había recomendado López de Velasco acentuar el quê interrogativo
(Velasco 1582: 297), Víctor de Paredes lo retoma y añade una recomendación
general para los monosílabos mì, sì personales; màs, adverbio; y las vocales à y ò

38. MATIENZO (1671): 85.


39. PAREDES (c. 1680): 21-21v.
HERENCIA CLÁSICA EN LA PUNTUACIÓN Y ACENTUACIÓN 299

siempre que vayan sueltas, sea cual sea su valor gramatical (no faltan textos
contemporáneos que acentuaban la à con valor de preposición y/o de verbo), y
recomendándolo expresamente cuando la ò se emplee como interjección:
La à sola con acento bien es ponersele, aunque siempre es breve, mas no
por otra razon mas de estar sola. Lo mismo sucede con la ò sola: pero mas
requiere el acento quando se pone para admiracion, como en estos casos: ò què
pontento! ò quan maravilloso! (Paredes c. 1680: 21v-22).
En cuanto a los acentos circunflejos, «no se estilan en el Romance, aunque
yo (si los tiene la fundicion) vso dellos en veia, oia, creia, y otros»40. Por la
muestra, se ve que en los cajetines que utilizó para componer este tratado no
disponía de ellos.
Acabado este repaso por los más significativos testimonios de la doctrina
ortográfica sobre la acentuación en los siglos XVI y XVII, quedan precisas unas
líneas maestras que todos ellos reconocen:
1. No hay tradición de acentuar en la lengua española, por lo que los impresores se
resisten a acentuar hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVI.
2. Si se está dispuesto a utilizar acentos gráficos, es preciso hacerlo en palabras que,
cambiado el acento de una sílaba a otra, pudieran ofrecer significados diferentes.
3. En la confusión de propuestas gramaticales y modelos literarios, la elección de los
tipos con tildes agudas, graves o circunflejas queda a la elección del personal de
cada imprenta.
De como se utilizaron los acentos en las primeras ediciones de las obras
maestras de la literatura del Siglo de Oro traté en otro lugar41. Valga traer aquí
algunas de las conclusiones a que se llegó después de su estudio:
Las ediciones más antiguas de nuestros clásicos de la primera mitad del siglo
XVI no recibieron acentuación, ni las que se compusieron con letrerías góticas,
como las comedias y tragicomedias de La Celestina, y las ediciones del Lazarillo
de Burgos, Alcalá y Medina de 1554, ni tampoco el Lazarillo de Amberes del
mismo año, impreso en tipos redondos.
La primera edición del Lazarillo posterior a 1554, la de López de Velasco
(1573), vino primorosa y originalmente acentuada con agudos y circunflejos.
Se puede decir que ni las obras de fray Luis de León ni las de santa Teresa
aparecieron acentuadas, aunque muestran la huella de cajistas que
espontáneamente de tanto en tanto marcaban una palabra con acento, según las
normas de los que lo solían hacer.
Tanto La conversión de la Magdalena (1588) de Malón de Chaide, como el
Guzmán de Alfarache (1599), como las dos Partes del Quijote (1605 y 1615), son
libros acentuados: La conversión de la Magdalena, por la mano del autor; el

40. PAREDES (c. 1680): 22.


41. SEBASTIÁN MEDIAVILLA (2011).
300 FIDEL SEBASTIÁN MEDIAVILLA

Guzmán, probablemente también; y los Quijotes por obra del personal de la


imprenta, repartidas las responsabilidades entre pendolistas, correctores y
cajistas.
Al lector inadvertido que se asome a un ejemplar de estas ediciones le puede
parecer no acentuado… prácticamente. Pero esa apariencia no pasa de ser un
efecto visual, porque el lector de hoy está acostumbrado a una densidad de
acentos muy superior a la de entonces. Se debe tener en cuenta que, frente a la
acentuación fonética actual del español, que busca prioritariamente que el lector
sepa cómo debe pronunciar una palabra aunque la vea aislada42, la acentuación
durante el Siglo de Oro se contentaba con que el lector supiera interpretar la
palabra en su contexto, por lo que gramáticos, escritores e impresores se veían
solamente obligados a deshacer ambigüedades: se atribuía al acento gráfico una
función eminentemente fonológica, como rasgo opositor, si bien, el lugar donde
se ponía era siempre sobre la sílaba tónica.
La preferencia por el acento gráfico grave fue el resultado de una
asimilación a la tilde que se utilizaba profusamente (no con fines fonéticos) en
los textos que se imprimían por los mismos años en latín: los mismos
trabajadores de las imprentas donde se componían los libros en romance se
ocupaban de la edición de tantos o más libros en lengua latina. La asimilación del
acento grave para los textos romances en las imprentas condujo a que también los
teóricos de la ortografía acabaran optando por él, al menos, a partir del
Compendio de Nicolás Dávila (1631).

42. Cf. RAE (2010): 193.

Das könnte Ihnen auch gefallen