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Me desafía la lectura de la obra hecha por la manos de Leonardo Boff en la nueva evangelización
realmente es muy desafiante la postura de una nueva evangelización basados en el ropaje que la
cultura nos proporciona, evangelizar desde la postura de los oprimidos.

En general me gusta la idea que nos proporciona en el prefacio acerca de que como Iglesia
tenemos una deuda muy grande por cubrir en América Latina y que necesita de gente que quiera
pagar el precio de esta deuda, me gustan las siguientes líneas ͞Ú Ú Ú Ú
  
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 Ú    Ú  Ú      Ú         Es
interesante la propuesta ya que no se queda en un nivel solamente clérigo, proporcionando un
sistema que regresa a la iglesia, sino que está abriendo la iglesia a un nuevo desafío.

Así veremos que esta propuesta de una nueva evangelización desde una perspectiva social con un
enfoque en América Latina, es un teólogo preocupado por la cuestión de justicia social, más que
redefinir las cuestiones teológicas y hacer una base doctrinal como la mayoría de sus
contemporáneos.

La deuda no está en un solo nivel espiritual o eclesial, la deuda de una evangelización liberadora
hacia una justicia social tiene que ver con todas las áreas, esto quiere decir que es una deuda
integral, que necesita integrar todas las áreas en donde la cultura se está desarrollando, esto
quiere decir que esta nueva evangelización tiene que estar trabajando con estas áreas al mismo
tiempo, y sea lo más liberadora posible, si falla en alguna área o en algún punto volvería a ser un
evangelización que solo busca el bienestar en el sistema clérigo, olvidándose de interactuar con su
cultura y liberarla.

Deja un llamamiento muy firme dice ͞ÚÚ ÚÚÚ


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Me entristece, me decepciona, me llena de ira al analizar y reflexionar acerca de esta carta


entregada a Juan Pablo II por los lideres autóctonos de Perú: &#     Ú  Ú 
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Ú     Ú  Ú  Ú  Ú  ÚÚ 
 ÚÚ  Ú     Ú ÚÚ    Ú ) Cuán
difícil y reveladora situación es esta para mí como presunto proclamador de la palabra, que cosas
México tendrá que reclamar a los evangelizadores protestantes, ya que de la misma manera hubo
una aculturación de la praxis, de la teología, y de cuestiones culturales que han provocado un
abandono social, un escapismo y una respuesta hueca a la justicia social. Pero lo que más me
entristece es que un día nos digan que no están de acuerdo con nuestra Biblia porque nunca ha
traído aquello, de lo cual se predica en medio de está. Solo porque la sociedad evangelizadora
presenta una evangelización que solo esclaviza a la religiosidad y no a la libertad social en Cristo.

Me gusta cuando habla de las Culturas asimilan el evangelio, dice el evangelio no se identifica con
las culturas, sino en las culturas, sin que le sea posibles existir fuera de una determinada expresión
cultural.

Hoy nos parece bastante claro que evangelizar no consiste en reproducir en el otro la expresión
cultural propia; no puede consistir en adaptar el evangelio a las dimensiones superficiales de la
cultura, debe llegar en profundidad, hasta sus mismas raíces. La evangelización debe producir
culturalmente el evangelio como Buena Noticia, debe autogenerar un sentido globalizador y
último de la totalidad cultural.

El evangelio no existe desnudo, sino que siempre está culturalmente vestido. Cada expresión
cultural recoge el evangelio, pero también lo encoge, lo concreta, pero también lo limita.

La evangelización significó, históricamente, una implantación de la cultura occidental tanto en


China como en América Latina y en África.

Es interesante cuando hace la diferencia de inculturación de la cultura judía y la occidental para


decirnos que se corre un peligro de fundir de tal manera el evangelio con sus instrumentes de
inculturación que pasemos a considerar como evangelio lo que sólo es cultural, y que debido a
ello, tratemos de imponer una cultura sobre la otra, impidiendo que ésta asimile con el mismo
derecho y libertad con que lo hicieron las culturas judía, greco-romana y germánica, la fe y el
evangelio.

Es necesario decir que para que nuestra evangelización se desarrolle con sanidad es necesario
tener una visión clara de nuestra cultura, desarrollar los lazos que puedan unificar la cultura y el
evangelio de tal manera que se pueda observar la diferencia de lo que es netamente cultural y la
esencia del evangelio.

Necesitamos un autoanálisis de lo que somos como evangélicos y como cultura, para poder
marcar la diferencias propias de cada envestidura, y así poder desarrollar un nueva evangelización
que tenga su énfasis en la radicalidad del evangelio en la justicia social, sin importunarnos en
manejar conceptos cultuales pensando que son propios del evangelio.

Citando la voz viva de Puebla al decirnos que Ú ÚÚ Ú Ú 
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Por eso la evangelización es fruto del encuentro entre el mensaje cristiano y los desafíos de la
realidad, sin este diálogo, la evangelización no será más que imposición de un mensaje o simple
alienación religiosa, por no enraizarse en la cultura.

Nuestro continente se caracteriza por tener enormes franjas sociales de pobreza y marginación de
negros, indios, mujeres, y trabajadores, toda evangelización que no denuncie la injusticia histórica
de esta situación y no se constituya, a partir de su propia instancia de situación y no se constituya
a partir de su propia instancia de fe, en potencial movilización popular, liberación de los oprimidos
y celebración de las luchas, difícilmente escapará a la acusación de complicidad con el orden
impuesto por la dominación y de infidelidad al sueño de Jesús, sino te cimbran estas palabras, sino
causan un efecto de devastación en tus paradigmas, es porque ahora eres un simple religioso.

Para esto necesitamos partir de un Jesús evangelizador con toda su importancia y su aplicación a
nuestra meta evangelizadora, entendiendo a Jesús y su praxis evangelizadora podre descubrir la
importancia de la integralidad de ese evangelio a proclamar.

Por eso evangelizar supone comunicar un mensaje, que a su vez, encierra una visión del mundo y,
especialmente, una visión de su destino final, que como ya vimos, implica la resurrección.

Tendremos que partir de la realidad de nuestro pueblo para poder liberarlo, para poder tener una
evangelización como la tuvo Jesús. Una evangelización que no recoja las esperanzas radicales del
ser histórico de hoy, especialmente de los pobres, difícilmente significará continuidad y fidelidad a
lo que dijo e hizo Jesús.

Jesús se muestra extraordinariamente atento a las rupturas existenciales, a los conflictos que
afligen a las personas y que afectan al tejido social. Se revela la importancia de las curaciones, de
la solicitud para con los pobres, y los pecadores públicos, de la defensa permanente de los
marginados, de quienes socialmente no son nada.

Quiero terminar con esto una evangelización que no sea liberadora de las angustias históricas, que
no humanice la existencia, que no suavice la vida con la creación de una comunidad fraterna,
difícilmente podrá apelar a la tradición de Jesús. Si Jesús no libera también de los males humanos
en que se concreta nuestro pecado y para formas superiores de relaciones en lo social, en lo
personal y hasta en lo divino, entonces no se trata de Jesús, sino de un fetiche producido y
manejado por los intereses de poder y dominación de las instituciones eclesiásticas.

Una evangelización que no úne la fe y la vida real, que no sepa integrar en su discurso sobre Dios
el multiforme dramatismo de la existencia, acabará siendo alienante y haciéndose históricamente
irrelevante; no tendrá casi nada que decir, porque no se toma enserio lo que para la vida es
verdaderamente serio o importante.

Si esto no nos afecta históricamente, si esto no nos lleva a una nueva conciencia evangélica, si esto
no nos confronta, es que simplemente estamos presentando un evangelio propio, un evangelio
que tiende a esclavizar, en vez de liberar, un evangelio que tiene por propósito el poder sobre su
cultura, que la liberación de ella.

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