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TRATADO DE ESCENOGRAFfA 59

y las copas de los árboles parecían perderse entre las bambalinas, dando como resultado
una sorprendente impresión de altura.
En e! vestuario, mientras tanto, e! mismo empeño de veracidad llevaba a una revo-
lución análoga en los trajes. Pero en este caso se fue más lejos aún, buscando la preci-
sión histórica y la reconstrucción erudita, haciéndose ensayos de lo que, más tarde, ha-
bría de llamarse "color local". Los sastres de teatro profesionales y los pintores no
tomaron parte alguna en esta evolución, que se debe exclusivamente a los actores,
principalmente en la Comedia Francesa y en la Opera Cómica. La pasión por la repro-
ducción erudita de detalles en e! vestuario se propagó, acabando por ganar la ópera,
durante tanto tiempo entregada a los trajes de magnificencia convencional, en donde
los dioses y los héroes antiguos todavía llevaban las manos enguantadas.
La escenografía busca la verdad que precisa con sus propios medios, tratando de
hallar nuevos decorados y construcciones complicadas: puentes, escaleras, lagos, ríos...
Los escenógrafos Albany, Moenck, Alaux y Daguerre rivalizan en ingeniosidad. Todo
el mundo se entrega fervorosamente a la búsqueda de! colorido local y la exactitud
histórica: los directores, como e! Barón Taylor en la Comedia Francesa, y Hare! en la
Porte Saint-Martin: los amores, como Dumas, que daba en sus manuscritos instruc-
ciones detalladas; Hugo, que algunas veces bosquejaba las maquetas y vigilaba perso-
nalmente su ejecución; los pintores: De!acroix, ]ohannot, De!aroche y Raffet, que di-
bujaban los trajes; los profesionales de la decoración: Ciceri, Lefevre, Séchan, Diererle
y Desplechin, así como sus discípulos, Feuchere, Cambon, Chaperon, Levastre y Thie-
rry. Se ponía e! mayor esmero en la colocación de los decorados y se perfeccionaron los
practicables; e! gas, que acababa de hacer su aparición, permitía inusitadas iluminacio-
nes; las calles se perdían en imprevistos recodos, las encrucijadas dejaban adivinar cela-
das en sus rincones sombríos, las salas palaciegas evocaban las bóvedas ojivales y los
pilares góticos. La arquitectura y la moda eran reconstruidas a base de documentos, al-
canzando afán de exactitud hasta los menores detalles.

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