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Lo que expondré hoy, lo que quisiera compartir con ustedes es, en parte, la trayectoria
de un pensamiento, la elaboración de una concepción en psicología.
Esta investigación requiere el estudio de las relaciones sociales que gestan ese orden, las
instituciones y las prácticas que expresan esas relaciones y emergen en ellas, las formas
de pensamiento socialmente compartido.
Cuando hablo de formas sociales de pensamiento me refiero a un horizonte conceptual y
de representaciones, aludo tanto a la ciencia como a las ideologías, representaciones
sociales y mitos que recorren esa estructura e interpretan la experiencia de los sujetos
de la misma.
El análisis de esa complejísima relación exige también indagar las formas de organización
que se dan los hombres en ese orden particular, sus modalidades de vinculación y
agrupación, así como sus formas comunicacionales.
1
Conferencia pública impartida en Madrid, el 23 de noviembre de 2007, organizada por la
Asociación para el Estudio de Temas Grupales, Psicosociales e Institucionales.
2
Ana P. de Quiroga es directora de la Primea Escuela Privada de Psicología Social, fundada
por el Dr. Enrique Pichon-Rivière. Buenos Aires. Rep. Argentina.
Esta complejidad cuasi infinita, compartida como campo de indagación con distintas
ciencias sociales, cuyo aporte recogemos, es abordada desde una perspectiva que a
nuestro entender nos da especificidad en tanto disciplina:
nos interrogamos acerca de cómo operan esas relaciones en la génesis y desarrollo del
sujeto. Sujeto del que la identidad (como integración y continuidad del ser, como
interjuego necesario entre permanencia y cambio, entre multiplicidad y unidad) es rasgo
fundamental.
Serán investigados entonces los distintos mecanismos e instancias que cumplen una
función de mediación, articuladoras entre lo socio-histórico y el psiquismo.
Jerarquizamos entre esos mecanismos el de identificación, internalización, comunicación
y aprendizaje. Consideramos instancias de articulación, fundamentales en la constitución
subjetiva, el vinculo y el grupo, en tanto estructuras en movimiento, omnipresentes en la
experiencia del sujeto.
Pero al tratarse de una relación dialéctica, hace a la pertinencia de la psicología social el
estudio de las modalidades con las que los sujetos producen, desarrollan, sostienen o
transforman esas relaciones sociales, las instituciones, las formas de organización,
representación y comunicación, sus modalidades vinculares y de grupalidad.
Sin este análisis, que permite interpelar a los procesos sociales desde un criterio de
salud, sustentado en una concepción de sujeto, se nos escaparía el sentido de los
acontecimientos aparentemente más banales de una conducta, de las vicisitudes
vinculares o de las formas de la grupalidad. Haríamos técnica sin ciencia.
Al afirmar que el hombre es esencialmente ser-en el mundo, en relación dialéctica con él,
y al caracterizar al psiquismo como sistema abierto al mundo desde su inicio,
constituyéndose en y por su ser, en un universo material, social, vincular, estamos
planteando implícitamente hipótesis acerca de la contradicción salud- enfermedad.
Intentaremos establecer los términos en que se despliega esta problemática.
Como hemos señalado, nuestra reflexión concierne al sujeto de la praxis, sujeto de una
relación de reciproca determinación y transformación con una realidad que lo trasciende
y la que a su vez modifica y produce. La elaboración de un criterio de salud requiere el
análisis de las formas concretas que toma la relación sujeto-mundo. Por ello
indagaremos en los dos polos de esa relación.
Ello implica estudiar las posibilidades del sujeto de realizar una acción transformadora,
una adaptación activa a la realidad, que tenga en cuenta necesidades, condiciones
concretas y potencialidades.
Investigaremos también la flexibilidad o rigidización de la relación mundo interno-mundo
externo, nos preguntaremos por su capacidad de insight, de un conocimiento de sí en
situación, en el universo de experiencia y significación en la que se desarrolla su
existencia.
Esto requiere el análisis de sus vínculos, su conducta, su hacer y representación del
mundo así como indagar el grado de plasticidad y operatividad de lo que Pichon llamo
técnicas del yo, que permiten el encuentro dialéctico e instrumental entre el sujeto y el
mundo, recursos subjetivos que están al servicio del aprendizaje en tanto aprehensión
de la realidad.
Sin embargo, no será solo el sujeto el interpelado. Focalizar esa relación exige analizar
el escenario de experiencia en el que debe posicionarse ese sujeto. Nos interrogaremos
por la apoyatura que ofrecen, en ese orden social, aquellas relaciones que lo fundan,
investigaremos si las instituciones, grupos y formas vinculares en ese orden concreto
constituyen dominantemente espacios de sostén o de padecimiento, qué destino tienen
en ellos las necesidades de los sujetos, hasta qué punto son reconocidas o desconocidas,
valorizadas, negadas o descalificadas.
Nos preguntamos, en síntesis, si ese orden favorece el aprendizaje, la relación de
reciproca transformación, o por el contrario la obtura, tendiendo a instalar el estereotipo
o distintas modalidades de pasividad, gestando o ahondando fracturas entre sujeto y
realidad.
Al iniciar esta charla he hecho referencia a una historia, a un pasaje y a un autor ¿cómo
llegó Pichon a la elaboración de este marco teórico? ¿Por qué ese tránsito del
psicoanálisis a la psicología social?
En esa búsqueda Pichon encuentra, desde muy joven, y en contraste con el desierto de
saberes que era entonces la psiquiatría, una clave de comprensión de la enfermedad
mental. Más aún, del psiquismo humano: el psicoanálisis.
Recoge como referentes fundamentales tres conceptos freudianos: el del interjuego entre
procesos conscientes e inconscientes, el de conflicto psíquico y el del sentido del síntoma,
que ubica lo aparentemente inexplicable y sin sentido, en la historia particular del sujeto.
Funda la APA a la que preside varias veces y es difusor y formador de psicoanalistas en
distintos países de Latinoamérica.
Su práctica se desarrolla en la institución manicomial, que tan magistralmente analiza
Foucault, así como en clínicas y en su propia consulta privada.
Por una rica experiencia personal, por ese investigar la conducta en sus múltiples
manifestaciones, Pichon era particularmente sensible a la relación contexto-sujeto. Y en
el campo de la enferme mental varios hechos lo conducen a recortar lo que en ese
momento se llamaba “factor ambiental”. Por ejemplo, percibe que los pacientes que por
condiciones económicas podían gozar de mayor privacidad, tenían mayor tendencia a la
cronicidad en el aislamiento interno que los que necesariamente, por convivencia,
interaccionaban. Al trabajar con el retardo mental, discierne dos tipos de patologías: la
oligofrenia, con clara base orgánica y la oligotímia, en que dicha base no era registrable y
en la que los niños con ese trastorno del aprendizaje solían pertenecer a familias que
ejercían sobre ellos una permanente sobreprotección, que no favorecía la experiencia
autónoma, y desde allí el aprender.
A la vez, la población del hospicio estaba constituida, en su gran mayoría, por migrantes
internos y externos que no habían podido construir en su nuevo habitat un sostén
afectivo, y la soledad actual potenciaba el obstáculo para elaborar la perdida de su
habitat, de sus vínculos. En ellos se había congelado, defensivamente, el interjuego
mundo interno-mundo externo.
Estos eran indicios, interrogantes presentes para una línea de investigación. Pero en la
década de los ´40 Pichon es nombrado jefe del servicio de admisión del hospital, lo que
le sitúa en el centro de la situación de urgencia psiquiátrica.
Urgencia psiquiátrica. Crisis. ¿Cómo llega el paciente a la internación?. Fondo-figura, la
familia. Aborda al paciente desde su enfoque psicoanalítico y lo que es un hecho dado,
natural en la internación, en la urgencia, lo transforma en instrumento, dispositivo o
encuadre.
El grupo familiar en el que un integrante se psicotiza esta en crisis. Indagando la
situación, escuchando el discurso, se descubre que esa crisis tiene una historicidad, a
veces transgeneracional, ligada a situaciones de duelo no elaboradas.
¿Qué nos muestra un grupo familiar en esa situación? Alteraciones de la mutua
representación interna, de la inscripción reciproca, lo que implica alteraciones en el
interjuego de adjudicación y asunción de roles. Rupturas o vicisitudes de la
comunicación, malentendidos... rol del secreto, alianzas, exclusiones. Intensas
ansiedades que recorren a los integrantes del grupo... Y esa interacción resulta patógena
a la vez que empiezan a darse mecanismos de proyección o depositación masiva y
control de lo proyectado. Un mecanismo de seguridad patológico.
El trabajo simultáneo entre quien más evidentemente expresa la crisis, el paciente, y el
grupo familiar, permite entender que el acontecer de ese grupo, su dinámica, se
encuentra entre las condiciones de producción de esa patología. Esa relación no es lineal,
sino dialéctica. El sujeto que enferma sufre a su vez intensamente un tipo de conflicto
que lo hace más vulnerable. Núcleo patogenético, ambivalencia, que lo conduce a
hacerse cargo de las ansiedades del grupo y se transforma en portavoz de esa situación
patógena. Su conducta es en si una denuncia que nos remite a una causalidad que lo
trasciende. Víctima–victimario. Una manera de malentender esta situación. Todos
víctimas y victimarios. “La locura es la expresión de nuestra incapacidad de tolerar un
determinado monto de sufrimiento”.
La enfermedad como emergente (primero llamó así al paciente), un observable que
remite a indagar condiciones de producción no explícitas, en el sujeto y en el contexto.
Pichon trabaja ese grupo, que inicialmente generaba patología, para convertirlo en un
instrumento de transformación, desmontando malentendidos, fantasías y argumentos,
aportando a la reparación, estableciendo posibilidades de comunicación y aprendizaje.
Los protagonistas son los integrantes del grupo.
Este es el aspecto de la intervención psicoterapéutica.
¿Qué implicaba a nivel teórico?: un interrogante que para Pichon será fundacional de
un nuevo marco teórico: qué lugar ocupa el otro, su hacer, su presencia, ausencia,
formas de presencia, el vínculo, los grupos, las instituciones, el orden social en la
configuración del sujeto. Ese otro se mueve de hecho, dice Pichon, hacia la gratificación-
frustración. Eso causa efectos. Focaliza la interacción como proceso eficaz. Produce
efectos en el sujeto, en la constitución del mundo interno.
Su práctica le muestra que para entender lo intrasubjetivo es preciso comprender la
intersubjetividad, el escenario vincular. Pero a la vez, no podemos comprender esa
intersubjetividad sin alcanzar grados de comprensión de lo intrasubjetivo, que procesa
esa experiencia. El grupo interno reconstruye pero a la vez no es un reflejo especular.
Intenta una respuesta según su reconstrucción y eso se hace manifiesto en lo observable
del vinculo.
Vinculo y familia no existen per se, aislados, están en un universo social institucional que
los normatiza y da forma.
A partir de comprender la relación sujeto-grupo familiar en el proceso del enfermarse y
en la cura, Pichon abandona posicionamientos centrales del psicoanálisis. Por ejemplo
jerarquiza la eficacia de las relaciones reales, el rol de la interacción, del interjuego
entre sujetos, de su modificación reciproca, lo que lleva a la elaboración del concepto de
vinculo.
Al replantear la concepción de sujeto y otros temas fundantes, Pichon no deja de nutrirse
de lo que le ha aportado el pensamiento psicoanalítico. Pero desde ese nuevo lugar
teórico, lo redefine.
Buscó, sin renunciar a la idea de procesos conscientes e inconscientes como cualidades
de lo psíquico, otras apoyaturas teóricas. La dialéctica materialista es referente
permanente, pero no es teoría psicológica, aunque otorgue lugar teórico. Mead le aporta
a su elaboración del concepto de mundo interno como internalización de un mundo
social, con roles, normas, etc., que redefine la concepción de mundo interno inicial.
Trabaja el concepto de grupo, de institución.
Fue un largo y accidentado camino. Para él supuso una crisis. Pero fue fiel a esa pregunta
esencial, la del lugar del otro, el vínculo, el grupo, el orden social, las relaciones reales.
La psicología social que elaborara -la llamaba así para diferenciar de concepciones que
guardaban marcas de innatismo, la idea de un sujeto que en algún plano podía ser pre-
social y a-histórico, fue el trabajo sistemático de respuesta a esos interrogantes.
Así escribe en los últimos tramos de su vida (1971,72) en un texto que compartimos: “la
psicología social que postulamos tiene por objeto de estudio el desarrollo y
transformación de una relación dialéctica, la que se da entre fantasía inconsciente del
sujeto, asentada sobre sus relaciones de necesidad. Dicho de otra manera, la relación
entre estructura social y configuración del mundo interno del sujeto, relación que es
abordada a través de la noción de vínculo.