Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Antropología de la naturaleza
Derechos reservados
Philippe Descola
De esta edición:
Instituto Francés de Estudios Andinos
Av. Arequipa 4595 - Lima 18. Perú
email: postmaster@ifea.org.pe / web: www.ifeanet.org
Lluvia Editores
Av. Inca Garcilaso de la Vega 1976 Of. 501 - Lima. Perú
email: lluviaeditores@earthlink.net
ISBN: 9972-623-23-8
Impresa en el Perú
índice
M ás allá de la naturaleza
y la cultura ............................................... 9
Un cambio de cosmología ......................... 19
A n tro p o lo g ía s m a te ria lis ta s ,
a n tro p o lo g ía s im b ó lic a ........................................ 26
La identificación: semejanzas
y diferencias ................................................. 32
T o te m is m o y a n im is m o ...................................... 36
El analogismo .............................................. 43
E l n a tu ra lis m o ................ ........................................ 46
1 H e in r ic h R í c k c r t , S c íc h c c de la c u lh t r c el s d c 'm v ik ‘ tn utUurc, s e g u i d o
p o r Titeara- th■ ln ilcfiitifion ( t r a d u c c i ó n d e A n n c - H é l e n c N i c o l á s ) , P a r í s ,
G a llim a r d , 1997, p. 4 6 .
colocar los primeros entre las colecciones de botánica,
de. zoología o de m ineralogía, y a Los segundos en el
rubro de las bellas artes, de la sociología o de la
historia de las técnicas.
Es verdad también que se hacen esfuerzos
desde hace bastante tiem pcfpara abrir pasajes entre
los dos niveles. Algunos guardianes del piso de la
cultura hacen notar que sus colegas de abajo son
tam b ién h u m an o s, con una h isto ria , le n g u a s,
p reju icio s y o p in io n es, y que el sistem a de la
naturaleza que han elaborado es com pletam ente
cultural ya que, muda y sorda, la naturaleza no se
expresa más que a través de portavoces autorizados.
Detrás del estandarte de la historia y de la sociología
de las ciencias, el piso de las convenciones hum anas
am bicion a, p ues, an exarse una buena parte del
ámbito reservado a la naturaleza, no sin una v iva
resistencia de parte de aquellos que protegen las
escaleras contra las in filtracio n es de toda clase
— sociales, culturales, económicas o políticas— que
podrían contam inar la robusta trascendencia de las
leyes de la m ateria y de la v id a .2 Sin em bargo, si
semejante ofensiva ha com enzado ya a am pliar el
perímetro de la^> ciencias sociales y hum anas, choca
también con un residuo de obstinada factualidad
ante la cual la vanguardia de la cultura se siente asaz
desconcertada. Los sociólogos de las ciencias han
2 !• í c a s o S o k n l luí o f r e c i d o r e c i e n t e m e n t e m ía i l u s t r a c i ó n e je m p l a r d e
e s t e t ip o d e e s c a r a m u z a d e J q u e n a d i e s a l e ile s o .
Plníippe Descola
A p o s te m o s , sin e m b a rg o , a q u e esta
construcción de dos pisos parecerá tan anticuada a
nuestros descendientes, dentro de algunos decenios,
como lo es ahora para nosotros el museo de La Plata.
N o hay ninguna audacia en esta predicción, pues las
señ ales ad ela n tad as de un d esg aste de n uestra
cosm ología son ya bien visibles. La m ás destacada,
la que más atrae la atención de los gobiernos y de los
ciudadanos, es por cierto la creciente preocupación
frente a los efectos de la acción hum ana sobre el
m edio ambiente. Por lo demás, la elección m ism a de
la designación de "m edio am biente", preferida a la
de "n a tu ra le z a ", indica ya un d eslizam iento de
p e r s p e c tiv a ; en su se n tid o m ás c o rrie n te , Ja
n atu ra lez a era an trop océn trica de m an era casi
clan d estin a, en la m ed id a en que abarcaba por
preterición un ámbito ontológico definido por su falta
3 C o n la n o t a b l e e x c e p c i ó n c ié B r u n o L a t o u r y d e s u s c o l e g a s d e la s
S i VíW i y Cjuo, p a r t i e n d o d e l e s t u d i o d e io s h í b r i d o s d e n a t u r a l c / a y
c u l t u r a p r o d u c i d o s p o r la s c i e n c i a s y la s t é c n ic a s , s e i n t e r e s a n m á s b ie n e n
io s p r o c e d i m i e n t o s d e d i s t r i b u c i ó n v d e l e g a c i ó n p o r m e d io d e io s c u a l e s s e
o p e r a n in fiu c la s r e p a r t ic io n e s o n to k \ ^ ic a s c o n v e n c i o n a l e s ; p o r e je m p l o ,
U r u n o L a t o u k , P o litiq u e a d e in n t ih t ir O v iu n c -a í f n í i v e n t r a ' íes sc/evurs ru
d é n io c n U ic . P a r í s . L a D c c o u v e r t e , IV 99,
de hum anidad — sin azar ni artificio— , mientras que
se destaca claram ente el antropocentrism o de la
expresión "m edio am biente": es el m undo sublunar
de Aristóteles en cuanto se halla habitado por el
hombre. De la estratosfera a los océanos, pasando
por ios bosques tropicales, nadie lo ign ora en la
actualid ad, nuestra influencia se hace sentir por
doquiera, y por io tanto se admitirá sin dificultad
que, al estar nuestro entorno " natural" antropizado
por doquier en diversos grados, su existencia como
e n tid a d au tó n o m a no es m ás que una ficció n
filosófica. H ay otra dimensión de la naturaleza que
se halla, de m odo m ás particular, puesta en cuestión
p or los p ro g re so s de la genética, es el su strato
biológico de la hum anidad en cuanto m ateria, form a
y proceso totalmente ajenos al control dom esticador
de la educación y de la costumbre. La im portancia
cad a vez m ás e v id e n te de la e p ig é n e sis en la
in d iv id u a ció n , el d esarro llo de la reprodu cción
asistida, desde la fecundación in vi tro hasta el clonaje
de mam íferos, el perfeccionamiento de las técnicas
de injerto y de transplante, la abierta ambición de
algunos de intervenir en el genom a hum ano en un
estadio precoz de la em briogenesis, todo ello, ya sea
que se lo deplore o se lo celebre, torna m enos nítida
que antes la separación de derecho, entre la parte
natural y la parte cultural del hombre. La opinión
piiblica ha percibido por lo dem ás que se hallaba en
curso un cambio radical en este ámbito, y que si bien
la in q u ie tu d que m a n ifie s ta fren te al c lo n a je
re p ro d u c tiv o , a los rie sg o s c lim á tic o s y a los
organism os genéticamente m odificados se expresa
sobre todo en términos éticos y políticos, m anifiesta
tam b ién un d e sc o n c ie rto fren te a u n a n u e v a
distribución ontológica que fa no respeta las antiguas
certidumbres. Si el siglo XIX habría enterrado a Dios,
y ei XX, según se dice, ha borrado al Hom bre, ¿hará
el XXI desaparecer la N aturaleza?
9 C i a u d e L i ;v ) * Ü í t i j a u > s , ¡n Í V n s t r c, P a r í s , P l o n , 1 9 6 2 , p . 3 2 7 .
ser ía forma de un m undo en el cual el corte entre la
naturaleza y la cultura se habría borrado.1" N o es
imposible, en cambio, prescindir de este corte cuando
se reflexiona sobre ios m edios que ha em pleado la
hum anidad para objetivarse en el m undo, tarea que
concierne en prim er término la antropología, una
antropología renovada, cuyo objeto no sería ya las
instituciones y las prácticas clasificadas según su
grado de autonomía frente a la naturaleza, sino las
form as v propiedad es de los diferentes sistem as
posibles de relación con el entorno hum ano y no
hum ano, tales como ios que la etnología y la historia
han com enzado a inventariar.
íí) S in d u d a so p u e d e a c e p t a r c o n B r u n o í .a t o u r q u e t a i c o r t e n o h a
e x i s t i d o ja m á s p o r c u a n t o lo s M o d e r n o s n o s e h a n c o n f o r m a d o a l m is m o
e n s u p r á c tic a {lir u n o Latour, Mws n ’n w n ^ j a m a i* e tc n tix tcn ie *. F.fiani
tr m ilh r a p o b fiit' s}finélrh )m ', P a r is , L a D ó c o u v e r t e , 1 9 9 1 ) ; q u e d a e l h e c h o d e
q u e ta I c o r t e d e s e m p e ñ a u n p a p e l c e n t r a l e n n u e s tr a t e o r iz a c ió n c o s m o ló g ic a
v e r n a c u l a r y e n la m a n e r a e n q u e a n a l i z a m o s la s q u e h a n p r o d u c i d o o t r o s
p u e b lo s .
person a y los dem ás m ediante la in feren cia de
a n a lo g ía s y d ife r e n c ia s de a p a r ie n c ia , de
comportam iento y de propiedad entre lo que pienso
que soy y lo que pien so que son los otros. Este
m e ca n ism o está m en o s c o n fo rm a d o p o r la
contingencia de la experiencia o por las disposiciones
in d iv id u a le s que p o r lo s e sq u e m a s q u e he
interiorizado en el seno de la colectividad en que
vivo, y que estructuran de manera selectiva el flujo
de la p e rc e p c ió n a s ig n a n d o una s ig n ific a t iv a
preeminencia a ciertos rasgos y procesos observables
en el entorno. H ay dos criterios determinantes que
p arecen d esem p eñ ar una fu n ción cen tral en la
identificación considerada así como una especie de
forma simbólica a la manera de Cassirer: la atribución
a otro de una interioridad análoga a la m ía, y la
atribución a otro de una m aterialidad análoga a la
mía. La naturaleza de esta interioridad puede variar
y referirse a los atributos ordinariam ente asociados
con el a lm a , el e s p ír itu o la c o n c ie n c ia
— in te n c io n a lid a d , s u b je tiv id a d , r e fle x iv id a d ,
afectos, aptitudes para soñar o significar— como con
características aún más abstractas, como la idea que
comparto con los dem ás de una m ism a esencia o de
un mismo origen, o que pertenecemos a una misma
categoría ontológica. El criterio de m aterialidad se
refiere, en cam bio, a la form a, ia su stan cia, los
p ro ceso s fis io ló g ic o s , p e rc e p tiv o s y se n so rio -
motores, incluso el temperamento en la m edida en
q u e e x p r e s a r ía la in flu e n c ia de los h u m o re s
corporales. Cualquiera que sea la diversidad de las
concepciones de la persona que los etnólogos se han
preocupado en inventariar, parece que esta dualidad
de la in terio rid ad y de la m aterialid ad se halla
presente por doquier, con "m odalidades es verdad
m últiples de conexión y de interacción entre las dos
esferas, y que ella no constituye, por tanto, una
sim ple proyección etnocéntrica de una distinción
entre el alm a y el cu erp o que sería p ro p ia de
occidente. A quien se asom braría así de ver que un
tipo de d u a lism o s u s titu y e a otro h a b ría q u e
responderle que las oposiciones binarias no son un
mal en sí, que son ampliamente utilizadas por todos
los pueblos en muchas situaciones, y que es por lo
tanto m enos su forma la que debe ser cuestionada
que la universalidad eventual de su contenido. Desde
este punto de vista, y si uno se atiene sólo a los
indicios semánticos, resulta forzoso constatar que los
equivalentes terminológicos de la pareja naturaleza
y cultura son prácticam ente im posibles de hallar
fuera de las len gu as eu rop eas, m ien tras que la
diferenciación ^en el seno de una cierta clase de
o rg a n is m o s en tre una in te r io r id a d y una
m aterialid ad parece estar m arcada en todas las
lenguas, cualesquiera que sean, por lo dem ás, la
extensión que se da a esta clase y la m anera en que
esas nociones se traducen — generalmente por alma
y cuerpo— en la lengua de los etnógrafos.
Ahora bien, las combinaciones que autorizan
estos dos criterios de identificación son m uy reducidas:
frente al otro, humano o no-humano, puedo suponer
ya sea que él posee elementos de materialidad y de
interioridad análogos a los ntíos, o ya sea que su
interioridad y su materia iidad«on diferentes a las mías,
o ya sea aún que tenemos interioridades semejantes y
materialidades diferentes, o ya sea en fin que nuestras
interioridades son diferentes y nuestras materialidades
análogas. Estas fórmulas definen cuatro grandes tipos
de ontologías, es decir sistemas de propiedades de los
seres existentes, que sirven de punto de anclaje a
formas cosm ológicas, m odelos de vínculo social y
teorías de ia alíeridad. Fluye por sí mismo que estas
cuatro m odalidades de identificación están lejos de
ag o tar las m ú ltip les m an eras de e stru ctu ra r la
exp erien cia in d iv id u a l y colectiva, y que otros
principios -lo s que rigen la relación, la figuración o la
temporalidad, por ejem plo- actúan igualmente en la
miríada de soluciones que los humanos han adoptado
a fin de objetivarse en el mundo. Si insisto aquí en la
identificación es sim plem ente para dar una breve
visión de una vía alternativa que permitiría describir,
clasificar y hacer inteligibles las relaciones que los
humanos mantienen entre ellos y con los no-humanos,
vía que significaría la economía de una dicotomía,
incluso metodológica, entre ia naturaleza y la cultura.11
I I L a s p r o p o s ic io n e s a d e la n ta d a s e n e s te a r tíc u lo s e r á n e x p l o t a d a s
d e m o d o m á s c o m p l e t o e n u n lib r o a p u b l i c a r s e p r ó x i m a m e n t e .
Totemismo y anim ism o
16 M u n i d o V iv i:« « t s u r C a s ik o , " O s p r o n o m e s c o s m o ló g ic o s e o
p e r s p o c l i v i s n i o a m e r i n d i o " , M a im . 2 12), 1 9 % , p p . I [ 5 - 1 4 4 .
P ¡u lip ¡v Descolo
El analogism o
El naturalism o
***
82
Una ilustración se hace aquí indispensable,
que tomaremos en préstam o de la rica paieta de la
relación entre los hom bres y las aves. Las tribus
N u n g a r d e l s u d o e s te de A u s tr a lia e sta b a n
o rg an iza d as en m itad es exó gam as llam a d as de
acuerdo con dos aves: la cacatúa blanca, Cacatúa
teimiivsti'is, cuyo nombre autóctono, maarnetj, puede
traducirse como ei "atrapador", y ei cuervo Corvas
coronoides, llam ado waardar, término que significa
" v ig ía " . La d esig n ació n de una esp ecie an im al
m e d ia n te una c a ra c te rístic a g e n e ra l de su
com portam iento m ás bien que por m edio de un
térm ino que le sea e x c lu siv o , hecho com ú n en
Australia, se explica en parte por ei estatus conferido
a e sta s d o s a v e s to té m icas: son ei o rig e n y
encarnación sustancial de dos conjuntos contrastados
de propiedades materiales y espirituales — rasgos de
carácter, conform aciones y aptitudes corp orales,
disposiciones psicológicas— consideradas específicas
a todos los miembros hum anos de cada una de las
m ita d es ai m ism o tiem po que a todos io s no-
hum anos respectivam ente afiliadas a ellas.10 Esta
com unidad de Rumores y de temperamentos en ei
seno de colectividades híbridas había sido notada ya
por Wiiiiiam Spencer y Franck Gíilen hace m ás de
un siglo, cuando escribían, a propósito de ia Australia
11 W illt m n B . SrtNCCK y F r a n c k J . Q i u - .n , T h e N a t iv e T r ib r s o f C e n tr a l
A u s t r a lia , L o n d r e s , M a c m ill a n & C o ., 1 8 9 9 , p . 2 0 2 .
12 Jacques Galíniek, íji ntoitic da monde. Le corys et ¡v ca$mo< <imi> te
rituci ti is hhli<vts O tom i, Paria, PUF, 1997.
persona humana y su doble es m uy diferente de la
continuidad material y espiritual postulada por los
Nungar, en prim er término porque ei animal es aquí
una in d ivid u alid ad y no una especie prototípica
d e p o sita ría de p ro p ie d a d e s c o m p a rtid a s, sino
tam bién p o rq u e un hum fino no p o see ra sg o s
idiosincráticos del toita con el cual está em parejado,
v cuya naturaleza a m enudo ignora. Es necesario, ai
contrario, que el hombre y su altcr ego anim al sean
distinguidos en esencia y en sustancia para que exista
una relación de correspondencia analógica entre
ellos, y para que los accidentes que sobrevengan
primero a uno de los términos puedan afectar a su
correlato como por un efecto de reverberación.
M ás al sur, en la alta Am azonia, ios Jívaros
Achuar reservan un lugar privilegiado a otra ave, el
tucán. Es antes que nada la más cazada, a pesar de
que su carne coriácea no la recomienda a la atención
de los gastrónomos. Com o en ei caso de las dem ás
aves y de la m ayoría de los mamíferos, se dice que el
tucán posee un alma semejante a ia de ios hum anos,
facultad que lo sitúa entre ias personas dotadas de
subjetividad y de intencionalidad, ia cual puede usar
con todas las entidades dotadas dei mismo privilegio.
Es también por causa de esta disposición interna que
se le atribuye la adhesión a los principios y valores
que rigen la existencia social de ios Achuar; ei tucán
es en particular ia encarnación ejemplar entre ios no-
hum anos de ia figura del cuñado, término con el cual
es designado en ciertos contextos, lo que hace de él
socio emblemático de la relación de afinidad que los
hombres mantienen con los anim ales de caza. Sin
embargo, la hum anidad com partida por los Achuar
y los tucanes es de orden m oral y no físico: sus
idénticas interioridades, fundam entos de su común
m edida, se alojan en cuerpos de propiedades bien
diferenciadas, las cuales definen y toman manifiestas
las fronteras de las unidades sociales separadas, pero
isom orfas, don de se d esarrollan su s resp ectivas
vid as. En contraste con el buitre de los O tom i,
sin gu larid ad anónim a que perm anece ajena a la
persona con la cual está emparejada por mi mismo
destino, el tucán de los Achuar es, pues, miembro de
una colectividad de la misma naturaleza que la de los
hombres, y, en cuanto tal, sujeto potencial de una
relación social con cualquier entidad, humana o no
humana, colocada en la misma situación. Pero el tucán
se diferencia también de las aves totémicas m ingar en
el sentido de que no existe continuidad material entre
él y los hombres, y que es conocido por calcar sobre el
modelo propuesto por la humanidad su conducta y
sus instituciones, y no a la inversa.
Volvam os ahora a riberas m ás fam iliares y
consideremos las propiedades que atribuimos al loro,
ave sin d u d a exótica, pero cu ya im p resion an te
aptitud para imitar la voz humana proporciona desde
hace mucho tiempo en Occidente m ateria para reír y
pretexto para distingos filosóficos. Descartes, Locke,
AiUropob^in de la naliindrui
Q u isie ra p ara c o n c lu ir re to rn a r p or un
m om en to a la s fu e n te s d el c o n o c im ie n to
antropológico. Se me concederá quizá que ninguna
de las ontologías a que me he referido anteriormente
no es m ás verídica que otra, en el sentido de que
ofrecería un reflejo más exacto de una organización
taxonóm ica cuyp orden objetivo sería detectable
desde siempre en la estructura de las cosas. Pero, una
vez interiorizada como esquem a directriz por una
colectividad, cada una de ellas adquiere, para los
miembros de este grupo, una fuerza de evidencia tan
d ifícil de d isip a r que incita a tratar las d em ás
ontologías, en cuanto se pueda incluso concebir su
existen cia o estar in fo rm ad o al respecto, com o
a b s u rd o s m a n ifie s to s o s u p e r s tic io n e s sin
fu n d am en to , útiles a lo m ás p ara co n fo rta r el
sen tim ien to de su p erio rid ad que no se deja de
e x p e rim e n ta r al v er en qué e rro re s ris ib le s o
crim inales han caído los veanos. Pues bien, es en
esta p e rife ria in d e c isa d o n d e n acen lo s
m a le n te n d id o s o los o s tra c ism o s, es en e sto s
m árgenes en que las civilizaciones se confrontan, se
evalúan u optan por ignorarse, que la etnología ha
elegido instalarse desde hace más de un siglo a fin
de com prender mejor los diferentes regím enes de
hum anidad, allí mismo donde las desviaciones que
presentan parecen ser las m ás significativas, para
contribuir así a la edificación de una antropología
menos tributaria de los prejuicios locales. A penas si
cabe d u d a r de que un p ro y ecto com o este ha
acom pañado, y a veces servido, al gran m ovim iento
de sometimiento de pueblos y de conciencias en el
cu al las naciones y las Iglesias eu rop eas se han
com prom etidas desde hace m edio m ilenio, y que
continúan ahora, bajo una forma más insidiosa, los
representantes de la nueva colonización mercantil,
pero ello no invalida el fundam ento de la ambición
de conocim iento del que em anaba este .proyecto.
Pues el saber que ha surgido de ello y que se me ha
encargado trasmitirlo es algo que debo en parte a las
c o n v e r s a c io n e s en torn o a .u n a fo g a ta en io s
am aneceres brum osos de la alta A m azon ia, con
hom bres y m ujeres cuya voz aún escucho cuando
trato de retransmitir io que me han dicho, como io
debo tam bién a todos estos d iáio gos que tantos
etnólogos han sostenido en circunstancias sim ilares,
a fin de que sobreviva si no la letra de ios m odos de
* d
vida que hemos compartido, ai menos un eco de la
fuerza creadora que ha hecho posible su florecimiento.
Por ello, m ás aún que la deuda de fidelidad contraída
por el testigo, más aún que la gratitud debida a quien
nos enseña y enriquece nuestra experiencia, de lo que
soy d eu d o r a m is com pañeros am erin d io s es ei
haberme permitido, ai trastornar m is evidencias por
la tranquila segu ridad con que se adherían a las
suyas, de interrogarme a mi vez sobre io que yo había
c o n s id e r a d o h asta en to n c e s, m ás o m en o s
conscientem ente, com o verd ad es incontestables;
incitándome así a reanudar con esta virtud fugaz del
asom bro, fuente de cuestíonam iento filosófico y
motor de progresos científicos, que conservo desde
entonces como una especie de talismán, y que yo
querría que fuese, en ei uso que hago de ella en mi
avance hacia ei conocim iento, algo m ás que un
homenaje tribútenlo a aquellos que me han hecho don
del mismo, un homenaje ofrecido por todo lo que
m e han dado que pensar.
Antropología de la naturaleza de Philippe Descola
se terminó de imprimir en la ciudad de Lima en el
mes de octubre del 2003 por encargo del Instituto
Francés de Estudios Andinos y Lluvia Editores.
Tuvo una tirada de ochocientos ejemplares.