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1. El gran rechazo.
A fines de la década de 1960 y principios de 1970 se puso en manifiesto una crisis con
dimensiones económicas, políticas, sociales y culturales, que inició el proceso denominado
globalización. Esta crisis de gobernabilidad tomó formas de rebelión.
El estado se volvió vulnerable por ser responsable de la crisis y no poder solucionarla con
las medidas keynesianas. Por lo tanto había que sustituirlo por un ordenador que sea
invisible y anónimo para que no pueda ser atacado. Una organización en red de
sub.-unidades relativamente autónomas. Este ordenador era el mercado.
Las políticas keynesianas se convertían en un obstáculo para las ventajas del capitalismo.
La planificación solo había sido útil para el periodo de crecimiento extensivo (años dorados).
Era preciso liberar al capital de su dependencia estatal.
El éxodo del capital se aceleró en los comienzos de los ´70 con las multinacionales (firmas
que instalaban filiales de producción en el extranjero para poder ingresar a sus mercados).
A finales de los ´70 se hablaba de trasnacionales. El crecimiento depende de la
participación en el mercado mundial. La revolución informática conllevo a la globalización.
La transnacionalización de las firmas se convirtió en sinónimo de “supervivencia”.
El capital, sin derecho alguno, controla la soberanía y es capaz de decidir el destino de las
naciones. El estado supranacional del capital es independiente y se separa de la sociedad,
limita y reglamente el poder de las sociedades de disponer de su lugar. En un aparato que
enuncia el derecho del capital globalizado, aquellos en contra de la globalización, quieren
cambiar el fin de esta. Luchan por una globalización diferente, guiada por una visión, una
solidaridad, un proyecto de civilización planetarias.
El poder financiero impone regla de rentabilidad al estado y a las empresas. Los fondos
norteamericanos de pensión y los fondos comunes de colocaciones han introducido una
nueva práctica: chantaje y extorsión de fondos (compran acciones de empresas con futuro y
les demandan prosperidad y rentabilidad o les cortan las acciones). El estado trata de que
se eviten o frenen el éxodo de capitales de su territorio. Pero son inaceptables las reformas
que desmantelan la protección social con el pretexto de que no son más financiables. La
voluntad política común es el principal instrumento para frenar esta dictadura del capital
financiero, pero el poder irresistible de los mercados existe por la sumisión de los gobiernos
al poder financiero. Las reglas que rigen los mercados mundiales han sido definidas por la
principal potencia comercial, la unión europea.
6. El espejo chino.
El crecimiento logrado debería hacer retroceder el desempleo en todas partes. La vuelta del
pleno empleo, gracias a los millones de los nuevos consumidores occidentales, es un
espejismo. El “desarrollo a rayas” es el desarrollo de un conjunto de países (china y una
veintena más). El desarrollo sólo debe ocurrir en los países enclaves, la riqueza no deberá
ser redistribuida por los estado-nación. El capitalismo propulsa “zonas económicamente
especiales” (centros urbanos), que hay que proteger contra la migración rural. En estas
zonas se implantan las trasnacionales. La industrialización extensiva pasó el límite
soportable del punto de vista ecológico. Las inversiones de las trasnacionales en los países
periféricos, crean a menudo más desempleo y no atendían para nada la extrema pobreza
de la masa. Distribuían una masa muy baja de salarios para propulsar la expansión
económica por medio de la demanda solvente.