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Grado primero
Anexos
Grupo 1: Cuidado por el otro (Maestra Gloria Yaneth Rocha Viva)
Cuento
L-GE-07
CONVIVENCIA Vigente desde
18/01/17
El niño bueno
Arturo era un niño que nunca se metía con nadie, ni se portaba mal, ni desobedecía. Por
eso, todo el mundo le decía que era un niño muy bueno.
Un día, en el parque, Arturo vio que unos niños insultaban a otro más pequeño, que
estaba muerto de miedo. En un primer momento, Arturo pensó en ir a defenderlo, pero
luego pensó:
- Todo el mundo me ha dicho que no me meta en peleas y que no pegue a nadie. Si voy
desobedeceré a mis padres y dejaré de ser bueno.
Y se fue pensando que lo mejor era no meterse.
Al día siguiente, los mismos niños que habían estado molestando a aquel niño en el
parque cogieron a Arturo y empezaron a burlarse de él y a quitarle sus gafas.
- ¡Venga, Arturito, a ver qué haces ahora! -le decían-. Cuidado con lo que dices a ver si
vas a perder esa fama de niño bueno que tienes.
Cuando se cansaron, dejaron a Arturo asustado y con las gafas rotas.
Cuando llegó a casa, y le vieron sus padres, les dijeron:
- ¿Qué ha pasado Arturo? ¿No te hemos dicho que no te metas en peleas?
Arturo respondió:
- Han sido unos niños mayores. Me han atacado y eran cuatro. Pero no les he dicho nada
malo.
- ¿Y no has pedido ayuda? -preguntaron sus padres.
- No... -respondió Arturo.
En ese momento, llamó al timbre el niño que había visto el día anterior Arturo en el
parque, que era su nuevo vecino.
- Lo siento mucho. Si te hubiese visto, hubiera tratado de ayudarte - le dijo
él niño.
- No te preocupes. El que lo siente soy yo por no haberte ayudado yo a ti cuando tuve
ocasión.
Los dos niños se hicieron buenos amigos y así fue como Arturo aprendió que ser bueno
significa mucho más que no ser malo y que para ayudar a los demás a veces hay que
pasar a la acción y no quedarse de brazos cruzados.
Actividad:
El tendero de la fraternidad.
Cada uno tendrá una ficha que tiene una mano, la colorean y en la palma tendrá la frase
“hay que cuidar a mis compañeros, luego la cuelgan en el tendedero.
Había una vez un león afónico. Era afónico desde siempre, porque nunca había podido
rugir, pero nadie en la sabana lo sabía. Como desde muy pequeño había visto que no
podía rugir, había aprendido a hablar sosegadamente con todo el mundo y a escucharles,
y convencerles de sus opiniones sin tener que lanzar ni un rugido, ganándose el afecto y
confianza de todos.
Pero un día, el león habló con un puerco tan bruto y cabezota, que no encontraba la forma
de hacerle entrar en razón. Entonces, sintió tantas ganas de rugir, que al no poder hacerlo
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18/01/17
se sintió en desventaja. Así que dedicó unos meses a inventar una máquina
de rugir que se activase sólo cuando él quisiera. Y poco después de tenerla terminada,
volvió a aparecer por allí el puerco testarudo, y tanto sacó al león de sus casillas, que
lanzó un rugido aterrador con su máquina de rugir.
- ¡¡¡GRRRRROAUUUUUUUUUUUU!!!
Entonces, no sólo el puerco, sino todos los animales, se llevaron un susto terrible, y
durante meses ninguno de ellos se atrevió salir. El león quedó tan triste y solitario, que
tuvo tiempo para darse cuenta de que no necesitaba rugir para que le hicieran caso ni
para salirse con la suya, y que sin saberlo, su afonía le había llevado a ser buenísimo
hablando y convenciendo a los demás. Así que poco a poco, a través de su tono amable y
cordial, consiguió recuperar la confianza de todos los animales, y nunca más pensó en
recurrir a sus rugidos ni a sus gritos.
Actividad: El Lazarillo
A mitad del grupo tiene los ojos vendados y la otra mitad son guías; eligen a los ciegos
sin decir palabra. Durante unos minutos los lazarillos conducen a los ciegos con la voz,
dándoles un recorrido por el lugar que indique la persona que está a cargo de la actividad,
después de un rato, se cambian los papeles. Los nuevos guías vuelven a elegir a su ciego
sin ser vistos. Después se hablará de los sentimientos que cada niño ha tenido.
él.
Don Gato se dio cuenta de lo injusto y soberbio que había sido con su amigo.
-¿Sabes hacia dónde fue? -preguntó Don Gato a Doña Paloma-. Tengo que pedirle
perdón a mi amigo.
Doña Paloma le indicó a Don Gato la dirección por la que se había ido Don Ratón, que no
paró de correr hasta que lo encontró.
-Amigo, no te vayas -le dijo Don Gato a Don Ratón-. Siento haber sido tan estúpido.
Somos compañeros, nos necesitamos el uno al otro.
-¿Eso significa que no puedes vivir sin mí? -preguntó Don Ratón.
-Eso significa que mi vida es mucho mejor cuando la comparto contigo -respondió Don
Gato-. Vale, la verdad es que no sé qué haría sin ti.
-Está bien, te perdono -dijo Don Ratón-. La verdad, ya me estaba preguntando cómo me
las iba a apañar yo solo esta noche.
Don Gato y Don Ratón no volvieron a tener ningún gran problema, salvo pequeñas
discusiones que se solucionaban aplicando la única regla que debe existir para que
cualquier relación entre dos individuos funcione: el respeto mutuo.
Actividad:
Caja del respeto
Se colocará en una caja acciones que representan el valor del respeto y el no respeto.
Se divide el subgrupo en tríos, toman un papel de la caja y dramatizarán la acción que
eligieron. Al terminarla la dramatización la maestra pregunta al resto de los estudiantes si
el valor del respeto se cumple o no con la acción que dramatizaron. Se debe de inculcar
la buena práctica de este valor.
Cuento
El gran partido
Había una vez un grupo de niños que habían quedado para jugar un partido de fútbol por
todo lo alto. Habían decidido que cada uno llevaría un elemento importante que hubiera
en todos los partidos oficiales, y así, uno trajo el balón, otro el silbato, otro una portería,
otro los guantes del portero, las banderillas del córner, etc... Pero antes de comenzar el
partido, a la hora de elegir los equipos hubo una pequeña discusión, y decidieron que
podría elegir aquel que hubiera llevado el elemento más importante.
Como tampoco se ponían de acuerdo en eso, pensaron que lo mejor sería empezar a
jugar al completo, con todos los elementos, e ir eliminando lo que cada uno había traido
para ver si se podía seguir jugando y descubrían qué era verdaderamente imprescindible.
Así que comenzaron a jugar, y primero eliminaron el silbato, pero quien hacía de árbitro
pudo seguir arbitrando a gritos. Luego dejaron a los porteros sin guantes, pero paraban
igual de bien sin ellos; y tampoco se notó apenas cuando quitaron los banderines que
definían los límites del campo, ni cuando cambiaron las porterías por dos papeleras...; y
así siguieron, hasta que finalmente cambiaron también el balón por una lata, y pudieron
seguir jugando...
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CONVIVENCIA Vigente desde
18/01/17
Mientras jugaban, pasó por allí un señor con su hijo, y viéndoles jugar de
aquella forma, le dijo al niño:
-"Fíjate, hijo: aprende de ellos, sin tener nada son capaces de seguir jugando al fútbol,
aunque nunca vayan a poder aprender ni mejorar nada jugando así"
Y los chicos, que lo oyeron, se dieron cuenta de que por su exceso de orgullo y egoísmo,
lo que se presentaba como un partido increíble, había acabado siendo un partido penoso,
con el que apenas se estaban divirtiendo. Así que en ese momento, decidieron dejar de
un lado sus opiniones egoístas, y enseguida se pusieron de acuerdo para volver a
empezar el partido desde el principio, esta vez con todos sus elementos. Y
verdaderamente, fue un partido alucinante, porque ninguno midió quién jugaba mejor o
peor, sino que entre todos sólo pensaron en divertirse y ayudarse.